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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Rebeliones antiprogres

La preocupación alcanza incluso a Karl Rove, el brujo electoral de las victorias de George W. Bush al que se le están escapando sus diabólicas criaturas de la retorta. Rove, especialista en ganar elecciones mediante la polarización política, ha manifestado su desagrado con las victorias del Tea Party, el movimiento radical republicano que está arruinando a los candidatos oficiales en las primarias de numerosos Estados y dibujando a la vez la posibilidad de que la derrota demócrata en las elecciones legislativas de noviembre no sea tan amplia como pronosticaban inicialmente los sondeos.

No es muy original lo que está sucediendo en Estados Unidos, a pesar de que allí adopte el nombre de las revueltas antibritánicas contra los impuestos conocidas como Tea Party, que empezaron con el lanzamiento de un cargamento de té al mar en Boston en protesta por un aumento de los impuestos y terminaron conduciendo a la guerra de Independencia. Las peores fibras extremistas de las sociedades occidentales se han tensado en los últimos meses, tanto en Europa como en EEUU, ante los devastadores efectos de la crisis económica sobre el empleo, la inversión pública o el bienestar en general. En todas partes avanzan los ultras a caballo del antiprogresismo y el populismo, la antipolítica y la xenofobia, que se convierte en muchos casos directamente en islamofobia. Y donde no progresa la extrema derecha, como ocurrirá este domingo electoral en Suecia, son los propios Gobiernos los que metabolizan sus planteamientos y los convierten preventivamente en políticas propias para impedir que se le vayan los votos por el flanco ultraconservador. El caso más flagrante es el de Sarkozy, con sus expulsiones masivas de gitanos rumanos, ordenadas mediante circulares que vulneran la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la libertad de circulación del mercado interior europeo. Encuestas en mano, el presidente francés no duda en agitar los sentimientos xenófobos con la vista puesta ya en su reelección en 2012, aun a costa de sembrar de nuevo la cizaña entre los europeos. En EEUU, en cambio, la pulsión extremista puede permitir que los demócratas salven los muebles en las elecciones de noviembre y que las previsibles dificultades de un Obama sin mayoría demócrata en el Congreso queden atemperadas gracias a los extremistas. Las rebeliones antiprogres, al margen de sus efectos electorales, dividen y polarizan todavía más a las sociedades occidentales en un momento de crisis económica, cambio geopolítico y desplazamiento de poder hacia los países emergentes. A pesar de la arrogancia de sus militantes, son en el fondo un signo de división y por tanto de debilidad y decadencia.

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19 de septiembre de 2010
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Silencio, se negocia

Obama ha colocado de nuevo el tren sobre las vías. Quería negociaciones directas entre Mahmud Abbas y Benjamin Netanyahu y ya tiene negociaciones directas. El martes se encontraron por segunda vez en el balneario egipcio de Sharm el Sheik y ayer lo hicieron de nuevo, esta vez en la residencia del primer ministro israelí en Jerusalén. Los mensajes que emite la administración norteamericana no son eufóricos: sería una imprudencia, vistos los antecedentes; pero sí suavemente optimistas. Se están cumpliendo los propósitos y las previsiones. Las conversaciones funcionan. Los objetivos se mantienen: hay que llegar al acuerdo final en un año. Los dos líderes y responsables de ambas partes dan toda la apariencia de que se hallan personalmente comprometidos. Hillary Clinton se ha manifestado incluso "animada por las palabras y el lenguaje corporal, así como la implicación de los dos líderes".

