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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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¿Ha empezado la nueva guerra?

Imagino ahora mismo cómo será una guerra del futuro. Los contendientes ya no son los ejércitos de dos países distintos. Es probable que uno de los polos combatientes sí sea un Estado, una superpotencia con intereses muy instalados y en expansión, por ejemplo. El otro, en cambio, puede ser una multinacional, un cartel financiero, una ong o por qué no una mafia internacional. Es posible, incluso, que no se conozca muy bien la identidad de los contendientes. Y además, que tampoco se sepa quiénes son exactamente los ejércitos combatientes: igual ni aparecen las instituciones militares y sus prácticas codificadas de la guerra. Pueden ser, en cambio, agencias de inteligencia o compañías de seguridad privadas subarrendadas. Tampoco se sabe muy cáando empieza y cuándo acaba, porque no se conocen, ni siquiera, los objetivos que se persiguen. Lo único real, efectivo, es que de vez en cuando aparecen extrañas noticias de acciones de espionaje o de bombardeos realizados por aviones teledirigidos, cada vez más pequeños, capaces incluso de entrar por la ventana de las casas; de ataques cibernéticos que paralizan a un Gobierno o infectan el sistema entero de una compañía; o misteriosos atentados de atribución incierta en los que tan pronto se utilizan venenos nucleares como los sicarios clásicos de la bomba y la pistola.

Imagino, digo, y no sé por qué. Las nuevas guerras llevan tiempos con nosotros. Precisamente porque son inasibles van pasando desapercibidas, ocultas tras los grandes despliegues convencionales y la gran retórica bélica que todavía se exhibe en el ancho Oriente Próximo que va desde Gaza hasta Afganistán. Las muertes violentas de periodistas, antiguos espías, o potentados rusos son las bajas visibles de una guerra sorda y subterránea por el poder económico y político de la gran potencia decadente. Vemos también como se metamorfosean las viejas guerras, automatizadas y robotizadas, hasta convertirse en cuestión quién sabe si finalmente exclusiva de los servicios secretos mientras los soldados uniformados se emplean en tareas más rutinarias y en el fondo policiales o, irónicamente, de apariencia humanitaria. Pero el episodio que da más que pensar sobre las guerras del futuro es esta pelea súbita entre Google y Pekín, capaz de levantar las mayores suspicacias y temores pero con muy escasos signos ciertos para la interpretación sobre su carácter. Pudiera ser una mera guerra comercial, en la que están en juego cuotas del mercado mundial y derechos de autor. Así es, si atendemos a los que dicen algunos competidores de Google, como Microsoft y lo que se destila desde las esferas oficiales chinas. Pero si hacemos caso a Google y a fuentes de la disidencia, puede ser que nos encontremos con una de las mayores guerras contemporáneas por el poder, en la que la marca comercial más poderosa del mundo se declara perdedora en esta primera batalla frontal con el partido único que dirige el mayor país del mundo. Lo que estaría en juego en este envite es, ni más ni menos, que la determinación de las reglas de juego de la comunicación entre los 1.3000 millones de chinos y éstos y el mundo, algo que muy probablemente los dirigentes chinos no quieren ni siquiera someter a discusión con nadie.

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15 de enero de 2010
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La Europa suicida

Una vez más, Italia marca el camino. Lo ha hecho con frecuencia para lo mejor: el Renacimiento. También para lo peor: el fascismo. O lo de ahora: la virulenta expulsión de la comunidad inmigrante de Rosarno, en Calabria, después de unos enfrentamientos entre los locales y los jornaleros agrarios africanos. El rechazo del otro, la fobia del extraño y el racismo no son exclusiva de nadie: partidos protofascistas, iniciativas xenófobas y legislaciones represivas proliferan desde Vic hasta Copenhague. Pero el vanguardismo italiano, facilitado por la mezcla de la fría política de los negocios con las ideologías calientes de la exclusión, ha dado una de las legislaciones más severas contra los inmigrantes de toda Europa y la mayor desprotección posible del Estado hacia los extranjeros.

