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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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¿Y ahora qué hacemos?

La noche de su inesperada victoria en las urnas, un Robert Redford caracterizado como el candidato al Senado por California Bill McKay inquiere estupefacto a su jefe de campaña: "¿Y ahora qué hacemos?". La pregunta pertenece al filme El candidato, por el que su guionista Jeremy Larner obtuvo en Oscar al mejor guión en 1972. /upload/fotos/blogs_entradas/elcandidato1_med.jpgPero se acerca bastante a lo que venía sucediendo en la realidad. "Si salgo elegido, no quiero despertarme la mañana del 9 de noviembre y preguntarme a mí mismo, ¿y ahora qué hago yo con el mundo?", le dijo John F. Kennedy a su consejero Clark Clifford en agosto de 1960, cuando todavía era candidato a la presidencia. Más lejos en el tiempo, Harry Truman, todavía vicepresidente de Estados Unidos, le dijo a Eleanor Roosevelt en abril de 1945, ante su marido de cuerpo presente: "¿Puedo hacer algo por usted señora?". La enfática respuesta a quien iba a suceder al presidente fallecido fue la siguiente: "¿Hay algo que pueda hacer yo por usted? Es usted quien se halla en dificultades ahora".

La transición presidencial es uno de los grandes momentos en la historia americana. Es un período de vacío, que se llena con la celebración de un rito de paso, una compleja ceremonia para sustituir y civilizar el crimen más o menos ritualizado por el que las sociedades arcaicas eliminaban al jefe anciano y lo sustituían por otro más joven. Desde hace decenios se vienen estudiando y preparando las transiciones presidenciales americanas, hasta el punto de que existe un cuerpo de sólidos trabajos sobre cómo han sucedido hasta ahora y sobre cómo hay que preparar la que está en puertas. Esto último es lo que ha hecho Stephen Hess, que ha trabajado en varias ocasiones en la /upload/fotos/blogs_entradas/what_do_you_now_med.jpgCasa Blanca desde los años cincuenta como uno de esos consejeros que vemos en El Ala Oeste, en un libro que lleva por título el mismo que la columna (What do we do now?) y está redactado como un manual escolar dirigido al presidente novicio, incluidos ejercicios y cuestionarios. También lo han hecho Kurt Campbell y James Steinberg, politólogos ambos y el segundo consejero también de Bill Clinton (Transiciones difíciles. Dificultades en la política exterior en los comienzos del poder presidencial), que consideran esta transición como una de las más complejas y arriesgadas: es la primera después del 11-S, hay dos guerras abiertas y una crisis económica que amenaza con una profunda recesión y es producto de un fuerte antagonismo y de una ruptura drástica con la anterior presidencia.

Obama y su gente forman quizás el equipo humano más preparado para aplicar esos buenos consejos de los especialistas sobre cómo hacerlo. Saben, por ejemplo, que no hay que confundir las etapas. Hay que tener un equipo para la campaña, que es el que han encabezado los davides, Axelrod y Plouffe. Otro para la transición propiamente dicha, que encabeza el último jefe de gabinete de Clinton, John Podesta. Un tercero, el que se pondrá al mando el 21 de enero, y que ya tiene como piloto a Rahm Emmanuel, jefe de gabinete de Obama. Y otros más para tareas específicas, como el que se presentó el pasado viernes, en la primera conferencia de prensa, que permitió fotografiar juntos a todos sus asesores económicos, un impresionante plantel donde hay desde ex secretarios del Tesoro hasta empresarios millonarios.

La transición empieza con la campaña y termina con los cien días, período inventado precisamente por Roosevelt, ahora tan citado, para poner en marcha su plan contra la Gran Recesión. Pero su núcleo es el período actual, esas once semanas en que hay un presidente pato cojo casi desposeído de poder, pero capaz de seguir firmando decretos. Bush lo está haciendo en temas ideológicamente muy propios: en cuestión de libertades, con nuevas autorizaciones al FBI para espiar a los ciudadanos; en medioambiente, con el levantamiento de la protección de especies en extinción y de la prohibición de emisiones y residuos cerca de zonas protegidas; y, en costumbres, con nuevos límites al acceso de las mujeres al derecho a interrumpir el embarazo y a la información sobre salud reproductiva. El nuevo presidente, sin poder ejecutivo todavía, puede presionar para que la industria automovilística severamente tocada por la crisis reciba ayudas antes de instalarse en la Casa Blanca, pero preferirá no quemarse todavía en otras iniciativas, como ese Breton Woods II del próximo sábado. Obama tiene, además, otro equipo trabajando desde hace siete meses en 200 primeras medidas para destejer la tela de araña de Bush antes de que esa difícil transición toque a su fin. Y esto es algo que se produce, normalmente, alrededor de cien días después, cuando llegan los primeros y grandes desengaños.