Los preparativos tienen la edad de la misma presidencia de Obama, que se comprometió a abordar el conflicto desde el primer día de su presidencia y nombró a uno de los mejores mediadores internacionales, el ex senador George Mitchell, bregado en el éxito de las negociaciones irlandesas, como enviado especial a Oriente Próximo. Mitchell se sacó de la manga las negociaciones indirectas entre un presidente fuera de mandato electoral como Abbas y debilitado por la rebelión de Hamas en la franja de Gaza y el gobierno probablemente más extremistas de la historia de Israel, en el que acampan colonos, personajes xenófobos y ultras religiosos, dirigido por Netanyahu. El contraste entre los propósitos presidenciales y la ínfima realidad sobre el territorio no podía ser mayor. Cuando Obama llegaba con su proyecto de paz bajo el brazo, no lo olvidemos, las bombas machacaban la franja de Gaza. En este tiempo, el presidente ha obligado a Netanyahu a aceptar la creación del Estado palestino, al menos verbalmente, y a dictar una moratoria en la ampliación de las actuales colonias israelíes en Cisjordania, al menos parcial, pues no abarca al territorio de Jerusalén; y a Mahmud Abbas a sentarse a negociar aunque las condiciones para hacerlo no se cumplan en su totalidad. Por eso es obligado el mayor de los escepticismos. Que no se puede negociar sobre algo que una parte está ya tomándole a la otra es algo tan obvio que no merecería mayor argumentación. Es lo que sucede con la construcción en los asentamientos. Su congelación total y definitiva es una premisa imprescindible para cualquier negociación seria. Lo pide Estados Unidos y lo ha venido pidiendo la Unión Europea, desgraciadamente ausente. No importa: el Gobierno israelí sigue saliéndose con la suya. Abbas ya se ha sentado a negociar y ahora se trata de que siga sentado más allá del 26 de noviembre, día en que termina la moratoria, sin que la congelación se prorrogue. Estas negociaciones son todavía una caja negra. Podemos ver lo que hay fuera, los inputs y outputs que entran y salen, pero nada sabemos de lo que ocurre dentro. Lo exige incluso el guión norteamericano, debidamente subrayado por Mitchell en Sharm el Sheij: "Las partes acordaron que para que la negociación tenga éxito deben desarrollarse en la máxima confidencialidad y con la máxima sensibilidad". Puede ser, incluso, que no esté ocurriendo nada y que todo esté encallado como siempre, con una parte, Abbas, resistiendo la presión para ceder a cambio de nada y la otra intentando prolongar el statu quo sin ceder en nada. Basta ver lo que sucede en el exterior. Cada vez que las partes se sientan a hablar, alguien fuera se dedica a actuar, armas en mano. Muchos trabajan a favor de la paz, dentro de la caja negra. Pero hay mucha más fuera trabajando en dirección contraria. Directamente en favor de la guerra. E indirectamente poniendo todos los palos posibles a la rueda de la negociación. Para cuando termine la moratoria, dentro de nueve días, las grúas ya están preparadas; también los planos de las construcciones; incluso los permisos. Sólo falta que el gobierno dé la señal para que empiece de nuevo la expansión israelí en territorio palestino que tiene como objetivo liquidar la viabilidad del Estado proyectado. No es el único hito en el calendario. Netanyahu compra tiempo con la vista puesta en las próximas elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos, de las que va a salir con toda seguridad un nuevo Obama. El premier israelí confía y espera que sea todavía más flexible y amoldable a sus intereses. Netanyahu y Abbas, mientras tanto, obligados a salvarse la cara mutuamente ante sus opiniones públicas, que es lo que hacen los negociadores de buena fe, se vigilan uno a otro de reojo. Cualquier otra cosa deberá entenderse como un boicot. El primero que se levante cargará con la culpa. Como en un rodaje, aquí se puede decir: "silencio, se negocia". Pero nadie sabe todavía si la película tendrá un final, que debe ser feliz, o quedará de nuevo interrumpida, quién sabe si para siempre.

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16 de septiembre de 2010
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Sarkozy en los infiernos

Sarkozy iba a ser el presidente que administrara el siguiente y doloroso peldaño. Francia no es el único país que se halla instalado en un hundimiento tan lento como indiscutible. Miremos Italia, donde la decadencia tendría visos de comedia entre erótica y bufa sino fuera por sus proporciones inmensas de corrupción, fraude y delincuencia mafiosa. No hace falta tampoco que levantemos los ojos de casa, donde ahora nos vemos demacrados en el espejo de nuestra escasa pericia en la creación de riqueza sólida y fiable. Cruzando el canal nos consuelan escasamente los baldíos esfuerzos por adecentar las ruinas pavorosas de aquel imperio marítimo que dirigió el mundo hasta hace apenas un siglo.

