Se dice que Marx está de moda. La razón nos libre de tal recuperación por sus enemigos. Y no se trata tan sólo de que en el régimen de libre mercado la moda la impone obviamente el capital. Entre lo muchísimo que en Marx hay de sano, cuenta el hecho de que su pensamiento es incompatible con esa indigencia que sólo permite vincularse a los productos del espíritu bajo el filtro esterilizador de la moda.
Radicalmente sana en Marx es, desde luego, su concepción de la fraternidad y la libertad como frutos de la decencia objetiva del orden social; sana es su denuncia de la sustitución de la justicia por el espíritu samaritano; y sana es la auténtica fobia (traducida ya en el acerado estilo de su escritura) que le producen los sermones compasivos, tras los que barrunta una alcahuetería con la objetiva situación de miseria.
¡Oh si fuera verdad que vuelve ese Marx que reivindicaba para el hombre un futuro trágico, lúcido, fraterno¡ ¡Si fuera verdad que dejamos de encontrar soportable la reducción de la capacidad humana y de sus frutos a valor de cambio¡ ¡Si fuera verdad que el hombre vuelve a luchar por asumir su radical singularidad en la historia evolutiva¡ ¡Si fuera verdad que resurgiera en nosotros el deseo "del hombre total"! Expresión ésta que -lejos de ser una abstracción- evoca simplemente aquel viejo ideario de una sociedad en la que la música, la ciencia o la poesía serían patrimonio de la humanidad y no una mercadería, como lo es el foie gras o el Borgoña. Ideario que pasa por denunciar la falacia de los sentimientos samaritanos, que predican la conveniencia de tener las manos limpias, incluso ante aquellos mismos obligados a respirar en el pozo negro al que el sistema ha reducido sus vidas.

La emoción, el vértigo a veces, es en ambos casos (niño y Narrador) la misma, al igual que ocurre con Einstein forjando las fórmulas de la Relatividad Restringida y el que por primera vez las aprehende en todas sus tremendas implicaciones respecto al mundo sustentado en nuestras intuiciones elementales (la intuición de tiempo y espacio absolutos en primer lugar). Y al respecto quisiera hoy hacer una puntualización:
En principio, esta resistencia misma hace que el enfrentamiento sea siempre tenso, que la amenaza de fracaso introduzca la desesperanza y que la constatación de que, efectivamente, en tal lid concreta ya se ha fracasado provoque la tentación de tirar la toalla. Pero si el espíritu no ha muerto definitivamente (se trata casi de la prueba del fuego) se vuelve al desafío, ya sea empezando en la penuria. Los versos de Eliot que citaba al principio se completan con una alusión a esta intrínseca fragilidad del que se confronta: "Y ahora de nuevo en circunstancias que parecen adversas...". Circunstancias que no harán desmoronarse al que tiene la suerte de no encontrar refugio en el mero hecho de sobrevivir: "Pero tal vez no haya ni pérdida ni ganancia. Para nosotros no hay sino el intento. Lo restante no es de nuestra incumbencia."
Mas por ello mismo la recuperación por el Narrador de La Recherche de la confianza en el peso de las palabras constituye efectivamente, según su propia expresión, un "retornar desde la noche". Retornar que, para los que seguimos en tal niebla constituye un ejemplo y un envite: "Un paisaje puede ser emocionante, pero una fachada de un Lombardo te dice lo que eres capaz de hacer", escribe Joseph Brodsky en Marca de agua, un libro que también tiene como protagonista a Venecia. Esta frase es como un emblema de la radical singularidad del arte, de su carácter aleccionador en relación al mayor imperativo del ser humano., que no es otro que el de poner todos los medios para que su condición potencial se despliegue y acabe realizándose.
Transcribo unas líneas con las que el psiquiatra español Enrique Baca presenta uno de sus libros, titulado Teoría del síntoma mental publicado por la Editorial Triacastela:







