Skip to main content
Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Un éxito de Artur Mas

Nada preocupa tanto a los catalanes en estos días como el paro y la precariedad laboral. Un 39% consideran que constituye su primer y principal problema. El segundo problema, que cita el 24,6%, es el funcionamiento de la economía, materia sobre la que el conjunto de los ciudadanos está recibiendo una terrible y aleccionadora formación acelerada. El tercero, citado por el 10,1%, es la insatisfacción con la política. Y solo el cuarto, que ocupa el centro de las ocupaciones del 7% de la población, es la financiación de Cataluña, o, dicho en otras palabras, el famoso pacto fiscal propuesto por el Gobierno de Artur Mas, que debiera conseguir algo similar al concierto vasco para resolver los actuales y permanentes problemas dinerarios de la Generalitat.

Estas cifras tienen menos atractivo e impacto que el dato realmente novedoso de que el 51,1% de los encuestados se manifiestan por primera vez en favor de la independencia, en una progresión de 6,5 puntos con relación a la anterior encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión de la presidencia del Gobierno catalán. Contrasta este dato con que las relaciones entre Cataluña y España constituyen solo el quinto problema que preocupa a los catalanes, al 5,9%, detrás de los cuatro antes mencionados. El crecimiento del independentismo catalán, simultáneamente a la campaña del Gobierno en favor de un nuevo sistema de financiación, suele tener una curiosa y contradictoria acogida por parte de ciertos medios madrileños, en la que se mezclan los sarcasmos sobre la validez y el rigor de las encuestas con la denuncia de la gravedad del estado de las cosas en Cataluña. Algo parecido ha venido sucediendo con otras iniciativas independentistas, como las consultas populares o ahora el movimiento de los municipios por la independencia. Mañana se cumplen dos años de la manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. En este breve periodo, la oleada que entonces empezó no ha hecho más que crecer. El único obstáculo con que ha tropezado la agenda independentista, alimentada por la dilación y el contenido de la sentencia del Constitucional, ha sido la construcción de una alternativa nacionalista más pragmática y concreta como es el pacto fiscal en la línea del concierto vasco propuesto por Artur Mas. Con la ventaja de que la propia concepción de este artefacto político repite el esquema que sirvió a Esquerra Republicana para su apoyo inicial al nuevo Estatuto: si no se obtiene, abrirá todavía más el ángulo de posibilidades de la independencia. De ahí que al final de las cuentas ambas agendas aparezcan por el momento fundidas como si fueran las dos caras de una misma estrategia política: los independentistas son los primeros apóstoles de un pacto fiscal en el que no se ceda ni un centímetro, mientras los posibilistas del pacto fiscal esgrimen la amenaza del independentismo como el irremediable camino en caso de que nada de sustancial se obtenga. Con la nota al pie de que la fusión es una máquina divisiva temible para el socialismo catalán, conminado cada día con mayor intensidad a que decida de una vez si quiere quedarse con el PP y el PSOE o seguir participando de las filas catalanistas. Las entrañas de la encuesta y sobre todo la evolución de los dos últimos años revelan que ambas campañas están obteniendo excelentes resultados en la opinión pública, hasta modificar la percepción de la crisis en Cataluña, atribuida directamente a la ausencia de un sistema de concierto como el vasco, o mitigar la irritación por los recortes en sanidad, educación o empleo. No sabemos hasta qué punto esta oleada de cambio de opinión es un efecto específico catalán del terremoto geoeconómico que estamos sufriendo con la crisis. Tampoco si se trata de modificaciones que llegan para quedarse. Menos aún cómo se maneja políticamente todo esto. Artur Mas ha reconocido que se trata de territorio desconocido. Pero de momento es un éxito bien suyo al que nadie ha conseguido dar una respuesta alternativa desde fuera del nacionalismo.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
9 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Voces y cuerpos de la historia

La historia ha entrado últimamente en una época muy mala. Nunca ha sabido a dónde iba, pero ahora ni siquiera está segura de su propia existencia. Su corporeidad, tan efectiva cuando era solo una rolliza musa del Parnaso, la memoriosa Clío, se desvanece en la época de instantaneidad digital. Es el momento glorioso en que ella lo es todo y, en consecuencia, se acerca a la nada. Un partido de fútbol o de tenis, un gol a lo Panenka, una noche de negociación sobre la salvación de bancos quebrados, un auto judicial sobre delitos comunes cometidos por ciudadanos nada comunes, hacen historia; mientras matanzas, invasiones y atrocidades de todo tipo se hunden en los bajos llenos de neblina de las páginas digitales y en las columnas de breves de los diarios en papel.

