Víctor Gómez Pin
Así como hay libros que describen vicisitudes por las que atraviesan los hombres, libros que tratan de cuestiones relativas a la moralidad y las costumbres, libros que tratan de números o entidades abstractas como las figuras geométricas, hay libros que tratan de lo denominado por los griegos physis, y que más o menos corresponde a lo que nosotros designamos por naturaleza. Algunos de estos libros simplemente describen cosas del entorno natural, pero tienen un original enfoque:
En primer lugar buscan en la diversidad de las cosas naturales rasgos invariantes o elementales, rasgos mínimos que quepa erigir en criterio para situar una frontera entre lo que puede o no ser designado como natural. Así (ejemplo no aleatorio) Aristóteles caracteriza a la entidad que es en razón de la naturaleza (physei), por una intrínseca inclinación a hallarse en movimiento o hallarse en reposo, inclinación de la que estarían desprovistas las cosas que son resultado de la técnica: Si una mesa (resultado del trabajo del técnico carpintero) se desplaza es por un causa exterior a ella misma, mientras que un animal lo hace por naturaleza (physei).[1]
Decir natural equivale pues a decir intrínseca tendencia al cambio respecto al estatuto actual, en el bien entendido que este cambio puede ser mero desplazamiento, pero también alteración cualitativa (las mejillas del imberbe Alcibiades se cubren de vello, para más tarde mostrar indeseados arabescos), generación (la semilla se hace planta) o corrupción (la planta, abandonada a sí misma, se marchita.
Decir artificial equivale a decir que el movimiento del que la cosa es susceptible o bien es causado desde el interior -desplazamiento o destrucción- o bien, de ser propio, no corresponde tanto a la cosa misma como a sus componentes, fuego, tierra aire, agua. Menos aun que a las cosas artificiales cabe atribuir un principio interno de movimiento o de reposo a las entidades geométricas, la superficie de una cosa física por ejemplo. Baste con apercibirse de que podemos por ejemplo desplazar una mesa o inmovilizar un electrón, pero no podemos desplazar la superficie de la silla ni detener la raíz cuadrada de dicho electrón.
En cualquier caso la condición común mínima para ser una realidad directamente física (fuego, tierra…animal o planta) o indirectamente física (silla) es ser susceptible del movimiento más neutro, movimiento según el lugar (kata topos) que no altera los rasgos cualitativos ni menos aún los rasgos esenciales o definitorios.
De tal manera que Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará cantidad de movimiento (la cual recubre el reposo como caso límite en el que la velocidad es nula), y que fue considerado (al menos hasta la conmoción cuántica) como un predicado omniaplicable de las entidades físicas. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo y servirán también de criterio a la hora de discriminar lo que es físico de lo que no lo es, y considerando el conjunto de los mismos, el observador humano procede a una segunda operación.
Estando la entidad física marcada por los referidos rasgos la descripción de los cambios y sobre todo la previsión de los mismos es tomada como descripción y previsión de estado y comportamiento de la propia entidad. Entramos así en esa actitud respecto a la naturaleza marcada por la exigencia de conocimiento que caracterizará a la ciencia física (sea o no matematizada), que para algunos supuso la más elevada muestra de una existencia marcada por la exigencia de veracidad, eso que para otros representa por el contrario una suerte de reducción de la verdad.
[1] Una entidad artificial como la mesa es sin embargo objeto de movimiento autónomo pero no en razón de ser mesa, sino en razón de constituir una determinada proporción de los cuatro elementos, los cuales tienden a alejarse de la síntesis para alcanzar su lugar natural. Se trata en este caso de ese movimiento cómplice del tiempo que es la corrupción- pthora.