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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Olé

Fantástica fiesta política, con toda la artillería pesada en acción. España, nada menos que España, se juega su futuro. ¿Qué será de los españoles sin toros en la barcelonesa Monumental? ¿Qué será de los taurinos catalanes, abundantes todavía, obligados a viajar al ?extranjero?, a Francia y a España, para gozar del espectáculo taurino? ¿No recurrirá alguien al Tribunal Constitucional para impedirlo?

No es menor el ruido y la furia de los taurófobos. También la Cataluña soberana que algunos de ellos sueñan se juega mucho en este envite. ¿Será verdad que con toros y toreros se hace imposible avanzar hacia la independencia? ¿Qué van a hacer con el bou embolat y els bous a mar de las tierras más meridionales, con la cargolera de Cardona y con la indudable taurofilia catalana de toda la vida? El festival argumentativo es fantástico, y lleno de increíbles efectos pirotécnicos como en un castillo de fuegos artificiales. Están en juego las libertades individuales y los derechos de las minorías, nada más y nada menos. Al contrario, lo que está en juego es la dignidad ciudadana y la extensión de los derechos humanos a los animales, toma ya. Zapaterismo del bueno, diría alguien. Yo confieso que no tengo criterio claro respecto a la prohibición. De los toros sólo me gusta la carne y muy de vez en cuando. La fiesta me parece un horror, qué quieren que les diga, y no me sonroja confesarlo. Pero no trago ni uno sólo de los argumentos del antitaurinismo catalanista. Ni del taurinismo españolista. Me caen bien, en cambio, los que gustan de la fiesta y la defienden con pasión, aunque tengan muy pocas razones y no pueda acompañarles ni a la plaza ni a las manifestaciones y manifiestos. Pero lo que más me gusta del asunto es que los parlamentarios catalanes se vean obligados, gracias a una iniciativa popular, a discutir sobre el futuro de las corridas en Cataluña. ¿O acaso no tienen sus señorías derecho, e incluso en este caso obligación, a debatir sobre el asunto? En el fondo es meramente una cuestión de democracia, lo único que hay en común entre este debate y el anterior sarao político catalán, el de las célebres consultas populares. ¡Olé¡



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La mirada hemipléjica

Sobre el siglo XX se extiende todavía una mirada hemipléjica. Sabemos todo del nazismo. Millares de libros y películas han conseguido desbrozar hasta el último detalle del Holocausto. Los campos de exterminio son lugares de la memoria conocidos por todos los europeos. Los grandes temas de la historia de los totalitarismos fascistas se han incorporado a la iconografía y al catálogo de ideas recibidas de la cultura popular. No ocurre lo mismo con el otro imperio totalitario que dominó en el Este europeo durante un periodo mucho más largo que el nazismo, ni con su rastro millonario de víctimas, en buena parte todavía pendientes de recuento y reconocimiento. Al contrario, todavía hoy en Rusia se pretende mantener una memoria simpática de Stalin que minimiza sus fechorías. La salvación histórica de aquel monstruoso dictador forma parte, incluso, del putinismo hoy en el poder; algo perfectamente coherente con el papel de los servicios secretos soviéticos en la construcción de la Rusia actual, como vivero de la burguesía de Estado que controla la economía privada y la Administración pública.

