"Al terror intermitente y violento de epidemias excepcionales, ha sucedido el temor constante a endemias ordinarias que hasta ahora habían pasado desapercibidas", dice Paul Virilio en Ce qui arrive. La epidemia es, entre el sensacionalismo, la estrella. De un superprotagonismo a otro,
del "efecto tequila" al "mal de las vacas locas", de la "fiebre aviar" a la "crisis financiera". La película del mundo va plasmándose sobre una pantalla global donde se suceden los sensacionales spots del fin del mundo. Unos más y otros menos, los impactos van todos dirigidos a convertir el temor en la sensación primordial de la existencia, sea la existencia de los seres humanos o de la Naturaleza. Como en los tiempos primitivos el miedo exterior provoca una introyección de la amenaza y con ella se agudiza la desconfianza permanente, la alerta incesante, la vida suspendida de un hilo, cada vez más fino y débil, expuesto al inminente soplo del Fin Final.
¿Será precisamente esta conclusión la que trae consigo la actual implosión del sistema? Si el capitalismo tuvo su pilar inaugural en el comercio y, dentro del comercio, en la estructura libidinal del dinero, signo de la represión sexual de la mujer y su cosificación como mercancía, ¿qué posibilidades le queda al capitalismo de prosperar cuando la mujer se libera y pasa de objeto a sujeto, de mercancía a especulador, de patrón de intercambio a actor, de la esclavitud a la manumisión, del encierro de su libertad a su libre proliferación epidémica en todas las esferas del conocimiento, del negocio, de la cultura o del poder? ¿El verdadero fin del mundo conocido? El radical fin del mundo patriarcal con el dinero/fetiche. Los tiempos cambian y precisamente por el flanco que menos era posible prever. Todos los hundimientos (del sistema, del imperio, de la normalidad, de la masculinidad, del buque) llegan por el flanco que menos se espera. La Causa Suprema, la Causa Determinante, nunca deja oír sus pasos y jamás muestra el rostro de su causalidad.

En el capitalismo actual, el capitalismo de ficción, el sistema finge incluso su propia muerte, su presente acción funeral. ¿Una refundación del capitalismo para salvar al capitalismo? Se trataría, en todo caso, de una refundación de la falacia puesto que el capitalismo metamorfoseado en naturaleza global no admite otra cosa que su íntima pervivencia o el caos total. El paso del sistema capitalista al capitalismo de la ficción comporta la ausencia de una estructura física a reformar. Todo el edificio capitalista se sostiene en la eficiencia de su falsa función y no tanto en la firmeza de su fundación. De haberse sostenido atado a sus ejes fundacionales el capitalismo habría derivado en un legado mostrenco. Por el contrario, el capitalismo ha desbordado sus cimientos y traspasado la totalidad del planeta gracias a su capacidad de volverse un elixir volátil, un veneno atmosférico inseparable de la política, la ambición, la sexualidad o el arte. Todo es, humanamente, inhumanamente, capitalismo. Una totalidad transparente donde habitan los sueños, los delirios, la música y las muertes.
De hecho, el mero acto de reunirse cambia las cosas. No cambia el fondo de las cosas pero cambia la forma de la adversidad. Unidos serán más fuertes, conscientes, expresos, conjuntados podrán ser contemplados como fenómeno excepcional. La voz de la reunión de los más grandes, el mensaje de la Gran Reunión, adquiere la naturaleza de una rogatoria extrema, humana y universal en consonancia con la necesidad de implorar una solución salvadora. La cumbre de los G-20 y los G-8 actúa como una analogía de la conversación entre esta máxima cúspide del poder terrenal y la inmarcesible altura del Cielo. No habrá nunca resultados concretos ni demasiado eficaces. Más bien, como sucede estos días, las actuaciones posibles conducen a resultados insuficientes, tan deficientes que reclaman pronto una nueva reunión y otras reuniones más. El número de reuniones sucesivas, sin embargo, no significa en absoluto el fracaso de la reunión o reuniones precedentes sino la cabal ponderación del acontecimiento cuya magnitud se atiende en toda su extensión. En consecuencia, cuanto mayor es el número de reuniones excepcionales el acontecimiento revela su verdadera excepcionalidad. Podría enunciarse al revés pero siempre se accede al punto crítico en que el efecto evoca a la causa y la causa requiere indefectiblemente del efecto proporcional, bucle o cinta de Moebius donde se patentiza el lenguaje de la circunstancia grave, insólita, incalculable, para la cual nunca será demasiado una reunión y otra reunión más.
Ahora el pensamiento es como el cine, los videojuegos y los You Tube. Se trata de una facultad tan flexible, transformista, plástica, intangible y portátil que desafía a todos los i-pods y los e-books, las cámaras y los móviles más ligeros de peso material y más complejos en sus composiciones electrónicas. En el pasado todo pesaba, incluido el pensamiento pero hoy lo más nuevo, como este pensamiento en alza, no gravita ni tiene por qué ser grave. A "El pensador" de Rodin se le constata abrumado y sombrío por el solo hecho de ponerse a pensar. Ponerse a pensar era ponerse en situación de sopesar la existencia y sus departamentos de amenazas, muerte o destino. Pero hoy, no obstante, cunde otro pensamiento no necesariamente tenebrosos ni trascendente, no redentor ni purificador, ni benéfico ni profético que elige como destino central pasarlo bien. Y no necesariamente por evocación de esto o lo otro exterior y excitante sino por el juego mismo de pensar y dejar a la mente complacerse en sus ríos y laberintos. Todo pensamiento, empotrado en nosotros, actúa como un elemento piezoeléctrico que junta la emoción con la razón, lo trivial con lo severo, lo inteligente con la gente. El pensamiento fluye desde un diamante primordial donde la emoción y la reflexión se funden. Desde un centro individual tan concurrido como sería el bullir de nuestro más íntimo parque temático. 




