Al margen de los ruidos, de las ventas, de los premios, de los medios y los mediadores; siempre al margen ha crecido la literatura de Julien Gracg. Es la tercera vez que vuelvo a Gracq en éste bar. Me hubiera encantado haberlo conocido pero si lo hubiera encontrado en unos de sus viajes por España, no me imagino de qué hubiéramos hablado. Recorrió algunos cercanos caminos, cruzó por lugares que amo, escribió sobre queridos espacios, compartió varios de mis amores castellanos, navarros y del Delta del Ebro. Si me hubiera encontrado con el discreto escritor no le hubiera dirigido la palabra. O es posible que hubiéramos compartido, en silencio, alguna ensoñación mirando algún paisaje. También podríamos compartir un whisky mientras en el salón suena algo de Wagner.
Dentro de unos días estaré en una de sus ciudades, Nantes. Uno es de dónde hizo el bachiller. Gracq, que nació cerca de esa ciudad a la que supo dar forma literaria, es de esa ciudad dónde conoció la literatura de Stendhal, la ciudad de Julio Verne. Y la ciudad de Jules Vallés, ese escritor que representó una forma de anarquismo, de individualismo y rebelión, muy diferente a la de Gracg, pero tan querida. Julien Gracq también fue un rebelde, un ácrata educado, el primero en no aceptar el prestigioso premio Goncourt. Y el que nunca recibió el premio Nóbel porque bien sabían los suecos que nunca asistiría a la noble ceremonia.
Ahora vuelvo a Gracg por dos motivos. Dos nuevas traducciones de su obra, no muy extensa pero toda esencial. Por un panfleto de los años cincuenta que fue publicado por Albert Camus, lo que una vez más le honra, y que se llamó "La littérature à l'estomac". Traducida espléndidamente para "Nortesur" por Maria Teresa Gallego como "la literatura como bluff". Sesenta años después todavía tiene vigencia, aunque no seamos franceses, ni tengamos sus "reverencias" por la literatura, ni tengamos sus escritores. Sirve como grito inteligente contra la literatura tomada como una evasión, una diversión, para los ratos de ocio.
La otra razón, el otro libro que también es la primera traducción al español, es un curioso ejercicio a cuatro manos, "Trébol de cuatro hojas". Publicado por la cada vez más interesante editorial "Demipage" y reuniendo cuatro textos escritos a principios de los años cincuenta. Unos años en que el surrealismo estaba en plena lucha contra los nuevos realismos, los nuevos narradores y los viejos compromisos. Libro de ensoñaciones y realidades, cuatro escritos independientes, poéticos y fantasiosos, firmados por André Bretón, Julien Gracg, Lise Deharme y Jean Tardieu. La escritura como deseos de volar. La imaginación que se nutre de irrealidad tan cercana, esa magia cotidiana que tanto gustaba a Breton y a sus amigos como Gracg.
En su relato, "Lo ojos bien abiertos", Gracg nos propone sacar partido de nuestra gracia de ser soñadores despiertos. Buscar esa cualidad de la ensoñación que nos permite acercarnos a la mirada poética, al viaje a la manera de Baudelaire. Un viaje dónde no es nada extraordinario poder permanecer atentos a nuestras ensoñaciones. Conseguir "la facultad de saltar con más ligereza, con más libertad, de una imagen a otra, de despertarlas en cadena con un código secreto, conforme a las leyes de correspondencia igualmente ocultas. En otras palabras, se trata de un cierto arte de la huída, más que una aptitud para percibir imágenes desconocidas".
Recomiendo: siempre volver a Gracg, por sus novelas, por sus letrinas, por sus viajes o por sus ensoñaciones. Un profesor casi oculto llamado Louis Poirier, que quiso que le llamáramos Julien Gracg. Doble homenaje a Julien Sorel y a los Graco romanos, aquellos guerreros y pacificadores que también viajaron por España. Otra historia.
