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Logros frente al polvo

"Señoras y señores: Se dice que sólo honramos al poeta cuando está muerto, cuando la tapa del sepulcro o el húmedo montón de tierra han establecido una separación definitiva entre él y nosotros, cuando, como se dice tan bella y meticulosamente en las necrológicas escritas por espíritus inferiores, ha entregado su espíritu". Así empezaba Thomas Bernhard en 1954, a la tierna edad de 23 años, una conferencia sobre Rimbaud que ya contiene la esencia de la voz y el carácter del maestro austriaco. El texto citado abre otro nuevo y extraordinario libro póstumo de Thomas Bernhard, ‘En busca de la verdad' (Alianza Editorial, traducción de Miguel Sáenz), que puede leerse como un relato autobiográfico hecho de pequeñas piezas, a veces aparentemente triviales, en un conjunto ordenado cronológicamente y cerrado por su última intervención pública, un escrito defendiendo el mantenimiento de un tranvía de la ciudad de Gmunden, donde residía hasta su temprana muerte en febrero de 1989; fiel a su temperamento intempestivo y pendenciero, Bernhard aboga, cuatro semanas antes de morir, por ese caduco medio de transporte y acusa de su proyectada supresión a las autoridades locales.

     La extensa miscelánea (el libro tiene más de cuatrocientas páginas) abunda en el vituperio, del que el escritor hizo un arte contemporáneo me temo que irrepetible. Afloran constantemente, en discursos y cartas al director de distintas publicaciones, sus ‘bestias pardas', que son predominantemente los políticos austriacos Waldheim, Kreisky y Vranitzky, a veces caracterizados como figurones grotescos de fantasmagorías teatrales (como en el divertidísimo artículo ‘Mi Austria feliz'), aunque no faltan las arremetidas contra los directores de escena, los médicos y los escritores. Pero Bernhard no siempre es insidioso; en otro hermoso texto temprano (1957), ‘Unas palabras para jóvenes escritores', su causticidad es trascendental, por no decir que oracular: "Lo que tenéis que tener no son seguros de enfermedad y becas, premios y becas de estímulo; es la falta de hogar de vuestras almas y la falta de hogar de vuestra carne, el desconsuelo cotidiano, la desolación cotidiana, la helada cotidiana". Ese programa de renuncias, contrapuesto a la actitud acomodaticia, constituye para el autor de ‘Maestros antiguos' la razón moral del artista: sus "logros frente al polvo".

     Voceador de la insumisión, debelador del lacayo cultural, una especie que desgraciadamente no está en extinción, Bernhard (quien a menudo me hace pensar en Rafael Sánchez Ferlosio, otro tronante aguijoneador de lo falso y lo banal) se revela asimismo en dos de las mayores piezas recogidas en este libro como un hombre capaz de expresar con dolorido pudor su intimidad amorosa. Me refiero a las substanciales entrevistas que le hicieron André Müller (publicada en ‘Die Zeit' en 1979) y Asta Scheib (en el ‘Süddeutsche Zeitung' a comienzos de 1987), y en especial a esta segunda, en la que se refiere ampliamente, sin nombrarla nunca, a "la compañera de mi vida", una mujer bastante mayor que él con la que viajó y convivió largos años hasta la muerte de ella, en una modesta casa de campo compartida con las vacas. "Ella fue para mí la que me contenía, me disciplinaba. Y por otra parte también la que me abría el mundo", confiesa Bernhard, concluyendo con una escueta y conmovedora declaración de amor: "Viajábamos. Yo le llevaba las pesadas maletas, pero aprendí [de ella] muchas cosas".

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3 de febrero de 2015
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HAY FESTIVAL POR DANIEL MORDZINSKI.- Imposible pensar un Hay…

Laurent Binet Luis García Montero Santiago Gamboa y Jeremías Gamboa Sergio Cabrera, Juan Gabriel Vásquez, Javier Cercas, Leila Guerrero HAY FESTIVAL POR DANIEL MORDZINSKI.- Imposible pensar un Hay Festival sin Daniel Mordzinski y su maravillosa cámara. Aquí, el esplendor de Cartagena y de algunos autores que se dieron cita en la versión 2015. Fotos: Daniel Mordzinski

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2 de febrero de 2015
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Así se hace Condorito hoy

 

En la oficina donde se hacen los chistes del pajarraco más famoso de Latinoamérica comienzan a volar propuestas. ¿Sentado o parado?, pregunta uno de los dibujantes. Debería estar lleno de corazones, propone la directora de la revista. Sí, y que se vea enamorado, dice otro. Que diga algo de las chicas, propongo. ¿Y si mejor habla de la revista?, dice alguien. Estamos planeando el dibujo que acompañará una historia.

Estoy en la cocina donde se prepara la revista Condorito. O, mejor aún, estoy dentro de la cabeza de Pepo, el creador de esta historieta.

—Acá todos tenemos que pensar como si fuéramos él. Como si estuviéramos en su cabeza —dice uno de los dibujantes. Y al Él que se refieren es René Ríos Boettiger, Pepo, creador de este cómic, que murió en 2000.