Casi todos descendemos: unos con dignidad, otros perdiendo la compostura, los de más allá sin sentido alguno del ridículo, y nuestra vecina República perdiendo su alma. Y precisamente su alma republicana, la que le ha dado las mayores horas de gloria y ha levantado la mayor admiración en el mundo, además de constituir, incluso hasta ahora mismo, el mejor modelo de cohesión e integración social de los allí nacidos y de los recién llegados, la nación cívica por excelencia nacida con la Revolución. Había que trabajar más, y resulta que no hay trabajo; recuperar la capacidad de compra, y los trabajadores no hacen más que perderla; estrechar los lazos con Estados Unidos, pero no hay buena química con Obama; dirigir Europa, y resulta que es Alemania, definitivamente despegada del marcaje francés, quien lo hace; liberalizar la economía, pero sin ceder ni un ápice del poder incluso presidencial Estado patrón colbertiano; reformar el capitalismo pero favorecer a los capitalistas amigos. En todo se ha mostrado Sarkozy incoherente y contradictorio, y sólo en una cosa no le ha vacilado el pulso: a la hora de sacar la porra autoritaria del gendarme. Tampoco ha fallado su verbo airado de demagogo populista, dispuesto a estigmatizar a gitanos e inmigrantes y a crear un clima de creciente suspicacia hacia los musulmanes franceses. Ha dado así la vuelta a la imagen de Francia, admirada antaño y ayer mismo denostada desde la Comisión de Bruselas. Y lo peor es que el desfile infame lo preside un hijo de inmigrantes y un hombre que se instaló en la estela republicana del gaullismo, tradición política perfectamente discutible pero de las más honorables y admirables que ha dado Francia y el siglo XX europeo. Sarkozy se presentó como el presidente que haría todas las reformas necesarias para realizar este difícil paso pero sin perder nada de lo sustancial que define la República de la igualdad, la fraternidad y la libertad. No es extraño que esté en caída libre en popularidad porque no ha hecho ni una cosa ni la otra: ni las reformas urgentes que precisaban una economía y una sociedad instaladas en el arcaísmo y en los derechos adquiridos; ni ha conservado el alma republicana y sus valores ilustrados que han hecho grande a Francia, vilmente entregados al populismo atroz que cabalga por toda Europa y que en Francia lleva tres decenios incubando en el extendido lepenismo. Ni ha mantenido el poder y la influencia de Francia, apercibida ahora desde la Comnisión y el Parlamento europeos, ni ha preservado su alma republicana.

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15 de septiembre de 2010
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El revelador turco

Turquía es el revelador de muchos prejuicios. Quienes sospechan por sistema del laicismo europeo pueden exaltarlo si se trata del laicismo turco. Partidarios de inscribir a Dios y a las creencias religiosas en las constituciones consideran un abuso que hagan cosas similares los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo. No son pocos quienes quieren meter en un totum revolutum la sharía del Islam fundamentalista y las prácticas piadosas de los creyentes turcos, el burka obligado de los talibanes y el velo cuya prohibición ha levantado el islamismo moderado turco. No hay que olvidar a quienes sólo pueden concebir el nuevo mundo globalizado si no es en términos de una nueva guerra fría en la que Occidente debe terminar encontrando su enemigo en el islam.

El hecho trascendental, acogido positivamente por la Unión Europea, es que la consulta democrática del domingo, en la que la mayoría de los ciudadanos se ha manifestado a favor de una reforma constitucional, consolida la democracia turca en una cuestión elemental como es terminar con la supremacía e incluso la vigilancia del poder militar sobre el civil consagrada en la Constitución otorgada de 1982 por los militares que habían tomado el poder en un golpe dos años antes. Es un paso más hacia Europa, aunque paradójicamente coloca los tres poderes en manos de Erdogan y su partido islamista moderado, que podrán así seguir avanzando en su idea de democracia islámica que les orienta hacia su entorno árabe y musulmán. Turquía, con su fuerte demografía y una economía emergente, es una pieza cada vez más decisiva de un nuevo rompecabezas geopolítico en el que cuentan el peso del Islam en el nuevo mundo globalizado, su compleja y a veces polémica relación con la democracia y con la modernidad o el cáncer del terrorismo yihadista abonado por el salafismo. La democracia parlamentaria turca tiene una enorme capacidad de irradiación sobre su zona de influencia, desde Asia central hasta el Magreb. Es obvio el peso que puede tener Turquía en la resolución del conflicto israelo-palestino. Hay que contar con Ankara para la consolidación de un Irak en paz. También para contener o soslayar el peligro nuclear iraní. El referéndum del domingo consolida a Turquía en esta función a menudo paradójica de puente entre continentes, religiones y civilizaciones, que puede llegar a convertir a este país en la fuerza decisiva para la modernización y democratización de Oriente Próximo. Pero consolida todavía más el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan como contrafigura de Atatürk, el padre fundador de la república turca. Esta es la segunda consulta en la que Erdogan, que ha ganado dos elecciones generales, consigue el consenso mayoritario de sus conciudadanos para la reforma de la Constitución. Y su victoria del domingo le sitúa en una posición excelente para volver a ganar las elecciones en 2011 y convertirse en una especie de refundador islamista de la República.

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14 de septiembre de 2010
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Artes oscuras

