Skip to main content
Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El oráculo colectivo

El mercado no es un fin, sino un instrumento. Es como la máquina de vapor, la electricidad, la energía nuclear o la tecnología digital. Sirve para asignar recursos a partir del juego entre la oferta y la demanda, sustituyendo así otros centros de decisión menos eficientes. Así es como concibe la función del mercado el Partido Comunista de China. Y así es como encaja la idea de mercado con la de sociedad socialista. Nada distinto a lo que ocurre con las tecnologías digitales. Los dirigentes chinos conocen los peligros que comportan, sobre todo para el monopolio político comunista. Pero saben también que son imprescindibles para seguir creciendo y, sobre todo, aspirar a convertirse de nuevo en la superpotencia que China fue un día. La solución es la combinación del máximo desarrollo tecnológico con un creciente control de la ciberesfera. Lo mismo sucede con el funcionamiento del mercado. Los comunistas chinos consideran indeseable una sociedad de mercado en la que los poderes públicos apenas interfieran en su funcionamiento o solo lo hagan para hacerlo más eficiente. Tampoco les gusta relacionar el mercado con la democracia, ni siquiera con unas libertades individuales indivisibles que no desean. Se trata solo de que el mercado asigne los recursos cuando lo decida la dirección comunista, en sustitución de la obsoleta planificación socialista o de las directrices emanadas del Gobierno y del Partido. El único cambio experimentado es el que se ha producido este fin de semana, en los cuatro días de reunión del Comité Central del Partido Comunista, y ha sido por el momento de orden meramente semántico, y objeto por tanto de las exégesis que haga falta para descubrir su significado. Hasta ahora el mercado tenía una función ?básica? en la economía socialista con características chinas y ahora la tiene ?decisiva?. La nueva dirección comunista china, correspondiente a la quinta generación después de Mao Zedong, se encargó de calentar el ambiente antes de la celebración de la reunión, a la que se cargó de expectativas y se comparó incluso con dos plenos históricos, el que presidió Deng Xiaoping en 1978 y abrió el país al mundo, y el que se celebró en 1993, justo después de la revuelta estudiantil de Tiananmen, bajo la presidencia de Jiang Zemin, en el que se acuñó el auténtico oxímoron (o contradicción en sus términos) que es una economía socialista de mercado. Parte de la campaña previa fueron las reuniones que Xi Jinping mantuvo con representantes de la élite empresarial y periodística mundial, en las que se esmeró en el arte de seducir y fascinar a sus anfitriones respecto a la eficacia y las excelencias de tan original sistema. A la vista del comunicado final, habrá que esperar a resultados más tangibles para clasificar este Tercer Pleno de 2013 al lado de los dos históricos anteriores. Pero no se puede descartar que próximas decisiones liberalizadoras, respecto al sistema financiero, al suelo agrario, a la participación de capitales privados en empresas públicas o a los estímulos al consumo tomen alguna de las muchas frases anodinas o incomprensibles del comunicado como fundamento. El Partido Comunista actúa como una especie de oráculo colectivo. La opacidad de sus sistemas de trabajo, reuniones y decisiones, convierte la tediosa palabrería que contienen sus comunicados en un objeto privilegiado para la enigmística política. Bajo la lengua de madera, las frases hechas o las citas y homenajes implícitos a sus distintos dirigentes, se esconden decisiones, consensos entre tendencias y dirigentes, planes ocultos o posibilidades abiertas. La interpretación de esa fraseología, a pesar de la penosa calidad de los textos, requiere tanta paciencia y tiempo como enfrentarse a los más enrevesados textos filosóficos o religiosos. A fin de cuentas, en una resolución como la aprobada por el Tercer Pleno, bajo los estereotipos del lenguaje político más envarado, hallamos de todo, incluyendo conceptos prohibidos, como una insólita y escondida referencia a los ?derechos humanos?, la idea del Estado de derecho, referencias a la civilización ecológica, a la gobernanza o al soft power, cuyo valor hay que minimizar a la vista de las constantes protestas de ortodoxia ideológica y de fidelidad al monopolio del poder por parte del Partido Comunista. Junto a la impenitente verbosidad de raíces maoístas, hay dos decisiones organizativas que refuerzan la idea de una etapa presidencialista con Xi Jinping. Se trata de la creación de dos nuevos organismos: un grupo de trabajo dedicado a dirigir el proceso de reformas y un Comité Nacional de Seguridad a imagen de Estados Unidos. Su sello personal, que impregna todo el comunicado, es la referencia al Sueño Chino, que ya ha convertido en el lema de la próxima década, una idea también de inspiración americana, a la que se añade la aspiración al ?gran rejuvenecimiento de la nación china?, en la que fácilmente se transparenta la ambición de un salto en el protagonismo global con fecha 2020.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
14 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La política del miedo

Las leyes de la guerra con los instrumentos de la paz: el comercio, los medios de comunicación, el marketing político. Así son las contiendas geoeconómicas de nuestra época. Como en las otras, las sangrientas, el principal instrumento de acción para hacer recular al adversario es la amenaza. Son guerras sin violencia, al menos en sus formas e instrumentos, aunque puedan terminar siéndolo en algunos de sus efectos. El objetivo no es aniquilar al enemigo, sino someterle. Son geoeconómicas en la forma, pero políticas en el contenido: se vence por las armas del miedo lo que no se gana en el juego democrático de las instituciones parlamentarias, las elecciones e incluso los tribunales.

Ulrich Beck ha contado muy bien como utiliza estas armas decisionistas la canciller Angela Merkel para imponerse en la Unión Europea y conseguir que los gobiernos endeudados del sur realicen políticas bien distintas de los programas electorales con los que llegaron al poder (Una Europa alemana, Paidós). Así ha sido en Grecia, Italia, Portugal y España, en distintos grados y modalidades, pero siempre bajo el mismo patrón. Y ha encontrado un nombre para este nuevo monstruo político que libra las guerras geoeconómicas contemporáneas, Merkiavelo, hecho mitad de Merkel y mitad de Maquiavelo.