La concesión del Premio Sájarov a Memorial es todo un gesto contra la mirada hemipléjica. No es una novedad: el primer galardón en 1988 fue para el surafricano Nelson Mandela y para el ucranio Anatoli Marchenko, este último el único premiado a título póstumo, pues murió en prisión, en 1986 y bajo Gorbachov, como resultado de una huelga de hambre a favor de la liberación de los prisioneros políticos; y más recientemente, en 2002, lo recibió el disidente cubano Oswaldo Payá. Tampoco es novedad la virtud de su inoportunidad política. Ya lo fue premiar a Hu Jia, prisionero y disidente chino, el pasado año, algo que molestó sobremanera al régimen de Pekín. Y ahora, en el momento mismo en que Washington reinicia sus lazos con Moscú y se multiplican las zalamerías europeas con quienes tienen la mano en los grifos de nuestra energía, los parlamentarios europeos salen con esta pata de banco. La iniciativa del Parlamento Europeo va a contracorriente y no atiende a los requerimientos de la diplomacia europea ni al realismo político al uso.Memorial es todo lo contrario del KGB, el nombre más conocido de la policía política soviética. Tiene unos principios que son el reverso de los servicios secretos de donde salió Putin: el respeto incondicional de los derechos humanos, la vida y la libertad de las personas; y su concepción de la historia como un conjunto indisoluble que forman presente, pasado y futuro. La imbricación entre la mirada sobre el pasado y la vigilancia sobre el presente tiene todo el sentido para esta organización militante. Es una de las cosas que la diferencian de otras asociaciones similares de otros países. Pero no la única: Memorial suma a ciudadanos de todas las ideologías; y no actúa en un solo país, Rusia, sino sobre un territorio internacional. Además, el periodo de tiempo que le interesa es extenso y remoto, sin atender a prescripciones ni puntos finales. La hambruna de Ucrania <i>(Holodomor)</i> se remonta a 1932. Las primeras matanzas y campos como los que formaron luego el Gulag pertenecen a los primeros años de la revolución soviética y de la guerra civil rusa.¿Cabe imaginar una vigilancia sobre el presente ruso que extienda una amnistía sobre el tenebroso pasado soviético? ¿O una visión sobre el pasado que desatienda el actual estado de los derechos humanos? No puede esconderse la continuidad entre aquel pasado y este presente. El pasado ruso, en buena parte oculto bajo los mitos antifascistas, es también el pasado de Europa. Al igual que el anticomunismo sirvió en la posguerra mundial para ocultar crímenes fascistas, ahora desde Moscú se intenta que la mitología antifascista sirva para frenar la labor de la memoria sobre el pasado estalinista.La labor de Memorial es de trascendencia europea. Las relaciones entre Rusia y la UE también dependen de que el éxito acompañe su labor admirable. Una estrecha asociación con el gran país europeo que es Rusia, del tipo que sea, sólo será posible desde una asunción del pasado estalinista por parte de todos los europeos como la que se ha producido respecto al nazismo. La plena unificación europea es también una labor de unificación de la memoria, algo que no puede conseguirse si no se desacoplan las ideologías contrapuestas que justifican el olvido de uno de los dos totalitarismos a través del conocimiento exhaustivo del otro.Nada se puede construir sobre el desprecio y el olvido. La primera UE se fundamentó en la reconciliación franco-alemana y tuvo en la memoria de los fascismos su piedra de toque. La actual, con sus socios del antiguo bloque soviético, no culminará su unidad mientras persista esa mirada hemipléjica que impide iluminar los agujeros negros de la memoria del comunismo con la misma intensidad con que se ha hecho con el nazismo.



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17 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Noticias falsas

Quien vive su vida como una guerra y su profesión como una milicia está condenado a sufrir muchos de los percances propios de la guerra de los que son víctimas sus protagonistas. En la guerra todas las noticias son falsas, porque todas sirven como material bélico, según las enseñanzas más clásicas de los manuales al uso. Pero la guerra es también el abono que hace crecer historias y leyendas increíbles, fruto sobre todo del miedo y de la inseguridad sicológica de los combatientes. No hay guerra en la que el enemigo no vea amplificada su maldad y su poder por parte de quienes deben combatirlo. Ni hay guerra en la que las atrocidades del adversario no sean también pasto de la leyenda.

