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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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El hablar de Crusoe VIII

Parábola del pensador

He señalado ya que el permanente diálogo interior de Crusoe no es en esencia diferente al del Einstein que, en su oficina de patentes de Berna carece de interlocutor que pueda ayudarle en su hipótesis de que, pese a las múltiples evidencias de que la luz se comporta como un continuo ondulatorio bien pudiera constituir un discreto conjunto de partículas.
El que barrunta algo en contra de lo establecido y comúnmente aceptado carece por definición de maestro que le indique las etapas a cumplir y los medios más económicos para ello, es inevitablemente auto-didacta.
Crusoe es así espejo en el que puede reconocerse toda persona autodidacta, ya se trata de la construcción de objetos u instrumentos, ya se trate de la simbolización matemática o artística. La cosa es particularmente nítida en los casos de apuesta desinteresada. Sólo si el tiempo apremia, es más valorable el vencer la resistencia que presenta una fórmula con ayuda exterior que el llegar a hacerlo en lucha con la resistencia que supone la inercia interior.
El autodidacta (en nuestro tiempo hay algún ejemplo de pensador eminente que lo es) que se enfrenta a un problema de filosofía fundamental ha de luchar por hacerse con los instrumentos técnicos sin los cuales no podría dar un paso y lo hará ya sea en noches de insomnio porque en ello está en juego sino su vida sí al menos su humanidad.
Baste recordar una vez más que en determinado nivel de reflexión todo el mundo es necesariamente autodidacta para que esa obra de Daniel Defoe a la que aquí vengo refiriéndome se erija en parábola sobre la confrontación esencial- siempre con uno mismo- a la que estamos abocados, meramente por el hecho de ser hombres.

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11 de octubre de 2012
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El hablar de Crusoe VII

El quehacer cuando el tiempo no apremia

Crusoe indica varias veces a lo largo de su relato su impericia inicial para los trabajos que se ve obligado a efectuar. No sólo carece de medios sino que carece de oficio. Cabe así decir que Crusoe es un inventor de los medios mismos que le permiten practicar las técnicas necesarias a su subsistencia y a su confort. Más que artesano, Crusoe es un forjador de las condiciones de posibilidad de llegar a serlo. La tarea es tanto más ardua cuanto que carece de maestro que le inicie, de tal manera que necesita semanas o meses para superar etapas que, con la ayuda de un instructor, hubiera alcanzado en horas o días.

En sus meticulosas descripciones de los pasos mediante los cuales llega a adqurir la técnica de la alfarería, Crusoe hace que el lector tenga una percepción casi desazonante del enorme trabajo inútil, tanteos que a nada llevan, sencillo objetivos que duran todo un día cuando, de disponer Crusoe de un maestro y de utensilios se hubieran resuelto en instantes.
Ese mismo lector sin embargo espera anhelante que Crusoe triunfe, y el sentimiento de que todo cuesta un esfuerzo gigantesco pierde peso. Pues lo importante es efectivamente la actividad, lo que Aristóteles denominaba energeia, del espíritu, no ya para vencer los obstáculos que se oponen a la erección de lo necesario y de lo lúdico, sino para seguir siendo activo en sí.
El mortero que Crusoe llega a construir a partir de un tronco de madera y no de piedra (que por su carácter terroso haría que la harina se entremezclara con residuos) es un objetivo para el que el tiempo no cuenta. Pues el tiempo no es quizás sino introducir en la prosecución de objetivos la premura. Y en la soledad de Crusoe, el tiempo solo puede apremiar (es decir sólo hay realmente tiempo) tratándose de objetivos prácticos y siempre en función de la urgencia. Apremia el tiempo ciertamente cuando de no llegar a cargar el arma la fiera te alcanzará o cuando de no forjar los instrumentos de prensado la uva encontrada por Crusoe se pasara y no servirá para hacer vino. Pero no apremiaría en absoluto el tiempo si Crusoe, tras admirarse en su reflexión de la fertilidad de las matemáticas, decidiese consagrar a las mismas segmentos enteros del día identificado al ciclo de la naturaleza.
Y desde luego Crusoe se halla liberado de ese apremiar del tiempo que supone el que los frutos del trabajo artesanal, cognoscitivo o artístico estén desde el origen marcados por el destino de tener un valor de intercambio. Pues en el segundo caso sí que el periodo y la frecuencia asociada al mismo deviene un esencial constituyente, y entonces, no sólo construir tres objetos en el día natural es mejor que construir tan sólo dos, sino que asimismo simbolizar las fórmulas de la relatividad restringida en una fracción de ese día es mejor que hacerlo en varios de tales días.
Crusoe tiene inscrita en su memoria ese apremiar del tiempo correlativo al valor de cambio de las cosas, pero no vive en tal mundo y por eso, aunque su cuerpo se halle con su entono sometido al segundo principio de la termodinámica, cabe decir que su quehacer está parcialmente fuera del tiempo.

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9 de octubre de 2012
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El hablar de Crusoe VI

Del temor a la interrogación

Crusoe sostiene, como hemos visto, que la rápida maestría que va adquiriendo en la forja de útiles necesarios para sus proyectos y en la utilización de los mismos no son más que resultado de su intuitiva obediencia a las determinaciones de las matemáticas. No se sorprendería de topar de nuevo con las matemáticas en el momento en que ha superado esta primera etapa. Instalado en un confort más que relativo, pues gracias a su ingenio vislumbra un horizonte seguro en lo referente a la subsistencia, y no habiendo previsibles amenazas de humanos o de bestias, Crusoe puede ya pensar que su muerte vendría más bien dada en razón de su propia naturaleza animal que de causas externas, es decir: Crusoe está en condiciones de pensar realmente su muerte, hacer de la muerte reflexión, aprehender su significado. Mas Crusoe puede asimismo meditar sobre otras cosas.
Tras acordarse del Dios de los afligidos en uno de sus momentos de debilidad en razón de fiebre, al atardecer, sintiéndose recuperado se prepara una cena, tras la cual da un pequeño paseo sentándose finalmente frente al mar. Como en tantas ocasiones en la historia de los hombres, está mirada distendida sobre la naturaleza es el origen de una preocupación sobre la misma en la que se desgranan prácticamente las preguntas que Aristóteles situaba en el origen de la filosofía. Lo que deseo enfatizar es que en este retorno, en Crusoe, del estupor que lleva a la interrogación sobre la naturaleza es variable indiferente que el protagonista sea el único representante de la humanidad.
En un paseo al atardecer junto al mar de su Inglaterra natal, Crusoe hubiera con igual probabilidad sido conducido a la interrogación sobre la ordenación de los astros, sobre el ser de las cosas y sobre la hipótesis de una causa eficiente la cual, de darse y ser consciente, sería responsable de la situación venturosa o desgraciada del protagonista ("why has God done this to me? What have I done to be this used?"), pero sería asimismo responsable de la prodigiosa sumisión del todo a esa regulación matemática que tanto admira a nuestro héroe.
La aventura de Crusoe prosigue, recorrerá la isla por entero, llevará a término su proyecto de cultivador, construirá una canoa y descubrirá en la playa la huella de otro hombre... Pero me detendré en este crepúsculo en el que un temeroso Crusoe, tras su cena, contemplando el mar y esbozando una interrogación sobre el ser del hombre y el ser de las cosas, encarna en su solitaria persona el reto de la entera humanidad.

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4 de octubre de 2012
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El hablar de Crusoe V

Insignia Crusoe

Todos y cada uno de nosotros confiamos en que algo nos distancia de la inmediatez de los seres vivos. Para que ello no fuera así tendríamos que perder toda confianza en la red de los símbolos que en todo momento y circunstancia mediatiza nuestro lazo con el entorno natural.
El escolar que lucha por dar significación al signo algebraico en su cuaderno, percibe rápidamente que solo tejiendo una red, digamos horizontal, entre los símbolos mismos tal significación es posible, y en ese momento cabe decir que piensa- y en consecuencia vive- como un animal raro, un animal ocupado en un mundo paralelo. Todo esto es bien sabido, por reiterado una y otra vez en discursos de carácter más o menos filosófico sobre la condición humana y la singularidad de sus instrumentos en el mundo animal. Pero no está claro que esté conscientemente asumido el hecho de que tal red de símbolos no constituye un mero expediente con vistas a objetivos que seguirían marcados por la exigencia de la animalidad individual y específica.
Cuando los efectos del segundo principio de la termodinámica se manifiestan en nuestros cuerpos y hasta en la agilidad de nuestro pensamiento, nuestra animalidad sabe que no hay ya finalidad ni proyecto cabalmente vitales. La propia subsistencia más que un objetivo es una suerte de mecanismo, que seguirá operativo mientras una singularidad mayor en el proceso de decadencia no ocurra. Desde el punto de vista de la economía que rige la organización de especies animales y la integración en la misma de cada individuo, lo que entonces toca es la pasividad, que probablemente se halle intrínsecamente vinculada a la rápida desaparición.
Y ni siquiera cabe pensar esto en términos valorativos. Pues a medida que la tensión vital se debilita, la curva de la traducción psicológica de las frustraciones se homologa por lo llano a la de la traducción de las expectativas. De no ir acompañada de sufrimiento físico, la astenia que supone la vejez, objetiva reducción del desequilibrio termodinámico inherente a la plenitud de la vida, no habría de suponer para el animal que somos sufrimiento psíquico, en el sentido genérico que los etólogos otorgan a esta expresión. Pues bien:
Es obvio que no es el caso, es obvio que la vejez genera angustia, si no en todo tiempo sí al menos en momentos en los que la pérdida que supone es simplemente reflexionada. Y también resulta obvio que en esta emergencia del mal psíquico, la inserción de la circunstancia física en lo simbólico juega un papel relevante. Si el animal que somos no tuviera entre sus rasgos el sopesar lo que acontece por su imbricación en el mundo de los símbolos, el debilitamiento de la potencialidad sexual (por atenerse al ejemplo más manido, pero también mayormente difícil de refutar) se traduciría simplemente en ausencia de excitación. Sabido es que no ocurre de este modo: en la vejez, aunque ni fenotípicamente ni genotípicamente responda su cuerpo a los imperativos de la sexualidad, el animal humano se excita sexualmente y en razón de ello sufre.
No es sin embargo esta perspectiva de la desazón psíquica resultante de la imbricación del propio cuerpo en el orden simbólico lo que ahora quiero aquí poner de relieve, sino más bien la perspectiva contraria:
La lucidez máxima respecto a la mermada situación propia en la economía que marca la vida animal no es óbice para que una persona pueda seguir afirmando con radicalidad la condición humana y prosiga una existencia serena y hasta reconciliada, y ello asimismo con perfecta lucidez.
Condición sine qua non es que esa persona, diezmada en su animalidad inmediata, no lo esté en lo esencial, es seguir: siga considerando que las múltiples redes del orden simbólico que recubren la realidad natural tienen un peso por sí mismas y que personalmente le toca un papel a jugar en alguna o varias de ellas. Esto puede ilustrarse ciertamente con el caso de la vida política, pero no lo elegiré por ser en realidad demasiado genérico.
La tesis que estoy intentando avanzar es que lo radical de la condición humana y el sentimiento de cual es el imperativo al que hemos de responder en cuanto representantes de la misma, se revela con mayor acuidad si se da la circunstancia de que el orden natural, y en consecuencia de ello el orden fisiológico, no pueden tener primacía sobre el orden de los símbolos, el cual sin embargo, tras empapar por entero al primero, lo reduce y reconstruye según sus propias exigencias.
La tesis se perfila añadiendo que incluso los imperativos de subsistencia pueden ser oportuna coartada para tal despliegue. Y así (por recurrir a un ejemplo sobre el que insistía Aristóteles) ese arranque de las matemáticas en forma de cómputos relativos al comercio con la naturaleza y entre los hombres sería peldaño para la deslumbrante veracidad que alcanza la disciplina entre los sacerdotes egipcios, atentos a la complejidad potencialmente infinita del tejido horizontal entre los signos; tejido que, fertilizado o actualizado, da precisamente a cada uno de ellos la capacidad de designación precisa, tanto en el horizonte propiamente matemático (3/5 como signo de una determinada partición de la unidad indiferente a la determinación cualitativa), como en el horizonte de la naturaleza sometida a la voluntad de intelección ( 3/5 como lazo del fenómeno físico sol al fenómeno físico do).

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2 de octubre de 2012
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El hablar de Crusoe IV