La técnica merkiavélica para conseguir el sometimiento es la dilación, la inacción y la duda antes de actuar. Esperar siempre hasta el último segundo, justo hasta un momento antes de caer por el barranco: quiero decir, de que se caiga el otro. La suspensión de pagos del país, el regreso al euro, un euro de dos velocidades, la salida del euro a los endeudados del sur, todas estas cosas han pasado por la imaginación alemana en forma de lo que Beck llama el condicional catastrófico. Si el euro cae, cae Europa; dijo Merkel y muchos creyeron que era una oración europeísta: era una amenaza, un arma de amedrentamiento masivo. Los riesgos crean comunidad. Unen y movilizan a la gente. Esgrimir un riesgo permite alcanzar objetivos y obtener unos consensos que normalmente no se obtendrían a través de la acción de las instituciones y de las elecciones. Cuando situamos a una sociedad en peligro abrimos el espacio a propuestas que los políticos normalmente no se atreverían ni a imaginar. Es la gestión de la excepción, momento particularmente interesante para el decisionismo. Soberano es quien decide el Estado de excepción, nos recuerda Beck en una cita explícita de Carl Schmitt.

Marcar líneas rojas, condiciones irrenunciables, plazos perentorios, enfrentamientos a plazo fijo y decisiones excepcionales son instrumentos del merkiavelismo. Le hemos visto actuar recientemente en Estados Unidos con el chantaje del Tea Party al Partido Republicano y del Partido Republicano a Barack Obama. Los republicanos bloqueaban el presupuesto y se negaban a ampliar el techo de deuda para exigir la retirada de la reforma sanitaria, poniendo en riesgo los mercados mundiales y la seguridad de su país. Lo hacían y quizás seguirán haciéndolo a principios del año próximo, gracias a que tienen la mayoría en la Cámara de Representantes, la minoría de bloqueo en el Senado y cuentan con encuestas sobre estos temas dinerarios a su favor, sin tener en cuenta que la reforma sanitaria fue aprobada por las dos cámaras en el anterior período legislativo y el presidente que la presentó y la llevaba en su programa, Barack Obama, posteriormente ratificado.

Merkiavelo actúa cada vez que alguien quiere utilizar en su favor la fuerza de la amenaza ya que no puede usar la amenaza de la fuerza. El merkiavelismo es un arma sumamente eficaz para quien quiere cambiar el estatus quo o forzar las costuras de la legalidad aunque no tenga capacidad o poder para conseguirlo a través de la ruptura violenta o de los instrumentos establecidos por la regla de juego. Para tal caso, hay que utilizar primero el miedo en la movilización de los propios, a los que se les ofrece una alternativa irreductible, fatalista y a plazo fijo, que exige hacer un paso adelante e irreversible, sin vuelta atrás posible. Quemar las naves, como Hernán Cortés. O César o nada. Luego a quiene no se plieguen y a los adversarios se les amenaza con el desprestigio, la condena universal, la pérdida de cualquier aura de bondad y civilización.

Estas son las armas de nuestra época. Horribles, aunque no corten brazos ni cabezas. Mejores, por tanto. Todos las usan, incluso quienes dicen que no las usan e hipócritamente se escandalizan cuando las usan los otros después de haberlas usado ellos primero. (Este artículo es una síntesis de la presentación que hice del libro de Ulrich Beck en el Taller de Política el pasado 30 de octubre).



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
11 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

No olvidemos el Rana Plaza

El periodismo es cruel. No por lo que dice sino por lo que calla. Por lo que deja en el tintero de la desmemoria y de la dejadez. Por los rastros perdidos que abandona. Acabo de leer una crónica firmada por Syed Zain Al-Mahmood, corresponsal en Bangladesh para el Wall Street Journal, periódico tan admirable por su excelente información como a veces detestable por el doctrinarismo ultraliberal de sus editoriales y artículos. Es esclarecedor lo que cuenta sobre el salario mínimo en el sector textil bangladesí, de donde salen muchas de las prendas que vestimos todos nosotros. Los sindicatos piden un salario mínimo de 8.000 takas al mes, equivalente a 80 euros, más del doble de los 30 euros actuales y muy por encima de los 53 que recomienza una comisión nombrada por el Gobierno y a la que se opone la patronal, que ofrece solo 45. Según una evaluación recogida por el periodista, solo 30 céntimos de los 5 euros del precio de venta de una pieza son para la mano de obra, de forma que el incremento del 80 por ciento que proponen ahora los sindicatos significaría un aumento del precio final en 24 céntimos. Trabajan en el sector unos cuatro millones de trabajadores, cuatro de cada cinco de ellos mujeres. Sus 20.000 millones de dólares exportados anualmente representan el 17 por ciento de la economía del país. No escandalizan únicamente los salarios ínfimos, sino los horarios y las condiciones de trabajo, que convierten este capitalismo manufacturero en una esclavitud del siglo XXI, de la que se aprovechan las multinacionales y los consumidores. Estos combates sindicales por unos salarios de miseria son el rastro perdido que me conduce a recordar la tragedia del Rana Plaza, un edificio que albergaba cinco talleres de confección y que se hundió entero el pasado abril con 5.000 trabajadores dentro. En el artículo que escribí a los pocos días consigné el hallazgo de 390 cadáveres y la previsión de 800 muertos calculada por las autoridades. La cifra final, tras largas labores de rescate, fue de 1.127 muertos y alrededor de 2.000 heridos y mutilados. Hubo reacción ante la tragedia. Más de 100 compañías multinacionales firmaron un acuerdo para someter a inspección todos los edificios que albergan los talleres y evitar así los frecuentes incendios y hundimientos. También accedieron a dar mayores márgenes de control a los sindicatos. Algunas empresas, como la irlandesa Primark, acordaron el pago de indemnizaciones. Están pendientes de juicio una veintena de responsables, entre los que destaca Sohel Rana, propietario del edificio y cacique local de la Liga Awami, el partido del Gobierno. Todos estos acuerdos, indemnizaciones y responsabilidades, junto a los salarios ínfimos del textil bangladesí, merecen el seguimiento y la vigilancia de los medios de comunicación de los países donde se venden las prendas allí fabricadas.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
9 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Los misterios de Pekín

La democracia no tiene misterios. Ni siquiera la tiene el invento post soviético de la democracia soberana, un pucherazo organizado por policías y espías del principio hasta el fin. Tampoco lo tiene la monarquía, por más que su antiguo perfume todavía pueda embriagar a unos pocos. Ni la autocracia, idéntica a sí misma en su arbitrariedad. Hace ya tiempo que el misterio de la epifanía del poder quedó destruido en casi todo el mundo, salvo en dos recintos peculiares, el Vaticano en Roma y Zhongnanhai en Pekín, donde las sucesiones se producen bajo ritos y procedimientos que se sustraen a la vista de los mortales.

"No es ninguna coincidencia que el Vaticano sea uno de los pocos estados con los que China no ha sido capaz de establecer relaciones diplomáticas desde su fundación en 1949. La Ciudad-Estado, centro administrativo de la Iglesia católica y residencia del Papa, es la única organización de dimensiones comparables al Partido Comunista chino, aunque a escala global, y con una afición similar al ritual y al secretismo". Esta es una comparación de Richard McGregor ?corresponsal del Financial Times en Pekín durante una década, en su libro El Partido. Los secretos de los líderes chinos (Turner)?, que tiene visos de convertirse en obsoleta, pero no por el lado chino sino el del Vaticano, donde ya sabemos de qué pie calza el papa Bergoglio e incluso atisbamos qué va a suceder con los misterios más terrestres del poder eclesial.

No es el caso del nuevo papa del Partido Comunista de China, Xi Jinping, elegido formalmente hace un año, el 15 de noviembre, en el primer pleno del Comité Central salido del 18 Congreso, pero cocido a fuego lento desde el anterior congreso que le catapultó, junto al actual primer ministro y número dos Li Keqiang, como uno de los nueve miembros del Comité Permanente. La lentitud del procedimiento permite conocer y familiarizarse con el nuevo mandatario mucho antes su elevación al solio, pero los arcanos de su elección, tan impenetrables como los vaticanos, siguen pesando hasta el momento crucial de la nueva y secreta reunión plenaria del Comité Central, que se celebra este próximo fin de semana.

Aclaremos que el Comité Central, pieza legendaria en los partidos comunistas, es el órgano que reúne entre congresos al menos una vez al año a los 205 titulares y 171 suplentes que sobre el papel dirigen el partido: una tarea que en realidad está en manos de los 25 miembros del Politburó, organismo elegido por los anteriores que alberga en su interior, como las matrioschkas rusas, al Comité Permanente, el órgano supremo, ahora de siete miembros, encabezados por Xi Jinping. Sus dos primeras sesiones plenarias sirven para la elección de cargos: los del partido en la que se celebra inmediatamente después su elección; y los de la administración y el Gobierno, la que se reúne antes de la Asamblea del Pueblo, símil de un parlamento que eligió a Xi presidente de la República, en marzo de 2013.

Del tercer plenario, el de ahora, se espera que marque la línea política de la nueva presidencia, sobre todo en cuestiones económicas y sociales. Así está pautado en el tedioso manual de funcionamiento de la mayor maquinaria política del mundo que es el PC de China (80 millones de militantes y un inextricable sistema de selección y ascenso para la maraña de organismos que lo componen). Cuentan los antecedentes: del tercer pleno de 1978, con Deng Xiaoping, salieron las reformas y la apertura económica, y del de 1993, con Jiang Zemin, la economía socialista de mercado.

Lo que se sabe del actual pleno de 2013 es menos de lo que se espera, que siempre suele ser mucho en un régimen tan alérgico al cambio. El aparato de propaganda ha hecho su tarea, que se resume en un par de eslóganes. El más ingenioso es el del sueño chino, implícitamente opuesto al sueño americano, que Xi ha convertido en su lema. Y el más burocrático la idea que va a servir como objetivo del tercer el pleno de "unas reformas y una apertura integrales y profundas", que abarcarán desde el sistema financiero hasta la propiedad agraria.

De Xi Jinping, su personalidad, su familia, e incluso algunas de sus ideas, se saben muchas cosas más. François Godement, del European Center on Foreign Relations, considera que nadie ha acumulado más poder desde Mao Zedong. La época de los hombrecillos grises, representados por Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao, protagonistas de una década que casi todos, reformistas y conservadores, consideran perdida, ha quedado atrás si hacemos caso a los modos del nuevo emperador rojo. China tiene ahora un presidente con fuerte vocación de liderazgo justo en el momento en que más claramente se dibujan los límites del poder presidencial en Estados Unidos. Va a hacer reformas, sí. Pero según el más ortodoxo esquema, que Deng Xiaping instaló en el corazón del sistema: tanta libertad económica y sobre todo financiera como sea posible, pero sin perder ni un ápice del férreo control político que proporciona el Partido Comunista.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
7 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Asia a un lado, al otro Europa

Un simple túnel ferroviario puede convertirse en todo un símbolo. Es lo que ocurre con el Marmaray, el enlace directo por ferrocarril entre las dos orillas del Bósforo inaugurado el martes por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, en el 90º aniversario de la fundación de la República turca. Esos 1.400 metros de túnel submarino son mucho más que una conexión rápida entre las dos orillas de la metrópolis de Estambul. Enlazan directamente por tren la península asiática de Anatolia y el continente europeo sin necesidad de la circunvalación por el Caúcaso, y se añade a los dos puentes colgantes para tráfico automovilístico actualmente existentes.

