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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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Mi tercer Gracg

 

 

 

Al margen de los ruidos, de las ventas, de los premios, de los medios y los mediadores; siempre al margen ha crecido la literatura de Julien Gracg. Es la tercera vez que vuelvo a Gracq en éste bar. Me hubiera encantado haberlo conocido pero si lo hubiera encontrado en unos de sus viajes por España, no me imagino de qué hubiéramos hablado. Recorrió algunos cercanos caminos, cruzó por lugares que amo, escribió sobre queridos espacios, compartió varios de mis amores castellanos, navarros y del Delta del Ebro. Si me hubiera encontrado con el discreto escritor no le hubiera dirigido la palabra. O es posible que hubiéramos compartido, en silencio, alguna ensoñación mirando algún paisaje. También podríamos compartir un whisky mientras en el salón suena algo de Wagner.

Dentro de unos días estaré en una de sus ciudades, Nantes. Uno es de dónde hizo el bachiller. Gracq, que nació cerca de esa ciudad a la que supo dar forma literaria, es de esa ciudad dónde conoció la literatura de Stendhal, la ciudad de Julio Verne. Y la ciudad de Jules Vallés, ese escritor que representó una forma de anarquismo, de individualismo y rebelión, muy diferente a la de Gracg, pero tan querida. Julien Gracq también fue un rebelde, un ácrata educado, el primero en no aceptar el prestigioso premio Goncourt. Y el que nunca recibió el premio Nóbel porque bien sabían los suecos que nunca asistiría a la noble ceremonia.

 Ahora vuelvo a Gracg  por dos motivos. Dos nuevas traducciones de su obra, no muy extensa  pero toda esencial. Por un panfleto de los años cincuenta que fue publicado por Albert Camus, lo que una  vez más le honra, y que se llamó "La littérature à l'estomac". Traducida espléndidamente para "Nortesur" por Maria Teresa Gallego como "la literatura como bluff". Sesenta años después todavía tiene vigencia, aunque no seamos franceses, ni tengamos sus "reverencias" por la literatura, ni tengamos sus escritores. Sirve como grito inteligente contra la literatura tomada como una evasión, una diversión, para los ratos de ocio.

La otra razón, el otro libro que también es la primera traducción al español, es un curioso ejercicio a cuatro manos, "Trébol de cuatro hojas". Publicado por la cada vez más interesante editorial "Demipage" y reuniendo cuatro textos escritos a principios de los años cincuenta. Unos años en que el surrealismo estaba en plena lucha contra los nuevos realismos, los nuevos narradores y los viejos compromisos. Libro de ensoñaciones y realidades, cuatro escritos independientes, poéticos y fantasiosos, firmados por André Bretón, Julien Gracg, Lise Deharme y Jean Tardieu. La escritura como deseos de volar. La imaginación que se nutre de irrealidad tan cercana, esa magia cotidiana que tanto gustaba a Breton y  a sus amigos como Gracg.

En su relato, "Lo ojos bien abiertos", Gracg nos propone sacar partido de nuestra gracia de ser soñadores despiertos. Buscar esa cualidad de la ensoñación que nos permite acercarnos a la mirada poética, al viaje a la manera de Baudelaire. Un viaje dónde no es nada extraordinario poder permanecer atentos a nuestras ensoñaciones. Conseguir "la facultad de saltar con más ligereza, con más libertad, de una imagen a otra, de despertarlas en cadena con un código secreto, conforme a las leyes de correspondencia igualmente ocultas. En otras palabras, se trata de un cierto arte de la huída, más que una aptitud para percibir imágenes desconocidas".

Recomiendo: siempre volver a Gracg, por sus novelas, por sus letrinas, por sus viajes o por sus ensoñaciones. Un profesor casi oculto llamado Louis Poirier, que quiso que le llamáramos Julien Gracg. Doble homenaje a Julien Sorel y a los Graco romanos, aquellos guerreros y pacificadores que también viajaron por España. Otra historia.

