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El miedo es rey

No es invento o ficción. Este es un Estado en guerra desde su creación. Hay pocos países que se sientan permanentemente amenazados. Desde fuera, por un entorno hostil que ni siquiera le reconoce, y desde dentro, por las reivindicaciones perfectamente justificadas y fundamentadas en el derecho internacional de la población palestina expulsada y desposeída. Estas amenazas suelen tintarse con las sombras oscuras que todavía remiten a las nubes de cenizas escupidas por los crematorios nazis. No caben relativismos con ellas, son existenciales. Es una experiencia muy propia, que se observa con escepticismo e incluso incredulidad desde fuera, pero dentro se transmite de generación en generación desde los tiempos del exterminio. Israel es una pesadilla para sus enemigos y un milagro para sus ciudadanos y sus amigos. Surgió del antifascismo de la posguerra mundial, se asentó en la guerra fría, cruzó por el interregno unipolar con los acuerdos de Oslo como precio y entra de lleno ahora en la descomposición del orden geopolítico mundial, sin el más mínimo avance en la creación del Estado palestino con el que debía convivir en paz y seguridad, ni tampoco la recompensa del reconocimiento por parte de los países árabes vecinos. El miedo guarda la viña. Y llega a convertir a quien lo sufre en indestructible. Si en las primeras guerras pudieron existir dudas sobre el desenlace, en las últimas la única duda es sobre los daños políticos y morales, victorias militares que se leen como derrotas estratégicas. Su superioridad militar es apabullante y sobradamente demostrada. Pobre de quien se cruce en su camino. El miedo en el actual caos geopolítico es casi un fruto espontáneo. Hamas en Gaza. Hezbolá en Líbano. Al Qaeda en el Sinaí. El Estado Islámico y Jabhat al-Nusra en Siria. Y naturalmente, los ayatolas en Teherán, con el propósito de convertir Irán en un país nuclearmente moderno, en el umbral de obtener el arma atómica si en algún momento conviniera. Razones para el miedo no faltan en el orden dislocado que surgió de Oriente Medio tras la primavera árabe, cuya promesa democrática se trocó en el retorno de la dictadura militar o alternativamente el caos terrorista del califato. Nada más evidente y sensato que la inmovilidad. A ello se ha dedicado Netanyahu durante sus nueve años como primer ministro. Moverse solo para comprar tiempo y seguir robando territorio a los palestinos, sin ceder nunca en nada. Atizar el miedo sin descanso, hasta el mismo día de las elecciones. Contra el acuerdo nuclear con Irán. Contra el Estado palestino y la congelación de las colonias, para evitar que el Estado Islámico se asiente en casa. Contra el voto de los árabes israelíes incluso. Contra el gobierno de concentración nacional con quienes quieren sentarse de nuevo a negociar con los palestinos. Así es como ha ganado a todos, a sus propios socios de Gobierno más extremistas, a los que ha robado votos y escaños, y al sionismo de izquierdas que quería arrebatarle la corona. El miedo ha ganado las elecciones. En Israel el miedo es rey y quien ocupa su trono se llama Netanyahu.

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19 de marzo de 2015
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Diarios de la Revolución de 1917

  

 

 

Los testimonios de las personas represaliadas durante los años de dominación soviética (de entrada sale la palabra “intelectuales” pero la realidad es que cualquiera que fuese su edad, profesión o ideología, todos eras  susceptibles de ser represaliados porque el objetivo del terror estatal es atemorizar a las personas por el hecho de ser personas y no porque hayan hecho nada punible) son atroces. De entrada lo que más impresiona es la desproporción de las fuerzas enfrentadas. De un lado estaba un imperio que doblaba en tamaño a  Estados Unidos, que en su momento álgido sumaba más de 290 millones de personas y que tenía a su disposición todos los medios legales, jurídicos, policiales y científicos, pues  incluso el terror puede ser una ciencia. Y del otro estaban personas físicas indefensas a las que se les privaba de sus puestos de trabajo y medios de vida para ser enviadas a prisión, o al destierro o a la muerte con una saña que ponía aún más de manifiesto esa desproporción entre el “crimen” y el “castigo”.