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13 de noviembre de 2008
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La nueva corte de Washington

Dime de quién te rodeas y te diré quien eres. La instalación de un nuevo presidente en la Casa Blanca es un rito de paso que da lugar a muchos exámenes y pruebas. Estamos ahora en el momento de las apuestas, las sugerencias, las presiones...Los distintos grupos de interés quieren colocar a quienes les representen. Los más ambiciosos se abren pasos a codazos. Los hacedores de reyes, esos personajes que quieren hacer notar su influencia, intentan imponer a sus recomendados. Todo esto se traduce en filtraciones, rumores o meramente en la utilización abierta de los medios de comunicación para lanzar un nombre, un globo sonda o un valor que no estaba en el mercado.

La lista de quienes pueden recibir grandes encargos del presidente Obama empieza a ser larga. En ella están candidatos presidenciales derrotados como John Kerry o Hillary Clinton, actuales cargos de Bush como Robert Gates, republicanos con cargo como el gobernador de Califormia Arnold Schwarzeneger o sin cargo como Colin Powell, antiguos secretarios de Estado de Clinton como Lawrence Summers, un ex embajador en Naciones Unidas como Richard Holbroolke, un ex vicefiscal general como Eric Holder o el presidente de la Reserva Federal de Nueva York Timothy Geithner.

Se detecta, de una parte, una cierta voluntad de apertura partidista, transversalidad o, como se dice en Estados Unidos, bipartidismo: hay que trufar el nuevo equipo con los nombres de algunos republicanos ilustres. De la otra, destaca en las quinielas la cantera del anterior presidente demócrata, Bill Clinton. Esto último también sucede con los equipos que están preparando el relevo: John Podesta, el último jefe de gabinete de Clinton, es quien se encarga de ello; y el próximo jefe de gabinete ya nombrado, Rahm Emanuel, fue consejero especial de la Casa Blanca entre 1993 y 1998.

La instalación del nuevo equipo llevará tiempo. La costumbre dice que en Thanksgiving, el Día de Acción de Gracias, que cae este año en 27 de noviembre, deben conocerse todos los nombres. Si es así, será el momento de observar y analizar qué tipo de equipo ha construido el nuevo presidente. Si se rodea de los mejores, como apuntan buena parte de los nombres barajados, tendremos un nuevo signo positivo acerca del tipo de presidencia que nos aguarda: ya se ha escrito, entre los profetas optimistas, que Obama será un gran presidente. (Para Estados Unidos, naturalmente. Algo que suele ser también bueno para el conjunto del planeta). Lo malo son los presidentes que se rodean de mediocres y arribistas, o de gente a la que pueden dominar y puentear. Es decir, los presidentes que prefieren la mediocridad y la sumisión a la inteligencia y la rebeldía. No daré nombres ni miraré a nadie.

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12 de noviembre de 2008
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En manos de Obama

Pasamos de un tema a otro sin respirar. Ahora estamos ya instalando a Obama en la Casa Blanca y en el mundo. Y apenas hemos tenido tiempo de pararnos y ver qué ha sucedido realmente, analizar con detalle los mapas electorales, las estadísticas, las encuestas, la distribución del voto. O la campaña, la más larga de la historia electoral norteamericana, que merece ser destripada y analizada en las facultades de política y en las escuelas de comunicación, debido al gran número de novedades que presenta: un nuevo salto en el uso de nuevas tecnologías, financiación popular muy extensa, modificaciones en las formas de operar y de organizarse los dos grandes partidos...

El mapa electoral está en pleno movimiento sísmico: levemente hacia la izquierda, al impulso sobre todo de la crisis económica. Los grupos sociales que han desplazado su voto son principalmente los que eran considerados alógenos en la vieja América wasp (white, anglosaxon and protestant) de hace solo 30 años. Obama ha ganado entre los negros de forma abrumadora, pero también entre los asiáticos e hispanos. Es la América mestiza, esa América que se parece tanto al mundo cómo es y tan poco al mundo cómo ha sido. Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo: los que han rechazado el matrimonio entre personas del mismo sexo en tres estados son votantes que en gran parte han optado por Obama. Este es un capítulo que requerirá su propio desarrollo en algún momento.

Pero el fenómeno más importante es generacional: solo entre los mayores de 60 años ha ganado McCain. La generación de Obama penetra incluso en el electorado sudista de los cristianos renacidos: sus jóvenes también se entusiasman con el mensaje del hasta ahora senador por Illinois. Otro dato significativo: los tres condados de mayor crecimiento de renta en todo el país han votado también a Obama. Son Riverside County en California, Clark County en Las Vegas y Research Triangle's Wake County en Carolina del Norte, según el diario Politico. Todo esto compone un cuadro de la América emergente, joven moderna: el futuro.