 

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3 de marzo de 2010
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Juan y otros egos

 

Como un barco cansado. Majestuoso y terriblemente humano. Vanidoso y cercano. Comedor de arepas, bebedor de vinos, de cervezas, de whiskys. Todo un símbolo que se escucha en lo que los otros dicen. Un poeta escuchándose a sí mismo, con su memoria viva, nostálgico de la tinta verde y sentado en el lugar dónde una vez lo hizo Alexander von Humboldt. Neruda pisaba por segunda vez  la España franquista, que ya no era la España de su corazón, la primera vez fue en Barcelona para un paseo en compañía del pintor Pepe Caballero y de García Márquez. Ahora pisaba tierra Canaria para comer arepas y para hablar y beber entre amigos. Le esperaban Pérez Minik, Westerdahl, García Cabrera. Le había convencido un joven periodista de perilla y bloc, un simpático e insistente amante de sus versos, de su historia, llamado Juan Cruz.

Juan acaba de publicar un libro único. Nadie como él podría haber contado tantas cosas con tantas personas que nos importan, que hemos admirado, incluso con algunas que hace tiempo dejamos de admirar. Un libro admirable. El mejor "cotilleo cultural" para inmensas minorías, sin tener que levantar ninguna falda que se resista, ni bajar bragueta que no se deje. No creo que hay un periodista que haya visto tanto y, desde luego, ninguno que viva su oficio con tal intensidad desde hace tanto tiempo y sin bajar la curiosidad así que hayan pasado cuarenta años.

Tengo la suerte de ser amigo de Juan Cruz, y de seguir al escritor y al periodista desde que algunos estaban enamorados de la moda juvenil y nosotros no nos habíamos afeitado nuestras jóvenes barbas. Algunas escenas de sus "egos revueltos" las he vivido, otras las he conocido y muchas se me aparecen por primera vez. Por unas u otras razones me parece un libro sin desperdicio.

 Difícil elegir algunas historias en tantas vidas cruzadas. Recomiendo abrirlo por dónde queramos, no hay página en la que no encontremos algo o alguien que nos gusta. O que nos disgusta. Toda clase de egos van desfilando, incluidos los propios egos del autor, que también desayuna los suyos. Uno de los encuentros que prefiero lo tuvo con Francis Bacon. Ese enorme artista, tan complejo, tan impenetrable, tan difícil. Un encuentro que estuvo a punto de frustrarse en la galería Marlborough de Londres. La entrevista fue posible porque dos asmáticos sacaron su Ventolín como dos vaqueros sacan sus pistolas. Una afinidad que hizo hablar al genio silencioso de Bacon. Eso y el amor que el pintor estaba viviendo con un joven madrileño. Muy Bacon eso de sentarse en el único lugar incómodo de la muy agradable galería londinense.

Muchas noches nos encontraríamos con Bacon en Madrid, en esos tiempos en que "El Cock" era nuestro lugar de muchas noches. Un artista cercano y lejano que murió en Madrid. Juan también nos recuerda al pintor muerto en un hospital de Madrid y con un letrero pendiendo de su dedo gordo, desnudo y una identificación: Bacon.

Otro gran momento es el perfil de don Juan de Borbón descubierto en un cine porno de Piccadilly. Esa parte tan humana de éstos Borbones, quizá la misma afición de casi todos los Borbones. Una anécdota que estuvo a punto de robarle el gran contador de anécdotas, el mejor retratista de nuestros escritores, Manuel Vicent. Se recuerdan algunas historias con Vicent como gran ficcionador de la vida cotidiana. Con el mismo Vicent que sigue reuniéndose para escuchar, para intentar hablar, para hacerse un hueco de algún ego entre tantos egos revueltos. Y viajando con Vicent nos regala el mejor de los consejos para viajar. Llevar lo mínimo. Llevar simplemente "el equipaje de un hombre", dos o tres libros de bolsillo y pocas cosas más en una maleta zen. Una lección.

Gran libro de Juan Cruz que además de periodista, algunas veces ha sido un cómplice dispuesto para conseguir cosas tan peculiares como un dentista para John Berger, un oculista para Paul Bowles o unos fisioterapeutas para Vargas Llosa y Rafael Azcona. Juan Cruz dispuesto a ser compañía en una habitación hasta que Cela empezara a roncar. Único periodista del que tengamos que incluir en su currículo que ha sido acompañante hasta mientras orinaran a tres escritores, tres. Cela es otra vez protagonista de una peculiar relación. Al que hay que añadir la petición sorprendente de María Zambrano, Juan se quedó discretamente fuera del baño. Y la ya muy conocida relación a pie de mingitorio con Borges. Al menos se salvó de la petición de Alberti, todo un campeón en meadas.

