Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Cementerios y literatura

Me gustan los cementerios. Me gustan en la realidad y en la ficción. La literatura, sobre todo la poesía, que se ha dedicado a esos espacios dónde aparentemente descansan los nuestros ha dado grandes poemarios. También hermosas páginas de literatura gótica, de narraciones del miedo, de cuentos de terror. Pero hoy quería hablar del libro que prefiero a la hora de pensar en un cementerio. No me olvido del “Cementerio marino” de Paul Valery. Ni del más cercano, por evocaciones diversas,  “Cementerio civil” de Gerardo Diego. Aunque cuando llegan éstos días de visitas a los cementerios- nunca los visito, pero me gusta esa reunión de gentes que veo en los cementerios, entre las tumbas, en días como éstos- el libro que vuelvo a leer es la “Antología de Spoon River”, de Edgar Lee Masters. Uno de los mayores libros de la poesía americana. un poemario que renovó la poesía americana, que dejó su influencia en poetas que llegaron avanzando el siglo veinte y no solo americanos. el abogado lee masters, el joven que quería escribir, el gran poeta, el escritor de estas vida de un cementerio de un pueblo que nunca existió, creó un espacio universal, dio vida eterna a esa comunidad de seres corrientes de la america profunda, que son seres parecidos a los de cualquier comunidad en cualquier parte del mundo.

Contar la verdadera vida de un pueblo en un poema,  en versos libres que nos hablan desde sus lápidas. Unas lápidas que ya no dicen mentiras de sus habitantes. Unas crónicas verdaderas de vidas fracasadas, felices, humilladas, arrepentidas, sinceras, mentirosas. Vidas de una comunidad que, como tantas, estaba llena de secretos y mentiras. La verdad literaria. La verdad en las lápidas de su colina. Una de esas colinas de algún pueblo de las grandes praderas. Estos poemas lapidarios me acompañaran siempre. Como siempre me acompañó, me sigue acompañando, ese largo poema, esas coplas que Jorge Manrique escribió para la muerte de su padre.

Así empieza la antologóa de Spoon River, el primer poema dedicado al cementerio, a la colina:

“¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el de fuerte brazo, el payaso, el borracho de las peleas?
todos están durmiendo en la colina.
uno murió de fiebre,
otro se quemó en una mina,
a otro le mataron en una riña,
otro murió en la cárcel,
otro cayó de un puente donde trabajaba para mantener a su mujer y sus hijos…
todos, todos duermen, todos están durmiendo en la colina…”

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

Una familia en busca de la Gran Novela Argentina

La historia de la que habla el documental Familia Lugones, dirigido por Paula Hernández, es verdaderamente apasionante. En parte por lo que sugiere el subtítulo del filme: 'Un viaje a la historia argentina del siglo XX'. En efecto, la antisaga de los Lugones -desde el fundador de la dinastía, el poeta Leopoldo, hasta su bisnieto Alejandro que como él se suicidó en el Tigre- es muy útil para revisar el derrotero del país a lo largo de ese siglo que, gracias al cielo, ha terminado ya de una vez. Pero aunque usar a los Lugones como prisma para ver otra cosa pueda ser útil, está lejos de ser concluyente. Hay algo en la dinámica interna de esa familia que no puede atribuirse tan sólo a las circunstancias políticas, sociales o culturales de un país.

Durante el documental alguien desliza el adjetivo 'maldita'. Resulta tentador usarlo para definir a la familia, si no fuese porque le hace escaso favor a la individualidad de cada uno de sus destinos, que en algún caso -como el de Pirí, nieta del poeta- se diferenció casi en un todo de las elecciones de sus antecesores. En todo caso, una cosa es clara: la riqueza de la experiencia que protagonizaron reclama, más que un libro de historia o un documental, la clase de investigación que sólo puede permitirse la creación literaria o cualquier otra de las variantes de la ficción.

Leopoldo padre fue izquierdista en su juventud y terminó siendo fascista. Apodado el Poeta de la Patria, produjo muchos libros que en buena medida resultan hoy ilegibles y jugó su prestigio al apoyo de las dictaduras militares. Que se suicidase en una casona del Tigre coincidiendo con la decadencia de una de tales autocracias no sorprendió a nadie. Su hijo, también llamado Leopoldo, se unió a la policía. Era alto oficial de ese cuerpo cuando obtuvo su triste fama, al poner en práctica la peregrina idea de usar los aparatos con que se daba corriente eléctrica al ganado en los interrogatorios policiales -y crear, así, la picana eléctrica: ¡otra de las grandes contribuciones argentinas a la Historia del Mundo!

Su hija Pirí, que fue una periodista brillante, se presentaba así: "Buenas tardes, yo soy la hija del torturador". En vida Pirí hizo lo indecible por apartarse de la sombra terrible de su padre y de su abuelo. Militó en la izquierda peronista, llegando a enamorarse de Rodolfo Walsh. Su hijo Alejandro, que había nacido con un defecto en la mano izquierda, tenía todo el aura de un poeta romántico. Eso era lo que apuntaba a ser -fue uno de los personajes ubicuos en la escena del incipiente rock nacional- hasta que decidió ahorcarse en el Tigre... lo cual le supuso hacer un nudo con su mano sana, tomándose el doble del trabajo de lo que entrañaría para una persona sin problemas físicos. Es fácil suponer que todo esto fue demasiada muerte para Pirí, que terminó secuestrada por la dictadura de los años 70. Según el testimonio de Horacio Verbitsky, gente que sobrevivió al campo de exterminio La Cacha, donde la recluyeron, dice que la escuchaba burlarse de sus captores durante la tortura, diciendo: "¡Ese aparato lo inventó mi papá!"

El documental incluye además testimonios de Horacio González, Noé Jitrik, Julia Costenla, Felipe Pigna y Osvaldo Bayer, entre otros. Y tiene un entramado ficcional que quizás sea innecesario, por más que ver a los dos actores que lo protagonizan -Nahuel Pérez Biscayart y Martín Piroyansky- siempre es un placer.

Eché de menos saber algo sobre los Lugones que sobrevivieron a los Lugones. Debe haber alguno que lleve adelante una vida plena y feliz, permitiéndonos espantar la leyenda de la maldición que tanto seduce a los argentinos, cuando sospechamos que nunca dejaremos atrás un destino de tragedia.

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

PALABRAS PARA ELLA

El gordito afable que me recomienda mi hija viene a ver cómo anda mi computadora portátil cargado con su maletín de herramientas secretas. Después de que nos saludamos y le explico el problema, se sienta un tanto lejos de mí en el estudio, y nos ponemos entonces cada uno a lo suyo, yo a escribir, y él al ver qué pasa con la lap top.

La coloca en su regazo —no en balde en el argot de los tiempos se llama lap top—, se restriega con fruición las manos como si lo que tuviera consigo fuera un postre sin nada de eso de edulcorantes artificiales, azúcar pura, mermelada o batido de crema, la enciende con delicadeza, y entonces me doy cuenta que más que un postre el leve artilugio pasa a ser para él una criatura porque comienza a hablarle con palabras cariñosas, a tratar de traerla por el buen camino si es que muestra signos de anarquía, “ah, no, para dónde vas muñequita”, a contentarla porque siente que se ha resentido por algo, “no, mi muchachita, es que usted también sale con unas cosas…”, le pide que espere, que no se apresure, “ah, no, tené paciencia”, y cuando hace lo que no le ha ordenado: “esperate, no estés de loca”.

Luego baja la voz, se queda en un susurro como un moscardón enamorado, parece que canturrea, y cuando me aparto de mi pantalla, lo miro y le pregunto con quién habla, a pesar de que ya lo sé, él me mira a su vez con sonrisa beatífica y me responde que con ella, “yo les hablo a ellas siempre”, dice con ternura, y en su rostro transportado adivino toda la soledad del mundo.

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

Esperpentos translúcidos

Para los que se inician en el ciberturismo, el mayor atractivo de la red tiene que ver con su aparente impunidad. Ser otro, u otros. Decir, obedeciendo a impulsos repentinos, lo que nadie diría frente a un desconocido. Autorizarse a denostar, insultar, humillar a quien no se conoce ni se conocerá. Reírse dientes adentro por haber recién hecho lo que en el mundo real sería considerado cobardía sin nombre ni vergüenza. Casi todos hemos sentido la tentación de hacerlo, o cuando menos albergamos la idea de un día extralimitarnos sin por ello tener que dar la cara, como quien lleva doble o triple vida. Pero insisto, se trata de una impunidad engañosa, pues nadie que se atreva a ser otro puede volver a ser quien antes era sin dejar huellas, o hasta cicatrices.

Los versados en la etiqueta de las relaciones virtuales encuentran un peligro en la posibilidad de actuar intempestivamente y luego lamentarlo, ya sea en un e-mail, un chat, un foro, un blog, donde nada es más fácil que soltar lo que se ha pensado sin pensar, igual que se descarga un bofetón y al hacerlo se prueba el deleitoso elíxir de la crueldad, mismo que al digerirse va dejando un regusto más y más amargo en quien se creyó libre de sarpullidos morales ulteriores. Sólo que en internet no se miran las consecuencias de lo que se hace, ni se acaba de creer que el enemigo al otro lado de la línea es del todo persona. Apretamos botones, y si uno de ellos está conectado a alguna cámara de tortura mental, no parece realmente culpa nuestra. E incluso si así fuera, bastaría con apagar el aparato y pretender que nada sucedió.

Son legión quienes han encontrado una pareja merced a la virtualidad electrónica, pero podría apostar a que son muchos más los que han visto sus relaciones destrozadas por intermedio de ese mismo recurso. Igual que tantos se aficionan a golpear desde la relativa penumbra del teclado, no pocos son adictos a husmear en los ciberbuzones de sus seres queridos, y a veces alcanzarse la alta canallada de enviar correos perversos en su nombre. Algo que con el método tradicional exigiría tinta, papel, estampillas y tiempo, y aquí es tan simple como apretar un botón. O en fin, algunos cuantos. Nada que tome más de un par de minutos: tiempo sobrante para golpear de lleno y por la espalda, con una de esas máscaras que hacen del pusilánime raudo castigador.

“Nada impresiona a los taxistas de Nueva York”, concluye un personaje de Woody Allen al pagarle al chofer y advertir que su condición de invisible le tiene sin cuidado. Ahora que todos somos invisibles gracias al monitor que a tantos sitios nos permite asomarnos sin dejar casi huella —o dejándola en medio de millones—, lo impresionante es descubrir que aquellos que creímos frenos morales no eran más que retazos de pereza. Si antes no recibíamos anónimos era porque costaba tiempo y esfuerzo perpetrarlos.

No estoy especulando. Desde la noche en que me carcajée a solas hostigando neonazis emboscados y satanistas de carnaval, hasta el día en que recibí amenazas y soporté imposturas incriminatorias capaces de joderme la paz espiritual por anchos meses, he encontrado que las mentiras virtuales necesitan de poco para hacerse verdades con textura de pesadilla lovecraftiana. Aun así, cuesta trabajo creer que haya quien tenga tan escasa vida personal que se ocupe escarbando en las ajenas, como hacen los villanos de telenovela. Cuesta asimismo reconocer que basta una pequeña desazón para verse tentado a tornarse uno de esos solitarios.

En los tiempos de Howard Phillips Lovecraft, había que leer el Necronomicón para entrar en los círculos concéntricos de la locura sobrenatural. Hoy basta con leer los correos ajenos para caer en una espiral de rencores, denuestos e imposturas al vapor. Lo único ilusorio, de entonces hasta ahora, consiste en darle crédito a la superstición facilona de que no quedó huella en el lugar del crimen. Más allá de las direcciones IP y la bitácora de los servidores, las marcas del siniestro sobreviven al fondo de la propia conciencia. Se convierte uno en monstruo sin siquiera advertirlo, y aún va por ahí jugando alegremente al Hombre Invisible.

¿“Alegremente”, dije? Qué patraña más triste.

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

Cien genios

Siguiendo con la idea de la lista, después de los doce Premios Nobel de Literatura judíos, ahora viene la lista de los cien genios. Es una lista producida por Synectics, una de estas empresas de asesores que cobran demasiado por cambiar la manera de ver el mundo. En este caso, me encanta la manera de ver al mundo olvidando la vieja cultura en una búsqueda renovada de lo que es un genio. Hablé en este blog de Afterpop, un libro de Eloy Fernández Porta sobre la literatura de la implosión mediática. Es con la misma actitud (es decir, reconociendo que no se puede considerar a la cultura de la misma manera después de la generalización de la televisión y de la imagen) que debemos mirar a la lista de los cien genios contemporáneos producida por Synectics.

Claro que para producir una lista como ésta hay que definir los criterios del genio. En este caso son cinco:

1. Modificación de paradigma (hay un antes y un después de la actividad genio en la manera común de mirar al territorio de su creatividad).

2. Audiencia popular (un genio desconocido no tiene impacto, claro).

3. Potencia intelectual (¿Cuál es la capacidad de procesar operaciones del genio?).

4. Obra (el genio no puede ser una mera promesa).

5. Importancia cultural (No se hace algo genial si no se  modifica la cultura humana).

Utilizando estos criterios, se armó una lista sorprendente encabezada por un químico y el inventor de los protocolos de comunicación en Internet. Me parece imprescindible leerla pues tiene una gran credibilidad y no se parece a la lista que podríamos sacar de una lectura de periódicos (nadie supera a los periodistas en el conformismo). En el mero caso del oficio de escribir, aparecen doce genios en la lista:

- Dario Fo
- Nicholson Baker
- Geoffrey Hill
- Seamus Heaney
- Harold Pinter
- Philip Roth
- Margaret Atwood
- Stephen King
- Annette Baier
- Jim Fosse
- Graham Lineham
- JK Rowling

Todos escriben en inglés, sí, pero esto no cambia nada la novedosa orientación de la mirada. Hay tres premios Nobel, sí, Fo, Heaney y Pinter, pero ¿quién conoce de verdad a Nicholson Baker o Graham Lineham? Siempre, mirando a la cultura, buscamos más de la misma cosa, personas que producen texto e ignorando a los que producen códigos. Gran oportunidad para cambiar de paradigma.

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

CAMBIO CLIMÁTICO

El cambio climático, ¿quién iba a decirlo?, se ha convertido en la vara de medir izquierdas y derechas. Casi cualquier vara rígida habría servido en estas circunstancias de máxima lasitud pero el cambio climático tiene de particular que invoca sentimientos primarios acordes con el infantilismo placentario en que ha recaído la civilización.

¿Quién puede ser indiferente a los males que afligen a nuestra madre Tierra? ¿Quién puede ser tan infame como para no alistarse entre aquellos que no desean hacerla sufrir y enfermar más? Sólo los muy crueles y duros de corazón, sólo los intransigentes, los duros de mente, los carcas, pueden corresponderse con una conciencia insensible. Insensibles antes a la explotación social  e insensibles hoy a la explotación de la naturaleza.

La izquierda, en cambio, es antiexplotadora de por sí, partidaria de la repartición de las riquezas y de la igualdad social. ¿Que la coherencia con la lucha del campo climático, elevado a dogma, conlleve una preeminencia de los dolores del planeta y una subordinación de los múltiples dolores de sus habitantes más pobres? La proclama sigue el mismo rumbo de amar antes a los animales que a los hombres, ante los bosques que a las multitudes. Lo moderno progresista consiste en no poder dormir por una especie en extinción de la que quedan apenas una docena de ejemplares y sin embargo descansar a pierna suelta por una población humana en peligro de extinción de millones de habitantes subalimentados o hambrientos ante el imperativo, supuestamente indiscutible, de proteger los paisajes.    

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2007
Blogs de autor

El desdén de París

Arribar a París a media lluvia revienta el optimismo de cualquiera, más todavía en lunes, de noche y a solas. Camino hacia la Plaza de la Concordia, sin distinguir aún el obelisco pero ya inquieto por algún resplandor vecino, que nada más llegar me abarata el paisaje tan esperado, pues justo atrás de la vistosa plaza se alza una gigantesca y refulgente rueda de la fortuna, por sí misma capaz de ridiculizar al obelisco. De modo que me acerco únicamente para comprobar que aún se trata de la misma plaza y el obelisco no ha cambiado de talla. Un empeño más bien deficitario, pues con el tiempo todo muda de talla, color y resplandor.

Dudo que exista quien pueda olvidar la primera vez que puso un pie sobre Campos Eliseos, con toda la alegría intempestiva que suele acompañar al evento. Me recuerdo con pocos dólares en la bolsa —¿treinta, cuarenta?—, sin perspectivas de dormir bajo techo esa noche o las próximas, brincoteando ante el Arco del Triunfo, al mando de un estado de felicidad que ninguna miseria empañaría. Era pleno verano, traía una canción del Clash en la cabeza y había decidido gastarme aquellos dólares en la renta de una bicicleta, que si bien no valdría para proporcionarme techo ni sustento, cuando menos me dejaría ir y venir por aquella ciudad maravillosa que yo quería comerme adoquín por adoquín. Había incluso un placer especial en gastarse hasta el último centavo y andar por esas calles ligero como un paria, sin otro tiempo que el presente perfecto.

Las noches son incomparablemente más largas para quienes duermen a la intemperie. Iba y venía entonces entre los andenes de la Gare du Nord, buscando alguna caja de cartón que pudiera servirme de cama; si además de eso conseguía una barra de chocolate, podría negociar varias horas de sueño, hasta que por ahí de las cinco y media me despertara la punta del zapato de alguno de los policías a cargo de limpiar de vagabundos el andén. Lo hacían suavemente la primera vez, luego ya daban patadas en forma. Hora de desatar la bicicleta e ir en busca de algún hotel en cuyo lobby pudiese acomodarme a dormitar hasta las siete u ocho. Para quien ha dormido a la intemperie, la salida del sol es motivo sobrado de alegría: la vida se renueva, todo puede pasar.

Tengo, por suerte, las manos bien grandes. Puedo esconder tras una sola de ellas cualquier objeto de doce o trece centímetros, con las puntas de las falanges dobladas. Que era el caso de las barras de chocolate que me llevaba de las tabaquerías sin despertar sospechas, cuatro o cinco por día para poder continuar pedaleando de lobby en lobby; limpiando las conciencias de los turistas que no tenían empacho en creerse los cuentos que les contaba para sacarles algo de dinero. Una existencia sórdida, vista ya desde aquí, pero que entonces era luminosa como un día de cumpleaños para un niño.

Escribo estas palabras en un cuarto de hotel, muy cerca de la Ópera, preguntándome si mañana habrá sol o tormenta. Supongo que hace años, cuando dormía en la estación de trenes, la sola idea de tener un cuarto con baño privado y poder remojarme completo en la tina me habría bastado para saltar de dicha, pero el hecho es que llueve y no tengo bicicleta y Chet Baker insiste en pintarme la noche de azul marino. Tampoco tengo ganas de meterme en la tina. Recuerdo así la vieja sensación de rechazo que lo hace a uno enamorarse de ciertas ciudades. Con tortuosa frecuencia, el amor se alimenta del desdén.

No puedo soportar que París me dé la espalda, luego de haberme seducido por medios incontables y quizás infinitos. Tengo que ir y buscarle la cara, como haría con una mujer entrañable a cuyas lágrimas temo más que a las mías. Tengo también que darle la razón a Chet Baker: se necesita suerte para amar así.

Leer más
profile avatar
30 de octubre de 2007
Blogs de autor

Premios Nobel multilingües

Un amigo me manda un enlace hacia un artículo de The Forward, un diario judío en línea. Se trata del extracto de un libro de Ruth Wisse, Jews and Power (los judíos y el poder). El artículo se titula “Politics of language” (la política del lenguaje). Es una larga evocación de los dos lenguajes históricos de los judíos: el yiddish y el ladino, lo que pone al hebreo en una posición extraña. La tesis de Wisse es que los judíos se encuentran a medio camino entre los cristianos (no importa el lenguaje de los textos sagrados, valen las traducciones) y los musulmanes (el libro sagrado no se puede desconectar del idioma árabe). Para los judíos, el hebreo es central pero tampoco es el lenguaje exclusivo. Todo el contrario: la relación de los judíos con el idioma es de lo más abierta.

Una última prueba de esta tesis: un cálculo sobre los judíos que consiguieron el Premio Nobel de Literatura. De 104 ganadores, 12 son judíos. El diez por ciento no está mal para un pueblo tan pequeño, pero más impresionante es la utilización de siete idiomas para conseguir estos premios: alemán (Heyse, Sachs, Canetti), francés (Bergson), ruso (Pasternak, Brodsky), inglés (Bellow, Gordimer, Pinter), húngaro (Kertsez), hebreo (Agnon) e yiddish (Singer).

Ruth Wisse emigró con sus padres desde Czernowitz en Rumanía, hacia Canadá. Su historia y la de su familia es la de una mezcla de idiomas. Se tituló en Harvard en estudios de yiddish, pero nota que dos escritores judíos nacidos en la misma ciudad de Czernowitz (que pertenece hoy a Ucrania) se ilustraron en alemán (Paul Celan) y hebreo (Aharon Appelfeld). No da explicación a la proporción descomunal de judíos entre los ganadores del Nobel de literatura pero explica muy bien, como los judíos, al tener una actitud muy flexible con relación al lenguaje tuvieron “ventajas espectaculares en la competencia cultural”. Buena oportunidad para reflexionar sobre los determinismos en el clásico triángulo: nación, idioma, estado.

Leer más
profile avatar
30 de octubre de 2007
Blogs de autor

Un cuento de Oz

Me quedé enganchado con algo que le dijo Amos Oz a Rosa Montero, en la última edición del dominical de El País. Oz contaba algo que le había referido el novelista israelí Shami Mijail. Según Mijail, había cogido un taxi entre Haifa y Be'er Sheva, lo cual supone recorrer medio país. (Es un trayecto que conozco bien.) En un momento del viaje el taxista le dice: "Hay que matar a todos los árabes". En vez de enojarse -cosa que yo hubiese hecho en su lugar, dada la inquietud que me sacude en estos días-, Mijail optó por preguntarle: "Pero, ¿quién debería matar a los árabes?" El taxista respondió: "Nosotros". Mijail lo presionó: "Sea más específico, por favor. ¿El ejército, la policía, los bomberos, los médicos? ¿Quiénes matarían a los árabes?" El taxista dijo entonces: "Cada uno de nosotros debe matar algunos". "Entonces usted que vive en Haifa -siguió Mijail, implacable- va a un edificio de apartamentos, llama al timbre, perdone, señor, señora, ¿es usted árabe? Pum, pum, les mata. Y así mata a todos y cuando termina se va para su casa. Pero cuando está abandonando el edificio escucha llorar a un niño pequeño en uno de los pisos superiores. Dígame, ¿dejaría al niño con vida? ¿Regresaría para matar al niño o no?" Según Oz, todo lo que el taxista atinó al fin a decirle a Mijail fue: "Es usted un hombre muy cruel".