La próxima semana se reanudan las tormentosas negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, tras tres años de bloqueo, aunque nadie cree ya en un horizonte de adhesión a una UE desorientada y fragmentada y sin ganas para nuevas ampliaciones. Pero la acción de las obras públicas sobre la realidad geofísica sigue en la misma dirección de adhesión europeísta emprendida por Turquía desde la desaparición del imperio otomano; como prueba, este nuevo túnel intercontinental por donde circularán trenes de alta velocidad que en un futuro no muy lejano conectarán Pekín con Londres.

A esta misma realidad pertenece la enorme metrópolis estambulita, con sus 16 millones de habitantes desparramados sobre las dos orillas del Bósforo, capital europea de un islamismo democrático que alardea de modernidad tecnológica y eficacia económica. En los mismos días de la inauguración ha empezado a aplicarse el paquete de medidas democráticas presentadas por Erdogan en respuesta a las protestas de junio y julio en Estambul, que impugnaron su estilo autoritario en la aplicación de un plan de reforma urbana. Dicho paquete incluye gestos hacia las minorías y nuevos avances en el uso público del velo islámico, autorizado ahora en el Parlamento y en la función pública, a excepción de jueces, policías y militares.

El islamismo político ha sufrido un durísimo revés en Egipto, donde los militares le han arrebatado el poder obtenido en las urnas. Exactamente lo contrario de lo que sucede en Turquía, donde su amigo y aliado Erdogan exhibe una desenfrenada ambición: para sí mismo, de perpetuarse en el poder, y para su país y para Estambul ?la megalópolis de la que fue alcalde?, de liderazgo, no tan solo regional. Nuevos túneles y puentes e incluso un canal artificial alternativo al Bósforo se hallan entre los proyectos megalómanos que tiene en cartera.

Nada sirve mejor a los ensueños de transformación que bullen en la cabeza de los políticos como la superación de los obstáculos geofísicos. Así es como Erdogan está resucitando la idea de una hegemonía neootomana por la pacífica acción geopolítica que permiten las obras públicas.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
2 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El mapa secreto del poder mundial

Josep Pla clasificaba a la gente según tres categorías: amigos, conocidos y saludados. Los espías de Estados Unidos hacen algo similar a la hora de negociar sus asuntos: con los amigos establecen una cooperación que denominan exhaustiva, con los aliados una cooperación a la que llaman focalizada y con los saludados una cooperación limitada. El resto son rivales o directamente enemigos, sujetos a un espionaje total y sin relación cooperativa alguna.

Creemos saber mucho de los servicios secretos, pero también debiéramos saber que siempre será poco lo que sabemos en comparación con lo que no sabemos: the unknown unknown, "lo desconocido que no conocemos" con que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Bush, se refería a las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Sabemos que el círculo más estrecho de los amigos de Washington se fraguó durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de la Carta Atlántica, y fue luego denominada Five Eyes (Cinco ojos), un acuerdo entre estadounidenses y británicos para espiar sobre todo a los soviéticos, al que se añadieron más tarde Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Pero poco sabíamos, hasta la irrupción de Edward Snowden con sus documentos y sus revelaciones, de los siguientes círculos de conocidos y saludados de Washington.

Hay muchos mapas del mundo. El geográfico trata del emplazamiento y la extensión de los países y es absolutamente superficial, aunque nos orienta sobre la cuestión crucial del espacio geopolítico, su vecindario o sus fronteras. El demográfico también nos explica mucho sobre el poder potencial de los países, escaso para los que tienen una pirámide de población que envejece y mayor para los que poseen un ancho zócalo de población joven. El económico ?PIB, crecimiento, empleo, productividad? se acerca algo más a la realidad; como el militar ?tanques, aviones, flota, tropa, cabezas nucleares?, bien revelador en las zonas o puntos calientes. También sigue valiendo el político, con sus colores ideológicos, instituciones y sistemas de alianzas, a pesar de las crisis de gobernanza.

Todos nos dan alguna dimensión del poder efectivo de los países y de quienes los gobiernan, pero ninguno se acerca a la verdad desnuda de la dominación y de la hegemonía como puede hacerlo el mapa del espionaje. Es el único que describe con cierta exactitud las jerarquías y relaciones de poder, las dependencias y los intercambios, pero tiene el inconveniente de que es secreto y además inabarcable, gracias a la cantidad astronómica y creciente de datos que contiene desde que el Gran Hermano se ha asociado a los Big Data.

El vendaval levantado por las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje global tiene muchas derivadas, pero la más interesante, al final, es la vaga idea que nos proporciona sobre el mapa del poder mundial. Apenas hemos levantado la punta de esa gran alfombra que oculta la extensa y espesa capa de suciedad que acompaña al poder de los Estados, pero lo poco que nos dice explica mucho sobre las relaciones de poder entre ellos, las dependencias y subordinaciones y la profusa ración de engaño y de hipocresía que emplean.

Ya hemos visto que el círculo más estrecho alrededor de las 16 agencias de espionaje que tiene Washington es la alianza Five Eyes, con países de "largo historial de confianza mutua y de riesgos asumidos en su alianza con EE UU", según reza uno de los documentos filtrados por Snowden. Con ellos se establece una "cooperación exhaustiva" (comprehensive cooperation) que significa que comparten casi toda la información y teóricamente no se espían unos a otros sin permiso, con una salvedad: la regla básica de cualquier espía es que toda regla tiene su excepción y que la excepción siempre es más interesante que la regla. El filósofo del Derecho que sirve e inspira al espionaje es Carl Schmitt, inspirador del nazismo y autor de una sentencia capital: "Soberano es quien decide sobre el Estado de excepción". Hay pocas dudas de que jefes de Estado y de Gobierno de los Five Eyes se han espiado unos a otros. Apenas puede quedar duda alguna de que los que no pertenecen al primer círculo han sido espiados sistemáticamente, como Angela Merkel.