Un libro de memorias de un memorioso mayor de nuestro republicano reino de las letras. Ya estoy esperando esa continuación anunciada: "Los platos chinos". Pero esa es otra historia.

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28 de febrero de 2010
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Demasiadas virgenes

 

Sobran vírgenes. Y sobran santos, milagros, éxtasis, santas familias, papas y hasta sobran frailes. Una pena. Un pintor que podría haber sido nuestro Caravaggio, que podía haber sido uno de los grandes holandeses y que se sabe muy bien por dónde habían ido Velásquez, Ribera o Zurbarán. Un pintor esencial del siglo XVII y, una ves más, un español disminuido, acotado, constreñido por la religión. Por aquello que se llamó "Contrarreforma" y que es la marca española de nuestros siglos más ricos en literatura, en pintura, en dominios y en derroches. Hablo de Bartolomé Esteban Murillo, ese pintor sevillano, un genio que estuvo demasiado acotado por sus "obligaciones" de pintor "oficial" del integrismo católico imperante en su época. Todas las iglesias, conventos y órdenes religiosas con poder y dinero querían un Murillo en sus demostraciones de poderío. Era el pintor de moda para los más reaccionarios de los poderosos poderes eclesiásticos. Un enorme pintor que hasta avanzado Mayo se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Una exposición sobre el "joven Murillo" dónde hay, más allá de los cuadros religiosos, unas cuántas joyas "civiles". Un gran pintor de los pícaros, los pobres, las prostitutas, las viejas orgullosas, los golfos adolescentes, los chicos de la calle. Un pintor que podría habernos dejado uno de los mejores legados sobre las miserias de la vida cotidiana en la que era la cuarta ciudad más importante del mundo. Sevilla en el siglo de Murillo, con más 130.000 habitantes, era la gran metrópolis después de París, Nápoles y Londres. La fascinante ciudad barroca, la que conoció el paso del oro y la lepra, los esclavos y los poderosos, el mejor arte para unos pocos y la calle para los supervivientes. Ciudad de todos los peligros, todas las diversiones y todas las fugas posibles. Ciudad para llegar de otro mundo o para viajar al otro mundo. Sevilla barroca, cristiana a la fuerza, expulsadora de los "otros", amparadora de los encubiertos. Ciudad que vio crecer a los mejores pintores de su tiempo. Ciudad de Murillo. Aquél gran pintor de la calle que se perdió en hermosas pinturas con demasiadas vírgenes. Ya no hay vírgenes como las de entonces. Tampoco hay pintores como aquellos. Ahora son fotógrafos. Ahora son video artistas sin aquella contrarreforma pero al son de las mentiras del mercado. Y de otras mentiras. Brindo por el Murillo que pudo ser y no fue. Si pueden, no se lo pierdan.

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26 de febrero de 2010
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Bergamin, un rolling stone

 

A veces paso por la Puerta de Alcalá, me pierdo por el Retiro y regreso por la Cuesta de Moyano. Otras veces hago el recorrido a la inversa. En los dos casos, al pasar por la Plaza de la Independencia- creo que así se llama- sonrío al ver la placa dedicada al nacimiento de José Bergamín. Recordar a Bergamín me hace sonreír, lo contrario que parece pasarle a Muñoz Molina. Apenas pude hablar con él unos minutos pero nunca olvidaré su presencia, sus cosas, algunos de sus libros, muchos aforismos y poemas, poemillas, duendecitos, coplas o los queridos cantos rodados. Así era Bergamín como un "rolling stone", sin rock, ni drogas ni dinero. Un "rolling" de la cultura española del siglo XX. Un resumen de todos los excesos. Estuvo en todas las fotos. Conoció todas las contradicciones y tuvo una vida que reclama una biografía, no unas líneas para despachar con injusticia sus dudas y sus certezas.

