Delfín Agudelo: ¿Pero cómo dejas las pistas? ¿Escritas?
Rafael Argullol: No, escribir no porque no puedo. Me fijo en alguna imagen o alguna palabra, pistas verbales o pistas crípticas, como criptogramas, ideogramas. Es curioso porque éste sería un tema muy interesante: el lenguaje del insomnio. Hay un lenguaje del sueño que siempre nos ha fascinado por caótico; hay también un lenguaje de la vigilia; pero luego se ha hablado muy poco, o nos hemos introducido muy poco en el lenguaje del insomnio, porque es un lenguaje mixto. En algo es semejante a lo que llamamos el lenguaje de duermevela; sin embargo, el estado de duermevela es un estado más plácido. Tú estás en principio despierto y no sabes si estás despierto o dormido. Pero es un no-estar despierto, o un semi-despierto plácido. La duermevela es bastante tranquila, es apacible. En cambio el insomnio es un estado que sería simétrico: en lugar de estar situado en medio del día está situado en medio de la noche, y en lugar de ser un estado plácido es un estado frenético, en que todo se acelera. Y se presenta una situación intermedia porque a veces estás en insomnio, y de repente te duermes uno o dos minutos, y no sabes si has dormido o no, y entonces te preguntas si realmente te has dormido. El tipo de espacio, de tiempo y de lenguaje del insomnio son distintos al del sueño y distintos al estado de vigilia. Para intentar reconocerlo mínimamente uso esas pistas, trazos que dejo en el camino y que muchas veces reconozco como una imagen potente que te va a conducir a otras imágenes, o como una palabra potente que te va a conducir al argumento que habías estado pensando.
D.A.: Pero de alguna manera dejar estas pistas no te garantiza que llegues a esa idea que tenías en el insomnio. Porque la razón interpreta distinto al insomnio...
R.A.: Claro, es un momento de reinterpretación posterior. Lo que dejo es una pista, y luego intentas ir hacia ella, reconocer las coordenadas, qué brújula voy a utilizar, dónde está el norte, dónde está el sur. Evidentemente estás reinterpretando. De todos modos estás reinterpretando, como siempre que interviene la razón. En la literatura y en la poesía yo pienso que siempre es así. Por eso no creo que haya poesía erótica, o haya poesía mística; hay poesía sobre la experiencia erótica o poesía sobre la experiencia mística, que es ya reinterpretación de esa experiencia. Seríamos más justos si habláramos de poesía sobre la experiencia mística o sobre la experiencia erótica, porque estamos reinterpretando. En el momento mismo en que nosotros usamos la razón y trazamos redes lógicas y lingüísticas estamos enfriando lo que sería la experiencia inicial.