También están en plena efervescencia los dos grandes partidos. Uno transformado por la victoria, el otro cuarteado ya antes de la derrota, pero ahora todavía más propenso a las luchas cainitas. Habrá que analizar con detalle cómo quedan las ideologías correspondientes. La neocon ya lo sabemos, aunque tiene una gran resistencia y fuerza reactiva. Puede ser muy cierto que al final todo sea una gran victoria de la moderación y del centrismo. Disgustará a algunos pero complacerá a muchos.

Lo más preocupante del cambio que se avecina son los acentos proteccionistas que le acompañan, pero esto no tiene que ver directamente con la campaña n con Estados Unidos, sino con aires que soplan en todas partes. No sería buena noticia que se levantaran nuevas fronteras para las personas y para las mercancías, pero tampoco hay que esconder que algún peso han tenido estas ideas en las elecciones. El tema de la inmigración , como si hubiera un pacto de silencio entre ambos candidatos, apenas ha asomado.

La mayor revolución se ha producido en la integración del fenómeno generacional con el cambio tecnológico. Estados Unidos sigue siendo un país de punta en el capítulo político gracias al dinamismo social y a la capacidad tecnológica. De estas elecciones sale una nueva forma de hacer política y de ganar elecciones, unos sistemas organizativos y partidarios totalmente distintos, muy bien acoplados a los teléfonos móviles, a los blakcberrys, a los videojuegos y a la televisión por Internet, que desborda y supera a la televisión convencional.

El capítulo de la financiación de las campañas es especialmente trascendental. Obama ha superado todo lo que cabía imaginar. Ha sido la campaña de los mil millones de dólares (one billion dollar campaign), pero más del 60 por ciento lo ha recogido Obama. Él solo ha juntado más por la vía de las aportaciones populares de menos de 20 dólares que McCain con todas las suyas juntas. Según los especialistas, McCain ha hecho una muy buena campaña, bastante cara, dentro de los parámetros que se podía esperar. El problema es que Obama ha hecho una campaña todavía mejor.

Y dentro de lo mejor, la cuestión con más interés para el futuro es la utilización del enorme banco de datos fabricado durante los 21 meses transcurridos desde que lanzó candidatura. Tienen tanto valor porque en ellos están todos los que han aportado y participado de cien formas distintas, que muchos los consideran como la pieza clave y un instrumento organizativo de primer orden para el futuro del Partido Demócrata. En manos de Obama, por supuesto. Con este presidente y esta arma, que se cuiden las espaldas los congresistas.

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11 de noviembre de 2008
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Esperando a Obama

Convocan dos presidentes en precario. El más poderoso, porque se va el 20 de enero. Todo lo que le queda por hacer es evitar más errores, salir deportivamente. El más modesto porque su presidencia es más ornamental que efectiva: dura seis meses, hasta fin de año, y no tiene otro mandato que reunir a sus iguales para intentar alcanzar nebulosos y con frecuencia impracticables acuerdos. Pero lo que manda es el espectáculo y los guiones que sirven para organizarlo, las figuras de los actores del pasado a las que hay que imitar y emular. Ahora se trata nada menos que de refundar el capitalismo y de regresar sobre los pasos de la conferencia de Bretón Woods, la reunión organizada 1944 por los mismos países que estaban trabajando en la fundación de Naciones Unidas para poner orden a la economía y a las finanzas internacionales.

El papel de Francia no ofrece lugar a dudas. Se parece bastante a lo que ya ocurrió entonces, hace más de 60 años, cuando De Gaulle pugnaba desde su oficina londinense por conseguir que su país, ocupado por Alemania y más dedicado a la colaboración que a la resistencia, tuviera una silla entre los vencedores. Ahora, este biznieto político tan peculiar que se llama Nicolas Sarkozy quiere aprovechar de nuevo la oportunidad de la presidencia europea de turno para convertirse en el líder de Europa y resolver dos o tres problemas que tiene pendientes.

Francia tiene todo el interés en que se voz se oiga y su opinión cuente a la hora de introducir modificaciones en la arquitectura de las instituciones internacionales vinculadas con la economía. Tres grandes instituciones, como el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio están presididas por franceses, y hasta septiembre también lo estaba el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (Trichet, Strauss-Kahn, Lamy y Lamièrre, respectivamente). De otra parte, el capitalismo francés, con su marchamo colbertista, es el que se halla mejor adaptado a los nuevos aires intervencionistas que soplan desde que la crisis financiera: es una buena oportunidad para convalidarlo y legitimarlo.

