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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las voces de la novela (II)

Esta semana, entre los comentarios dejados por quienes han pasado por aquí, rescato algunos apuntes. El primero de ellos: ¿Cómo participan en una novela las distintas voces que la nutren? Quizá la pregunta parte de la idea de que siempre hay una única voz que narra (primera, segunda o tercera persona gramatical) cuando eso, decíamos, es muy difícil. Basta que un personaje narrador ceda momentáneamente su espacio para que otro personaje hable, ya estamos multiplicando las voces. En una novela hay conversaciones -incluso cuando sólo son el recuerdo en el cabeza del narrador protagonista o testigo- y casi siempre ligeros cambios en los puntos de vista; otras veces, el narrador omnisciente es el que permite que hablen los distintos personajes, con lo que el lector va saltando de un punto de vista a otro, a menudo sin darse del todo cuenta de estos cambios de perspectiva, como quien sigue la conversación entre varias personas.

El segundo aspecto mencionado aquí se refiere a algo capital: La voz debe ser convincente. Esto quiere decir que hacer hablar a los personajes de una novela demanda por parte del novelista un buen oído, no sólo para utilizar la jerga o la germanía propia de este o aquel personaje, sino para asumir su manera de pensar y por lo tanto de expresarse. Sin embargo, el novelista nunca olvida que la forma más efectiva de ser realista pasa por adulterar esa misma realidad que quiere representar. Dicho de otro modo: si quieres conseguir una voz verosímil para un personaje no te limites a trasladarla intacta de la realidad a la ficción: tienes que maquillarla, adulterarla un poco para que suene «real» en ese otro medio que es la ficción, tan distinto y al mismo tiempo tan parecido a la realidad. Nada más fatigoso para el lector que aquellas novelas que, pretendiendo captar la realidad con exactitud, lastran sus páginas de argot y modismos que entorpecen la lectura. La novela, no lo olvidemos, es la simulación hecha arte.

Reciclar el blog:

Otro asunto: como habrán observado quienes han seguido este ya dilatado curso, los últimos posts han sido destinados a la novela. Con el próximo post acabaremos y daremos así por cerrada esta gratísima experiencia de nuestras clases, porque entendemos que ya es hora de hacerlo. De forma que en breve este blog será eso mismo: un diario, un pequeño cuaderno de bitácora -seguramente bitácora lectora- sobre infinidad de temas, de preferencia dedicados a la literatura. 



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ardores que matan

 

 Hoy lunes, empiezo la semana con una recomendación: leer Ardores que matan (Plaza y Janés), una novela del escritor y editor mexicano Ramón Córdoba. Por lo general soy partidaria de no conocer a los autores de las obras, sobre todo si la obra me ha gustado mucho, porque casi siempre el escritor queda por debajo de las expectativas que él mismo crea. Sin embargo, a Ramón Córdoba (a pesar de haber escrito un excelente libro) hay que conocerle, merece la pena acercarse donde esté y llevarle la novela para que os la firme porque os dirá algo brillante, entrañable, gracioso y tierno. Así es él, inteligente, con un enorme sentido del humor y gran comprensión humana. Parece que filtra la vida a través de una mirada que no se deja dominar por las pequeñas cosas del estresante día a día, sino que las utiliza para conocer mejor el mundo. Pero, bueno, quien no tenga ocasión de conocerle, podrá acercarse a él a través de Ardores que matan.

Os divertirá, os fascinará esta radiografía sin artificios de la sexualidad de los hombres envuelta en humor, ironía y la propia insensatez masculina. De paso descubriréis un México auténtico, desbordado y desbordante, donde la sexualidad al igual que en todo el planeta se ha afianzado como uno de los principales juegos de poder, y todo esto servido a través de las experiencias eróticas del propio personaje.

En este libro los lectores se desnudan y las lectoras los miran asombradas. A quienes os tiente la idea de abrir esta historia os deseo felices y divertirdos días.



