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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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¿Teléfono rojo? Ya no volamos hacia Moscú

Obama ha puesto la directa. Algo ha cambiado desde la aprobación de la reforma del sistema de salud. Hasta ahora, todo eran palabras y propósitos, aperturas de ajedrez en partidas sin rumbo. Desde el 21 de marzo, cuando consiguió trabajosamente y por siete votos que se aprobara su reforma, está engarzando una detrás de otra las decisiones y las jugadas.

La primera fue con Netanyahu en la Casa Blanca, donde demostró al arrogante primer ministro israelí quién manda en Washington: la actuación del lobby pro israelí y su influencia en el Congreso habían conducido a muchos políticos israelíes, casi todos, a creer que eran ellos quienes dictaban la política norteamericana sobre Oriente Medio. La segunda ha sido con Dimitri Medvedev, el presidente ruso, con quien Obama ha acordado ya los términos de una reducción histórica de armas nucleares como no se había realizado ninguna desde el final de la Guerra Fría. La tercera, esta semana, autorizando prospecciones petrolíferas en las costas norteamericanas, una medida a medio camino entre el ecologismo radical y los viciosos del petróleo que prefieren terminar con toda la naturaleza salvaje, con tal de llenar a buen precio sus cuatro por cuatro. De las tres jugadas la de mayor profundidad política e histórica es la renovación del segundo tratado de reducción de armas estratégicas (Start II), cuya vigencia concluyó a finales del pasado año. Además de situar los arsenales en el nivel más bajo desde que existe este tipo de armas, el acuerdo constituye toda una lección sobre el destino de las bombas nucleares. Sin reducción, Obama no puede encarar la renovación del Tratado de No Proliferación que corresponde a este año. Estados Unidos ha exigido siempre a los otros que no adquieran el arma nuclear pero no ha predicado con el ejemplo, reduciendo su arsenal tal como se había comprometido. Tampoco puede abordar el rompecabezas iraní, país que reivindica el acceso a este tipo de amenazante energía en la condición de potencia regional alcanzada gracias a los errores estratégicos de EE UU y sus aliados. Es también un nuevo comienzo de Washington con Moscú. Habrá menos ojivas apuntándose mutuamente. Aquel viejo teléfono rojo de la guerra fría está ya en el trastero y apenas quedan sabios locos que quieran volar hacia Moscú subidos a un misil. Al contrario, son legión los ex secretarios de Estado y consejeros de seguridad, encabezados por Kissinger, que apoyan a Obama en su gesto de desarme. Necesitará dos tercios del Senado, es decir, un buen puñado de votos republicanos, para que el acuerdo con Medvedev se apruebe en Washington. Pero si gana la partida, habrá torcido de nuevo el brazo del extremismo republicano y de aquel siniestro doctor Strangelove de Stanley Kubrick que encarnaba Peter Sellers.

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4 de abril de 2010
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Merkel ensimismada

Alemania ha dejado de ser el país más europeísta de la Unión Europea. Se veía venir. La decepción ante las reiteradas dificultades con que la UE ha ido tropezando en la última década hacía temer esta reacción. Si hay un país donde se venía apostando por la unión política, éste era Alemania, país profundamente federal donde no repugnaba la idea de ceder soberanía a una Europa que se convertiría algún día en unos Estados unidos europeos. Hasta que, amputada por todos los lados, se ha convertido en una quimera muerta, momento en que los alemanes han optado por el repliegue en los intereses nacionales.