El alcance del escándalo todavía no se conoce. Lo que se sabe corresponde sólo a la parte visible y emergente del iceberg, pero la sospecha es pavorosa. Una de las mayores empresas multinacionales de la industria de la comunicación mundial, News Corporation, de la que es propietario el magnate Rupert Murdoch, aparece ahora mismo nimbada por la sospecha de que sus directivos han podido autorizar e incluso ordenar la utilización masiva de métodos ilegales y moralmente indecentes para obtener y publicar informaciones. Dos personas, un periodista y un investigador privado, fueron condenados y encarcelados hace ahora tres años por realizar escuchas ilegales a la familia real británica. El director del diario para el que trabajaban tuvo que dimitir. Y su compañía gastó dinero y esfuerzos para acotar el caso y evitar que se convirtiera en una impugnación generalizada de su peculiar forma de hacer periodismo, un oficio en el que la prensa sensacionalista británica suele dar lecciones a los remilgados periodistas norteamericanos y no digamos ya continentales, empeñados en la verificación y en la obtención por métodos legales y morales de las informaciones que publican. Esos métodos no convencionales de obtener informaciones, que han permitido a la prensa sensacionalista la obtención de un poder omnímodo, eran denominados por quienes las practicaban y conocían como ?las artes oscuras? del periodismo, según han explicado tres periodistas norteamericanos en The New York Times hace poco más de una semana en un amplio reportaje sobre este caso.

La publicación de este reportaje es lo que ha dado de nuevo dimensión internacional al escándalo, después de que la condena inicial del periodista Clive Goodman, corresponsal en la casa real británica para The News of the World, y el investigador privado, Glenn Mulcaire, contratado por el diario para apoyar las investigaciones de los periodistas, dejara el caso prácticamente aparcado. Ambos personajes conocían los códigos pin de los teléfonos del servicio y ayudantes de la familia real e incluso de los propios ?royals?, lo que permitió publicar los chismes más íntimos y comprometidos sobre su vida privada. La policía obtuvo evidencias de las escuchas ilegales, entre las que se hallaban casi un centenar de códigos pin de personajes famosos. Pero muy pronto Scotland Yard decidió frenar sus ímpetus investigadores. Según los periodistas norteamericanos esto se debe a que la policía ?tiene una relación simbiótica con News of the World? y con el grupo de Murdoch. Aunque se encontraron indicios de que tres periodistas más como mínimo pudieron utilizar las escuchas ilegales, ?los investigadores nunca preguntaron a otros reporteros o editores de News of the World sobre los pinchazos?. Scotland Yard avisó a sólo a las víctimas de las escuchas de Mulcaire que podían suscitar una preocupación específica por su seguridad, como miembros de la policía, el ejército, el parlamento o el gobierno, pero dejo al resto en la ignorancia. Murdoch, sus editores y amigos han intentado minimizar los hechos e interpretan la publicación de las informaciones en el New York Times como un ataque desleal por parte de un competidor periodístico, con el que el propietario de News of the World mantiene un durísimo pulso comercial. Murdoch compite con el diario de la familia Sulzeberger desde que compró el Wall Street Journal en 2007, y aunque le supera largamente en difusión, se ha propuesto erosionar su capacidad de influencia política, su imagen de profesionalidad y su credibilidad hasta destronarle de su condición de diario de referencia en Estados Unidos y en el mundo. Pero la batalla entre Sulzberger y Murdoch va más allá de los intereses comerciales e incluso políticos e incluye la confrontación entre dos tipos de periodismo, el de cejas altas, culto, correcto y progresista que practica el New York Times y el más populachero, grosero, incorrecto y conservador e incluso neocon de los periodistas de Murdoch. La publicación por el New York Times de este reportaje es una salva de advertencia del periodismo clásico norteamericano contra los gamberros llegados de Londres. La fuerza expansiva de la explosión ha alcanzado incluso la oficina del nuevo primer ministro, David Cameron. La capacidad de Rupert Murdoch para parasitar el número 10 de Downing Street ya quedó comprobada con el anterior inquilino, Tony Blair y su jefe de prensa, Alastair Campbell. Ahora con el nuevo gobierno da la casualidad de que el jefe de prensa es además un ex director de Murdoch y nada menos que Andy Coulson, el periodista que tuvo que dejar su despacho de director de News of the World con motivo de las escuchas ilegales a la familia real. Según los periodistas del NYT, la redacción de News of the World trabajaba bajo Coulson en ?una atmósfera degradada en la que algunos reporteros buscaban abiertamente la información pirateada u otras tácticas impropios con tal de satisfacer las exigencias de los editores?. Antes que el New York Times entrara en liza, el británico The Guardian ha sido el primero en informar ampliamente sobre el escándalo. Según el diario británico, News Corporation se ha gastado 1?6 millones de libras en indemnizaciones para evitar demandas de famosos pinchados por sus equipos de investigadores. The Guardian ha documentado parte del esfuerzo de obstaculización de las investigaciones sobre el alcance de las escuchas y el intento de acotar el caso al periodista y al detective condenados en 2007, así como la participación de una treintena de periodistas del grupo Murdoch en el aprovechamiento de las escuchas ilegales para su tarea profesional. (Enlace con la información publicada ayer por El País; con el reportaje de Don Van Nata Jr., Jo Becker y Graham Bowlet, publicado en The New York Times Magazine; y con la amplia cobertura de The Guardian). 

