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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Camino de La Haya

Nada de metáforas. Ni comparaciones con otros países o con otras épocas, siempre ofensivas. Las tres mujeres juristas y magistradas, todas ellas reconocidas y destacadas en su profesión, tanto en sus respectivos países como internacionalmente, se han ceñido, como no puede ser de otra forma, al lenguaje preciso de los hechos y de las leyes y convenciones internacionales firmadas por Israel. La francesa Christine Chanet, la botsuanesa Unity Dow y la paquistaní Asma Jahangir han concluido de forma sobria y precisa su investigación sobre los territorios de Cisjordania ocupados por colonos israelíes, encargada por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas: "Los actos de ocupación israelí constituyen crímenes de guerra e Israel debe ser considerada responsable". En buena consonancia con el dictamen, las tres juristas recomiendan a los países miembros de la ONU y a las empresas que comercian y hacen negocios con los territorios ocupados que establezcan un régimen de sanciones económicas y políticas mientras el Estado de Israel siga violando la ley internacional.

Esta es la novedad mayor de un informe encargado el pasado marzo por el Comité de Derechos Humanos de la ONU, antes incluso de que el gobierno de Netanyahu decidiera ampliar la ocupación del territorio palestino a la llamada zona E1, en el oeste de Jerusalén, como represalia por el reconocimiento de Palestina como Estado no miembro de Naciones Unidas por la Asamblea General el 29 de noviembre. Los representantes de Israel abandonaron el Consejo y sus autoridades se negaron a colaborar con la misión de investigación, a la que no dieron acceso a los territorios palestinos ni suministraron información alguna. Las conclusiones del informe y el propio organismo han sido descalificados por el Gobierno israelí: "El Consejo de Derechos Humanos se ha distinguido siempre por su aproximación unilateral y sesgada hacia Israel".

El informe es un peldaño más de la escalera que conduce a la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, donde terminará entrando el caso si antes no lo frena una negociación en forma entre israelíes y palestinos. Esta última tanda de colonias autorizadas por Israel también es un paso más, pero en dirección contraria, puesto que cada vez queda menos territorio para crear el Estado palestino y cada vez es más difícil la continuidad territorial en un pedazo de tierra cuarteado y moteado por los asentamientos, el muro de seguridad, las carreteras reservadas a los israelíes y los numerosos controles militares estables. El embajador israelí ante la ONU, Ron Prosor, reclama de los palestinos que se sienten a negociar en vez de seguir con su intifada legal en la escena internacional. Conocemos la condición previa que plantea la Autoridad Palestina para negociar: la congelación de la construcción en los territorios ocupados. Era también la que planteó infructuosamente Obama en su anterior etapa presidencial. Para el actual primer ministro israelí y promotor de asentamientos, Benjamin Netanyanhu, significa que no se quiere negociar. Así, para ambas partes, el objeto de disputa es una condición previa de la negociación, de forma que estamos ante un ejemplo perfecto de círculo vicioso.

El dictamen jurídico da la razón a los palestinos y recomienda que cese la construcción en los asentamientos, que se abra un proceso de retirada y desalojo, se atienda a las víctimas de la ocupación, cesen las violaciones de derechos humanos y se establezcan las responsabilidades por todos los actos de violencia de los colonos, así como se terminen con las detenciones arbitrarias de ciudadanos palestinos, además de imponer las sanciones económicas y políticas ya mencionadas.

Este informe sobre las colonias de Cisjordania es el equivalente del que elaboró el juez Goldstone sobre la guerra de Gaza de 2008-2009 y que fue duramente contestado por las autoridades israelíes. Difiere el momento político, ahora de mayor aislamiento internacional de Israel y de giro hacia el centro en sus recientes elecciones, precisamente por el descontento de las clases medias urbanas con unas políticas que favorecen a los colonos radicales y a los ultraortodoxos y que ocluyen el futuro del Estado judío. Es un buen cable para Obama antes de su primer y próximo viaje a Israel y Cisjordania, pues le facilitará el papel de mediador entre las dos posiciones polarizadas y distantes.

Respecto a los asentamientos, hay algo muy próximo a la unanimidad en la comunidad internacional, incluyendo EE UU, donde solo la derecha más neoconservadora apoya la política expansiva. La idea de que se trata de una tierra disputada, que hay que dividir entre dos partes que la reclaman, ha quedado descalificada a la luz del derecho internacional: es una tierra ocupada, que el ocupante no debía ni debe colonizar, pues es un acto considerado como crimen de guerra según las convenciones que Israel ha firmado y ratificado.