No vienen al caso estas reflexiones por ninguna guerra en concreto, sino por nuestras guerras metafóricas, esas guerras políticas y periodísticas de nuestros días, en las que algunos quieren verse a veces como héroes o como caídos en combate en manos de un oscuro y cruel enemigo que se abate sin piedad y a traición sobre sus víctimas. Y la percha, como decimos en el oficio, la he encontrado en el hallazgo de un libro extraviado en mis estanterías en el que se pueden leer muchas claves de estas cosas ciertamente extrañas que suelen pasarnos. Se trata de las ?Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra?, escritas por Marc Bloch en 1921 a partir de sus experiencias de la de 1914-1918, de las que entresaco y traduzco algunas de las frases que subrayé en su día. ?La obra crítica no lo es todo para el historiador. El error no es para él únicamente un cuerpo extraño que se esfuerza por eliminar de toda la precisión de sus instrumentos; lo considera también como un objeto de estudio sobre el que se vuelca cuando se esfuerza por comprender el encadenamiento de las acciones humanas. Los falsos relatos han levantado a las masas. Las falsas noticias, en toda la multiplicidad de sus formas ?simples historietas, imposturas, leyendas-- han llenado la vida de la humanidad?. ?[Las falsas historias] nacen con frecuencia de observaciones individuales inexactas o de testimonios imperfectos, pero este accidente original no es el todo; en realidad, por sí sólo no explica nada. El error no se propaga, ni se amplifica ni vive si no se cumple una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande el caldo de cultivo favorable. En ella los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones fuertes. Sólo (?) los grandes sentimientos colectivos tienen el poder de transformar una mala percepción en una leyenda?. ?A veces, sin duda, sucede que un rumor que corre por el país o dentro de cierto grupo social es reproducido con toda ingenuidad por un periodista; sería muy naïf rechazar a los reporteros toda inocencia. Pero lo más frecuente es que la falsa noticia sea simplemente un objeto fabricado; se ha forjado de la mano de un artesano con un objetivo muy concreto: para actuar sobre la opinión, para seguir una consigna; o simplemente para adornar la narración, de acuerdo con esos curiosos preceptos literarios que se imponen tan evidentemente a los más modestos publicistas y arrastran tantos recuerdos de las viejas retóricas; Cicerón y Quintiliano tienen en las salas de redacción más discípulos de lo que se cree normalmente?. ?Se cree con frecuencia lo que se tiene necesidad de creer. Una leyenda que ha inspirado acciones de gran resonancia y sobre todo acciones crueles es casi indestructible.? ?Una falsa noticia nace siempre de representaciones colectivas preexistentes a su nacimiento; sólo es fortuita en apariencia, o más precisamente, lo único fortuito es el incidente inicial, sea el que sea, que desencadena el trabajo de las imaginaciones; pero esta activación sólo se produce porque las imaginaciones están ya preparadas y fermentando en silencio. (?) Si osara utilizar un término al que los sociólogos han dado con frecuencia un valor para mi gusto demasiado metafísico, pero que se acomoda y en todo caso está lleno de sentido, diría que la falsa noticia es el espejo en el que la ?conciencia colectiva? contempla sus propios rasgos?. Bloch cita finalmente el aforismo de un humorista sobre cómo hay que leer las noticias de las guerras, sobre todo desde el frente: ?Prevalecía en las trincheras la opinión de que todo podía ser verdad a excepción de lo que estaba permitido imprimir?. (El texto se puede encontrar en varias ediciones de las obras de Bloch, como la publicada por Gallimard en su colección Quarto ('L'Histoire, la Guerre, la Résistance', 2006), pero el que yo he utilizado es el publicado por Editions Allia ('Reflexions d'un historien sur les fausses nouvelles de la guerre', 1999). No conozco ni he encontrado en Google referencia a edición alguna en castellano de este texto. Ahí está el enlace con la web oficial sobre Marc Bloch).



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16 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Atentado en Milán

¿Por qué me odian tanto? Ésta es la pregunta que se hace a sí mismo el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi. Quizás la respuesta la dio él mismo antes incluso de formularla y pudo leerse en su rostro ensangrentado y tumefacto por la salvaje agresión perpetrada por un aparentemente perturbado mental. Después de recibir el golpe, lejos de arredrarse o refugiarse en su coche, el primer ministro italiano se incorporó y buscó con la mirada al agresor con la evidente intención de devolverle el golpe. A Berlusconi ni siquiera le entra en la cabeza que la gente rechace sus pretensiones, se oponga a sus órdenes o pretenda cerrarle el paso en la adaptación del Estado y del derecho a sus conveniencias. ¿Cómo puede ocurrírsele que alguien ose y sobre todo pueda llegar a agredirle físicamente?

La eventualidad de una agresión o incluso de un magnicidio es algo que rodea permanentemente la vida política. Recordemos el asesinato de Olof Palme cuando su país no había entrado en la paranoia de la seguridad en la que obligadamente todos estamos. De ahí que no sea un acontecimiento excepcional, por más que sea absolutamente condenable, que el primer ministro sea agredido con tanta saña por parte de alguien con la mente perturbada, probablemente calentado, es verdad, por el ambiente irrespirable que se vive en Italia. Lo que es excepcional es su reacción, y lo que constituye un peligro es que ahora pretenda cargar las responsabilidades sobre quienes le han venido criticando o quienes intentan evitar que culmine sus fechorías legales para blindarse de nuevo ante los tribunales después que el tribunal constitucional levantara la inmunidad que se había otorgado a sí mismo. Hay que buscar, pues, las respuestas en esas imágenes que ya han dado la vuelta al mundo. En el rostro sangrante de Berlusconi, con más expresión de rabia que de sufrimiento, se refleja la sorpresa de una fragilidad súbita, más dolorosa probablemente que el propio golpe, al igual que se desvela una senilidad inmisericorde que la violencia descubre detrás de la máscara y de la cirujía. Ese hombre que se cree todopoderoso, capaz de comprar todas las voluntades, cambiar todas las leyes, rejuvenecer su imagen y su cuerpo, proporcionarse todos los gustos y placeres, y rodearse de todos los sistemas de seguridad y de cuantos guardaespaldas haga falta, tiene luego muchas dificultades para comprender una cosa tan sencilla como que su vida es tan ligera, insegura y frágil como la de todos los demás mortales. Por eso lo que nos sorprende y no hemos visto en otros personajes en el momento de ser agredidos es cómo asoma en su rostro lacerado la ira de quien se ha creído un dios y la sorpresa de comprobar que está hecho de la misma carne que el resto de sus compatriotas.