Después de ceder el marco alemán para dar luz al euro y el lugar privilegiado que tenía el Bundesbank a favor del Banco Central Europeo, Alemania no ha interpuesto obstáculo alguno a los sucesivos avances en la construcción europea, al contrario. Francia, la otra pieza del motor franco-alemán, en cambio, los ha sometido a consulta en dos ocasiones, la última con el resultado de retrasar cinco años la aprobación del Tratado de Lisboa. Reino Unido, como estaba escrito en el guión, ha actuado de freno permanente, a pesar de que Tony Blair prometió que situaría a su país en el centro de Europa y entraría en el euro tras un referéndum. Son políticos alemanes quienes han realizado las aportaciones más prácticas y audaces para reforzar la unión política, formuladas la primera en 1994, en un documento del actual ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, y el ex diputado cristiano demócrata Karl Lamers, y la segunda en una conferencia del ex ministro de Exteriores Joschka Fischer en la Universidad Humboldt de Berlín en 2000. En ambas se contemplaba la posibilidad de que los países que quisieran avanzar pudieran hacerlo sin que los otros pudieran frenarlo: lo contrario de lo que ha venido sucediendo. Ahora no hay unión política, no hay gobierno económico, son evidentes los frenos a las políticas de defensa, y no hay voluntad política de impulsar que Europa actúe en el mundo con una sola voz y una sola visión, como revelan la escasa ambición de los últimos nombramientos de los más altos responsables europeos. En estas condiciones se ha producido la crisis griega, con una canciller como Angela Merkel formada en la Alemania comunista, y perteneciente a una generación y una cultura ajenas a los entusiasmos de los 80, de donde salieron el mercado único y el euro. Sin la compañía de los socialdemócratas en el Gobierno, se han activado en ella los reflejos provincianos y euroescépticos que caracterizan a casi todos los políticos del Este de Europa, fruto de una dolorosa experiencia con la Unión Soviética, que se traslada injusta y miméticamente a la UE. Está, además, condicionada por las próximas elecciones en Renania-Westfalia, el 9 de mayo, en las que se juega la mayoría en el Senado, el margen de maniobra de su Gobierno y en cierta forma el destino de su coalición. Se halla presionada también por los liberales del FDP para que cumpla el compromiso electoral de rebajar los impuestos. Tiene a la opinión pública preparada para lanzarse sobre ella: no tiene pase sufragar a los griegos su gasto público cuando los alemanes lo están recortando. Así es como Merkel, por primera vez y rompiendo la tradición europeísta de todos sus predecesores, se ha convertido en la voz disonante y reticente ante el inevitable paso hacia alguna forma de gobierno económico europeo, que exige la estabilidad e incluso la supervivencia del euro en mitad de la devastadora crisis económica que ha sacudido el planeta. La canciller impuso todas sus condiciones en el último Consejo Europeo donde se trató del caso griego, de forma que el mecanismo de ayuda aprobado sólo se activará en caso de extrema necesidad, arrancará con la aportación de un tercio del FMI, y sólo después entrarán los países socios del eurogrupo, con los dos tercios restantes, mediante préstamos bilaterales. Pero lo decidirán por unanimidad, de forma que podrán reconsiderar la decisión en cualquier momento. Ha sido una solución europea, pero más formalmente que de contenido. Lo es porque la han tomado los europeos, pero los instrumentos son los más alejados posible de las instituciones europeas. Es una Europa por defecto. Que toma decisiones minimalistas y en el último momento. Con un mecanismo preventivo, como el arma nuclear, pensado para no tener que usarlo, eficaz en los primeros días, pero cuya futura capacidad disuasoria es dudosa. El contexto explica muchas cosas. Europa, en plena crisis económica, sigue virando hacia el populismo derechista. Sus instituciones no arrancan. Apenas cuenta en la mesa del póker mundial. El país central, con mayor peso demográfico, económico y geográfico, se halla ocupado en sus cosas. Y a su canciller, la figura política europea más fiable de su generación, sólo le interesa la política alemana y las próximas elecciones regionales. Ensimismada, al igual que todos los otros dirigentes de la UE.

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1 de abril de 2010
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Camino a ninguna parte

Italia siempre ha sido el laboratorio. Sus elecciones regionales, celebradas entre el domingo y el lunes, son más significativas que las francesas, que tuvieron lugar el anterior fin de semana. En ambos países juegan un papel similar este tipo de comicios: son unas elecciones de mitad de legislatura y por tanto una oportunidad para castigar al Gobierno. Berlusconi temía que pudiera sufrir una desautorización como la que le propinaron los franceses a Sarkozy y para evitarlo ha centrado toda su atención en evitar la campaña y adormecer la participación y el voto, gracias como siempre a su poder mediático y a su control sobre todos los resortes del Estado.

Y lo ha conseguido, arrebatando dos regiones a la izquierda e igualándola en voto: el castigo a su desgobierno no ha funcionado, a costa sobre todo de la participación más baja de la historia. Pero lo más significativo de su victoria es que no es suya sino del auténtico motor en estos momentos de la derecha italiana, que es la Lega de Umberto Bossi, cuyo nombre completo, no hay que olvidarlo, es Lega Nord per la Independenza de la Padania. ¿Y qué nos dice el laboratorio con sus experimentos? En primer lugar, que la izquierda se halla en un retroceso sin remedio, a pesar del respiro francés producto más de la catástrofe sarkozyana que de los méritos socialistas. Que los partidos que están sustituyendo el voto más popular son los que hablan el lenguaje de la antipolítica: la insolidaridad, la exclusión, la xenofobia o a veces directamente el racismo. Que Italia va un paso más adelante y algo más deprisa hacia donde va toda Europa, disgregada en localismos volcados sobre sí mismos, en intereses cortoplacistas y neuras familiares e íntimas. Para la Lega los resultados de estas elecciones son espléndidos, porque el separatismo nordista empieza a enraizarse en toda Italia y se ha convertido en el auténtico corazón de la derecha, mejor organizado y más militante que el partido televisual y velinesco de Berlusconi. Para Il Cavaliere tampoco está nada mal porque le permite pensar en las reformas constitucionales que le conviertan en un presidente de la República de poderes ampliados. El camino que está abriendo Italia es pésimo para Europa y para los europeos: Bossi ama a Europa tanto como a Italia, quisiera verlas ambas hundidas; y Berlusconi sólo se ama a sí mismo y le importa un bledo lo que suceda con Italia y con Europa al día siguiente de haber colmado sus ambiciones de poder económico y personal.

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31 de marzo de 2010
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El Vaticano, bajo asedio

La crisis política ha llegado hasta el Vaticano. E incluso hasta los aposentos papales. Como suele suceder en las crisis políticas serias, con acompañamiento de tormentas y riadas de barro. No es para menos. Afecta a la institución que se considera más sólida y perenne de la historia, una institución que reta a cualquier poder de este mundo en términos de eternidad y santidad. Hay mucha literatura, desde tiempos medievales, sobre monjes libidinosos y curas que aprovechan su poder para obtener favores sexuales de sus feligreses. También la hay, científica y novelística, sobre la promiscuidad homosexual en las instituciones de educación de niños y jóvenes. Pero a pesar de los abundantes conocimientos de la materia que nos da el caudal de la cultura popular, es extremadamente escandalizador que las instituciones a las que las familias católicas han confiado sus hijos hayan permitido, primero, que algunos de sus sacerdotes esclavizaran sexualmente a los jóvenes y, luego, hayan encubierto estos delitos en vez de denunciarlos ante la policía y los tribunales.

Tienen razón quienes argumentan estadísticas en mano para demostrar que no hay más pederastas y abusadores entre los curas que entre los ciudadanos de a pie en general. También la tienen, y eso lo demuestran otros casos de reciente descubrimiento, que se producen en instituciones juveniles no religiosas con la misma frecuencia que en las religiosas (probablemente todo el debate sobre el celibato sólo muy indirectamente puede tener alguna relación). Pero no tienen en cuenta que no se trata de una cuestión cuantitativa: no es el número de curas pederastas católicos lo que causa alarma, sino el número de casos de encubrimiento sistemático por parte de las autoridades eclesiales que acompañan estos casos. En este punto está la sutil y a la vez grave diferencia. El tratamiento que la Iglesia Católica ha venido dando hasta ahora a este tipo de casos es el de lavar la ropa sucia en casa. Todos los que se están destapando estos días tienen en común que los superiores de los curas delincuentes no atendieron a las denuncias primero y luego cuando fueron denunciados o denunciados ante la jurisdicción civil correspondiente se convirtieron en sus encubridores. Esta actitud no es meramente individual, sino que responde a la organización institucional de la Iglesia como poder estatal con jurisdicción penal propia y extraterritorialidad. Los crímenes que cometieron sus ministros podían ser juzgados en secreto y sometidos a penas eclesiales, pero nada se establecía en los cánones que obligara a entregarlos a la justicia civil del país donde se habían cometido los delitos. Probablemente ha sido la vigorosa actitud del actual Papa, Benedicto XVI, ya cuando era el máximo responsable del antiguo Santo Oficio, actual Congregación para la Doctrina de la Fe, la que ha conducido al desvelamiento en cascada de tantos escándalos. En la misma dirección de intransigencia hacia quienes han cometido estos crímenes ha actuado con su carta a los irlandeses. Pero el problema de Benedicto XVI es que existen todos los indicios de que cuando tenía responsabilidades episcopales se comportó de la misma manera que los otros obispos, mirando hacia otro lado y evitando la denuncia y la separación de los delincuentes. Lo mismo hizo en el caso del Padre Murphy de Wisconsin. La incoherencia y debilidad de unos y la hipocresía y la impiedad de otros conducen ahora a buscar los culpables en el anticlericalismo y en supuestas campañas anticatólicas, evitando así un examen minucioso de las propias responsabilidades. Es muy fácil culpar a la prensa anglosajona, a los ateos comecuras y a los abogados de Manhattan que defienden a las víctimas. Todo este debate ha generado uno de los más chistosos sofismas de los últimos tiempos. La culpa de la perversión de estos sacerdotes, una vez más, sería de la izquierda relativista y de Mayo del 68, emblemas donde los haya de un libertinaje y de una permisividad de la que no han podido sustraerse los pobres curas católicos. Para responder al argumento basta con observar como las figuras cardenalicias y papales del Renacimiento, quizás el momento de mayor fulgor y poder de la Iglesia católica, cargados de hijos y amantes, estupradores a veces de sus propios hijos, se han reproducido en la desenfrenada actividad sexual del fundador de los Legionarios de Cristo, el Padre Marcial Maciel. Fijémonos que estas actitudes de depredadores sexuales y destructores de jóvenes no las encontramos en los pobres curas y monjas de barrio, que atienden a pobres, ancianos, enfermos e inmigrantes, sino en los hombres de poder, en cínicos machos poderosos con sotana que abusan de su situación privilegiada y destrozan las vidas de quienes les rodean y les atienden con la seguridad de que la omertà de sus iguales y la institución en la que hacen carrera y a la que aportan dinero y feligreses les protegerán de inquisiciones ajenas. El Vaticano está bajo asedio, ciertamente, pero quien le asedian son sus propios pecados.