Francis Fukuyama la había dado por liquidada hace ya algunos años, en la época del mundo unipolar y antes de que todo esto se pusiera de nuevo patas arriba. La había revitalizado, en cambio, la teoría del relato, que pone la realidad en manos de los guionistas y los guionistas a sueldo de las multinacionales, partidos y gobiernos. Así es como la musa de antaño se hace carne gracias a trucos de serie de televisión, la estructura de un discurso político o una campaña de publicidad viral. Todo se le permite a quien haga política salvo perder el hilo del relato, quedarse sin historia que contar. La historia ha tomado esta semana dimensiones colosales. Ocupada diariamente en la crepitación del instante, el tuiteo de un famoso, la consistencia narrativa de un político o una supermarca deportiva, de pronto se adentra en las oscuras explicaciones de los orígenes del universo. La prensa con reputación ha sacado sus titulares mayores para anunciar el descubrimiento de una partícula subatómica que encierra la cohesión de la materia y la clave de los orígenes. Una maravillosa jerga digna de la mejor imaginación literaria o teológica adorna estas primeras páginas como si fuera una broma contra el periodismo y su oportunista trivialización de la historia: hadrones, bosón, partícula de Higgs, acelerador de partículas. Sobre las explicaciones, mejor no entrar en detalles. Basta con atender a los futuros descubrimientos que se seguirán del feliz hallazgo. Sandro Bertolucci, el director del CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas), nos lo cuenta con palabras calcadas a las que usaba Donald Rumsfeld, secretario de Estado de Defensa de Estados Unidos cuando Bush, para hablar de las armas de destrucción masiva: hay hechos desconocidos cuya existencia conocemos y hechos desconocidos que no sabemos que no conocemos. Estos últimos, a la vista del bosón, son el 96 por ciento del universo. No es Bankia, pero es noticia. Primera página. Abriendo. La historia nos habla, con voz potente, a través de una partícula invisible, una sólida conjetura científica que hace saltar las lágrimas de los físicos.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
7 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Método de desunión

Las cumbres europeas no son campeonatos de fútbol, por más que se empeñen algunos. Desde hace dos años, cuando empezó la crisis de la deuda griega, todas han terminado con el mismo resultado, como si fueran puro fútbol en definición de Gary Lineker: "Un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania". El signo cambió la pasada semana, en una cumbre distinta, de la que el primer ministro italiano Mario Monti salió vencedor futbolístico después de una noche de negociación tormentosa.