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15 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Consultas populares

La democracia es deliberación y participación. Nada que objetar a quienes impulsan consultas populares sin ayuda de las instituciones ni de los partidos parlamentarios. Todo lo que impulse a los ciudadanos a debatir y a participar en las decisiones merece la aprobación e incluso el apoyo de los poderes públicos. Las iniciativas que impulsan la consulta de los ciudadanos sobre las cuestiones públicas que les afectan o sobre la organización y el futuro de la comunidad política, la polis, son muestra de vitalidad democrática; al igual que lo contrario, la aceptación pasiva de un funcionamiento mecánico y burocrático de las instituciones democráticas, es el síntoma pésimo de un sistema político en vía muerta.

Este no el problema, sea cual sea el contenido de las consultas. Iniciativas así, como la que celebraron ayer 166 municipios de Cataluña para definirse sobre la independencia respecto de España, merecen todo el respeto, como lo merecen los ciudadanos que desean expresar sus puntos de vista y especialmente cuando se trata de la primera ocasión en que pueden pronunciarse sobre una cuestión que consideran trascendental para su futuro y el futuro de su país. La dificultad llega a la hora de evaluar el precio y las consecuencias. No hay iniciativa política sin precio ni consecuencias, eso es evidente, aunque a veces algunos crean que se puede hacer cualquier cosa gratis. Especialmente cuando estas iniciativas que surgen de forma optativa se producen en mitad de una crisis económica, con una pérdida de puestos de trabajo que será en muchos sectores irreversible, de forma que se da pie a una sensación de un cierto irrealismo y de un fuerte divorcio entre las dificultades y problemas cotidianos de la gente y las propuestas políticas un tanto quiméricas y lejanas del soberanismo. Yo no sé muy bien si los dirigentes políticos nacionalistas, principalmente los de Convergència i Unió y de Esquerra Republicana de Catalunya realizaron un cálculo bien ajustado sobre las consecuencias de su apoyo sin matices a la consulta de ayer sobre la independencia, impulsada desde una plataforma a su vez independiente de los partidos. Ambas formaciones nacionalistas se situaron a rebufo de las consultas, probablemente por una mera cuestión de disputa de un importante espacio electoral. Pero una vez implicados, su compromiso puede depararles nuevas dificultades: no es fácil simultanear tareas de gobierno y de oposición, como hace ERC, o en cierta forma CiU, que apoyó el Estatut y ahora está en una iniciativa que lo erosiona. La dificultad surge sobre todo cuando se observa el nivel de participación, muy por debajo de cualquier otra consulta o elección en los últimos años, a pesar de la incorporación de los jóvenes a partir de 16 años y de los inmigrantes censados en los municipios donde se han celebrado las consultas. Y teniendo en cuenta, además, que se ha celebrado en municipios propicios, por su tamaño y por el enraizamiento del nacionalismo. Sobre todo si se piensa la lectura que se hará desde determinadas instancias políticas, donde se había denunciado como una peligrosa iniciativa ilegal que podía pone en peligro la estabilidad de España. Los resultados son buenos esencialmente para sus convocantes iniciales, militantes por la independencia de Cataluña que nada esperan del actual Estatuto ni del gobierno tripartito. Pero son malos para todos los otros, incluidos los socialistas, pues demuestran la limitada capacidad de movilización del independentismo y refuerzan la teoría, más que discutible, de que una sentencia negativa sobre el Estatuto será encajada sin muchos problemas por la sociedad catalana. Sólo el PP y Ciutadans, entre los partidos parlamentarios, pueden regocijarse seriamente por el desarrollo de la jornada. Mucho me temo que sería mejor que de momento se aplazara la idea de realizar la consulta en Barcelona el 25 de abril.



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14 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La necesidad de la fuerza

De nuevo Obama se ha mostrado a la altura del desafío. El reto de Oslo era de los más difíciles: aceptar el premio Nobel de la Paz como comandante en jefe de un país en guerra abierta en dos conflictos; recibirlo además sabiéndose poseedor de más promesas que merecimientos (?mis logros son escasos?). Y el presidente norteamericano lo ha abordado por lo derecho, agarrando la contradicción por sus propios extremos: bajo la advocación del pacifismo de Gandhi, Mandela y Luther King, ha defendido la idea de guerra justa y ha argumentado sobre la necesidad del uso legítimo de la fuerza en determinadas circunstancias. El discurso de Oslo es todo lo contrario del buenismo progre y del apaciguamiento de blandos y moderados que las caricaturas de matriz conservadora lanzan tradicionalmente sobre la izquierda, y naturalmente sobre el propio Obama.