Creo que fue el canciller alemán, Konrad Adenauer, quien dijo aquella maldad de que Francia viajaba siempre en primera con billete de segunda. España, en cambio, está acostumbrada a viajar siempre en tercera, aún habiendo pagado para viajar en segunda o incluso primera como es ahora el caso. Al final irá invitada por Francia en el vagón privilegiado. Había que estar y Zapatero lo ha conseguido. No sé si el precio pagado es demasiado alto. Sobre todo en imagen: por jugar con las cartas boca arriba. The Economist, que defiende la presencia española en la cumbre de Washington, no se olvida de pegarle una colleja a Zapatero. "Ha demostrado poco interés en el mundo exterior".

Está claro en todo caso que el Gobierno español ha jugado tarde y mal sus cartas diplomáticas para estar en una reunión de este tipo con un estatuto más claro y más destacado, en vez de invitado de favor de nuestro amable vecino. Probablemente todo esto viene de lejos. De anteriores apuestas erróneas, de falta de horizonte y perspectiva: como si la única carta a jugar fuera la unidad política europea.

Esta conferencia, en la que se utiliza la presidencia europea semestral para la convocatoria, es un paso más en la marginación de las instituciones europeas. Cuando Sarkozy deje la presidencia intentará seguir representando su papel de líder, esta vez porque es el presidente de Francia, con un asiento en el Consejo de Seguridad. No es la única paradoja flagrante de la convocatoria. Bretón Woods fue convocada por la superpotencia americana para organizar el mundo después de la victoria sobre el Eje. Esta conferencia del próximo sábado ha sido convocada por un presidente saliente políticamente derrotado, para arreglar los desperfectos desencadenados por su sistema financiero.

No es extraño el escepticismo que suscita. Lo más interesante de la convocatoria es que el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, mandará a colaboradores suyos a la conferencia, pero él no asistirá. El compromiso que pueda adquirir Bush es realmente débil y relativo. No hay dos presidentes de Estados Unidos a la vez, ha aclarado Obama y no se cansan de repetir los buenos conocedores de cómo funciona la transición.

No es inocente esa idea de Sarkozy de atar los cabos en cien días, lo que significa dentro del mes posterior a la toma de posesión del nuevo presidente norteamericano, mientras se está instalando, para intentar dejarle la pauta ya escrita. Todo al servicio de su protagonismo. Pero me temo que habrá que esperar a que sea Obama, el afroamericano que ha derrotado al bushismo, el victorioso de este envite, quien se ponga a la tarea. Para Zapatero, tan bueno como estar en el vagón de primera donde viaja Sarkozy son los diez minutos de conversación telefónica que ha mantenido con el nuevo presidente norteamericano. Lo mejor que puede hacer es cultivar con extraordinario cuidado esta nueva y beneficiosa amistad.

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9 de noviembre de 2008
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La dificultad de empezar

Lo más fácil es seguir, continuar, repetir. Para empezar hay que acabar antes con algo. Un nuevo comienzo, un nuevo día requiere ideas, proyectos y esfuerzos. Eso es lo que han decidido los ciudadanos norteamericanos con su voto del pasado martes. Una etapa cerrada: basta de Bush. Quizás más larga: basta con las ideas de Reagan. Y con dimensiones históricas: el sueño de Martin Luther King hecho realidad. Y otra abierta llena de incógnitas. No será muy distinta de lo que hemos conocido hasta ahora, dicen los agoreros, partidarios del eterno retorno. Los equipos de Obama se ocupan de lo contrario. Reagan habló de un nuevo comienzo, y lo consiguió. Obama tiene el mandato, la oportunidad, el impulso. Tiene también la inspiración, el temperamento, su imagen convertida en icono mundial.

Después de la euforia de la victoria, llega ahora la hora de arremangarse. Lo que Obama pueda hacer deberá hacerlo enseguida, en esos primeros cien días que marcan una presidencia. Pero los poco más de 70 días que le quedan hasta el 20 de enero son también importantes. Debe aprovecharlos para organizar los equipos y preparar una buena arrancada. Todo se lo juega en estos primeros meses, especialmente peligrosos en el escenario internacional. Buena parte de las grandes crisis se organizan en este periodo de cambio de líderes.

Así le sucedió a Kennedy con el desembarco de cubanos exilados apoyados por Estados Unidos en Bahía de Cochinos. La crisis de los rehenes americanos en Teherán marcó la transición de Carter a Reagan. Clinton se encontró con la intervención en Somalia decidida por su predecesor, George H.W. Bush. El fantasma de una crisis entre Irán e Israel ha merodeado durante todo este tiempo, pero de momento tenemos el anuncio de despliegue de misiles rusos en Kaliningrado, justo el día 5 de noviembre, como salva de bienvenida a Obama, que marca también algo evidente en todas las transiciones: es el momento idóneo para que los enemigos tomen ventaja del relativo vacío de poder.