Una vez lo visité en su casa, en compañía de mi amigo Vicente Alberto Serrano, al que tantas cosas debo que nunca termino de pagar. Nos reímos con el flaco, seductor y contradictorio autor. Vivía en una pequeña buhardilla de la Plaza de Oriente. Se le dieron bien las plazas, nació en una de las más bonitas de Madrid y terminó en la más abierta y occidental, la Plaza de Oriente. Más de una vez tuvo que esconder su risa y sus huesos de la barbarie franquista que allí tenía la costumbre de citarse para gritar juntos, prietos y en filas. Bergamín  frente a Palacio: "yo, como siempre frente a la monarquía", decía con su casi sonrisa. Su vida fue rica en aventuras, llena de versos libres, de pensamientos sueltos, de secretos y de pocas confesiones.

Yo le recuerdo por mis paseos y, sobre todo, porque tengo en mi mesa el primer tomo de sus poesías completas. Han salido en Pre- Textos y son unas perfectas compañías para hacerme un poco más "rolling stone".

Unos cantos rodados:

"El que tiene razón siempre

no siempre tiene verdad:

muy pocas veces la tiene"

 

"la música es una trampa

que tiende el Diablo a la luz

para intentar atraparla"

 

"hacer la verdad mentira

y la mentira verdad

es jugar con el Diablo

a perder para ganar"

 

Ya se sabe que con los Rolling, con Aute y con Bergamín siempre parece que anda suelto el Diablo.

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23 de febrero de 2010
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Libertinos, radicales

 

Hubo un tiempo en que con mucho placer leí literatura libertina. También hubo un tiempo en que me levantaba temprano. Después uno va cambiando costumbres, gustos, libros, libertinos y libertinajes. Sin embargo ahora me siento rejuvenecer con el regreso de algunos de los imprescindibles: Casanova, Sade y, desde luego, los rescates de dos joyas paralelas, parecidas, diversas y convergentes en tantas cosas como son las últimas obras traducidas al español de Mirabeau y de Mirbeau. No hay que confundir éstos dos apellidos de ilustres y libérrimos escritores franceses.

Primero en el tiempo está Honoré Gabriel Riqueti, conde Mirabeau, nacido en la mitad del siglo XVIII- ¡gran siglo francés!- y que, como algunos de los mejores de su tiempo, fue un aristócrata poco convencional. Tremendo y excesivo en amores, fugas, atrevimientos y provocaciones, éste francmasón que fue escritor y diplomático, primo del divino Marqués y compañero de prisión en Vincennes y que escribió algunos libros tan deliciosos como "La educación de Laura". Primer libro de una nueva colección dirigida por la muy querida Paula Cifuentes a la que también imaginamos gozando como traductora  de ésta corta novela de tan alto contenido didáctico. Una obra especialmente recomendable para jovencitas deseando iniciarse en los misterios del erotismo que estén en trace de desconfianza de las mentiras y falsas moralidades con las que suelen ser confundidas por sus entornos y de sus educadores.

El libro tiene un alto contenido autobiográfico, lo que hace que nuestro aprecio por Mirabeau aumente después de la placentera lectura. Muy apropiado para tardes de invierno así como útil para recuperar ardores y calores. Recordar que Mirabeau también fue un gran parlamentario. ¡Ay!, nada  fácil encontrar ahora y entre los nuestros algún escritor o parlamentario que pudiera resistir ni una lejana comparación con tan elegante y procaz escritor.

El otro Octave Mirbeau- y no el primero de sus libros que nos recupera el olfato y atrevimiento de la editorial "Impedimenta"- es "El jardín de los suplicios". Otro autor para llevarse a la cama, al sofá, al cuarto de baño, de paseo o las aulas. Nació un siglo después de Mirabeau y fue precursor en algunos atrevimientos narrativos que llegarían después desde Rusia o desde las vanguardias. Admirado por Apollinaire. Y por Buñuel, que llevo al cine su "Diario de una camarera", es también un autor con el marchamo de libertino. Fue un revolucionario en modos, contenidos y alguna vez  acusado de provocador y escandaloso. Se atrevió, entre otras historias destapadas, a contar violaciones de adolescentes por parte de sacerdotes. No hemos inventado nada. Todos los escándalos ya están en los griegos, todos los excesos en la Biblia y todos han sido reescritos a lo largo de los siglos por escritores que han querido ser libres. Lo que hace notable las narraciones de Mirbeau es que, más allá de su "realismo duro, sucio" sea tan elegante y sutil en su escritura. Esa sutil, refinada y eficaz manera que desde su humor, bastante negro, tiene de enseñar una cara verdadera de los "tartufos" e hipócritas de la clase dominante. Y también de las miserias de muchos de las clases "dominadas".

