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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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Para que no nos roben la memoria

Hay varias maneras de robar la memoria. Se puede tomar por asalto, con un ejército manipulado. Robar por mandamiento judicial. Sentenciar, el olvido, la injusticia, la manipulación. O tergiversando la verdad, en libros, aulas, medios de comunicación o charlas de cafés. Hay más formas, más burdas o sutiles de cambiar la verdad, la historia y secuestrar la memoria. /upload/fotos/blogs_entradas/la_memoria_robada_de_manfred_osten_med.jpgProhibir el recuerdo, la damnatio memoriae, es algo que en el derecho romano se consideraba una sanción peor que la pena de muerte. Cuenta Manfred Osten en su breve historia del olvido, La memoria robada, que eso es lo que intentó el Tercer Reich: eliminar la memoria, aniquilar el recuerdo de la humanidad, y sobre esa tabula rasa crear un hombre nuevo. El miedo, la imposición de la mentira, la reinvención de la historia, el exterminio de seres humanos y la amenaza sobre los supervivientes fueron algunas de sus armas. Ninguna fue suficiente para derrotar a la vieja memoria. Tampoco pudieron contra el humor, esa humana arma cargada de memoria. Cuenta Osten que, en aquellos tiempos de prohibiciones y terror, un intelectual que quiso ser estrictamente obediente, cuando abandonó la sala llena de nazis, dejó caer la mano ya levantada para el saludo nazi con el comentario: "Ya no me acuerdo del nombre".

Para no olvidar los nombres, de los secuestradores de la historia, de la memoria de las cosas que nos pasaron, el nuevo espacio dedicado al arte contemporáneo en Tenerife, el TEA, además de obras que dialogan en libertad con ese surrealista canario y parisino, Óscar Domínguez, se expone una pieza colectiva llamada Sin transición. En esa obra, que ocupa toda una pared, están fotografiados algunos de los nombres de las calles que todavía tienen el nombre de los generales que quisieron -y en muchos casos consiguieron- borrar nuestra historia, reescribirla para facilitar el robo colectivo. Para muchos hoy los nombres de aquellos generales, y otra tropa, del franquismo sólo son nombres de calles. Otra victoria: haber conseguido que aquellos ladrones de libertades parezcan hoy un simple nombre de callejero. La pactada desmemoria de la transición. Algunos jueces, y muchos beneficiados por el olvido, quieren hacernos volver al tiempo de los desmemoriados.

Hay jueces para todos los gustos. Incluso para ningún gusto. Hasta aficionados a la literatura. Jueces capaces de decirnos lo que es ironía, crítica, sarcasmo, sátira o lo que es prosaico insulto. Seguiremos con nuestra verdad, señor juez, la verdad poética y la histórica. La verdad de Lorca. La del pensamiento y la dignidad de Ayala. La de aquel poeta, aquel amigo de García Montero, que un día nos dejó escrita su verdad: "Y me mantengo firme gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad".

Artículo publicado en: El País, 15 de noviembre de 2008.

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17 de noviembre de 2008
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En la ciudad del artista sin obra

En Huesca, "ciudad muy aireada" como decía uno de los hijos de ésta vieja, encantadora y pequeña ciudad del norte. Siempre que vengo a Huesca vengo con el recuerdo de Pepín Bello, español, liberal, experto en conectar a los contrarios, maestro en amistades, hombre que al final de su vida-103 años- sin obra conocida, sin trabajos dignos de mención,  sin hijos y con toda la memoria de lo mejor del siglo decía: "yo soy mis amigos". Todos esos amigos famosos, esos que han pasado a la historia de la cultura, de las artes, los Buñuel, Lorca, Dalí, Sánchez Mejías, Alberti, Belmonte, Prados, Benet y otros cientos de amigos de una vida dedicada a no hacerlo.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_desesperacin_del_t_med.jpgQuerido Bartleby de Huesca, que como dice Martín Otín- autor del libro fundamental para conocer a Pepín: La desesperación del té. 27 veces Pepín Bello, en la editorial Pre-Textos- podría haber sido un autor del que quedara constancia en los anales de la narrativa española por una muy singular obra narrativa, surrealista a la española, una novela que comenzó  y acabó llamada : Lucas Grupo o el héroe andorrano. La única pega es que después de escribir el primer y el último capítulo se le olvidó escribir el resto. Con Buñuel hizo un "Hamlet" disparatado. Irrepresentable, decía Pepín. Y sin embargo, por empeño de Martín Otín, el querido Petón de tantos comentarios en tardes de fútbol, se representó en un teatro de la ciudad. Por algún lugar anda otra obra suya, El pobre, obra del absurdo y escrita con Alberti. En fin que nuestro Bartleby hizo su obra. No solo se inventó los llamados Anaglifos. Ejemplo:

"El té,

El té,

La gallina

Y el teotocópuli."

Ya saben, repetir el primer verso. El tercero siempre es "la gallina" y rematar disparatando. Fue un juego que todos jugaron en los años de la Residencia de Estudiantes. Pepín, era eso, un propiciador de juegos. Un niño grande que quiso siempre seguir jugando. Hoy me gustaría "jugar" con él, es decir escucharle hasta altas horas de la noche mientras beberíamos el agua que encierran los cubitos de hielo.

Gran tipo que tuvo el arte de nunca hacer nada. O casi nada. Que no es poco.

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14 de noviembre de 2008
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Europeos y cine

Siempre que pueda me escaparé a Sevilla, ya que Sevilla no se escapa a mí. Aunque fue un viaje un tanto frustrado, por mis prisas y otros accidentes, algo pude ver más allá de la película de Giménez Rico. Y sobre todo, algo pude escuchar.

Me conmovieron las horas que un condenado a muerte pasó en esa ciudad. No tiene treinta años y no sabe qué será de su vida en los próximos meses, en las próximas semanas ni en el próximo minuto. Roberto Saviano, amenazado a muerte por la "camorra", defendiendo con valentía -y con humano miedo- su verdadera historia sobre un grupo de maleantes, un histórico grupo del terror europeo, eso que sucede en lugares tan hermosos, tan civilizados como Nápoles, Caserta, Sicilia. /upload/fotos/blogs_entradas/los_sopranos_med.jpgLa mafia no es un argumento para hacer buenas películas, no es el reciclaje americano para poder ver una de las mejores series de televisión, Los Soprano. La mafia son estos extorsionadores que con las armas, los secuestros y las muertes, mantienen a una sociedad acobardada y en silencio. Romper el silencio es tener que venir con guardias a Sevilla, comer con miedo, pasear rodeado, esconder tu hotel, ocultar tu vida. Cuando un escritor está amenazado todos estamos amenazados. Ojalá Saviano pueda pasear por Sevilla en algún encuentro con europeos civilizados y cinéfilos.

Otro italiano, no amenazado, sí envidiando, que pasó por Sevilla fue Franco Nero. No podía envidiar en mis años pos adolescentes a nadie más que a Franco Nero. Estaba en Toledo, con Buñuel, pero por si fuera poco, estaba ligando -al menos en la ficción- con la que me parecía entonces la mujer más hermosa y adorable del mundo, Catherine Deneuve. