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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Delimitar lo que ha de saber un filósofo

En esta reflexión a cuatro bandas sobre la filosofía y su relación con los saberes especializados quizás sea útil transcribir lo que yo mismo escribía al respecto en uno de mis libros

"Delimitar lo que ha de saber un filósofo, pasa, en primer lugar por el establecimiento de un listado de esas interrogaciones filosóficas elementales... Tal listado debe incluir cuestiones relativas al espacio, al tiempo , a la condición lingüística, a la diferencia entre lo humano y lo meramente animal, al vínculo entre tiempo y corrupción, al vínculo entre palabra y música, a la función de la representación plástica, etc. .

Reflexión para la que será fértil apoyo un saber indiscutiblemente técnico, es decir, inequívoco y controlable. Tal saber incluye necesariamente aspectos relativos a genética,  lingüística, mecánica clásica, mecánica cuántica, teoría de la relatividad, teoría matemáticas de conjuntos, topología algebraica, teoría físico-matemática del campo, teorías ondulatorias de la luz y del sonido, momentos de la historia de la teoría musical, historia conceptual del arte...y un no muy largo etcétera

Aun en el caso de que se haya ya pasado por  el aprendizaje de alguno de estos puntos, rememorarlos en función de una interrogación filosófica y siguiendo un estricto hilo conductor, supone, no sólo actualizarlos, sino darles vida, es decir, librarlos de la esterilidad consistente en no saber a qué  responden, esterilidad en la cual son fácil presa del olvido

 

Nunca se reiterará en exceso que la filosofía, precisamente por constituir una exigencia elemental del ser lingüístico, alcanza un elevado grado de complejidad. Pues las cuestiones elementales son la auténtica matriz, tanto de la disposición espiritual que conduce a la ciencia como de la que conduce a la exigencia artística. La matemática, la reflexión musical, o la física teórica, encuentran en la filosofía un auténtico punto de convergencia, una "unidad focal de significación", según la formulación aristotélica. En  ausencia de esta última, las disciplinas particulares quedan privadas de significación, es decir  reducidas a la insignificancia. No otra cosa indicaba Descartes, cuando añadía a sus trabajos científicos ese prólogo legitimador conocido como Discurso del Método

Cierto es que la distribución del saber está hecho de tal forma que los lectores de Descartes, o bien son especialistas en algún retazo del contenido científico, o bien son especialistas en el prólogo (estos últimos son precisamente los formados en la facultad de filosofía) Extraña quiebra que Descartes viviría como auténtica mutilación, pero que no escandaliza a los voceros culturales ni a los  responsables de nuestra formación.

Expresión tristemente ejemplar de esta situación es lo que hace unos años pasaba con la matemática (afortunadamente ya no es así). Pues se introducía a los niños en esta disciplina mediante la Teoría de Conjuntos, sin explicarles nunca cuál era la función quizás primordial de la misma, filosófica dónde las haya. Pues Georg Cantor, el fundador de la misma, pretendía ante todo disponer de un arma para abordar el problema esencialmente filosófico del infinito. Y cabe obviamente hacer matemáticas sin teoría formalizada de conjuntos, mientras que es imposible sin ella abordar con rigor "ese delicado laberinto" que, al decir de Borges, constituye la cuestión del infinito.

 

Lo que antecede implica  que poner el énfasis en el vínculo entre filosofía y ciencia puede incluso ser contrario a la exigencia filosófica, si no se precisa que la filosofía es algo más que meta- ciencia. No se trata en absoluto de decir que tras la práctica científica surgen problemas teóricos a cuya confrontación llamaríamos filosofía. Se trata precisamente de reivindicar  una jerarquía contraria:

De las interrogaciones elementales surge la necesidad de análisis de fenómenos,  descripción de los mismos, y eventual ordenación en conjuntos, a todo lo cual   denominamos ciencia. De la ciencia pueden surgir aporías, por ejemplo relativas a la coherencia de sus diferentes ramas, que no conciernen directamente a lo que se planteaba en el origen. En este caso la meta-ciencia no es (al menos directamente) filosófica. Mas también ocurre que la reflexión meta-científica enlaza directamente con lo que desde el origen se formulaba, y entonces estamos de lleno en la filosofía.