Elegantemente provocador ésta novela es para "los sacerdotes, a los soldados, a los jueces, a los hombres, que educan, dirigen, gobiernan a los hombres, dedico, estas páginas de asesinato y sangre". Creo que casi ninguno de esos leyó con aplicación al radical Mirbeau. Tampoco lo hicieron con el libertino Mirabeau.

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18 de febrero de 2010
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Pedro Páramo encuentra a Nadal

 

El viajero es historia. Una de las muchas especies en extinción de nuestro mundo que, a pesar de las amenazas de todo tipo y condición, todavía mantiene algunos síntomas de lo que fue en algunos reconocibles sujetos. Uno de esos últimos seres con el espíritu de aquellos viajeros se llama Paco Nadal y, casualidades, es amigo mío.

Nació, justo hace medio siglo, en Murcia .Desde muy pronto dio síntomas de una propensión no controlada por estar en otra parte. Conocer otros paisajes, otros paisanajes. Los síntomas de querer estar fuera de casa, o de llevar encima su casa, se acentuaron con la edad. Nada ha sido capaz de tranquilizar su deseo de moverse, de conocer y, como todo viajero auténtico, de contar aquello que ha visto. Ya no se congrega al grupo entorno a la hoguera, ahora se hace por escrito, en un blog, en la radio o desde la televisión. Paco Nadal es uno de los mejores narradores de lugares dónde nunca estaremos. Incluso, de lugares en los que nunca ya querremos estar después de haberle leído.

Acaba de publicar un espléndido libro de viajes. Un libro de viajero que se mueve como se mueve la gente del lugar. Un libro de correcaminos capaz de intentar reposar allí dónde toda incomodidad tiene su asiento. Paseante por un México que se bifurca por caminos no previstos, entre la sorpresa, el riesgo y el apasionado deseo de conocer. Comienza en una reciente guerra de guerrillas de no muy alta intensidad, pasa por la historia- desde el pasado mítico y mitificado de los pobladores indígenas hasta el largo periodo también demasiado mitificado y desmitificado en que México era una de las joyas del  "Imperio Español"- recorre pueblos perdidos, ciudades inabarcables como capital federal, desfiladeros, trenes de insólitos recorridos, minas abandonadas, tribus recicladas, cantinas, cantineras, pueblos perdidos como los perros sin collar. Viajes en autobuses vacíos, caminos de mulas y senderos sin glorias por caminos que no llevan a ningún lugar dónde el turista tenga pensado llegar.

De los ruidos de la ciudad "cool" a la sorpresa ajardinada del lugar dónde el mundo se llama Comala. Desde el peyote a la coca-cola, de las últimas ciudades a los últimos mitos. No hace falta ser Jhon Reed,  ni Bruce Chatwin, ni vivir con intensidad los años de la desacreditada revolución villista, hace falta ser un viajero curioso, tener el sentido del humor de Paco Nadal y la necesaria falta de pedantería para no creer que los viajes son intensos buceos en el alma humana, en el corazón de las tinieblas o en el profundo sentir de los pueblos perdidos, dominados, conquistados, rebeldes o insurgentes. Se agradece que tantas cosas- algunas tan cercanas y otras tan desconocidas, se nos cuente con el escepticismo y el humor del que sabe describir los momentos finales de la presencia española en México como "un imperio de todo a cien".

A los viajes les sienta bien el buen humor. Es bueno haber leído a Pla. Y también esa joya de Mark Twain, "Guía para viajeros inocentes". Y si no los han leído, tienen tiempo. Ahora la mejor lectura de viajes posibles o imposibles que pueden hacer es "Pedro Páramo ya no vive aquí". Una entretenida autobiografía de los trabajos y los días de de uno de los últimos viajeros.

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17 de febrero de 2010
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Libertario, tabernario, bufón

 

La hermosa deteriora Simone Signoret cuando escribió sus memorias las tituló "La nostalgia ya no es la que era", en los paseos romanos, también en los florentinos, no pude evitar tener nostalgia de otras veces, otros años, otros lugares. Hoy pasé por una pensión romana dónde conocí el amor y la risa. Las ciudades, sus calles, sus bares, sus hoteles guardan memoria leve de lo que fuimos. Lo que ya solo seremos si lo recordamos nosotros, si lo recordamos a otros.

La aparición en éste bar abierto de Paco Otero me hace volver a tiempos libertarios. Era una vez un barrio abierto, todavía no era el barrio gay, pero ya era un lugar de muchas libertades. Algunas molestaban a los fachas de entonces. Recuerdo el bar de Emilio Sola, uno de los nuestros, "La Vaquería", cerrado por atentado de los reductos franquistas. Al lado, en la misma calle, en la misma acera de esa calle que se sigue llamando Libertad, estaba- todavía está- uno de nuestros habituales refugios, "Libertad 8". Por allí llegó Paco Otero, libertario, educado, libertino y algo bufón. Era mucho antes de que cantaran Pedro Guerra o Javier Álvarez. Eran noches para cantar con Ángel González y toda una pandilla que supimos bebernos demasiadas noches y algunos días. Cantábamos sin pudor a desentonar. También escuchábamos. Y hasta veíamos amanecer antes de, una noche más, Terele Pávez se pusiera a cantar desafinando y ligera de ropa.

Paco Otero, que ya estaba allí cuando el barrio estaba por inventarse, entre los libertarios, las academias de baile, el restaurante barato del padre de la hermosa María- que se perdió con los Hare Krisnhas-, los pinchos del "Santander" o los encuentros en "El comunista". Por allí siguen algunas bodegas de entonces, algunos garitos de los tiempos del barrio que todavía no sabía que Chueca fuera a se ese reducto de alegres encuentros rosas de hombres y mujeres de todo el mundo.

La vida nos fue cambiando de bares, de barrios, de amigos y de amores. No siempre, no todo es olvido. Me alegro de tropezar con Paco Otero, después de tantas noches de soportarnos, de convivir con esta pandilla  noctámbula que se cambió de barrio, que se cambió de bares y que, de vez en cuando, aunque sea inútil, siente nostalgia de aquellos años de un barrio en el que cabíamos casi todos.

Amigo Paco, si hay otro bar, otro lugar en otra "libertad", avisa que se de algunos y algunas de los de entonces que os echamos de menos.

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15 de febrero de 2010
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Por culpa de Hemingway

 

La culpa la tiene Hemingway. Y un poco mi propensión a la mitomanía. Estaba pasando unas buenas jornadas en Roma. Mañaneros paseos romanos  para perderse por sus calles, entre los rincones de la judería y los pasillos de sus museos. Cantando bajo la lluvia, incluso bajo la nieve, en buena compañía, buenas alcachofas, buenos vinos y una excelente grappa tomada con nocturnidad, entre amigos, en la que fuera la casa de Marcelo Mastroianni- un lugar que reverenció Maruja Torres y otras enamoradas de aquél seductor- y con fuerza para visitar al día siguiente los recuperados "caravaggios" de la Iglesia de San Luis de los Franceses.

Todo armónico, aunque un poco caótico, como corresponde a la ciudad. Al llegar la penúltima noche se me ocurrió una parada en Vía Venetto, la calle que todos conocimos por el cine de Fellini, por la mitificación de los años de la "dolce vita". De aquella elegante dulzura apenas queda el recuerdo. La calle está tomada por ricos horteras, mundo nocturno de la estética de Berlusconni y, lo que es peor, de la misma ética. Mafias rusas, prostitutas de lujo, fascistas de nuevo cuño y de viejos hábitos, cantantes vulgares para público vulgar en bares que conocieron mejor vida.

