Víctor Gómez Pin
Al poner el énfasis en la complicidad de su poesía con la música, Mallarmé no se remonta a la atmósfera primigenia del lenguaje. Se refiere clásicamente a la música en el "sentido griego", a su entender Idea o ritmo entre las relaciones (Idée ou ryhtme entre les rapports). Caracterización sin duda problemática pero sobre la que vierte una luz de la obra más ambiciosa en la forma, ese "Jamais un coup de dés…" en cuyo Prefacio se nos dice que todas las partes del poema, blancos incluidos, no son otra cosa que "subdivisiones prismáticas de la Idea". Sobre la exigencia de trabajar el blanco escribe en términos radicales y con explícita eferencia a la música:
"La armadura intelectual se mantiene en el espacio que aísla las estrofas y entre el blanco del papel: significativo silencio que no es menos bello a componer que los versos".
Apoyándose en afirmaciones como ésta muchos son los que casi han homologado en peso el trabajo de Mallarmé con el "abismo" blanco. Conviene, desde luego, al respecto cierta prudencia. Esa misma prudencia que el compositor Tomás Marco pedía en relación a Cage afirmando que a éste "no le interesaba el silencio, sino lo que se escucha durante el silencio".
Mas el silencio o el blanco no valen en su indeterminación. El músico y el poeta exigen silencio y blanco concretos, es decir, aptos a ser impregnados por la estructura propia de cada frase. Pues como la frase, para ser verídica, no puede nunca ser mecánica iteración tampoco puede ser prima o indeterminada la materia en que se inscribe.
Precisamente como trasfondo esencial de tal escucha el silencio debe ser aprehenderlo si se da la fortuna de que se ofrezca y hay que condicionarlo caso de que así no sea. Mallarmé prepara el blanco como si no se hubiera dado el kairos, como si no hubiera tenido la dicha de topárselo.