De momento, ya tenemos respuesta a la pregunta insidiosa que lanzó Hillary Clinton acerca de quien descolgaría el teléfono a las tres de la madrugada en la Casa Blanca, ese teléfono de las malas noticias que requiere mucho juicio y nervios de acero. Será Rahm Emanuel, el jefe de gabinete designado de la nueva Casa Blanca de Barack Obama, equivalente en muchos aspectos al primer ministro. Emanuel es un tipo experimentado, que ya estuvo en la Casa Blanca de Clinton, donde negoció al Nafta; ha encabezado el grupo demócrata en el Congreso; y se le considera un duro, sin pelos en la lengua.

Habrá que seguir con atención esa transición americana, tan llena de dificultades y riesgos. El politólogo David Rothkopf asegura que "es como intentar cambiar de conductor en una autopista a altísima velocidad. Al menos hay un momento en que se presenta el máximo peligro cuando nadie tiene las manos asiendo firmemente el volante".

Pero no nos pongamos catastrofistas y regresemos para finalizar este texto a la alegría del momento. El cantante Will.i.am, autor del vídeo ‘Yes we can', ha hecho otra producción y otra canción inspirada, que interpretó en la fiesta electoral de Grant Park en Chicago y presentó en un programa con Oprah Winfrey, con el título de ‘A new day'. La CNN, para demostrar que novedad y tecnología siempre van juntas, le entrevistó la misma noche electoral pero a través de imagen holográfica. Estamos en un nuevo comienzo, estamos viendo cosas extraordinarias y veremos todavía muchas más. (Desde donde escribo no puedo colgar los enlaces con los dos vídeos: podéis buscarlos en youtube.com)

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8 de noviembre de 2008
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Un nuevo americanismo

Un nuevo americanismo empezará a cuajar en el mundo como consecuencia de la elección de Barack Husein Obama como 44 presidente de Estados Unidos. Si el americanismo surgido de la Guerra Fría tendía a identificarse con las derechas, esta nueva corriente de simpatía que se está levantando hacia Estados Unidos de América estará más amarrado a lo que se suele entender como izquierdas. Esta elección ha demostrado que este gran país americano y a la vez superpotencia se ha convertido en una sociedad multirracial y tolerante, en la que se ha cerrado de forma sobrada y explícita un largo capítulo de su historia, contradictorio con los ideales de su Declaración de Independencia, cuando las trece colonias se separaron de la Corona británica en nombre de la igualdad entre todos los seres humanos y del derecho a la felicidad. ¿Hace falta alguna prueba más de que este país ha superado la discriminación y el racismo? Hasta 1964 Estados Unidos permitía que los estados sudistas practicaran la segregación racial en sus escuelas, transportes públicos y en las relaciones sociales. Muchos son los dirigentes de los movimientos por los derechos civiles que lo sufrieron personalmente y contemplan ahora estupefactos e incrédulos el salto tremendo que ha efectuado su país, reinventado de nuevo y reconciliado con sus valores fundacionales.

Pero todo esto, en el fondo, no es nuevo. Se acabó hace tiempo. Si un candidato afro americano puede llegar a la Casa Blanca es porque la cuestión racial ha quedado ya superada como elemento de polarización social y política. No ha habido el llamado efecto Bradley, el político negro que perdió la elección por el voto oculto racista después de que todas las encuestas le dieran vencedor. Si Obama es el presidente electo es porque Estados Unidos era antes de esta elección una sociedad pos racial y razonablemente integradora. No es una batalla que haya ganado Obama con su candidatura y su victoria, al contrario, éstas son hijas de un cambio que ya se había producido.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_hermana_del_activista_por_los_derechos_civiles_martin_luther_king_se_emociona_al_escuchar_la_noticia_de_la_victoria_de_barack_obama_med.jpgEl cambio de Obama significa romper con las políticas de Bush, no lo el hecho de que un negro llegue a la Casa Blanca. Pero aún así, no es posible desnudar de significado este hecho. Los propios afro americanos son conscientes de ellos. Nunca había visto negros tan felices como esos días. Ni tan emocionados, entusiasmados, llorosos. Obama dice que no quiere ser un emblema ni un símbolo, sino un gobernante: acaban de conocerse sus primeros movimientos, todos muy bien jugados como corresponde a un político calculador y frío. Pero también es y será todavía más un símbolo. Su rostro está destinado a eclipsar la vieja iconografía izquierdista y revolucionaria hasta convertirse en el emblema de una herida histórica que ha quedado felizmente cerrada.