Lo peor de todo fue el intento de mejorar las cosas creyendo que algunos bares se deben al espíritu que les dio la fama. Por culpa, o gracias, a la influencia de Ernest Hemingway, hemos tomados algunas copas en algunos de esos "Harry's Bar" que el escritor hizo famosos. Creo que nunca estuvo en éste de Roma, pero recordando sus noches en el bar del mismo nombre veneciano, propuse tomar unos dry martinis, brindar por la memoria de Ernesto, y por la de Azcona y Ferreri que nos habían brindado la excusa para estar en Roma. Fue difícil que nos dejaran entrar, nos invitaron  a salir de su bar por falta de sitio, una excusa fácil para retirar a gentes como nosotros entre mafias como ellos. Ante la sorpresa de vernos en la calle y en compañía de Assumpta Serna y María Barranco, entre otros, volvimos al ataque. Tomamos un rincón de la barra y nos hicimos fuertes con nuestros drys. Un cóctel para el olvido, lo mejor: las aceitunas. Añoramos los de "Del Diego" o el de la barra del viejo Casino de la calle Alcalá y los de otros "Harry's" de nuestra vida. Además tuvimos que soportar ese castigo musical/ internacional con piano que lleva el mal gusto por toda clase de hoteles y bares pretenciosos. Los tipos que llenaban el bar y sus acompañantes, que se sentían satisfechos con su kitsch de lujo. Parecían aspirantes a ser invitados a una de esas fiestas en la Cerdeña que no queremos conocer. Aquello era todo menos el mundo de Fellini, de Azcona, de Hemingway o de Ferreri. Era el perfecto espejo de ésta Italia, esta Roma, tan hermosa y decadente, como incomprensible en sus visibles habitantes de la buena vida de nuestros tiempos. Pasamos de ellos, dejamos la nostalgia cerrada en una vieja maleta y nos escapamos a tomar una copa en otro lugar que nunca hubiera estado Hemingway. Pobre Ernesto, no se merece lo que hacen con su memoria.

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12 de febrero de 2010
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A veces los premios

 

Buscar escritores que merezcan los premios. En contra a lo que pueda parecer no es tarea nada fácil.. Normalmente los premios buscan otras cosas diferentes a la literatura. El que esté interesado en el tema puede leer al citado, recomendado y muy admirado  Thomas Benhard en , "Mis premios". Uno de los libros más libres del año pasado. Y sin embargo hay premios que han sido "culpables" de descubrimientos que han llenado de placeres diferentes nuestras horas lectoras. Nunca tuvo un premio Kafka. Ni Borges consiguió el Nóbel. Ni algunos premios millonarios han servido para que valoremos más la literatura de Vargas Llosa,  Bryce Echenique, Cabrera Infante o Benet. Sin embargo creo que hubiera sido muy bueno que el oculto Juan Filloy  o que Nicolás Gómez Dávila, todavía más secreto, hubieran sido premio Cervantes, o algo. No suele ser así, aunque es verdad que la historia de algunos premios han servido para mejorar la seguridad de un autor, para la entrada de un piso o para la apuesta de una editorial.

Ayer, en una  Barcelona marítima y lluviosa, tuvimos la oportunidad de tener la sensación de que el jurado, la editorial, el premio, podrían servir para descubrir uno de esos "mediterráneos" que estan más que descubiertos en su país. Se llama Guillermo Saccomanno- un apellido que dan ganas de darle un papel en alguna novela de Camilleri para encontrarse con Montalbano y tomarse unas copas por Nápoles o alrededores- y es todo un feliz encuentro de una novela con un premio que merece mejor historia que la de algunos otros años. Un premio por el que han pasado algunos de los nombres más importantes de nuestra literatura, desde aquél primer premio al joven Luis Goytisolo, y por el que también han desfilado algunos de fácil olvido. Me alegro por el premio. Y por la editorial que lleva el nombre de unos de los editores que hizo que leyéramos y bebiéramos mejor. Siempre gracias a Carlos Barral.

El libro de Saccomanno viene con muchos entusiasmos nada forzados de un jurado de credibilidad. Con referencias literarias de mundos como el de Ballard, Dostoievski, McCarthy y algunos otros de la tropa de los que nos invitan a la fiesta de la literatura. Nada que ver con tener o no tener premios. Gracias por descubrirnos un escritor que ya estaba más que descubierto en su país y que aquí ignorábamos con nuestro tan extenso desconocimiento.

