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Escrito por

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los mejores libros de 2008

The Given Day, de Dennis Lehane. El autor de Mystic River se pone épico y narra la historia de dos hombres buenos en una sociedad -se habla de Boston a comienzos del siglo XX, pero bien podría ser Boston hoy, o cualquiera de nuestras ciudades-, en una sociedad, insisto, que se niega a cambiar.

The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, de Junot Díaz. La historia del gordo Oscar, que soñaba con ser ‘el Tolkien dominicano', condensa el trágico derrotero de su país durante el siglo XX al tiempo que lo trasciende, mediante un gesto tan heroico como inútil.

Lush Life, de Richard Price. El Lower East Side neoyorquino como Aleph del mundo de hoy: multiétnico, concentracional y siempre al borde del crimen. Uno de los grandes narradores contemporáneos, al que suele subestimarse por creer que escribe (tan sólo)  ‘policiales'.

Los amantes de Todos los Santos. Una colección de cuentos de uno de los mejores escritores hispanoamericanos de hoy, con destino manifiesto de grande del mañana: Juan Gabriel Vásquez.

/upload/fotos/blogs_entradas/mi_nombre_es_rufus_1_med.jpgMi nombre es Rufus. La historia de una banda punk sirve de excusa para mirar de refilón la historia argentina de los últimos años y cagarse en la autoindulgencia de la mayoría de nuestros escritores. Juan Terranova fue para mí una revelación durante el año 2008.

Y otros que son de épocas diversas, pero me hicieron disfrutar mucho durante estos meses: The Adventures of Augie March y Henderson the Rain King, de Saul Bellow; The Old Curiosity Shop, de Charles Dickens; Bariloche de Andrés Neuman; el Tarzán de Harold Foster y las relecturas de Watchmen y The Killing Joke, escritas por Alan Moore. 



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14 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las mejores series de 2008

Tal como está la tecnología, resulta más fácil estar au jour en materia de series (¡nada más simple que verlas vía internet!) que de cine o de literatura. Con esto quiero decir que cualquiera de ustedes está en condiciones de certificar cuán equivocado o no estoy al recomendar los siguientes títulos como los mejores de 2008 en materia de TV.

Pushing Daisies. Lo digo con tristeza, puesto que la cadena ABC la levantó al cabo de tan sólo dos temporadas. Pero aun así, el ‘cuento de hadas forense' creado por Bryan Fuller seguirá siendo testimonio de que, en materia de creatividad y de imaginación, la TV está muy lejos de haber tocado su techo. Ah, si tan sólo el gran público acompañase en la aventura...

Breaking Bad. La metamorfosis de Walter White (Bryan Cranston) de docente nerd a fabricante de metadona (¿quién no se haría criminal si le diagnosticasen cáncer terminal en plena juventud y con mujer embarazada?) es ma-gis-tral.

Dexter. Nuestro asesino serial más adorable. interpretado por Michael C. Hall (Six Feet Under). Otra muestra de la afición de las series a romper tabúes y a hacernos considerar el punto de vista de los personajes más impresentables.

/upload/fotos/blogs_entradas/weeds_med.jpg

Weeds. Actualmente por su cuarta temporada, sigue siendo una de las comedias más iconoclastas de la TV. ¿Una madre viuda que se convierte en dealer con tal de no bajar su estilo de vida? Weeds es la comedia para tiempos de crisis por antonomasia, y por ende resulta más actual que nunca. Por lo demás, su familia -sus hijos Silas y Shane, su cuñado Andy- no sólo es la más disfuncional de la TV: también es la más divertida.

Mad Men. Publicistas top a comienzos de los 60: cuando todos fumaban, se bebía en la oficina, el sexo no había oído hablar del sida... y el mundo conocido estaba a punto de derrumbarse para siempre. Sátira social filosa -y oportunísima.

Y finalmente, la campeona indiscutida:

The Wire. La serie de HBO creada por David Simon llegó a su fin con una quinta temporada que hizo honor a los laureles ya acumulados. Tan perturbadora como lírica, y tan profunda como entretenida, la serie marcó un non plus ultra a los creadores de todas partes: de aquí en más, The Wire es el listón a superar cada vez que nos digamos que queremos ser los mejores narradores del mundo.



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13 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las mejores películas de 2008

Hechas las mismas salvedades del último post (esto es: todavía no pude ver The Wrestler, Doubt, The Curious Case of Benjamin Button, Milk, Slumdog Millionaire, Defiance, Synechdoche, NY, Frost / Nixon, ni las dos últimas del hiperkinético Clint Eastwood: Changeling y Gran Torino, por mencionar algunos de los films con mejores críticas de los últimos tiempos), aquí va mi lista con las películas que más disfruté este año.

The Dark Knight. "La mejor película de superhéroes de la historia" según Stephen King, que además ofrece la siguiente analogía: "...es a esa clase films lo que El Padrino II fue a las películas de gangsters: un evento que redefine el género".

Rachel Getting Married. Kym (Anne Hathaway) sale de la clínica de rehabilitación para acudir al casamiento de su hermana. Todo lo que toca parece desintegrarse, hasta que Kym entiende finalmente algunas cuestiones sobre rehabilitación de esas que no te enseñan en ninguna clínica. Me conmovió profundamente.

/upload/fotos/blogs_entradas/walleposter3_med.jpgWall-E. Más lírica y comprometida con el destino humano que la inmensa mayoría de las películas "para adultos" que conozco. Wall-E y Eve me resultan inolvidables...

Leonera. La mejor película del argentino Pablo Trapero. Con una gran actuación de Martina Gusmán como Julia, la mujer que se (re)inventa a sí misma a partir de una maternidad que la sorprende -en todas las acepciones del término.

Che Part 1. Lejos de boicotearse mutuamente, la mirada seca y casi documentalista de Steven Soderbergh.

Y otras que son de años distintos, pero que iluminaron mis días durante el año 2008: Cool Hand Luke, de Stuart Rosenberg, Control, de Anton Corbijn, The Big Lebowski, de los hermanos Coen.



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12 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las 10 mejores actuaciones de 2008

Las listas de "best of" tienen miles de contraindicaciones -por ejemplo que son caprichosas, o que se convierten en concursos para ver quién recomienda los títulos más abstrusos y arcanos, propios de los cognoscenti-, y una sola argumentación a favor: que son divertidas de hacer... y de leer. ¿O acaso no nos gusta discutir mentalmente con el/la autor/a de cada Top Ten? Como el fin de año es un tiempo en el cual uno se concede indulgencias, pido disculpas de antemano por caer en la misma tentación de tantos otros y ofrezco a continuación mis propias listas -tan caprichosas y discutibles como las de cualquiera.

En materia de actuaciones de cine y TV el problema que tenemos los desubicados del Hemisferio Sur es el momento en que podemos verlas, que a menudo difiere del tiempo de los (siempre) privilegiados del Hemisferio Norte. Me encantaría incluir a la Cate Blanchett de I'm Not There, por ejemplo, porque vi la peli a su salida en DVD -o sea este año-, pero su fecha original es 2007 y eso la excluiría de su lista. Del mismo modo no puedo incluir a -por ejemplo- la Tilda Swinton de The Curious Case of Benjamin Button, en caso de que lo merezca, porque el film de David Fincher se verá en Argentina en algún momento de enero de 2009. (Como Milk, protagonizada por Sean Penn. Y The Wrestler, que marca el regreso de Mickey Rourke.) Limitándonos, pues, a las reglas de lo visto durante el 2008 calendario, propongo glorias y loas a los siguientes diez intérpretes del cine y de la TV.
 
El cast entero de la serie ‘The Wire'. Pocas veces la palabra francesa ensamble le ha quedado mejor a un grupo de actores. Todos y cada uno de los intérpretes de la serie de HBO -que llegó a su fin en el 2008, con su quinta temporada- aportaron su talento a una máquina perfecta que, sin duda alguna, quedará para la historia de la TV.
        
Elisabeth Moss. Por su papel como Peggy Olson, la ratonil secretaria-devenida-publicista de la serie Mad Men. Una actriz que procede con tanta inteligencia como falta de ego.
 
Martina Gusmán. El personaje de una mujer que pare y cría a su hijo en prisión se presta por definición al desmadre. Pero en Leonera Gusmán ofrece una interpretación que es un prodigio de economía y aun así conmueve.

