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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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La naturaleza del hombre que desea el dinero

Como escala de medida de la riqueza el dinero, ya sea nominal o material, el dinero es deseado. Pero hay un salto entre desear el dinero que permite satisfacer otro deseo y desear el dinero por sí mismo. Es asunto de los historiadores de la economía el discernir cuándo se efectuó el viraje que convierte al dinero en un objetivo en sí, pero lo que en todo caso nos concierne a todos es el hecho de que tal viraje supone que la economía no es ya determinada por los imperativos de subsistencia o de dignidad del entorno en el que se vive. La economía pasa entonces a ser el todo de la existencia.
Ello es cierto para el poseedor, cuyo paradigma es el personaje balzaquiano de Père Grandet (padre de la protagonista en Eugénie Grandet), avaro incrédulo que parece recobrar la fe en el acto de extremaunción al alzarse del lecho para besar una talla de Cristo, que simplemente...era de oro.
Pero ello es también cierto para el desposeído, en pos siempre del dinero mínimo que garantice sus necesidades elementales y forzado a poner entre paréntesis toda otra exigencia todo otro deseo, paréntesis que en general se prolonga una entera vida. Pues de triunfo en los objetivos le llevará simplemente a convertirse en un personaje como ese hombre de empresa británico afincado en Barcelona, orgulloso en una entrevista de haber empezado en su empresa con un minijob y haberse convertido en director para España, lo cual le da autoridad para que nos dirija esta advertencia (¿o anatema?) "se van a arrepentir ustedes de no tener minijobs"1.
Para uno y otro- poseedor como desposeído-el dinero reemplaza entonces aquellos valores que la tradición humanística, en el amplio sentido del término, postulaba como deseable objetivo que debería determinar la máxima subjetiva de acción de cada uno de los humanos. La erección del dinero en finalidad última hace que, tras el imperativo de alcanzar los medios de subsistencia, aquel que lo logra se impone entonces el ganar altura en relación a la escala de medida, que lo es efectivamente de todas las cosas, y obliga a dejar de lado la inclinación que Aristóteles nos atribuía a fortalecer las facultades del espíritu. Pues la escala de medida marca los criterios de moralidad, como marca los criterios de aptitud para hacerse un camino en la maraña de la vida social concebida efectivamente en términos darwinianos pero no en pos de la supervivencia sino en pos de un extraño símbolo. 2

 

 

 

_____________________

1 El personaje que no tiene desperdicio nos dirije también otras perlas "Aquí [en España]sus expectativas de empleo son pura ideología y están basadoa en tiempos mejores que quizás no vuelvan. Creen que sólo por haber legislado el derecho teórico a un ideal de contratos indefinidos bien pagados se convertirán en realidad algún día".Lo que no dice explicitamente es que los "tiempos mejores" no considera que sea bueno que volvieran, entre otras cosas porque la seguridad laboral que a su juicio conferían "frena la circulación del talento entre empresas"

2 En un artículo publicado en Le Monde Diplomatique en marzo 2012, el filósofo húngaro G. M. Tamás nos da un ejemplo estremecedor de lo que significa una sociedad marcada por la erección del dinero en escala de valor: "Mientras va empezando la lucha a muerte por unos servicios y recursos sociales cada vez más escasos, el poder presenta los motivos de esa contienda en términos de excelencia moral, aptitud biológica y superioridad intelectual. Sólo las personas jóvenes, diligentes y flexibles se juzgan dignas de consideración: rechazar esos criterios es rechazar el orden natural de las cosas [...]Más que racista a la antigua, la derecha húngara se opone sobre todo a subsidiar a los pobres, a dar ayuda a los desocupados, que la gente asimila a los gitanos, y a todos los elementos "improductivos" de la sociedad , que se designan como "inactivos", incluyendo en esa categoría a los jubilados[...] Para imponer este nuevo orden, el gobierno necesita dinero y efectúa recortes presupuestarios. No más dinero para para las artes, la arqueología, los museos, la edición, la investigación[...], las universidades, las escuelas elementales[...].los discapacitados y los enfermos. En cambio se finanza profusamente el deporte que tiene fama de estimular la combatividad, el espíritu de grupo, la lealtad, la disciplina personal"
¿Y que será de los reducidos a los arcenes? Como siempre alimentarán el espíritu caritativo, en este caso de las organizaciones dependientes de la iglesia católica, floreciente en el país. Se supone asimismo que liberadas de injustos subsidios estatales que no incentivaban la búsqueda de excelencia, las universidades alcanzarán un esplendor cuando acudan a ellas los que están en condiciones de pagar las matrículas a coste real. Canción húngara que conocemos perfectamente en otros lugares.