Humillado y agradecido. Sin parangón en sus comienzos presidenciales con quienes lo han recibido con merecimiento --Schweitzer, King, George Marshall y Mandela, en la enumeración de Obama. Ni con quienes lo han recibido pero tienen muchos más merecimientos: ?hombres y mujeres en todo el mundo que han sido encarcelados y apaleados en su combate por la justicia; quienes trabajan en organizaciones humanitarias para aliviar el sufrimiento; los desconocidos actos de valentía y de compasión de millones capaces de impresionar a los más duros cínicos?. Las condiciones para la guerra justa son muy claras: último recurso para la defensa propia; uso proporcional de la fuerza; máximo ahorro de víctimas inocentes. No lo es la de la Irak, pero lo son la del Golfo librada por Bush padre contra Sadam Hussein y la de Afganistán. Pero este político realista, con los pies tan bien asentados en tierra y la cabeza tan clara, no se llama a engaño: ?este concepto de guerra justa rara vez ha sido observado?. ¿Y entonces? Desgarrado entre el idealismo y el realismo, Obama defendió en Oslo el uso de la fuerza, incluso unilateral, para defender a su país en caso de ataque (?como cualquier otro jefe de Estado?, aclaró); y para prevenir las matanzas de civiles por parte de su propio gobierno o frenar una guerra civil. Pero no de cualquier forma, sino bajo el estricto cumplimiento de las reglas legales de la guerra justa: ?Por eso prohibí la tortura. Por eso ordené el cierre de Guantánamo. Por eso he reafirmado el compromiso norteamericano con las convenciones de Ginebra?. Nunca desde la Casa Blanca se había trazado una línea de tiza tan nítida entre la guerra y la paz como ha hecho Obama. Junto a la guerra justa, el nuevo americanismo. Obama no ha terminado todavía la rectificación de la anterior presidencia, en la que se incumplieron todas las exigencias de ayer. Le quedan muchos flecos y resistencias, algunas sonrojantes. Pero sí ha empezado otra rectificación respecto a la imagen y a la interpretación de la historia de Estados Unidos como superpotencia. En ella hay sobre todo una proyección de su idea de los valores fundacionales y de su proyección en el mundo: ?Estados Unidos nunca ha entablado una guerra contra una democracia y sus amigos más próximos son los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos?. Pero no sólo, pues EE UU ha sido también un factor de seguridad global durante 60 años al precio de la sangre de sus ciudadanos y gracias a la fuerza de las armas. El discurso se debía a la paz, motivo del Premio; pero versó en buena parte sobre la guerra. De la paz aseguró que no basta con desearla: requiere responsabilidad y sacrificio. Quiso también especificar las condiciones para que sea justa. Sabemos muy bien que hay una paz que no lo es y que contiene la semilla de la guerra. Tres condiciones exigió para esa paz justa. Debe ser, en primer lugar, una paz que respete las leyes internacionales y sancione a quienes no lo hacen: Obama cito en este punto, con el ojo de la mirilla sobre Irán y Corea del Norte, su idea de desarme nuclear; ?pieza central de mi política exterior?, aseguró. En segundo lugar, la justa paz no es meramente la ausencia de conflicto, sino que debe basarse en los derechos y la dignidad de cada individuo?. Y en tercer lugar, no basta con los derechos civiles y políticos; no hay paz justa sin seguridad económica e igualdad de oportunidades para todos. En el fondo, aunque muy claro y profundo, también bastante abstracto y teórico y con escasos engarces con las guerras y los procesos de paz concretos. No hubo en el discurso de Oslo mención alguna a esa negociación entre israelíes y palestinos que parece escapársele, uno de los retos más serios de su presidencia, que redujo a una referencia neutra y de pasada: ?Vemos cómo en Oriente Próximo se endurece el conflicto entre árabes y judíos?. Pudo entenderse que algo tenía que ver su referencia más genérica a la relación entre guerra y religión: ?Ninguna Guerra Santa puede ser una guerra justa?. Pero está claro que el nuevo premio Nobel quiso ceñirse a su estricto papel de galardonado sin aprovechar el lugar y el momento para realizar el más mínimo gesto que pudiera interpretarse como un mensaje a israelíes o palestinos. Si acaso, los únicos que pudieron sentirse aludidos fueron Teherán y Pyongyang. (Enlace con el texto del discurso).