 La letra de Crusoe

Inserta en la narración general de Crusoe hay una segunda narración de la cual en parte la primera es desarrollo y hermenéutica. Me refiero a su diario, esa descripción de sus peripecias, escrita en los momentos que él mismo considera de asueto. Y, ¿para quien escribe Crusoe un diario? Pues como todo escritor de diarios tan sólo para sí, aunque este sí no coincida necesariamente con el uno mismo, interlocutor habitual no de la propia escritura sino más bien de la propia estulticia (la cual mantiene una mecánica comunicación interior en torno a satisfacciones vacuas de llegar a realizarse, pero autenticamente dolorosas de no cumplirse); esa estulticia tan presente en la soledad y de la que Crusoe ha de huir en pos de su humanidad. Crusoe escribe para sí, en un mundo humano en el que la escritura, al igual que todo otro fruto del trabajo humano, carece de valor de cambio en acto, y el valor de cambio que encierra potencialmente (si por ejemplo encontrara Crusoe un interlocutor en su situación) no es disociable de su valor de uso.
Proponiéndose forjar una tabla para la mesa con la que ha decidido ornamentar su casa, se da cuenta de que sus instrumentos solo le permiten tallarla como pieza entera a partir de un único árbol, con enorme trabajo y paciencia, lo cual sin embargo-reflexiona- no ha de preocuparle, pues más allá de lo inmediato no hay objetivos de futuro que exijan una distribución jerárquica del tiempo (" But my time or labour was little worth, and so it was as well employed one way or as another). Como el transcurrir de los acontecimientos para los niños, la mayor o menor dilatación de las tareas de Crusoe no se mide en montos de oro y así cabe decir que no es realmente tiempo. Por ello puede decirse que Crusoe escribe y trabaja en un mundo plena (y trágicamente) humano dónde no cabe el futuro
Y en este horizonte sin medida de cambio, sin el futuro que es oro, el trabajo de Defoe le permite tener cubiertas con razonable amplitud sus necesidades inmediatas (1) dispuestas en perfecto orden, lo cual le procura gran satisfacción (2)  ¿Y qué acontece cuando lo relativo no solo a la necesidad inmediata sino a la dignidad del entorno está cubierto? Lo singular de la condición humana impone entonces sus exigencias, indicaba Aristóteles. La narración es una de ellas y la narración a través de la escritura un paso decisivo. Cubiertas las necesidades de su animalidad y subordinadas incluso las mismas al imperativo de ornato y decencia Crusoe tiene una tarea primordial: "Y entonces es cuando empecé a conservar un diario de mi diaria tarea"
Escritura de la que sólo Crusoe puede ser lector, narración sin otro destinatario que la humanidad, presente toda ella (y no como si fuera tan solo una parcela) en Crusoe mismo. Escritura para la que el fin de sus condiciones materiales (Crusoe posee un limitado stock de tinta extraído de los restos del barco) es la única sumisión al tiempo,
Cabe imaginar la letra de Crusoe trabada minuciosamente con tanta mayor exigencia caligráfica cuanto no pesa sobre el escritor el espectro de la conversión de su obra en mercancía, es decir, en oro y tiempo. Sí, en todas y cada una de las tareas que emprende, Crusoe está motivado por la exigencia de recrear la plena humanidad en ausencia de futuro. En ello reside el enorme peso moral de su figura.

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1 " So that had my cave been to seen, it looked like a general magazine of all necessary things"

2 "And I had everything so ready at my hand, that it was a great pleasure to me to see all my goods in such order..."

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27 de septiembre de 2012
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El hablar de Crusoe III

El reino de las leyes

Antes de la aparición de Viernes, y como protagonista de uno de esos guiones rigurosamente construidos de los sueños a los que me refería, en la obra de Defoe hay ya para su héroe otro ser de palabra. Un ser que le visita en el entorno de la casa por él construida, cuando Crusoe se percibe a sí mismo sentado en el suelo en el exterior del muro protector, tal como lo había hecho, pese al furor de la tormenta, un día en que temía que, de permanecer en la casa, la repetición de un temblor de tierra le sepultara bajo los escombros.
Y en efecto, la tierra parece estremecerse de nuevo cuando el visitante, golpeando el suelo con su pie, habla a Crusoe, reprochándole su inconsistencia moral y alzando la espada de manera amenazante (1).

Poco tiene que ver este pasaje con las emociones pietistas, a las que ya me he referido, que en momentos de debilidad embargan a Crusoe. Pues el hecho mismo de que la forja del entramado de los sueños escape a toda voluntad consciente confiere a este visión de Crusoe una significación particular. No hay ser humano al que Crusoe pueda hacer daño, pero ello no otorga a Crusoe virginidad moral y no se trata tan sólo de los males que pueda haber inflingido en el pasado:
Pues el Crusoe que, en la emoción experimentada tras el naufragio, representaba esa afirmación del sobrevivir sin Dios (cara a Nietzsche, junto a tantos otros), no se sitúa sin embargo más allá de todo bien y todo mal. La voz de esta suerte de ángel implacable que Crusoe oye en el umbral de su propia casa parece recordarle que, cualquiera que sea la circunstancia, mientras se de un hombre, la ley que forja a los hombres está plenamente vigente y que, en el reino de las leyes, de ninguna manera todo está permitido.
Pero cabe suponer que Crusoe oye otras voces, como oímos cada uno de nosotros en ese ámbito dónde parece cristalizar todo lo que marca al ser humano que es el mundo de los sueños. ¿Oye asimismo en sueños su voz propia? Pregunta que cada uno ha de responder en función de la memoria des sus propios sueños, mientras perduren los cuales hay seguridad de que sigue habiendo en uno vida, pero sobre todo humanidad, seguridad de que toda la humanidad está aquí presente.