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23 de marzo de 2012
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Tras las cosas y uno mismo

El guionista del sueño

En ocasiones los sueños tienen un carácter desarticulado y aunque sus imágenes aisladas formen pequeños grupos significativos, no hay una ley de composición que les confiera unidad formal (al menos aparente, pues otra cosa es la unidad posterior que pueda resultar de una interpretación).
En ocasiones, sin embargo, los sueños impresionan por su coherencia. Coherencia "realista" o fantasiosa (es decir, respetando o no las leyes aparentes del entorno físico y hasta los comportamientos previsibles de los seres que lo animan), pero respondiendo a las reglas de una narración bien construida o mejor, dada la preeminencia de las imágenes visuales, reglas de un riguroso guión cinematográfico, en el cual-matiz clave- el espectador juega un papel protagonista.
Este protagonismo del espectador en la trama del sueño (ingrediente esencial de lo literalmente insoportable que resulta en ocasiones la peripecia onírica), plantea el problema clásico de la alienación del ser humano en sus propios espejismos. Pero en estos casos de sueño que parece responder a un guión bien trabado, surge para el soñador una inquietante pregunta: ¿ quién o qué es soporte de esta trama de cuya rigurosa articulación el sujeto consciente es simplemente incapaz?
Tales sueños parecen dar testimonio de que, tras el yo incapaz para la forja de un relato que vaya más allá de la pueril expresión de los inmediatos temores deseos y fantasmas, hay un riguroso conocedor de las leyes de la palabra y de la potencia de la misma. Trabajando oculto en la vigilia, su tejido se muestra en el sueño, amenazando a nuestra subjetividad (desarticulada, pasiva, huidiza ante toda confrontación) pero dando testimonio del rescoldo de veracidad que perdura en nosotros.

Heidegger parece invitarnos a apostar por una autenticidad existencial que entre otras cosas pasaría por el reencuentro de una verdad no reductible al estatus de correlato del conocimiento. El problema es sin embargo delimitar el horizonte en el que tal verdad ha de ser buscada y la disposición de espíritu (no parece conveniente utilizar al respecto el término método) que facilitaría el reencuentro.
Es en general de buen augurio el sentimiento de que nuestra subjetividad cotidiana y consciente ha topado con algo que realmente la interpela, algo que escapando a su control, poseyendo un indudable peso y en consecuencia suponiendo un riesgo, es sin embargo portador de algún tipo de promesa.
De ahí el interés de esos sueños a los que me refería en los que la escenografía visual parece trabada por una consistente sintaxis. Escritura no procedente del exterior, pero tampoco forjada por nuestra conciencia (mero reflejo en general de un cúmulo de prejuicios y frases masticadas), su implacable rigor es signo de que tras las cosas, los seres que me hablan y yo mismo no hay vacío de significación sino quizás precisamente la matriz de la misma.
Tales sueños marcan el límite de nuestros parapetos, de nuestras tentativas por reducir todo -incluso la propia muerte- a representación, de nuestros esfuerzos por mantener nuestro reducto. Por eso la primera e inmediata anamnesis de los mismos es emoción pura, cuando no simplemente esa angustia tan evocada por el propio Heidegger.

Veracidad y ciencia natural de nuestro tiempo
Parece que el neutrino, rara partícula por su rara densidad, por su cuasi etérea masa, defrauda alguna oculta esperanza y no supera la velocidad de la luz, con lo que ello hubiera supuesto de efectos extraños, como quizás trascender la imposibilidad de remontarse en el tiempo. El proyecto sobre partículas elementales Opera, en el marco de cuyas investigaciones se fraguo el viaje de los neutrinos a través de 730 kilómetros, reconoce que dos deficiencias técnicas han podido modificar las condiciones y producir la ilusión de que cabe una velocidad supraliminar, la cual eventualmente pudiera ser utilizada como medio de transmisión que (en la medida en que el tiempo empírico para un intervalo espacial dado, tiene límite en lo que tarda en cubrirlo la luz) permitiría enviar un mensaje al "pasado"(comillas porque el término pasado ha cambiado de sentido si permite algún tipo de reversibilidad.
Decía en una columna reciente que nada de esto cabe esperar del fenómeno en el que una partícula determinada A es sometida a una medición de Bell respecto a una partícula B que antes se hallaba vinculada a C, lo cual tiene como consecuencia que C se libera y alcanza el estado que tenía A. Pues para que esto acontezca se exigen determinadas condiciones, a saber que haya información clásica de lo que ha ocurrido entre A y B, o sea información que de ninguna manera se transmite a velocidad superior a la de la luz.
Avanzaba que el asunto se hace barroco cuando consideramos el caso en el que se dan dos parejas entrelazadas A-D por un lado (digamos arriba), B-C por otro (digamos abajo). El entrelazamiento entonces entre A y B provoca la disolución del antiguo lazo lazo entre B y C y un entrelazamiento entre D y C. Indicaba que la expresión "trueque de entrelazamientos"(Entanglement Swapping) era perfectamente adecuada para designar el proceso al que se asiste.
Hay razones para suponer que el Entanglement Swapping constituye una de las más sorprendentes cosas que el hombre haya podido consignar en su esfuerzo por observar la naturaleza y hacerla inteligible. Si en experimentos anteriores (el de Aspect confirmando la violación de las desigualdades de Bell es el clásico) podía mostrarse que la naturaleza responde en ocasiones a un comportamiento holístico en el que sólo lo relacional es susceptible de ser archivado y los individuos parecen perder su subsistencia, con el trueque de entrelazamientos se diría que los lazos mismos vienen a ser protagonistas casi exhaustivos de la peripecia. Como ya he sugerido, lo prodigioso de ello es que no se trate de un desarrollo en la fascinante y grandiosamente especulativa Ciencia de la Lógica de Hegel, sino de un capítulo de la ciencia natural de nuestro tiempo. Capítulo que constituye un reto para la metafísica y ofrece la oportunidad de retomar la interrogación sobre la esencia de la misma. Heidegger no niega que la metafísica es en en primer lugar reflexión tras la física, mas considera que por ello mismo la metafísica es la expresión paradigmática de la disposición del ser humano caracterizada por la puesta entre paréntesis de la interrogación cabalmente ontológica; la metafísica es parte, según su expresión, de la reducción del ser al ente y signo en ello mismo de su olvido, lo que acarrearía para el ser humano la prosecución fines propios de una existencia inauténtica.
¿Olvido pues del ser la reflexión sobre la disciplina que ha forzado a dejar de contemplar la naturaleza como conjunto de entidades dotadas de propiedades intrínsecas, sometidas a relaciones de contigüidad y obedientes a principios de razón suficiente? Mantener el proyecto de una reflexión sobre la physis posterior a la física, mantener el proyecto de una meta-física, tras el radical socavamiento de principios que ha supuesto la ciencia natural de nuestro tiempo, exige quizás una marcha atrás, exige remontarse a la prehistoria de tales principios, exige considerar de nuevo la disposición de espíritu que lleva a la metafísica.

La pregunta sobre la esencia del dinero
Una reflexión del economista Miguel Otero sobre las causas del fracaso del proyecto europeo ( el autor en síntesis se adhiere a la tesis de la incongruencia de una unión monetaria sin poder político unificado de la cual la moneda común sería un instrumento), ofrece sus lectores la oportunidad de hacer conjeturas sobre el origen y la esencia del dinero.
La primera conjetura es la de que el dinero habría surgido como unidad de cuenta que permite calcular valores. En Mesopotamia, 3000 años antes de Cristo, el poder soberano tendría en el dinero una referencia de lo que (en cabezas de ganado de una u otra especie, por ejemplo) estaban en derecho de demandar a sus súbditos. Como Miguel Otero enfatiza, el dinero así concebido es un puro medio de control, carece de substancia en un metal por ejemplo. El soberano puede según su conveniencia devaluarlo, es el caso cuando lo que adeuda a otros es más de lo que le adeudan a él, lo cual obviamente es más difícil de hacer con algo -oro en general - a lo que se ha concedido valor substancial.
De ahí que, en una segunda conjetura el dinero habría aparecido como medio perdurable de intercambio al que se le supone un valor intrínseco y que supone el fin del trueque. Una devaluación de un metal no puede efectuarse más que si deja de ser considerado auténticamente precioso por los que lo poseen, lo cual exige algo más que un mero acto administrativo.
En fin el dinero es asimismo concebible como depósito de valor. La función del dinero es aquí extraña. El dinero tiende a la acumulación, pero como esta acumulación sólo puede hacerse por mediación de la riqueza (el número de cabezas en una sociedad ganadera por ejemplo -en la lengua vasca rico -aberatsa- tiene la misma raíz que ganado- abere-), la acumulación de dinero pasa por el control de la riqueza ajena. La situación actual de la economía europea en la que los gestores del dinero controlan tanto la "riqueza" reducida a deuda- la casa en primer lugar- de los ciudadanos, como la deuda inmensa de los estados es un buen ejemplo. Ejemplo, señalaré de paso, que convierte en pura retórica la interrogación efectuada en el diario "Le Monde" por el presidente del partido Social- Demócrata aleman Sigmar Gabriel "¿Quien fija las reglas de juego de los mercados, los que especulan o la política?" La evidencia de la respuesta no hace sino más legítima la denuncia por el mismo Gabriel de la "democracia adecuada al mercado" de la señora Merkel que impide la existencia de "mercados respetuosos de la democracia". El problema es que a la hora de llevar a cabo está bienintencionada propuesta la disposición de los socialdemócratas parece bastante tibia.