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Robert Downey Jr. Pero no por Tropic Thunder, donde su interpretación de un actor-blanco-que-hace-de-negro fue más llamativa, sino por la forma en que convirtió a un héroe de historieta, el Tony Stark de Iron Man, en un ser tridimensional.
 
Benicio del Toro. Por su desempeño en Che Part 1 de Steven Soderbergh, donde se preservó en cada escena de la tentación de almidonar o engolar a Guevara. Al demonio con Bond y con Bourne: el Che de Benicio es el héroe de acción del hombre pensante.
 
Anne Hathaway. En Rachel Getting Married interpreta un papel muy desagradecido, en las antípodas de sus heroínas de The Princess Diaries y Devil Wears Prada, y aun así logra comunicarnos su profunda humanidad. 
 
Wall-E. Los actores de carne y hueso lo considerarán injusto, pero el equipo que consiguió arrancarle esa expresividad al robotito de latón sabe de interpretación tanto como Marlon Brando.
 
Daniel Craig. ¿Se puede ponderar la actuación en una película que uno encuentra horrible? Claro que sí. Yo sigo apostando a la saga de 007 a pesar de Quantum of Solace precisamente por la naturalidad con que Craig "es" James Bond.

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Bryan Cranston. En la serie Breaking Bad interpreta a Walter White, un profesor de química con hijo discapacitado y mujer embarazada a quien le descubren cáncer terminal. La metamorfosis del apocado White en fabricante de metadona primero y gangster después es lo que suele llamarse un tour de force.
 
Heath Ledger. El Joker que interpreta en The Dark Knight tiene el histrionismo de los grandes... y transmite la inquietud y el misterio de los todavía más grandes. La versión humana del tiburón de Jaws: tan maligno como inexplicable.
 
Escucho sus propias sugerencias...



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9 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El año entre manos (3)

Y sin embargo -contradiciendo a Yeats, nada menos- el centro sigue sosteniéndose. Por supuesto que este centro no alude a una posición política sino al eje simbólico que vertebra el mundo, la columna que hace posible nuestra existencia. ¿Por qué seguimos aquí, pues, todavía respirando sobre esta Tierra en las primeras horas del año que despunta? Porque a pesar de la enjundia de los peores, existen millones de personas sobre este planeta -de todas las razas, de todas las confesiones, de todas las clases- que despiertan cada día con la convicción silenciosa de vivir de manera positiva, aspirando a una felicidad que no está construida sobre el malestar de los otros.

Lo que yo tengo que oponer a la portentosa malicia de mis congéneres más poderosos es muy simple, hasta nimio: la sonrisa del pequeño Bruno, mi hijo de cuatro meses. Bruno despierta cada mañana y de cada siesta con la misma, clara sonrisa que ilumina los días de nuestra familia. Por supuesto, no lo atribuyo a un mérito individual de Bruno sino a la condición de su existencia: la mayoría abrumadora de los niños del mundo que viven como él -bien alimentados, abrigados y mimados, por oposición a aquellos que, por ejemplo, son bombardeados a diario o no tienen padres o son víctimas de la violencia de la miseria- tienden a despertar con una sonrisa, en tanto identifican la vigilia con el placer elemental de vivir.

Mi madrina Sara, que en paz descanse, solía contar que le pedía a mi padre que preservase la sonrisa que al parecer yo también tenía de niño. Intuyo que lo decía ante la evidencia de que yo ya no sonreía de la misma manera que en las fotos más viejas. Mi pobre madrina debe haber sobreestimado el poder de mis padres, de cualquier padre: sólo podemos preservar la sonrisa de nuestros hijos hasta el momento en que el mundo irrumpe en nuestro mundo privado, proponiendo una dinámica infinitamente más salvaje. Pero eso no significa que debamos bajar los brazos. Este 2009, por lo pronto, me presenta el desafío de preservar la sonrisa de Bruno durante 364 días en el seno de mi hogar; y en lo que hace a la actividad que me enfrenta al resto del mundo, aun en la consciencia de lo modesto de mis posibilidades, me insta a optar por la belleza en vez de su negación, a creer en la generosidad de una especie que nació gregaria en vez de practicar -como tantos de ‘los peores' que monopolizan los titulares de los diarios- la ferocidad del predador solitario.

