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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cállate o te mato

Leí la noticia hace unos cuantos días, pero no puedo sacármela de la cabeza. Durante una proyección de The Curious Case of Benjamin Button en Philadelphia, un joven de 29 años llamado James Joseph Cialella se enojó con el hombre que tenía delante porque no dejaba de hablar con su hijo. Según declaró, les pidió que se callaran y como hicieron caso omiso, sacó la pistola Kel-Tec .380 que llevaba en la cintura de su jogging y le pegó al padre un disparo en el brazo. Se lo llevaron preso, claro, para endilgarle después los cargos de intento de homicidio, asalto agravado y violación de la legislación de armas. Pero sin duda alguna, ese señor lo va a pensar dos veces antes de volver a hablar en en voz alta dentro de un cine.

No voy a justificar la violencia, por cierto. Ni aprovecharé la ocasión para reflexionar sobre la laxa legislación en materia de tenencia de armas que es tan característica de los Estados Unidos. Pero tampoco negaré que más de una vez perdí la paciencia ante la gente que habla en el cine en plena proyección de una película. Durante algún tiempo las actividades ‘expansivas' en la sala fueron, sí, patrimonio de los americanos del Norte. Más de una vez he padecido el ruido ensordecedor de las manos hurgando en los botes de popcorn, los dedos desenvolviendo paquetes de golosinas y las lenguas embarcadas en conversaciones que exceden la pregunta o comentario ocasional. Pero hoy en día, la mala costumbre de los ruidos es una característica (cuanto menos) occidental en su conjunto.

Parte de la culpa la tiene la TV, que en la intimidad de nuestros hogares nos permite hacer lo que sea en plena emisión de cualquier programa. La mayoría de la gente que conozco tiene el hábito de encender la TV y conversar encima. Es verdad que existen emisiones que requieren tan mínima concentración que le posibilitan a uno hablar, comer, jugar al poker y estudiar esperanto mientras transcurren. Pero yo, tal vez por deformación profesional, cuando pongo algo en la TV me gusta atender a su desarrollo. Será porque -también- me gusta ver cosas que me desafían como espectador...

Sin embargo, más allá de la TV y de la falta de cortesía hacia el prójimo que se populariza cada vez más en nuestras sociedades, yo creo que mucha gente habla hoy en el cine porque ya no sabe cómo estar sola. Necesita el cotorreo constante para persuadirse de que está acompañada. Y se pierde la maravillosa experiencia del contemplar-con-otros, que es totalmente distinta a la de contemplar en soledad.

Dicho lo cual, confieso haber levantado la voz alguna vez para pedirle a un par de señores mayores que si querían hablar durante la película, esperasen a su edición en DVD y la viesen en casa. 



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15 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lapidaciones y otros horrores

La noticia quema. El mufti de Arabia Saudí, máxima autoridad religiosa del país, acaba de emitir una fatua que permite (permitir es un eufemismo, la palabra exacta sería imponer) el matrimonio de niñas de 10 años de edad. El tal mufti (me acordaré de él en mis oraciones) explica el porqué: dice que la decisión es ?justa? para las mujeres, al contrario de la fatua anterior, que establecía en 15 años la edad mínima para el matrimonio, cosa que Abdelaziz Al Sheji (ese es su nombre) consideraba ?injusto?. Acerca de las razones de este ?justo? y de este ?injusto?, ni una palabra, ni siquiera se nos dice si las niñas de 10 años fueron consultadas. Es cierto que la democracia brilla por su ausencia en Arabia Saudí, pero, en un asunto de tanto melindre, podría haberse abierto una excepción. En fin, los pedófilos pueden estar contentos: la pederastia es legal Arabia Saudí. Otras noticias que queman. En Irán fueron lapidados dos hombres por adulterio, en Pakistán cinco mujeres fueron enterradas vivas por querer casarse por lo civil con hombres que ellas habían elegido? Aquí me quedo. No aguanto más.       



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15 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué hay dentro de libros?

Libros que atesoran objetos perdidos. Ilustración: Kim Bost/ Paper CutsAdemás de lo obvio, ¿qué más puede uno encontrar dentro de un libro cerrado por años en tu biblioteca? Yo he encontrado llaves, tarjetas, separadores de páginas, fotografías de ex novias, boletos, flores secas, papeles garabateados con frases o direcciones, clips retorcidos a manera de separador y muchas, muchas plumas (en una época solía recoger plumas cuando me las encontraba en el camino, como si fueran una señal). Lo más extraño que encontré fue una carta escrita a mano por un viajero perdido, que copié integramente en El viaje interior, que hallé en una edición amarillenta de Justine que conseguí en una librería de viejo en Málaga. Lo más valioso fue, hace dos años, un separador de libros chino que me regaló una chica en 1987. El separador tenía un poema de Tagore que era, ahora me resulta obvio, una declaración de amor: "Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso despligue sus suaves sombras, su clara luz, hacia el ocaso" Desde luego que pensaba en ella, moría de amor por ella, pero nunca me atreví a decírselo, quizá porque esperaba una señal menos obvia para saber enterarme si ella me amaba o no (mi única defensa es admitirque aquella era la época que recogía plumas en la calle). Cuando al fin me atreví a expresar lo que sentía, era demasiado tarde. ¿Nostálgico estás? Es que no como. ¿Y a qué viene este recuento personal? Simplemente a que en el blog "Paper Cuts" apareció hace unos días un artículo titulado "Librarian, There?s Some Bacon in My Book" y me felicité porque, hasta ahora, no he encontrado un tocino en ningún libro mío. Tan mal no estoy. Dice el divertido post:A few weeks ago in the Book Review, Henry Alford wrote about strange things found stashed (and smashed) inside books, from money and photographs to baby?s teeth, insect corpses and pieces of superannuated bacon.Bacon. Really?Out in the blogosphere, there seems to be a lot of skepticism about the bacon bookmark meme ? or ?urban legend,? if you prefer. The most detailed discussion I could find, a 2006 essay on the aptly named site Bibliobuffet, mentions numerous sightings of errant breakfast meat in libraries from Florida to Nebraska (the earliest known bacon-in-books sighting was in an Omaha library) to Washington State and beyond, but no first-hand accounts from librarians, let alone testable lab samples of ?book jerky.??I have never heard directly from a librarian who has found bacon? in a book, Farley ? who claims to have a collection of more than 5,000 bookmarks ? said in an email message. The closest she came, apparently, was an interview with the creators of the library comic strip Unshelved, in which they talked about hearing first-hand from librarians who had found bacon. (Alas, the interview no longer seems to be available online.)So, readers, where?s the pork? Have you ever found (or put) any meat products in your books?(P.S. If you lust for a bacon bookmark but don?t want to leave a grease stain, or kill a pig, you can always knit your own.)



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14 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juego sin tregua ni cuartel

Oriente Medio es el tablero de un juego peligroso, sin reglas y con demasiados jugadores. La dificultad de interpretar el sentido de los acontecimientos que estallan en este escenario bíblico da pie a maniobras fallidas, coléricas o ridículas (como la de Sarkozy anunciando la semana pasada en Egipto una tregua bilateral que no tuvo lugar).

Israel asalta la franja de Gaza y muchos se preguntan: ¿por qué ahora, en este preciso momento? Una primera respuesta: para entrometerse abruptamente en la agenda política de Barack Obama.

La toma de posesión del nuevo inquilino de la Casa Blanca (¡formidable epíteto para el presidente de un imperio!) tendrá lugar mientras los edificios civiles de Gaza se desploman bajo las bombas de fuego líquido, los habitantes corren despavoridos hacia ninguna parte y las fronteras siguen cerradas a cal y canto. La fuerza de los hechos brutales cercena la elocuencia de lo que Obama podría decir sobre Palestina, la paz, la concordia, el consenso de las mutuas concesiones, etc.

Los halcones de Israel han enviado a la Casa Blanca un mensaje: que a la señora Clinton ni se le ocurra restaurar la política de su marido. De aquella famosa foto de tres hombres dándose la mano no queda nadie: Rabin murió asesinado, Arafat murió calcinado por sus achaques, y Clinton debe seguir siendo un cadáver político. El nombramiento de Obama -Hillary como secretaria de estado de asuntos exteriores- encendió las alarmas en Tel Aviv -como si se avecinara uno de aquellos cacharros volantes de Saddam Hussein.

La atrevida iniciativa impulsada por Clinton durante su segundo mandato para sentar las bases de una paz definitiva consolidó el insólito acercamiento entre sionistas intransigentes y cristianos renacidos, la trama de una guerra redentora (Iraq) y la ilusión de un supremacismo mundial definitivo. Los dos sueños -el de la paz y el del dominio absoluto- han sido efímeros.

Es motivo de expectación la destreza que tendrá Obama para manejar a sus inevitables aliados en Oriente Medio.



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14 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Crisis del cuento?

Cuentos en encrucijada. Fuente: el mercurio Una nota sobre la posible crisis del género "cuento" es la que abre la edición de fin de semana de la Revista de Libros de "El Mercurio". El autor es Patricio Tapia y empieza declarando:Érase una vez, no hace mucho, mucho tiempo, un pobre género literario que había sido rey de una comarca, pero ahora estaba debilitado, quizá enfermo y por más que trabajaba no podía salir adelante. Su trono lo había usurpado un hermano suyo, más joven pero más robusto, que lo mantenía encerrado en un calabozo y sólo de vez en cuando le permitía ver la luz...Ya es lugar común, cuando menos en los países hispanohablantes, denunciar la poca atención que el mundo editorial dedica al cuento, las dificultades para publicarlos y la consecuente desesperación de sus cultores, forzados a explorar otras formas, generalmente la novela. Es verdad que muy pocos escritores se asumen como "cuentistas", porque son muy pocos los que escriben sólo cuentos, pero también lo es que muchos son conocidos por ellos: Borges, O. Henry, Raymond Carver, Alice Munro, Cynthia Ozick, por mencionar algunos.Pero ¿de qué hablamos realmente cuando hablamos de crisis en el cuento? No precisamente de que ya no se escriban cuentos, porque dudo que el ritmo de escritura de relatos se haya reducido en las últimas décadas (aunque podríamos tener esa impresión porque, lo que sí ha ocurrido, es que ha aumentado el de escritura de novelas) sino porque los editores cada vez se ponen más quisquillosos para publicar cuentos. Así lo comprueba el mismo periodista:¿Qué se dice por la contraparte, las editoriales? ¿Existe reticencia para publicar cuentos? Andrea Viu, de Alfaguara, señala: "Sí, existe. Dicho a lo bruto 'el cuento no vende' o, al menos, vende mucho menos que la novela. Pareciera haber reticencia entre los lectores a leer cuentos. Algo que francamente no entiendo". Arturo Infante, de Catalonia, indica: "Claro que existe; prueba de ello es lo poco que se publica en relación a la novela o a la no ficción. Tampoco los lectores los demandan por sobre esos otros géneros". "En mi caso, publico cuentos porque me gusta el género. Y seguiré publicando, pues además no les va tan mal como se supone, muchas veces mejor que a muchas novelas que hacen ruido inicial y luego se van al saldo". Y no obstante las razones para no publicarla, hay editoriales españolas que dedican especial atención a la narrativa breve. Según José Ángel Zapatero, de Menoscuarto: "Lo hacemos primero por gusto personal y luego por ofrecer a los lectores de cuentos (que son cada vez más) lo que desean y les gusta leer y a los no lectores de cuentos la posibilidad de disfrutar con historias breves contadas con intensidad y calidad literaria". Juan Casamayor, de Páginas de espuma, señala que en la década de vida que tiene su editorial "se han registrado síntomas evidentes que hablan de la vitalidad del género": desde jóvenes escritores españoles y latinoamericanos que están escribiendo buenos libros de cuentos hasta el crecimiento sostenido de lectores. Todo lo cual lleva a que "de la lúgubre máxima de 'el cuento no vende' hayamos pasado a proyectos que pueden hacer gala del lema 'vivir del cuento'".Interesante. Pero me pregunto si ahora, con el auge de los teléfonos móviles tipo Blackberry o iPhone, el Facebook y tantas herramientas digitales inmediatas, no habrá un nuevo auge del relato corto o cortísimo. Quizá. Puedo imaginarme clarísimo un mundo donde los cuentos se descargan por internet y se leen en teléfonos. Y ahí sí que habrá que ser contundente si no queremos ser interrumpidos por una llamada urgente que no diga nada.