 

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1 "I thought that I was sitting on the ground, on the outside of my wall, where I sat when the storm blew after the earthquake, and that I saw a man descend from a great black cloud, in a bright flame of fire, and light upon the ground. He was over as bright as as a flame, so that I could but just bear to look towards him; his countenance was most inexpressibly dreadful, impossible for words to describe; when he stepped upon the ground with his feet, I thought the earth trembled, just as it had done before in the earthquake, and all the air looked to my apprehension, as if it had been filled with flashes of fire.
He was no sooner landed upon the earth but he moved forward towards me, with a long spear or weapon in his hand, to kill me; and when he came to a rising ground, at some distance, he spoke to me, or I heard a voice so terrible, that it is impossible to express the terror of it; all that I can say I understood was this: "Seeing all these things have not brought thee to repentance, now thou shalt die". At which words, I thought he lifted up the spear that was in his hand to kill me".

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25 de septiembre de 2012
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El hablar de Crusoe II

Crusoe construye una casa y Crusoe habla

Cultivando los granos esparcidos por azar en el lado menos tórrido del entorno de su casa y así venturosamente fertilizados, viéndose como potencial criador de ganado, cuando tras haber curado una cabrilla salvaje y mantenerla ligada junto a la casa el animal se acostumbró a pastar en la yerba del entorno y fue domesticándose... Crusoe va descubriendo en sí mismo ese artesano que confiesa no haber sido con anterioridad (" I had never handled a tool in my life"). Pero Crusoe será algo más que artesano, pues en la satisfacción que experimenta ante la forma de la mesa que ha tallado, representa más bien el technités de los griegos, ese ser marcado indisociablemente por lo que nosotros llamamos técnica y lo que nosotros llamamos arte. Y cuando se siente perturbado por la idea de la muerte, Crusoe se halla tentado de buscar refugio en un dios...al que su sano espíritu rápidamente renuncia...
Pero dos son los rasgos que mayormente caracterizan a Crusoe y lo convierten en insignia del proyecto humano. Ya he indicado que Crusoe pese a su soledad construye no meramente una guarida un lugar protegido de amenazas (y en el caso de Crusoe como ya he indicado un verdadero fortín) sino una casa, un lugar dónde hay fuego y amplitud, es decir un lugar dónde recibir a los hombres y compartir con ellos el alimento y la palabra.
Y también he indicado que la soledad de Crusoe no significa que Crusoe está fuera de ese lazo intrínseco con los demás que forja la vida humana. Pues Crusoe no llegó a la isla como podría haber llegado otro animal, eventualmente mejor dotado para sortear los peligros que pudiera encontrar e imponerse en la lucha por la subsistencia. El individuo Crusoe es representante de una especie animal dotada de pensamiento y de palabra. Y la supervivencia de Crusoe no tiene cabal sentido mas que si en el sigue estando presente todo el acerbo que caracteriza a la especie y es en razón de ello que Crusoe construye una casa y Crusoe habla.
¿Con quien habla pues Crusoe si nadie puede escucharle? Pues con aquel mismo a quien se dirige Einstein cuando, entre sus convencionales tareas en una oficina de patentes de Berna, barrunta hipótesis para las que no hay quizás entonces interlocutor competente, y que tendrán consecuencias para nuestra representación del mundo inasumibles por el propio Einstein: tanto Crusoe como Einstein hablan consigo mismos en tanto uno y otro son representante de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada una de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento en lugar de complacerse en lo dado se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que propia intimidad es lo que está en juego.
Crusoe habla, como cada uno de nosotros, todo el tiempo, y lo depurado de su hablar, el hecho mismo de que su situación le fuerce a no corromper su pensamiento y su palabra en la vacuidad de los intereses vanos o meramente narcisistas, se refleja en que no hay barrera nítida entre este su hablar consigo mismo y el hablar con interlocutor en esos guiones, siempre estrictamente construidos, que no son fruto de la subjetividad consciente ( la cual sería incapaz de tal proeza literaria) sino de las fuerzas oscuras de los sueños.