Y, sin embargo, los resultados de la cumbre no permiten una lectura futbolística. Merkel no ha fracasado. Todas sus exigencias de rigor y de estabilidad siguen en pie. Y seguirán en pie porque son razonables. Crecimiento sí, pero sin abandonar los ajustes. Solidaridad también, pero con responsabilidad: no se puede recapitalizar directamente los bancos sin una autoridad europea que ejerza de supervisor. Y así todo. No hay un solo argumento en el que no tenga razón de fondo, como no hay en las conclusiones de la cumbre una sola concesión mayor de su parte. La novedad de la madrugada del 29 de junio es que el Consejo Europeo regresó a sus viejos métodos, de eficacia probada, en los que se combinan la bronca y la amenaza con el consenso y la solidaridad. Es lo que Jacques Delors, el mejor presidente que ha tenido la Comisión Europea, llamaba con no poca ironía "el espíritu de familia", una actitud que conduce a concluir las peleas descomunales entre hermanos con la inteligencia de unos resultados que dan satisfacción a todos. Muchos factores han contribuido a la recuperación de este viejo espíritu familiar. La desaparición de Sarkozy de la escena es uno de ellos, aunque quizás no el decisivo. El agitado presidente francés fue la coartada para estos dos años de resultado fijo alemán en la quiniela. Su pavor a la pérdida de peso de Francia le condujo a conformarse con el protagonismo, aunque el contenido de las decisiones fuera obra entera de Merkel. Los resultados de las cumbres llegaban precocinados y servidos como órdenes por la displicencia de Merkozy con los pequeños y los malgastadores. La pasada semana los jefes de Gobierno, en cambio, recuperaron la voz y pudieron participar en la cocción del plato europeo que debe sacarnos de la crisis de deuda. Pero lo decisivo ha sido la expulsión del electo Berlusconi y su sustitución por el tecnócrata Monti. Como buen político, Monti ha sabido jugar a la disuasoria amenaza de dimisión en dos direcciones. Hacia adentro, para imponer sus dolorosas reformas. Hacia afuera, para conseguir un paquete convincente del Consejo Europeo. La falta de mayoría puede dar más fuerza que una mayoría absoluta: ahí están Monti y Rajoy para demostrarlo. El italiano extrae fuerza de su debilidad y el español debilidad de su fuerza. El primero puede contarlo todo y lanzar órdagos, mientras que el segundo se limita a aceptar y callar. Por eso Monti fue el protagonista de la cumbre, cuando recuperó la vieja y clásica idea del paquete de conclusiones: si no hay acuerdo en todo no hay acuerdo en nada. ¿Se le puede llamar chantaje? Se puede, pero es lo que se ha hecho siempre. Así se consiguen conjuntos compensados de medidas con las que todos regresan a casa salvando la cara, además de fabricar un efecto público de voluntad europea común, que es lo que ha faltado en los últimos años. Merkel no ha fracasado, pero sí ha fracasado su método. Ahora es el turno del método Monti, que es el de siempre. En Brujas, en el Colegio de Europa, lugar de declaraciones célebres, como la de la señora Thatcher de 1988 cuando lanzó su contraofensiva euroescéptica contra la Europa política, Merkel presentó en noviembre de 2010 lo que llamó el método de la unión como sustituto del método comunitario. Charles Grant, excelente observador de la escena bruselense, lo describió como la derrota de la Europa de las instituciones comunitarias de Jean Monet y la victoria de la Europa de las naciones de De Gaulle. Este es el método que le ha servido a Alemania para gestionar la crisis a su manera, imponiendo su ritmo y estilo gracias a la disimetría que se desprende de su peso demográfico, económico y finalmente político, recuperados después de la unificación. Todos han salido ganando del Consejo Europeo menos los que prefieren la derrota. Es el caso de Reino Unido, que ya no puede agarrase a su vocación de centralidad en el mercado único si el euro conduce a la unión política, al superestado europeo y al federalismo que Thatcher denunciaba en Brujas. Cameron ya se descolgó en diciembre, cuando se fraguó el Pacto Fiscal, gracias al método de la unión de Merkel, que sirvió para lo contrario que predica. Fue el último servicio de Merkozy, que consagró la división de Europa y las dos velocidades monetarias. La desunión europea es siempre un paso atrás. Lo fue la escisión británica de diciembre, pero se convertirá en un paso adelante formidable si se salva el euro aunque Londres quede fuera.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
5 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Sentido institucional

La sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos que ha dado luz verde a la reforma sanitaria de Obama es bastante más que una victoria política para el presidente y para el Partido Demócrata y una victoria social para los 30 millones de ciudadanos que no gozaban de cobertura sanitaria. No hay prácticamente ninguna decisión significativa de la más alta Corte americana en la que no entre en juego la pelea por la distribución vertical de poderes entre los Estados federados y el Gobierno federal, con el presidente a la cabeza, y su distribución horizontal entre los tres poderes constitutivos de la democracia, el judicial, el legislativo y el ejecutivo.

Entre los demandantes se hallan 26 Estados de la Unión, gobernados por políticos republicanos, que se rebelaron contra lo que consideraron una restricción de su poder legislativo y una imposición abusiva que limitaba los derechos individuales, al obligar a suscribir a todos los ciudadanos un seguro de enfermedad. Detrás de esta oposición a una reforma sanitaria tachada de socialista y europea por quienes la denigran hay una filosofía política que reivindica un Estado federal mínimo, que deja al albur de los Estados federados las políticas sociales y asistenciales. Pero los jueces que han dictado sentencia también han discutido sobre los márgenes de acción de la rama judicial ante las decisiones del ejecutivo y las leyes aprobadas en el Congreso. El presidente de la Corte, el juez conservador John Roberts, nombrado por George W. Bush, ha sido quien ha decantado la mayoría, en una decisión que marca un momento trascendental en su trayectoria judicial y deja una formidable huella jurisprudencial respecto a los márgenes de acción del Gobierno. En esencia, Roberts ha querido reivindicar el carácter político de la reforma sanitaria, aprobada por los órganos surgidos de la soberanía popular, y la mera función de control de legalidad de los jueces, sin posibilidad de corregirla como pretendían los recurrentes conservadores. Aunque no es fácil prever las repercusiones de la sentencia en la campaña electoral en curso, y si electrizará a la oposición republicana o, por el contrario, movilizará al campo demócrata, es evidente que levanta el último y mayor obstáculo para la aplicación de una reforma que ocupa un lugar central en el programa presidencial de Obama. La clave para esta decisión es el mandato vitalicio de los jueces del Supremo, que les permite desatender cualquier consideración que no sea estrictamente su criterio jurídico personal y lo que dicta su conciencia, como ha hecho Roberts de forma inesperada. La decisión fortalece la arquitectura institucional estadounidense y especialmente a la Corte Suprema, después de una época marcada por la politización de sus sentencias, la polarización política entre demócratas y republicanos y su deslizamiento hacia posiciones ultraconservadoras.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
30 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El euro es mortal