El segundo círculo es el de los aliados de la OTAN, entre los que se encuentran España y Alemania. Con ellos existe una estrecha cooperación, focalizada o centrada en los intereses estratégicos comunes, que no excluye que luego se espíen unos a otros. Según las revelaciones de Snowden, no están ni Francia ni Israel, países de larga tradición de espionaje, a los que sería una grosería y un imposible pedirles que no espiaran, y pertenecientes al tercer círculo, el de los saludados de Pla, donde se encuentran con India o Pakistán, todos ellos objeto de una cooperación limitada y de un espionaje masivo cuando conviene.

En parte se sabía y en parte puede leerse ahora en los papeles de Snowden, pero ahora hay algunas cosas nuevas que se deducen de esta vieja historia de espías aderezada por la novedad digital. Por ejemplo, que caben dudas sobre el emplazamiento de algunos países en un círculo o en otro de este infierno del espionaje. Pakistán oscila entre el círculo exterior de los enemigos, al lado de Rusia y China, y el de las amistades circunstanciales en que aparece ahora. Sus servicios secretos juegan siempre a las dos barajas, a diferencia de otros servicios secretos, que solo juegan a veces, muchas veces, a dos barajas. Francia e Israel debieran pertenecer naturalmente al segundo círculo y es difícil entender que Alemania no esté en el primero. De las dudas surge una conjetura sobre el actual conflicto: quizás el problema surge precisamente porque Alemania no quiere seguir estando en el segundo círculo. Al final, solo sabemos una cosa: que estamos inaugurando un nuevo orden en el espionaje y que, como no podría ser de otra forma, es expresión fiel de un nuevo reparto del poder mundial en el que indefectiblemente unos salen ganando y otros perdiendo. Adivinen quiénes.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Pedagogía de la ciudad sin ley

Política es pedagogía, según expresión ya clásica del socialista catalán Rafael Campalans. Cada declaración, cada decisión, cada gesto o acción, a veces incluso la más formal y protocolaria, contiene una lección política impartida a los conciudadanos. El político que ejerce el papel de maestro proyecta, en estas clases que profesa sin apenas darse cuenta, su idea sobre cómo deben comportarse los ciudadanos y cómo debe ser la comunidad en la que se incluyen, la polis.

Esta idea vale para cualquier representante de los ciudadanos, para cualquier alto funcionario, a veces incluso para un policía o un juez. Un diputado corrupto, un alto funcionario venal, un policía violento o un juez prevaricador, además de cometer un delito imparten con su actuación una lección negativa a sus conciudadanos: si yo me comporto así, vea usted mismo como deberá comportarse para defender sus derechos y evitar que esta sociedad le arrolle.

La primera y más elemental lección es la ejemplaridad. Pero en el caso de los dirigentes políticos, y sobre todo de los máximos responsables gubernamentales, la lección pedagógica que se espera de sus acciones va mucho más lejos. Por supuesto que debieran ser ante todo ejemplares en sus comportamientos personales. Pero deben serlo también en sus ideas y en sus propuestas, en sus acciones y en sus decisiones, siempre acordes con los principios y las leyes que se han comprometido a respetar y hacer respetar.

Nada crea mayor desazón y siembra mayor desesperanza que un jefe de Gobierno proclive a saltarse las leyes o a interpretarlas a su gusto. Que tiemblen los más débiles cuando sucede algo así, porque nos encontramos con la pedagogía de la ciudad sin ley. Y en la ciudad sin ley la única ley que impera es la del más fuerte, que es la de la selva.

En la ciudad sin ley siempre hierve la calle, manipulada por los que tienen palancas para hacerlo. La división de poderes se convierte en una farsa. Los sistemas de garantías, en un trámite formal sin valor. Los medios, en cajas de resonancia o instrumentos de agitación. Apenas hay parlamento, es decir, debate, deliberación y argumentos, y todo se convierte en griterío, estridencia y demagogia. Nadie imagina que la justicia no sea finalmente una forma de venganza. La democracia es tumultuosa, resolutiva, con recurso a la mano alzada o a los plebiscitos de resultado perfectamente organizado por los tribunos y agitadores de la plebe.

La pedagogía de la democracia y del Estado de derecho exige solo dos cosas del presidente de un Gobierno ante la sentencia de un tribunal que afecta a sus decisiones: acatamiento y silencio. Los gobiernos no deben comentar las sentencias de los tribunales ni mucho menos expresar su disconformidad echando a los manifestantes a protestar contra ellas en la calle. Y esto vale para el Estado de derecho entero, que es uno solo, sin que se pueda elegir el que más convenga a cada circunstancia: el catalán o el internacional si no me va bien el español.

Mariano Rajoy y Artur Mas van a la zaga en la pedagogía de la ciudad sin ley. Hay que decir que los partidos que presiden van a la zaga también en otras cosas que ahora no vienen al caso detallar, aunque también les acercan en su escaso respeto por la legalidad a la hora de financiarse. El presidente español se permite juzgar como injustas y equivocadas las sentencias de un tribunal y manda las huestes de su partido a manifestarse contra los jueces. Nada muy distinto de lo que hace Artur Mas cuando se convierte en la voz del pueblo que se manifiesta en la calle y sitúa la regla de una mayoría dibujada por las encuestas por encima de la regla de juego.

Empezaron consultando las encuestas de opinión y han terminado esclavizados por las opiniones que les transmiten las encuestas. No son los dirigentes sino los dirigidos. No gobiernan sino que son gobernados. Desde Bruselas y desde la calle, en una combinación de obediencia a la austeridad que impone Angela Merkel y de seguimiento populista de los deseos del pueblo. Una cosa compensa la otra en su peculiar estilo, fruto de un cálculo electoral perverso.

