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Propósitos

Es obligado inventarse obligaciones para 2017. Aunque sea inútil y esté uno ya más fundido a la noria que un burro de piedra, hay que intentarlo.

No volveré a aguantar más de tres anuncios seguidos en la radio o la tele. Al cuarto, cambio de emisora o de canal. Como los entes conspiran para unir las horas de tortura, si constato que coinciden en la tabarra, cerraré el aparato. No respetaré ni una sola declaración en la que me agredan con las palabras "democracia", "democrático" o "absolutamente democrático", siendo así que quienes más las usan son, con toda evidencia, unos cínicos oportunistas. No blasfemaré en hebreo la próxima vez que los informativos se convulsionen porque Pablo ya no ama a Íñigo o se da de besos con el especulador Espinete. Trataré de no quemar en la vía pública los diarios que escriben editoriales sobre la vida sentimental de los chavistas. Superaré la tentación de eliminar la domiciliación de mi pensión, sita en uno de los bancos de la banda que ha birlado 4.000 millones de euros a la desdichada población española. Superaré también mi opinión sobre los jueces españoles que han sido enmendados por los jueces europeos sobre este punto. Y no me ahorcaré de una viga cuando el Gobierno regale a esa banda los 4.000 millones que han desvalijado. No saltaré a la yugular de quien use latiguillos como "hacen las delicias de (alguien)", "el sol será el protagonista (meteorológico)", "van a disfrutar de (algo)", "el españolito de a pie (¡arggg!)", "el deporte rey" y otras semejantes. Sobre todo, resistiré estoicamente a que Sánchez reciba el apoyo de Odón, de Patxi, de Lluis Llach o de Kim Jong-un. Etcétera.

Calma, sosiego, elevación de miras, amor por el espectáculo natural y repaso, una vez más, de los cuartetos de Beethoven.

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3 de enero de 2017
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Una carta de amor de Cristina Rivera Garza a Juan Rulfo

Todos los escritores tenemos un lugar sagrado especial para el escritor que nos ha cambiado la vida pero pocos somos capaces de escribirle una carta de amor tan elocuente como la de Cristina Rivera Garza a Juan Rulfo: Había mucha neblina o humo o no sé qué (Random) -título excepcional donde los haya- es una confesión completa, un asedio incesante que entrega un Rulfo a veces conocido y otras muy nuevo, pero siempre complejo y fascinante. Había mucha neblina es historia y crítica cultural, biografía a medias y crónica autobiográfica con momentos sublimes; es un gran modelo de crítica literaria híbrida, que indaga tanto en el texto como en las condiciones materiales que lo permiten y que de paso se convierte ella misma en literatura.

Tres son los principales puntos de ingreso de Rivera Garza a la escritura y a las condiciones materiales específicas de la vida de Rulfo: el histórico, que investiga al escritor de Jalisco en los años cuarenta y cincuenta, como agente contradictorio del proceso modernizador en el que estaba embarcado México; el de la crítica literaria, que relee la obra para apuntar nuevos caminos de lectura; y el de la escritura misma, que se apropia de escenas y frases de Rulfo como punta de lanza para la escritura de otros textos. El Rulfo de Rivera Garza es un "doble agente", alguien que a fines de los cuarenta trabaja en una compañía trasnacional de llantas (la Goodrich-Euzkadi), y luego, a mediados de los cincuenta, es asesor e investigador de la Comisión del Papaloapan. Esos trabajos no son menores: a base de sus informes para la Comisión, el gobierno justificaba los desalojos de comunidades indígenas de los sitios donde se construiría la presa Miguel Alemán. Rulfo, así, es como el ángel de la historia de Benjamin: "un apasionado del progreso que va hacia adelante sobre los vientos de la Comisión del Papaloapan y, a la vez, el solidario defensor de las comunidades indígenas que, melancólicamente, mira la ruina, la miseria, la orfandad".   

            El Rulfo de Rivera Garza enuncia no solo esa modernidad de mediados de siglo de la que él es uno de sus agentes, sino que también es capaz de desplazarse a nuestro presente, a "aquello que no sab[emos] pero avizoramos". Rulfo incorpora el deseo sexual femenino como parte activa -aunque negada- de la modernización mexicana. Es también un Rulfo queer: "¿Dices que te llamas Doroteo?", pregunta Juan Preciado en Pedro Páramo. "Da lo mismo", es la respuesta, "aunque mi nombre sea Dorotea. Pero da lo mismo". Estos momentos de "intermitencia genérica" permitirían una lectura alternativa de "los cuerpos de la modernidad mexicana", al igual que otros momentos de sexualidad polimorfa: los hermanos incestuosos de Pedro Páramo, el niño de "Macario" obsesionado con los pechos de su nodriza, las congregantes de "características más bien viriles" de "Anacleto Morones". De los cuentos de Rivera Garza inspirados por Rulfo, me quedo con el intenso "Allá te comerán las turicatas", inspirado por la escena de los hermanos incestuosos en Pedro Páramo, a la que la autora vuelve una y otra vez y convierte en generadora de la escritura de su libro.

Como toda carta de amor que se respete, Había mucha neblina tiene sus exageraciones ("sólo un hombre de provincias, con esa atención desmedida ante su entorno, apegado hasta la médula a las cosas de la tierra, pudo haber traducido los murmullos cotidanos en pura escritura"), pero esas exageraciones son las que permiten las iluminaciones de la autora, que estallan en cada página, y el sublime final, con subida a la montaña y todo: "Nos desgastamos, es cierto, pero no para morir sino para vivir. Nos desgastamos no para llegar al punto del agotamiento, sino al punto de la devoción".

 

(La Tercera, 3 de enero 2017)

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3 de enero de 2017
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Necrologías 1

 

El novelista Bruce “Snake” Tenser falleció el pasado 27 de diciembre en el St. John’s Health Center de Santa Mónica, California, a los 83 años de edad víctima de una inflamación intestinal conocida como colitis isquémica. Tenser, noveno hijo de una familia de inmigrantes judíos lituanos, se abrió camino en el incierto mundo de los cantantes adolescentes de su localidad natal -Júpiter, Florida- gracias a la brutalidad de sus baladas. En 1940, recién cumplidos tres lustros, acepta escribir mensualmente, en un diario local, una columna de carácter escatológico. En 1944 crea el detective Farmer McDevlin, personaje que ayudado por el conserje corrupto de un viejo hotel resuelve de modo impecable los frecuentes crímenes de la ficticia ciudad de Atenetia. La década de los cincuenta supone el espaldarazo definitivo a su obra literaria: inicia la publicación, en pulps y fanzines, de historietas protagonizadas por un infrahombre, el pétreo coronel Lawrence, que movido por un intenso odio a la raza humana no deja, prácticamente, títere con cabeza. “Lawrence es un soldado”, sintetiza la propaganda, “que no responde a ningún precepto, su furia aniquiladora se ceba siempre en los más débiles ya que considera, acertadamente, que apenas tienen capacidad de respuesta”. Tenser, gana, en 1964, el premio que concede una asociación de lectores de novelas policiacas vinculada a los rosacruces y que según su agente literario, John Carlino, “aquilata a la perfección la estima que la obra de Bruce despierta en el pueblo americano”. Con The Gin Game (1972) consolida el primer puesto en la lista de autores de novela breve. “Una narración”, se apunta en la contraportada, “de ritmo trepidante, de estilo seco y descarnado, en la que una mujer negra y sorda, Tammy Klinger, de profesión cocinera, recorre Estados Unidos practicando certeras hemorroidectomías a novicias y monjas atrincheradas en monasterios y conventos”. La experta viaja en un Chevrolet blanco y azul del 54 a cuyos mandos, y para cualquier tipo de necesidades, se halla Bruce Tenser apodado “Snake” por la longitud y sinuosidad de su miembro. El éxito de la obra anima al autor, y a su agente, a utilizar de nuevo a los dos héroes en la siguiente entrega: Gunsmoke Miracle (1974). De hecho, en los treinta títulos que vendrán después, se mantiene la misma estructura narrativa al tiempo que, la cocinera Klinger y el agente Carlino, van equiparando sus personalidades hasta resultar, en bañador, indistinguibles.

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3 de enero de 2017
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Poema 57

En la vida, es decir, en Facebook.

si no se consigue captar

a un número mayor de seguidores,

no significa

que el mensaje (mesiánico)

sea de peor calidad

sino que, sencillamente,

el mensaje no es-

o sí lo es-

del agrado de la multitud.

¿Qué multitud?

Facebook hace ver

que tras el ojo de

cada rostro 

una faz preside,

con muchos ojos distintos

el espectáculo moral

y visionario.

Superseries oculares que,

como una gran boutique

de suburbio,

deciden

el brumoso mundo de la mirada

u su resultado fatal.

Porque ¿qué miran esos ojos?

Miran y miran condenadamente.

Y, como es habitual

miran obsecuentes  

a través de sí.

Miran hacia  los escritos,

miran las películas,

miran los cuadros,

tanto como

hacia los estragados efectos

de un atentado

en Bratislava

en Kula Lampur

o en Berlín.

Todos los espectadores son  

altos especialistas

en catástrofes humanas,

en los estragos,

en los gravísimos  bombardeos

del mundo corriente

y del sentido común.

Los espectadores son compuestos

cuya fórmula,

vista de cerca,

fulmina la ilusión de ser

"el pacífico artista".

Los contempladores de cuadros,

los visitantes del Louvre,

los turistas del MOMA

o los falsarios

supuestamente interesados en

el falso Hermitage de Málaga

son, después.

 sujetos temibles.

Potenciales asesinos

malhechores

que matan el arte

precisamente

sin ninguna intención.

La mirada al cuadro, la lectura del libro,

la visión del móvil o la televisión

son autovisión.

Asunto de los consumidores enanos   

pero regla de todos los  humanos en general.

La mirada hacia sí,

el acunamiento primitivo

no reside sólo en la madre,

no reside pasivo

en el pecho del dictador

sino que crece optimista,

como un tumor o

alegre enjambre de células

que se asocian 

al modo de una  estratagema,

para morder la identidad

poco a poco,

y, finalmente,

el latido del corazón.

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3 de enero de 2017
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Élites acalladas

Hace algunos años, la palabra ‘élite’ se utilizaba tanto para inmobiliarias como agencias de modelos o discotecas. A menudo se empleaba con ligereza; era una clave pretenciosa, pues ninguna élite se autodenomina de tal forma. La distinción siempre ha sido un asunto controvertido. Por un lado, representa la excelencia, el vértice de la pirámide que se hace admirar y suscita deseos de emulación, mientras, por otro, azuza el resentimiento a la vez que produce rechazo o incluso cabreo.
La lucha de clases no es ni mucho menos un asunto superado, y prueba de ello es el auge del populismo –palabra del año para Fundéu–, que ha implicado la traición a las élites liberales en la victoria de Trump o en la del Brexit. Dar la espalda a las minorías rectoras parece ser garantía de éxito, así lo ha demostrado la personalidad hiperbólica del nuevo Presidente de EEUU, quien ha conseguido que su patrimonio millonario no le restara apoyos. Porque Trump no es un rico de toda la vida sino un parvenu cuyo padre empezó a ganar dinero gracias a un burdel.
 
“Casta” denominaron los podemitas, al estilo de ciertos politólogos italianos, al extracto social y económico más elevado, al establishment, trazando una línea imaginaria entre “la gente” y las “cúpulas”. Y enardeciendo a la plaza, aunque olvidando que ellos también ellos pertenecen a una minoría selecta. Pero, el hecho de juzgar todo aquello que posee una categoría superior da buenos réditos.
 
Hoy, se  han impuesto costumbres más sencillas condicionadas por la crisis: se comparten viajes en coche, hemos regresado al tupper, e incluso la vicepresidenta del gobierno compra en Primark (aunque con chófer y en segunda fila). Leo en The Economist que la obsesión por las élites es relativamente reciente. “La referencia más antigua en el Diccionario Inglés de Oxford (OED) data de 1823, en singular, tomado de un participio pasado en francés, que significa ‘elegido’". Los cambios sociales de la década de los 60 animaron a rebelarse contra la autoridad y sus garantes. Actualmente, se suele utilizar el plural, lo que automáticamente le añade un punto aún más peyorativo, o se adjetiva in crescendo lo no se acaba de entender o refiere gustos minoritarios: “demasiado elitista”.
 
Existe un peligro latente en el aborrecimiento de las élites, y no me refiero solo a las económicas, políticas o intelectuales, sino a las formadas por investigadores, filósofos, artistas, chefs o músicos. Mientras la publicidad busca las mil maneras para tratar a cada cliente como si fuera único, resaltando la exclusividad así como el trato personalizado –dos características propias de un servicio superior–, las élites permanecen más silenciosas que nunca, ejerciendo un poder que no se manifiesta, ocultándose para no provocar Su historia no está escrita porque ha podido más el complejo que la curiosidad.
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2 de enero de 2017
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La envidia

Ya lo decía Borges: “El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: Es envidiable.” Olvidaba Borges que la envidia es también un vicio genuinamente argentino.

Y si hablamos de envidia, ¿qué decir de la que se genera en los grupos de poder? Es su gran problema: la implosión/explosión de envidias que surgen en sus mismos núcleos.

La cercanía de los cuerpos y de las conciencias provoca una clase de envidia tan directa como definitiva.

En el centro de todos los grupos, se va formando una especie de agujero negro generado por la envidia, que no por ser negro deja de atraer. Quién sabe: quizás es la verdadera tentación del abismo.

Si es verdad que la sociedad es, en el fondo, un tejido de deseos, no sería demasiado temerario añadir que, justamente por eso, es también un tejido de envidias, ya que la envidia es en realidad el deseo concentrado, coagulado y putrefacto.

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2 de enero de 2017
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Poema 56

Lacónicamente.

Melancólicamente.

Alcohólicamente.

De modo importante.

De manera eficiente.

De práctica ascendente.

Con voluntad decadente.

De rodillas

con el velo

entre los dientes,

con la boca mordiendo

y el encéfalo infectado.

La palabra empeñada.

El tono nauseabundo.

El lobo moribundo.

La falda de percal.

El alma en vilo.

Los conejos grises.

Las tristes praderas.

La casa en la sierra.

El coche en el cielo.

El cielo en el hoyo.

El hoyo en el cuerpo.

El cuerpo en las manos.

La lengua en las cimas

del infinito azar.

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2 de enero de 2017
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Obras Completas de Valle-Inclán

Que los lectores en lengua española no dispusieran de una edición coherente y fiable de las Obras Completas de Valle-Inclán era una anomalía casi escandalosa. Han tenido que transcurrir ciento cincuenta años desde el nacimiento del genial escritor gallego y ochenta desde su muerte para que se haya puesto fin a tan anómala situación.