Así prácticamente la totalidad de la producción meta-científica de Einstein,  en este caso meta-física, es puro retorno a los problemas de espacio tiempo, continuidad y cosmología que ocupan a la filosofía desde siempre, y  sistemáticamente al menos desde Aristóteles. Pueden darse muchos otros ejemplos de este auténtico reencuentro de la ciencia con su origen. Origen que debería determinar algo más que las consideraciones de aquellos científicos que (como en los casos de Einstein, John Bell o Erwing Schrodinger)  están ya avanzados en su propia disciplina.

Si la enseñanza, desde prácticamente la escuela primaria,  tuviera en cuenta el intrínsico lazo entre todas y cada una de las disciplinas del saber y las interrogaciones elementales de la filosofía, si la savia  de esta ultima siguiera vitalizando el segmento que al desplegarse  se convierte en ilimitado y sinuoso camino...entonces no se daría  esa sensación, a la vez de dificultad y de indiferencia, que paraliza a tantos escolares a la hora de elegir entre materias  que, en apariencia, carecen de conexión entre ellas y de lazo con lo que a la vida de los hombres da sentido.

De ahí que la reivindicación de la filosofía... sea de carácter normativo. Se trata de luchar contra la situación antes descrita, en la que la sociedad se erige en conformidad a un postulado de repudio de la filosofía. La lucha por la generalización de ésta al conjunto de los ciudadanos y por  su erección en causa final  de la formación educativa, tiene como inmediato corolario el que se considere ilegítima toda circunstancia social en la que el embrutecimiento, bajo forma de trabajo o bajo forma de ocio, prime.

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9 de noviembre de 2010
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En qué sentido la filosofía ha de usar las disciplinas

El escrito de José Lazaro  que  evocaba en la entrega anterior, incluye una simpática referencia personal acompañada de una advertencia (sin duda destinada también a sí mismo):

"Nadie más favorable que yo a la transdisciplinariedad (he conseguido que me paguen por hablar de historia, literatura y filosofía en una facultad de medicina). Pero tenemos que pensar muy bien las condiciones de posibilidad para que un proyecto como los que a nosotros nos gustan adquiera la suficiente solidez y consistencia para que sea capaz de resistir a las críticas "a lo Sokal" que sin duda recibirá (en el mejor de los casos: en el peor no recibirá ni siquiera críticas). En el fondo, ya hasta el pueblo español lo ha dicho siempre con aquello de lo que se abarca y lo que se aprieta."

Se recordará que estas consideraciones sobre los peligros de una filosofía que aspira a servise de varias disciplinas pero que se  quedaría  en lo superficial de cada una de ellas se inscribía en un epistolario a tres bandas, en el que Javier Echeverría abogaba por una actitud filosófica que fuera más allá de la relectura devota de textos considerados sagrados. De alguna manera Javier planteaba la cuestión de si permanecer fiel a la filosofía no implicaba precisamente abandonar la facultad-panteón de filosofía, cosa que él ha hecho (lo cual no es asunto baladí si se recuerda que tras su fundación por Ramón Valls, Javier contribuyó como nadie a que se asentara la facultad de filosofía en un Pais Vasco entonces auténticamente conmocionado por la violencia).

Lo cierto es que yo también he tomado distancia frente a la  la facultad de filosofía,y espero que  no para cambiar de manera de afrontar la vida, sino precisamente para no hacerlo. El intento de trabajar directamente con científicos, concretamente con físicos en mi caso, va por ese lado. La orteguiana barbarie del especialismo tiene paradójica traducción  en las mismas facultades de filosofía. Es muy sencillo: si has de escarbar en la filosofía medieval (tan fascinante por otro lado) y ponerte al nivel de los eruditos, necesitas la vida por entero. Y si no haces tal cosa, te expulsarán-al menos simbolicamente-de la academia. Por eso quizás sea cierto que la facultad de filosofía es a veces incompatible con la exigencia filosófica.