Hay frases de gran contundencia que jamás deberían pronunciarse. Convocan los miedos que aparentan conjurar. Contienen la negación de lo que enuncian. Sobre todo cuando salen de boca de un político al que la realidad desmiente habitualmente en sus palabras, sus programas y sus promesas. Decir que el euro es irreversible suena a oración para pedir la lluvia. Cuanto más se repite, como si fueran los misterios de dolor del santo rosario europeísta, más plástica se nos hace la negra e indeseable imagen de una Europa sin euro y un mundo sin Europa. Menos convincente suena, por tanto. Peor aún si lo dice quien ha declarado que está dispuesto a desmentirse y a incumplir sus promesas tantas veces como haga falta con tal de salir de la crisis. Todos le hemos entendido perfectamente: el euro es mortal y se nos puede morir en los brazos en los próximos días.

La cumbre europea de hoy y mañana tiene el encargo de evitarlo. Pero mentalmente ya hemos entrado en territorio desconocido. La reunión de los jefes de Gobierno y de Estado de los 27 trabajará presionada por esta perspectiva sin euro que hay que evitar a toda costa. Y no serán precisamente los países intervenidos y rescatados o en trance de serlo, cinco ya de los 17 miembros del euro, los que más la notarán. Sobre ellos actuó en su día el miedo al rescate y a los interventores hombres de negro, aunque fuera y siga siendo a cámara lenta y en formato de efectos diferidos como en España, donde han pasado 15 días desde que se anunció que se pediría hasta que se ha pedido efectivamente. Pero sobre los otros lo que actúa es el temor al regreso de las monedas nacionales, que significaría la aparición automática de barreras cambiarias y comerciales, el cuarteamiento del mercado único y el hundimiento del entero proyecto de Unión Europea. No es extraño por tanto que en las últimas horas las fábricas europeas de papeles, manifiestos, artículos y estudios de urgencia no den abasto para dar con la fórmula que abra el grifo a los eurobonos, la solidaridad salvadora, la unión de transferencias hasta ahora prohibida por Alemania, y garantice a la vez la austeridad, el control y la responsabilidad que exige Angela Merkel. De hecho, se llega hoy a la cumbre con ideas de sobra sobre cómo organizar la supervisión bancaria europea, mutualizar la deuda sin premiar el descontrol del gasto y combinar las políticas de ajuste fiscal con los estímulos al crecimiento. El problema es que muy pocas de estas ideas son de aplicación inmediata y mucho menos de eficacia probada a la hora de aplacar la apuesta de los mercados en favor de la mortalidad del euro. La canciller alemana, además, rechaza todo compromiso que cambie el orden de los factores en la ecuación salvadora: primero deben crearse los sistemas de control y responsabilidad y solo después llegará la mutualización de la deuda. Aparentemente no se siente presionada por el temor a la muerte del euro. Vistas así las cosas parece claro que la cumbre pende de un hilo. Hay que sumar luego los habituales intereses de cada uno de los países de mayor peso. Reino Unido se descolgó del Pacto Fiscal en diciembre y teme los acuerdos que puedan afectar a su banca, a la plaza financiera de Londres e incluso a su participación en el mercado único. Francia prefiere dilatar las cesiones de soberanía y eludir las políticas de rigor o las reformas de su Estado de bienestar y su mercado de trabajo. La tozudez de la canciller Merkel ha quedado acuñada en una frase con futuro: no habrá eurobonos "solange Ich lebe", mientras yo viva. El semanario Der Spiegel, en consulta con expertos bancarios, echa las cuentas de la catástrofe. Para el conjunto de la UE la defunción del euro llevaría a una caída del 12 por ciento de la producción. La industria exportadora alemana quedaría gravemente tocada por la caída de ventas a los países periféricos que devaluarían su divisa entre un 20 y un 40 por ciento. Los bancos europeos, y especialmente los alemanes, experimentarían también pérdidas enormes por los riesgos contraídos en los países periféricos. Lo mismo sucedería con las pérdidas que podría generar el impago de las deudas soberanas en el Bundesbank, directamente por 700.000 millones, e indirectamente por la parte de los 200.000 millones comprados por el Banco Central Europeo. Der Spiegel asegura que el sistema de pensiones alemán quedaría también afectado. La economía alemana se encogería un 10 por ciento y superaría rápidamente los cinco millones de parados, según un informe confidencial del ministerio de Finanzas citado por el semanario. "Los funcionarios están tan horrorizados por las conclusiones que han preferido mantener sus análisis bajo confidencialidad", asegura el semanario. Y añade: "Comparados con estos escenarios, el rescate, por costoso que sea, es un mal menor". Para salvar al euro lo primero que hay que saber, y decir, es que la moneda única europea, como todo en este mundo, es mortal y luego que puede perecer mañana si nadie la cuida ni se ocupa de ella.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
28 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El poder del dinero

