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Blogs de autor

Por culpa de Hemingway

Por 12 de febrero de 2010 Sin comentarios

Javier Rioyo

 

La culpa la tiene Hemingway. Y un poco mi propensión a la mitomanía. Estaba pasando unas buenas jornadas en Roma. Mañaneros paseos romanos  para perderse por sus calles, entre los rincones de la judería y los pasillos de sus museos. Cantando bajo la lluvia, incluso bajo la nieve, en buena compañía, buenas alcachofas, buenos vinos y una excelente grappa tomada con nocturnidad, entre amigos, en la que fuera la casa de Marcelo Mastroianni- un lugar que reverenció Maruja Torres y otras enamoradas de aquél seductor- y con fuerza para visitar al día siguiente los recuperados "caravaggios" de la Iglesia de San Luis de los Franceses.

Todo armónico, aunque un poco caótico, como corresponde a la ciudad. Al llegar la penúltima noche se me ocurrió una parada en Vía Venetto, la calle que todos conocimos por el cine de Fellini, por la mitificación de los años de la "dolce vita". De aquella elegante dulzura apenas queda el recuerdo. La calle está tomada por ricos horteras, mundo nocturno de la estética de Berlusconni y, lo que es peor, de la misma ética. Mafias rusas, prostitutas de lujo, fascistas de nuevo cuño y de viejos hábitos, cantantes vulgares para público vulgar en bares que conocieron mejor vida.

Lo peor de todo fue el intento de mejorar las cosas creyendo que algunos bares se deben al espíritu que les dio la fama. Por culpa, o gracias, a la influencia de Ernest Hemingway, hemos tomados algunas copas en algunos de esos "Harry’s Bar" que el escritor hizo famosos. Creo que nunca estuvo en éste de Roma, pero recordando sus noches en el bar del mismo nombre veneciano, propuse tomar unos dry martinis, brindar por la memoria de Ernesto, y por la de Azcona y Ferreri que nos habían brindado la excusa para estar en Roma. Fue difícil que nos dejaran entrar, nos invitaron  a salir de su bar por falta de sitio, una excusa fácil para retirar a gentes como nosotros entre mafias como ellos. Ante la sorpresa de vernos en la calle y en compañía de Assumpta Serna y María Barranco, entre otros, volvimos al ataque. Tomamos un rincón de la barra y nos hicimos fuertes con nuestros drys. Un cóctel para el olvido, lo mejor: las aceitunas. Añoramos los de "Del Diego" o el de la barra del viejo Casino de la calle Alcalá y los de otros "Harry’s" de nuestra vida. Además tuvimos que soportar ese castigo musical/ internacional con piano que lleva el mal gusto por toda clase de hoteles y bares pretenciosos. Los tipos que llenaban el bar y sus acompañantes, que se sentían satisfechos con su kitsch de lujo. Parecían aspirantes a ser invitados a una de esas fiestas en la Cerdeña que no queremos conocer. Aquello era todo menos el mundo de Fellini, de Azcona, de Hemingway o de Ferreri. Era el perfecto espejo de ésta Italia, esta Roma, tan hermosa y decadente, como incomprensible en sus visibles habitantes de la buena vida de nuestros tiempos. Pasamos de ellos, dejamos la nostalgia cerrada en una vieja maleta y nos escapamos a tomar una copa en otro lugar que nunca hubiera estado Hemingway. Pobre Ernesto, no se merece lo que hacen con su memoria.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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