Pero abogar por la necesidad  de abrir el espíritu a ámbitos sin los cuales la filosofía se ahoga en un aire viciado, obliga a tener aun más presentes las consideraciones de josé Lázaro sobre  la necesidad de no lanzarse  inprudentemente al pantano, o charca de ranas, de lo interdisciplinar. No se trata  en absoluto de barnizar la especialización filosófica con una capa de conocimiento superficial de disciplinas científicas. Tomando  el ejemplo, aquí tantas veces considerad de la Mecánica Cuántica: se trata de acceder realmente al meollo del problema, a partir del cual la cuestión ontológica sale de inmediato. Tecnicamente ello implica estar casi a la altura del científico en el tremendo asunto del formalismo matemático. ¿Dónde puede el filósofo dejar de seguirle? Pues inmediatamente despues, cuando (tal es su oficio) el físico tiene la obligación de escarbar en el universo experimental que recubre tal formalismo. Seguir ahí sería consagrar la vida a ello...y dejar de interesarse por las implicaciones filosóficas de la disciplina. Mi tesis es que el primer paso puede darse pese a las dificultades técnicas. No se trata de yuxtaponer disciplinas sino de usar el meollo teórico de una disciplina u otra.

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4 de noviembre de 2010
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Formas del deseo filosófico

Javier Echeverría a quien había yo enviado un mensaje desde Praga relativo a ese "círculo de los filósofos" al que me refería en estas páginas,  responde evocando sus andanzas de otro tiempo por la ciudad, sus visitas a las tabernas Monarch, y sus lecturas de El Proceso y el Castillo que habrían contribuído, me dice, a que se le desvelara la estructura objetiva del Estado (que hoy en día sería más bien la del Capital), "más allá de  intencionadas  idealizaciones" ( fueran estas ingenuamente patrióticas  o milenaristas, ). Se refiere Javier a  Kafka como ejemplo de lucidez en unos años y un mundo en el que  tantos  pugnaban por una u otra modalidad de ideario en última instancia romántico, traducido en sublimación de la naturaleza, el estado o la revolución.

Pero sobre todo (al hilo de mis consideraciones sobre "El círculo de los filósofos") Javier se refiere en su escrito al deseo filosófico  centrado en la lectura y el comentario de algunos autores clásicos. Tras recordar  que ésta fue también su  manera de vivir el deseo filosófico, sobre todo en momentos de nuestra vida común en el extranjero que confluyeron en creación de la facultad filosofía de  de Zorroaga en el País Vasco, reivindica otros muchos modos de vivir ese deseo. Reitera que la
 filosofía no se agota en un elenco de textos  sagrados, e indica que  esta sacralización podría acaso acarrear el entierro de la filosofía en el panteón de sus Facultades. De hecho Javier (matemático de primera formación) tomó la decisión de dejar de estar vinculado a una facultad de filosofía,  y casi a la filosofía como disciplina especializada. En mi opinión no lo hizo para abandonar la interrogación filosófica sino quizás para se fiel a la misma.

 

 

El escrito de Javier se cruza con otro de José Lazaro,  también compañero de aventuras filosóficas desde perspectivas ajenas a la filosofía académica. Tras citar a Ortega refiriéndose a "la barbarie del especialismo", se adentra en la cuestión de la posibilidad de superar tal alienación sea   mediante el paso a lo interdisciplinar (múltiples perspectivas) o a lo transdisciplinar (visión unitaria desde ellas). Y al respecto preccisa
 que el proyecto  implica también la dificultad de alcanzar el suficiente rigor en cada una de las disciplinas que se consideren para no caer en las "imposturas intelectuales" que denunciaron Sokal y Bricmont" en su demoledora crítica a los usos de la ciencia de ciertos pensadores franceses que habrían tenido como resultado "arbitrariedad, falta de rigor conceptual, erudición superficial y manipulación de cita variadas de sentido"
José Lazaro declara sin embargo coincidir  plenamente en mi tesis según la cual "jamás la dificultad técnica puede eximir al filósofo al menos de un esfuerzo para estar en condiciones de determinar aquello que en las discusiones de los físicos o genetistas le concierne directamente".

Así pues, huyendo de la "barbarie del especialismo" se corre serio peligro de caer en la superficialidad denunciada por Bricmont  y Sokal. Intentaré  en los próximos textos esbozar una alternativa.