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5 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 8. La claqueta de Marisa

 El jueves 20 de agosto se le entregó a Marisa Paredes el primer Premio a la Cinematografía que ha instaurado la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Una vez decidida (y aceptada por ella) la concesión, antes del verano, el Rector de la UIMP tuvo la amabilidad de invitarme a pronunciar la ‘laudatio' en el acto de entrega, y también yo me sumé con ganas a la iniciativa. Llegado el día, y faltando sólo dos semanas para el inicio del rodaje de ‘El dios de madera', que la tiene a ella de protagonista, el director no pudo ausentarse de Valencia, donde localizaba, y tuvo que mandar el texto escrito previamente, para que Joan Álvarez, profesor de la Universidad de Valencia (institución también involucrada en la génesis del premio) lo leyese durante la ceremonia, que tuvo lugar en el Palacio de la Magdalena de Santander.

El premio, me contó después la actriz, consiste en una bonita claqueta, y lo que sigue es el texto de la ‘laudatio'.

 

 Marisa Paredes, Premio UIMP a la Cinematografía

 

Marisa Paredes pertenece a una generación que ha combatido en todas las guerras, incluidas aquellas que no vivió. Porque Marisa, como yo mismo y como algunos de los que hoy la acompañan en Santander, creció en una España que sufría los efectos de un golpe militar y una dictadura posterior contra la que ella, llegada la edad de la razón, supo oponerse, levantando su voz desafiante.

Mis primeras imágenes de Marisa, inteligente, hermosa, curiosa por todo y con un gran sentido del humor, están ligadas al teatro y al compromiso. Era entonces una joven actriz formada en la Escuela de Arte Dramático de Madrid que supo muy pronto que el compromiso de los artistas no sólo es con la tradición de su arte sino con el futuro de su sociedad.

Imágenes inolvidables. Marisa encarnando sobre las tablas papeles muy distintos con una voz muy peculiar, de recia sonoridad y colores muy dulces, tanto cuando eran líricos como cuando debían llegar al metal de la tragedia. Y Marisa haciendo oír esa misma voz del teatro en los escenarios de la vida real, en un momento de la historia moderna de nuestro país en que los cómicos supieron interpretar lúcida y valientemente la gravedad de lo que estaba pasando a su alrededor.

Me perdí durante unos años el crecimiento de su carrera de actriz, por vivir casi una década, la de los 70, en Inglaterra, pero no me perdí a la persona, con la que coincidí unos meses inolvidables en Londres, hablando largamente con ella, yendo con ella al teatro, divirtiéndonos juntos en un país entonces más libre y acogedor que el nuestro, y, porqué no decirlo, marchando a su lado en alguna manifestación a favor de las causas que nos movían a ambos.

Como Presidenta de la Academia de Cine, como portavoz elocuente y en primera fila de las luchas que no dejaron de ser necesarias, Marisa siguió siempre alerta y combativa. Pero no es por ello, o no sólo por ello, por lo que hoy se le da con merecimiento este inaugural Premio de Cinematografía de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Marisa creció igual de bien como artista que como ciudadana, y el cine, que al principio de su actividad se fijó menos en sus grandes dotes, empezó a reconocerla, a hacerla algo propio, cada vez más. Hasta hoy. En los años 80 fue uno de los rostros más elocuentes de las películas de una nueva ola de realizadores que han dejado huella: Fernando Trueba, Martínez-Lázaro, Chávarri, Almodóvar, Agustí Villaronga, Felipe Vega, por citar sólo algunos. Después, ampliando el registro de los mejores cineastas españoles, atrajo las miradas de otros no menos grandes que trabajaban fuera: Daniel Schmid, Arturo Ripstein, Roberto Benigni, Edgardo Cozarinsky, y también mi lista internacional se queda corta.  Y todo ello, sin perder nunca la voluntad de riesgo que caracteriza su personalidad y su trabajo. García Lorca, Shakespeare, Ingmar Bergman, Samuel Beckett, entre los clásicos. Carlos Fuentes o Álvaro del Amo entre los autores vivos. Grandísimos momentos teatrales que sus espectadores, privilegiados por asistir a un efímero derroche de talento, atesoramos.