La historia de Sheldon Adelson es la del poder del dinero. Antigua como la Biblia. Todo lo puede el dinero. Las voluntades, el talento, la virtud, la justicia, la ley, la fraternidad, la piedad, y suma y sigue, todo va cayendo ante las montañas de dinero que van creciendo e incrementando la apuesta. La democracia más acreditada y antigua del mundo se inclina ante la fortuna del magnate, que se regodea en su capacidad para equilibrar millones de votos gracias a sus millones de dólares. El Tribunal Supremo le dio la razón cuando reconoció el derecho a la libertad de expresión, no de los ciudadanos sino de los multimillonarios para levantar cualquier límite a las campañas electorales negativas. Suprema hipocresía del Supremo, estas campañas no pueden ser coordinadas directamente por el candidato al que favorecen, lo cual no impide que miembros de su equipo dimitan para encabezar y dirigir las famosas superpacs (el nombre viene de los comités de acción política o pac).

Una vez reconocido el poder del dinero, es decir, comprobado que funciona y de qué manera y que el máximo órgano de la justicia lo aprueba, ya solo falta que quien lo posee compruebe hasta dónde puede llegar la arbitrariedad de su poder. Esta es una cuestión central: el poder de verdad solo pasa su prueba de fuego cuando demuestra su arbitrariedad. Un poder razonable es un poder menor. Por eso todo poder absoluto requiere una causa indefendible. Y lo contrario: las causas indefendibles terminan defendidas por el único poder que puede hacerse cargo de ellas, uno que sea absoluto. En el caso de Adelson, además, su preferencia no son las causas positivas, sino las negativas, la oposición a las causas de otros. Como le caen mal los árabes, los musulmanes y los palestinos, ha decidido echar el resto para evitar que llegue a crearse un Estado palestino, aun a costa de enemistarse con George Bush que defendió tal opción, o pidiendo la destitución de Condoleeza Rice porque convocó la conferencia de Annapolis con le propósito de hacer la paz a partir de la idea de los dos Estados, uno para los judíos y otro para los palestinos. Incluso el lobby israelí conservador AIPAC (Asociación de Amistad Estados Unidos Israel) le parece excesivamente pacato y moderado al señor Adelson. Llegamos al fondo de la cuestión. Una buena causa extravagante sirve para demostrar el poder de quien la posee. Adelson desafía, en el fondo, al poder presidencial. Cree que sus cuentas corrientes valen más que todo el Partido Demócrata, la Casa Blanca y la brillante oratoria presidencial, no digamos ya los 69 millones de votos populares recogidos por los compromisarios de Obama en 2008. Ahora todo este poder lanza un tentáculo formidable sobre la península ibérica, en un momento de depresión económica que nos ha dejado sin defensas. Nada que decir, por tanto, sobre las buenas intenciones de los responsables políticos dispuestos a pelearse por obtener puestos de trabajo para su conciudadanos. Atención, sin embargo, a los cambios legales y a las concesiones que exige Adelson para instalar sus casinos y hoteles. Atención también a los comisionistas que aparecen como setas en todas las operaciones de este tipo. Máxima atención, también, ante el peligro de que un chorro de dinero entre subrepticiamente en las arcas de los partidos concernidos por las decisiones que tomará Adelson en los próximos días. Al final de las cuentas, no es el juego, no es la ecología, no es el urbanismo. Es la decencia.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
26 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Encadenados

España necesita a Cataluña. Lo ha dicho solemnemente el presidente catalán Artur Mas. Para salir de la crisis, hay que contar con la locomotora catalana, viejo argumento forjado en la historia económica de este país que algunos habían dado por obsoleto. Y no solo contar con ella, sino que hay que cuidarla. Buena parte de las reivindicaciones catalanas, como el pacto fiscal, el eje mediterráneo o la gestión de las grandes infraestructuras portuarias y aeroportuarias, no se justifican únicamente por los intereses de los catalanes sino también por los intereses generales españoles. El ejemplo más plástico que se esgrime desde Cataluña es el del puerto de Barcelona: su conexión ferroviaria con un eje mediterráneo que enlace con la red europea desde Algeciras tendría un enorme impacto sobre la competitividad del conjunto de la economía peninsular.