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2 de noviembre de 2010
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La dignidad del espíritu humano

Es obvio que la reflexión filosófico- ontológica sobre la naturaleza, lo que en otra época se llamaba Philosophia Naturalis, que me ha ocupado- y seguirá haciéndolo- a menudo en estas páginas no puede realizarse sin soporte en  "la ciencia natural de nuestra época", según la expresión de Heisenberg. Pero la dificultad  inherente a toda disciplina especializada hace que para el filósofo sea en ocasiones difícil seguir a los físicos en los meandros de sus discusiones técnicas y acabe tirando la toalla. Pues bien: jamás la dificultad técnica puede exhimir  al filósofo al menos  de un esfuerzo para estar en condiciones de determinar aquello que en las  discusiones de los físicos le concierne directamente. Cabe respecto  al problema general de  la physis  decir lo que  Hilbert  indicaba respecto al infinito cantoriano, a saber, que la elucidación de los problemas que plantea "lejos de concernir tan sólo a los intereses de una disciplina especializada, afecta a la dignidad misma del espíritu humano". A tal dignidad es a lo que ( entre apelaciones a la prudencia y la modestia, imprescindibles en las tareas especializadas) se nos invita en definitiva a renunciar.

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27 de octubre de 2010
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La exigencia filosófica

La desaparición de la voluntad de escarbar en todos los aspectos del espíritu a los que me refería en el texto anterior  (voluntad de no conformarse con un saber parcial o abstracto) es meramente la desaparición de  la exigencia filosófica. Exigencia filosófica que yo tuve la suerte de ver encarnada hace  varios decenios en Paris, cuando un estudiante de filosofía se sentía concernido a la  vez por la antropología que describía las estructuras elementales del parentesco, la teoría matemática relativa a las singularidades topológicas que explicaban la emergencia de la forma, las tentativas de Lacan por formular en términos matemáticos y lingüísticos la estructura del inconsciente, la extracción por Monod de los corolarios filosóficos de sus descubrimientos en genética y obviamente la relectura por Pierre Aubenque de los textos de Aristóteles, apuntando a liberarlos de un velo de caspa académica que ocultaba su  fascinante  problemática.

Esta búsqueda de la intersección de los problemas marcaba entonces lo que cabía entender por filosofía y dio lugar a la aparición de centros destinados a apuntalar tal concepto. Concretamente dio lugar a la facultad de filosofía de Zorroaga, en el País Vasco, donde la enseñanza del griego y la lectura de textos de los clásicos se complementaba con conferencias y cursos de matemáticos, antropólogos y artistas, de tal manera que junto a un Pierre Aubenque o un Derrida, los alumnos podían escuchar al medalla Fields de matemáticas René Thom,  a Eduardo Chillida o al antropólogo Caro Baroja...Todo ello queda ahora ciertamente muy lejos, y no se trata de una distancia meramente temporal, sino sobre todo de una distancia también espiritual.  Se trata de que, por razones sociales perfectamente definidas, el espíritu ha tirado la toalla en la lucha contra la compartimentación de los saberes ya entonces imperante y con ello, de alguna manera ha renunciado a sí mismo.

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22 de octubre de 2010
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Sombras del espíritu

En ese lugar de Praga al que me refería en el texto anterior, en esa casa evocadora  de quien simboliza  el amor a la minoritaria  lengua alemana y  la condición judía, la vitrina sobre el "círculo de los filósofos" a la que aludía acentúa la atmósfera de universo perdido. Pues  no sólo los protagonistas han desaparecido, sino que lo ha hecho también el espíritu que  animaba la casa misma de Berta Fanta, ha desaparecido simplemente  ese "circulo de los filósofos". Desaparecido de Praga y desaparecido de cualquier otra ciudad. ¿Pues como imaginar hoy un lugar dónde el espíritu se halle a la vez inquieto por la descripción hegeliana  del proceso que va desde la percepción inmediata a la conciencia reflexiva,   la explicitación por Kant de las condiciones de posibilidad de la experiencia, la lucha por alcanzar- a través de la matemática- un concepto propio para la infinitud, la voluntad   freudiana  de mirar, sondear y descender (provisto de las exclusivas armas de la razón) a  ese  abismo que es el universo de los sueños, la reducción por Einstein de Tiempo y Espacio (que el propio Kant había pretendido apuntalar como incondicionales o absolutos)a meros prejuicios, y finalmente la subversión por la Mecánica Cuántica de algunos de los postulados del pensar a los que el propio Einstein no estaba dispuesto a renunciar?