Pasión, riesgo, conciencia, arte. Por esas y otras virtudes que su pudor y la economía narrativa me obligan a omitir, hoy, en una iniciativa que honra a esta Universidad, se le da un premio a alguien que lleva premiándonos muchos años a todos nosotros con el regalo de su generosidad y su genio.

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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los lunes

La mayor parte de los lunes del año provocan un impacto notable y negativo en más de la población. Son impactos psíquicos y físicos que se repiten además regularmente y sin que su obstinada repetición les reste intensidad. De este modo penoso queda garantizado que prácticamente la totalidad de la población mundial sufre semanalmente un quebranto seguro ya sea en su salud personal y relacional. Ninguna medida, sin embargo, sea de orden político, económico, religioso o médico se ha previsto ante esta dura e impertinente desdicha. Pasa un lunes tras otro a lo largo de los siglos y mientras la ciudadanía padece en silencio este destrozo, tanto las autoridades científicas como todos los representantes  municipales o parlamentarios eluden el problema. Más todavía, bromean respecto a él hasta el punto simular que esta grave desventura constituye un asunto sin interés para el orden, la felicidad o el progreso. No será, sin embargo, en balde que esta ignorancia persista. Tanto el índice de esperanza de vida como la productividad material, tanto la agresividad, como la esperanza o el desengaño proceden en buena medida de esta tortura sin fin.  Un mal que reaparece los lunes,  todos los lunes de la vida, y que desbarata si no todo el sentido de la vida sí una parte considerable de él y que si bien no decide si somos o no desgraciados irremediables inculca una nefasta influencia en nuestros estados de espíritu que, a su vez, se enlazan funestamente con aquellos de los demás del mismo día y, en conjunto, definen un auténtico malestar de la cultura, un absoluto malestar de la ciencia, un capital malestar del amor y de la convivencia que rebaja la apreciación de la existencia, incrementa los  accidentes, las enfermedades, la enseñanza, la conducción, las ventas y las compras, etcétera, como uno de los más decisivos factores del bien y el mal universal.



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5 de octubre de 2009
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J’ai regardé la France

Sabido es que en  el museo del Hermitage hay una apabullante colección de pintura francesa que cubre varios siglos. En el tercer piso concretamente las colecciones  de S. I. Shchukin  con obras como "Les deux soeurs" de Picasso o -en las casi tres  salas dedicadas a Matisse- las esplendorosas "Danse" y "Musique" que, como decía, Shuchukin encargo al artista especialmente para los muros de su apartamento en Moscú. También allí Cezanne, Pisarro, Monet, Renoir, Rousseau, Gauguin, Signac, Fantin-Latour. Y otros incorporados al museo en los años cuarenta y cincuenta, como Léger o Duffy.

Las obras de estos artistas se muestran en el tercer piso del Hermitage, pero- por la coincidencia de una exposición temporal- se encontraban también cuadros  de  algunos de ellos en  pequeñas salas del segundo piso, casi como fuera de contexto, pues la pintura francesa de  este piso -desplegada un tanto caóticamente a lo largo de interminables muros- es la denominada clásica.

 Había  allí una enigmática  "maison blanche" de Van Gogh,  en cuyo título ruso se añadía  una referencia a la noche que hacía la pintura aun más inquietante. Y en el entorno de este pequeño cuadro, la Francia  de los paisajes fluviales, las barcazas llamadas "péniches", icono de profundo arraigo en una naturaleza y  una cultura, mas también de alguna oscura resistencia a la vida sedentaria; las fiestas populares en las riveras del río; las carnes esplendorosas de la mujer  "couchée" de Renoir; del mismo Renoir las dos muchachas "en fleur", volcadas sobre el piano y que la transparencia parece haber absorbido; las figuras serenamente tristes e irremediablemente exóticas de Gauguin, cuya mirada no se sustrajo nunca totalmente a la luz del Finisterre.

