
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
¿Cómo empezaron el 2009? Las dos noticias más destacadas de las últimas horas -a saber, el persistente curso de colisión de la crisis económica y el bombardeo sobre Gaza- no pueden ser más desoladoras, en la medida en que sugieren que dos de las peores tendencias del animal humano: la codicia sin límites y la violencia escudada en argumentos pretendidamente racionales, siguen asimilando el devenir de la Historia a la difusión de una peste -una plaga con pulgares oponibles y buenos modales.
No he visto la remake de El día que paralizaron la Tierra, pero imagino que los representantes del género humano se las deben ver negras para convencer a Klaatu de que no acabe con nosotros; si yo fuese ese extraterrestre, no me dejaría persuadir ni siquiera por la bellísima Jennifer Connelly. Puesta la cuestión en la balanza, imagino que nuestro planeta tiene más derecho a sobrevivir que la más dañina de sus especies. ¿Acaso no exterminamos colonias enteras de animales y de insectos, con el sólo argumento de que nos perjudican? ¿Qué haría la Tierra con nosotros, en ese caso, de tener una boca con que poder expresarse?
Nuestra causa no prosperaría en ningún tribunal por sus propios méritos: la evidencia en nuestra contra es demasiado concluyente. En el mejor de los casos, se nos concedería el derecho a seguir viviendo tan sólo por el beneficio de la duda; porque existe la posibilidad, aunque remota, de que alguna vez desmintamos nuestra trayectoria y hagamos algo bueno.
(Continuará.)