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30 de marzo de 2010
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Del alfiler al elefante

Así se llamaba la columna. El nombre lo decía todo. Un día era un análisis del principal acontecimiento internacional y al siguiente la necrológica de un pintor o de un poeta. Todo lo que ocurriera en el planeta entero cabía en el folio y medio mecanografiado que solía escribir por la mañana, estrictamente al hilo de la actualidad. Era un periodista orquesta, que sabía de todo y de todo podía escribir. Y siempre rápido y bien. Una bendición para un periódico vespertino como era aquel Tele/eXpres en el que se formó una entera generación de periodistas, quien firma estas líneas entre muchos otros.

El periodismo es mucho menos efímero de lo que creemos, empezando por los periodistas. Se escribe a toda prisa, a veces sin corregir; se lee con más prisa todavía; y luego se pasa página: el olvido. Pero más tarde las cosas se complican. Hay una sedimentación de las ideas y las palabras. Sobre todo si no son flor de un día y han ido manando con abundancia y regularidad, de una pluma inteligente y observadora: 9.000 artículos en 43 años, a razón de siete u ocho folios al día. Los escritores cuando mueren suelen ir directos al purgatorio, de donde algunos no van a salir nunca jamás, pero otros regresan resucitados y como nuevos. Los periodistas, en cambio, solemos ir de derecho al infierno, a menos que nos hayamos prodigado en una escritura también literaria que merezca la deferencia de una pequeña posteridad. En el caso que nos ocupa, el periodista tiene los mismos méritos que el escritor, hasta el punto de que no se entiende uno sin el otro, y eso era algo que todos sabíamos, pero necesitaba de la labor de los antólogos para que quedara, además de la constancia, abierto el camino de la resurrección. Lo ensayaron con éxito Carles Geli y Marcel Mauri en la primera antología que se publicó, en 2008, con el título de El mundo según Manuel Vázquez Montalbán (Editorial Ronsel), editada originalmente en catalán (Col·legi de Periodistes), en la que recogían una selección de 130 artículos, columnas y reportajes. Ahora ha repetido la demostración, nuevamente exitosa, Francesc Salgado con el primer volumen de la Obra periodística, que lleva por título La construcción del columnista y abarca desde sus inicios en el oficio en 1960 hasta 1973. Lo menos que puede decirse de este primer volumen de tres es que Manolo entero está contenido en esos 128 artículos antologados. No hay que esperar al siguiente volumen para encontrarse al periodista maduro y eficaz, que escribe de deporte y de moda, de gastronomía y literatura, de política española e internacional, a pesar de que todavía está vivito y coleando el franquismo. La mitad del volumen corresponde a un periodismo ejercido bajo régimen de censura previa. La segunda mitad bajo un régimen de autocensura y amenazas de sanciones penales y administrativas. A veces se olvidan estos detalles. Vázquez Montalbán hizo su trabajo de reportero y de columnista en estas condiciones lamentables con profesionalidad, pundonor y decencia; incluidos sus primerizos artículos entre 1960 y 1962, que han merecido el apartado El debut en la prensa falangista. Tal como se percibe en estos textos, en aquella época no se limitaba a sortear la censura, sino que ponía todo su gusto y empeño en probar las costuras del régimen, actividad en la que destacó como artista, maestro y pionero. Habrá que ver los siguientes volúmenes, pero el rescate de esos artículos que tienen entre 35 y 50 años va más allá del interés de historiadores y colegas. Todo se mantiene en pie en una selección antológica que supera su carácter de testigo de una época y merece ser leída por periodistas y lectores que no la han conocido. Si no han decidido que leerán en estos días festivos, ahí tienen una recomendación de lectura. Los lectores también pueden disponer de una antología específica de la columna Del Alfiler al Elefante en este blog en el que se utiliza la misma rúbrica. La tomé prestada de Manolo hace tres años, en homenaje a su labor de comentarista de política internacional, y en agosto de 2007 recogí aquí y comenté 31 de sus columnas.