Como sé que no estoy solo en esta intención -ustedes están ahí, por lo pronto- me animo a pensar contra toda esperanza que este 2009 puede ser un año maravilloso.

Por lo pronto, amén.



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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El año entre manos (2)

Como dice uno de los poemas más famosos de W. B. Yeats, The Second Coming: ‘...el centro no puede sostenerse... y en todas partes / La ceremonia de la inocencia resulta ahogada; / Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores / Están llenos de apasionada intensidad'.

¿Acaso cabe duda alguna de que la historia del hoy está escrita por los peores? ¿Aquellos que llevados por su voracidad infinita procedieron sin reconocer límite alguno, demoliendo el mismo sistema que los hizo ricos y obligando a pagar los platos rotos a los mismos de siempre -los que menos tienen? ¿Aquellos que bombardean poblaciones civiles como parte un cálculo para ganar elecciones, jugando con la convicción de los votantes de que tan sólo la violencia garantiza la tranquilidad? Este argumento no resiste el menor análisis. Por más que estén muy mal organizados y sean pobres, los musulmanes que viven en lo que solemos llamar Medio Oriente -sin necesidad de contar a aquellos de la diáspora- son muchísimos más que los habitantes de Israel; y el maltrato sistemático de las mayorías explotadas a manos de minorías ricas u tecnocráticas nunca ha terminado bien en los libros de Historia. Tiemblo al pensar qué ocurriría si un día los musulmanes se organizan y deciden imitar la ferocidad de sus vecinos...

La dinámica de la Historia parece irreversible. Nuestros líderes -que suelen formar parte del bando que Yeats denomina ‘los peores'- apelan a nuestra parte más mezquina para llegar al poder, y una vez allí actúan a favor de los más ricos aun cuando eso suele significar un perjuicio cierto para sus votantes; en este sentido, no podemos alegar que no merecemos nuestra suerte. Nada me gustaría más que sugerir que la elección de Barack Obama marca un cambio de curso: aunque creo que en efecto triunfó porque millones de votantes privilegiaron su esperanza a su miedo (como viene pasando desde hace algunos años, dicho sea de paso, en la mayor parte de América Latina), no imagino a Obama rompiendo con los factores de poder que han cooptado la institución presidencial en los Estados Unidos; en el mejor de los casos, supongo que se limitará a hacer un uso más blando del poder que Bush & Co. emplearon en todo este tiempo como el látigo del esclavista.

                                                                          (Continuará.)



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7 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El año entre manos

¿Cómo empezaron el 2009? Las dos noticias más destacadas de las últimas horas -a saber, el persistente curso de colisión de la crisis económica y el bombardeo sobre Gaza- no pueden ser más desoladoras, en la medida en que sugieren que dos de las peores tendencias del animal humano: la codicia sin límites y la violencia escudada en argumentos pretendidamente racionales, siguen asimilando el devenir de la Historia a la difusión de una peste -una plaga con pulgares oponibles y buenos modales.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_da_que_paralizaron_la_tierra_med.jpgNo he visto la remake de El día que paralizaron la Tierra, pero imagino que los representantes del género humano se las deben ver negras para convencer a Klaatu de que no acabe con nosotros; si yo fuese ese extraterrestre, no me dejaría persuadir ni siquiera por la bellísima Jennifer Connelly. Puesta la cuestión en la balanza, imagino que nuestro planeta tiene más derecho a sobrevivir que la más dañina de sus especies. ¿Acaso no exterminamos colonias enteras de animales y de insectos, con el sólo argumento de que nos perjudican? ¿Qué haría la Tierra con nosotros, en ese caso, de tener una boca con que poder expresarse?

Nuestra causa no prosperaría en ningún tribunal por sus propios méritos: la evidencia en nuestra contra es demasiado concluyente. En el mejor de los casos, se nos concedería el derecho a seguir viviendo tan sólo por el beneficio de la duda; porque existe la posibilidad, aunque remota, de que alguna vez desmintamos nuestra trayectoria y hagamos algo bueno.

                                                                                 (Continuará.) 