Cabe imaginar la reacción popular en los países de Asia, Africa y América donde se ha conocido también la discriminación racial, el apartheid colonial y la estigmatización de sus inmigrantes. Una poderosa arma en poder de los enemigos de Washington ha quedado inutilizada. Cada año Pekín da conocer un informe sobre derechos humanos en Estados Unidos, que es la respuesta simétrica al informe del Departamento de Estado sobre China. Pues bien, su argumento sobre el racismo americano perderá toda vigencia, inutilizado con la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Lo mejor para neutralizar todos los antiamericanismos, aunque sean impostados como en el caso chino, es que el cumplimiento de la promesa de la independencia se extienda también a la promesa fundacional en lo que se refiere a los derechos humanos. Y esto está ahora en las manos de la amplia mayoría demócrata en el Congreso y sobre todo en las manos de Obama. Si Estados Unidos corta por lo sano con las políticas lamentables de la actual Casa Blanca, en las que se ha perdido el alma y los valores en nombre de la eficacia contra el terrorismo, las bases para que el americanismo vaya prendiendo en el mundo serán suficientemente sólidas.

Perderán también fuerza, por falta de coartadas, los argumentos de sus enemigos, esos virtuosos de las simetrías, que convalidan a regímenes dictatoriales y genocidas gracias a los excesos y a los profundísimos errores de Bush. El equipo de Obama está preparando ya un gran viaje a varios países africanos, que puede adelantarse incluso al tradicional viaje a Europa que realiza el presidente recién elegido. Habrá que estar atentos a cómo las poblaciones africanas encajarán las reconvenciones a favor de la democracia y de los derechos humanos cuando salgan de la boca de un personaje con autoridad moral como Obama.

El antiamericanismo actual tiene su origen en la Guerra Fría. Dentro de Estados Unidos buscaba argumentos en la segregación y en la discriminación racial y en el exterior en la prepotencia y en los excesos de sus políticas imperiales. Ahora no hay Guerra Fría, no hay motivos para denunciar discriminación alguna con los afroamericanos y el nuevo presidente se propone liderar el mundo de forma más multilateralista y dialogante. La recepción que ha tenido la elección de Obama demuestra, además, que hay ganas de amistad con los norteamericanos, en todo el mundo.

El único gobernante que demostrado una hosca antipatía ha sido el presidente ruso, Dimitry Medvedev, que ha querido marcar el territorio al nuevo presidente el mismo día de la elección. El acto de intimidación que significa la amenaza de armar misiles en Kaliningrado va dirigido a debilitar al presidente electo de entrada, para que se vaya enterando de cómo las gasta Rusia. A todo el mundo interesa repudiar esta actitud porque a todos nos conviene que Barack Obama triunfe y tenga autoridad, entre otras razones para que pueda tener una actitud de gran exigencia en derechos humanos, libertades y democracia en todo el planeta.

Pero para llegar a esto antes Obama debe tomar un nutrido paquete de decisiones como desmantelar Guantánamo, prohibir la tortura y los secuestros, y someter todas las actuaciones extraordinarias por motivo del terrorismo a la acción normal del Congreso y de los tribunales. Y después, ya puede arremangase y empezar a pegar broncas a tantos dictadores amigos de Estados Unidos a los que nadie les había hasta cantado hasta ahora las cuarenta o se había hecho sin autoridad alguna.

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7 de noviembre de 2008
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El país donde todo es posible

Todo es posible, lo ha dicho Obama y se ha visto una vez más. Pero hay que hacerlo. Y la tarea que le espera al nuevo presidente es titánica. Se sentará ante una mesa infestada. Ahí están, para empezar, las dos guerras irresueltas, el billón de dólares de un déficit que crece como un cáncer o la crisis económica de caballo. No es fácil comprender la mentalidad que hay detrás de las frases de felicitación de Bush al nuevo presidente electo, justo cuando le va a pasar su legado tóxico: "Vas a comenzar uno de los mayores viajes de tu vida. Felicidades y disfrútalo". Para los poco más de 75 días en la Casa Blanca que le quedan, el pato cojo acaba de preparar un nuevo paquete de medidas que extienden nuevas hipotecas en derechos ciudadanos, medio ambiente y derecho al aborto. Bush ha asegurado que colaborará con su sucesor para asegurar una transición fluida. Pero el equipo de Obama tendrá sin duda muchas dificultades para consensuar con él las medidas urgentes que el país necesita para antes incluso de la toma de posesión el 20 de enero.