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29 de marzo de 2010
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La lenta victoria de Barack Obama

La victoria de Obama ha sido trabajosa, lenta, obtenida con mucho esfuerzo y gracias a una obstinada fijación. Y ha sido mucho mayor porque también iban creciendo los obstáculos y la oposición a toda reforma del sistema de salud, hasta convertir la eventualidad de que el presidente mordiera el polvo en la bandera para arremolinar a las bases radicalizadas de un republicanismo todavía herido por la derrota de 2008. Queda mucho margen para calibrar la sustancia y los resultados de la reforma que dará acceso a la cobertura sanitaria a 32 millones de ciudadanos que carecían de ella. Habrá todo tipo de triquiñuelas para aplazar su aplicación o para impedirla, incluido el recurso a un Tribunal Supremo amoldado por las presidencias conservadoras. Y tardará en aplicarse en su integridad, cosa que no ocurrirá hasta 2014, al igual que la evaluación de sus efectos deberá esperar, según los expertos, hasta 2019 como muy pronto, cuando la presidencia de Obama ?sea corta, hasta 2012, o larga, hasta 2016? será ya historia.

Pero el efecto político de la reforma, que quiere decir en la correlación de fuerzas del presente, es el de una victoria rotunda, por más moderada que sea la legislación aprobada y a pesar de los siete meses de retraso respecto a las previsiones iniciales de la Casa Blanca. Hasta ahora, esta presidencia se había caracterizado por la tensión entre la intensidad de sus discursos y la evanescencia de sus acciones. De ahí la importancia de las reformas del sistema de salud, que nos proporciona una hipótesis: Obama, además de convencer y cambiar las percepciones, también consigue modificar, aunque lentamente, la dura y antipática realidad. Escribo hipótesis por una razón: deberá suceder varias veces para que la teoría quede comprobada. Lo exige la teoría, pero lo más grave es que también lo exigen las elecciones de mitad de mandato de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la entera Cámara de Representantes. Del resultado saldrán los márgenes de maniobra para los dos últimos años de su primer mandato: ya hemos visto cómo son con una doble mayoría demócrata como la que obtuvo, hasta el punto de que la pérdida de un solo escaño senatorial estuvo a punto de hacer descarrilar su reforma sanitaria. Para que le salgan las cosas rodadas, Obama debe seguir cosechando victorias en casa ?en la economía y en la creación de puestos de trabajo sobre todo?, pero debe afirmar también su autoridad exterior, sometida a impugnación permanente en ese nuevo mundo multipolar donde surge de cada esquina la arrogancia de un nuevo agente global dispuesto a retar y declarar en declive a la superpotencia única. Y vista la larga fabricación de su primera victoria, quizá sirve para Obama la vieja máxima latina de Augusto, el emperador: festina lente (apresúrate lentamente).

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28 de marzo de 2010
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El monopolio de la libertad

Pocas banderas tienen tanto prestigio como la de la libertad, que unida a la idea de gratuidad, se convierte en imbatible. Poder blandirla en régimen de casi monopolio puede parecer una contradicción, pero es posible, y es lo que ha hecho Google, el mayor buscador de Internet del mundo. No sólo parece una contradicción; es una contradicción, pero funciona: para aspirar a dominar el mercado mundial, Google tuvo que avenirse a la censura, cosa que hizo desde 2006, cuando abrió la dirección china.cn, reconocida por el régimen de Pekín. Desde entonces, la empresa norteamericana ha expandido sus actividades en China hasta conseguir un 36% de la cuota de mercado en las búsquedas de Internet.