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14 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Wáshington Delgado reeditado

Carátula del libro. Fuente: fondo editorial u de lima Nunca olvidaré una escena de cuando grabamos una entrevista con Wáshington Delgado para "Vano Oficio". Antes de la entrevista en su copiosa biblioteca, el poeta nos había advertido que estaba resfriado "y eso me pone de mal humor". Mi productor y yo nos miramos desconcertados y tratamos de hacer el menor ruido posible, no explotar la caja de fusibles con las luces de TV, y apurarnos con las preguntas. Sin embargo, el temido malhumor no apareció jamás. Wáshington estuvo inteligente, amable, nostálgico e incluso gracioso. Tan fácil fue la entrevista que al final me animé a pedirle que lea ante cámaras mi poema favorito suyo, aquel que tiene esa frase simple pero contundente que acompaña mi vida desde la Universidad: "Aunque tenga que morir lo que yo amo, quiero mirar lo que renace". Wáshington lo recordaba bien. Cogió un libro de sus estante y lo ubicó sin problemas, como si lo tuviese marcado. Y lo leyó con esa voz espléndida, grave pero nada solemne, con que solía leer a los clásicos españoles del Siglo de Oro cuando era mi profesor en la Católica. Inolvidable. Hoy me encontré con la gratísima sorpresa de que la Universidad de Lima ha publicado en cuatro tomos toda la obra de Wáshington Delgado, editados por el poeta Jorge Eslava. Dice la nota de prensa:La literatura peruana se ve enriquecida, en esta oportunidad, con la publicación de la poesía y la prosa, la palabra escrita, en suma, de Wáshington Delgado (Cusco, 1927-Lima, 2003), reunida en cuatro tomos. El primero reúne la totalidad de su obra poética, que se inicia en 1951 y concluye el 2003. El segundo tomo compila su creación cuentística y su fecunda producción periodística, publicada en diversos medios nacionales. El tercer volumen lo integran sus trabajos interpretativos e historiográficos sobre literatura española y peruana; finalmente, el cuarto tomo es una recopilación de ensayos, conferencias y prólogos, además de una entrevista, una semblanza y un álbum fotográfico de quien a la par que su actividad intelectual realizó también una intensa labor docente en distintos centros académicosdel país.Todo está servido para poder leer a Wáshington y mirar lo que renace.



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14 de enero de 2009
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«La rentrée»

Lo que más me impresiona al entrar en una librería parisiense en estos días es el cambio. Los libros que figuran en las mesas no se parecen a los que estaban antes de navidad. Como si la verbena de la noche vieja fuese una oportunidad para limpiar por completo los lugares y empezar de nuevo. Ahora, hay dos "rentrées" en la vida editorial: la de septiembre/octubre, preludio a la entrega de los premios literarios. Y la de enero. Es impresionante: en el otoño se anunciaba la publicación de 676 novelas. En este principio de año se habla de 558, incluyendo 211 en forma de traducciones de otros idiomas.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_jardn_devastado_med.jpgDesde el mundo hispanohablante vienen libros de Jorge Volpi (El jardín devastado), Roberto Bolaño (El secreto del mal) y Reinaldo Arenas (Cartas a Margarita y Jorge Camacho, con prólogo de Zoé Valdés), lo que hace decir que esta "rentrée" es ya tan potente como la otra.

Pero claro, como en todos los sectores de la vida francesa, sigue siendo Nicolás Sarkozy el que tiene el mayor protagonismo. Primero, hubo un discurso del presidente anunciando más plata para la cultura, lo que no es poco en tiempo de crisis. Pero lo más sorprendente es su anuncio de la creación de un "Consejo para la creación artística" que tendrá como presidente al... propio Sarkozy. Lo anima el productor Marin Karmitz. Un presidente que se compromete con la creación artística es algo que se ve sólo en Francia, y con Sarkozy.

Vale la pena leer una entrevista con Karmitz en el sitio de Le Monde por su manera de borrar la crítica a su compromiso con la derecha. Dice Karmitz: "empecé a preocuparme cuando Mitterrand hizo a Berlusconi la oferta de hacer una televisión privada en Francia".