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21 de marzo de 2012
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Ni milagro ni ciencia ficción

Describía  en la columna anterior el caso de una partícula A  que ha dejado propiamente de ser tal, como resultado de haber sido sometida a una medida de Bell junto a otra partícula B que se hallaba previamente entrelazada a una tercera C. Y tras referirme al proceso mediante el cual C hereda el estado perdido de A,  sostenía que todo esto  nada tiene que ver con las especulaciones en las que se complace la llamada ciencia ficción.

Indicaba en primer lugar que no se da   tele-transporte  de materia ni de energía, lo cual desde luego sería un envite considerable para cualquier concepción del orden natural. Entraríamos realmente en el terreno del milagro,  derrota definitiva para la idea misma de una ciencia física. Pero ciñéndonos a lo que sí es tele-transportado, a saber el estado por el que se hallaba determinada A, la polarización de un fotón por ejemplo, sólo hay tal cosa, o al menos sólo tenemos conocimiento de que la haya, gracias a algo que consideramos  de lo más natural (puesto que supone un transporte de masa o energía), a saber,  la información.

 Cabe en efecto demostrar matemáticamente que si  al  observador que se encuentra  en C no se le informa de  aquello que ha ocurrido entre los fotones A y B, si no se le dice  que estos han sido sometidos a una medida que les entrelaza, y que el resultado matemático de la misma es tal o tal, entonces... dicho observador no tiene modo alguno de constatar que C ha heredado el estado que antes correspondía a A.[1]

Ahora bien: tal información se efectúa de forma clásica, mediante fax, teléfono, paloma o mensajero humano. Medios todos ellos que suponen un transporte de masa o de energía,  y en consecuencia  obedecen a las leyes de desplazamiento por continuidad, las cuales recuperan así un protagonismo.

 


[1]             Ateniéndonos al caso de polarización de fotones, evocado en anteriores notas esta impotencia del observador no informado puede resumirse así. Supongamos para mayor sencillez que la polarización de A cuando tenía estado propio era horizontal. Tras la pérdida por A de su separabilidad, A y B quedan entrelazados en uno de los cuatro estados posible de Bell que tienen correspondencia en un estado separado susceptible de ser heredado por C. La probabilidad que tiene cada uno de los estados de ser el que refleja el entrelazamiento es la misma,  por consiguiente, también lo es la probabilidad de los estados posibles separables que hereda C. Dado el punto de partida, a saber que la polarización de origen era horizontal, los vectores separables posibles se reducen a horizontal y vertical.  Supongamos que el observador  Oc del fotón C,  fija una base ortonormal   +g -g  donde g  es un ángulo arbitrario, y midiendo C en tal base computa  la probabilidad de que salga +g o -g. Pues bien:

                Si no es informado del resultado obtenido en el entrelazamiento, la probabilidad es en ambos casos1/2,  lo cual no autoriza discriminación alguna.

                Si por el contrario Oc es informado del resultado del entrelazamiento, puede proceder a una transformación unitaria (es decir conservadora de la linealidad) que confiere a C exactamente la polarización que tenía A. En el  caso horizontal P (+g) =coseno cuadrado de g, P(-g)= seno cuadrado de g. En el caso de polarización vertical tendríamos P (+g)=  seno cuadrado de g, P(-g)= coseno cuadrado de g.

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15 de marzo de 2012
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Individualidad perdida…individualidad recuperada

El protocolo físico-matemático que conduce al fenómeno que tras las consideraciones cuánticas de la penúltima columna  quiero poner de relieve  consiste de manera sucinta  en lo siguiente:

Una partícula  A  (pongamos arriba a la izquierda del lector en la pantalla) se halla en un determinado estado cuántico, independiente del estado de dos partículas B, C (abajo a izquierda y derecha respectivamente) que se encuentran en la situación de entrelazamiento, evocada en la reflexión precedente, y consistente en  que  hay un estado  atribuible al sistema que ambas forman, pero no hay estados propios de cada una de ellas[1] 

          A                        

          B ------------C                                             

                          

Así las cosas, un observador procede a una medida llamada de Bell entre las partículas A y B, la cual tiene como consecuencia el entrelazamiento de ambas. Pues bien:  

Este segundo lazo tiene como resultado el liberar a C del vínculo con  B, emergiendo como partícula autónoma en un estado que (si se cumplen ciertas condiciones de información)...es el que tenía A.