Precisamente donde peor suelen ir las cosas es allí donde el Estado se retira, dejando un vacío que sólo llena la delincuencia. El contexto no es únicamente de rendición gubernamental en el mantenimiento del orden público y el imperio de la ley. Calabria tiene el récord de evasión fiscal y es a la vez una región subsidiada y carcomida por la corrupción. No es el caso de un Estado mínimo thatcheriano, sino de un Estado privatizado y confundido con el poder económico de Silvio Berlusconi, ocupado estos días, como durante toda su larga etapa en el poder, en sortear sus procesos judiciales y conseguir la inmunidad ante los jueces, mientras sus socios de la Liga del Norte se dedican a aplicar y difundir sus contundentes ideas acerca de la inmigración.El mal estado de la economía y el incremento de las cifras del paro son más combustible sobre estas brasas ardientes, pero no deben llevar a confundirnos. El problema central con el que se enfrenta Europa es el de construir un modelo eficaz, respetuoso y civilizado de integración de sus inmigrantes, que permita absorber la mano de obra necesaria para mantener su riqueza, sus valores y formas de vida y sobre todo el Estado de bienestar. Éste es el reto que plantea un mundo cambiante, en el que las próximas cuatro décadas contemplarán cómo Europa se encoge de forma drástica respecto al resto del planeta, tanto en su demografía como en su producto interior bruto y no digamos ya en su capacidad de acción política, merced esta última a su ya proverbial indolencia.Este mes China ya ha superado a Alemania como primer país exportador y a Estados Unidos como primer mercado automovilístico del mundo. Durante 2010 puede superar a Japón en cifras de PIB, convirtiéndose en la segunda economía mundial detrás sólo de EE UU. En las cuatro próximas décadas Europa perderá a espuertas peso, riqueza y poder no sólo en relación a China sino a Brasil e India. Según ha señalado Felipe González, en un adelanto de sus reflexiones sobre el futuro del continente, para mantenernos en la carrera, empezando por la interior de nuestras economías y nuestro modelo de sociedad, necesitaremos para 2050 nada menos que 70 millones de trabajadores inmigrantes nuevos.Frente a estos cambios radicales, la reacción digamos que espontánea de la población europea es conservadora y defensiva: ante la pérdida de peso y centralidad, la pluralidad y la diferencia, atrincherémonos en nuestra identidad e ideología. La lista es larga: el referéndum suizo contra los minaretes, la prohibición francesa del velo en las escuelas, el discurso de Ratzinger en Ratisbona, el ascenso de partidos xenófobos, las modificaciones en las leyes de asilo e inmigración o la hostilidad francesa y alemana al ingreso de Turquía en la UE. Como resultado, la imagen de una Europa fortaleza, que expulsa y criminaliza a sus inmigrantes, está pegando fuerte, mucho más de lo que se percibe desde la propia Europa, en todo el resto del mundo.Contrariamente a lo que dice el manual progresista al uso, el suicidio de Europa no es la aplicación de un proyecto de extrema derecha. O no sólo. La tierra donde crece son las tensiones y dificultades que sufren sobre todo los más desasistidos: en Calabria hay también una guerra entre pobres. Desde los suburbios franceses lepenizados hasta los parados calabreses que la 'Ndrangheta manipula, la base social más genuina del populismo y de las pestes negras del signo que sea son siempre los menos favorecidos. Luego está el abono que los hace crecer: ese Estado ausente, corrupto y privatizado. Y una lluvia fina mediática hecha de antiprogresismo, incorrección política y comunitarismo occidental disfrazado de universalismo. Al fin lo que tiramos por la borda son los valores genuinamente europeos, las ideas de la Ilustración que han sido hasta ahora la tracción de la modernidad occidental. Por este camino, primero perderemos el alma, pero después lo perderemos todo, Estado de bienestar incluido.

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14 de enero de 2010
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Tan inútiles no somos

¿Qué se perdería si de pronto los periódicos impresos desaparecieran? Uno de los mejores institutos de investigación sobre periodismo del mundo, el Pew Research Center, acaba de publicar un estudio que intenta dar una primera respuesta a esta pregunta a través del seguimiento de lo que ha sucedido durante una semana con los medios de información en la ciudad portuaria de Baltimore, vecina de Washington, que cuenta con un área metropolitana de más de dos millones y medio de habitantes. La conclusión más sobresaliente que se deduce del estudio respecto al impacto de los nuevos medios digitales es que ?si bien el paisaje informativo se ha ampliado rápidamente, la mayor parte de lo que llega al público es mayoritariamente obra de los medios tradicionales, especialmente los periódicos impresos?. Hasta tal punto es así que el 95 por ciento de los reportajes que incluyen información original tienen su origen en los periódicos y éstos son todavía los que fijan las agendas para el conjunto de todos los medios.

El estudio capta perfectamente el declive del periodismo en Baltimore, sobre todo cuando echa las cuentas del número de reportajes que ofrece la prensa tradicional. Uno de los periódicos estudiados ha fabricado en 2009 un 32 por ciento de piezas periodísticas menos que el 1999 y un 73 por ciento menos que en 1991. Pero también capta muy bien el papel bien limitado de los nuevos medios (blogs, twitter, etc.), que suelen funcionar sobre todo como sistema de alerta y mecanismo de diseminación. Donde han conseguido relevar a la radio y la televisión es en la rapidez con que actualizan las noticias y sobre todo los urgentes. Cuestión especialmente preocupante es la desaparición de muchos filtros críticos, de forma que ?con frecuencia encontramos comunicados de prensa que aparecen palabra por palabra en las primeras informaciones sobre acontecimientos, aunque sin hacer mención de ello?, en lo que el estudio llama una ?cámara de resonancia on line? de creciente importancia. Aunque Baltimore no es una gran metrópolis, es muy representativa de un tipo de ciudad media norteamericana, con cinco periódicos de interés general, dos periódicos especializados, cuatro websites de interés general, cinco blogs locales y una treintena larga de estaciones radiofónicas. El estudio se ha centrado en examinar en detalle las seis noticias locales de mayor importancia de una semana, con resultados bastante descorazonadores para todo tipo de medios: la mayor parte de las informaciones, en una proporción de ocho a diez, eran noticias recicladas de otras publicaciones, y de las originales el 95 por ciento fueron producidas por los medios tradicionales. El estudio dará pie a muchos debates y ya han empezado a polemizar con el Pew algunos de lo blogueros más significados de la galaxia digital norteamericana. (Enlaces, con el estudio del Pew Rewsearch Center, con Buzzmachine, el blog de Jeff Jarvis).

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13 de enero de 2010
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Sepharad vive

Los mitos son eternos. No mueren por un avatar circunstancial de la pequeña historia. Así sucede con Sepharad, país mitológico fabricado por uno de los poetas mayores del siglo XX europeo, Salvador Espriu, en su libro 'La pell de brau'. El ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, ha escrito un artículo, titulado ?El fracaso de Espriu?, que ha suscitado muchos comentarios en Cataluña y muy pocos o ninguno en el resto de España, en el que da por liquidado el mito espriuano de Sepharad, país de lenguas y gentes diversas unidos en el diálogo y en un mismo amor, según rezan sus propios versos.