En algún momento del pasado fueron ambos la imagen misma de esa moderación que pedía ayer tan atinadamente La Vanguardia en un destacado artículo editorial. Si alguna vez fueron moderados, eso quiere decir que pueden volver a serlo. Ahora ambos se hallan igualados en sus comportamientos y en el apoyo que buscan de los más radicales. Igualados como improvisados maestros de la ciudad sin ley, quizás así puedan hablarse de tú a tú para abandonar de una vez esta pedagogía perversa que nos lleva al desastre.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
28 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Hipocresía sin fin

El teléfono de Angela era una golosina. Nos dicen que lo pincharon los americanos, pero a cualquiera le viene a la cabeza que por la misma regla de tres también pudieron haberlo pinchado los rusos o los chinos. Es un escándalo, ciertamente. Sobre todo que la mujer más poderosa del mundo hable por un teléfono pinchable. Hay muchas piezas que no encajan en este rompecabezas. De hacer caso a las vestiduras rasgadas y a las exclamaciones escandalizadas, los Estados soberanos europeos no sabían nada de todo este asunto, jamás habían colaborado con Washington en estos menesteres y tenían a sus servicios de contraespionaje en el desempleo o de vacaciones.

La información es la sustancia de la que se nutre el poder y cuanto más privilegiada y exclusiva más poder suministra a quien la recibe. Imaginar un mundo en el que los gobiernos aliados y socios no se espían unos a otros es un ejercicio de inocencia e irrealismo. Los principios maquiavélicos que guían al poder, cruzados con el uso sin límite de las tecnologías para recoger y analizar información, dan los resultados que conocemos. Todo se puede saber si hay voluntad de saber. El único límite es que no te pillen con el carrito de los helados.

Esto es lo que le ha sucedido a Estados Unidos. Las filtraciones de Wikileaks primero y de Edward Snowden después han dejado desnudo el poder excesivo de la superpotencia y la debilidad congénita de las que antaño fueron potencias europeas, violadas en su intimidad gracias a la complicidad de sus servicios secretos, a la hipocresía compartida y, sobre todo, a su incapacidad para dotarse de la unidad, el poder y la autoridad para tratar a Washington de tú a tú, de superpotencia a superpotencia.

Las relaciones trasatlánticas han recibido un bofetón, pero no pueden salir heridas del incidente. La necesidad mutua es absoluta, excesiva. El mundo sería más inseguro e inestable sin ellas. Como resultado, un nuevo código de conducta deberá regir la privacidad de las comunicaciones internas de los Gobierno aliados y amigos. Snowden merece un monumento solo por este servicio rendido a la construcción de un orden transatlántico más conforme a los valores y a la legalidad.

Ganaremos en garantías, pero es irreversible la pérdida que acompaña a una revelación que debilita a los socios, a Estados Unidos y a los países europeos, y refuerza en cambio a los competidores, Rusia y China. "La era de la hipocresía fácil ha terminado", aseguran Henry Farrel y Martha Finnemore en la revista Foreign Affairs (El fin de la hipocresía. La política exterior de EE UU en la era de las filtraciones, 1 de diciembre e 2013). Empieza la era de una hipocresía más difícil, en la que Merkel y Obama no podrán escucharse uno al otro y los espías deberán cubrirse bastante mejor las espaldas digitales.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
26 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El presidente discutidor

Obama es un presidente discutidor. No tan solo no elude el debate, sino que lo alienta. Lo que para unos es una virtud, para otros es inconveniente e incluso defecto. Discute porque cree en la fuerza de la palabra y en su capacidad de convicción.

El presidente discutidor no está ahora mismo en sus mejores horas. Ha pasado la maroma del cierre de la administración y del techo de deuda pero no ha asegurado el éxito de su reforma sanitaria y sabe que solo tiene asegurada la paz presupuestaria con los republicanos hasta enero de 2014. En el flanco exterior, todavía son más alarmantes su debilidad geopolítica y el desprestigio que le procuran el Gran Hermano digital que espía a todos sus amigos y aliados y la muerte a distancia que dispensa desde aviones teledirigidos sobre las regiones del planeta donde los terroristas se mueven más a sus anchas.

En mayo pasado, quiso poner un poco de orden en el capítulo antiterrorista, mediante uno de sus largos y sensacionales discursos, pronunciado en la Universidad Nacional de la Defensa, en el que se propuso "definir la naturaleza y el objetivo de este combate", para evitar que "en caso contrario sea este quien nos defina". Pesaba sobre Obama la guerra inconclusa de Afganistán , la guerra global contra el terror de Bush, el hiriente incumplimiento del cierre de Guantánamo y, sobre todo, su apuesta por los ataques selectivos contra objetivos terroristas y especialmente las efectuadas desde aviones teledirigidos o drones, a pesar de sus devastadores efectos sobre la población civil. "Estas muertes nos perseguirán mientras vivamos, al igual que nos perseguirán las víctimas civiles que se han producido en las guerras convencionales de Irak y de Afganistán", se permitió decir este presidente moralista y discutidor.

Su idea era restringir y codificar el uso de los drones, someterlo a una autoridad judicial o ejecutiva, trasladar su control de la CIA al ejército, terminar con el secretismo, clausurar la estrategia antiterrorista de Bush y construir una de su propio cuño. Pero suele suceder que los discutidores terminan encontrando quien les discuta. Dos asociaciones de defensa de los derechos humanos le han interpelado muy directamente cuatro meses después para echar presión sobre sus buenos propósitos e insinuar incluso la mala orientación de su aparentemente renovada política antiterrorista. Se trata de Amnistía Internacional (AI) y Human Rights Watch (HRW), que han publicado justo el mismo día sendas investigaciones sobre los bombardeos desde drones en Pakistán y Yemen en las que documentan la muerte de civiles inocentes e impugnan su legalidad y su efectividad.

