Javier Rioyo
Mi amigo en Buñuel, en Barros y en otros heterodoxos, el periodista Ramón Rozas- uno de los que mejor conocen los secretos de las piedras y las calles de Pontevedra- me había invitado a los toros en Pontevedra. Una plaza histórica, un reducto, un símbolo de resistencia de una fiesta que sigue viva a pesar de la razón. Única plaza gallega, aunque haya corridas en otras ciudades, en otros pueblos, ésta de San Roque es la única plaza estable en Galicia, territorio poco taurino si exceptuamos Pontevedra. Fue una experiencia, no mística, ni religiosa, ni mucho menos silenciosa. Juerga y ruido en una fiesta que, cuando más me gusta, se escucha "esa música callada" de la que hablaba Bergamín.
No escuchamos música callada. Había música de banda, pitos, tambores, trompetas y otros ruidos de peñas. También había muñecos de feria, pistolas de agua, litronas, bocadillos y otros elementos que poco tienen que ver con mi forma de entender lo taurino…Y sin embargo, disfruté. Fui masa de pan y circo. No aumenté el ruido, no grité a los toreros, ni usé pitos o cláxones, pero me vi envuelto en esa juerga que me hizo ser joven y estar en San Fermín. Otra forma de la fiesta. Me extrañaba que, como en el fútbol, parte del público gritaban orgullosos "soy Español, Español, Español". Nunca he presumido de esa condición. Lo soy sin prejuicios, sin fatalidad y desde luego sin aquel orgullo de los falsos patriotas. Disfruté de la corrida en compañía de la peña "Los Tiritis", los más civilizados entre los ruidosos. Y lo hice porque allí, en el ruedo, en el lugar de la verdad, dónde la vida y la muerte se miran de cara, allí, más allá de los ruidos, la furia, la juerga y la fiesta, estaba ese torero que ha sabido devolver a la fiesta toda su seriedad, su emoción y su silencio. Toreó José Tomás en Pontevedra. Cortó tres orejas, salió por la puerta grande e hizo, por algunos segundos, que la plaza llena de juerga se callara para escuchar por unos instantes el silencio de lo verdadero. Gracias, amigo Ramón, volveré al circo el próximo año. Se que es un espectáculo razonable, que seguramente sus seguidores somos animales en extinción, pero me gusta y me emociona. También, con otros toreros me divierte o me aburre. Lo de José Tomás es una extravagancia, como la de esos que tanto nos gustan.