Según Pujol, y algunos de quienes le han glosado, como mis admirados colegas Enric Juliana y Antoni Puigverd en 'La Vanguardia', el nuevo Estatuto catalán y su impugnación ante el Tribunal Constitucional han llevado a una situación insólita, en la que todo lo catalán se ha convertido, dice uno de ellos, ?en una molestia insufrible para la gran mayoría de los españoles?. La desafección política en España, según la aguda visión de estos amigos, es también desafección española hacia Cataluña y desafección catalana hacia España: una forma de decir que esas gentes y hablas diversas, sin diálogo y con desamor, terminarán divorciadas y separadas. Yo no lo creo. Puedo equivocarme, obviamente, pero no lo creo. Con independencia de cuál sea mi deseo: que de otra parte no puede ser más espriuano. Las encuestas lo dicen, es verdad. Lo dicen también los comentaristas. Si atendemos a unos y a otros, articulistas sobre todo, pero también políticos, se diría que hay una pulsión creciente y simétrica, en uno y otro lado, para que así ocurra. Es así en el caso de quienes aseguran que el Estatuto catalán es de imposible encaje constitucional y consideran un órdago inadmisible que Cataluña lleve ya tres años aplicando una ley orgánica aprobada por dos parlamentos, el español y el catalán, y por un cuerpo electoral, el catalán: desean la sumisión y si no la obtienen prefieren el divorcio. A ellos hay que leerles, con tono entre plegaria e imprecación profética, otros versos del gran poema de Espriu sobre el mito de Sepharad: ?Escolta, Sepharad: els homes no poden ser/ si no són lliures./ Que sàpiga Sepharad que no podrem mai ser/ si no som lliures./ I cridi la veu de tot el poble: "Amén."?. Pero es así también en el otro caso, entre otros, esos genios sobrevenidos de la neopolítica mediática y deportiva que considerarían una afrenta que el Tribunal Constitucional tocara aunque fuera una sola coma del Estatuto. Quieren ser los líderes de un pueblo reivindicativo y airado y en ningún momento están dispuestos a hacer otra cosa que no sea dirigir y mandar: nada de sacrificios ni martirios. Para ellos son también los versos del mismo libro de Espriu, que ya evoqué hace unos meses: ?Si et criden a guiar/ un breu moment/ del mil.lenari pas/ de les generacions? No esperis mai/ deixar record,/ car ets tan sols/ el més humil/ dels servidors?. Quieren ver el Estatut tumbado para convertir el despojo en el pedestal desde donde saciar sus ansias de poder. El propio Pujol, sin veleidades de provocador y con toda su ambición personal ya descontada, también considera que ésta es una nueva etapa, en la que hace falta tomar una atajo (una ?drecera? dice en catalán) que deberá ser político y en el que ?hay que actuar no teniendo en cuenta lo que nos darán los otros, o pensando si nos ayudarán ?pues no nos ayudarán ni nos darán nada, porque para ellos la solidaridad es palabra de engaño--, sino contando con los tesoros propios, con los propios activos, con la propia capacidad y la propia voluntad?. No tienen en cuenta quienes dan por liquidado el mito espriuano, sea con alegría feroz o sea con tristeza, sea en Barcelona o sea en Madrid, que el poeta construyó Sepharad frente a un país real, desgarrado por la guerra civil y postrado por la opresión resultante. La idea poética de Espriu sirve para Cataluña y España, naturalmente, porque son las realidades en las que se ha inspirado, pero sirve también para cualquier grupo, comunidad o nación, con independencia del momento histórico que atraviesen. Considerar que las relaciones Cataluña-España estaban mejor cuando Espriu escribió su libro pertenece a otro tipo de mitificación que no tiene nada de poética y mucho de tergiversación histórica. Una cosa es lo que piensan las elites políticas, inteclectuales y periodísticas, unas y otras, y otra muy distinta es lo que piensa y siente la gente. Yo me atrevería incluso a defender la tesis contraria: nunca Sepharad ha estado tan viva, sus gentes más mezcladas, sus hablas más aceptadas y reconocidas. Lo que ha cambiado, y quizás es lo que muchos echan en falta, es la memoria. En las relaciones Cataluña y España sucede algo parecido a lo que ha ocurrido entre Alemania y Francia. Los políticos e intelectuales de ambos países han vivido hasta hace muy poco traumatizados por un siglo de guerra entre ambos países. De los fantasmas del pasado y de su superación consiguieron sacar las energías para hacer nada menos que la unidad europea, basada sobre todo en la soberanía compartida entre alemanes y franceses. Entre los españoles ha sucedido otro tanto: el fantasma de la guerra civil proporcionó las energías para salir de la dictadura en una transición impecable y para resolver al menos para una generación  entera el problema secular de la estructura del Estado.  Ahora no es Sepharad la que ha desaparecido: es, a pesar de la moda de la memoria histórica, el fantasma de la guerra civil, que ha dejado de contar en la acción política y sobre todo en los combates periodísticos. De lo que se deduce, precisamente, que hay que recuperar el mito espriuano en su sentido más universal y genuino. Nada debe hacerse si no es el diálogo y en el respeto de unos a otros. "Salvador Espriu, a pesar de su infinitio amor a su lengua y al pequeño mediterráneo de Sinera, nunca apostaría por el enfrentamiento", escribe Puigverd. Y añade y termina y yo con él: "Seguiría recetando, como Antígona, "una limosna recíproca de perdón y tolerancia"'. (Enlaces, con los artículos de Pujol, Juliana y Puigverd)

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12 de enero de 2010
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¿Un naufragio en puertas?