Ambas organizaciones discuten punto por punto las afirmaciones de Obama. AI le discute que las acciones respondan a directrices claras o estén bien supervisadas y sometidas a control posterior según unas orientaciones presidenciales que se han mantenido en secreto. Desde mayo de 2013, cuando el presidente prometió proporcionar toda la información que fuera posible, nada ha modificado la política de opacidad respecto al número de disparos y de víctimas. "Dicho reconocimiento ?asegura AI? es un primer paso esencial para asegurar que las víctimas de los disparos ilegales tengan acceso a reparaciones". El capítulo de las indemnizaciones a civiles es otro de los puntos de crítica que contradice la doctrina presidencial.

Respecto a la nueva responsabilidad del departamento de Defensa, en vez de la CIA, para este tipo de acciones bélicas, AI es profundamente escéptica y no cree que favorezca una mayor supervisión y rendición de cuentas, sino exactamente lo contrario, puesto que recae en un organismo militar como el Mando de Operaciones Especiales Conjuntas, que tiene a cargo unidades como las que liquidaron a Bin Laden y funciona con un grado de secretismo y de impunidad todavía mayor. La ONG es incrédula respecto al criterio restrictivo establecido por Obama para el "uso de la fuerza letal solo contra objetivos que significan una amenaza continua e inminente para ciudadanos de Estados Unidos". Tampoco le convencen sus buenos propósitos sobre el final de la guerra global contra el terror, puesto que EE UU sigue considerándose en guerra con Al Qaeda y utilizando los drones como parte de los instrumentos para librar tal combate como si se tratara de un conflicto armado permanente.

Según HRW, entre los ataques con drones efectuados en Yemen, hay casos en que la captura de los terroristas era factible y no debió efectuarse el disparo de hacer caso a las directrices oficiales. En ninguno de los casos documentados por HRW los individuos atacados significaban esa "amenaza continua e inminente contra ciudadanos de EE UU" que se ofrece como coartada. Tampoco HRW tiene conocimiento de que la muerte de civiles haya sido investigada e indemnizada por EE UU.

Un jefe que quiere que se le discuta debe tener mucha fuerza y autoridad para no salir debilitado del envite. Esto es lo que le está pasando a Obama.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
24 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

En el ascensor con Manolo

Desde que empecé, me tropiezo con Manolo. Él tan callado, o mejor, circunspecto, educado, silencioso. Me lo encontré por primera vez en el ascensor. Y solo verle ya empecé a aprender y sacar partido de su presencia, su silencio, su mirada irónica, de alguien a quien se le está escapando siempre una sonrisa. Aprendí de su escritura sobre todo: yo era por aquel entonces su corrector de pruebas, y todavía me devano los sesos pensando qué podía corregir aquel mocoso de los magníficos artículos de quien era ya un maestro, clandestino casi, pero maestro reconocido. Me cuesta datar el momento, pero debió ser hacia 1970, en la revista CAU, una espléndida e incluso lujosa publicación del colegio de Aparejadores de Barcelona en la que escribía la entera gauche divine.

El último es este, el mensaje desde Auckland de José Colmeiro, que es como sacar un trozo de papel escrito para mí de una botella que la ola deja a mis pies. Yo no soy especialista en la obra de Manolo, le digo. De hecho no soy especialista en nada. A título de colega, con los únicos títulos de mi admiración y mi aprecio a lo sumo. De compañero de cien mil batallitas periodísticas, desde el entusiasmo del antifranquismo hasta las decepciones de la democracia. De alguien con quien me fui tropezando en la vida, coincidiendo en experiencias y en ideas, también discrepando, e intercambiando sonrisas y frases concisas. Quizás esto sirva. No sé.

Todo esto me hace meditar: ya lo entiendo, éramos vecinos, barceloneses ambos, y por eso íbamos tropezándonos, como les sucede a los vecinos cuando bajan a buscar el periódico, a sacar el perro o a llevar el niño al cole. No vecinos de escalera: Manolo vivía en Vallvidrera, en el precioso barrio que hay al lado del Tibidabo, y yo vivía más abajo no lejos del campo del Barça, uno de los lugares de la teoría y también de la mitología montalbaniana. ¿Cómo no íbamos a encontrarnos? No, no era esta escalera de la que hablo. Era la del oficio, la de las ideas, también la de la literatura. El ascensor de la revista Cau primero; luego enseguida le Escuela de Periodismo donde Manolo fue profesor y maestro de remotas generaciones, incluida la mía; más tarde el vespertino barcelonés Tele/expres, y al final la larga escalera de El País, desde 1984 hasta su muerte.

Ya estamos. No quiero contar mi anécdota al lado de su espléndida biografía de poeta, novelista, ensayista, periodista magistral en todas las especialidades ?deportivo, cultural, político-- o gastrónomo. Dejémoslo con que debe ser una de las personas con quien más tiempo de ascensor he compartido. Manolo era un tipo expeditivo. Escribía con la rapidez y la precisión con que desenfudaba Billy el Niño. En las llamadas telefónicas, en las reuniones, en los encuentros, en sus clases incluso. Hacía muy santamente. Tenía el tiempo tasado para sus cosas, para viajar, para preparar una conferencia, para cocinar y escribir, cosas que sabía hacer a la vez, y no se andaba con niñerías. Todos tenemos el tiempo tasado, aunque no todos actuemos en consecuencia. El último ascensor fue literalmente de ultratumba. Me dedicó su Milenium, el último Carvalho, publicado póstumamente. Me llevé un susto indescriptible. Y me apenó muchísimo no poder agradecérselo. Fue una demostración de una memoria fiel y precisa, la suya, y una desmemoria colosal, la mía. Resulta que me lo había prometido en una lejana entrevista, cuando nacía su detective.