Desde entonces, y desde mucho antes, la tira y la revista han sido una maquinaria tras una firma. Un engranaje de ilustradores, guionistas, diseñadores, ejecutivos de marketing, distribuidores y vendedores en diferentes países del continente. Una rueda con millones de lectores en 19 países, durante 65 años.

La cabeza de Pepo tiene el piso alfombrado, un mesón largo pegado a la pared y cuatro tableros de dibujo. Queda en un piso 19 en el barrio alto de Santiago de Chile, en un edificio lleno de empleados que marcan tarjeta al entrar y al salir y con varios pisos subterráneos para estacionar.

En las paredes están colgadas algunas de las mejores portadas de Condorito, en distintas épocas. Hay un afiche gigante, con todos los personajes. Frente a los escritorios de los dibujantes hay paneles donde se ven clavados bocetos del pájaro de pantalón negro, con marcas para respetar las proporciones.

Detrás de la puerta está pegada una hoja con Condorito mirando con espirales en vez de ojos, y la leyenda: “¡No hace falta ser loco para trabajar aquí, pero si lo eres te ayudará mucho! ¡je je, jo jo, ju ju! ”.

 

 

* * *

 

 

Condorito ha tenido 950 profesiones diferentes en la revista: desde plomero, carnicero, carpintero, hasta presidente de Estados Unidos o emperador de Star Wars. Y ha tenido poderes, porque ha aparecido como Batman, Supermán, Acuamán, Ironman y Spiderman. Muy pocas veces aparece mirando de frente, la primera de ellas fue en un chiste de 1971. Siempre se mantiene el mismo estilo en el dibujo.

—Soy el director de arte de Condorito —dice Víctor Figueroa, de 53 años y con más de dos décadas en la empresa.

—¿Qué hace el director de arte de Condorito?

—Me encargo de la diagramación de la revista, darle el último OK, ver los despachos al extranjero y ver los últimos ajustes del texto, chequeando en el archivo final que no haya alguna cosita que se nos pueda pasar, supervisando los colores.

—¿Y los colores?

—Los colores de Condorito son básicamente dos, el rojo y el negro, y sus porcentajes. Es una característica del cómic.

Figueroa, como todos los que trabajan haciendo la revista, viste formal. En la calle podrían pasar por empleados de banco o administrativos de una empresa o trabajadores de una multinacional. Si bien se la pasan todo el día frente al tablero, no llevan el look de los nuevos ilustradores latinoamericanos. Esos que, más que vestirse, se dibujan.

—Uno tiene la apariencia formal. Pero el hecho de que uno diga que trabaja en Condorito ya es una cosa rara, un fenómeno, y comienzan inmediatamente a preguntar y sonsacar que cómo se hace, que cómo lo arman —dice Figueroa, que lleva el pelo cuidadosamente corto y pantalón de vestir.

Después de armarlas aquí, las revistas se exportan impresas desde Chile hasta Argentina. Para Colombia y Ecuador se mandan los archivos y las imprimen allá.

—¿Conociste a Pepo?

—Mira, sinceramente no. Lo conocí, pero…. lamentablemente, en el momento en que partió.

—¿Cómo así? ¿Lo saludaste y se murió? ¿Cómo en un chiste?

—No, no... Cuando falleció yo ya trabajaba en la empresa, pero él no venía, corregía, sí, desde su casa. Especialmente las portadas. Se las llevaban a él, y ahí las corregía. Fui a su funeral, a su velorio, y ahí lo miré en el cajón. Esa fue la primera y única vez que lo vi.

 

 

* * *

Condorito no es un chiste. Tras las tiras cómicas hay una larga torre de contratos y licencias. La empresa World Editors tiene los derechos mundiales para la aparición de la caricatura en merchandising, impresos, cine, televisión, internet y periódicos de todo el mundo. Televisa tiene los derechos de las revistas en español para América Latina. Cada chiste se hace de manera muy seria.

El proceso parte con los argumentistas. Ellos son externos a la oficina, dos son chilenos y uno argentino, y colaboran mandando chistes por correo electrónico. Cada chiste aprobado es un chiste que se paga. Una vez aprobado el argumento, uno de los tres dibujantes creativos hace el primer borrador, dejando espacio para el título y para los globos donde irá el argumento del cuento. Ahí es cuando entra en acción el letrista. El letrista es el encargado de escribir, palabra por palabra, letra a letra dibujada, los textos y los títulos de cada chiste. Todo a mano, sin usar ninguna fuente digital.

—¿Y no han pensado computarizar el proceso?

—La idea viene de Pepo —dice rápidamente el jefe de arte, como si mostrara un salvoconducto en un control policial—. Siempre se vuelve a Pepo, aunque estemos en la cocina de Condorito. La primera aparición de Condorito fue en la edición de la revista chilena Okey, en 1949. La tira contaba la historia de un ladrón de gallinas que era arrestado por un policía. Luego pasó a ser de una página, de ahí dos, después una revista, después una revista mensual, después una cadena de distribución latinoamericana, después con mil oficios y profesiones distintas. Condorito fue internacional antes de internet. Fue latinoamericano antes de Chespirito, Fidel, Maradona, del boom de la crónica y de Bolaño.