Pocas cosas hay peores en política que las esperanzas excesivas. Suelen verse truncadas muy pronto por la facilidad con que se ensancha el abismo entre la realidad y el deseo. Hay ocasiones, incluso, en que nada o muy poco hay en el camino entre las expectativas y los resultados. Por ahí apuntan las cosas, todavía sin decantar del todo, en el nuevo gobierno de centro derecha que se instaló en Berlín el 3 de noviembre y que sin llegar a cumplir todavía los cien días se ha metido ya en un pantano de divisiones, cacofonías y desacuerdos de los que hacen naufragar rápidamente los mejores proyectos políticos. Ha hecho muy poco y lo poco que ha hecho ha servido para fomentar la discordia. El problema que definía a Angela Merkel persiste y agravado: fue una excelente canciller de la gran coalición, fuertemente impregnada de un cierto espíritu socialdemócrata, pero no se sabía ni se sabe muy bien todavía cuál es su identidad política y su capacidad de liderazgo en la nueva coalición con los liberales.

Una parte de los problemas vienen de su nuevo socio, esos liberales del FDP dirigidos por el ministro de Exteriores Guido Westervelle. La ausencia del poder durante 11 años y la bisoñez política de la nueva generación y de su líder están pesando más de la cuenta. En muy poco tiempo los liberales han conseguido pelearse con la CSU bávara, el partido federado a la CDU de Merkel, ni más ni menos que en tres capítulos. Dos de política internacional: Westervelle quisiera mejorar las relaciones con Turquía y con Polonia, algo que a los ultraconservadores bávaros les parece muy mal; no quieren ver a los turcos en la Unión Europea y no desean gestos excesivamente conciliadores con los polacos a propósito de los Vertriebene (los alemanes expulsados de los antiguos territorios alemanes). El otro punto de fricción es más serio todavía: los impuestos; Westervelle, en cumplimiento de las promesas electorales quisiera recortar los impuestos en tres años a partir de 2011 en 24.000 millones de euros; los socialconservadores bávaros están horrorizados con el crecimiento descomunal de la deuda y del déficit que acarrearía, en contra de la más clásica cultural de austeridad y rigor monetarios alemanes. Pero otra parte de los problemas vienen del propio partido de Merkel. La canciller ha tenido siempre un déficit de carisma interno en su partido, que ha sabido compensar con su imagen tranquila, su perfil político bajo y su capacidad para sintonizar con la ciudadanía. Consiguió su primera victoria en 2005 a duras penas, de forma que lo que todos esperaban de la segunda es que sirviera para lanzarla definitivamente a la más alta órbita de la política alemana. De momento no es esto lo que está sucediendo y las dudas han empezado a asaltar a unos a otros, sin que falten Casandras que anuncien la imposibilidad de que la actual coalición llegue a fraguar y el obligatorio regreso a la gran coalición con los derrotados socialdemócratas. Esto sin contar con las peleas a cuenta de la intervención militar alemana en Afganistán, agravadas por los efectos del bombardeo y las numerosas muertes de civiles afganos producidos en Kunduz, todavía con el gobierno de gran coalición durante la campaña electoral. El actual gobierno ha tenido ya una primera y prematura crisis, a cuenta de Afganistán, con la dimisión a los veinte días de su toma de posesión del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Franz-Josef Jung, responsable como ministro de defensa del anterior gabinete del ocultamiento y de la pésima gestión de aquel horrible incidente militar. Además, varios jefes de fila parlamentarios de tres estados federados (Hesse, Turingia y Sajonia) han denunciado este domingo, en un artículo publicado por el Frankfurter Allgemeine Sontagzeitung, la falta de liderazgo de Merkel, su fijación más en la popularidad propia que en la identidad del partido y la ausencia de estrategia en la formación de la coalición de Gobierno, fruto más de la suerte que de una visión política. Las mejores lecciones sobre las expectativas excesivas las solemos tomar en estos tiempos de la política norteamericana. Pero, a la vista del desolado paisaje que ofrece Europa, Angela Merkel no anda muy a la zaga en cuanto a ilusiones levantadas y decepcionadas. Muchos eran en toda Europa los que esperaban que la segunda victoria de la canciller, su asentamiento como dirigente europea y la renovación que significaba la incorporación de un partido purgado por su paso a la oposición dieran un nuevo impulso a Alemania y detrás suyo al resto de Europa. Por lejana que pueda parecer la política alemana no hay que olvidar nunca el peso económico de su economía y el papel central que suele tener en las recuperaciones y salidas de las crisis. Estos días se habla y escribe mucho sobre la presidencia española y la difícil credibilidad del Gobierno para dirigir ordenadamente el regreso al crecimiento. Pero tan preocupante o más me parece a mí para Europa esta mala salida del gobierno de coalición conservador-liberal que lleva apenas dos meses instalado en Berlín.

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11 de enero de 2010
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¿Quieren dejarnos a oscuras?

Los conflictos sobre la libertad de expresión pueden enfrentarse de dos formas elementales. La de los regímenes autoritarios, que consiste en partir de la idea de que todo está prohibido a excepción de lo que está explícitamente autorizado. Y las de los partidarios de la libertad, que parten de que todo está autorizado aunque en circunstancias muy concretas y muy bien fundamentadas pueda llegar a producirse de forma muy excepcional alguna restricción ocasional. Simplificando, hay quienes eligen siempre la censura cuando se trata de escoger entre permitir la publicación de algo o restringirla; y quienes eligen siempre la libertad cuando se les plantea el dilema. Estados Unidos de América, con su magnífica Primera Enmienda, versus Europa y el resto del planeta, si se me permite hacer todavía más plástica la simplificación.