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7 de febrero de 2013
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Cotidianidad y sumisión a los principios

Es posible que durante un tiempo vivamos en la ilusión de que alguno de los principios sintetizados en la reflexión anterior no rige, o no rige en todos los casos, pero hay razones para creer que su interiorización más o menos progresiva constituye el proceso por el cual llegamos a mantener un lazo ordenado con el entorno. En cualquier caso el presuponerlos constituye un requisito en la disposición de espíritu que caracteriza al que se dedica a la física, y su eventual puesta en tela de juicio a partir del trabajo de los propios físicos, supondría desde luego una radical revolución.
Y como hemos visto, a los principios propiamente dichos se asocian conceptos sin los cuales ni siquiera serían enunciables. Así, al referirnos a cosas que no se hayan en relación de contigüidad estamos hablando de que mantienen una distancia espacial, y al hablar de causa y efecto estamos presuponiendo una dirección en la secuencia (de la causa al efecto y no a la inversa) que responde a la irreversibilidad que denominamos tiempo. Además todo lo que acontece se lo atribuimos a lo que es substancial o subsistente, es decir, a lo susceptible de movimiento o de reposo, susceptible de cantidad de movimiento, substancias aristotélicas o materiales y no meras abstracciones. El conjunto de todo ello operando de manera subyacente en nuestros juicios y razonamientos posibilita nuestras representaciones y relatos sobre los acontecimientos en el mundo.
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7 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El álbum y la muerte

¿Es el álbum familiar una obra de arte? No cabe la menor duda. Pero ¿una obra gráfica o una composición literaria? Una mezcla de las dos. De este modo en Huesca se expone estos días una muestra con el certero título de Narrativas domésticas, cuya materia prima es el álbum y su constante inspiración.

De una parte, nada más próximo a la realidad que un conjunto de fotos caseras, sin pretensiones de trascendencia ni de creatividad. De otro, nada más artificial que esa colección que salta y resalta, sonríen casi invariablemente los personajes y se juntan azarosamente en las páginas de un libro que apenas posee el hilo de sus vacilantes fechas. Un hilo fino y quebradizo puesto que las instantáneas, como tales, sobrevuelan en microsegundos varios meses o años, captan una boda, una excursión, una boda, un viaje y, actualmente, casi cualquier momento de unos y otros: todos aquellos sujetos (la vecindad entera) que en esa circunstancia se halla parada y cerca de la cámara del móvil.

Los álbumes de la época preindustrial, cuando incluso era preciso desplazarse hasta el estudio del profesional para obtener la foto, eran como tesoros familiares porque en ellos solo entraba lo que había alcanzado un singular y festivo valor. Hoy, en cambio, los libros de álbumes serían tan copiosos como imposibles de almacenar. En consecuencia, es la misma cámara la que almacena las secuencias en el invisible contenedor del móvil, donde se apilaría una profusa colección cargada de trivialidad.

Casi nada se ha popularizado más que la misma foto. Y acaso nada de este tipo inocente nos ha dominado más. La compulsión a fotografiar sin razón ni pausa ha creado una suerte de histeria colectiva. Y lo fotográfico se une a la experiencia de modo tan íntimo que no parecen capaces de existir la una sin la otra.

La fotografía, al fin, es hoy el testimonio del menor suceso a tal grado que llega a ser la parte más incuestionable de la experiencia. Porque ¿cómo transmitir mejor la belleza de un paisaje, de un banquete, un monumento, una novia, un nieto o un familiar? La belleza y la fealdad, el mal tiempo o el accidente acaban siendo avalados por la foto. La foto no es el motivo de vivir pero es casi imposible vivir del todo sin fotografiar.

¿Álbumes de fotos hoy? Los sucesos que antes lo constituían y se presentaban como importantes capítulos de la "narrativa doméstica" han sido ametrallados por un sinfín de microanécdotas. De este modo, la historia de la vida mediante fotos ha llegado a ser un continuum parecido a los días sucesivos en los que ocurre algo o nada sin que se distingan demasiado entre sí.

Pero ¿y la muerte? ¿Se fotografiará ya también la muerte? Claro que no. Antes, siendo el álbum familiar, la gloria de la experiencia positiva excluía naturalmente la enfermedad y la agonía. Pero hoy, la muerte, siempre con mucha más autoridad que cualquier otro momento de la vida tendría que hallarse recogida en el carrete llamado (precisamente) "virtual".