—El cómic ha sabido adaptarse al mundo nuevo que vivimos. Antes fumaba, ahora jamás aparece con un cigarrillo. Antes era más pájaro, más cóndor, ahora es más humano —dice Sergio González, uno de los dibujantes creativos. González tiene 55 años, estudió licenciatura en Artes Plásticas, y su primer trabajo después de egresar de la universidad fue en Broncerías Chile, donde diseñaba trofeos y galvanos. Un amigo, que estaba colaborando para la revista, le mostraba sus trabajos, y un día le ofreció sumarse. Sergio se animó y empezó a hacer bosquejos, tuvo una entrevista y se quedó. Eso fue a fines de 1985. Sigue aquí.

—Otro cambio es que sacamos al personaje del Cortadito, que no tenía brazos ni piernas. Cuando empezó la Teletón, ya no pudimos hacer chistes de minusválidos. Y también se fue Don Jacoibo, que era otro personaje creado por Pepo, pero que podía molestar a la comunidad judía, así que lo reemplazamos por Máximo Tacaño. Condorito es políticamente correcto. Sergio González es tímido y, tal vez por eso, lleva casi 30 años dibujando todo el día en la cabeza de Pepo. Dice que su madre tiene una revista Condorito rayada por él, cuando tenía 4 o 5 años. Dice que siempre fue bueno para el dibujo y que le gustaba la revista desde que tiene memoria. Dice que nunca se lanzó con una caricatura propia. Dice que ha visto pasar muchos dibujantes.

—Por acá han pasado dibujantes muy famosos, muy talentosos, pero les cuesta meterse en la cabeza de Pepo, en cómo Pepo lo haría, y hacerlo así. Hacer la corbata que hace Pepo, las arrugas que hace Pepo, hacer las expresiones como las hace Pepo.

—Cuando Quino dejó de hacer Mafalda, nunca más se dibujó. ¿Por qué Condorito sigue y sigue y sigue?

—Creo que Pepo fue visionario. A lo mejor él se demoraba un año en hacer una revista él solo, entonces dijo que esto no podía ser así, y ahí él armó una escuela. En los dos primeros libros de Condorito él estaba solo. Pero las exigencias le obligaron a armar más gente. Armó una escuela. De esa primera generación la mayoría están fallecidos. Nosotros somos la segunda.

Sergio alcanzó a trabajar con Pepo. Lo veía poco, pero suficiente como para conocer el carácter del creador de todo esto. Apuntaba cada detalle, estaba encima del equipo, y los marcó a todos con una serie de protocolos que, ya dos generaciones más tarde, la siguen repitiendo sin que esté el original. Por lo mismo, él no olvida nunca cuando el dibujante lo retó:

—Uno como dibujante, como joven, siempre trata de innovar, de poner algo de uno, pero acá no se puede. Está prohibido. Una vez me tocó hacer a Coné, y se me ocurrió, como era un niño, que en vez de hacerlo con esas sandalias, esas chalitas que lleva en los pies, por qué no tener zapatillas. Y le puse unas y unos calcetines, unas medias. Quedó bien bonito. Hasta que lo vio Pepo.

—¿Qué pasó ahí?

—Ufff… me subió y me bajó. Me dijo que cómo se me ocurría ponerle calzado a Coné, que si estaba loco. Ahí uno va entendiendo que hay que respetar los protocolos del personaje.

—¿Esos protocolos están escritos? —Existen en la cabeza, después de tantos años ya pensamos como Pepo.

 

 

* * *

 

Condorito le debe mucho a Disney.

—La visita de Walt Disney a Chile fue clave —reconoce Juan Enrique Plaza, otro de los dibujantes creativos de la revista. Tiene 56 de edad, 26 de ellos dibujando como Pepo. Es licenciado en Artes Plásticas y ha tenido exposiciones individuales como pintor al óleo y acuarelas.

Y sigue:

—Todo esto comienza cuando llega Walt Disney a Chile. Eso lo hace reaccionar. Por un lado, está la película de Disney Saludos, amigos (1941), en la que a Chile lo representaba un avión humano llamado Pedrito (en homenaje al presidente Pedro Aguirre Cerda), que a Pepo no le gustó. En reacción a eso, hace este cóndor bien chileno. Por otro lado, de Disney conoció la producción a gran escala. Walt Disney sigue dibujando, pese a que murió hace medio siglo. Juan Enrique conoció a Pepo, pero muy poco. Cuenta que el creador de todo esto nació en Concepción, a 410 kilómetros al sur de Santiago, y que terminado el colegio entró a estudiar Medicina. Pero abandonó los estudios por el dibujo. Viajó a Santiago, entro a estudiar Artes, y mató las horas, los días, las semanas y los años dibujando. Ya era ilustrador conocido a los 25, reconocido a los 30, famoso a los 35, y recién a los 40 creó a Condorito. Dice todo esto sin dejar de dibujar. Ahora está en el boceto de un chiste de un médico. Ya tiene el argumento en un papel y un borrador de los cuadros con espacio para los globos y el título. —El dibujante es igual al director de cine. Nosotros tenemos el guion y los actores, y tenemos que ponerlos en escena, pensar en los enfoques, en los encuadres. ¿Para qué? Para que sea lo más entretenido de ver, atractivo, exagerado lo más posible, y que la última parte debe tener espacio para el ¡Plop! final. Hasta hace pocos años, ninguno de estos dibujantes o argumentistas aparecía en los créditos. Pero Magdalena Aguirre, directora de la revista, insistió en que debían estar. Desde entonces, muchos supieron que, si bien todo llevaba la firma de Pepo, Pepo no hacía nada de lo que estaba en la revista. Aunque lo estuviera controlando todo desde su cabeza: —Ella dijo que, en justicia, era bueno que apareciéramos. Y los cambios no fueron solo en la firma. Después de la muerte de Rene Ríos Boettiger, se lanzó la colección de Coné y sus amigos, y nacieron nuevos personajes: el hermano genio de Ungenio, Albert González, quien hace inventos raros. Y Sebastián, “el Seba”, sobrino de Don Chuma y el primer adolescente del pueblo de Pelotillehue. Ideal para todos los chistes que tienen que ver con tecnología. —Condorito evoluciona. Y tenemos que hacerlo, porque es la única revista de este tipo que queda en América Latina —dice Luis Sepúlveda, de 56 años, otro dibujante con más de 20 años aquí, que retoca colores en una pantalla de computador. Antes trabajó haciendo al Gallo Claudio.

 

* * *

 

Cuando se decidió qué dibujo mandar para SoHo, Margarita Aguirre, la directora, llamó a su oficina a Juan Enrique Plaza. Ahí le dio algunas instrucciones finales. El dibujante volvió a su oficina, a la cabeza de Pepo, y terminó dos bocetos. Como siempre, apoyado sobre el tablero y bajo la lámpara de escritorio. Miró los detalles con una lupa con luz, y ajustó detalles como el director de cine que es. Sus compañeros, como siempre, opinaron, lanzaron chiste en el proceso, y al finalizar la jornada laboral bajaron del piso 19 y volvieron a la ciudad, ahí donde no piensan como Pepo.

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2 de febrero de 2015
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El mundo tal como es

Las ideas cuentan. Aunque no solo cuentan las ideas. También cuenta el poder de la fuerza; es lo que más ha contado en la historia de la humanidad. Cuenta el poder de las ideas, pero hay que calibrar exactamente hasta dónde cuenta. Hay ideas poderosas que pretenden cambiar el mundo y algunas incluso lo consiguen. Además, no hay una sola idea sobre cómo funcionar o debe funcionar el mundo. Las ideas compiten e incluso combaten. Y en el límite, las relaciones internacionales, es decir, la política mundial se puede reducir a una idea. Es verdad, el mundo es una idea, funciona como una idea en la cabeza de los políticos, expertos y analistas, que intentan comprender cómo marcha, para actuar en consecuencia, si es el caso. Las principales ideas sobre el mundo pueden reducirse a dos, como en los viejos manuales escolares de filosofía: idealismo y realismo. Desde esta visión simplificadora, vemos que los políticos idealistas son los que creen en la fuerza de los principios, los valores y las ideas a la hora de modelar la realidad y tienen una visión optimista sobre la naturaleza humana; mientras que los políticos realistas creen en la fuerza de los hechos, la correlación de fuerzas y el poder efectivo que cada uno tiene y, lógicamente, en la violencia que cada actor es capaz de ejercer. Aunque la izquierda suele ser idealista y la derecha realista, la realidad suele ser más compleja, y en ocasiones ofrece un cóctel de ambas posiciones. Bush empezó como un realista, que no quería mezclarse como Bill Clinton en guerras idealistas al estilo de Kosovo, pero se convirtió en idealista con los atentados del 11-S, dispuesto a imponer sus principios a cañonazos; e incluso regresó al realismo al final de su segundo mandato, cuando preparó la retirada de Irak y se deshizo de los neocons que le habían conducido a la guerra global contra el terror. Los neocons son un ejemplo de idealismo de derechas: querían democratizar el mundo árabe y en alguna medida tuvieron que ver con la promoción de las primaveras, aunque luego vemos el resultado que han conseguido. Obama es un ejemplo de realismo de izquierdas, o liberal en la terminología americana, que acepta la dictadura de Morsi, rinde pleitesía a los reyes saudíes y procura la paz con Irán. Pocos periodistas y ensayistas españoles han explicado más y mejor como funcionan las ideas en las relaciones internacionales, incluida esta útil simplificación entre realismo e idealismo, como Xavier Batalla (1948-2012), tanto en sus numerosos artículos como corresponsal diplomático de La Vanguardia como en su libro póstumo El mundo es una idea. Crónicas sobre la guerra y la paz (RBA). Batalla era, sin duda, el número uno de esta rama (la internacional) del oficio (el periodismo), según solía decir el también desaparecido patriarca del periodismo internacional catalán y ex director adjunto de La Vanguardia, Jaime Arias. Fue redactor de las secciones de Internacional de El Correo Catalán, Diario de Barcelona y La Vanguardia. En El País fue subdirector de la edición de Barcelona, en cuya fundación participó. Fue corresponsal en Londres y luego corresponsal diplomático, funciones que le permitieron viajar por todo el mundo y conocer a numerosas y de las mas destacadas personalidades políticas y académicas. A su enorme experiencia y a la atención a la actualidad mundial, sumaba un incansable seguimiento de la actividad intelectual, think tanks, revistas especializadas y novedades bibliográficas. El resultado eran unos análisis impecables, brillantes, llenos de originalidad e incluso de un humor sutilísimo, casi británico, en los que nunca faltaba la última idea, la polémica más reciente, ni el libro más al día. Hay humor incluso en el título de su libro, que preparó concienzudamente antes de morir, en el que se asegura que el mundo es una idea desde una de las visiones más consecuentemente realistas y menos idealista que pueda tener un periodista. Las crónicas y artículos que se recogen en el libro abarcan desde julio de 2003 hasta octubre de 2011, agrupadas en una primera parte en una visión global del siglo XX y en una segunda, completísima, en apartados por regiones del planeta. Nada queda fuera, ningún problema significativo, ningún conflicto relevante. Mención especial merece el prefacio, que es el que explica y justifica el título del libro, y que constituye una magnífica aproximación a la historia de las ideas sobre el mundo, principalmente desde el siglo XX, que es cuando empezaron a desarrollarse el estudio de las relaciones internacionales y el propio periodismo internacional; aunque lógicamente se remonta muy atrás, hasta Tucídides, para darnos la primera referencia de la oposición entre realistas e idealistas. Su visión, pesimista, realista, pragmática, es la que mejor sirve al ideal periodístico de contar la verdad a nuestros conciudadanos: sabemos que la historia es trágica; que hay que conocerla para no repetirla, aunque con frecuencia sea inevitable que tropecemos una y otra vez en la misma piedra; y, sobre todo, sabemos que hay que mirar a los hechos de frente, evitando los prejuicios y las cristales de las gafas ideológicas. El mundo es como es. Sirven las buenas ideas y son necesarias, pero de nada valen si no se tiene en cuenta cuál es la verdadera correlación de fuerzas, donde está el poder y dónde las debilidades que puedan hacer cambiar las cosas. Xavier Batalla lo sabía y por eso son tan útiles y vigentes sus inteligentes análisis.