Desde las estructuras funcionariales de los Estados europeos se suele cultivar con mayor pasión la cultura de la censura que la de la libertad. También les sucede a gobiernos y parlamentos, a los irlandeses sin ir muy lejos, que han convertido la blasfemia en delito. A los británicos, con su jurisprudencia antilibelo, que puede permitir a delincuentes protegerse o indemnizarse a costa de los periódicos que hacen su trabajo. A los italianos, detrás de su último Duce, con su monopolio televisivo y su acoso a los escasos medios escritos que no controla. Les sucede también a veces a gente aparentemente liberal, como los que consideraron una pasada la publicación de las caricaturas de Mahoma o andan siempre con su vara de medir desde sus distintas correcciones políticas para exigir una prudencia y una contención que son autocensura e inhibición automática ante los peligros de la libertad. Y en general a quienes desconfían de todo lo que sean medios, y sobre todo Internet, y consideran que debe someterse a una regulación superior. Estar en contra de la censura, la restricción, el control y la regulación es una cuestión, ante todo, de filosofía política. Pero también lo es de actitud profesional: es difícil de concebir que periodistas, escritores y artistas estén a favor de que sus producciones sean sometidos a cualquier tipo de control o de sanción de una autoridad superior. Para mi gusto también es cuestión de ciudadanos libres, que desean tener acceso también libre a las informaciones relevantes. Y de confianza en el debate y la confrontación democráticas. Por eso es alarmante y extraña la reciente sentencia del juez de Madrid, Ricardo Rodríguez Fernández, que condena a un año y nueve meses de prisión, inhabilitación para ejercer el periodismo, multa de 18.000 euros e indemnización de 130.000 a los periodistas de la Cadena Ser, Daniel Anido y Rodolfo Irago, por un supuesto delito de revelación de secretos, consistente en haber dado a conocer a través de Internet una lista de los 78 militantes del PP de Villaviciosa de Odón irregularmente inscritos en este partido. La inversión de valores y la tergiversación de la justicia no puede ser más escandalosa en este caso, en el que la información era veraz, se hizo correctamente, era relevante y en cambio se ha buscado los más intrincados recovecos jurídicos para proteger el secreto de las listas de militantes de los partidos y poder así condenar a quienes habían hecho decentemente su trabajo y cumplido con su obligación profesional y ciudadana. No difiere mucho del juez la actitud de la fiscalía general del Estado, que para congraciarse con los periodistas ha pedido que se rebaje la condena a cinco meses de prisión; es decir, que considera probada la existencia de un delito, en vez de pedir la libre absolución de cualquier cargo. ¿Delito revelar la lista de los afiliados a un partido? Debiera ser una obligación de todos los partidos poner a disposición del público la lista de todos sus miembros y cargos. ¿Qué tendrá de malo pertenecer a un partido que pueda formar parte de los datos privados a los que no puede tener acceso el periodista? Lo que hubiera sido una falta profesional imperdonable hubiera sido no publicar la información teniéndola, o esconder la prueba definitiva de su veracidad, que era la lista, pudiendo ponerla a disposición de los lectores. La sentencia es de una extrema gravedad para la libertad de información. De prosperar esta extraña teoría que convierte la afiliación a un partido en un dato tan reservado como padecer una enfermedad nos encontraríamos con una nueva barrera que protegería unos datos perfectamente relevantes e interesantes para el conjunto de los ciudadanos. Y más, como era el caso, cuando la afiliación en cuestión fue irregular y estaba vinculada a un escándalo político como fue el llamado ?tamayazo?. Pero, además, si avanzara la distinción que propone el juez, que excluye a Internet de la plena protección constitucional que tienen los otros medios, nos encontraríamos con la aparición de una aberrante jurisprudencia que nos devolvería directamente a los tiempos de la censura. El derecho a expresarse se convertiría meramente en un eximente en el caso de que entrara en colisión con otro derecho que hasta ahora no era prevalerte, como es el de la intimidad o la propia imagen. La lucha contra el secreto, el derecho a la denigración e incluso a la blasfemia, el acceso a las informaciones relevantes para el público, la libertad de prensa o el simple derecho a disentir y discrepar forman parte del mejor legado cultural y jurídico de la Europa de las luces. Pero a la vista de determinadas sentencias y actitudes, se diría que empieza a ser preocupante la insistencia de algunos en ir apagándolas una detrás de otra. ¿Quieren dejarnos a oscuras? (Enlace con la información publicada en El País).

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8 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Es la guerra de Obama

La peor de todas es la que se libra en nuestros cerebros. Puede darse por perdida en cuanto se aceptan sus términos. Y hay que escribirlo con todas las letras: en Europa se está perdiendo. Es la guerra cultural, en la que las acciones violentas tienen una doble función persuasiva: amedrentar al conjunto de la población y transferir la responsabilidad, la culpa, a quienes actúan en disconformidad con el Islam radical, convirtiéndose con ello en objetivos potenciales. El resultado es que conducen a la restricción de la libertad de expresión y a la censura. Esta guerra tiene muchos cómplices, porque no son sólo los musulmanes radicales quienes piden un estatuto especial para su religión. En Irlanda entró el primer día del año en vigor la ley antiblasfemia, que castiga con multa de hasta 25.000 euros a quienes las profieran en público. Un soldado de esta guerra es el somalí que el primer día del año intentó asesinar, hacha y cuchillo en mano, a Kurt Westergard, el dibujante que publicó una caricatura de Mahoma en el diario danés Jylland Posten en 2005, y que desde entonces se halla bajo protección policial. En las críticas a las caricaturas de Mahoma coincidieron el Papa, Tony Blair e incluso George Bush, a pesar de que en su país la libertad de expresión está mucho mejor protegida que en Europa.