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20 de septiembre de 2012
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El hablar de Crusoe I

Basta un animal humano

" So that had my cave been to seen, it looked like a general magazine of all necessary things and I had everything so ready at my hand, that it was a great pleasure to me to see all my goods in such order..."

 

Nota preliminar

Como los lectores que lo frecuentan saben bien, este es esencialmente un foro filosófico y, de hecho, centrado en la filosofía fundamental o meta- física (reflexión tras o despues de la física) esa disciplina que, como Kant señala, responde a una disposición universal del espíritu humano pero que adopta la forma que conocemos en el pensamiento griego y particularmente en Aristóteles. Precisamente en las últimas columnas abordaba la cuestión de si hemos llegado a un punto en el que la metafisica se ve forzada a replantearse sus cimientos, cuestión planteada por Heidegger pero que puede ser abordada desde otras perspectivas y concretamente como consecuencia de esa radical subversión en la física que supone la mecánica cuántica, abordaje al que he invitado aquí al lector.
Precisamente por retomar las cuestiones de la filosofía fundamental este foro hace obligadas incursiones en asuntos relativos a la situación política y económica pues, como bien sabía Platon el proyecto filosófico de "salvar los fenómenos" (encontrar un soporte racional a lo que se muestra) no es en modo alguno disociable del proyecto de "salvar la ciudad", el cual se traduce hoy en lucha por asentar la vida colectiva en bases que posibiliten la actualización en cada individuo de las potencialidades que caracterizan al animal humano. Pues sin condiciones sociales que garanticen la efectiva libertad ( imposible en una vida de alternancia ente trabajo sin sentido- que ocupa a veces catorce horas- y pavor a perderlo) la vida del espíritu en general, y ese ejercicio de discernimiento que es la filosofía en particular, se convierte en exquisita tarea de ociosos.
El reflexionar sobre las condiciones sociales del ejercicio de la filosofía me ha llevado aquí a preguntarme sobre las condiciones mínimas de posibilidad de la entera esencia de la humanidad esté presente, aunque el conjunto de los individuos humanos humanos en los que esta entera humanidad se proyecta se halle reducido al mínimo.
Tras varias columnas que dedicaré a este tema volveré al tema del fin de la metafísica en el sentido convencional y a la tarea a la que se enfrenta el pensamiento tras la conmoción cuántica.

 

***

Retomo, como lo han hecho tantos otros, la conocida y emblemática historia de alguien que careciendo de futuro generacional y de proyección personal en el mismo, careciendo de proyecto para incrementar su posición en la relación marcada por la rivalidad entre los hombres, careciendo-en suma- de esas cosas que suelen mostrare como incentivos para que el ser humano no se abandone...se propone pura y simplemente que su sola persona sea garantía de que se conserva en plenitud, y hasta se fertilice y refuerce la condición humana. Recuerdo brevemente la trama:
Tras luchar contra las olas que hasta tres veces le arrojan sobre peñascos, alcanzar la orilla y encontrar refugio entre las ramas de un árbol, como una suerte de retorno a la noche originaria, a la luz del día siguiente, sobrevivir es el primer imperativo de Crusoe. Respondiendo a este imperativo, explora los aledaños de la costa, descubriendo así la presencia del barco encallado, de cuyo naufragio era víctima, en cuyo interior encontrará no sólo una bien provista despensa, sino los instrumentos básicos para la construcción de un refugio y hasta semillas que le permitirán un día hacer de aquel territorio meramente natural un territorio humanizado, es decir, sometido a ley. Pues la ley es ante todo cosa de hombres, siendo (como indicaba hace ya muchos años Agustín García Calvo) de enormes implicaciones el hecho de que los términos con los que se intenta verter el griego nómos acabaran designando asimismo correlaciones entre fenómenos físicos.
Pero, cabe objetar, Crusoe está solo en su isla, y si la ley marca los vínculos entre hombres ¿qué ley puede allí imperar? Tremendo asunto que enlaza directamente con la idea que estoy barruntando de que ese nudo de relaciones entre seres de palabra que hace la humanidad no exige empírica pluralidad de sujetos, que la humanidad se proyecta por entero en cada uno de los sujetos que lo encarnan. Crusoe carece de compañía y sobre todo quizás de compañera; Crusoe no tiene a quien dirigir la palabra, ni tiene horizonte en el ciclo de las generaciones; Crusoe carece de objetivo para el cual tenga que contar con los demás. Una vez planificadas razonablemente sus necesidades, en función del tiempo de conservación de los alimentos etcétera, Crusoe podría no imponerse el realizar tarea alguna, desde luego no estar pendiente de la repartición en tareas de una jornada marcada por el ciclo natural. Y sin embargo...
Proponiéndose de entrada construir una cabaña y un fortín protector, Crusoe construye de hecho un vasto espacio, que adecenta con escrúpulo para que, además de refugio y depósito para los bienes de subsistencia, pueda ser lugar de humano reposo. Crusoe hace un calendario que le ayuda a conservar la memoria y reconocer fechas imbolicas y así, pese a su escepticismo respecto a la idea de Dios, se propone respetar la festividad religiosa que el calendario fija, poniendo así de relieve la profunda y tantas veces oculta significación de la misma (1).
Crusoe busca la manera de que su día y vida (preciosa y perdida expresión de los campesinos españoles) alterne momentos de un trabajo fértil para la preservación de su humanidad y no sólo para su subsistencia animal: trabajo en el que continuamente ha de actualizar tanto sus recursos memorísticos como su ingenio, por ejemplo para dotarse de instrumentos; trabajo complementario y no solo alternativo de momentos de asueto en los que, entre otras cosas, escribe su prodigioso diario.
Algunos de los instrumentos que construye no los había visto jamás o no tenía memoria de ello, así una rueda que forja habilidosamente con una cuerda activada con el pie de manera a conservar las manos libres (2). Y en ocasiones tiene el sentimiento de que lo singular de su situación le está convirtiendo en descubridor de posibilidades inéditas de los útiles más elementales (3):
Clave en esta activación de potencialidades desconocidas es la disposición de espíritu que caracteriza el ejercicio de las matemáticas cuya virtud (imprescindible asimismo en las actividades sin finalidad práctica) nos describe en este prodigioso párrafo, que en este reflexión consideraré de nuevo:
"Así emprendí la obra; y aquí he de observar que en virtud de la substancia y original condición de las matemáticas, disponiendo y cuadrando toda cosa a través de la razón y ceñiéndose al juicio estrictamente racional sobre las cosas, todo hombre puede alcanzar la maestría en cualquier arte mecánica"(4).