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14 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El móvil y Hedy Lamarr (5)

Se dice que el invento de Lamarr a la larga ha facilitado que ahora todos podamos ir hablando por teléfono mientras andamos por la calle. Ocurrió en 1942. Su verdadero nombre era Hedwig Eva Maria Kiesler y a los veinte años se casó con un fabricante de armas bastante mayor que ella, después tendría otros cinco maridos más. La leyenda cuenta que solía asistir a las reuniones de trabajo de su marido y que empezó a interesarse por el problema de sincronización de frecuencias para dirigir los torpedos. A todo esto ya era famosa por su desnudo en la película Éxtasis.

De todos modos, llegó un momento en que, debido a la colaboración de su marido con el régimen nazi, consideró que era mejor poner tierra de por medio y huyó a Londres, y de allí a Hollywood, donde paralelamente a su carrera de actriz emprendió la de inventora, lo que le valió el sobrenombre de "la belleza y el cerebro". Como si la guapura y el talento fuesen incompatibles. Los prejuicios contra los guapos está tan injustificada como la discriminación de los feos. Negarle el atractivo a alguien es injusto, pero negarle capacidad e inteligencia sólo por ser agraciado físicamente es perverso ¿o no?.



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14 de enero de 2009
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¿Qué cabe hacer?

No parece discutible que fuera de la sociedad no hay cobijo para el hombre; fuera de la sociedad, sí que realmente non est salus. Mas ¿cómo sentirse en sociedad humana cuando se considera inevitable que la inmensa mayoría de los hombres o bien vivan entre residuos de basura, o bien escapen a ello quemando su alma y cuerpo en un trabajo estúpido, adobado con horas de ocio embrutecedor? ¿Cómo sentirse en sociedad humana cuando la exigencia de dignificación de las condiciones sociales es saboteada, ya sea con desmoralizadoras llamadas al realismo, que exigiría un eterno diferir de la realización de objetivos mínimos, ya sea presentando como solución a los aspectos más directamente brutales del sistema parches caritativos que ofenden mucho más que suturan?

Ninguna acción meramente compasiva exige formalmente la dignidad del que recibe la ayuda. La humanidad que se le reconoce al asistido es meramente abstracta, de ahí que la compasión pueda fácilmente cambiar de destinatario y volcarse, por ejemplo, en un animal cuya mirada enternece. ¿Cómo, en suma, no desmoronarse espiritualmente y tirar la toalla ante el aparente desprestigio de la tesis kantiana del "imperativo categórico", según la cual co-substancial a todo ser humano sería el ver en la realización de la humanidad, concretizada en cada uno de sus representantes, un objetivo irrenunciable? Se diría, en efecto, que una parte de los humanos que nos rodean ha dejado de estar determinada por el axioma de que el ser humano constituye lo nuclear, la causa formal y final, lo que a todo precio se trata de preservar.

Como la realización de la condición humana es imposible si su vida se reduce al binomio "trabajo esclavo-ocio embrutecedor", renunciar a la humanización del trabajo (proyectar por ejemplo esa inmundicia de las 65 horas que sin el actual contexto de crisis y el hecho de que se empiecen a ver los dientes, se hubiera impuesto) tendrá como consecuencia el desplazamiento del hombre como centro de referencia, y la aparición de ideologías legitimadoras de tal renuncia.

Un ejemplo es la auténtica deformación en los últimos años del ideario ecologista, el cual constituía un corolario de la lucha efectiva del ser humano por su emancipación. Pues a menos de considerar que nuestra condición es angélica, no cabe imaginar la cabal realización de las potencialidades humanas más que en un contexto natural beneficioso, lo cual no es posible mas que si la intervención del hombre en la naturaleza respeta las condiciones de su equilibrio.

Si la dignidad material y la fertilidad espiritual del conjunto de los seres humanos fuera la máxima de acción, entonces la exigencia de proteger y conservar la naturaleza surgiría como evidencia. Así entendida, la militancia ecológica (incluida la conservación de las demás especies vivas) será pura consecuencia de la militancia propiamente dicha, es decir, consecuencia de la defensa de la causa del hombre, causa que pasa de inmediato por la exigencia de instaurar las condiciones materiales de su realización espiritual, lo que en otros momentos se llamaba des-alienación del trabajo.