 Para los que tuvimos en Paris ( y por extensión en Francia) un lugar faro, estas pinturas francesas del Hermitage supone un distanciado encuentro con un mundo del que, aquí precisamente, se siente hasta que punto dejó en nuestra historia una huella profunda. La Francia que evoco tenía toda la densidad que tiene un ideal. "Francia" era significante de un  sentimiento que marcaba incluso a sus enemigos...marcaba precisamente con gran radicalidad a sus enemigos. El Hermitage, como tantas otras cosas que son referencia en San Petersburgo, llevan la huella del país que representaba una criatura que era necesario seguir amamantando, para que, aprovechando su configuración se forjara un nuevo ser.

Creo que hace muy poco citaba unas tremendas palabras de Marcel Proust,  " en este mundo,  en el que todo se gasta, todo perece, hay algo que cae en ruina, que se destruye aún más completamente, dejando  todavía menos vestigios que la belleza: es el dolor "  En Rusia cabe sentir que muere incluso el sentimiento de nostalgia por la fraternidad que pudo ser...

En todo caso  en la sala del Hermitage dónde  sobreviven (simplemente sobreviven) los colores, seres y paisajes de Van Gogh, Seurat, Gauguin, Monet...me sobrevino la frase de una no menos tremenda canción del pueblo francés,  que mi amigo Ferran Lobo nos invitaba a entonar en noches de emociones filosóficas " Monté sur la potence...J'ai regardé la France", esa Francia ya perdida para el alma de Mandrin.

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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Experimentados camaleones

Hasta mediados de la década de los ochenta, se les podía encontrar a todo lo largo del territorio nacional. Durante un cuarto de siglo, su presencia se impuso, eran agresivos y exhibicionistas. Parecían absolutamente convencidos. Optimistas impermeables a cualquier desánimo, tenían siempre a mano el argumento preciso para salirle al paso al derrotismo, al comentario tendencioso del ?enemigo?. Los caracterizaba una sonrisa arrogante como preludio a sus respuestas, un aire didáctico lleno de superioridad y una mirada entre despectiva y piadosa cuando prodigaban su claridad entre los confundidos. A veces se mostraban sorprendidos, asombrados de que existieran personas que no comprendieran que el futuro luminoso estaba a punto de llegar y de imponerse. Ahora algunos de ellos?como experimentados camaleones? se han metamorfoseado y estudian las reglas del marketing para aplicarlas en las empresas mixtas con capital extranjero donde ocupan cargos de gerentes. Tienen el olfato fino para oler los cambios inevitables que vendrán. Cuando se quedan a solas con alguien excluido y crítico ?como yo? nos palpan el hombro mientras nos dicen al oído ?estoy contigo?. De esa y otras maneras, los oportunistas creen que se reservan un lugar en el mañana, donde planean llevar la máscara que haga falta con tal de seguir beneficiándose. La trasmutación de esta especie, que depredaba a quienes tenían un pensamiento diferente, ha contribuido a un leve mejoramiento en el clima espiritual de la nación. Ante la paulatina desaparición de los inquisidores, los herejes van ganando confianza, lo que no significa que se hayan apagado las hogueras. Las instituciones represivas siguen intactas, la diferencia es que ahora están faltos de argumentos y solo puede esgrimirse el deseo de mantenerse en el poder, no ya como una clase social que pugna por reivindicar sus derechos, sino como una casta, un clan familiar que defiende sus intereses.



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más sobre poderes duros y blandos

Estas siete horas de desfile todavía dan que pensar. Sin espectadores. Todo para la televisión. Para las cámaras que a vista de pájaro mejor recogen esas estampas fascinantes de una apoteosis irrepetible. Esas caligrafías sobre el cielo con unos fuegos artificiales perfectos. Esas tablas humanas colosales, que cambian de formas y colores. Esa estética asiática tan barroca e infantil. Esa verborrea de victorias y riquezas moderadas, ascensiones pacíficas y socialismos científicos. Pero sobre todo, la mecánica de los seres humanos perfectamente domesticados, que se mueven con mayor precisión que las máquinas, los helicópteros y los carros de combate.