                Con el tiempo sin embargo, y bueno sería que todos los dictadores que hay y habrá en este mundo se enteren de una vez, más que la mencionada desproporción, lo que de verdad impresiona es el hecho de que una de las partes en conflicto (uno de los imperios más poderosos de la historia) ha sido reducido a escombros y borrado del mapa debido en gran parte a sus propios errores, mientras que sus enemigos más sañudamente perseguidos, y más concretamente aquel puñado de intelectuales aprisionados, desterrados, vejados, perseguidos hasta reducirlos a la nada y, en muchos casos,  ejecutados, siguen vivos, en ocasiones literalmente, como es el caso del premio Nobel y reputado  poeta Iosif Brodski, y en su mayoría vivos literariamente, y ahí están los Osip Mandel’shtam, Anna Ajmátova, V. Kravchenko, Solzenitsyn y tantísimos más todavía desconocidos en Occidente pero que poco a poco van siendo recuperados. La propia Marina Tsvietáieva tiene unos versos que parecen un epitafio pensado para el post estalinismo.


En las librerías, cubiertos de polvo y tiempo,
Sin ser vistos, buscados, abiertos, vendidos,
Mis poemas serán saboreados como raros vinos,

Cuando sean viejos


            En el caso de la poeta Marina Tsvietáieva sería muy injusto decir que se buscó lo que se le vino encima, pero en cambio sí puede afirmarse que tenía todos los números para que arremetiesen contra ella Stalin y sus secuaces con la mezquindad propia de los de su calaña. Para empezar, pertenecía a una familia de ilustrados muy bien situados en la vida (su padre fue el fundador del Museo de arte Pushkin y su madre una refinada  pianista) y ella recibió una educación muy esmerada, con largas estancias en Alemania e Italia y estudios literarios en la Sorbona.  Si con ese background ya tenía todos los números para llamar la indeseable atención de los revolucionarios, a los 19 años dio un paso más hacia el abismo al casarse con Serguiei Efron, un  judío ruso  que se puso del lado malo de la revolución al  alistarse en el Ejército Blanco que defendió el Kremlim frente a los soviets.

        Marina Tsvietáieva no fue una mujer corriente y tampoco era de carácter fácil. En sus Diarios deja tangencialmente constancia de su independencia, empezando por la sentimental, cuando dice: “No soy una heroína amorosa, nunca me abandonaré a un amante, siempre…al amor”. Sus amores con la poeta Sofía Parnok, rastreables en la poesía de ambas, o con un militar que inspiró su Poema del fin, no le impidieron seguir enamorada de su marido, al que fue a buscar a Moscú en 1917  cuando ella y sus hijas estaban en París perfectamente a salvo. Estos Diarios son su testimonio de los cinco años de persecuciones y horrores que sufrió allí, entre los cuales la muerte por hambre de su hija Irina en 1920.  Dos años después logró escapar y reunirse en Praga y París con su marido, pero con la implicación de éste en la muerte de Trotski  el ambiente del exilio en París se le hizo  irrespirable y en 1937 Marina Tsvietáieva optó por volver a la Unión Soviética: su marido ya había sido encarcelado como paso previo a su ejecución, su hija estaba encarcelada, su única hermana deportada y la reanudación de la persecución contra ella provocó su suicidio, aunque se habla también de una ejecución encubierta.


Los Diarios no son una crónica sucinta del horror. Es decir, sí, pero más bien recuerdan al ejercicio que llevó a cabo durante toda su vida  Nadezhda Mandel’shtam (lo cuenta en su memorias, Contra toda esperanza), al memorizar las poesías de su marido para asegurarse de que no corrían tanto peligro de perderse como si las hubiese transcrito a unos cuadernos. Sin ánimo de redactar, son impresiones, reflexiones, recuerdos del hambre, humillaciones cuya finalidad es que queden grabadas en su memoria. Pero hay pasajes estremecedores, como el relato de la recogida de unas patatas heladas y medio podridas que le han correspondido en un reparto y que son lo único que van a comer durante días sus hijas y ella. O la definición de la pobreza en casa de unos míseros campesinos tras una ojeada a su vivienda: “Nada sobra, todo es eterno”. Otro dato a resaltar es que no hay rastro  de autocompasión ni ánimo de venganza, como si los mismo hechos relatados hablasen por sí mismos y no necesitasen ser calificados.