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13 de septiembre de 2010
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La nueva normalidad de la tortura

Se está confirmand lo que muchos se temían y que la Unión Americana para las Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU) había denunciado ya el pasado mes de julio. La Administración demócrata del admirado Barack Obama está asumiendo como una nueva normalidad una parte del peor legado de su antecesor George W. Bush con relación al recorte de derechos y libertades, como es el mantenimiento de detenciones indefinidas de sospechosos de terrorismo, los tribunales militares de excepción y los asesinatos selectivos, que se han incrementado en los dos últimos años. La ACLU reconoce los progresos en derechos humanos de la nueva Administración demócrata, como prohibir categóricamente la tortura y los centros de detención secretos de la CIA o dar a la luz pública los informes jurídicos de la anterior Administración que autorizaban la tortura. Pero ha asumido como un legado inamovible e incluso ha ampliado otro tipo de prácticas que según esta institución de vigilancia democrática vulneran ?los valores básicos que están en los fundamentos de la fuerza y la seguridad de nuestra nación?.

Una sentencia de un tribunal federal de apelación reforzó esta pasada semana la actitud de la Casa Blanca respecto a los detenidos sospechosos de terrorismo. El tribunal rechazó por un solo voto de diferencia (seis a cinco) que cinco prisioneros de la CIA supuestamente torturados por encargo en prisiones de terceros países pudieran emprender acciones legales ante tribunales estadounidenses. La demanda, presentada también por la ACLU, tuvo que resolver ?un penoso conflicto entre derechos humanos y la seguridad nacional?, según uno de los jueces que decidió sobre el caso. Acosado salvajemente desde la derecha, erosionado por la crisis económica y sobre todo por la pérdida de puestos de trabajo y encadenado todavía a las funestas consecuencias de las guerras preventivas y las políticas antiterroristas de Bush, Obama no tiene márgenes de maniobra para progresar en su programa de derechos civiles. Al contrario, tiene fuertes presiones de los militares y de los agentes secretos para que lo abandone. Obama no tan sólo carga con parte del legado de Bush en derechos humanos, sino que además se ve obligado a defenderlo. La ACLU emprendió la acción judicial contra las torturas bajo Bush y la ha seguido con Obama, cuya Administración ha recurrido en defensa del secreto de Estado y en contra de los derechos de estos detenidos. La tortura ha quedado prohibida con Obama, pero no el secreto sobre las torturas del reciente pasado y por tanto las que puedan producirse secretamente en el presente. The 'New York Times' zanjó el caso con un editorial este pasado jueves cuyo título dice todo sobre su posición: ?La tortura es un crimen, no un secreto?. 

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12 de septiembre de 2010
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El Estado de la Desunión

El Estado de la Unión es lamentable. Esto es lo que se deduce del ejercicio realizado esta semana en el Parlamento Europeo, que ha podido escuchar y debatir sobre el discurso pronunciado por el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, acerca del balance de los últimos meses y las perspectivas de los próximos. Y si es lamentable por muchos conceptos, como la creciente desunión de los europeos, las dificultades de sus economías, la pérdida de peso específico en el mundo, lo es mucho más por una cuestión fundamental que hasta ahora se situaba en el corazón del europeísmo: Europa está perdiendo de forma irremisible su alma. Hace dos años fue la llamada directiva del retorno, que legalizó el internamiento sin juicio hasta 18 meses de los inmigrantes sin papeles y la expulsión de menores a terceros países que los acepten. En 2009 fue Italia la que entró en campaña con una ley que convierte a los inmigrantes sin papeles en delincuentes y prevé la formación de patrullas ciudadanas para vigilar su comportamiento. Ahora es Sarkozy quien está en campaña con sus expulsiones masivas de gitanos rumanos y un proyecto de legislación que prevé desposeer de la nacionalidad francesa a determinado tipo de delincuentes de origen extranjero.

