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Tras la physis

Por 29 de marzo de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Así como hay libros que describen vicisitudes por las que atraviesan los hombres,  libros que tratan de cuestiones relativas a la moralidad y las costumbres, libros que tratan de números o entidades abstractas como las figuras geométricas, hay libros que tratan de lo denominado por los griegos physis,  y que más o menos corresponde a lo que nosotros designamos por naturaleza. Algunos de estos libros simplemente describen cosas del entorno natural, pero tienen un original enfoque:

 En primer lugar buscan en la diversidad de las cosas naturales  rasgos invariantes o elementales, rasgos mínimos que quepa erigir en criterio para situar una frontera entre lo que puede o no ser designado como natural. Así (ejemplo no aleatorio) Aristóteles caracteriza a la entidad que es en razón de la naturaleza (physei), por  una intrínseca inclinación a hallarse en movimiento o hallarse en reposo, inclinación de la que estarían desprovistas  las cosas que son resultado de la técnica: Si una mesa (resultado del trabajo del técnico carpintero) se desplaza  es por un causa exterior a ella misma, mientras que un animal lo hace por naturaleza  (physei).[1]

Decir  natural equivale pues a decir intrínseca tendencia al cambio respecto al estatuto actual, en el bien entendido que este cambio puede ser mero desplazamiento, pero también alteración cualitativa (las mejillas del imberbe Alcibiades se cubren de vello, para más tarde mostrar indeseados arabescos), generación (la semilla se hace  planta) o corrupción (la planta, abandonada  a sí misma,  se marchita.

Decir artificial equivale a decir que el movimiento  del que la cosa es susceptible o bien es causado desde el interior -desplazamiento o destrucción- o bien, de ser propio, no corresponde tanto a la cosa misma como a sus componentes, fuego, tierra aire, agua. Menos aun que a las cosas artificiales cabe atribuir un principio interno de movimiento o de reposo a las entidades geométricas, la superficie de una cosa física por ejemplo. Baste con apercibirse de que podemos por ejemplo desplazar una mesa o inmovilizar un electrón, pero no podemos desplazar  la superficie de la silla ni detener la raíz cuadrada de dicho electrón.

En cualquier caso la condición común mínima para ser una realidad directamente física (fuego, tierra…animal o planta) o indirectamente física (silla) es ser susceptible del movimiento más neutro, movimiento según el lugar (kata topos) que no altera los rasgos cualitativos ni menos aún los rasgos esenciales o  definitorios. 

De tal manera que Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará cantidad de movimiento (la cual recubre el reposo como caso límite en el que la velocidad es nula), y que fue  considerado (al menos hasta la conmoción cuántica) como un predicado omniaplicable de las entidades físicas. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo y servirán también de  criterio a la hora de discriminar  lo que es físico de lo que no lo es,  y considerando el conjunto de los mismos, el observador humano procede a una segunda operación.

Estando la entidad física marcada por los referidos rasgos la descripción  de los cambios y sobre todo la previsión de los mismos es tomada como descripción y previsión de estado y comportamiento de la propia entidad. Entramos así en esa actitud respecto a la naturaleza marcada por la exigencia de conocimiento  que caracterizará a la ciencia física (sea o no matematizada), que  para algunos  supuso la más elevada muestra de una existencia marcada por la exigencia de veracidad, eso que para otros representa por el contrario una suerte de reducción de la verdad.


[1]  Una entidad artificial como la mesa es sin embargo objeto de movimiento autónomo pero no en razón de ser mesa, sino en razón de constituir una determinada proporción de los cuatro elementos, los cuales tienden a alejarse de la síntesis para alcanzar su lugar natural. Se trata  en este caso de ese movimiento  cómplice del tiempo que es la  corrupción- pthora.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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