 


 


Diarios de la Revolución de 1917


 Marina Tsvietáieva


Traducción de Selma Ancira


 

  Acantilado


 


 

 

 

 


 

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18 de marzo de 2015
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El día en que nació París

Hay confluencias realmente planetarias. Cuando algunas ciudades y sus habitantes entran en fisión y alcanzan el estatuto de obra de arte, no hay nada que se les pueda comparar. Y no siempre son momentos de gran energía y creatividad, pueden serlo también de decadencia y ruina, pero llevada con extrema elegancia. Es el caso de la Venecia de Casanova, una ciudad que se suicidó bailando en un Carnaval perpetuo del que aún no ha podido escapar. O bien la Sevilla deMiguel de Mañara, gran urbe mundial, hormiguero de criminales, santos, estafadores, aventureros, rameras, artistas y toda suerte de desesperados agitándose como gusanos entre la miseria y la opulencia de una ciudad chiflada.

O puede también ser un manicomio ocupado por todo el talento que daba de sí la humanidad en un puñado de años previos a la Guerra Mundial, como la Viena de Karl Kraus, aquel ensayo para el fin del mundo que, en efecto, vivió un apocalipsis en el que se agitaban como llamas en la hoguera las almas de KlimtHoffmannstahlOtto Wagner, Alban Berg, Musil, Loos, Freud, Wittgenstein, Richard Strauss, en una bacanal de lucidez y de horror.

En muy pocos años la vieja urbe medieval, arruinada por la revolución y las guerras, ratonera de un millón de mendigos, la pestilente capital de Francia daría un salto inverosímil y se pondría en la vanguardia mundial. Su población, enloquecida por la especulación inmobiliaria, las fantasías financieras, el auge económico inaudito y un gobierno de opereta, se lanzó a un desenfrenado can-can. Cientos de teatros, burdeles, cafés, salones, restaurantes, mezclaron el lujo más inaudito con la pura indigencia. Reinaban las prostitutas, se prostituían las reinas, la ciudad entera era un agotador galop dirigido por la batuta de Offenbach.Sin embargo, el modelo de la ciudad que explota de pura energía y se convierte en la utopía viviente que todas las demás ciudades querrán imitar es el París de Napoleón el pequeño, medio sobrino de Napoleón el grande, personaje de escasa estatura, origen oscuro y aspecto pedestre por el que nadie apostaría un centavo, pero que supo mantener una dictadura imprescindible para construir la que sería la capital del siglo XIX, según el célebre juicio de Walter Benjamin.

Por esos mismos años las mercancías ascendieron de los pasajes subterráneos a las vitrinas de los comercios del boulevard, de ahí a los inmensos almacenes de hierro y cristal, para acabar consagradas en las colosales exposiciones universales donde las turbinas, las locomotoras, las esculturas y la pintura se hermanaron para siempre.

Esta epopeya fue narrada con efectividad y brío por Siegfried Kracauer, el amigo de Benjamin, en un texto célebre e inencontrable,Jacques Offenbach y el París de su tiempo. Una editorial, Capitán Swing, que rescata textos de los años treinta del siglo pasado, acaba de publicarlo con un bello prólogo de Vicente Jarque. Han pasado casi cien años desde que se editó, pero la sociedad que describe, delirante, fantasmagórica, entregada a su propia destrucción, no es muy distinta de la nuestra. La diferencia es que los parisinos se hundieron en el vicio y cayeron en la ruina y la guerra con gran estilo.

 

Artículo publicado en El País. 

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18 de marzo de 2015
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De propinas y cocheros