Obama ha demostrado ser un jefe de campaña tranquilo pero temible, de pulso firme y cabeza fría. Ahora debe superar un reto mayor y un aperitivo complicado. El reto, convertirse en un gran presidente a la medida del enorme caudal de dificultades que tiene ante sí. Pero el aperitivo es conseguir que la transición, esas 11 semanas endiabladas, no se conviertan en un lastre para su presidencia. Washington está lleno hoy de cesantes, a millares. Políticos y profesionales cuya actitud no será precisamente de simpatía con quien va a desalojarles de su despacho. Más son todavía los aspirantes a sustituirles. Muchos artículos de las revistas políticas y de las páginas de opinión de la prensa norteamericana pueden leerse estos días como cartas de presentación o de candidatura para recibir algún encargo. La entera Casa Blanca de Bill Clinton está en las listas. También los republicanos más moderados, que pueden aportar la dosis de transversalidad que le convienen a un presidente que quiere unir en vez de dividir, bipartidista en el lenguaje político washingtoniano.

La maniobra a la que hay que proceder en estas semanas es una difícil y costosa rectificación. No se puede conseguir de la noche a la mañana que el mayor transatlántico político y económico del mundo vire de rumbo y navegue en dirección contraria en cosa de días. Y en cambio la rapidez y la eficacia de la transición y de la instalación de la nueva Administración son cruciales. Obama no tiene tiempo que perder ni se puede permitir error alguno. En 1992, un inexperto e impulsivo Clinton perdió mucho tiempo y cometió un puñado de errores, lo que le llevó a pagarlo con la pérdida de la mayoría en el Congreso a los dos años. Obama no puede inhibirse de nada, ni siquiera de esa conferencia para reformar el capitalismo convocada para el 15 de noviembre, como hizo Rooseevelt en 1932, que rechazó todo contacto con su predecesor, Herbert Hoover, y esperó hasta la toma de posesión para empezar a dirigir los asuntos, a pesar de que el país se hallaba ya en la Gran Depresión.

Hay dos urgencias que sugieren una actuación consensuada, antes incluso de la inauguration del 20 de enero. Una es un paquete de estímulo a la economía, probablemente de ayudas directas a las familias, y el otro es un gesto altamente simbólico en el plano de los valores democráticos, como podría ser el cierre de Guantánamo. Ambas ideas tropiezan con serios obstáculos. El más importante es que Bush sigue siendo el presidente con un derecho de veto que va a ejercer sobre todo de forma defensiva para no lesionar más todavía su estropeada imagen.

Obama llega a la presidencia con un mandato más sólido y amplio que sus dos predecesores. Clinton obtuvo un 43% del voto popular y Bush hijo perdió frente a Al Gore en votos populares y fue el Supremo el que le dio los delegados de Florida que le faltaban aunque no había terminado la revisión del recuento. También es portador de un mensaje transversal muy fuerte, reforzado por el reconocimiento que está recibiendo desde el campo republicano como presidente de todos y encarnación del ascensor social, el sueño americano que lleva a un afroamericano a lo más alto. Va a tener un Congreso escorado a la izquierda, que le puede hacer la vida difícil, como les ha pasado a anteriores presidentes del mismo color.

Su capital de confianza es enorme, pero las fortunas políticas más grandes pueden ser dilapidadas en un abrir y cerrar de ojos. Cada paso será muy delicado a partir de ahora. Aunque tiene un derecho muy amplio a la gracia, se le observará con toda la atención y la propia realidad se encargará de tenderle todas las celadas. A efectos prácticos, ayer mismo empezó la presidencia de Obama, antes incluso de su entrada en la Casa Blanca. Es el país donde todo es posible, pero nadie regala nada y hay que ganárselo todo en el trabajo de cada día. Ésta será su piedra de toque.

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6 de noviembre de 2008
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¿Cómo ha llegado hasta aquí?

Cuando se lean estas líneas hasta aquí quizás ya significa la Casa Blanca. Con el recorrido que ha realizado en los últimos 21 meses, desde que anunció su candidatura, hasta el cierre de las urnas, basta y sobra para declararle vencedor del desafío que significaba bregar porque un ciudadano afroamericano se convirtiera en el 44º presidente de los Estados Unidos de América. Su campaña ya ha transformado a este país, que celebró ayer su día grande electoral convertido en una sociedad post racial, en la que el ascensor social funciona para todos los ciudadanos. También le ha transformado a él, quizás no personalmente, pero sí en su imagen pública y en su capacidad de sintonizar con la gente. Y, lo que es más interesante, su campaña ha obtenido unos resultados vencedores en todos los capítulos: participación, financiación, organización, uso de las nuevas tecnologías y sondeos. Lo único que le faltaba ayer era que el escrutinio de los votos populares le proporcionara los 270 delegados necesarios.