Cabe pues decir que el estado de A[2] no se ha perdido, meramente se ha trasladado. Nótese sin embargo varios aspectos relevantes:

  • 1) Lo que se ha trasladado es el estado de la partícula, no ha habido traslado de la partícula misma, ni tampoco traslado de energía.
  • 2) Dado que la partícula A no se ha trasladado ¿cabe decir que sigue en su sitio? Desde luego lo que sigue en su sitio no es la partícula A, pues habiendo cambiado de estado y constituyendo este lo que la caracterizaba, no puede lógicamente decirse que sea la misma.
  • 3) ¿Cabe al menos decir que ha quedado en aquel sitio una partícula? Difícilmente, pues el cambio no ha sido de un estado propio a otro estado, sino de un estado propio a un estado entrelazado.[3], y siendo uno u otro estado propio lo que caracteriza a la partícula, cabalmente solo cabe afirmar que la que se daba ha desaparecido.
  • 4) La partícularidad ha sido recuperada en la antigua partícula C que antes se hallaba entrelazada y en consecuencia (en conformidad al punto anterior) antes de la herencia no constituía propiamente una partícula, aunque su distinta posición espacial respecto a B pudiera dejar entrever lo contrario. El sitio no es pues razón suficiente de la distinción. Viejo problema leibniziano que aquí no puedo sino mencionar.
  • 5) El estado de la partícula A ha sido, por utilizar ya la expresión popularizada, "tele-transportado" ¿Significa ello que ha pasado de un lugar a otro sin pasar por los lugares intermedios? Pasando por los lugares intermedios, es como se traslada la materia y la energía, y en general como se traslada lo que hay, cuando el verbo haber designa lo recubierto por la noción canónica de naturaleza, naturaleza obediente a los principios que, desde Aristóteles a Einstein, han sido considerados soporte del saber de los físicos. Podemos considerar las partículas A C como fotones y el estado de la primera como una bien determinada polarización. El traslado a C del estado de polarización que tenía A ¿se ha realizado pues, sin someterse a la paradoja de Zenón, sin estar forzado a recorrer previamente la mitad de la distancia y previamente la mitad de la mitad?

 Intentaré en la columna siguiente mostrar que la respuesta es más bien negativa y en todo caso poner claramente de relieve que todo esto en modo alguno invita a cuestionar el orden de la razón, sino en todo caso la acotación de la misma en ciertos principios y categorías considerados universales del pensamiento y del ser. De manera más precisa, intentaré mostrar que estas situaciones, paradójicas para la idea canónica de ciencia, nada tienen que ver sin embargo con la ciencia ficción.


[1]             Ejemplo preciso sería el caso de dos fotones determinados por su polarización. Dada una base de polarización con coordinadas  horizontal H y vertical  V, para  ciertos ángulos de polarización el vector que representa el sistema de ambos fotones es una suma de dos productos tensoriales que no hay manera de reducir a producto tensorial de dos vectores. Si consideramos que la polarización es en ese momento el criterio determinante de la individuación, ello equivale a decir que estamos ante una entidad global no reductible a yuxtaposición de individuos.

[2]             Determinado por la polarización, en el ejemplo de la nota  precedente.

[3]             En el ejemplo de las notas, habiendo el fotón pasado de un estado de polarización que le singulariza a un estado que solo tiene significación holística, es decir, que no es yuxtaposición de estados individuales o aun (en la jerga  técnica aludida) que no es  producto tensorial de dos vectores.  

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13 de marzo de 2012
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La esclavitud y la tragedia

La tragedia es  aquello en lo que los espectadores del teatro griego se reconocían, simplemente en razón de que tras la trama aparente traslucía algo  a lo que, en todos los casos, se halla confrontada la humanidad. En el escenario trágico se hacía presente  lo indisociablemente tremendo y magnífico de la condición humana; se recreaba la matriz de esa tensión, esa insatisfacción en lo dado, esa   exigencia subjetiva de romper límites que, en condiciones de libertad  conduce al hombre a bscar una fórmula que haga inteligible lo hasta entonces oscuro, a forjar  una frase nunca antes pronunciada o a generar  una forma nunca antes percibida.

Asumir el conflicto inherente al ser humano en toda circunstancia y que la agonía trágica representaba paradigmáticamente es algo que no puede confundirse con la mera lucha por la subsistencia. Las expresiones de lo cabalmente humana surgen, nos dice Aristóteles, cuando está resuelto todo lo relativo no sólo a la subsistencia, sino también al ornato de la vida; asegurado  pues  aquello que hoy denominaríamos dignidad del entorno, empezando por la propia casa.