No le anda a la zaga la siguiente guerra, que se libra a la vista de todos, en la calle y en las instituciones. Como la anterior, tiene la virtud de que se empieza a perder en cuanto se acepta que existe. El sueño de la invulnerabilidad puede conducir a las mayores aberraciones. Dura será la vida de quienes utilizan el transporte aéreo. Pero lo mismo puede suceder con trenes, autobuses, metros e incluso automóviles privados. Hay sin embargo una inversión de términos en este caso. En Europa, de momento más acostumbrada a la sociedad de riesgo, la reacción es moderada. En Estados Unidos, en cambio, donde ha prosperado la leyenda de un país invulnerable, ni siquiera Obama ha conseguido revertir los efectos de la guerra sobre el Estado de derecho y las libertades. El soldado de esta guerra es el nigeriano que intentó volar el avión de Northwest a su llegada a Detroit desde Ámsterdam el día de Navidad. Guantánamo seguirá abierto gracias a ella. Como seguirá habiendo presos sin juicio, órdenes de detención secretas, escuchas sin control judicial y todo lo que Bush hizo, eso sí al por mayor, ahora al detalle y con mayor cuidados y prevenciones.Pero donde más se nota que estamos perdiendo la segunda guerra, la de los valores, es en la tercera, que es donde de verdad hay combatientes, batallas y estados mayores enfrentados y es, en el fondo, la verdadera guerra de Obama. Es lamentable y repugnante como toda guerra, pero es la más cierta y eficaz. Se libra en secreto, sin bravuconerías, calladamente. Aunque sus efectos emergen de vez en cuando, con no poca alarma. Por ejemplo, en el ataque suicida a la base de la CIA en Afganistán, un revés histórico para Estados Unidos, que creía tener a Bin Laden al alcance de la mano a través de un agente doble y se ha encontrado con que ha perdido a seis agentes propios y a uno de un país aliado como Jordania. Esta acción de Al Qaeda es la respuesta a una guerra cibernética, a través de aviones teledirigidos, que mantiene la CIA en Afganistán y Pakistán, y que ha costado la vida al menos a una veintena de destacados dirigentes terroristas.Con Obama se ha intensificado este tipo de guerra, hasta el punto de que algunos expertos aseguran que sustituirá la actual presencia masiva de tropas en la zona de conflictos que se extiende desde Pakistán hasta Somalia. La CIA ha realizado 55 ataques, contando los dos de ayer, desde sus drones Predator (Depredador) y Reaper (Segador) durante el primer año de Obama en la Casa Blanca, una cifra que duplica la de 2008 con Bush y supera toda la actividad durante los ocho de la anterior presidencia. Formalmente se trata de un programa de asesinatos selectivos que Bush autorizó, después de que otro presidente republicano, Gerald Ford, lo prohibiera en 1976. El australiano Philip Alston, relator especial de Naciones Unidas sobre Ejecuciones Extrajudiciales y profesor de Derecho en la Universidad de Nueva York, considera que este tipo de acciones pueden ser legales en condiciones de guerra justa: cuando no hay otro medio para detener o impedir que el enemigo prosiga su actividad y cuando se toman todas las precauciones para evitar las víctimas civiles. Pero no parece ser el caso, porque ni siquiera hay información oficial ni posibilidad de control judicial o parlamentario sobre este tipo de acciones.Bush hacía un paquete con todas las guerras, al que denominaba Guerra Global contra el Terror, que algunos confundían con una guerra contra los árabes o contra el islam. Las facturas por aquellos errores, cada vez más elevadas, siguen llegando ahora. Obama matiza y distingue: pero esto no le hace inmune a las críticas, desde la derecha, por su excesiva moderación y, desde la izquierda, por su continuidad con la guerra ilegal de Bush. De su pericia para librarla sin mucho desgaste y para ganarla, es decir, terminar con el peligro cierto de Al Qaeda, no depende únicamente su presidencia, sino también la seguridad de todos.



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7 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La guerra de fin de año

De los tres guerreros, sólo uno consiguió plenamente su objetivo. Pero el resultado obtenido por los otros dos no es en absoluto despreciable. Veamos el balance de las tres acciones bélicas desarrolladas entre Navidad y Año Nuevo. En apenas una semana, esas tres acciones, características de las nuevas guerras, han conseguido cambiar el clima político mundial.