Desde que los recibos de los taxis son expendidos por la máquina, en lugar de ser escriturados a mano por el conductor, casi ninguno espera propina, demostrando tanto que eran las empresas quienes pagaban ese plus de cortesía o agradecimiento en lugar del usuario como que la crisis se ha combatido a golpe de calderilla bajo la máxima popular de “todo suma”. Qué lejos queda la resaca post-euro, cuando algunos se ofendían si les dejabas una propina de céntimos, hasta el punto de echártela en cara. La propina es un gesto entre encantador y feudal, tanto que a algunos tímidos les avergüenza. Decides si premias o castigas un servicio en el que tú sueles ser sujeto pasivo mientras el otro ejecuta la acción, en ocasiones transgrediendo la distancia proxémica y entrando con pasmosa naturalidad en el espacio íntimo. El que se establece a través de la navaja del barbero, el aceite de la masajista o el lápiz del maître que te llevarán a la gloria. A menudo dudamos entre nuestro yo agradecido y nuestro yo exigente: “dejé poca” o “he sido un hortera”. No importa que ganemos menos que el sumiller que nos ha descubierto nuevos placeres o que el peluquero que nos devuelve la personalidad -o eso creemos durante la primera hora-, aun así queremos celebrar su excelencia y reafirmarnos. Las hay mecánicas, políticas, y bipolares: lacónicas o excitadas. Sin olvidar las empáticas, como si por un instante se tendiera un hilo con el otro que ha tenido a bien servirte, por mucho que sea su trabajo. “¿Por qué pagar más por la misma atención?”, se han preguntado economistas y antropólogos, llegando a levantar muros mentales contra la propina: en especial porque una gran parte de quienes la reciben no se volverán a cruzar en tu vida. Cuenta el escritor Julian Baggini que se ha demostrado empíricamente que las propinas decrecen cuando el porcentaje del PIB recaudado a base de impuestos crece. En el escandinavo Noma, el mejor restaurante del mundo, cuyo menú -siete platos maridados con otros tantos vinos- cuesta 268 euros, rondan el 3% de la cuenta, unos 8 euros: una limosna para su virtuoso personal. Vladimir Nabokov, que vivió muchos años en un hotel suizo, tenía fama de ser espléndido con las propinas, detalle que Antonio Triguero, el barman que le servía, me desmintió: “No nos hubiéramos hecho ricos con él”. Abundan quienes quieren sentirse queridos a través de gestos ya no generosos, sino desprendidos. Pero también están los que, como Daphne du Maurier, escritora de cabecera de Hitchcock, cuestionan por qué es el cochero quien recibe la propina si son los caballos quienes han trabajado, sin reparar en que del cochero depende la motivación de los caballos. (La Vanguardia)

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18 de marzo de 2015
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Espejismos del califato