Google ha practicado durante cuatro años la autocensura de forma ejemplarizante para todas las otras empresas tecnológicas instaladas en China. Pero no es difícil aventurar que una buena colaboración con el régimen habrá facilitado también la denuncia y represión sobre los disidentes. Google cuenta con un antecedente de suficiente entidad como para que nadie se rasgue las vestiduras: Rupert Murdoch, el magnate australiano-norteamericano amigo de Bush, Blair y Aznar, y principal propagandista de las ideas neocons con sus guerras preventivas, jamás tuvo rebozo alguno a la hora de dejar todas sus ideas liberales y sus exigencias democráticas en la frontera de la China comunista, para limitarse a defender sus intereses. La decisión de abandonar el portal censurado y redireccionarlo a otro abierto en Hong Kong forma parte de la gesticulación libertaria de Google, pero está guiada, fundamentalmente, por los intereses comerciales, tal como subrayan enfáticamente las autoridades comunistas. El problema es que en el nuevo mundo multipolar en el que hemos entrado, nada hay comercial que no sea a la vez político. Desde Mountain View, la sede de la empresa, se ha tomado una decisión comercial, en respuesta a las decisiones de control político de Zhongnanhai, el compound del gobierno chino. No se trata de una guerra caliente, que vaya a producir una escalada cada vez más virulenta de represalias mutuas, sino de una guerra fría, en la que contará el equilibrio de las amenazas y la disuasión, mientras las respectivas diplomacias informales mantienen abiertos los canales de negociación. Google tiene tanta capacidad de atracción como de conflicto. Mientras se expande a toda velocidad, sus actividades chocan con la propiedad intelectual, la privacidad, los límites morales e ideológicos de algunas sociedades o incluso la libertad de mercado. Convertida en el mayor soporte publicitario del mundo, de donde salen sus principales beneficios, se ha convertido en una trituradora de periódicos y medios de comunicación. Las compañías telefónicas se consideran parasitadas, porque utiliza unas redes cuyos costes no sufraga. China no ha escogido mal a su nuevo enemigo global, porque intentará esconder la censura derivada de sus peores y más bajos intereses de poder detrás de demandas, muchas razonables, respecto a la posición dominante de Google en el mercado. China ha dado una lección totalitaria, de aplicación a todas las compañías que se instalan dentro de sus fronteras: las reglas de juego no se imponen desde fuera, y mucho menos una regla que dicta la libertad de los individuos en un país donde precisamente de lo que se trata es de evitar que los individuos sean libres. Google también saca tajada: nadie enarbola mejor y más alto la bandera de la libertad en el momento en que se están formando variopintas coaliciones en su contra. Pero ambas superpotencias también recogen los heridos de este combate: China no va a contar a partir de ahora con esta marca legitimadora; Google va a perder uno de los mercados de mayor crecimiento y expansión en el mundo. Estamos ante el enfrentamiento entre dos superpotencias por una cuestión de soberanía. Google es un ejemplo de libro de los nuevos agentes no estatales que cuentan en el mundo multipolar y global de fronteras evanescentes. China pertenece al mundo más clásico de las soberanías territoriales conservadas por la fuerza. No hay forma de que cuadren los intereses y los valores de dos universos tan distintos, el de las soberanías individuales globales y móviles, y el de la soberanía territorial con sus fronteras guardadas y sus ciudadanos custodiados. Si una pretende monopolizar la libertad a través de la tecnología, la otra cuenta con el monopolio efectivo del poder a través de la represión policial y militar. Stanley Bing, bloguero de la revista Fortune, asegura que entre estos dos grandes países enfrentados, prefiere vivir en Google que en China. Sólo los patriotas del comunismo chino pueden preferir lo contrario.

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25 de marzo de 2010
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Aviso a Sarkozy

Ha tardado Sarkozy en saberse imperfecto, limitado y humano, pero estas elecciones regionales en las que tan poco poder político se jugaba le han dado al final la mala noticia. Tendrá que renunciar a muchas cosas: por ejemplo, a la tasa sobre las emisiones de CO2 que tan alegremente había imaginado; a la promoción de nuevos e inútiles debates como el de la identidad nacional; o a repetir ambiciosas maniobras de apertura en las que quiere brillar como un monarca por encima del bien y del alma, es decir, capaz de pillar en las filas y en las ideas tanto del socialismo como del lepenismo.

