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Cuando la Física está “hecha un lío”… la Metafísica emerge.

"La física actual está nuevamente hecha un lío. En cualquiera de los casos resulta, para mí, demasiado  complicada y preferiría ser un comediante o alguien que nunca hubiera oído hablar de física", escribía en 1946 El físico W Pauli.

Interesante en esta afirmación es el nuevamente. En ese lío se encuentra la física  ya en 1920 (cinco años después del escrito de Einstein sobre el efecto foto-eléctrico) cuando,  reflexionando sobre cuestiones centrales de su disciplina, A. Eddington escribe: "Nos hemos apercibido de que allí dónde la ciencia ha alcanzado mayores progresos, la mente no ha hecho sino recuperar de la naturaleza aquello que la propia mente había depositado en ella. Habíamos encontrado una extraña huella en la rivera del mundo desconocido. Y habíamos avanzado, una tras otra, profundas teorías que dieran cuenta de su origen. Finalmente hemos logrado reconstruir la creatura que había dejado tal huella. Y ¡sorpresa!, se trataba de nosotros mismos."

Eddington sugiere no ya que el problema del ser se encubre tras las más    exitosas teorías de la física, sino incluso el problema del ser del hombre. Pues bien:

 En un lío estaba también  inmersa la física jónica cuando se sintió obligada a pasar de la consideración de los fenómenos del entorno a la consideración del testigo de tales fenómenos, cuando por ejemplo se pasa de hablar del elemento fuego al logos  a cuando como en el aquí varias veces citado texto de Galeno-Demócrito el combate sobre la esencia de la naturaleza de la physis se ha convertido en combate sobre el peso relativo de esas facultades del  observador de la naturaleza que son la percepción sensorial y el intelecto; texto que transcribo de nuevo para que pueda ser comparado con el de Eddington:

"Por mera convención nos referimos al color, y también por convención hablamos de  lo dulce, por convención asimismo nos referimos a  lo amargo; en realidad sólo hay átomos y vacío" afirma el intelecto. Mas al escuchar  tal cosa los sentidos (aistheseis) responden al intelecto: "Pobre intelecto, pretendes vencernos a nosotros que somos las fuentes de tus evidencias. Tu victoria será tu derrota" 

Estos textos dan testimonio de que  para abrirse a la interrogación filosófica es suficiente considerar las aporías a las que se ven abocados los  físicos en cuanto dan un paso más allá de la descripción de los fenómenos, en cuanto asumen el peso de las implicaciones de su propia disciplina. Pues, contrariamente a la tesis de los tres estadios de Comte, la filosfía no precede a la ciencia sino que nace de la ciencia...de una crisis de la ciencia. Nace concretamente de una crisis de la física y por eso la filosofía es reflexión tras la física, meta-física.

En  un lío ha estado  de hecho inmersa la física múltiples veces, pero hay líos y líos. Hay crisis que se resuelven en el seno de la propia disciplina. Así  la teoría de la relatividad restringida constituye un marco general que tiene como caso particular el universo newtoniano y un espacio determinado por la métrica euclidiana. De la misma manera la crisis de la irracionalidad de raíz cuadrado de dos conduce a la construcción de los números reales, lo cual   no supone negación de la arquitectura de los números racionales sino inserción de esta en una trama más amplia.

Hay crisis sin embargo que conciernen a los presupuestos mismos de la disciplina y tal es el caso de la crisis que en relación a las ciencias de la naturaleza, se inicia con la dualidad onda-partícula. Se abre allí una suerte de caja de Pandora que conducirá a la puesta en tela de juicio de principios tan arraigados como el de individuación el de determinismo-causalidad el de localidad y el de la realidad de los observables físicos en ausencia de observación de los mismos. Digo puesta en tela de juicio, no pura simplemente exclusión. En estos momentos son  objeto de debate: es objeto de debate aquello que era presupuesto de todo debate. ¿Quién se ocupa de los principios firmes? Se pregunta Aristóteles en la metafísica. La respuesta dada por el Estagirita según la cual sólo al filósofo ocupa tal tarea es indicativa de hasta qué punto los físicos mismos han venido en nuestro tempo a ser metafísicos.

 

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5 de mayo de 2016
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El santo patrón de los locos de aquí

No es extraño que los dominicos consideraran a Ramón Llull un hereje, que los profesores de la Sorbona desdeñaran su presunción, que los prelados de la Curia detestaran su intrusismo, que los teólogos de la Corte lo difamaran como un loco visionario. Al fin y al cabo, Ramón se presentó ante ellos como un elegido por Dios para escribir “el mejor libro del mundo” y como el “abogado y procurador de los sarracenos”.