Las nuevas teorías en boga, plenamente aceptadas por el nacionalismo catalán, nos aseguraban lo contrario, que la España de la globalización ya no necesitaba a Cataluña y que por eso se permitía desentenderse de las dificultades de los catalanes con la identidad, el encaje e incluso con los dineros. La accidentada peripecia del nuevo Estatuto de Cataluña sería, según este cuadro, la engorrosa exhibición de un esfuerzo inútil, un último espasmo de una vieja ambición periclitada. A la tradicional preocupación española le habría sucedido el desprecio y la indiferencia hacia los catalanes. La cuarta potencia económica del euro, quinta de la UE y novena o décima del mundo empezaba, según este relato eufórico, una nueva etapa desacomplejada y tranquila en la que los catalanes se verían obligados a adaptarse, a costa incluso de su desaparición como nación diferenciada. O a irse, añadía airada la voz independentista, nada menos que la del propio Jordi Pujol. Madrid ocupaba un lugar central en esta nueva teoría de España. Una gran metrópolis europea bien comunicada, sede de multinacionales, turísticamente atractiva, con los mejores museos del mundo, incipiente polo de innovación empresarial y tecnológica incluso, dejaba atrás la vieja idea de la capital tibetana de un imperio desaparecido, aislada en la meseta y desacoplada de la economía real. Madrid se va, escribió Pasqual Maragall. El segundo protagonista urbano de este cambio radical era Valencia, moderna ciudad portuaria, comunicada y coordinada directamente con Madrid en competencia con Barcelona. La España así vertebrada dejaba en el rincón a los catalanes, que habían pugnado secularmente por el liderazgo de España y se veían obligados ahora a competir con los valencianos y con todas y cada una de las autonomías por su ración de rancho igualitario en el reparto peninsular. Esto era antes de la crisis. Antes del desastre de Bankia y de que Rajoy y el PP iniciaran el descenso a los infiernos de la impopularidad con su mayoría absoluta. En mitad del vendaval, cuando vuela por los aires el sistema financiero sobre el que se había asentado el proyecto popular madrileño y valenciano, cuando el prestigio de la nueva España, ahora rescatada e intervenida, está por los suelos y las instituciones han sido corroídas hasta sus raíces por la polarización partidista, parece tan difícil para España prescindir de Cataluña al menos como para Cataluña prescindir de España. No en el corazón, que quede claro. El federalismo de las vísceras, el que se siente y se vive, nunca ha tenido raigambre alguna en el centro peninsular. Pudo tenerla el federalismo de la razón, de los argumentos; aunque los últimos embates estatutarios han dejado exhaustas las neuronas y no quedan voces que lo defiendan, ni en la España central ni en la periférica. Queda el federalismo de necesidad, reluctante y amargado, que funciona porque tiene las arcas autonómicas bajo la directa perfusión de las arcas del Estado, allana diferencias a las órdenes de Francfort, Bruselas y Berlín y crea solidaridades obligatorias entre todas las administraciones intervenidas, desde el municipio hasta el estado central pasando por las autonomías. Sin amor, pero encadenados.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
25 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Lo que nunca cambia

No hay golpe de Estado. Ni duro, ni blando. No hay contrarrevolución. Ni siquiera involución. Hay lo que siempre ha habido. Lo que nunca cambia, el poder de fondo, las estructuras pétreas del Estado, las realidades de hecho que componen la estructura de dominación de la sociedad egipcia. Todo esto es el ejército, representado por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, que recogieron en la calle la vara ejecutiva soltada por Mubarak ante el ímpetu de los revolucionarios de Tahrir y no la piensan soltar de ninguna forma.