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1 Crusoe sólo se acuerda de Dios, en momentos de debilidad y de angustia, olvidándose de inmediato del mismo en cuanto retorna su salud y su entereza. Así , tras sentir que ha sobrevivido al naufragio, pese a barruntar lo desesperado de su condición experimenta profunda y positiva emoción que le impide acordarse de Dios para nada. Pero él mismo se reprocha que haya sido así, cuando más adelante se siente afligido. Dios es pues en esta obra claramente el recurso vano al que acuden los afligidos.
Y no son las pietistas consideraciones tardías del protagonista , al final convertido en un lector devoto de la Biblia (en un ejemplar encontrado en los restos del barco) las que harán cambiar esta impresión. Es al respecto casi de un efecto cómico un párrafo al final del capítulo titulado "I travel Quite Across the Island". El protagonista se lanza sobre la Biblia y encuentra las palabras: " nunca te abandonaré ni me olvidaré de tí" La esperanzada emoción que le embarga sería algo más convincente si no hubiera escrito inmediatamente antes que lo que le llevó a abrir el Libro es que esa mañana le embargaba gran tristeza ("One morning , being very sad I opened the Bible upon these words).
Pero lo cierto es que felizmente Crusoe recupera rapidamente la lucidez, pues tras reiterar que era preferible un existencia sin socorro humano pero gozando del beneplácito de Dios que la inversa, exclama contra sí mismo en voz alta: "Como puedes ser tan hipócrita, pretendiendo que estás agradecido por una condición(...)de la cual deberías más bien proclamar que quisieras ser liberado"
Hay sin embargo una excepción en este enfoque que más adelante consideraré.

2  "I had never seen any such thing in England, or at least not to take notice how it was done, though since I have observed it is very common there"

3 "I made abundance of things even without tools, and some with no more tools than an adze and a hatchet, which perhaps were never made that way before".

4 "So I went to work; and here I must needs to observe that as reason in the substance and original of the mathematics, so by stating and squaring everything by reason, and by making the most rational judgement of things, every man may be in time master of every mechanic art".