Lo más lamentable del discurso de Barroso es que haya pasado de puntillas sobre este sembrado de xenofobia, racismo y populismo en que se están convirtiendo nuestros países, sin ni siquiera mencionar las últimas vulneraciones de la carta de Derechos Fundamentales de la UE y al último vulnerador. No es extraño, puesto que la Comisión Europea que preside ya dio su aval a las leyes de inmigración de Berlusconi, al igual que el Consejo Europeo y el propio Parlamento dieron el suyo a la directiva del retorno, más conocida como de la vergüenza o de la infamia. El discurso del Estado de la Unión, con el que Barroso quiso inaugurar una práctica parlamentaria nueva, coincide con la aplicación del nuevo Tratado de Lisboa pero no es una consecuencia directa que se deduzca de su articulado. No sucede así con el discurso que pronuncia anualmente bajo el mismo título el presidente de los Estados Unidos a finales de enero, cumpliendo previsiones constitucionales. El discurso norteamericano se celebra en un clima de alto contenido ceremonial, al que asisten las dos cámaras reunidas y las altas autoridades del país. Las palabras presidenciales son interrumpidas en numerosas ocasiones por las ovaciones en pie de todos los asistentes, sin distinción apenas de color político, y están destinadas a fabricar titulares en los medios de comunicación. Nada de esto sucedió el martes con Barroso, que probablemente no se había propuesto objetivos muy elevados. Su discurso fue un fatigante ejercicio de obviedades y tópicos, muchos de ellos bordeando el irrealismo. En el mismo año en que la UE se ha ausentado de las grandes negociaciones internacionales, desde el cambio climático en Copenhague hasta el proceso de paz en Oriente Próximo en Washington la pasada semana, estas son las frases huecas que salieron de su boca: ?Europa ha demostrado que es capaz de actuar y que habrá que tenerla en cuenta. Los que predijeron el fin de la UE se equivocaron. Las instituciones europeas y los Estados miembros han demostrado su liderazgo. Mi mensaje a todos y cada uno de los europeos es que pueden confiar en que la UE hará lo necesario para garantizar su futuro?. La nueva costumbre del Estado de la Unión implantada por Barroso tiene alguna ventaja. Es un buen momento para evaluar la situación en que se encuentran Europa y sus instituciones. Respecto a la primera, ya hemos visto cómo anda en cuanto a su papel en el mundo y en cuánto a la solidez de los valores que defiende. En cuanto a las segundas, la prueba de esfuerzo realizada ayer apunta en una dirección que debiera preocupar a la Comisión y a su presidente e incluso a los gobiernos de los 27, aunque no es tan seguro que sea preocupante para los ciudadanos, quizás al contrario. Los nuevos equilibrios institucionales producidos por el Tratado de Lisboa y por la crisis de las finanzas públicas europeas están dejando a la Comisión descolocada, al Parlamento Europeo en posición de creciente influencia y al Banco Central y a una Alemania cada vez más segura y firme en su crecimiento directamente al mando del negocio. Este es el otro Estado de la Unión del que no habló Barroso.

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9 de septiembre de 2010
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Sarkozy, sus méritos y sus pecados, que también son nuestros

Entre los muchos méritos a los que se ha hecho acreedor el presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, se halla el rescate de gran parte de la descarrilada Constitución Europea que tomó la forma y el nombre de Tratado de Lisboa por su aprobación al final del semestre de presidencia portuguesa en diciembre de 2007. El hiperactivo Sarko había llegado al Eliseo en mayo, pocos días antes de que Merkel presentara y obtuviera de sus colegas europeos el consenso para ultimar el nuevo tratado remodelado, algo que no fue inconveniente alguno para que el recién llegado reivindicara como propio buena parte del trabajo desarrollado ya por la presidencia alemana. Así fue como el siempre eurocauteloso Sarkozy apoyó y firmó Lisboa, incluyendo la aneja Declaración de Derechos Fundamentales, que se incorporó con fuerza jurídica vinculante y sometida por tanto a la jurisdicción del Tribunal de Luxemburgo.

Dos países, Polonia y Reino Unido, pidieron y obtuvieron una cláusula de exención: para ellos no tiene carácter jurídicamente vinculante. No lo pidió Francia, y si lo hubiera hecho se hubiera ido al garete de nuevo el tratado entero, puesto que se trata de un país central en la construcción europea. Así es como la República Francesa, como Estado socio que aplica la legislación europea, quedó vinculada y sometida a las instituciones europeas en cuanto a vigilancia del cumplimiento entero de este tratado; concretamente, a la Comisión Europea como guardiana de los tratados y al Tribunal como última instancia jurídica para la determinación de la legalidad de los actos jurídicos. Esta es una reflexión que debería parecer ociosa en el caso de los franceses: la Declaración de Derechos Fundamentales se inspira, entre otros textos, en uno que es histórico y determinante como es la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Constituyente en 1789 y pilar de la identidad política francesa. Sarkozy debe cumplir, pues, con la Declaración de Derechos fundamentales de la Unión Europea, incorporada al Tratado de Lisboa, y debe hacerlo incluso en el caso de que no le guste su filosofía universalista, que es fundamentalmente fruto de la Revolución Francesa. Está obligado a cumplir el artículo 19 sobre ?Protección en caso de devolución, expulsión y extradición?, cuyo punto 1 dice literalmente: ?Se prohíben las expulsiones colectivas?. Debe cumplir con el artículo 21, sobre la ?No discriminación?, en su punto 1 que dice literalmente: ?Se prohíben toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual?; y en su punto 2: ?Se prohíbe toda discriminación por razón de nacionalidad en el ámbito de aplicación del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea y del Tratado de la Unión Europea y sin perjuicio de las disposiciones particulares de dichos Tratados?. No debe olvidarse del artículo 22 sobre la ?Diversidad cultural, religiosa y lingüística? con su escueto y contundente enunciado: ?La Unión respeta la diversidad cultural, religiosa y lingüística?. Pero tampoco del 45 sobre ?Libertad de circulación y de residencia?, que establece en su punto 1 que ?todo ciudadano de la Unión tiene derecho a circular y residir libremente en el territorio de los Estados miembros?. La Comisión Europea tiene el deber de cuidar que Sarkozy cumpla con todos sus compromisos. Y si hay indicios de que no lo hace, como parecen atestiguar millares de gitanos rumanos expulsados colectivamente de Francia en los últimos meses, entonces debe abrir una investigación y si se da el caso denunciar al gobierno de Francia ante el Tribunal Europeo de Luxemburgo. Además de todo esto, todos los ciudadanos europeos, empezando por los franceses, debiéramos empezar a avergonzarnos por esta Europa que tenemos, por su deriva cada vez más antieuropea y por nuestra escasa valentía en la defensa de la Europa de los derechos fundamentales con la que nos hemos llenado la boca durante tantos años.