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5 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La caida del imperio masculino

El éxito de la serie Mad Men de HBO y el inminente estreno de Revolutionary Road de Sam Mendes -basada en la inolvidable novela de Richard Yates- parecen poner el foco en la misma cuestión: el trasfondo de profunda angustia existencial que, al menos según ambos relatos, habría existido por detrás de la ‘perfecta' vida del ciudadano americano promedio, beneficiado por el boom económico de la posguerra. Que esta angustia se cuente hoy, cuando el trasfondo es por completo otro -el de la crisis económica causada por el sistema de libérrimo mercado-, no deja de tener su gracia, en tanto nos recuerda que ni siquiera lo tenemos todo cuando en efecto lo tenemos todo.

Mad Men es una serie creada por Matthew Weiner (guionista, como todos los creadores de las mejores series de la TV). Hace algunos años, el guión del piloto de Mad Men le valió que David Chase lo contratase para escribir para The Sopranos. Tuvieron que pasar todos estos años para que alguien se animase a producir su proyecto; por fortuna, para ese entonces The Sopranos había llegado a su fin y Weiner pudo contar con algunos de los miembros de su viejo equipo de trabajo.

Centrada en el grupo de gente que trabaja para una ficticia agencia de publicidad al despuntar los años 60 (mad men, o sea hombres locos, es un juego de palabras con ad men, los hombres de los avisos: la distancia entre uno y otro apelativo es demasiado poca para resistirse a la tentación de dar el salto), lo primero que sacude al espectador es todo aquello que nos separa de aquel mundo, que por lo demás no está tan lejos. El hecho de que todo el mundo fuma, todo el tiempo y en todo lugar. (Lo mismo puede decirse, y en la misma medida, del acto de beber.) /upload/fotos/blogs_entradas/mad_men_3_med.jpgEl machismo rampante, al punto de lindar con la misoginia. (Las mujeres son felpudos -con todo lo que esto implica en relación al tema del polvo-, o esposas -lo cual significa tan sólo otra clase de felpudo.) El tratamiento de los niños como seres inferiores. (Uno de ellos -llamado Glen, si no recuerdo mal- es sin duda alguna el niño más triste que he visto jamás en la televisión.)

Ya la misma secuencia de títulos, que recuerda deliberadamente al arte de Saul Bass en la presentación de tantos films de Hitchcock, muestra a un hombre en caida libre -como de algún modo le ocurre a Don Draper (Jon Hamm), el director creativo de la agencia Sterling Cooper y protagonista de la serie. Estoy seguro de que Matthew Weiner habrá pensado en Draper como el modelo masculino exitoso de la época -atractivo, varonil, triunfador en el mundo-, para poder pintar de manera más dramática el ocaso que lo espera: tanto en lo que hace al manejo de sus afectos como respecto de un mundo al borde de un cambio profundo. (Visualmente el mundo de Draper coincide con el imaginario que tenemos de los 50, más Rat Pack que The Beatles: los 60 en los que tendemos a pensar no habían estallado aún.) Pero lo que sin dudas Weiner no podía prever, al menos conscientemente, era el otro ocaso, quizás el único que le faltaba al modelo tradicional del hombre occidental: el económico. Habiendo perdido la mayoría de sus justificaciones, el hombre blanco sólo conservaba la de su habilidad para producir dinero. Hoy en día ya ni siquiera puede vanagloriarse de eso.

Porque vive su ocaso. Lo cual, hasta donde yo puedo verlo, no deja de ser una maravillosa noticia. 



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2 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La voz cantante (2)

El otro nombre que busqué en la lista de los cien mejores cantantes propuesta por la Rolling Stone fue el de Bob Dylan. Imagino que habrá muchos -empezando por Santiago Roncagliolo- que se sorprenderán ante la simple presunción de que Dylan pueda ser considerado un buen cantante. Y sin embargo, aun cuando entiendo que Dylan carece de todas las características que suele atribuirse a una voz melodiosa, debo decir que su decir me resulta absolutamente convicente. Cante lo que cante, no puedo evitar creerle.

A diferencia de Lennon, Dylan no pretende habitar cada emoción, cada estado del alma; en este sentido, no es lo que tradicionalmente se llama un intérprete. Yo creo, más bien, que canta del mismo modo en que predicaban aquellos profetas desquiciados que se pasaban temporadas eternas en el desierto. Exigidos al límite de lo humano, lo han visto todo y lo han entendido todo y lo han experimentado todo, y al volver no pueden hacer otra cosa que comunicar la verdad entrevista -con un toque de desdén, como si supiesen que nadie va a hacerles verdadero caso, como si estuviesen convencidos de que la gente los toma por locos, como si el mismo acto de comunicar la verdad fuese un contrasentido.