El varapalo tiene un significado inequívoco. Si quiere repetir cinco años más como presidente de la República, hasta completar el decenio que le permitiría dejar una huella suficiente en la historia de Francia, no tiene más remedio que dedicarse a preparar la contienda electoral en vez de seguir cabalgando sobre el caballo brioso de su narcisismo presidencial. Para eso sirven estas elecciones: para dar un aviso a quien tiene el poder, castigar a ministros y ofrecer un lugar bajo el sol a quienes pugnan por abrirse camino hacia el poder. Levantan un hipotético mapa de cómo pueden ser las próximas elecciones presidenciales. No es seguro que el presidente sepa o quiera captar claramente el mensaje. Pudiera ser que hiciera oídos sordos a los electores y atendiera únicamente a su corazón. Tendría la agarradera indiscutible y engañosa de la coherencia política, de la fidelidad a sus promesas y a sí mismo, y del culto a la escultura ecuestre en la que ha esculpido su ambición: seguir en su empeño, sin mezquinos electorales. Afortunadamente para él, desde sus propias filas le llegan ya las voces del realismo y de los intereses más elementales, que le aconsejan modular su programa, acomodarse a los gustos del público y evitar nuevos aventurerismo políticos que le enajenen de los suyos y enerven la combatividad de los adversarios. Si quiere practicar nuevas aperturas que sean en dirección a sus propias filas, le están diciendo los suyos. Ahí está el Frente Nacional de nuevo crecido, como en los viejos tiempos de Mitterrand, dispuesto a dividir a la derecha en provecho de la izquierda. Ahí está también el Partido Socialista, de nuevo en el corazón de la izquierda y con los líderes y la capacidad para construir las alianzas que le devuelvan el gobierno. Ambos resurgimientos apuntan al carácter efímero del sarkozysmo, que no ha conseguido consolidar el esquema esbozado en anteriores elecciones, con una derecha ampliamente unificada y una izquierda cuarteada. El presidente deberá vigilar ahora para que no se invierta el esquema, y llegue a 2012 con la izquierda unida y la derecha troceada como en los viejos tiempos. Falta todavía mucho tiempo, dos años, para la gran contienda. Puede ser que el varapalo electoral sea útil para Sarkozy. Tiene tiempo para reaccionar y poner orden en sus filas y en sus pasiones desbordadas. Puede todavía matar la semilla de la discordia sembrada en su propio campo y abonar y cuidar la sembrada en el ajeno. Pero deberá dedicarse a fondo a estas tareas de horticultura electoral a largo plazo tan ingratas y dificiles para quien gusta de las pompas y los placeres más inmediatos del poder.

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24 de marzo de 2010
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El poder de Obama

Demostró que podía ganar y alcanzar la Casa Blanca. Que tenía todas las virtudes para ser presidente. Que un senador afro americano con escasa carrera política podía convertirse en el primer magistrado del país más poderoso del planeta. Los ciudadanos norteamericanos se dijeron que juntos podían, y lo consiguieron. Pero fue a través de su figura singular como quedó demostrado que Estados Unidos podía. ?Yes we can? no quería decir todavía ?I can?. Eran los ciudadanos movilizados los que podían. Después de la votación nocturna del domingo, por un escaso margen de siete votos, arrancados penosamente, con medio año de retraso respecto al plan inicial y después de rebajas y concesiones, Obama ya sabe que también él es quien puede. La reforma del sistema sanitario es una demostración de la voluntad y de la fuerza política del presidente. Todos sabemos ahora que Obama puede. Y por eso escuece a los republicanos.

Ésta es su segunda victoria. La primera le llevó en volandas a la Casa Blanca. La segunda le acredita como un presidente transformador, carácter compartido sólo por muy pocos de sus predecesores. Lo ha conseguido después de un combate que ha sido como una tercera campaña electoral. Primero fue la de las primarias frente a Hillary. Luego la presidencial, frente a McCain. Y ahora la reforma sanitaria frente a los republicanos en bloque e incluso frente a quienes querían una reforma más radical en su partido. Esta ha sido la más dura, la más agónica, la más disputada de todas. Paradoja de esta presidencia: Obama ha querido ser un presidente transversal, 'bypartisan'. Le atrae la argumentación conciliadora y utiliza un lenguaje moderado. Sus formas son tan centristas como lo son sus ideas. Pero pocos presidentes han conseguido dividir y radicalizar al electorado como Obama en los 14 meses que lleva en la Casa Blanca. La legislación sobre el sistema sanitario ahora aprobada es la mejor muestra de este carácter divisivo de sus propuestas; que lo son, no por su contenido, sino por quien las propone. Los republicanos no quieren que triunfe, le niegan el pan y la sal, la victoria. Rechazan cualquier propuesta suya por el mero hecho de que sea él quien la proponga. Por eso cabe esperar ahora un cambio de estilo. Si siendo conciliador ha conseguido dividir, es posible que siendo más agresivo consiga algo de consenso. Los resultados de la reforma sanitaria tardarán mucho tiempo en notarse. En 2019 dicen algunos. Hasta 2014 no entrarán en vigor todos los nuevos mecanismos y obligaciones. Pero el cohete ya está en órbita y no hay quien lo pare. Esta segunda victoria subirá la moral de las filas demócratas, tras la derrota de noviembre en Massachussets. Será el zócalo sobre el que Obama emprenderá nuevas batallas. Tiene infinidad abiertas, en casa y en el mundo. Hoy mismo recibe al retador Bibi Netanyahu, que ha apostado por la derrota demócrata en noviembre y por una presidencia de un solo mandato. La inmigración, el sistema escolar, el cambio climático y la creación de empleo le esperan en casa. Y fuera, ante todo, la paz en Oriente Próximo, el desafío de Irán, el desarme nuclear, pero también las guerras de Irak y Afganistán. Ésta será una presidencia grande de contenidos y de emociones. Y esto no ha hecho más que empezar.