En suma, situar al hombre en el centro de interés, restaurar el ideario humanista, es la premisa de todo proyecto racional de conservación y protección de la naturaleza. Y como tal ideario humanista es el contenido real de cualquier proyecto político por el que valga la pena luchar, la existencia de organizaciones cuya finalidad fuera la emancipación del hombre, haría superflua la existencia de un partido ecologista, al igual que la de un partido feminista o antirracista. Que así no ocurra es ante todo un síntoma de fracaso de los proyectos liberadores de toda la gran tradición política y espiritual de nuestra historia. Síntoma, en última instancia, de una suerte de desarraigo, de falta de confianza en nuestra entereza ante los problemas derivados de nuestra condición, los cuales son entonces sustituidos por falsas causas que juegan el papel de auténticos opiáceos.

Así esas modalidades deformadas del pensamiento ecológico, que se presentan como auténtico sustitutivo del humanismo pues la causa del hombre es desplazada, en beneficio primero de la animalidad, después de la vida y en última instancia, como decía de la naturaleza en general, una naturaleza erigida en deidad y fin último de nuestra acción previsora. A esta ideología se adhieren hoy con idéntica convicción desde patrones de multinacionales hasta políticos reconvertidos (que sólo ocupan la posición que ocupan en razón de representar intereses consolidadísimos); amalgama ya ciertamente sospechosa respecto a la legitimidad de la causa. Pues toda esta agitación no supone en realidad freno alguno para un sistema en el cual la explotación de los recursos naturales es mero corolario de la explotación del hombre. Explotación que se perpetúa en toda impunidad, mientras en las plazas públicas de las ciudades "desarrolladas", la casi equiparación en trato de niños que juegan a canes (desairragados y arrancados a toda función) que defecan es contemplada como expresión de cultura avanzada y empatía con la condición animal (¡oh locura¡ a los ojos de cualquier campesino que, por vivir realmente entre animales, nunca confunde el cariño a un animal con el amor-siempre teñido de respeto- a un niño).

Los valores de la especie los marcan hoy sofisticadísimas personas susceptibles de proponerse fabricar de artefactos que serían interpares a ellos mismos en inteligencia; personas susceptibles de resolver ecuaciones diferenciales y de descubrir mediante éstas las leyes del cosmos... pero incapaces de asumir que el lenguaje les hace irreductibles a todo lo que, mediante el lenguaje mismo, describen, forjan e interpretan. ¿Qué hay en el lenguaje que da pavor hasta el extremo de negar su esencia, de negar que constituye un momento singularísimo de la historia de la evolución, una suerte de negación dialéctica, no sólo de la naturaleza inmediata - la aparición de la vida supuso ya tal cosa- sino de la vida misma? Consecuencia obvia de tal negación es repudiar la idea de que el lenguaje es aquello que, en última instancia, ha de ser preservado y fortalecido, lo cual lo cual no es posible sin una liberación y dignificación de los seres en los que el lenguaje tiene vida. La tesis es muy simple:

Dejar de amar al lenguaje es dejar de amar a los seres que tienen en él su esencia y, en consecuencia, encontrar tolerable que seres humanos sean reducidos a instrumentos.

/upload/fotos/blogs_entradas/belleza_y_decadencia_de_manuel_zambrana_3_med.jpgMas en tales condiciones, ¿qué hacer? Como mínimo establecer las bases de una resistencia. Discernir en el entorno a los humanos que no quieren dejar de serlo, fraternizar, unificar las fuerzas, y proceder a socavar los cimientos del edificio erigido por el enemigo. Palabra ésta que conviene efectivamente enfatizar, pues no se trata de un mero adversario: es alguien que no da tregua; no da tregua al ser humano, en razón de que un día experimento pavor ante lo que la humanidad en él estaba solicitando. No soporta la posibilidad de que, en su entorno, seres que en un tiempo fueron sus interpares, den muestras de entereza, es decir, se amen a sí mismos y, en consecuencia, amén de verdad a sus semejantes, compartan sus afecciones y extiendan su empatía a la naturaleza, es decir, la arranquen a la in-significancia, filtrando su presencia a través de palabras que, eventualmente, descubren sus secretos.