El candidato republicano, John McCain, alguna responsabilidad tiene en tantos éxitos y en uno en concreto: no ha querido hacer sangre con los vídeos subversivos del pastor negro Wright, el mentor espiritual de Obama de discurso antiamericano. También le ha facilitado las cosas con sus dos errores más garrafales (el nombramiento de la señora Palin y su reacción desordenada e impulsiva ante la crisis financiera). Pero el mérito fundamental es de Obama y de su equipo. Ha sido la mejor campaña de la historia y ha contado con un candidato inmejorable, todo rozando la perfección. No se han producido cambios de rumbo político en su orientación. Tampoco cambios de equipos, como les sucedió a Clinton y McCain. Ni filtraciones. La disciplina y el orden han reinado en una medida desconocida: el reparto de la piel del oso antes de cazarlo ha quedado proscrito.

De la campaña sale una experiencia que desborda al actual Partido Demócrata. La financiación pública de las campañas ya no será posible a partir de ahora. La recaudación por Internet se revela un mecanismo de participación y de organización que va más allá de una campaña. Aunque los medios tradicionales aman a Obama, han sido los nuevos los que le han dado la victoria: Internet, marketing viral, mensajes telefónicos, vídeos en YouTube, videojuegos. Obama ha movilizado masas, algo inhabitual en la política estadounidense, pero la movilización más intensa ha funcionado en el uso de los nuevos medios, en chats y redes sociales. Un nuevo partido, sí, pero también una nueva forma de hacer política, la propia además de una generación que se incorpora con fuerza y carácter propios.

Pero lo mejor de todo es el propio Obama, la fuerza de su personalidad, su oratoria, su carácter, ese temperamento de primera clase que le han elogiado incluso sus adversarios y un ego especial, transparente, que no vive con angustia su relación con el poder. Un anti Sarkozy, en suma, que sabe trabajar en equipo y dirigirse con naturalidad a los ciudadanos.

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5 de noviembre de 2008
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Azul Obama

Ha saltado la noticia, superado el punto crítico, alrededor de las once (cinco de la madrugada española). Estábamos en el club de prensa del National Press Building de Washington, junto a muchos colegas tomando cervezas ante las pantallas y con la prensa de papel europea con sus ediciones cerradas. Entonces saltó: Virginia para Obama. Las proyecciones ya están claras. McCain ya no puede alcanzar los 270 delegados. La presidencia es demócrata. Obama será el 44 presidente de Estados Unidos. Salgo corriendo a escribir y tropiezo con Ralph Nader que ha estado hasta el último minuto buscando un atisbo de notoriedad y con una periodista que llora a moco tendido. Gritos de alegría, aplausos, entusiasmo desbordado. La emoción es más intensa en los rostros de color.

McCain ha sido el primero en salir a admitir la victoria desde Fénix (Arizona). Ha dado un ejemplo sensacional de ciudadanía y de elegancia política. Muy por encima de quienes le han condicionado desde su propio partido y desde los medios de comunicación. El ha sido el primero esta noche en reconocer la importancia histórica de esta elección para los afroamericanos. La elección de Barack Obama es una demostración de fe en su país y en sus instituciones democráticas, de su capacidad para cambiar y para erigirse de nuevo en ejemplo para el mundo. Que McCain sea de los primeros en subrayar el especial significado de esta elección es una de mostración más del carácter transformador de esta campaña y de esta elección. Este gran país que es América (dejadme designar a Estados Unidos como ellos se designan a sí mismos) es un país mejor después de esta noche de victoria demócrata y, sobre todo, después de la definitiva superación de una herida histórica y fundacional.

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5 de noviembre de 2008
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Intensamente azul

Caen piezas decisivas y faltan sólo faltan 70 delegados. Sin Ohio, ningún presidente republicano llega a la Casa Blanca, según observación o adagio comúnmente aceptados por los politólogos nortamericanos. New Mexico pertenece a los estados del tercer huso horario, que pertenecían en el pasado al republicanismo. De momento ambos son azules: veremos si también caen Nevada y Colorado. Obama tiene ya 206 y McCain 89. Está todavía lejos el objetivo de los 270 pero quien se acerca a velocidad de crucero es Obama. La noche sigue como la campaña: es una línea recta, constante, sin quiebros ni retrocesos. Así ha funcionado la campaña de Obama, así ha funcionado él mismo y así parece ser la votación y el recuento. Ahora sólo es cuestión de esperar el punto crítico en que el vaso de la mayoría de los delegados quede lleno. Luego ya llegará el momento de hilar más fino, en función de los votos populares de uno y otro, la amplitud de la mayoría parlamentaria, el mandato presidencial que queda deducir, y, mirando todavía más lejos, cómo quedan ambos partidos. El final de la noche se acerca y sigue siendo intensamente azul.

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5 de noviembre de 2008
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El Boomeran(g)
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