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2 de febrero de 2015
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El dinosaurio no estaba allí

No sabemos ya si nos agarramos a los clichés por deformación de oficio o si el oficio se nos ha deformado hasta el extremo de que los clichés nos cogen por la solapa para que colemos “un espectáculo dantesco”, “un asunto kafkiano” o “un propósito quijotesco”. Veamos si no este párrafo: da igual que caiga un sol de justicia, una copiosa nieve o que el cielo esté encapotado… siempre habrá un buen motivo para celebrar algo en un marco incomparable y colgar el cartel de no hay entradas. Eso es llegar y besar el santo, saborear el triunfo aunque se haya sudado sangre, no es baladí y supone otra vuelta de tuerca en un abrir y cerrar de ojos, hasta copar los titulares, con un público rendido a sus pies, demostrando que hay luz al final del túnel. Si usted, amable lector, ha llegado hasta aquí en verdad merece un capítulo aparte, o vale su peso en oro, porque no hay peor indigestión lectora que la saturación de tópicos. Por mucho que nos agarremos a un clavo ardiendo y digamos que hay artículos que uno nunca quisiera escribir, seguimos sin expresar nada de nada, amparados en la pródiga colección de latiguillos mediáticos que a menudo se nos cuelan, o voluntaria e idiotamente, creyendo que el lector es ingenuo. ¿Por qué titulamos tan a menudo “Cómo hacer X y no fracasar en el intento”, o esperamos a alguien que nunca es Godot? Hace unos meses, el periodista Jaime G. Mora registró en su blog todo un repertorio de lugares comunes tan prestos como el primer día; ahí quedaban retratadas algunas de nuestras bochornosas debilidades, aunque también capté la humilde melancolía del plumilla que acaba sucumbiendo a lo redicho, por mucho que en sus fantasías literarias hubiera llegado a pensar que podía llegar a atrapar, provocar, incluso enamorar al lector. En Kassel no invita a la lógica -que da para muchos artículos-, el escritor Enrique Vila-Matas da algunas buenas razones por las que se escribe, pero antes va a la esencia de la literatura de la mano de Kafka, quien se preguntaba si será cierto que uno puede atar a una muchacha con la escritura. Ni entretener, ni hacer reflexionar, sino “atar al lector, para adueñarse de él, para seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y quedarse allí, para conmocionarlo, para conquistarlo”. Claro que los tópicos en la literatura superventas engrasan aún más que en los medios de información. Del mismo modo que algunos guardias dicen “correcto” o “afirmativo” en lugar de un sencillo “sí”, muchos periodistas siguen empeñados en que “con la que está cayendo” es “mejor no poner el dedo en la llaga” en lugar de renovar sus armarios de frases hechas. Vila-Matas apela también al deseo por lo nuevo, y dice que es su forma de estar en el mundo: “Hablo de ese desvelo continuo por buscar lo nuevo o por creer que quizás pueda existir lo nuevo, o por encontrar eso nuevo que siempre estuvo ahí”. Pero que no es el dinosaurio. (La Vanguardia)

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2 de febrero de 2015
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32. Fragmentos del Transtratus

Transtratus Órfico-Philologicus, por Vicente Luis Mora. Las frases en cursiva son de Ludwig Wittgenstein.