Sin embargo, y en honor de la verdad, el responsable de tal anomalía ha sido en gran medida el propio don Ramón porque, por decirlo de la forma más sencilla y directa posible, era el epítome de la peor pesadilla a la  que puede hacer frente un editor. Valle-Inclán no sólo publicó en periódicos y revistas la práctica totalidad de su obra sino que, por ser un hombre de gran éxito, recibía continuas ofertas para editar en forma de libro sus colaboraciones (solamente de las Sonatas se llegaron a hacer al menos 37 ediciones en vida de su autor) con la particularidad de que no sólo fue extraordinariamente prolífico sino que, por puro afán de perfección, revisaba, cortaba, cambiaba y rehacía sus textos una y otra vez con vistas a lograr una versión definitiva que nunca dio por buena porque si volvían a ofrecerle una nueva edición el proceso de revisión y cambio empezaba desde cero. Y no puede decirse que fuesen cambios menores porque, en ocasiones lo que empezaba siendo un relato novelesco bien podía acabar convertido en una obra de teatro, y ahí está el caso paradigmático de Águila de Blasón y el profundo proceso de elaboración que implicó el paso de un mero relato periodístico a una de las piezas teatrales más estimables de Valle Inclán. Por lo tanto, y desde el punto de vista del editor, decidir cuál es la mejor de las sucesivas versiones de cada obra entraña tomarse unas atribuciones muy superiores a las habituales en las tareas de edición. En el caso de estas Obras Completas realizadas para la Biblioteca Castro, se ha optado por atenerse a las editio princeps. La cual es una opción como otras, pero al menos  cuenta con la nada desdeñable ventaja de que, a despecho de modificaciones posteriores, la elegida fue escrita y avalada en su momento por el propio autor.

                Otra dificultad añadida se debe al hecho de que Valle-Inclán fue extraordinariamente sensible a los continuos y trascendentales movimientos literarios que surgieron a lo largo de su extensa trayectoria como escritor, siendo el ejemplo más elocuente la enorme  evolución experimentada por él entre la primera aparición de las Sonatas (1902-1905), que bien pueden encuadrarse en los cánones afines al modernismo, y la última (1933), en la que lleva hasta sus últimas consecuencias ese hallazgo genial del esperpento, tan afín al movimiento de demolición cultural característico de las vanguardias.

Aproximarse hoy a Valle-Inclán presenta una tercera dificultad, aunque en realidad el verdadero problema lo tiene el lector. Según Harold Bloom, para completar la asombrosa cantidad y variedad de sus obras dramáticas William Shakespeare utilizó 21.000 palabras, de las cuales unas 1.800 (o sea, una de cada doce) eran neologismos o expresiones que el dramaturgo captaba en el habla de la calle y  que después él ponía en boca de sus personajes. Sin embargo, y como prueba de que el recurso a un léxico descomunal y en gran parte inventado no es indispensable para la creación de una obra sólida y consistente, el propio Bloom cita el caso de Racine, que para completar su nada desdeñable producción dramática se las apañó con sólo dos mil palabras, es decir, prácticamente el mismo número que las inventadas  por Shakespeare.

Ignoro si alguien se ha tomado la molestia de contar el número de palabras utilizadas por Valle-Inclán, pero los numerosos estudios existentes sobre su léxico ponen de manifiesto la compleja y muchas veces cambiante relación que mantuvo con el lenguaje. Se servía con toda soltura del acerbo de una tradición nacida con los cantares de gesta y la poesía trovadoresca pero recurría con idéntica soltura al habla de la calle o de los burdeles, dando prioridad por ejemplo a la musicalidad de la frase a costa del sentido. Por eso sigue siendo cierto que, para leerle, es aconsejable agudizar el oído antes que dar contento a la razón.

El equipo de Investigación Valle-Inclán, de la Universidad de Sanriago de Compostela, ha sido el encargado de llevar a cabo estas Obras Completas bajo la coordinación de Margarita Santos Zas, autora también de los magníficos prólogos que incluye cada uno de los cinco volúmenes en que se han divido los escritos de Valled-Inclan. Los tres primeros, dedicados a narrativa y ensayo, ya están en la calle, mientras que los dos siguientes, con el teatro y la poesía, saldrán a lo largo de este 2017 que ahora empieza. Una gran noticia y una promesa de placer que puede ser degustado a lo largo de toda una vida.

 

Obras Completas de Valle-Inclán. Vols. I,II y III.

A cargo del Equipo de Investigación Valle-Inclán/USC

Coordinadora, Margarita Santos Zas

Biblioteca Castro

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31 de diciembre de 2016
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