Humam Khaili Mohammed, médico jordano, conocido bloguer jihadista y agente contratado por los servicios secretos jordanos, consiguió alcanzar el 30 de diciembre el objetivo que se proponía: su controlador, un militar jordano, le condujo al cuartel general en Afganistán desde donde se localizaba los objetivos y se daba las órdenes de disparar desde drones (aviones no tripulados) los misiles contra los jefes de Al Qaeda escondidos en Pakistán. Una vez allí, reunido casi en asamblea con un numeroso grupo de agentes de la CIA, activó el explosivo y murió matando: cinco agentes, la jefe de la base y su controlador fallecieron con él, y seis agentes americanos más, el número dos de la base entre ellos, quedaron malheridos. El balance político de esta acción no puede ser más devastador. Es uno de los mayores golpes sufridos por la agencia norteamericana en toda su historia. La concepción y el significado bélico de la acción son evidentes: se trata de la respuesta militar a una amenaza militar, en la que se ponen en juego una capacidad de análisis e información formidables. Frente a la tecnología bélica norteamericana, los jihadistas de Al Qaeda despliegan la asimetría de una acción suicida de gran osadía, probablemente estudiada perfectamente y planificada con tiempo y al detalle. A diferencia del suicida jordano, que consiguió su objetivo, no pudo hacerlo afortunadamente el joven nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab, que intentó explosionar una bomba pegada a su cuerpo en el vuelo de Northwest de Amsterdam a Detroit, el 25 de diciembre. Pero obtuvo una triple victoria para la causa del jihadismo. Primero, ha sembrado de nuevo la alarma sobre el transporte aéreo, obligando a revisar todos los sistemas de prevención y detección; segundo, ha demostrado la vulnerabilidad occidental, y específicamente norteamericana, ante cualquier ?lobo solitario? dispuesto a inmolarse en nombre de su locura islámica, con el correspondiente estímulo a la emulación por parte de los jihadistas del mundo entero; y tercero, ha dado alas en Estados Unidos a los partidarios de limitar las libertades de los ciudadanos y el Estado de derecho y de dar carta blanca a la policía y los militares en la lucha contra el terrorismo. Tampoco alcanzó su objetivo otro ?lobo solitario?, el somalí que atacó al dibujante danés Kurt Westergaard, autor de una de las famosas caricaturas de Mahona publicadas por el Jilland Posten en 2005. Es la tercera vez en que terroristas islámicos intentan asesinarle en represalias por sus dibujos, a los que consideran blasfemos, pero nunca nadie había tenido tan cerca al dibujante. También el somalí se ha apuntado un tanto: amedrentar ya es una forma de ganar, sobre todo si luego apenas hay reacción. A las restricciones impuestas por la seguridad se añadirán así las restricciones exigidas por la corrección política y por un falso respeto a las distintas religiones. En pocos días, pues, desde Tora Bora o desde donde sea, se nos ha demostrado que hay alguien que sí nos tiene declarada la guerra abierta, que quiere obligarnos a recortar nuestras libertades y nos impele además a reprimir nuestros pensamientos y a expresarlos libremente. Cuestión muy distinta es saber si hay que responder a todo esto también como si fuera una guerra. Pero la naturaleza del desafío de este final trágico de 2009 no ofrece lugar a dudas.



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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sin rubor

Presentada como una exclusiva. En primera página. El entrevistador no se anda con rodeos: antes de empezar la faena ya nos anuncia la calidad excepcional del espectáculo. Nadie ha publicado jamás una entrevista tan clara, tan sincera y tan absoluta. Este último adjetivo merece una pausa. ¿Cómo serán las entrevistas relativas? Sobre las absolutas sabremos pronto de qué van: al parecer se trata de elogiar al entrevistado con la misma mesura que se utiliza para proclamar las propias virtudes. Sin ruborizarse: su entrevistado es el mejor presidente que ha tenido jamás ese club y ahora deja un legado magnífico. El entrevistado no le anda a la zaga: en realidad le lleva mucha delantera en esta cuestión, quiero decir en el tratamiento del ego. Su mensaje se resume en una frase: o César o nada. Esos tipos que entran en política con trabajo, ideas y sacrificio? Él ha nacido para mandar y dirigir.

Antología: ?Somos portadores de la épica más emocionante de la historia: la que guía a los pueblos sometidos a la libertad?. ?Yo nunca he hecho política de partidos desde la Presidencia del Barça: he fet país, que es muy distinto?. ?El Barça ha sido siempre una manera más de defender los intereses y las libertades de Cataluña?. ?La idea irrenunciable de hacer un mundo mejor a través del fútbol?. ?Nuestro objetivo era conseguir que los barcelonistas fueran felices y lo hemos conseguido?. ?Cataluña necesita despertar. Depende de nosotros?. ?Los catalanes aún tenemos nuestro sueño: hay muchos pueblos que ya no lo tienen?. ?Me seduce más la idea de presentarme con un partido nuevo que estará abierto a cualquier partido o plataforma que entienda que Cataluña necesita un Estado propio?. ?Y hay un aire, una intuición que me dice que debería hacer algo más cuando termine mi tiempo en el Barça?. ?Estoy consultando a profesionales de la estrategia política para sacar mis conclusiones respecto de si es posible hacer en Cataluña una revolución pacífica, democrática y responsable que nos lleve a tener un estado propio?. ?Aún no sé si Cataluña quiere un líder o un mártir. Yo no quiero ser un mártir. Sí que puedo ser un líder?. ?Cataluña se está muriendo y hay un 35 por ciento de nuestros recursos que los mandamos a España y nunca vuelven?. ?Tenemos que despertar. Tenemos que reaccionar. Nos estamos muriendo.? ?Durante los años de mi presidencia he tenido la sensación que sólo estábamos nosotros, que sólo el Barça luchaba por Cataluña?. ?Si tengo elementos de juicio que me dicen que la gente me percibe como líder y que tener un Estado propio es posible, no pienso negarme a servir a mi país porque no me gustaría pensar que no he hecho todo lo que podía, que no he luchado hasta el final por lo que pienso y quiero?. ?Tengo bastante claro que si decidiera presentarme sería para ser presidente?. En dos ocasiones señala el personaje a su auténtico enemigo: 1.- ?Este resultado (el 2 a 6 en el Bernabeu) que la caverna mediática españolista no podrá digerir nunca. De ahí tanta rabia contra mí?. 2.- ?Aquellas fotos (bebiendo champán directamente de la botella en una fiesta) fueron una canallada. Todo el mundo tiene derecho a su intimidad. Y una vez más, la caverna mediática española actuó sin ningún escrúpulo y sin ninguna ética?. No doy el enlace. La entrevista de Salvador Sostres a Joan Laporta se publicó ayer en el diario El Mundo, dirigido por Pedro J. Ramíréz.  Por si alguien pedía una explicación, el ?director de El Mundo de Catalunya?, Alex Sàlmon, escribe que el hecho de que el presidente del Barça haya concedido la exclusiva a su diario ?es positivo para los dos?. ?Para Laporta ?escribe- porque elige la prensa crítica, para este diario porque demuestra una vez más su interés por las ideas?. ¿Ideas? ¿Exclusiva? Hace apenas un mes le contó a Angels Piñol sus 'ideas', que en poco varían de las que he recogido en esta antología. Pero ni entonces ni ahora ha hecho el anuncio de que se presenta a las elecciones, a la espera de lo que le digan los estudios y encuestas que ha encargado. Esta es la única exclusiva que ha podido dar hasta ahora a sus entrañables amigos de El Mundo.



