Caídos por Dios y por España. En la mayoría de las iglesias españolas todavía, setenta años después de la barbarie y la injusticia, se sigue recordando a "sus muertos". Eran los salvadores de la "Patria", los mártires de la guerra santa, de la cruzada. Falangistas, tradicionalistas, católicos que estaban contra la República, contra la democracia constitucional que era la España republicana.
Hemos crecido viendo esos homenajes a sus "caídos". Leyendo la relación de muertos en aquella guerra, siempre encabezados por "el ausente", por su más destacado caído, José Antonio Primo de Rivera. La historia era suya, suyo el poder, la palabra, las tierras, las casas confiscadas. Suyos los himnos, las banderas, las iglesias, los cementerios. Suyos eran los caídos. Suya era España.
De eso hace ya muchos años. La mentira, el secuestro de la historia, la represión y la manipulación, fueron destapadas hace muchos años. Hace ya muchas décadas vivimos con la normalidad desigual de las democracias. Rescatamos nuestra memoria, nuestra historia. Se quedaron con mucha parte del botín. Con casas y tierras. Recompusimos nuestra historia. Reivindicamos. Conquistamos parte de nuestro pasado e intentamos superar los rencores. Había que vivir hacia el futuro. La "transición" era eso. No poner el rencor, ni siquiera la justicia, en primer plano. Perder en las "cuentas" y pensar en la convivencia.
Siguen restos de aquella miseria, de aquellos miserables que secuestraron a un pueblo, que gobernaron con la mentira y la amenaza. Siguen, pero son restos de un naufragio que tuvo demasiados muertos. Y siguen los nombres de los "suyos"- los buenos españoles, los buenos católicos- en las paredes de las iglesias. La Iglesia no tiene quién la ordene. Es territorio aparte. Sus muertos son cosa suya, dicen.
Siguen en casi todas las iglesias. La buena noticia, al menos la buena para los gallegos es que en Vigo se quitarán los símbolos franquistas de sus iglesias. El alcalde de Vigo, un socialista, no se si cristiano, Abel Caballero, está en conversaciones con el obispo de la diócesis de Tuy-Vigo, José Díez Reboriego, para que desparezcan de las iglesias estas listas de los "buenos" que nos ofenden al resto. No me importan sus mártires, sus santos y sus buenos, pero no me gusta que me recuerden las infamias en lugares tan visibles. Que la mentira y sus protagonistas no ocupen sitios tan destacados. Las mentiras, en el interior. Como antes decían algunos carteles de tiendas y restaurantes cuando llegaban los calores del verano.
Hablaré de una de las novelas que mejor cuentan aquellos días bárbaros de la guerra civil. Pero eso será mañana.