Esos son nuestros socios, nuestros amigos, nuestro futuro. Leo hoy las palabras sensatas y admirativas de un excelente profesor de Economía español que estuvo invitado en la tribuna y sólo vio niños y cohetes. No percibió la perfección sublime, rayana en el horror, de la exhibición de poderío militar; el cuidado con que se escogió a los ejemplares del hormiguero para que participaran en tamaña exhibición; cómo se les agrupó por talla y tamaño para que se ahormaran a la perfección a los movimientos colectivos; cómo se les entrenó en una sincronización mecánica que funciona como los disparos de un resorte. Ese desfile era una cuestión interna. Querían que lo viéramos pero que nos hiciéramos los despistados. Sabemos de lo que son capaces, pero debemos seguir como si nada en el negocio con estos socios. A la vista de este desfile se hace mucho más difícil pensar que algún día el capitalismo chino pueda llegar a generar la libertad de los individuos y de las conciencias. Hu Jintao dejó bien claro en su discurso que no piensan cambiar en nada su sistema totalitario, pero sus palabras dicen mucho menos que las imágenes del desfile. (Pero regresemos a lo nuestro. Vamos ahora al poder blando, al otro extremo del arco, donde quizás también podemos encontrarnos con el horror. Sin exhibición, sin aparato militar, sin órdenes aparentes, nada hay más terrible que el poder que consigue con toda suavidad la sincronización de las mentes. Sin decir nada, sin gastar ni siquiera en órdenes. Con el sólo poder de la presencia y la mirada del Gran Hermano. Conseguir que los desfiles de Tian Anmen se produzcan en la obediencia a las propias ideas es lo más sofisticado del totalitarismo. Y esto no es, por supuesto, exclusiva comunista, ni mucho menos china. No distingue entre sistemas. Tampoco entre culturas y países. Lo conocemos de cerca. Y es todavía más difícil de explicar y comprender, porque no es fruto de órdenes explícitas sino de la sumisión voluntaria. Ahí está el juez que se avanza a los deseos del gobierno. El funcionario que sabe descubrir los intereses del ministro. El intelectual que adelanta los argumentos que interesan al partido o al ejecutivo. El espía que consigue las pruebas que necesita el presidente. El subordinado que piensa sistemáticamente como el jefe. La época de Bush nos ilustra muy bien sobre todas estas cosas: todo el aparato del Estado más poderoso del mundo, y detrás suyo de los gobiernos aliados, con sus medios de comunicación y sus intelectuales, desfilaron como en Tian Anmen cuando alguien dio los gritos de rigor para ponerse en marcha. Lo mismo sucede cuando se enfrentan corroídos por el odio dos hombres poderosos como el ex primer ministro Dominique de Villepin y el presidente francés Nicolas Sarkozy, cada uno de ellos aupado y ayudado por su corte de auxiliares, funcionarios, policías, espías, jueces, que se adelantaron a sus deseos e inquinas. No me conformo con el horror de Tian Anmen, pero tampoco me conformo con que horrores como los de Tian Anmen actúen como bellas e hipócritas coartadas. Mayor y más próximo es el horror cuando la cadena de sumisión del poder blando funciona en las sociedades aparentemente abiertas. Algo que suele ocurrir con alarmante frecuencia.) 



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El oficio de editor

 

De manera difusa recuerdo cómo me llegó aquel libro, "Detalles", de Hans Magnus Enzensberger, el principio de una gran amistad. La colección se llamaba, se llama todavía, "Argumentos", y el editor, Jorge Herralde. La fidelidad, la relación con "Anagrama", continúa cuarenta años después. Sin duda una de las más duraderas de mi vida. Decía adiós a la adolescencia, sin despedirla del todo- de vez en cuando volvemos a ser aquél domesticado rebelde que un día fuimos- y nos marcó el nombre de una editorial que surgió de la peculiar mezcla de afrancesamiento vía gauche divine y curiosidad por las cosas que pasaban en ese bosque animado al otro lado de los pirineos. Un lugar en dónde nos hubiera gustado crecer. Un mundo que recorría Europa como el mapa de un fantasma provocador, pasaba por Manhattan, se fumaba un canuto en California, visitaba el exilio republicano en México, volvía a los humos en Tánger, se ponía zen en Oriente y miraba el atardecer en Estambul. Un mundo que era ancho y no queríamos que fuera ajeno. Nos hacían falta libros y fugas. Lecturas y escritores. Antes habían estado Carlos Barral, la tropa de Alfaguara y algunos otros dispersos refugios. Después llegaron los bárbaros ilustrados de Alianza, las editoriales del exilio sumadas a otras aventuras que terminaron desterrando nuestro  páramo cultural.