Mubarak perdió el poder, pero no lo perdieron los militares. Desde entonces ha habido una pugna, primero con los revolucionarios de la plaza de Tahrir y después con el islamismo político mayoritario de los Hermanos Musulmanes, de la que los uniformados solo quieren sacar una cosa: su primacía sobre cualquier otro poder, su capacidad para vigilar y vetar lo que decidan las urnas. Las dictaduras árabes han sido históricamente regímenes basados en el ejército, los servicios secretos y la policía, en los que solo se conoce una fórmula, la más cruel posible, para imponer la ley y el orden. El estado de excepción ha sido en ellos la normalidad. También la manipulación de la justicia, o el uso de tribunales militares, para reprimir a los revoltosos. Todo esto se ha mantenido en sus estructuras básicas en el Egipto posterior a Mubarak. Los vendedores de orden fácilmente se convierten en vendedores de caos. El Ejército egipcio sabe hacer muy bien ambas actividades. Desde que tomó el poder, exactamente en 1952, no ha hecho otra cosa. Vender orden, pero sobre todo imponerlo, aunque sea a sangre y fuego, y cuando sea necesario, vender miedo: miedo al caos sembrado por ellos mismos con un caracoleo constante de decisiones, a veces incomprensibles o contradictorias. Los militares egipcios han intentado ahora colocar a uno de los suyos en la jefatura del Estado. Ahmed Shafik, piloto de combate como Mubarak, fue su último primer ministro y anteriormente comandante de sus Fuerzas Aéreas. Como el veredicto de las urnas parece señalar la dirección contraria, a favor de Mohamed Mursi, el candidato de la cofradía de los Hermanos, en apenas una semana han conseguido la disolución judicial del Parlamento, han regresado a la ley marcial y han despojado a la figura del presidente de los poderes más significativos. Siempre tienen un as en la manga. Los militares quieren así mantener fuera del alcance de los civiles todo lo que concierne a sus presupuestos, nombramientos, organización e incluso funciones. Algunos creen que la transición ha terminado en Egipto, estrangulada por los militares. El caos de estas elecciones presidenciales demuestra que todavía no ha empezado. La revolución echó al dictador, pero no terminó con la dictadura.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
23 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Antes de la paz geoeconómica

El G-20 es el hijo de las crisis económicas y del desplazamiento de poder económico en el mundo. Lo es en su mismo origen, como reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales ante la necesidad de responder a la crisis financiera asiática de 1999 con los nuevos efectivos de los países emergentes. Y lo es también en su versión más política, la que hemos visto reunida estos lunes y martes en Los Cabos, en la mexicana península de Baja California, en su formato de cumbres regulares de jefes de Estado y de Gobierno, inaugurado en noviembre de 2008, dos meses después del hundimiento de Lehman Brothers, al que se incorporan ya de forma definitiva las potencias ascendentes, que es para quien se ha organizado la fiesta.

El G20 es también consecuencia del fracaso de Naciones Unidas, y sobre todo de su Consejo de Seguridad, que no ha podido acomodar su vieja estructura salida de la Segunda Guerra Mundial a las nuevas necesidades. También de la insuficiencia del G7 o grupo de los países más industrializados durante la guerra fría, y del G8, fórmula ampliada con Rusia, excesivamente occidentalista y poco representativa del nuevo reparto de la riqueza. Y es a la vez la expresión institucional de la sustitución de la geopolítica del siglo XX por la geoeconomía del XXI: de las guerras calientes y frías entre Estados por las guerras comerciales, monetarias y económicas. Refleja un nuevo reparto de poder, pero de forma dinámica. Es decir, en cada reunión se observan los resultados de estos cambios en la distribución del poder y de la influencia y se abre juego a futuros cambios. España ha estado en el centro de la reunión de Los Cabos. Es uno de los pocos países citados abiertamente en las conclusiones, con una bienvenida a su plan de recapitalización bancaria, y aludido indirectamente, recogiendo el temor al acoplamiento entre deuda soberana y crisis bancaria. Pero no ha sido actor y protagonista. Ni siquiera la Unión Europea lo ha sido. Antaño lo fue cuando era modelo y solución, ahora es parte del problema si no el problema mismo, y origen de una paradoja: si la UE con su larga experiencia y su colosal burocracia no consigue encontrar la salida del actual laberinto financiero, difícil será que lo haga una reunión anual de los dirigentes de las primeras 20 potencias económicas mundiales que no cuenta ni siquiera con una secretaría permanente entre cumbres. España se ganó, nada menos que con Zapatero, el estatus de invitado, que se convirtió en permanente con Rajoy: imaginemos por un momento qué hubiera sido la reunión de Los Cabos sin presencia española. No es por tanto un miembro de pleno derecho con capacidad para aspirar a presidirlo algún día. Pero ahora es el país que puede arrastrar a Europa y detrás al mundo. Y el que puede fastidiarle las elecciones de noviembre y el segundo período presidencial a Obama. El único protagonista europeo es Angela Merkel. Aislada, presionada, pero en el centro, convertida en la reina de la fiesta. Y resistiendo imperturbable. François Hollande ha sido recibido con gran simpatía, como les ocurre a los nuevos cuando todavía no son un problema. Le han celebrado su mayoría absoluta, pero no debería fiarse: también a Rajoy se las celebraron internacionalmente en su día, y ahora mismo ya está claro que de poco le sirve. El método de construcción de la gobernanza económica del mundo, expresión semánticamente menos amenazante que la idea de un gobierno mundial, tiene semejanzas con el de la Unión Europea: paso a paso, de crisis en crisis, de declaración en declaración, con más gesticulación pública que decisiones vinculantes, y con creciente dificultad en la toma de decisiones cuanto mayor es el grado de institucionalización, que en el caso del G20, a diferencia de la UE, es muy pequeño. Las tres primeras cumbres, Washington (2008), Londres y Pittsburg (2009), enfrentadas al arranque de caballo siciliano que tuvo la crisis en Estados Unidos, dieron frutos tangibles y decisiones concretas, en forma de coordinación de estímulos, créditos y reformas del FMI, cuando la crisis era americana; y, en cambio, en cuanto se ha querido estabilizar esta forma de gobernanza mundial, todo se ha hecho lento e irresolutivo, coincidiendo con que la crisis es ahora europea. Las expectativas en exceso siempre sientan mal. El G20 las ha sufrido y las sufre: tenía que ser el Bretton Woods del siglo XXI, nuevo marco de una arquitectura financiera internacional como la que se creo en 1944. Es probable que termine siéndolo, pero de momento estamos todavía en plena guerra geoeconómica europea, y quizás mundial, y hasta que no haya vencedores y perdedores no se organizarán en serio las nuevas instituciones de la paz y se verá el peso de cada uno de los nuevos actores en esta función que justo acaba de empezar.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
21 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Las elecciones del euro

