Edmundo Paz Soldán
Cuando se separó de su pareja, hacía casi tres años, se fue a vivir a un condominio. "Ideal para ti", le había dicho una amiga, "cerca de un aeropuerto". No se había dado cuenta de ello, pero ahora que lo decía, era cierto. ¿Y? Ya no quería sentirse culpable de nada. Años atrás, en una clase de antropología, había leído ese libro famoso sobre esos espacios de tránsito que, al carecer de importancia para la identidad, las relaciones, o la historia, eran considerados no-lugares: los hoteles, los supermercados, los aeropuertos. En ese entonces se había sentido mal: no decía nada bueno de ella que le gustaran esos no-lugares. Pero, ¿qué si una pasaba buena parte de su tiempo, cada vez más, en esos no-lugares? ¿No se convertían para una en lugares?
Ella, ahora, se encuentra en un aeropuerto. Ella está por embarcar. Ella está por despegar. Ella se va. Y recuerda: algunos de los momentos más intensos de su vida los pasó en aeropuertos. La primera vez que se fue de Bolivia: todavía le duelen las lágrimas de su madre ("para eso una cría hijos, para que se le vayan"). La vez que volvió y su padre no estaba para esperarla ("hermana, no te lo quería decir por teléfono, pero papá… Nunca llevó bien la separación, pero a nadie se le ocurrió que llegaría a ser capaz de esto"). O cuando llegó a esa terminal vacía en un país desconocido, y sintió, opresivo, todo el peso de la ausencia. O aquel romance de verano que terminó en lágrimas ("si me lo pides, me quedo unos días más") y la sensación angustiosa, después del abrazo y los besos furtivos y el darle la espalda para encaminarse a la revisión, de haber vivido una historia que había terminado antes de comenzar.
Ella siente que baila sobre el mar. Esta vez, sabe, sospecha, intuye, que la historia tendrá un final feliz. O mejor: no tendrá un final. Y se va. Es una pasajera en trance. Pasajera en tránsito perpetuo, redimida por saber que, incluso en el dolor, en la ausencia, en los equívocos, ha estado transitando por los lugares ciertos. Y piensa: un amor real es como vivir y estar despierto. Un amor real es como vivir en aeropuertos.