 

[1. El mundo es todo lo que es el caso.] [1.1. Un día soñé que la corteza terrestre es una especie de papel de envolver y que el verdadero mundo está debajo.] [1.2. Para un gato, el perro salchicha debe ser un gato extremadamente feo. Esto parece no tener relación con lo anterior, pero déjenme continuar.] [1.3. A veces no sabemos si las cosas son el mundo, o si el mundo son las cosas, como cuando miras unos paquetes postales envueltos en papel de planisferio y no sabes si estás viendo unos paquetes o una imagen del mundo.] [1.4. Si el papel de envolver es un mapa del mundo y circundas con él un objeto cuadrangular y no ovoide, ¿hasta qué punto ha dejado de ser una representación del planeta exacta -a escala- y ha devenido la imagen de otra visión, quizá tetradimensional, de la realidad?] [1.5. El gato piensa que el perro salchicha es gato + tiempo, por el lapso en visualizar el tracto entre la cola y el hocico.] [1.6. El mundo es todo lo que es el caso. Teniendo en cuenta que "en el año 1967 se establece en la conferencia de pesos y medidas en París que un segundo es igual a 9.192.631.770 períodos de radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio", llegamos a esta conclusión: en una realidad tetradimensional, el mundo es todo lo que es el cesio.] [Transtratus, Libro I, Cap. VI.]

 

[4.023. La proposición constituye un mundo con ayuda de un armazón lógico.] [4.0231. La proposición de escribir algo constituye la posibilidad de crear un mundo con ayuda de un armazón no lógico.] [4.0232. Me hizo la proposición de escribir algo juntos; algo me dice que esa oferta constituye la posibilidad oculta de otra cosa, de crear no un texto, sino un mundo de malentendidos, con ayuda de un armazón de silencio sugerido a medias, en un espacio construido de lógico titubeo.] [Transtratus, Libro I, Capítulo II.]

 

[5.52611. Olvidarla es como intentar sacudirse un pelo de las manos cuando las tienes mojadas.] [Transtratus, Libro I, Cap. III.]

 

[5.542. Pero está claro que "A cree que p", "A piensa p", "A dice p" son de la forma "‘p' dice p".] [5.5421. Gracias a las redes sociales los lunes te enteras de que es lunes, y los viernes de que es viernes. Es un conocimiento transformador.] [5.5422. Hay parejas donde la aserción de Wittgenstein se convierte en "A piensa p, pero dice z".] [5.543. Hay parejas donde nunca sucede tal cosa: se las puede encontrar en algunas novelas de ciencia ficción.] [5.5424. Ludwig le construyó una casa a su hermana con sus propias manos. Esto no es ficción] [5.5425. Esto sí.] [Transtratus, Libro I, Cap. IV.]

 

[5.6. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo] [5.6.1. Los mundos de mi lenguaje son los límites de mis límites] [5.6.2. Los lenguajes de mis límites son los límites de mi mundo.] [5.6.3. Los mundos de mis límites son los lenguajes de mis límites.] [5.6.4. Los límites de mis límites son el mundo de mi lenguaje.] [Transtratus, Libro II, Capítulo I.]

 

[7.126. Termino de leer un poema / mientras el piloto posa con suavidad / el avión en la pista. // La nave aterriza / mejor que el poema.] [Transtratus, Libro II, Capítulo III.]

 

[9.1.627. Cuando describí el concepto de internexto me refería a este ejemplo; este Transtratus está repartido o deshecho a través -de ahí el trans de su nombre- en textículos o lexías que han ido vertiéndose en distintas redes sociales, cuatro, para ser exactos. Libro desperdigado, volandero, errante, el texto de las redes sociales hace las veces de papiro circulante, de nuevos pliegos de cordel, pues son los manuscritos viajeros de nuestra era.] [Lo dice Handke: las ciudades, que creemos colmo del bullicio, no muestran movimiento ni sonido cuando son observadas a cierta distancia.] ["Mirada a cierta distancia, cualquier vida es de pena", escribió el poeta Francisco Brines.] [Transtratus, Libro III, Capítulo II.]

 

[15.11. Lastimar los sentimientos de alguien es como romperle las costillas flotantes: no puede hacerse nada, no hay tratamiento ni escayolado posible, hay que dejar que las cure el tiempo, seguirá viviendo sin problemas físicos, pero los dos sabréis que algo se ha roto para siempre.]