Me gustó ver en la comida a Vila Matas, con novela joyciana y dublinés a punto. Se mantiene lúcido y sin beber, ¡qué cosas! Y conocer a otro escritor, premio nacional de éste año, del que alguna vez citamos por su poesía y que ahora estamos felices disfrutando con su paso a la narrativa, Kirmen Uribe. También me gustó encontrarme con otras personas, pero eso es vida privada y silencio. Otro día hablaré de Gloria Fuertes. También, de verdad querido Ramón, de ese del que me costará mucho ponerme algo sin sentirme mal, ese modisto ultraliberal llamado Adolfo. Me salen arrugas en todo el cuerpo si recuerdo algunas cosas que ha dicho. También algunas cosas que escribió. ¡Que tropa!

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9 de febrero de 2010
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Cioran, carretera y mar

 

Hubo un tiempo para Cioran. Algunas cosas que nos contaba desde su atrapador nihilismo nos ayudaron a ser como somos. Y eso es mucho suponer, tanto como suponer que sabemos como somos. Gracias al viejo invento del libro de bolsillo, y también al ligero libro electrónico, he vuelto a Cioran. Ha sido como una predestinación después de haber visto "The road", desasosegante, brutalmente hermosa, como la novela de Corman McCarthy de la que viene, quise leer no al novelista, uno de los más grandes vivos, sino al pensador rumano que nos dejaba sin esperanza en casi nada, sin futuro y destrozando cualquier idealización del pasado. El, de tan amarga y desesperada escritura, fue un ciudadano que se cuidó. Frecuentó amores, mujeres diversas como diversos eran los deseos, cuidó su cuerpo y dejó que su espíritu caminara por derrotas, por carreteras sin futuro. En la película "The road", el padre siempre cree que él y su hijo, sobre todo su hijo, tendrán una oportunidad si se acercan al mar, al sur. El mar que siempre parece ofrecer una vida más allá, una viaje, un misterioso placer. El mar ya no es aquél de los baños de verano, ni el de los besos al atardecer. No es esa mentira de azul horizonte, esa ensoñación de felicidad.

Y abrí un libro de Cioran, reeditado en Tusquets, en bolsillo y por ocho euros- el dinero de una entrada de cine- y en esa obra maestra que todavía escribió en rumano, antes de la perfección de su francés de madurez, llamada "Breviario de los vencidos", me encuentro con estos mares de Cioran:

"Al igual que amas los libros que te hacen llorar, las sonatas que te han cortado el aliento, los perfumes que te insinúan renunciamientos, a las mujeres extraviadas entre el cuerpo y el alma, así sucede con los mares: te enamoras de aquellos cuyo oleaje induce a ahogarse en su seno.

No he buscado en el Mediterráneo poesía ni violencias, ni tampoco turbulentas vorágines en sus olas. A esas inclinaciones encontré respuesta sobre los acantilados de Bretaña. Pero, ¿cómo olvidar un mar donde dejé mi pensamiento?

En una memoria más corta que el presentimiento de eternidad de lo efímero, guardaría la imagen y el reconocimiento del azul inhumano del mar decadente. En sus orillas se hundieron imperios y tantos y tantos tronos del alma...

Cuando el aire suspende su calma y la inmovilidad meridiana alisa las olas en medio de un fulgor abstracto, entonces sé lo que es el Mediterráneo: lo real puro. El mundo sin contenido: la base efectiva de la irrealidad. Sólo la espuma, actualidad de la nada, continúa como si pugnara por ser...

Lo único que podemos hacer es zarpar a alta mar. Sin deseos de echar el ancla. ¿No es acaso el sentido de la inestabilidad agotar el mar? Que ninguna ola sobreviva a la odisea del corazón. Un Ulises, con todos los libros. Una sed de planicies marinas que tienen origen en lecturas, un erudito vagar. Conocer todas las olas..."

 

También el Mediterráneo es una invención. Y sin embargo ahora me gustaría que al final de la carretera lo pudiera encontrar tal cómo lo quiero recordar. Menos mal que me quedan esos mediterráneos que son las rías gallegas. Otro día hablaré de Gloria Fuertes.

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7 de febrero de 2010
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El Boomeran(g)
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