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8 de septiembre de 2010
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Voces e imágenes de otra época

La banda se ha colado en la rentrée. Los terroristas siempre han cuidado la vertiente mediática: matan para existir y en el mundo actual sólo se existe en los medios. Matan para estar en los medios y lo suyo es matar, no saben hacer otra cosa. Por eso la relativa novedad es que ETA también quiere existir sin matar. O al menos sin matar continuadamente, es decir, mientras ha decidido o no ha tenido más remedio que posponer provisionalmente la actividad por la que se caracteriza: la muerte.

Lo más curioso de su anuncio es su carácter retrospectivo. No nos anuncian que a partir de hoy suspenden su actividad armada, sino que levantan acta de que lo hicieron hace unos meses, en un momento impreciso sobre el que nada aclaran, sobre todo en cuanto razones. (Tampoco es extraño, nunca han sido la razones su fuerte). Saber por qué se deja de matar, aunque sea provisionalmente, sirve al menos para saber por qué se mataba. Tanto se han esmerado matando durante 50 años con sus 800 muertos sobre sus conciencias que ya dan por sentado que en su idea de lo que es la actividad política se mata por que sí, como se respira. Levantando acta de que últimamente no están matando, nada nos dicen qué piensan seguir haciendo en el futuro y si tiene límite alguno, del tipo que sea, esta pasividad sobrevenida en su oficio de asesinos. De momento sueltan alguna pista truculenta, no vaya a ser que a los asesinos les quede cara de ángeles gracias a sus comunicados: las acciones armadas que ahora están suspendidas son las ofensivas. ¡Vaya usted a saber qué benevolente y generoso concepto tienen estos benefactores de la humanidad sobre las acciones no ofensivas¡ Queda luego y por si acaso la idea de que ?sin confrontación? no se podrá superar nada, eufemismo suficientemente expresivo en boca de quien lo pronuncia. Levantando acta de que ahora mismo no están matando, los etarras vienen a decirnos que pueden volver a hacerlo en cualquier momento. O mejor, sabiendo el estado en que se encuentran, más bien parecen decirnos que volverán a matar en cuanto puedan. Sólo Jaime Mayor Oreja parece estar tan interesado como los etarras en hacernos creer que la banda asesina está más fresca que una lechuga. Los terroristas quieren aprovechar su debilidad para colarse en la actualidad y en el proceso político que se esfuerza por abrir la izquierda abertzale y el ex ministro del Interior del PP quiere hacer lo propio para demostrarnos que este alto el fuego es fruto de unos acuerdos secretos entre ETA y Zapatero. La primera reacción de cualquier observador internacional no muy avisado ante el vídeo entregado a la BBC el domingo y convertido en su noticia de apertura debió ser de asombro: ¡Ah! ¿Pero todavía existe la ETA? El lenguaje de su comunicado, los tétricos perifollos de los tres etarras, el sombrío escenario y la entera actuación y gesticulación parecen salidos de una época remota, del hoyo más profundo de la guerra fría, antes de que cayeran el Muro de Berlín y muchas escamas ideológicas y políticas de los ojos de la gran mayoría de la gente. Hay que reconocer, además, que en el mundo del megaterrorismo y de las guerras entre ejércitos delincuentes en el que nos hemos adentrado en los últimos años esa cosa siniestra que todavía pega algún zarpazo en nombre de la libertad de Euskadi es más bien ridícula e insignificante y que sus bravuconadas sólo producirían carcajadas si no fuera porque de vez en cuando se traducen en la muerte de un ser humano por mano de otro, algo siempre grave y repugnante. Pero la verdad es que ETA está muerta y más que muerta. Son exactamente nulas, iguales a cero, sus posibilidades de sacar algún rendimiento a los 50 años de acción criminal exhibida en el comunicado con ridículo orgullo y lamentable autosuficiencia. Sólo la atención mediática que todavía suscite, y el auxilio que le presten quienes quieran y puedan sacar provechos políticos de este espantajo sangriento, pueden seguir resucitándola como si fuera un zombie, un muerto viviente salido de las profundidades del pasado franquista.