Por ello en la Grecia que mantenía tremendas jerarquías sociales la frontera entre el hombre de condición humilde y el que por su situación de esclavo se hallaba deshumanizado, pasaba por hallarse o no excluido de la asistencia al teatro. Hace tiempo tuve ocasión de citar aquí el siguiente párrafo (los subrayados son míos)  del extraordinario libro de Max Pohlenz, La libertà greca:

La sociedad de formación natural ofrece al individuo no solo el espacio vital,  sino también un contenido de vida,. El campesino ático que cultivaba campos y viñas lejos de la ciudad, rara vez podía encontrar tiempo para asistir a la asamblea popular. Eso no quita que politicamente fuese no, digamos, de Maratón o Arcadia sino un Ateniense, tuviese el conocimiento que le permitía (en las elecciones importantes, que le concernían personalmente porque afectaban a todos) aportar su contribución de hombre libre. La ciudad de Atenas, además no era para él simple mercado para sus ventas y sus compras: allí sobre la Acrópolis dominaba Palas Atenea, que protegía con mano fuerte,su polis y a él mismo. Y ni siquiera el campesino más simple se descuidaba de asistir a las representaciones del teatro de Dionisos, gloria de su ciudad patria"

 

Es obvio que esta exigencia de una vida cabalmente humana, una vida sustentada en  la asunción de nuestra  condición indisociablemente festiva y  dolorosa es algo que  puede sonar a capricho, cuando no a sarcasmo, en un marco social en el que un trabajo mecánico de doce horas, siempre  bajo la inquietante amenaza  de la pérdida del mismo, es considerado un bien y hasta un privilegio.

El tiránico orden social que posibilita tal cosa no es in-humano (sólo los humanos son susceptibles de forjar prisiones físicas o espirituales) sino  literalmente des-humanizador,  una máquina para impedir que  los humanos sean cabalmente tales.

La tesis que estoy defendiendo es muy clara: el arte, la ciencia y la filosofía como fertilización conceptual de lo que en ambas prácticas se forja son algo de lo que nadie puede hallarse privado sin verse amenazado en su humanidad.

Por eso es tan urgente denunciar las teorías pragmáticas que presentan como  único bien al que colectivamente podamos aspirar la posibilidad de que una reducción de la amenaza laboral alivie un tanto el ofensivo terror al que los trabajadores se ven sometidos. Hemos de denunciar lo insoportable de la situación laboral actual, porque reduciendo a los humanos a la esclavitud, impide precisamente la asunción de la condición trágica en la que consiste el ser ciudadano. Es simplemente insoportable que la dialéctica trabajo embrutecedor- pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema subjetivo esencial, en el problema mayor de la existencia

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8 de marzo de 2012
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Crescendo cuántico: falso lugar propio

Ya he señalado que tras el teorema de Kochen-Specker, sostener que hay un mundo  objetivo e independiente del sujeto que lo percibe y lo mide solo, sostener en suma lo que algunos toman por evidente, solo puede hacerse a un elevado precio filosófico, a saber:  aceptar que las  partículas elementales de tal mundo se comportarían de manera equivalente a lo que supondría que la magnitud de una cosa cambiara según que su  color fuera blanco o negro. 

Por otro lado, del teorema que lleva el nombre de John Bell se infiere que el resultado de la medición de la propiedad de una determinada partícula  puede verse alterado por  el hecho de que se efectúe una medición en una segunda partícula situada a gran distancia. Si tal cosa ocurre, obviamente el destino de ambas partículas se hace indisociable, lo que se expresa diciendo que ambas están entrelazadas, sin que sea óbice para ello la distancia espacial que mantienen: su diferente lugar no las hace independientes mutuamente, de lo cual la expresión no localidad.  

El asunto se hace  por así decirlo barroco e incrementa su peso filosófico  con un teorema más reciente (que tuvo asimismo verificación experimental) en razón del cual dadas dos parejas entrelazadas A-D, B-C, un nuevo entrelazamiento, esta vez  entre A y B provoca la disolución de los antiguos lazos y un entrelazamiento entre D y C. De lo cual la expresión consagrada "trueque de entrelazamientos"(Entanglement Swapping). Misteriosos asuntos desde el punto de vista de la visión convencional de la naturaleza y que fortifican en la idea  de que toda  reflexión sobre las determinaciones de la Physis pase hoy por la elucidación del peso de los evocados teoremas,  que parecen destruir la esperanza de reconciliar  la ciencia más determinante de nuestro tiempo con los presupuestos filosóficos de nuestra visión del mundo

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6 de marzo de 2012
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Crescendo cuántico: dos asuntos sorprendentes

En este foro me referido en varias ocasiones  a la contradicción  en la que se encuentra el pensamiento cuando intenta hacer compatibles los indiscutibles logros de la física cuántica en lo relativo a la descripción y previsión de los fenómenos naturales con la fidelidad a principios que parecían inviolables; principios que a los ojos de un Einstein eran condición de posibilidad de poder hablar de ciencia física,  y que de hecho son la base de  nuestra confianza en que las cosas en nuestro entorno se desarrollen con  regularidad y no de manera puramente azarosa.