Y sin embargo uno sigue escuchándolos. Porque la voz de canciones como Not Dark Yet transmite el valor de alguien que ha ido por propia voluntad a un sitio donde nosotros sólo iremos cuando no quede más remedio; y oírla equivale a sentir que cuando llegue el momento, no andaremos del todo ciegos.

/upload/fotos/blogs_entradas/thom_yorke_med.jpgPor lo demás, la lista de la Rolling Stone no está exenta de los inevitables disparates que derivan de la matemática de toda encuesta. ¿Whitney Houston mejor cantante que Jeff Buckley, que Kurt Cobain, que Brian Wilson? ¿Cristina Aguilera mejor cantante que Bjork, que Thom Yorke, que John Fogerty? ¿Mariah Carey mejor cantante que Tom Waits, que Patti Smith, que Morrissey? Es un error común en lo que hace al arte todo: confundir el instrumento con el intérprete. El instrumento puede sonar celestial, pero el quid de la cuestión pasa por otro lado -por el para qué se lo usa. Por eso Dylan afónico y Thom Yorke con anginas sonarán siempre mejor que la mejor canción de Houston y Aguilera y Carey, porque usan lo que tienen -poco en el caso de Dylan, mucho en el de Yorke- para transmitir algo más importante que ellos mismos, y que por cierto no tiene nada que ver con el rango de agudos o la capacidad de producir tantos gorgoritos por minuto.

Lo que importa no es el sonido, sino lo que cuenta.  



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30 de diciembre de 2008

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La voz cantante

No pude evitar la tentación de husmear en la lista de los 100 mejores cantantes de todos los tiempos de la Rolling Stone. Al tiempo que estaba seguro de que los primeros puestos iban a estar ocupados por cantantes negros (Aretha figura en el número 1, Ray Charles en el 2, Sam Cooke en el 4, James Brown en el 10), mi impulso fue buscar qué puesto le habían otorgado a John Lennon. Y lo que encontré en el quinto lugar, lo cual -diría el protagonista de High Fidelity- lo ubica al filo pero todavía dentro del círculo áulico del Top Five.

¿Por qué buscaba a Lennon? Supongo que porque para mí encarna todo lo que busco en una voz cantante: verdad. A veces la verdad en cuestión es de las que sólo pueden pronunciarse en un susurro -como en Julia y en Oh My Love-, a veces es la confesión de la propia confusión -como en I'm So Tired-, a veces es de esas verdades descarnadas que salen cortando -como en Instant Karma-, a veces es la verdad propia de la imaginación -como en Strawberry Fields- y a menudo es de esas verdades que, lo sabemos, nos usan tan sólo como vehículo para trascendernos -como en A Day in the Life.

/upload/fotos/blogs_entradas/give_me_some_truth_med.jpgLa de Lennon es la voz de alguien tan fuerte, y tan seguro de su búsqueda, que no teme exhibirse en su más pavorosa debilidad. Pocas canciones más desgarradoras que Mother, pocas súplicas más conmovedoras (y angustiantes a la vez) que Give Me Some Truth. Tengo la sensación de que si escuchase todas estas canciones una detrás de la otra (sin olvidarme de Norwegian Wood, de Lucy in the Sky With Diamonds, de Revolution, de Imagine...) estaría en presencia del más perfecto testimonio vocal de los diversos estados de ánimo que experimenta un hombre a través de toda su existencia. Y todavía más. Siempre me digo que algún día voy a jugar con esas canciones para ordenarlas de tal modo que, más allá de la simple expresión del fenómeno humano, comuniquen además los grados de lucidez a que podemos acceder. Porque más allá de las inevitables marchas y contramarchas de su vida, la música fue para (la voz de) Lennon el vehículo privilegiado de su búsqueda. Sin cuyo sonido, por cierto, todos seríamos hoy infinitamente más pobres.

Así que Top Five. Nada mal para un rústico muchachón de Liverpool... 



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29 de diciembre de 2008
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El Boomeran(g)
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