Hay acontecimientos que salen de fábrica etiquetados con la marca de la historia. Los buscamos los periodistas, a ser posible para narrarlos en primera persona como testigos directos, y los buscan con afán similar los editores de libros, para encargar o comprar los derechos de quienes los van a interpretar, desmenuzar y analizar en sus causas y consecuencias. Uno de los más recientes e inexplicados, probablemente también difíciles de interpretar, es el de la aparición del Estado Islámico de Irak y Siria, violentamente instalado en un amplio territorio entre ambos países árabes, donde sus adeptos quieren construir una sociedad regida por la sharía o ley islámica más estricta, siguiendo el modelo salafista, es decir, el de los piadosos compañeros del profeta Mahoma. Conocido también como Daesh por sus siglas en árabe, el Estado Islámico no es estrictamente un grupo terrorista como Al Qaeda, aunque proceda del mismo árbol violento, sino que es todo un proyecto político, naturalmente de matriz y métodos terroristas, que tiene como objetivos arrumbar los regímenes árabes, expulsar a las potencias occidentales, limpiar el territorio de las minorías religiosas consideradas heréticas o politeístas (cristianos, judíos, chiíes, yazidíes) y borrar las barreras coloniales en Oriente Próximo ?muy concretamente la línea que separa Siria e Irak y lleva el nombre de Sykes y Picot, los diplomáticos británico y francés que acordaron secretamente la partición?. El acontecimiento histórico en cuestión tomó cuerpo en fecha tan cercana como el pasado 5 de julio, cuando un individuo conocido como Abu Bakr al Bagdadi dirigió la plegaria del viernes en la gran mezquita Mosul, pocos días después de la caída de la segunda ciudad iraquí ?más por deserción del ejército de Bagdad que por conquista en combates? en manos de las huestes del ejército del Estado Islámico y se dirigió a los creyentes como si fuera el califa o máxima autoridad a la vez política y religiosa, exigiendo en virtud de su título la obediencia y la yihad o guerra santa a los musulmanes de todo el mundo. El vídeo que permitió conocer el rostro y los negros hábitos medievales de quien se autoproclama sumo jerarca musulmán fue solo la primera de las exitosas producciones audiovisuales del nuevo Estado, caracterizadas por una desenfrenada carrera de crueles exhibiciones de decapitaciones, ejecuciones sumarias, amputaciones e incineraciones, que tienen como víctimas a prisioneros de guerra, periodistas, cooperantes o simples trabajadores, apresados y asesinados por el solo hecho de ser cristianos coptos. Las iniciales actuaciones del sangriento califato empezaron en los dos países árabes vecinos, pero pronto se extendieron a Libia o consiguieron el reconocimiento de otros grupos de calibre y calaña parecidos, como Boko Haram, de similar vocación exterminadora, aunque especializado en secuestrar y esclavizar mujeres y niñas en el norte de Nigeria. Es un auténtico alud el de los reportajes periodísticos, artículos de revistas especializadas e incluso algunos libros, que han salido en los últimos meses con el objetivo de ofrecernos las primeras explicaciones, a veces todavía muy improvisadas, sobre el origen de esta nueva pesadilla. Patrick Cockburn, experimentado corresponsal en la zona desde los años setenta, y Loretta Napoleoni, economista especializada en las redes terroristas, son los dos autores de los dos primeros libros que se publican en castellano, y que constituyen tan solo la avanzadilla de los que verán la luz en los próximos meses y años. El primer problema que plantean todos ellos es que apenas hay testigos directos de la catástrofe geopolítica que significa la descomposición de al menos dos países, Irak y Siria, y del genocidio que ya se ha puesto en marcha en el corazón de Oriente Próximo. Buena parte de las cifras sobre combatientes, víctimas o financiación del terrorismo apenas están documentadas y corresponden a estimaciones escasamente explicadas. No las hay respecto a la actividad del ejército terrorista, pero tampoco abunda la información sobre las actuaciones militares de la coalición de 60 países que les combaten por medios aéreos. Una de las mayores dificultades interpretativas en este sangriento conflicto tiene su origen en el carácter mediático de los nuevos conflictos bélicos. Las imágenes de la actividad terrorista difundidas por las redes sociales son armas de propaganda y de amedrentamiento de las poblaciones. Se dirigen naturalmente a la región, pero también a los países occidentales donde hay una numerosa población de religión islámica susceptible tanto de reclutamiento como de excitación antioccidental. La tradicional niebla de la guerra es mucho más espesa y desorientadora en las nuevas guerras, sin frentes establecidos, contendientes nítidos, ni alianzas estables. Lo advierte Cockburn respecto a las últimas cuatro guerras libradas por Estados Unidos (Afganistán, Irak, Libia y Siria), en las que encontramos patrones similares en cuanto a exacerbación de las divisiones civiles, centralidad del radicalismo yihadista y efectos distorsionadores de la propaganda sobre la percepción pública de los resultados de las campañas, ?incluso respecto a la identidad de los vencedores y los vencidos?. El efecto propagandístico, al que suelen ser más reticentes experimentados reporteros de guerra como Cockburn, puede alcanzar incluso a quienes intentan comprender estos acontecimientos desde la reflexión política, como es el caso de Napoleoni, que asimila el califato a un auténtico intento de construcción de un Estado-nación propio de los musulmanes, al igual que en su día los judíos aspiraron y consiguieron la creación de Israel. Ambas aproximaciones periodísticas son útiles e interesantes, pero hay que leerlas con la distancia y la prevención exigidas por la escasa perspectiva que tenemos ahora mismo, cuando ni siquiera se ha cumplido un año desde que Al Bagdadi manifestara en público su voluntad de reconstruir el califato mitificado de los primeros años de expansión del islam. (Este texto es la reseña publicada en Babelia, el pasado sábado 14 de marzo, de los dos siguientes libros: Isis. Isis. El retorno de la yihad. Patrick Cockburn. Traducción de Alma Alexandra García. Ariel. Barcelona, 2015. 131 páginas. 14,95 euros. El fénix islamista. El Estado Islámico y el rediseño de Oriente Próximo. Loretta Napoleoni. Traducción de Francisco Martín Arribas. Paidós. Barcelona, 2015. 143 páginas. 15,95 euros.)

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18 de marzo de 2015
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El desgaste

La idea de que la historia más trágica sólo se repite bajo la forma de farsa, es ampliable, con diferentes estragos, a la irreversibilidad del tiempo común. Todo lo gastado y revisado lleva a una triste meditación personal. Pero el tiempo, más en concreto, al ser gastado, pierde no ya el coraje sino la cara. Caras borradas o deformadas, ojos apagados, cabellos como largas cenizas sin posible recuperación.

El reciclado ha introducido en la nueva cultura la idea de que nada se pierde, todo se transforma. Pero ¿qué mayor pérdida puede detectarse en algo que ya no es en absoluto lo que fue y, transformado cerradamente en otro concepto, será incapaz de hablar, evocar, resucitar siquiera un átomo de su antecesor? 