En la inteligente exposición de Huesca, patrocinada por su Diputación, una artista británica Jo Spence tuvo la idea de fotografiarse a sí misma a lo largo del plazo en que sufrió un cáncer y reflejar así cómo ese maldito asesino fue deteriorándola. Murió en 1992 y, obviamente, no ofreció constancia de su rostro muerto, final indispensable del relato. Todos los álbumes ayer y hoy son, en consecuencia, historias falsas. Cuentos de la vida sin su correspondiente muerte. Cromos sin su cronos terminal.

Un álbum clásico da siempre mucho que pensar. Da siempre mucho que sentir. En todo álbum, el paso del tiempo nos traspasa de un velado dolor al recorrer sus páginas. Ni las verbenas, los baños del verano o las manos entrelazadas de los enamorados nos animan. El álbum nos mata. No hay foto de esa defunción privada pero, de hecho, el álbum mismo alcanza su máximo sentido para los otros cuando no existimos ya.



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7 de febrero de 2013
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Tiempo de malos

Por qué en la secuencia de un elogio, la que empieza por “es un gran profesional, con talento, inteligente, firme…”, se deja para el final lo de “… y buena persona”? En verdad suele decirse “y además es buena persona”, sujetando la expresión con el adverbio como si se tratara de algo no necesariamente obligatorio, de un plus que sirve de broche para expresar la idoneidad del individuo en cuestión. Hoy por hoy, nadie contrata a nadie por sus virtudes humanas ni por su nobleza o paciencia. Sin duda son características gratas, y sobre todo armoniosas, pero la preparación, el estatus e incluso el aspecto físico prevalecen. En la era del coaching y del ensimismamiento, que a diario exhibimos en las redes, se levanta un muro cada vez más alto entre el yo público y el yo privado. Aunque el ser humano sepa que continuamente tiene que conseguir dar un paso más, alumbrado por la ilusión de la trascendencia, el cortoplacismo ha condicionado sus aspiraciones. El gurú de la nueva religión laica, Alain de Botton, resalta cómo a lo largo de la historia las sociedades han priorizado el fomento de la bondad. “Pero nosotros somos una de las primeras generaciones que tienen cero interés público en el tema; es más, si alguien dice que se preocupará de ser más virtuoso, lo miran como a un loco”. Tan sólo hace falta revisar en qué contextos se ha utilizado el termino buenismo, y la rapidez con la que ha huido despavorido de la jerga mediática. La generosidad o la urbanidad -que va un paso más allá de la cortesía- no son valores en alza. Todo lo contrario, resultan una especie de propina que siempre será bienvenida. Desde antiguo, lo que más ha unido a la humanidad es que no tiene ningún lugar para escapar. La idea pertenece a Milan Kundera, recogida ahora por Bauman en Sobre la educación en un mundo líquido (Paidós), donde considera que la juventud está “tan preñada de rebelión como de conformismo”, y subraya la importancia de una educación para siempre, sobre todo cuando nada es perdurable y la vida se debe asumir pedazo a pedazo. En el nuevo saco de valores, el beneficio está por encima del sacrificio, y la arrogancia enmascara la confianza. Los unos definen a los otros como empáticos o reservados, con espíritu de funcionario o proactivos, ingeniosos o previsibles, vanidosos o humildes…, esquivando el reduccionismo maniqueo de buenos y malos, como si dicha división ya no tuviera crédito. Porque hoy, cuando se expresa admiración hacia alguien, se dice “eres un crac”, dejando claro que el mundo nunca ha sido de los buenazos sino de los putos amos.

(La Vanguardia)

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6 de febrero de 2013
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III. De bibliotecas y zoológicos

Darío Jaramillo enhebra con sensibilidad todas estas crónicas de factura estremecedora, y que se leen con deleite, y su composición es un mosaico en el que se representa la realidad contemporánea del continente, que a veces deja de parecer realidad, como una novela contada a muchas voces, las del argentino Martín Caparrós, el mexicano Juan Villoro, el colombiano Alberto Salcedo Ramos: travestis, narcos, emigrantes, maras, futbolistas, boxeadores, víctimas de terremotos, la biblioteca de Pinochet, sí, Pinochet fue dueño de una numerosa biblioteca, las ruinas del reino de Pablo Escobar que hasta un zoológico tuvo, con elefantes e hipopótamos que andan ahora perdidos en las selvas. La realidad para leer como es, una gran mentira vivida día a día por personajes que desafían a la imaginación más desbocada.
Y en el escaparate tenemos también Sam no es mi tío: veinticuatro crónicas migrantes y un sueño americano (Alfaguara, 2012), reunidas por el argentino Diego Fonseca y la brasileña Aileen El-Kadi, ambos muy jóvenes, igual que lo son los cronistas incluidos en el libro, la inmensa mayoría nacidos a partir de la década de los setenta del siglo pasado. Estamos hablando de la crónica del siglo veintiuno, y del paisaje de realidades que toca enfrentar.