La presión sobre Merkel va a seguir y se va a intensificar. Hoy lo verá en la cumbre del G20 en Los Cabos, donde se leerán con atención los resultados electorales de la segunda vuelta de las legislativas en Francia y de la repetición de las generales en Grecia. Son buenos para el euro y para la estabilidad europea, pero no lo son exactamente para la imperturbable inmovilidad de la canciller. François Hollande, con el programa de crecimiento que quiere negociar con Alemania, tendrá las manos libres en la Asamblea Nacional, con una mayoría absoluta como la que consiguió François Mitterrand en 1981, aunque más moderada y en nada dependiente de las fuerzas a su izquierda. La mayoría griega favorable a la aceptación de la política del rigor, Nueva Democracia y Pasok, también exigirá algún gesto tangible que afloje el dogal sobre la población. El ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle ya ha avanzado un mensaje de flexibilidad.

Aunque ambos resultados presionen a Merkel, tienen lecturas en sentidos contrarios. Los franceses han terminado arrinconando a los extremos y dando a sus dos grandes partidos centristas el grueso de la Asamblea Nacional. Los griegos mantienen un voto muy alto para la extrema derecha y para la izquierda radical. En Francia el voto matiza el pacto fiscal de austeridad para que se hagan políticas de crecimiento. En Grecia el voto apoya el rescate y por ende el rigor del pacto fiscal. Pero la oposición francesa es europeísta y favorable al rigor, mientras que la griega exige la renegociación total del rescate y de sus políticas de rigor. El domingo 17 no ha sido así el del Armagedón europeo. Un resultado incierto en Grecia, sin una mayoría clara o con una victoria de Syriza, conducía a una lectura plebiscitaria en contra del euro y por ende de la Unión Europea. También Francia pudo contribuir al desorden político, como habría sido el caso si de las legislativas hubiera salido una mayoría de la derecha derrotada en las presidenciales y un gobierno de cohabitación. Al final, los griegos quieren seguir en Europa y los franceses prefieren poner ahora todos los huevos en el cesto socialista, marcando un cambio de dirección en las mayorías europeas que puede extenderse a otros países. Es posible que los deseos de un buen número de dirigentes conservadores alemanes hayan quedado frustrados: ni Hollande sale debilitado ni Grecia se encuentra expulsada de Europa. Nada ha saltado por los aires en esta jornada dramática, seguida desde toda Europa como si fueran unas elecciones propias. Por el momento no habrá corrida bancaria, como se temía para este lunes poselectoral. Tampoco nadie saldrá del euro de momento, y esperemos que nunca, ni se pondrá en circulación de nuevo alguna de las viejas divisas desaparecidas como la dracma. Esto no significa que la agonía haya terminado. La pugna con Merkel seguirá, más intensa si cabe. La presión sobre España también, aunque cabe imaginar su intensidad y dramatismo si a estas horas hubiera una mayoría en contra del rescate en Grecia. La jornada proporciona también lecciones y marca tendencias: hay que prestar atención al ascenso de los extremos griegos, que las encuestas empiezan a detectar también en España. La jornada francesa nos dice que la socialdemocracia está viva todavía y tiene nuevas oportunidades. En la jornada griega vemos qué sucede con el rigor extremo, la falta de pedagogía política, la corrupción y los errores de los dirigentes y el desprestigio de los partidos tradicionales-



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
17 de junio de 2012
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.