 

[8.15. He soñado que Shakespeare tenía fobia a los papeles en blanco y se obligaba a llenarlos con la primera cosa que se le ocurría.] [Transtratus, Libro III, Capítulo I.]

 

[10.2.526. Cuando era muy pequeño, me daba cuenta de que la televisión era mentira, porque era en blanco y negro, y la realidad tenía colores. Era fácil distinguirlas.] [10.2.527. El día que llegó la televisión a color, lo recuerdo perfectamente, los tres hermanos nos sentamos en un sofá rojo y esperamos a que mi padre la conectara. Cuando pudo sintonizar la primera cadena, sólo había dos entonces, tuve el primer choque ontológico de mi existencia, pues el ser televisivo dejaba de pronto de ser ficción para encarnarse en verdad, en un ser real, por bidimensional que fuese.] [10.2.528. Dos realidades rectangulares: la del cuadrángulo grande de la existencia, la del rectángulo pequeño de la pantalla.] [10.2.529. Ahí comenzó la vivencia del simulacro como experiencia en primera persona, haciéndolo indistinguible de la apariencia del entorno. Tenía cinco años. Nunca me he recuperado.] [Transtratus, Libro III, Capítulo V.]

 

[20.456. Un turista tiroteado es una historia que puede contarse de una forma mucho más terrible: un hombre cruza el mundo a toda velocidad para llegar a tiempo de cruzarse con la trayectoria de una bala.] [Transtratus, Libro IV, Capítulo I.]

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1 de febrero de 2015
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La vida es un código

Cuando los turistas empezaron a visitar las catedrales españolas, detrás de los confesionarios aparecía siempre una devota feligresa que reprobaba con aspavientos -a falta de idiomas- tirantes y escotes. Y en verdad, cuando osábamos entrar con shorts en un templo, nos embargaba una congoja similar a la de la pesadilla de soñarnos desnudos en la vía pública. El contexto determina la actitud, y una de las derivaciones de la empatía es saber armonizar el cuándo y el dónde con el cómo. El gurú de la diplomacia Shaun Riordan suele darles un consejo multiusos a sus alumnos: “Cuando tengas dudas, actúa para que nadie se sienta molesto ni herido”. La diplomacia aún necesita actualizar protocolos ancien régime, pero veamos que rápido se ha solucionado el tema de los maridos de los embajadores: Basta un Mr. Smith, esposo del embajador de EE.UU. en España y decorador de Michelle Obama, o un Monsieur Lalrinsan, casado con el Embajador de Francia. Las mujeres, en cambio, siguen siendo señoras “de”, y aparcan su apellido a las puertas de la embajada. Es algo cultural, se dice; y por supuesto no nos escandaliza tanto perder el apellido como cascarse un velo. El caso es que Michelle Obama -que también dejó el apellido en la cancela de la Casa Blanca- no se puso velo para rendir los honores al difunto rey Abdalá bin Abdelaziz, de Arabia Saudí. Los autóctonos criticaron la ausencia de detalle: Qué falta de respeto, dijeron, aunque aquí nos pareció que decían: Qué falta de miedo. Nada que ver con los pusilánimes Time o Post, que ni se atrevieron a dar en pequeñito las viñetas de Charlie Hebdo (para no provocar). Michelle es de esas mujeres que necesitan de la semiología para comunicar su mensaje. Podía haber optado por no acompañar a su marido al país de los petrodólares, donde todo el mundo quiere hacer negocios nutritivos, pues la postura de Occidente frente a las contradicciones de los países del Golfo no es caldo de pollo sino auténtico cocido. No era la primera ni será la última que desafíe los códigos locales. A diferencia de la reina Letizia, que se cubrió sutilmente la cabeza para visitar oficialmente Marruecos -la reina de África la apodaron-, Michelle prefirió lucir su empoderada melena al viento de la libertad yanqui (aunque luego te controlen el teléfono e Internet, díganselo a Edward Snowden). Si buscaba la complicidad de las autóctonas, de poco le serviría el gesto, porque para la mayoría llevar velo en público es un código cultural completamente interiorizado. El savoir faire de la vieja Europa, ceremoniosa, cumplida y, pese a todo, señorial dialoga con el “desenfado” norteamericano (que en el fondo no es sino la demostración de que les falta mundo). Porque, ¿cómo se concebe que Obama no estuviera en París el día de la Marcha Republicana? Mientras, política y realeza europea complacen el protocolo foráneo y, según titulares: “Causan sensación con sus velos”. La vida es un código, con sus pins y puks, sus apellidos, sus corbatas, sus pañuelos. Y el secreto consiste en saber descodificarla. Leyenda viva / Iris Apfel Si hace una semanas era Joan Didion y su campaña para Céline quien rompía la imperativa alianza entre moda y juventud, ahora es la diseñadora Iris Apfel, que cumplirá 94 este año, quien demuestra una vez más que el estilo es sobre todo una cuestión de actitud. Inimitable, siempre sobrenjoyada y con sus gafas negras convertidas en iconografía de resistencia, contó entre sus clientas más fieles a Greta Garbo o Estée Lauder y llegó a estar en nómina de la Casa Blanca, donde trabajó durante nueve mandatos, de Truman a los Clinton. Tras su exitoso paso por algunos de los festivales más cool -Nueva York, Palm Springs, los Hamptons-, el documental sobre su vida y obra, Iris, se estrenará en abril en EE.UU., dispuesta a reescribir De senectute. Casta diva (pop) / Taylor Swift Los hackers que aterrorizan a actrices, cantantes y celebrities anuncian haberle robado fotos íntimas a Taylor Swift, siempre tan perfecta, angelical, cursi; y ella, en vez de echarse a temblar, se da el gustazo de responderles: “¿Hackers que tienen fotos mías desnuda? Pfff… ¡Ya les gustaría! Pasadlo bien con el Photoshop”. En un tiempo en que la popularidad de estrellas como Lady Gaga, Rihanna, Nicki Minaj crece más a golpe de selfie caliente que de single, hoy casi se nos hace extraño el recato de la otrora cantautora country. El elemento sexy, lejos de languidecer, se ha convertido en una poderosa herramienta de marketing, aunque también cansina, por ello la castidad folk parece, más que excéntrica, escandalosa. Sin aditivos / Matías Prats Pocas simpatías son comparables a la del impertérrito Matías Prats, capaz de abrir y cerrar un telediario con la frescura de la primera vez, aunque lleve toda la vida diciendo “Buenas tardes”. En el 25.º aniversario de Atresmedia, en el antiguo edificio de Correos, demostró una vez más -junto a la naturalidad de Susanna Griso- que existen grandes amores de cámara y plató. Los rostros de la tele y la radio tuvieron un vis-à-vis con los Reyes, fundidos entre corrillos. Políticos y periodistas aprovechaban para dar o recibir, precalentando mensajes electorales. Felipe VI emprendía esa misma noche un viaje a Etiopía, por lo que Prats le felicitó con sinceridad: “Majestad, Etiopía es un lugar muy divertido para pasar un cumpleaños solo”. (La Vanguardia)

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31 de enero de 2015
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Leviatán

Tres noticias rusas iluminan la actualidad: una partida militar que tiene como escenario la ciudad de Mariúpol, en la costa del mar de Azof; una pugna política más que financiera, que ya ha empezado, entre Atenas y Bruselas; y la película del cineasta ruso Andrei Zvyagintsev, que lleva por título el que encabeza este billete. Leviatán es el nombre del monstruo bíblico que simboliza el mal en el Libro de Job; da nombre también al Estado, tal como lo concibe Hobbes en el libro del mismo nombre, árbitro virulento y cruel para gobernar una raza virulenta y cruel; y es el título del filme ruso candidato al Oscar a la mejor película extranjera, en el que aparece el mondo esqueleto de una inmensa ballena que fue a varar en la costa del mar de Barentz, tal como la Unión Soviética varó en las costas europeas en 1991. La ofensiva sobre Mariúpol, tres decenas de muertos civiles, tiene como objetivo completar la geografía de la Nueva Rusia, las dos regiones ucranias de Donetsk y Luganstk fronterizas con la Federación Rusa, a ser posible hasta enlazar con Crimea. Y quién sabe si desde allí los tentáculos del monstruo conectarán, a través de la codiciada Odessa, con la Transnistria separada de Moldavia y ahora suelta con sus estatuas de Lenin y su gobierno añorante de los soviets. El sistema es conocido: cohetes rusos, milicianos separatistas y el apoyo sigiloso y anónimo, sin banderas ni insignias, de las tropas desplegadas por los servicios secretos rusos, el cuerpo de funcionarios de donde salió el propio Putin. El gobierno griego de coalición entre la izquierdista Siriza y la derechista y nacionalista ANEL rompe con tres líneas de comportamiento: el reformismo pactista socialdemócrata, característico en nuestros sistemas bipartidistas de turno en el poder; el rigor europeo de la construcción de la unión monetaria y ahora bancaria; y, sobre todo, la tradición atlantista que vincula a los europeos con los americanos del norte en la alianza reconocida como más exitosa de la historia y ahora enfrentada a la Rusia de Putin. La bandera que rompe esas tres líneas de puntos que tejen la historia de Grecia en Europa es la de la soberanía nacional, atributo esencial del Leviatán. Los ingredientes de Leviatán, la película de ruinas soviéticas, paisajes áridos y luz nórdica, son el vodka, el sexo, las armas, la oligarquía mafiosa y la iglesia ortodoxa, por orden creciente. Todavía no se ha estrenado en Moscú. No gusta. Pero ha sido subvencionada por el gobierno y se estrenará. Rusia cumple con las formalidades, faltaría más. No es una mirada hacia el pasado, sino un retrato siniestro del presente, post soviético y más allá, quizás una premonición del futuro que nos acecha. Del momento en que la ley y el Estado de Derecho son meros trámites vacíos y las fauces del monstruo trituran sin piedad a los seres humanos inermes.

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31 de enero de 2015
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El Boomeran(g)
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