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6 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El último que apague la luz

Hay libros que se escriben como resultado de una decisión y otros que van escribiéndose sin que uno se dé cuenta. Esto es lo que me ha sucedido con el que hoy se pone a la venta en las librerías y también en formato e-book bajo el título El último que apague la luz. Son textos sobre el estado y la evolución del periodismo escrito durante los últimos cinco años, justo desde que empezó esta crisis devastadora que tanto está afectando a los medios de comunicación y al oficio de periodista. Para que los lectores de este blog puedan hacerse una primera idea, hoy doy en este post los primeros párrafos con que arranca el libro.

?Esta es una escena contemporánea, el diorama de un conflicto de nuestro tiempo, el símbolo de un fin de época. La rotativa se parará después de tirar el último ejemplar del periódico. Las camionetas saldrán por última vez a emprender sus rutas de reparto. Solo faltará que alguien apague las luces y deje las instalaciones enteras oscuras y vacías, con la sala de redacción desierta y silenciosa en el centro del escenario.

"Esa cabecera centenaria que se identifica con el nombre y con la historia de una ciudad, que ha presidido los desayunos de todas las familias en épocas de paz y en épocas de guerra, durante los largos períodos de prosperidad y durante las crisis, y en cuyas páginas han aprendido a leer todos los niños de esta poblada metrópolis, dejará de publicarse y ya no estará nunca más en los quioscos ni seguirá deslizándose cada mañana por debajo de la puerta o cayendo en el buzón de la escalera de vecinos.

"Esto ya ha sucedido en los últimos años en muchas ocasiones, sobre todo en el país donde más desarrollada estaba la industria de la prensa impresa que es Estados Unidos. Pero no es un guion lejano y ajeno, sino una pieza dramática, incluso una tragedia, que ya ha empezado a representarse en toda Europa y que pronto va a tomar un ritmo endiablado entre nosotros. "Desaparecen las cabeceras y desaparecen los puestos de trabajo. En las rotativas por supuesto, en la distribución, en los departamentos de publicidad y de marketing. También desaparecen los quioscos de prensa, negocios tan decadentes como lo es hoy el periódico impreso. Y desaparecen los periodistas, antes una profesión nutrida y próspera y ahora disminuidos en sueldos y en ofertas de trabajo, precarizados y prejubilados, expulsados de su oficio y sustituidos incluso por el público que antes les leía y adoraba y en este momento incluso les reemplaza, porque escribe y alimenta gratis las nuevas webs de agregación y de contenidos generados por los lectores.

"Esa es la peor noticia que puede dar un periódico. Porque es sobre el periódico mismo y porque es la noticia de su desaparición. El pudor periodístico siempre ha dificultado la información sobre el propio periódico y el propio negocio. Puede que fuera falso. Pero esta era la costumbre. Los periodistas no eran noticia. Dar noticias sobre uno mismo no puede ser bueno. Suelen ser malas noticias. O al menos, noticias incómodas. Y si son buenas, fruto del autobombo periodístico o de las exigencias crecientes del marketing del propio periódico, son increíbles para los periodistas, acostumbrados a mirar con recelo cualquier noticia positiva.

"Vaya si serán noticia ahora. Y además tendrán que darla, tendremos que darla. Será la peor de todas, la que ningún director de periódico quiere dar en su primera página: que mañana ya no saldremos. Es una necrológica anticipada. Necrológica del periódico y necrológica de la noticia. Nada hay tan deprimente como la noticia de que ya no volveremos a dar noticias. "Esta noticia que hemos leído ya varias veces y que sabemos que leeremos más veces en el futuro tiene un tope que cuesta imaginar, aunque ya esté a la vuelta de la esquina. Un mundo sin periódicos impresos, una mañana sin periódico que comprar en ese quiosco de la esquina que ya cerró hace años, con el único consuelo de una vaga reminiscencia en el teléfono o en la tablilla digital. ¿Un mundo sin nosotros, los periodistas? ?.



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5 de febrero de 2013
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El Boomeran(g)
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