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18 de septiembre de 2012
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La filosofía como retorno

Nunca se reiterará suficientemente que la filosofía aparece intrínsicamente como retorno, re-encuentro con sus propios problemas tras una larguísima mediación por disciplinas particulares vinculables a la filosofía pero que no son en ellas mismas filosofía. En tal sentido, tanto la reflexión einsteniana sobre los principios reguladores del orden natural como la de los adversarios de sus hipótesis en el marco de la teoría cuántica, son un auténtico paradigma.
Precisamente por constituir una exigencia elemental del ser lingüístico, la filosofía alcanza un elevado grado de complejidad. Pues Las cuestiones elementales a las cuales sí cabe identificar a la filosofía son la auténtica matriz, tanto de la disposición espiritual que conduce a la ciencia. Y una vez que estas actividades de la práctica espiritual se han desplegado, la filosofía ya no puede prescindir de ellas...que a su vez no deben prescindir de la filosofía. Pues, la matemática, la biología o la física teórica, encuentran en la filosofía un auténtico punto de convergencia, una "unidad focal de significación", según la formulación aristotélica. En ausencia de esta última, las disciplinas particulares quedan privadas de significación, es decir reducidas a la insignificancia.
Es en este retorno a interrogaciones que fueron matriz, liberados del lastre que supone una acumulación doctrinal hoy puesta en entredicho que cabe forjar esa metafísica atenta enriquecida por la ciencia natural de nuestra época, a la que aquí vengo refiriéndome.

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1 No otra cosa indicaba Descartes, cuando añadía a sus trabajos científicos ese prólogo legitimador conocido como Discurso del Método. Cierto es que la distribución del saber está hoy organizada de tal forma que los lectores de Descartes, o bien son especialistas en algún retazo del contenido científico, o bien son especialistas en el prólogo (estos últimos son precisamente los formados en la facultad de filosofía) Extraña quiebra que Descartes viviría como auténtica mutilación, pero que no escandaliza a los voceros culturales ni a los responsables de nuestra formación. El matemático y filósofo René Thom solía indicar que una expresión tristemente ejemplar de esta situación es lo que hace unos años sucedía con la enseñanza de la matemática (afortunadamente ya no es así). Pues se introducía a los niños en esta disciplina mediante la Teoría de Conjuntos, sin explicarles nunca cuál era la función quizás primordial de la misma, filosófica dónde las haya. Pues Georg Cantor, el fundador de la misma, pretendía ante todo disponer de un arma para abordar el problema esencialmente filosófico del infinito. Y cabe obviamente hacer matemáticas sin teoría formalizada de conjuntos, mientras que es imposible sin ella abordar con rigor "ese delicado laberinto" que, al decir de Borges, constituye la cuestión del infinito.

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11 de septiembre de 2012
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No hay prioridad ontológica ni anterioridad cronológica de la ciencia natural sobre la metafísica

Poner el énfasis en el vínculo entre filosofía y ciencia natural como reiteradamente vengo haciendo aquí, puede ser causa de un gran malentendido, si no se precisa que la filosofía es algo más que meta- ciencia. No se trata en absoluto de decir que tras la práctica científica surgen problemas teóricos a cuya confrontación llamaríamos filosofía. Se trata precisamente de reivindicar una jerarquía contraria:
De las interrogaciones elementales que en toda sociedad y en toda circunstancia los seres de lenguaje necesariamente se formulan, surge la necesidad de análisis de fenómenos, descripción de los mismos, y eventual ordenación en conjuntos, a todo lo cual los griegos, especialmente desde Aristóteles designan con vocablos cercanos a nuestro término ciencia.
De la ciencia pueden surgir aporías, por ejemplo relativas a la coherencia de sus diferentes ramas, que no conciernen directamente a lo que se planteaba en el origen. En este caso la meta-ciencia no es (al menos directamente) filosófica. Mas también ocurre que la reflexión meta-científica enlaza directamente con lo que desde el origen se formulaba, y entonces estamos de lleno en la filosofía. Muchas veces he señalado que la práctica totalidad de la producción meta-científica de Einstein, en este caso meta-física, es puro retorno a los problemas de espacio tiempo, continuidad, cosmología etcétera que de forma más o menos ingenua ocupan a los seres humanos desde siempre (con traza de los mismos en las representaciones simbólicas o en los mitos religiosos), pero cuyo archivo de forma que tiende a ser conceptual se realiza en el mundo griego, precisamente bajo el nombre de filosofía.
Así el caso de Einstein reflexionando con el bagaje de su práctica científica y tras ella sobre ciertos principios cuya universalidad misma esta práctica obliga a replantear, es un ejemplo paradigmático de reencuentro de la ciencia con su origen, del cual pueden darse muchos otros ejemplos.

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6 de septiembre de 2012
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El Boomeran(g)
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