La anécdota me refregó en la cara algo que por supuesto sabía pero me cuesta poner en práctica: que la dialéctica suele ser más efectiva, mejor pedagogía que la pura indignación, que el enojo frontal.

También me quedé pensando en una de las características propias de nuestra sociedad de masas, tan orgullosa de su organización fragmentada en especializaciones. El hecho de que un hombre ya no deba hacerse cargo de la totalidad de su existencia -produciendo sus propios alimentos, levantando su propia casa, protegiendo a los suyos- tiene sus ventajas pero a la vez entraña un pacto fáustico. Como de hecho existen gremios que harán las tareas que no hacemos, lo cual incluye las más desagradables, esa delegación nos anima -¡nos tienta!- a tolerar cosas que nunca nos animaríamos a encarar por mano propia.

Quiero decir: el hecho de que existan ejércitos, policías y cierto tipo de organizaciones políticas nos insta a usarlos para que nos quiten de encima molestias y presuntos peligros -grupos sociales, razas, núcleos políticos- con los que de otra forma no tendríamos más remedio que aprender a convivir. Como el arma está, la tentación de usarla existe. Total, como no vemos el daño con nuestros propios ojos ni matamos con nuestra propia mano podemos darnos el lujo de burlar la culpa... o por lo menos de presumir que la burlaremos.

Lo último que me impactó fue el comentario final del taxista. "Es usted un hombre muy cruel", le dijo a Mijail, después de haber propuesto la solución final para los árabes. Todo lo que hizo Mijail fue poner un espejo delante del taxista. La crueldad que veía, y en la que no quería reconocerse, era la suya propia.

Leer más
profile avatar
30 de octubre de 2007
Blogs de autor

EL ESPACIO VERTICAL

La presencia puede ser insoportable. Para sortearla la mayor parte de los medios de comunicación moderna han popularizado la fórmula de estar sin presentarse, actuar sin verse, presenciarse sin persona. Esta pérdida de presencialidad ha ensanchado el mundo de las relaciones. El espectáculo del otro y de los demás sin necesidad de la presencia. O bien, el espectáculo sustituye a la proximidad. La escena actúa como un cámara de transfusión de lo real para crear el mundo de una irrealidad transparente y liviana compatible con la idea inocente de la ausencia. La presencia asusta, pero en tanto se distancia y se difumina lo que se ve nos calma.

Los personajes extraen la persona de la figura y aligeran el peso de la imagen: le conceden capacidad de transmitir y planear, volar y trasladarse, una vez que ha disminuido el lastre de todo lo presente. Lo presente se hace ausente de la misma manera que el presente contemporáneo se vive con la impresión de un periodo vertical, no agotable en su intervalo sino inagotable en su calado, penetrable hasta el fondo absoluto donde el tiempo desaparece o transmuta su temible dirección horizontal por la dirección vertical que nos trasciende. En ese viaje del presente hasta el corazón vertical del mundo lo decisivo no es tanto aquello que se ve o no se ve sino la inmersión en una profundidad interminable. El mundo está abarrotado en la superficie pero vacío, inexplorado en su interior. El mundo es insoportable en la acumulación de la muchedumbre pero gana extraordinario interés en la transparencia de su oquedad. En la vida real nos abrimos el camino a codazos, tratamos de ganar nuestro lugar en el espacio acotado, en las pantallas buceamos, buscamos nuestra oportunidad en la ausencia del espacio marcado.

Leer más
profile avatar
30 de octubre de 2007
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.