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20 de octubre de 2010
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“Círculo de los filósofos”

Como casi todas las ciudades consideradas patrimonios culturales o artísticos,  Praga está marcada por la fetichización de sus lugares y personajes  emblemáticos, que a veces  sirven de coartada cultural  al ocioso consumo del llamado turismo de masas. Obviamente el significante Kafka no podía escapar a la regla, y así  los millares de personas que  hacen literalmente intransitable el llamado Puente Carlos ven en una casa de la orilla un aparatoso anuncio indicativo de que se trata de un museo dedicado a la evocación del escritor. Sin embargo, incluso en época vacacional, el lugar (que realmente posibilita una  reconstrucción subjetiva  de la atmósfera en la que transcurrió la vida del escritor)   puede ser visitado sin agobio y, a ciertas horas, es posible que el visitante recorra  las salas en solitario. En una de las mesas-vitrina, concretamente la señalada con el número 6, se exponen objetos y  documentos dispares,  cuya unidad  de significación viene señalada en el  texto informativo que reproduzco:

"El círculo de los filósofos.  En casa de los Fanta

En Praga, Berta Fanta es una suerte de Madame de Staël. La fachada de su casa tiene gravado en bajorelieve el emblema del unicornio. En ella acoge a intelectuales en veladas en las que se leen obras de Hegel, Fichte y Kant. Se escuchan asimismo conferencias sobre los grandes temas de la época, el psicoanális, la teoría de la relatividad, los números transfinitos o la teoría de los quanta. Además de Kafka se encuentran allí con frecuencia...el matemático Gerhard Kowalewski, el filósofo Christian von Ehrenfels, el físico Philipp Francis  y Albert Einstein, que en esta época era profesor en la universidad de Praga"

Y entre los objetos expuestos una edición de la Fenomenología del Espíritu de Hegel y otra de la Crítica de la Razón Pura, además de fotografías del entonces joven Einstein, Rudolf Steiner y otros de los contertulios. Volveré sobre esta afortunada intersección.

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14 de octubre de 2010
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Todos los humanos

Más arriba vinculaba una afirmación del físico Max Born a la afirmación aristotélica según la cual el deseo de saber, la exigencia de lucidez es inherente a nuestra condición. En esta reflexión que ahora inicio , en esta tentativa de establecer el estado de la cuestión sobre la evolución de nuestra imagen de la naturaleza (la physis de los griegos, ese poderoso concepto que desde el mineral a la palabra recubre todo aquello con lo que nos relacionamos los humanos) hago un paréntesis para glosar de nuevo el texto de Aristóteles, recordando así que enfrentarnos a ese problema es - o debería ser- algo más que una contingencia en nuestras vidas:

"TODOS los humanos, en razón de su propia naturaleza, desean el saber. Indicio de ello es el placer que los sentidos nos procuran; pues incluso cuando su ejercicio no es de utilidad alguna, nos complacemos en que estén operativos, y ello es particularmente cierto tratándose de la vista."

En efecto, no sólo en los casos en que la vista es útil para un objetivo, si no también cuando nada pretendemos hacer, preferimos ver a cualquier otra cosa; la razón estriba en que, de entre  todos los sentidos, es la vista la que nos proporciona mayor percepción de diferencias en las cosas que a nosotros se ofrecen.

En razón de la naturaleza de los animales, éstos nacen con capacidad de tener sensaciones;  en algunos de ellos la sensación llega a generar memoria, mientras que en otros  esto  no ocurre. Los dotados de memoria son más cautos y prudentes que los incapaces de recordar. Tal prudencia se da incluso entre animales desprovistos de capacidad auditiva, mas cuando esta última se añade, entonces el animal adquiere cierta capacidad de aprendizaje.

Así pues, los animales diferentes del hombre viven con imágenes y recuerdos y ello les proporciona ya, en pequeño grado,  la capacidad de tener experiencia. Pero en el vivir de los humanos cuentan además como ingredientes el conocimiento técnico y la capacidad de razonar.

Tratándose de la vida práctica, la experiencia no tiene menor valor que el conocimiento técnico, y el hombre con experiencia tiene más éxito que el que domina la teoría pero no tiene experiencia. Y sin embargo todos pensamos que el conocimiento y la intelección son cosa más bien del técnico y que éste es más sabio que el mero hombre de experiencia, y ello en razón de que conoce la causa, la cuál el primero ignora.