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18 de marzo de 2015
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Se pregunta por Nicaragua

              La primera pregunta que escucho acerca de Nicaragua, es en qué se parece esta segunda etapa de la revolución a la primera. Es lo que he oído a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Madrid, y a los de la Universidad de los Ozarks, en Arkansas, en los últimos días. Mi repuesta es que no hay tal segunda etapa de la revolución.

            La pregunta es justa, porque Daniel Ortega, presidente sandinista de los años ochenta, lo es hoy otra vez, a partir de las elecciones de 2006, y luego fue reelegido en 2011. Ahora no sabemos si será candidato de nuevo, o lo será su esposa, que gobierna junto con él.

            El poder actual pretende envolverse en la misma retórica revolucionaria de aquellos años. Pero se trata de un discurso que suena a imitación, o falsificación. Imperialismo, burguesía, soberanía nacional, socialismo, son palabras de ese viejo diccionario que perdieron su significado, porque el mismo poder se lo ha quitado. O hay que leer ese discurso al revés, como si fuera todo lo contrario.

            No hay ningún traslado real de la riqueza a manos de los más desamparados. El 48% de la población subsiste con menos de 2 dólares al día, y de entre ellos, la mitad subsiste con menos de 1 dólares al día. Nicaragua ocupa uno de los tres últimos lugares en los índices de miseria de América Latina, junto con Haití y Honduras.

            El discurso de defensa a ultranza de la soberanía nacional en contra del imperialismo yanqui no es más que humo. Los intereses de la seguridad nacional de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe no tienen ya nada que ver con la antigua guerra fría, como lo demuestra el inicio de la normalización de relaciones con Cuba.

En un artículo publicado recientemente en Blomberg, se  cita a William Brownfield, subsecretario de Estado para Narcóticos, diciendo que "los esfuerzos de gobierno de Nicaragua para proteger a su pueblo y su territorio de las actividades de los traficantes de droga han sido muy positivos", lo cual es más importante, afirma, que los "diversos elementos complicados" en las relaciones de Estados Unidos con Nicaragua. La cooperación para detener cargamentos de drogas es lo estratégico en estas relaciones, no la democracia.

            Esta posición demuestra que la progresiva desaparición del sistema democrático en Nicaragua no es motivo de preocupación de Estados Unidos, ni tampoco de ningún país relevante, en un mundo conmocionado por la amenaza del terrorismo yihadista y el Califato Islámico, igual que por el creciente poder de los carteles internacionales de la droga.

El credo del general Sandino, que inspiró la lucha del Frente Sandinista, estuvo basado en tres principios básicos: soberanía nacional, democracia, y justicia económica. En su resistencia contra las tropas de ocupación de Estados Unidos hasta que logró su salida de Nicaragua, la defensa de la soberanía nacional fue lo más relevante. Y ahora ha sido entregada a China.

            La idea de la construcción de un canal interoceánico ha gravitado sobre nuestra historia desde los tiempos de la colonia, y Estados Unidos le impuso a Nicaragua un tratado en 1914 para construir ese canal, algo que nunca hizo. Ahora, Wang Ying, un desconocido millonario  de Beijing, cien años después, es el nuevo amo y señor de la soberanía nicaragüense, como concesionario del canal a través del Tratado Ortega-Wang, con duración de cien años.

Ortega ha sabido tocar un resorte de esperanza muy antiguo en el alma de los nicaragüenses. Cuando la construcción del canal de anunció en 2013, se prometió la creación de un millón de nuevos puestos de trabajo, una cifra estrafalaria. Ahora ha sido reducida a 30.000 empleos de baja categoría, mientras los puestos mejor calificados serían para los chinos que llegarían masivamente al país para hacerse cargo de las obras.

            La revista The Economist, en un análisis del estado democrático en el mundo, divide a los países entre democracias  plenas e imperfectas, y regímenes autoritarios e híbridos.  Nicaragua es enlistada entre los "regímenes híbridos". En estos sistemas, afirma el análisis, existen irregularidades sustanciales en las elecciones que usualmente las alejan de ser libres o justas, y existen serias debilidades institucionales. En este mismo grupo estarían también Ecuador, Honduras, Guatemala y Bolivia.

            Pero la frontera entre regímenes autoritarios y regímenes híbridos es muy tenue, y ya Nicaragua ha avanzado no pocos pasos para adentrarse en ese oscuro territorio de la ausencia de democracia. Ortega, o su esposa, se impondrán de cualquier manera en las elecciones presidenciales de 1917.