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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El nido del populismo

El primer lance de las justas electorales francesas de 2010, unas elecciones regionales en las que mucho se juegan tanto la mayoría como la oposición, corre a cuenta de la identidad nacional. Peligrosa elección, cuyo responsable es, por supuesto, quien lleva constantemente la iniciativa política en Francia: el presidente de la República, ese hiperactivo Nicolas Sarkozy, al que espolean los pésimos sondeos que le sitúan en lo más bajo de su presidencia (desaprobado por el 61% de los franceses en el sondeo de IFOP que se publica hoy). En caso de duda y de impopularidad, Sarkozy ha sabido siempre qué hacer: buscar un buen charco, que salpique a todos, en el que naufraguen sus adversarios y que le permita sobresalir como el más gallardo. La poza elegida para su exhibición de bravura y buena fortuna es el debate sobre la identidad francesa, lanzado hace apenas un mes y reavivado ahora por el referéndum suizo que ha prohibido la construcción de alminares en territorio de la Confederación.

Llevan razón quienes no ven novedad alguna en este debate, inscrito ya en la campaña presidencial de Sarkozy. Hasta tal punto que no es ocioso recordar los títulos que exhibe su ministro Éric Besson, un tránsfuga socialista de profundas convicciones jacobinas al que enroló como titular "de la inmigración, la integración, la identidad nacional y el desarrollo solidario", endiablado tutti fruti del que nada bueno puede salir. La novedad está en la recrudescencia del debate, en el ímpetu renovado que ha llevado al presidente francés a definirse con vehemencia sobre el referéndum suizo en un artículo publicado en Le Monde, y en el pavor al desbordamiento que ha prendido en las filas de la mayoría presidencial, donde se observa cómo la cuestión ya no es la identidad sino directamente el islam, los inmigrantes y aquel mito de una Eurabia musulmana con el que la desaparecida Oriana Fallaci asustaba a los italianos. A Sarkozy le preocupa más y le suscita más animadversión el rechazo al referéndum suizo que la iniciativa xenófoba e islamófoba que ha llevado al rechazo a los alminares. Al igual que en la campaña presidencial, en la que fustigó a la generación de mayo de 1968 como culpable de todos los males de la modernidad, ahora se trata de atizar al progre antes de que píe para culpabilizarle de la ola de islamofobia que nos invade. Su pecado es "la desconfianza visceral a todo lo que viene del pueblo". Con esta actitud, Sarkozy defiende lo suyo, no en vano es el único presidente europeo elegido por sufragio universal directo. Para el presidente francés, "este desprecio del pueblo siempre termina mal", dando así la culpa de lo que pueda suceder no a quienes promuevan esos males sino a las Casandras que los profeticen y condenen de antemano. Va más lejos así que los propios responsables suizos, como la ministra de Exteriores, Micheline Calmy-Rey, abrumada por los resultados, que ha reconocido el error de cálculo que llevó a subestimar "las preocupaciones legítimas de los ciudadanos" pero no duda en señalar que la iniciativa de la consulta corresponde a "una amalgama sistemática entre islam y violencia, sumisión femenina y discriminación". El hueco en el que Sarkozy viene poniendo los huevos de su peculiar populismo es la fosa cada vez más profunda que se ha abierto en los últimos 20 años entre las élites políticas europeas y los ciudadanos. La Confederación Helvética, sin estar en la Unión Europea como Italia, rivaliza con su vecina en cuanto a los avances corrosivos de la antipolítica. En 1992, apenas tres años después de la caída del Muro, el consejo federal suizo quería pedir el ingreso en la UE, pero en diciembre del mismo año los suizos rechazaron en referéndum el ingreso en su antesala económica, el EEE (Espacio Económico Europeo). Ocho años más tarde aprobaron en referéndum siete acuerdos bilaterales con la UE equivalentes al EEE, pero en 2001, un año después, rechazaron por abrumadora mayoría de un 77,5% el ingreso en la Unión. La UE jamás hubiera llegado a su desarrollo actual si todos y cada uno de los miembros se hubieran visto obligados como Suiza a celebrar consultas populares para cada paso (Francia, Irlanda y Holanda lo han demostrado con la Constitución y con Lisboa). Pero no importa, porque justo en el momento en que la Unión Europea más se parece a Suiza por su irrelevancia y su falta de vocación internacionales, Suiza es quien marca la pauta para el comportamiento de la UE frente a la inmigración, por encima de lo que diga el Tratado de Lisboa y su Carta de Derechos Fundamentales en vigencia desde este 1 de diciembre. Lo que Reino Unido ha hecho con la UE -deshilacharla políticamente a base de ampliarla como espacio comercial-, lo está haciendo ahora Suiza respecto a la identidad y a la religión, que empujan por sustituir a la ciudadanía y al derecho como bases de la vida política en común.