...Y así, cuando las técnicas proliferaron, unas al servicio de las necesidades de la vida, otras con vistas al recreo y ornato de la misma,  los inventores de las últimas eran con toda justicia considerados más sabios, dado que su conocer no se subordinaba a la utilidad. Mas sólo cuando tanto las primeras técnicas como las segundas estaban ya dominadas, surgieron las disciplinas que no tenían como objetivo ni el ornamentar la vida ni el satisfacer sus necesidades, Y ello aconteció en los lugares dónde algunos hombres empezaron a gozar de libertad. Razón por la cual las matemáticas fructificaron en Egipto, pues la casta de los sacerdotes no era esclava del trabajo."

 

Tras el hecho, nunca suficientemente enfatizado, de que Aristóteles atribuye  la exigencia del pensar a la totalidad de los humanos, cabe enfatizar la afirmación de que disciplinas como la matemática, sólo son posibles cuando están solventadas, no ya las cuestiones relativas a la necesidad, sino también las relativas a la distracción, el ornato y hasta la belleza. Importantísima es asimismo la declaración de que sólo en condiciones de libertad pueden los humanos acceder a esta última etapa. En fin, es muy significativo el hecho mismo de  que el primer ejemplo de ciencia que responde a la exigencia de absoluto desinterés por aspectos ajenos a su propia práctica sea la matemática. De esta  independencia del pensamiento matemático, no ya  en relación a los intereses de la vida cotidiana, sino incluso a las exigencias de otras disciplinas, cabe dar un ejemplo indiscutible, a saber, la teoría de las secciones cónicas: los matemáticos griegos estudian la elipse, la parábola y la hipérbola, cuatrocientos años antes de Cristo, pero su primera aplicación no se encuentra hasta la cosmología de Kepler, con su conjetura de las órbitas elípticas que, en torno al sol, realizarían los planetas.

Hemos de relacionar estos rasgos, en los que se muestra un aspecto desprendido y liberador del hecho mismo de pensar, con lo que antes decía  sobre la mutilación que para los seres humanos supone vivir en una sociedad que da la espalda a la filosofía, o que incluso se sustenta en su repudio:

Para la inmensa mayoría de los humanos la lucha por la subsistencia ocupa la integridad de sus jornadas. Y aun ateniéndose a los privilegiados ámbitos en los que esta esclavitud inmediata queda atrás, perdura la imposibilidad de vivir en condiciones no ya de ornato y  confort, sino incluso de salubridad, es decir, imposibilidad  de vivir simplemente con decencia. En lo referente al ornato, la  preocupación por alcanzarlo llega a confundirse con la radical confrontación que supone la aspiración artística, de lo cual es indicio el uso que se hace en nuestra lengua del término diseño. En fin, somos tan poco fieles a la concepción aristotélica del saber como algo en lo que el hombre encuentra su realización  (y que en consecuencia ha de valer por si mismo), que la matemática es socialmente concebida  como mero instrumento para disciplinas con finalidades prácticas, e incluso instrumentalizada al servicio de la selección social.  

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6 de octubre de 2010
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“¿Qué es una cosa?” (II)

En lo que precede he evocado un  problema central pero que no debe aparecer sino mucho más tarde en esta reflexión, a saber el problema del   grado de independencia con respecto a sus propias construcciones de aquellos  conceptos con los cuales el hombre se aproxima al entorno e intenta dar cuenta del mismo, ya sea de forma ingenua (eventualmente mágica), ya sea bajo esa forma que hoy identificamos a la ciencia.