Los que proclaman que los idearios de emancipación son meras utopías eventualmente defienden lo que creen ser sus intereses, pero además han perdido ciertamente su confianza en el hombre. No es que hayan conseguido extirpar de su espíritu los imperativos de acción que tienen a la especie humana como fin absoluto, pues estos son corolario del propio instinto de conservación de la especie (de la especie lingüística, conviene precisar). Se trata simplemente de que han desoído tal instinto y tales imperativos. En algún registro estos anti-humanistas no pueden dejar de experimentar que están traicionando lo sagrado y que ello les conduce a la esterilidad. Sentimiento que los que se estiman poderosos recubren con una suerte de cinismo, mientras que los sumisos se consuelan enarbolando una farisaica distancia moral frente a los malos, los carentes de compasión ante la humanidad en despojos, humanidad que contemplan como mera expresión de la vida animal (y hasta vegetal) sufriente. Pues bien, unos y otros de alguna manera están perdiendo:

Pues la naturaleza humana no puede dejar de pedir que se levanten los velos que impiden su realización plena. Cada uno de nosotros es potencialmente un ser entero y tiende a que esta potencialidad se actualice. El grado de realización depende de las circunstancias y de la suerte, pero en cualquier caso no hay situación alguna que excluya totalmente la exteriorización de la virtud propia del hombre. Ello se traduce para cada individuo en una exigencia muy concreta de comportamiento social, en una máxima que es reflejo directo del evocado imperativo categórico kantiano (es decir, de lo único auténticamente determinante en materia de moral), a saber: hacer todo lo que esté a su alcance para lograr una sociedad en la que cada ser humano esté en condiciones de confrontarse a sí mismo; hacer todo lo posible para que cada ser humano se sienta socialmente arropado para eventualmente sobreponerse a la pereza, la abulia, el miedo que frenan su capacidad de realizarse. Tal es la única máxima que otorga legitimidad a una práctica política, tal es la única militancia digna, militancia a la que, por desgracia, en los últimos años, nada en el horizonte parecía alentar.

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14 de enero de 2009
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Cómo se pasa el dolor…

Veo ahora la gloriosa fotografía de Pio Baroja escribiendo en su pisito madrileño durante uno de aquellos inviernos mesetarios que parecían soviéticos, sin calefacción, con un brasero a los pies de la mesa camilla y mitones por donde asoman unos dedos ateridos que sostienen el mango y la plumilla. Va todo él tan cubierto de mantas que se diría un dromedario cargado de alfombras. Y la boina atornillada al cráneo sin predecible separación en los tres meses siguientes. ¿A nueve grados dentro de la casa? Quizás menos. La resistencia al frío era descomunal cuando se obraba por el arte.

No tenemos conciencia del inmenso cambio que ha sufrido el entorno material de nuestra vida diaria en los últimos cincuenta años. Habituarse al agua caliente, la calefacción, el ascensor, es tan instantáneo como para olvidar que el mundo entero ha vivido miles de años en circunstancias atroces. /upload/fotos/blogs_entradas/recuerdos_de_este_fusilero_med.jpgUn relato autobiográfico publicado por Javier Marías en su excelente colección del Reino de Redonda da cuenta de la guerra de la Independencia tal y como la vivió un fusilero del ejército británico. Los sufrimientos eran inadmisibles: calor tórrido, frío, lluvia, sed, hambre, malaria, fatiga mortal, heridas crueles, cirugía sin anestesia. Hoy nos parece imposible que los soldados aguantaran tantos padecimientos. Sin embargo el fusilero Benjamin Harris era un muchacho avispado, jovial, bromeaba con sus camaradas, admiraba a sus oficiales, estaba deseando batirse incluso durante la terrible retirada de La Coruña, su oficio, en fin, le parecía privilegiado y daba sentido a su vida. Era el suyo un mundo de admirable fortaleza física y anímica que ha desaparecido por completo.

Es posible que aquella capacidad de sacrificio fuera instintiva cuando incluso entre los pobres la herencia, dejar algo valioso para el mundo venidero, aún era razonable. Pero la célebre frase de Luis XV Después de mí, el diluvio se ha ido haciendo cada vez más certera: no creemos ya que sea posible dejar algo valioso a nuestros descendientes. Así que, ¿para qué sufrir padecimientos? Lo mejor es dejarles deudas.

Publicado el 10 de enero de 2009.

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14 de enero de 2009
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