Celebramos que hace cuarenta años llegó Herralde y no mandó parar. A su lado, vecinos de vidas y lecturas, caminaban los Tusquets, ya festejados antes del verano. Jorge Herralde ha sido, sigue siendo, el más curioso, apasionado, olfativo y esencial de los editores, el puente con turbulencias que sirvió para nuestro cruce a la modernidad lectora. No era tarea fácil. Sobre todo si recordamos que todo comenzó en oscuros tiempos de censuras y moralidades. Aventurero de una selva que nunca fue fácil por la propia inestabilidad del sector editorial en español y por la ausencia de brújulas para saber movernos en lo que se escribía fuera de nuestro pequeño mundo. Herralde supo abrir camino, superó obstáculos a golpe de intuición, empeño, pasión lectora y suerte. Una suerte que siempre le pilló leyendo. En su ayuda vinieron "La conjura de los necios" y "La hoguera de las vanidades". Al lado de Patricia Highsmith y Nabokov.

Al lado la tribu española desde Javier Marías a Vila Matas, los americanos de Pitol a Bolaño. La sorpresa de Albert Cohen y el necesario Thomas Benhard. O Sharpe y Bukowski . Kapuscinski y Magris. Pombo y Chirbes. Tabucchi y Martin Amis. Barnes y McEwan. Monterroso y Monsivaís, Gubern o David Trueba. Parejas imposibles que nos siguen acompañando muertos tan vivos como Carver, jóvenes tan brillantes como Kiko Amat.

La editorial y su navegación, sigue viento en popa, con sus embarcos y desembarcos, sus novedades a bordo, las huidas a otras naves, sus viajeros y estables. Han pasado muchas tormentas, grandes y pequeños naufragios y estamos convencidos que Jorge Herralde- en compañía de Lali- seguirá siendo uno de esos deseados puertos dónde poder desembarcar con el placer asegurado de no hacer casi nada. Al menos nada mucho más importante que leer un libro del catálogo de Anagrama.

Cuando lo conocí, gracias a Joaquín Jordá y hace veinticinco años en un bar de la calle Huertas dónde cantaba un tal Gran Wyoming, me pareció un perfecto compañero para nocturnas charlas de letraheridos de tragos largos. Un amable caballero. Una atípica imagen de editor. Y también "poco español", como alguien definió a Jaime Salinas cuando llegó del exilio al mundo de "Alfaguara".  La imagen idealizada de uno de esos editores que leen muy bien y no escriben. Ha pasado el tiempo y ya no puedo decir lo mismo, creo que son ocho o nueve libros los que ha publicado, el editor/ escribidor Herralde, el mismo que mejoró nuestras lecturas. En fin, nadie es perfecto.

Vuelvo a recordar esa frase de uno de los suyos,  Giorgio Manganelli:

"Una persona moralmente irreprochable no escribe libros"

Tampoco hace falta que seamos irreprochables. Ni tan morales. Jorge, gracias por no serlo.



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4 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mujer argentina

Cuando era pequeño, mi madre solía despertarme con música. Su repertorio no era muy amplio: Sinatra, Al Jolson, la banda de sonido de Cabaret, Iva Zanicchi. Entre sus discos de vinilo, la única música argentina que usaba como despertador para animarse (y animarnos) el día eran las canciones de Mercedes Sosa. Tenía varios discos, pero el que más recuerdo era Mujeres argentinas, que recogía músicas de Ariel Ramírez y letras de Félix Luna sobre aquellas figuras que la historia local había relegado a un segundo lugar para privilegiar, en cambio, a los hombres que hasta entonces eran protagonistas excluyentes de los libros de texto. Esa música significó, pues, mi primer contacto con Juana Azurduy, con la maestra Rosarito Vera, con la poeta Alfonsina Storni. Y por supuesto, con la voz de Mercedes Sosa.