La sospecha sobre aquellas determinaciones conceptuales que parecen legitimadas por una apariencia de obviedad, es cuando menos filosóficamente sana, salud sobre la cual la disposición cartesiana sigue constituyendo la referencia paradigmática. Sin embargo esta sospecha no puede, metodológicamente al menos, ser exhaustiva. No podemos rechazar por ausencia de carácter apodíctico todos los conceptos y categorías que sustentan el edificio convencional  de la ciencia...al menos de renunciar a todo conocimiento, conformándonos con un instalación escéptica en la aleatoriedad de los fenómenos. Indicaba Aristóteles que la simple percepción implica ya para nosotros una modalidad de juicio y en consecuencia la operatividad de las categorías que recubren los conceptos aplicables como predicados de un sujeto. Sin orden categorial no habría juicios y sin juicio no podríamos reconocer nada en el entorno ,cabría someramente argumentar. Pues bien:

Entre los conceptos a los que no podemos renunciar está el tan general que en castellano designamos mediante el significante cosa. La pregunta por la cosa es en sí  mismo problemática. Si nos preguntamos qué es el caballo o el electrón del átomo de  hidrógeno, remitimos en la respuesta  a conceptos genéricos  (animal, partícula ), y a rasgos específicos  que  los sobredeterminan  (vertebrado, mamífero; carga negativa,  ubicación periférica en el seno del átomo). El asunto es  más complejo si  nos preguntamos por el ser del hombre, pues habría quizás que incluir en la respuesta la   condición de matriz exclusiva del binomio mismo interrogación-respuesta. Pero si, como quieren tantos reduccionistas, hacemos abstracción de tal circularidad  (sólo provisionalmente, pues precisamente  la disciplina científica  contemporánea que aquí en primer lugar nos ocupa  no autoriza a ello), podemos resolver el expediente diciendo que el hombre es un animal con una determinada configuración genómica.

No hay sin embargo manera de encontrar fácil expediente si lo que nos motiva es la pregunta por la cosa. Pues el complemento en  la eventual respuesta, "cosa es..." remite ya de alguna manera a lo preguntado.

Útil es al respecto, como tantas veces, recurrir a la etimología de la palabra, la cual indica que si bien en un sentido restringido cosa es aquello que como ser inanimado se opone a lo viviente (con énfasis en el viviente humano), en un sentido esencial cosa  no sólo abarca tanto aquello que tiene entidad  material ( viviente o inanimada,   dependiente sólo del azar y la necesidad o forjada por el hombre) como aquello que es puramente eidético o abstracto, sino que constituye incluso la matriz de todo ello, como indica su vínculo con el término latino causa.  

La pregunta por la cosa es la pregunta por lo originario, que no puede ser respondida remitiendo a lo que de tal origen deriva. La pregunta por la cosa es en cierto modo la pregunta por la physis, la pregunta por la naturaleza, siempre que este término sea tomado en la amplitud de su riqueza y no circunscrito a aquello que se muestra ante el ser de razón como su origen preexistente y que subsistiría con toda independencia de esta misma razón que la interpela. La pregunta por la cosa es en suma la pregunta por el ser de  todo aquello a lo que atribuimos una naturaleza, con el esencial presupuesto de que también atribuimos una naturaleza al ser humano.

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1 de octubre de 2010
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“¿Qué es una cosa?” (I)

"Una exposición relativa a cualquier área de las ciencias físicas contendrá inevitablemente términos que forman parte del trasfondo no sólo  científico sino cultural de la época en la que tal exposición se realiza.

La significación y aplicabilidad de tales términos son generalmente consideradas como  algo obvio y en consecuencia no necesitadas de ulterior explicación. Y sin embargo, a intervalos temporales, nuevos conceptos surgen que desafían este orden pre-establecido de verdades y mueven a una replanteamiento  radical de esos conceptos que no reflexionábamos..."

Quien así se pregunta por el ser mismo de las cosas, retomando y refiriéndose  explícitamente a la interrogación de Heidegger de 1967 (Die Frage nach dem Ding) es un profesor de Física en el curso de su tarea ordinaria, es decir, impartiendo un curso relativamente avanzado de la disciplina en el Imperial College de Londres [1] El autor evoca inevitablemente la decapitación por la Teoría de la Relatividad de los presupuestos sobre los que construíamos nuestras ideas de Tiempo y Espacio,  presupuestos que  se revelaron ser meros prejuicios. Pero el asunto va mucho más allá.

Ejemplos de tales términos en apariencia inocuos que hoy habría que mirar con  lupa antes de remitirnos a ellos serían, entre otros,  observable en una entidad física, propiedad de esa misma entidad, cantidad física, medida de una propiedad, causa de un evento, efecto de tal causa, y un largo etcétera. Simplemente el honesto profesor de una disciplina especializada que es Chris J. Isham, no se siente autorizado para referirse a tales conceptos ante sus alumnos  dando por supuesto que la significación de los mismos es inequívoca y que por consiguiente son susceptibles de objetivo acuerdo entre todos los seres razonables.