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5 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El peor año de nuestras vidas

Es difícil decir cuál fue el mejor, pero 1974 está entre los candidatos. Me refiero a la vida de los periodistas, claro. Aquel año unos jóvenes y humildes reporteros consiguieron derribar al hombre más poderoso del planeta. En 2009, los que quedan y trabajan lo hacen en periódicos en declive, cuya difusión en papel disminuye a ojos vista, reciben cada vez menos anuncios con los que equilibrar las cuentas y saben muy poco o quizás nada del futuro de su negocio, que será indefectiblemente digital. No es el único dato malo del año. Reporteros sin Fronteras nos ofrece un buen puñado de malas noticias adicionales respecto al número de periodistas asesinados en servicio, heridos, encarcelados o censurados.

El año estuvo lleno de noticias sobre la prensa, y las noticias auténticas ya se sabe que no suelen ser buenas. Fue un año malo, pero pudo ser peor. De hecho, augures hubo que lo previeron más negro todavía. Los macabros pero simpáticos redactores del Observatorio de la Muerte de los Periódicos suscriben la afirmación que encabeza esta nota: ?Este fue incuestionablemente el peor año en la historia del negocio?. Habla de Estados Unidos, el lugar donde en realidad se ha inventado casi todo del oficio, lo bueno y lo malo: ¿cómo no iba a producirse allí antes que en ningún otro sitio el síndrome de la defunción? Allí, asegura, el nivel de ventas regresó a niveles anteriores a la segunda guerra mundial y los ingresos de publicidad fueron como en los años 60. Cerraron cabeceras históricas en Denver y Seattle y entraron en barrena otras en Boston, Chicago y San Francisco, pero no se produjo la mortandad masiva entre los grandes títulos que muchos anunciaban y algunos esperaban, debido sobre todo al recorte de costes y de puestos de trabajo más drástico y doloroso de la historia. Algo paralelo a lo que ha sucedido en todo el mundo desarrollado. Lo peor no es el mal estado en que están los diarios, sino el pésimo estado en que se halla el periodismo. Tiene que ver lo segundo con lo primero, pero no es la única explicación. Las causas de la crisis que sufre el periodismo hay que buscarlas mucho más allá de un simple cambio tecnológico. He escrito bastante sobre este asunto este año, pero me temo que tendré que seguir haciéndolo en el año que ahora empieza. Coincide con un aniversario a tener en cuenta. Hoy hace 50 años murió Albert Camus, en un accidente de coche, a los 46 años. Nicolas Sarkozy quiere con tal motivo llevar solemnemente sus restos al Panteón. Su familia prefiere que sigan en el cementerio provenzal de Lourmarin, localidad donde habitó en los últimos años de su vida. Fue un periodista excelente y un modelo para este oficio, tal como lo ha recordado su amigo Jean Daniel, en un libro imprescindible sobre el personaje y sobre el periodismo: ?Avec Camus. Comment résister à l?air du temps? (Gallimard, 2006), traducido aquí como ?Camus. A contracorriente? (Galaxia Gutemberg, 2008). De dicho libro quiero sólo citar un par de frases a propósito de su experiencia periodística como director de Combat: ?en cierta ocasión dijo que no sería capaz de admitir ninguna verdad que pudiera ponerle en la obligación, directa o indirecta, de condenar a muerte a una persona?. Según Jean Daniel, fundador y director de Nouvel Observateur, lo más destacado de Camus periodista es ?su voluntad de combatir la mentira, más que su éxito en alcanzar la verdad?. Un periodismo menos pretencioso, ocupado a conciencia en combatir la mentira, es lo que nos conviene ahora, cuando salimos del peor año de nuestras vidas y nos adentramos en otro que amenaza con superarle. Pase que lleguen más años malos, pero, por favor, que no nos hagan más ciegos. (Enlaces: con Reporteros sin Fronteras, Newspaper Death Watch, con varios artículos sobre Camus: los que han publicado José María Ridao y Joan de Sagarra con motivo del aniversario y otro mío de hace tres años en el que escribí sobre su patria argelina y sus vínculos con los republicanos españoles).



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4 de enero de 2010
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