Sea simplemente la arraigada convicción de que una  cosa tiene propiedades objetivas mediante las cuales  difiere de las demás cosas, y  no se halla afectada por lo que pase a las segundas más que si se da un lazo de contigüidad entre ellas (no te afecta  la gripe del otro mas que si hay contigüidad, contagio si se quiere).  

Cabría mostrar que en esta convicción de doble vertiente se sustenta nuestra percepción convencional del mundo. Mas como la interpretación canónica de la mecánica cuántica la ponía en entredicho, Einstein aventuró la conjetura de que la contradicción quedaría resuelta si se daban ciertas variables que escapan al observador. En suma: las variables ocultas de Einstein garantizarían la validez de las descripciones cuánticas y garantizarían a la vez:

a) El poder atribuir  a una cosa  determinada propiedad P que sería suya  con independencia de que  sea o no observada, e indiferente a la existencia en esa cosa misma de otras propiedades, eventualmente incompatibles entre sí.   No se nos ocurre (mera analogía) considerar  por ejemplo que  la magnitud de una cosa  ha de verse  modificada en función de que esta cosa tenga color blanco o tenga color negro.

b) El poder  asegurar que una cosa tiene su lugar, en la que se halla a resguardo  de lo que le suceda a una cosa ubicada  en otro lugar (localidad).

Es de señalar que  ambos principios, por natural y evidentes que parezcan, se revelan simplemente incompatible con la física cuántica, de tal manera que, o bien renunciamos a los logros de tal disciplina o bien renunciamos a hacer de lo enunciado en ellos una ley general de la naturaleza. Pues bien: 

Lo enunciado en a) es puesto en entredicho por un teorema conocido como de  Kochen -Specker[1] El ataque a lo enunciado en el punto b) queda asociado al nombre del físico británico John Bell. De algunos desarrollos (curiosísimos por su enorme peso filosófico) del teorema  de Bell me seguiré ocupando, de manera (como dicen los físicos) cualitativa, o sea sin recurso a formalismos.

 


[1]    El  teorema llamado  de Kochen-Specker, se enmarca en las discusiones relativas  a  una teoría einsteniana que intentaba explicar las diferencias de comportamiento entre entidades aparentemente idénticas sosteniendo que en realidad no eran idénticas sino similares. De tal teorema se extraen consecuencias como las siguientes: la variable oculta que explicaría el valor fijo del observable físico A tendría que ser alterada  en función de si a la vez se está midiendo un segundo observable B, o si se está midiendo un tercer observable C, cuando se da la circunstancia de que  estos dos últimos observables, aunque compatibles con el primero, son incompatibles entre sí. Pues entonces,  si tras haber observado B se pasa a observar C, la variable  pasaría  de ser explicativa de la pareja A-B a ser explicativa  de la pareja A-C. Este  carácter por así decirlo dialéctico de las propiedades ocultas  de las cosas traiciona el espíritu mismo de la teoría

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1 de marzo de 2012
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Realizar la animalidad que nos es propia

Como todo animal, el hombre tiende a desplegar todas las capacidades con las que se halla dotado por naturaleza. El asunto es determinar bien cuáles son las que le caracterizan en el seno de la animalidad, pues si es frenado en estas, el eventual desarrollo de otras, no impedirá que ese animal quede mutilado en su humanidad.

Se ha dicho muchas veces que los niños dan muestras de gran curiosidad analítica  e inclinación a explorar y descubrir, las cuales a menudo quedan ulteriormente paliadas, o simplemente abolidas. Me atrevo a conjeturar que cuando mostraba tal disposición  el  niño no hacía otra cosa  que responder a su naturaleza , a esa modalidad propia de la physis, que al decir de Aristóteles le llevaba a eidénai, es decir a subsumir el entorno bajo conceptos y símbolos. Pues el animal humano tiende a nutrir  y desplegar sus facultades cognoscitivas, ni más ni menos  que como  el águila o el caballo tienden a activar sus capacidades de vuelo o de galope.

El hombre ha domesticado al lobo, canalizando y utilizando las facultades naturales del mismo hasta hacer un amigo y cómplice en  su lucha contra la adversidad del entorno. Pero  el lobo es ya negado  en su animalidad específica, reducido a una condición sin forma propia cuando deja de ser el agudo vigilante de las tierras o el rebaño para  ser confinado en un angosto espacio urbano y erigido en sustituto asténico de la compañía humana, en imposible paliativo  de esa soledad para la  que solo la complicidad en la palabra y el relevo de la misma en el ciclo de las generaciones constituye adecuada medicina.