Ramón Llull descendió del monte Randa como Moisés del Sinaí: iluminado por el resplandor de la divinidad y encargado de llevar a cuestas el pesado fardo de su apabullante tarea. El noble egipcio redimiría al pueblo de Israel esclavizado por el Faraón; pero a Ramón le tocó en suerte una misión descabellada: injertar en la cosmografía medieval la supremacía de la Razón. Desafiando a los tribunales de la época, Ramón Llull proclamó que su Ars Magna está por encima de los libros sagrados y que fundamenta entre los hombres el arte de entender, no la costumbre de creer.

A través de un vericueto no muy bien comprendido Ramón se anticipó a los humanistas florentinos, a los enciclopedistas ilustrados, y formuló en plena Edad Media un entusiasmo que sólo sería superado por el Siglo de las Luces. Su artefacto cibernético, un artilugio lingüístico sin precedentes, establece solidos rigores conceptuales para el pensamiento y enseña los modos en que la razón “duda, examina y comprueba”. El énfasis con que Ramón habla de su Arte es de una ambición deslumbrante. Concibió su Ars Magna para regalar ciencia al pueblo, “salir de la servidumbre de las ciencias confusas” y “ordenar todas las cosas que puedan caber en la investigación humana”.

La magnífica biografía de Llull que publica el profesor Fernando Domínguez Reboiras en Arpa Editores, “El mejor libro del mundo”, es oportuna no por coincidir con el 700 aniversario de la muerte del filósofo, sino por darse en el Mediterráneo la misma batalla que entonces tuvo lugar. La erudición con que Ramón aprende la lengua y la cultura árabe le permite poner en cuestión a sus orgullosos contemporáneos: “¿por qué son los sarracenos más inteligentes cuanto más envejecen, mientras que con los cristianos sucede lo contrario?”

Con su admirable energía Ramón reprochó a reyes, papas y cardenales que consintieran a “los que se pelean, matan y caen en cautiverio”. Su apología de la Razón concluía en un sorprendente alegato pacifista: “conservemos una forma de disputar de respeto y servicio mutuo, pues la guerra, el rencor y el vituperio impiden a los hombres estar de acuerdo”. La confianza de Ramón en el poder de la palabra, las virtudes de la persuasión, el genio de la elocuencia, nos hacen sospechar que, para él, la conversación era mejor que la conversión.

Su larga y prolífica existencia de agitador político y escritor -el virtuoso inventor de la lengua literaria catalana-  encontró su réplica en el cervantino Caballero de la Triste Figura. La amarga confesión de Llull, cuando casi al final de sus días hace balance de su fracaso, parece provenir de un indeseable desvelamiento: “soy viejo, pobre y despreciado, recorriendo sin cesar el mundo, se burlan como si yo fuese un fatuo que habla locamente”.

Ramon fue un “foll de amor”, del mismo modo que Dante fue un “fiel de amor”. El lema luliano - “recordar, conocer, amar”-, de sugerente afinidad platónica, es el programa filosófico del hombre que aún en la posmodernidad sigue siendo “ese animal que homifica, que va haciéndose hombre, deificándose”.

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5 de mayo de 2016
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La bicicleta europea

La bicicleta europea no se cae. Está en el límite, es cierto. Pero una vez más, tarde y mal, un golpe de pedal le permitirá mantener un equilibrio imposible. El último es la propuesta aprobada ayer por la Comisión, en forma de contribuciones de solidaridad, que deberán hacer los países reticentes a la admisión de la cuota de refugiados que les corresponden según el reparto establecido por la misma institución de la UE.

Si la idea prospera, la Comisión Europea salvará uno de los pilares de la política de asilo actualmente desbordada por el flujo enorme de solicitantes que está llegando desde Oriente Próximo y principalmente de Siria. El nuevo sistema tiene la virtud de que conserva lo esencial del anterior: el primer país que reciba a un refugiado será el que seguirá teniendo la obligación de atenderle y de tramitar su solicitud. Esta era la piedra de toque del llamado Sistema de Dublín, que se verá reformado ahora para atender a un flujo masivo como el que está llegando a Europa en vez de los casos más aislados para el que estaba pensado y obligará a los países a compartir las responsabilidades, para evitar que sean unos pocos los que carguen con el mayor peso. Visto que no hay solidaridad voluntaria, la Comisión se ha decidido por la solidaridad obligatoria. El reparto no se hará en forma de cuotas inamovibles, sino de multas, 250.000 euros por refugiado rechazado, que gravarán a los países que no quieran aceptar las asignaciones en función del PIB, la población y el esfuerzo de acogida ya realizado.