No es fácil encontrar en un texto técnico de Física Teórica referencias al Psicoanálisis, y menos aun referencias a un psicoanalista tan controvertido como era C. G. Jung ( que nunca he leído más que fragmentariamente  y ante el que siempre he tenido más bien prevención). Por ello es tanto más sorprendente encontrar en el libro de  Isham una reflexión de Jung  sobre la idea de causalidad, su aleatoriedad o carencia de concepto propio o universalizable, y el modo en que esta aleatoriedad misma puede  determinar hasta el desvarío  la subjetividad  de los seres de razón:

"De igual manera que la conducta sexual  frecuentemente transforma al hombre en un monstruo, también la categoría elemental de causalidad puede llegar a adquirir los caracteres de una necesidad, una insaciable exigencia que arrastra  todo consigo y para satisfacer la cual la cual las personas pueden incluso sacrificar sus  propias vidas. Se trata de una infatigable pulsión que nos inflama  y que hace despreciar todas las arduas tareas e imperativos de los hombres,  haciendo que sonriamos ante aquello que los demás hace llorar "

Lo que Isham pone de relieve en esta cita es el enorme poder emocional que son susceptibles de vehicular las categorías más abstractas, aquellas que no son objeto de reflexión porque aparecen más bien como condición de posibilidad de la reflexión misma. Enorme poder emocional de aquellos conceptos o categorías que Ortega denominaba ideas que somos, por oposición a las ideas que tenemos, es decir, aquellas que engrasan nuestra relación cotidiana con el entorno y los demás  y que en última instancia tienen soporte en las primeras.

Las ideas que somos, las ideas que dan soporte al pensamiento,  no son por definición pensadas ellas mismas o sometidas a juicio...hasta que algún tipo de conmoción en el conjunto de lo sustentado en tales ideas, algún tipo de  fallo en la previsible sucesión de los fenómenos o de contradicción en la descripción de los mismos, sea  esta  descripción ingenua o científica, hace que sintamos la imperativa  necesidad de volcarnos sobre tales ideas, de convertirlas en objeto de reflexión y  juicio. El ejemplo standard es el cúmulo de aspectos conflictivos en el seno de la Física que condujeron a Einstein a forjar una teoría que hacía recuperar la consistencia de la disciplina... al precio de repudiar como si se tratase de meros prejuicios las ideas preestablecidas de Tiempo y Espacio.

Decía que no es usual ver citado a Heidegger (a fortiori a Jung) en un texto rigurosamente técnico de Física. Menos usual es aun encontrar  una preciosa referencia al Jorge Luis Borges  de 1964, en la que el escritor se refiere a la más o menos consciente voluntad del hombre de constituirse en soporte del mundo. Guiado por tal voluntad el hombre forja imágenes de regiones, valles,  montañas, barcos, islas, instrumentos de conocimiento, estrellas o galaxias, para finalmente, cercana ya la hora de la muerte, descubrir que el laberinto  de rasgos que ha venido forjando sólo designa la imagen de su rostro.

Y el físico británico glosa su cita del escritor argentino poniendo el énfasis en  que, en el seno de la ,  la Mecánica Cuántica es un emblemático territorio de la actividad humana dónde constatar que  las "verdades" que creemos ser la referencia de nuestras construcciones no sólo son fruto de esas mismas construcciones, sino que precisamente  por ello  pueden llegar a erigirse en esas causas cargadas de peso dogmático a las que hacía alusión el texto de Jung:

"La interpretación de la teoría cuántica es un poderoso ejemplo de este fenómeno: no es usual encontrar un físico o filósofo de la ciencia, defendiendo una posición específica con tal fervor y pasión que ultra-pasa con mucho el grado de emoción asociado normalmente con las creencias científicas: en efecto, a veces se diría que su propia existencia dependiera de los resultados del debate." (p.66)


[1]              Chris J. Isham. Lectures on Quantum Theory Imperial College Press London, 1995. Las referencias a Heidegger se encuentran en la página 65

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29 de septiembre de 2010
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