Lo tremendo es sin embargo cuando tal reducción se efectúa con el propio ser humano.

Pues un hombre para quien ha desaparecido de su perspectiva, de su ámbito de vida, el objetivo de fertilizar y desplegar las facultades que le caracterizan como animal de razón y de lenguaje, es simplemente un hombre mutilado en su esencia. Pantes antropoi tou eidena oregontai physei...,  cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto cabal de pensar. Luchar contra las trabas sociales que hacen de tal proyecto una utopía  es la primera de las exigencias éticas. Y desde luego no renunciar a la propia   práctica cabalmente filosófica; no renunciar, por lo que este foro se refiere a seguir explorando las paradojas cuánticas.  

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28 de febrero de 2012
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La obsesiva pregunta

Mas allá de lo que un amigo y colega americano denomina cinismo trascendental de una parte de la clase política, tras los debates actuales sobre la actitud a adoptar frente a las medidas económicas que apagan el alma de los ciudadanos, está  una vez más  en juego la concepción misma de la tarea humana. ¿Está el ser humano condenado a esa tortura  a la que remitiría  la  etimología del término mismo trabajo (otras etimologías más o menos fantasiosas tampoco arreglan, pues hacen del trabajo la privación de la actividad que caracterizaría a los no siervos),  o es pensable una sociedad en la que la tarea esencial de todos y cada uno sea aquella en la que se fertilizan nuestras potencialidades? ¿Cabe una sociedad en la que aquello que Aristóteles denominaba filosofía sea algo no sólo presente sino cosa de todos? ¿O más bien está el ser humano condenado a pensar que subsistir es ya mucho?

Sino en la conciencia, al menos en la memoria oculta persiste un rescoldo del ingenuo  estupor   que,  en  todos y cada uno de nosotros,  precedió el sí conmovido ante las cosas y la vida:

"Guardianes del recuerdo de la edad dorada, garantes de la promesa que la realidad no es lo que se cree, que el esplendor de la poesía, que la luminosidad maravillosa de la inocencia pueden resplandecer y pueden  llegar a ser la recompensa que nos esforzamos en merecer".

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23 de febrero de 2012
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El trabajo… ajeno

  "Se arguye que, abolida la propiedad privada cesará toda actividad  productiva y reinará la más absoluta vagancia. Según esto, ya hace mucho tiempo que se habría hundido en la vagancia una sociedad como la burguesa en la que los que trabajan no se enriquecen y los que verdaderamente  se enriquecen son precisamente los que no trabajan".

En estos momentos devastadores para las conquistas sociales, oía hace unos días a un tertuliano que  se refería a la reforma laboral en curso criticando a sus detractores. Uno de sus argumentos fue que la nueva norma  molesta sobre todo a aquellos que estaban siempre  pensando en la indemnización por año de trabajo, la cual a  juicio del tertuliano era tan generosa como injusta. Los responsables políticos y representantes de la patronal visten de manera menos burda la cosa, pero no dejan de sugerir lo mismo, en el convencimiento de que toda medida  que no incentive el darwinismo social lo que hace es fomentar la tendencia a la vagancia de los ciudadanos.

 De ahí la conveniencia  de rememorar ciertos análisis de Carlos Marx. Así los  del Manifiesto Comunista en los que  el pensador desmonta los argumentos según los cuales la realización del ideario revolucionario llevará a privar a los ciudadanos de poder adquirir bienes y servicios. Marx precisa en efecto  que el único objetivo sería impedir  que tal posesión de bienes y  servicios se convierta en instrumentos para hacerse propietario del trabajo ajeno, y es en el contexto de tal reflexión aparece  el tan  sabroso  como irónico párrafo que citaba al principio.

Y en el momento en que el banco central europeo da dinero al uno por ciento a los bancos privados para que estos compren deuda de los estados a intereses que en ocasiones superan el siete por ciento, tampoco es ocioso citar este otro párrafo del programa teórico  expuesto en el mismo Manifiesto:

"Centralización del crédito en el estado por medio de bancos surtidos con capital del estado y régimen de monopolio."

Y en estas oigo en la radio que el ministro de economía se felicita del supuesto apoyo de los ciudadanos a las recientes medidas económicas del gobierno, declarando que España muestra así ser "un país serio del que se fían los inversores". Sospecho  que  en lo que está realmente afirmando es la conveniencia de que seamos un país genuflexo del que se fían los especuladores.

"¡Siervo ruin y perezoso!" es el anatema que, en la parábola bíblica,  lanza su amo al pobre diablo que no ha sabido hacer fructificar  el talento único que le ha prestado; un amo  que se reconoce a sí mismo como Señor que exige dónde no ha dado y recolecta dónde no ha sembrado.

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21 de febrero de 2012
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El Boomeran(g)
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