Se mantiene y reforma Dublín, se preserva la capacidad de decisión de cada Estado miembro e incluso se lanza, oblicuamente, un mensaje hacia Reino Unido que favorece la campaña del referéndum para la permanencia en la UE. Tanto Londres como Dublín y Copenhague tendrán libertad para participar o no en el reparto, atendiendo a su actual exclusión del sistema de asilo y de Schengen: "el mejor de los mundos" según el gobierno británico.

Las multas solidarias de Bruselas tardarán. Hay que aprobarlas primero y aplicarlas después. El denostado acuerdo de devolución de refugiados con Turquía está ya funcionando en el capítulo que más interesa: el ritmo de llegada a las costas de Grecia ha caído bruscamente. La liberación de visados para los turcos, una de las exigencias de Ankara, también ha recibido la bendición de la Comisión. Al igual que la prórroga por seis meses de la suspensión de Schengen para Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca y Noruega.

De la crisis de los refugiados saldrá una Europa irreconocible, o en su paisaje humano o en su jerarquía de valores. Están bien los golpes de pedal para mantener en pie la bicicleta, pero ninguno de ellos es una buena noticia, porque Europa todavía no ha empezado a enfrentarse con la verdad desnuda: esto no es un fenómeno coyuntural o de temporada, sino el principio de una época nueva en la que será creciente la presión de millones de refugiados y fugitivos de las guerras y de la pobreza, agolpados ya en nuestras puertas.

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5 de mayo de 2016
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Dentro del armario

A medida que cumplimos años, identificamos con mayor rapidez a quienes tienden a replegarse hacia dentro en lugar de mostrar sus plumas de colores. No son fóbicos sociales, aunque compartan características con ellos. Lo que les inhibe nada tiene que ver con el miedo irracional a mostrarse, a que sus tripas hagan ruido, a ser humillados públicamente. Aunque prefieran resguardarse en sus espacios seguros, tampoco encajan con los llamados hogareños, ya que una de las razones más apreciadas de su aislamiento es la soledad que habitan, celosos de su silencio. Vestir la soledad es acaso una de las asignaturas principales de los humanos. Porque el sentido de la independencia consiste también en saberse ocupar de uno mismo “en la salud y en la enfermedad”.
Pero en el gesto de refugiarse en un pequeño mundo domado por una colección de rutinas, o dimitir de la agenda social y dejarse ver poco, la parálisis se confunde con rebeldía y la pereza con misantropía. A veces boicoteamos nuestra propia agenda. Incluso con el ojo pintado, la llave del gas cerrada y el bolso a punto, y decidimos quedarnos en casa. No puede esperarnos nada mejor que nuestros pies descalzos en posición horizontal, nos decimos, en lugar de un jolgorio ajeno y ensordecedor. En los actos sociales siempre hay alguna silla vacía. Alguien que, en el último momento, decide evadirse del compromiso. A veces me pregunto por ese breve instante, el fogonazo neuronal por el cual abortan sus pasos, y en lugar de dirigirse hacia el evento, se van a la cama sin remordimientos.
En su última novela, Desde la sombra (Seix Barral), Juan José Millás instala a su protagonista dentro de un gran armario. Vive allí, asomado a la vida de una familia. Y a pesar de las incomodidades que supone esa morada, el hecho de abandonar el armario le produce angustia y claustrofobia, de tan despedazado que se siente del mundo real. Millás es un portentoso iluminador de sombras, las mismas que conducen a crearnos nuevas identidades. De entrada parece un asunto de enajenados o esquizofrénicos, pero en verdad afecta a los vértices de la pirámide, es decir, a los poderosos. Millás toca un asunto muy actual: estamos rodeados de personajes inventados que no son los que dicen ser. Desde los capitostes de Manos Limpias hasta la colección de hombres ejemplarmente encorbatados –y alguna mujer con bolsos de Vuitton–, que nunca dejaban su silla vacía en una cena. Pero en realidad no eran ellos, sino su sombra la que se movía en los salones, la misma que hubieran tenido que encerrar en un armario; replegarse en lugar de quererse comer el mundo con sus plumas de colores ,hasta convertirse en un peligro público. Esos sí son locos peligrosos.
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4 de mayo de 2016
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El Boomeran(g)
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