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7 de septiembre de 2010
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Nadie a mi derecha

El mismo día en que palestinos e israelíes se reunían bajo los auspicios del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el ex presidente José María Aznar pronunciaba una conferencia en Jerusalén, ante la junta directiva del Congreso Judío Mundial, llena de reproches y advertencias críticas hacia el actual inquilino de la Casa Blanca, incluso por las negociaciones directas que acababan de empezar. Aznar es la exacta inversión del espíritu izquierdista de aquel año 68 que no se olvida de denigrar en sus discursos. En aquel entonces, una de las mejores y más demagógicas expresiones de los líderes narcisistas consistía en demostrar y exhibir que no había nadie a su izquierda. Ahora Aznar hace lo mismo pero en dirección contraria: no puede soportar que quede alguien a su derecha.

Aznar se acogió en Jerusalén a una cláusula obligada: la del optimismo, pero se extendió en su pesimismo de fondo respecto al futuro de las negociaciones, naturalmente debido únicamente ?a las circunstancias de la parte palestina?. Para él todo el resto son ventajas: si no hay acuerdo, no se podrá decir que los israelíes no lo han intentado; y si lo hay, quedará demostrado ?ante el mundo entero cuán erróneo era atribuir a Israel todos los males de la región o convertir la ausencia de acuerdo entre israelíes y palestinos en la fuente de violencia desde Marruecos hasta el Hindu Kush?. El principal reproche para Obama es que desde su toma de posesión ?ha buscado unas nueva relación con el mundo islámico incluso a costa de erosionar al mayor aliado de Estados Unidos en la región y lo mismo ha hecho respecto a Europa con la recuperación de las relaciones con Moscú?. El reproche alcanza a las conversaciones directas, ?a las que parece haber dedicado más tiempo y energía que en intentar la prevención de que Irán construya la bomba nuclear?. Aznar no puede reprimir su tendencia a la hipérbole. Si Estados Unidos no cumple con sus deberes, será Israel quien lo haga, asegura amenazante; en la región y más allá de la región: ?Es vital entenderlo, sobre todo en el momento en que el líder histórico de Occidente, Estados Unidos de América, atraviesa un período de introspección, cansancio e incluso confusión?. La exageración afecta también a las ideas: el Israel que Aznar defiende, se supone que con colonos y ultraortodoxos incluidos, se identifica en su esquema con los más básicos valores occidentales y con el sistema liberal. E incluso más allá: su actitud es ejemplar, porque es ?una de las pocas naciones dispuestas a pagar un precio por su supervivencia, una nación que hará lo que tenga que hacer para defenderse a sí misma?. La exageración conduce a la insignificancia, es verdad. No he encontrado ni una sola línea de esta intervención tan curiosa en el diario 'Haaretz' que suelo leer cada día. Recuerdo todavía las fotos de Aznar con Arafat, besos incluidos. Una frase suya perfecta, a pesar de todo, en plena tormenta neocon: ?Más Powell y menos Rumsfeld?. Sus esfuerzos por evitar que Sharon aislara y eliminara políticamente a Arafat. Y tantas cosas más de su anterior vida política, cuando él y sus ministros de Exteriores, Josep Piqué y Ana Palacio, acompañaban los gestos de amistad y sumisión a Bush en guerra con una permanente presión para que se comprometiera en la resolución del conflicto entre israelíes y palestinos. Mucho ha cambiado desde entonces. Nadie a su derecha. El Israel de la intransigencia como modelo de la democracia liberal occidental. La demonización en bloque del mundo árabe y musulmán. A la derecha de la derecha en Europa, junto al xenófobo e islamófobo Geert Wilders, y en cabeza del extremismo americano, con el Tea Party, Glen Beck y Sarah Palin. Nada sabemos del misterio que ha llevado a este cambio. ¿Son los ladridos de un rencor que ha ido derivando por las esquinas más extremistas? ¿Es una estrategia oportunista para alimentar la locomotora electoral de la derecha con el carbón de la ultraderecha? ¿O acaso quiere convertirse en el líder de una internacional populista, xenófoba y anti islámica?

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6 de septiembre de 2010
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El Boomeran(g)
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