Víctor Gómez Pin
Se dice que Marx está de moda. La razón nos libre de tal recuperación por sus enemigos. Y no se trata tan sólo de que en el régimen de libre mercado la moda la impone obviamente el capital. Entre lo muchísimo que en Marx hay de sano, cuenta el hecho de que su pensamiento es incompatible con esa indigencia que sólo permite vincularse a los productos del espíritu bajo el filtro esterilizador de la moda. Radicalmente sana en Marx es, desde luego, su concepción de la fraternidad y la libertad como frutos de la decencia objetiva del orden social; sana es su denuncia de la sustitución de la justicia por el espíritu samaritano; y sana es la auténtica fobia (traducida ya en el acerado estilo de su escritura) que le producen los sermones compasivos, tras los que barrunta una alcahuetería con la objetiva situación de miseria.
¡Oh si fuera verdad que vuelve ese Marx que reivindicaba para el hombre un futuro trágico, lúcido, fraterno¡ ¡Si fuera verdad que dejamos de encontrar soportable la reducción de la capacidad humana y de sus frutos a valor de cambio¡ ¡Si fuera verdad que el hombre vuelve a luchar por asumir su radical singularidad en la historia evolutiva¡ ¡Si fuera verdad que resurgiera en nosotros el deseo "del hombre total"! Expresión ésta que -lejos de ser una abstracción- evoca simplemente aquel viejo ideario de una sociedad en la que la música, la ciencia o la poesía serían patrimonio de la humanidad y no una mercadería, como lo es el foie gras o el Borgoña. Ideario que pasa por denunciar la falacia de los sentimientos samaritanos, que predican la conveniencia de tener las manos limpias, incluso ante aquellos mismos obligados a respirar en el pozo negro al que el sistema ha reducido sus vidas.