Ese timbre (profundo y simple, que antes que virtuosismo transmitía autoridad) se me quedó grabado en el alma. Hubo tiempos en que mi predilección por ella se tornó inquietante: aquellos en que se hablaba de la Negra Sosa tan sólo en susurros, o mentándola como "esa comunista". Pero por fortuna volvió con la democracia, como un ventarrón. Debo haberme pasado una enorme cantidad de horas escuchando el disco doble de aquellos conciertos en vivo, donde la acompañaron León Gieco, Charly García y tanta gente más. Esa música funcionaba como un bálsamo, aceite tibio sobre los músculos amoratados por tanto golpe y tanta intolerancia. 

Su muerte me produce una sensación agridulce. Siento pena por su ausencia, pero tengo claro que su vozarrón seguirá resonando entre nosotros, quizás más que nunca. Mi amiga Isabel de Sebastián (otra cantante notable) me contó hace algún tiempo que existen teorías que sostienen que la música no sólo impacta sobre nuestro cerebro, sino también en el nivel molecular. No sé si esta hipótesis podrá ser probada alguna vez por métodos científicos, pero al menos tiene la verdad de la poesía. Yo tengo claro que la voz de Mercedes Sosa me construyó desde la más tierna infancia; y que por eso mismo, aun en la ausencia de la garganta original, seguirá haciéndome vibrar cada vez que suene en la calle o desde mi recuerdo.

Existen sonidos en este mundo que forman parte de nuestro ADN, en tanto nos definen con precisión química. La voz de la Negra Sosa está allí, se los aseguro: en lo más hondo de mí, cantando esa canción que siempre  "es necesario cantar de nuevo / una vez más".

 




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4 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El vuelo de la Suzuki sobre Taguayabón

Un puente roto, el nombre indígena y la sensación de que el poblado de Taguayabón está varado en los primeros años del siglo veinte. Así lo vi hace tres semanas, cuando trasladamos el virus blogger hasta la provincia de Villa Clara. Los ojos pasmados de quienes jamás se han sentado frente a una computadora conectada a la red, hurgaban las bitácoras que llevábamos copiadas. Explicarles en qué consistía Google fue complicado, pues en ese lugar la simple búsqueda de una certificación de nacimiento en el registro civil ya es extremadamente difícil. Imagínense la sorpresa cuando se enteraron de que con un simple clic se puede listar todas las referencias a un hecho, a una personalidad, a una temática. Las nuevas tecnologías en manos ciudadanas, fue el tema central de una charla que hicimos Reinaldo y yo ante una docena de personas, algunas de ellas llegadas desde Camajuaní. Cuando nos fuimos vino la otra parte, un vuelo de motos ?marca Suzuki*? planeó sobre la pequeña calle principal y las vías aledañas. Interrogaron a varios de los participantes de aquella jornada de conocimientos, intimidaron a los más jóvenes y hasta confiscaron un caballo que ?puedo asegurarles? no tuvo nada que ver con el Itinerario blogger. El miedo apagó el flujo de aire virtual que había soplado brevemente sobre los habitantes de aquella tierra villaclareña. Los inquietos muchachos que no dan la cara volvieron a cumplir su papel y a repetir la cantinela de la CIA y el Pentágono detrás de la blogósfera alternativa cubana. Pero el germen de Wordpress y Blogger ya había entrado bajo la epidermis. El martes, varios habitantes de Taguayabón me llamaron para confirmarme ?Queremos comenzar a publicar en Internet?. ? Las motos Suzuki se asocian con la presencia de oficiales de la Seguridad del Estado.



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3 de octubre de 2009
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El Boomeran(g)
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