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10 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El pañuelo de Herta Müller

¿Cuántas madres preguntaban por el pañuelo cuando el niño salía de casa? Esa vieja y minúscula prenda, en creciente desuso, encierra todo un mundo. A los pequeños se nos enseñaba a salir de casa por la mañana con el pañuelo limpio en el bolsillo, minúscula ayuda ante una herida, la suciedad, el resfriado, el sudor o el dolor y sus lágrimas; y también prevención educada y signo de la digna prestancia con que íbamos a enfrentarnos con los avatares de una jornada agitada y de un mundo feroz. Apenas nadie lo usa ahora, y quien lo hace recibe la recomendación de que lo abandone por parte de las autoridades sanitarias, en prevención de la gripe A, y se sume así a la cultura común del pedazo de celulosa, al parecer más higiénico que aquel pequeño trozo de lienzo de nuestra infancia. Herta Müller, la premio Nobel de este año, ha recurrido al viejo y querido pañuelo para evocar en su discurso previo a la entrega del galardón el valor de las palabras y la dignidad de las personas que defienden su libertad ante la dictadura.

Todo lo que contó la escritora el martes en Estocolmo, en su discurso previo a la entrega del Premio de 2009, sale de su experiencia biográfica, de mujer que nació y creció en la región germanófona del Banato, en la Rumania dictatorial de Ceaucescu. Fue la necesidad de expresarse libremente y de reivindicar el derecho a hacerlo lo que la llevó a militar contra el régimen en el grupo de intelectuales de habla alemana Aktionsgruppe Banat. En su discurso narra las visitas a su despacho de un policía secreta, que pretende convertirla en confidente del régimen: ??y entonces llegó la horrible palabra: colabore. (?) Me dirigí a la ventana, por la que miré hacia la polvorienta calle. No estaba asfaltada, baches y casas gibosas. Y esa calleja ruinosa se llamaba, encima, Strada Gloriei: calle de la gloria. En la calle de la gloria había un gato trepado en la morera desnuda. Era el gato de la fábrica y tenía una oreja desgarrada. Encima de él brillaba el sol matinal como un tambor amarillo. Dije: 'N-am caracterul'. No tengo este carácter. Se lo dije a la calle, fuera. La palabra ?carácter? puso histérico al hombre del Servicio Secreto.? Antes de echarla de la fábrica donde trabajaba de traductora, fue objeto de un feroz acoso laboral. La echaron de su despacho y se vio obligada a trabajar sentada en un peldaño de la escalera. Con sus diccionarios a cuestas, así lo hizo: sobre su pañuelo, de nuevo una ínfima referencia blanca en aquel mundo oscuro. El pañuelo regresa una y otra vez, en detalles insignificantes. La foto de los restos de su tío, un nazi muerto en la guerra, es también la de un pañuelo con unos restos humanos: ?En el pañuelo blanco había un nazi muerto, en su memoria, un hijo vivo?. Regresa también en el recuerdo del acordeón que heredó del difunto, con los tirantes demasiado grandes, pues era un pañuelo lo que utilizaba el maestro para atarle el instrumento a a la espalda. En la nariz sangrante de su amigo disidente, deportado a Rusia, donde una madre le da un pañuelo para la hemorragia. El día en que detienen a su madre, y ésta se vuelve y le pregunta a su hija como en los días de la infancia: ¿Tienes un pañuelo? Ese pedazo de tela de la escritora rumana deviene así la pequeña e íntima bandera de las víctimas de las dictaduras y de los totalitarismos del siglo XX. El símbolo de su dolor y de sus sufrimientos. Así termina el discurso de Estocolmo de Herta Müller: ?Me gustaría poder decir una frase para todos aquellos que, en las dictaduras, todos los días, hasta hoy, son despojados de su dignidad, aunque sea una frase con la palabra pañuelo, aunque sea la pregunta: ¿Tenéis un pañuelo? Puede ser que, desde siempre, la pregunta por el pañuelo no se refiera en absoluto al pañuelo, sino a la extrema soledad del ser humano?. El siglo XXI es la época del 'kleenex', del pedazo de papel desechable. No hay duda de que la dignidad de los seres humanos está más defendida que en la época en que dos totalitarismos pusieron la máquina de matar en marcha e intentaron apoderarse del mundo. Pero hay una futilidad en nuestra época, que lleva a añorar aquellos blancos pañuelos, planchados y doblados en cuatro, en los que se ordenaba el amor y el cuidado de la madre por su hija, de unos por otros. (Enlaces: con el discurso de Herta Müller, con la traducción castellana.)



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9 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Viva Aminetu Haidar

En esta batalla a muerte entre una mujer sola y la monarquía alauita ya hay un perdedor. Puede haber más, pero ya hay uno y bien claro. Marruecos ha cometido un terrible error de cálculo, de consecuencias que todavía no alcanzan a calibrar los máximos responsables del callejón sin salida en el que se han metido. Pase lo que pase, haga lo que haga Aminetu Haidar, Rabat ya ha perdido esta batalla desigual, en la que confiaba transferir el entero problema y la entera responsabilidad a Madrid. Incluso si Haidar abandona la huelga de hambre sin conseguir su objetivo, no será ella, ni mucho menos, la perdedora, sino el monarca marroquí.