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23 de marzo de 2010
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Terroristas españoles

El resbalón es mayúsculo, de los que quedan grabados en la memoria. Confundir a cinco bomberos catalanes con un comando de ETA le puede suceder a cualquiera. Pero tenerlos grabados por una cámara fija y difundir sus imágenes sin hacer antes todas las comprobaciones pertinentes va mucho más allá de lo que aconseja la más elemental prudencia. Algo tendrán que ver las prisas del Ministerio del Interior francés y la aguerrida actitud del presidente Sarkozy frente a ETA con la segunda vuelta de las elecciones regionales que se celebraban ayer, y en la que se confirmó la zurra propinada por el electorado al partido presidencial una semana antes.

El ansioso presidente francés y sus servicios de policía no han sido los únicos salpicados por tamaña metedura de pata. También nos hemos lucido periodistas y medios de comunicación, con especial aplicación y sentido del espectáculo los que disponen de menos inhibiciones para frenar su hambre de sensación. Hay primeras páginas de este pasado sábado que no tienen desperdicio. Policías y jueces viven permanentemente asaltados por la tentación del espectáculo, que suele tener excelentes receptores en los periodistas. Era evidente el impacto y la fuerza de un vídeo en el que aparece un tipo con todas las apariencias de ser el jefe de la banda, rodeado de sus guardaespaldas, dos que le abren paso y dos que le cubren la retirada. Aunque fuera una sola y corta secuencia, estas imágenes tenían la virtud de la elipsis: ahí estaban comprando, quizás material para su asalto, poco antes del robo y de la muerte; era la misma elisión, aunque con menos extensión e intriga, que encontramos en el vídeo de Dubai, donde aparecen los supuestos agentes del Mosad en los seguimientos del jefe de Hamas y la preparación de su asesinato. Pero la hojarasca del anecdotario no debiera desviar nuestra atención respecto al bosque, a los hechos sucedidos esta pasada semana. ETA realizó una acción espectacular en las proximidades de París, de significado todavía no aclarado, que terminó muy mal para todos, sobre todo para la banda y desgraciadamente para el gendarme Jean-Serge Nérin. Fue detenido un etarra; un gendarme francés cayó acribillado y muerto por primera vez de mano de los etarras; y la organización terrorista no consiguió culminar satisfactoriamente el robo de coches tal como se proponía. Da toda la impresión de que la organización terrorista pagará muy cara esta actuación, que representa el momento de mayor identificación entre Madrid y París en el combate antiterrorista. Las palabras de Nicolas Sarkozy, en su visita a la comisaría de Dammarie-les-Lys el pasado jueves para dar ánimos a los compañeros del gendarme asesinado, no pueden ser más preocupantes para los terroristas. ?Francia no se va a dejar intimidar por los terroristas españoles. España es una democracia y nosotros estamos a su lado. Que ETA sepa que la policía francesa se va a movilizar de forma total y sin piedad contra ella?. Si hacemos abstracción de la mensajería electoral que también contienen la visita y las palabras, ni siquiera el presidente francés sabe el profundo alcance del léxico escogido para hablar de los asesinos. Nadie hasta ahora les había dicho con tanta exactitud lo que son, desgajándolo de cualquier significación (en alguna medida justificación, por tanto) política o identitaria a sus viles acciones. Ellos sabrán por qué matan, pero no vamos a reconocer que lo hagan por ser militantes de causa alguna ni por ser vascos. Fue un gendarme jubilado quien escuchó a los bomberos en el supermercado. Nos han contado que hablaban catalán, pero el buen señor creyó que hablaban español, cuando lo propio de unos militantes (palabra utilizada todavía con frecuencia por la prensa francesa) del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (palabras de Aznar) sería que hablaran euskera. Pues no, eran pacíficos bomberos catalanes, confundidos con peligrosos terroristas españoles. Chapeau, monsieur le président!. Quizás no ha acertado en nada esta semana nefasta electoralmente para usted y su partido, pero sí acertó en la elección de las palabras. Que no es poco.

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22 de marzo de 2010
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El Boomeran(g)
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