Tropiezo ahora de nuevo con Manolo, cuya voz me llega de las antípodas, más cerca del maldito aeropuerto donde cayó fulminado que de la ciudad donde empezamos los dos, con una década de desfase, en este oficio de contar hechos, reales en mi caso, y reales y ficticios en el suyo. Entonces subíamos en el ascensor los dos, ahora imagino que ya bajamos, al menos yo. La verdad es que Manolo no termina de bajar del todo y sigue arriba, como bien verá el lector de este libro. La inercia de los grandes se nota en este oficio. Se fue pero está aquí todavía: ahí está publicada no hace mucho una amplia selección de su ingente obra periodística en tres volúmenes, ahí están su rastro y su magisterio vivos todavía, incluso en las periódicas resurgencias de los odios caninos que suscita entre unos pocos resentidos que no pueden olvidarle, y ahora salen de nuevo estas entrevistas antiguas pero con su voz tan fresca, tan reciente a pesar de que han pasado alrededor de dos décadas, de la mano del amigo José Colmeiro, autor de un capítulo inicial espléndido, que sirve para explicar a Manolo entero a quien no lo haya conocido e incluso a quien no lo haya leído y será, sin duda, una excelente introducción a su lectura con motivo del décimo aniversario de su partida.

Cuando uno va en el ascensor y bajando piensa en los amigos desaparecidos. Esos amigos con los que no compartirá más subidas y bajadas. Confieso que echo en falta a algunos de estos amigos imprescindibles, pocos lo confieso. Y no por razones sentimentales, que también podrían valer, sino estrictamente intelectuales e incluso políticas. Ahora mismo me gustaría saber qué pensaría y escribiría Manolo de los nuevos movimientos sociales que inquietan a los gobiernos de todo el mundo, de la fiebre independentista en Cataluña y sobre todo de la decepción cósmica que ha producido Barack Obama, con sus drones asesinos y su espionaje universal. También de nuestras cosas, que cada vez son menos nuestras, como el calvario periodístico de prejubilaciones, despidos y eres que estamos sufriendo. De la salvación financiera de la banca. De su poder renovado sobre los medios de comunicación.

Cuando se fue, no había empezado todavía esta extraña y a veces siniestra fiesta de hoy. Recordémoslo para poder comprobar, a la vez, la frescura de sus ideas antes de la explosión de Internet, de la moda sueca en novela negra o de la decadencia y derrota de Bush y de los neoconservadores. Ahora mismo se le necesitaba para la narración picaresca del caso Bárcenas, para la monumental estafa folclórico patriótica del Palau de La Música y para la épica del retorno de Aznar. Tampoco había empezado la explosión de las redes sociales y ni siquiera los blogs eran lo que son ahora. Toda esta tecnología, todo lo nuevo, estaba perfectamente adaptado a su talento y es una auténtica pérdida no tenerle entre nosotros experimentando y reflexionando sobre la última resurgencia de la ciudad libre.

Colmeiro lo sabe todo de Manolo. Yo solo sé algunas pocas cosas aprendidas de la convivencia en las redacciones y los fregados políticos y culturales durante más de 30 años. No he conocido a nadie, ni de este oficio ni de ningún otro, más trabajador ni más pundonoroso. Su productividad, palabra casi prohibida en la cultura progresista, era insuperable. Su precisión, su exactitud. Cumplía los plazos y clavaba la extensión de los artículos como nadie. Leía todo lo que había que leer, periódicos, novelas, ensayos filosóficos o comics. Un periodista insuperable.

Intuyo dientes largos de envidia. Los hizo crecer y mucho. Estuvo arriba del todo en el oficio y durante tanto tiempo. Los hace crecer todavía. Algunos se lo encuentran en el ascensor de sus pesadillas, allí donde rumian sus fracasos y sus frustraciones. Yo sigo aprendiendo de Manolo, mi admirable vecino. De este libro, sin ir más lejos, para mí como un encuentro más en el ascensor de nuestro vecindario barcelonés. O parisino: también me lo encontré en París un par de veces, en la calle. Era entonces nuestro vecindario, no sé qué es ahora. O apátrida: alguien dijo que la patria es el lugar de donde hay que huir en algún momento y Manolo le canta a Colmeiro las bondades de sentirse extranjero en su propio país, tremendamente estimulante aunque produzca pequeñas molestias sicológicas. Ese es el territorio compartido más estimado por ambos, la patria de los apátridas. Él era el polaco, el catalán, en la corte del rey Juan Carlos, pero también el charnego en la corte del rey Pujol.

Ante tanto tropiezo y coincidencia opté incluso por pedirle prestada la rúbrica de sus artículos en el Tele/eXpres, de cuando yo era becario y Manolo un columnista de prestigio. Su columna de comentarios de política internacional e incidentalmente de temas culturales se llamaba Del alfiler al elefante, una imagen perfecta del cuerno de la abundancia periodística que era Manolo con su capacidad para fabricar todo tipo de historias y de anticipar incluso la idea de la globalización. Así se llama el blog que publico desde 2005 en El País Digital, en homenaje a quien finalmente podría decir que fue mi maestro. ¿Una metáfora? No señor. Manolo fue un periodista orquesta. En un país más generoso habría llegado a dirigir el mayor diario de su ciudad y parte del extranjero. Y encima también fue mi profesor en la escuela de periodismo. De vez en cuando, leo de nuevo Informe sobre la información, el primer ensayo sobre los medios de comunicación en España. Sirve todavía. Todo lo que releo suyo me sirve todavía. Y más si se trata de piezas escondidas que alguien con sabiduría y criterio sabe devolver a los lectores. Varias generaciones enteras de periodistas barceloneses pertenecemos a su genealogía.

Ahora me atrevo a escribir estas frases introductorias a un libro que no las necesita solo para poder decir estas cosas y para expresar mi agradecimiento cuando se van a cumplir ya diez años de su muerte en el aeropuerto de Bangkok, después de mandar esa columna que jamás faltaba a su cita de los lunes. Gracias Manolo. Gracias Colmeiro. ¡Ascensor! (Este texto es el prólogo de El ruido y la furia. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán, desde el planeta de los simios, de José Colmeiro, Iberoamericana Editorial Vervuert, 2013).

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
20 de octubre de 2013
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.