Víctor Gómez Pin
Me he referido en otro momento a los que, abandonados por el espíritu, en lugar de luchar por reencontrarlo, se dedican a ser gestores de su valor de cambio. Hay una manera directa y brutal de referirse a ellos como seres de hecho vencidos por el tiempo. Vencidos por ese tiempo que reduce a las bestias pero, a diferencia de éstas, aterrados por tal caída e intentando encontrar paliativo a la misma entregándose a ese otro universal conversor (con matriz en la cultura y no en la naturaleza) que es el dinero, o si se quiere: entregándose a esa filial del dinero que es la bolsa de los reconocimientos culturales. Sólo ésta legisla en aquellos que quieren ser reconocidos por su espíritu sin contribuir al actual enriquecimiento del mismo. Su cuerpo es entonces no sólo reflejo de la irreversibilidad del tiempo, sino también de su esencial refugio en la mentira.