Mohamed VI ha querido comportarse como hubiera hecho su padre, con la frialdad de corazón que le hizo temible y famoso; pero lo único que ha conseguido ha sido ponerse una trampa a sí mismo y regalar así a la causa saharaui la mejor bandera que podía soñar. Aminetu Haidar, una madre de familia sencilla y obstinada, ha borrado en tres semanas la imagen negativa que tenían los saharauis, como militantes de una causa perdedora y maldita, señalada por su entrega al autoritarismo izquierdista y a una lucha armada sin perspectiva alguna. Los saharauis han conseguido con Haidar lo que los palestinos, mucho más visibles, todavía no tienen: ese símbolo puro e inocente de la resistencia individual, pacífica y digna, con fuerza moral y valentía física para levantarse ante la opresión y la ausencia de respeto y reconocimiento. La única respuesta de Rabat a una ciudadana indemne que se niega a reconocerse individualmente como marroquí ha sido la expulsión y la desposesión de la ciudadanía, a menos que se reconozca como súbdita y se someta al monarca. No se dan cuenta el monarca y sus amigos pretendidamente modernizadores que no es sólo la causa saharaui la que están reforzando sino que fragilizan también a la propia institución monárquica. Marruecos había conseguido consolidar sus posiciones en España, donde el pragmatismo político ha ido conduciendo a muchos a apartarse del inviable proyecto saharaui. Ahora esta decisión esta revertiendo las cosas y Marruecos está perdiendo el capital de simpatía y de comprensión acumulados durante años. Y sólo falta que su gobierno y sus representantes exhiban impúdicamente las armas de la inmigración, el tráfico de droga y el terrorismo, como chantaje para que sea Madrid quien le resuelva el problema creado exclusivamente por su actitud despreciativa hacia sus ciudadanos. Visto lo visto, sería de desear que Haidar dejara inmediatamente su huelga de hambre. No ha conseguido el objetivo individual que se había propuesto: que le devuelvan su pasaporte marroquí sin obligarla a reconocerse como lo que no es. Pero ha conseguido algo mucho mejor para su causa: el pueblo saharaui está vivo, vuelve a estar en el mapa, se halla otra vez en marcha, pero esta vez no por absurdas amenazas de guerra, sino precisamente por lo contrario, por la fuerza descomunal de la lucha pacífica. Por eso, ahora que su pueblo vuelve a estar vivo, Haidar debe seguir viviendo.



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8 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Política digital

Berlusconi ya está definitivamente en la pendiente. Y no le ha empujado la auténtica oposición doméstica, la única que se demostró eficaz en algún momento, quiero decir la de la señora Veronica Lario, su esposa despechada. Tampoco la oposición oficial, el Partido Democrático, dividido y disminuido por las viejas ambiciones y miopías. Es una nueva oposición la que le está empujando hacia las cuerdas, ayudada, es verdad, por la lenta pero inexorable emergencia de sus auténticos pecados, los que le relacionan desde los orígenes de su fortuna con la Mafia. Esta oposición, al margen de los partidos, incluso de los medios de comunicación, está en la calle y en la vida de los italianos de todo el mundo, y ha funcionado gracias al ordenador y al telefonino.

Las redes sociales, los sms, la cantidad de cosas interesantes que pueden hacerse con un ordenador se dice que explican la victoria de Obama. Pero en un futuro quizás podrán explicar también la derrota de Berlusconi. El No Berlusconi Day, celebrado este pasado sábado en todo el mundo, ha demostrado la capacidad de movilización negativa que suscita este presidente corrupto y senil que mantiene secuestradas las instituciones democráticas italianas. Pero también la eficacia de la comunicación viral, que difunde las convocatorias para las protestas a una velocidad vertiginosa que desborda las organizaciones y partidos tradicionales. Una nueva forma de hacer política se está instalando en nuestras sociedades de la mano de la tecnología. En España hemos tenido una buena muestra esta misma semana, con la redacción y la difusión del 'Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales' en internet y la reacción defensiva de Zapatero. La tecnología ha jugado un papel central en todo momento, desde la redacción hasta la negociación con la ministra de Cultura, transmitida por twitter. Los políticos de siempre deben hacer un esfuerzo para que no se los lleve por delante, Berlusconi incluido, la nueva cultura digital que todo lo invade. A ellos hay que decirles lo que Gorbachev al viejo dictador Erich Honecker poco antes de que se cayera el Muro: ?la historia castiga a quienes llegan demasiado tarde?. Y que tomen nota los hermanos Castro: Yoani Sánchez será quien liquidará la dictadura cubana.



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7 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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