 Pero los gobiernos familiares han terminado siempre en grandes desastres políticos. Las tensiones empezarán a manifestarse y crecerán en la medida en que las esperanzas creadas por el discurso populista de  Ortega se agoten, sobre todo con el final de la cooperación de Venezuela, que debe enfrentar los bajos precios del petróleo, el desabastecimiento, la inflación, y una crecida deuda externa de corto plazo.

Y otro punto importante de inflexión será el fracaso del proyecto del canal, percibido hoy como una gran esperanza, y que se convertirá  en frustración cuando el tiempo demuestre que no era sino un invento desalmado.

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18 de marzo de 2015
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29. Hechos reales

La literatura contemporánea parece estar plagada de hechos reales, de historias basadas en hechos reales, supuestamente apegadas "a la vida". Los lanzamientos narrativos de las editoriales combinan: 1. Autobiografías de existencias dramáticas. 2. Crónicas históricas de tinte sentimental o de historias reales dirigidas al corazón. 3. Autoficciones. 4. Novelas históricas. 5. Novelas del presente que recrean escenarios auténticos con personajes reconocibles.

Abro el poemario de Álex Chico Habitación en W (Isla de Siltolá, 2014) y los primeros versos son: "Pregunto por la distancia / entre el libro y la vida / y accedo a la ventana para ver el mundo", pero aclara poco después: "Aparentar que somos uno / cuando, al observar por la ventana, / también mentimos". Qué lástima que las narraciones supuestamente basadas en hechos reales olviden que todo lo tocado por la escritura, al final, es pura ficción, y que ese supuesto apego a la vida no añade absolutamente nada de valor a un libro. Spinoza decía: "el primer significado de verdadero o falso parece haber extraído su origen de las ficciones". Pues eso.

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17 de marzo de 2015
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Las noticias

Un día, una semana, un mes sin noticias es la seña de que la recepción está gastada. Recibir noticias, en cambio, es señal de que el mundo se mueve alrededor y nosotros nos vemos involucrados con sus meneos. No tener noticias es igual a sentirse parado. Detenido, incluso. La prisión de la existencia se verifica con dolorosa intensidad cuando nada ni nadie se asoma a nuestra vida. Los hechos, las personas, los animales o las cosas, las plantas incluso, pueden ser correos. Cuando el correo no se produce el vehículo de hacer vivir, como el vehículo de hacer desplazarse, se ha atascado. Nada hace más de lubrificante para el aburrimiento que el aceite de las noticias que se deslizan en cualquier momento. Y aún más son alicientes cuando siendo buenas prorrumpen cuando menos se las espera. En los dos sentidos la noticia es dramática, en sentido literal, cuando sucede de golpe. Y precisamente, siendo periodista, se valora como noticioso todo suceso que surge de lo inesperado. Porque, en realidad, en otro sentido más general, de lo inesperado esperamos todo. Tanto lo mejor como lo peor. Estando mal lo inesperado que procura alegría es un regalo inigualable. La vida se revela entonces como una confitura. No esa vida común que oscuramente va extinguíéndose sino la vida sin fin que va saltando de una a otra circunstancia, siempre tan ágil y caprichosa, que un día acaso trae una decepción pero que nunca agota su capacidad de hacernos felices con lo imprevisto. ¿Lo improvisto? Esta es la esencia de vivir. Estar latiendo o estar agonizando de un momento a otro. Ser querido o desestimado en una encrucijada sin precisión. Sanar o caer gravemente enfermo en un instante de los que la vida se halla tan provista, tan aprovisionada de municiones momentáneas, que son tan capaces de perforar el corazón como de abrir portillos de luz a una nueva y dulcísima ilusión.

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17 de marzo de 2015
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DIEZ LIBRERÍAS IMPERDIBLES.- En Clarín hacen un Top10 de…

DIEZ LIBRERÍAS IMPERDIBLES.- En Clarín hacen un Top10 de librerías imperdibles del planeta. No falta, desde luego, la célebre librería Lello de Oporto (en la foto), ni el teatro Grand Splendid convertida en librería en Buenos Aires, ni la célebre Shakespeare & Company en París. Una librería peruana muy querida para mí consigue meterse en el top ten: El Virrey, ubicada ahora en Miraflores.

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16 de marzo de 2015
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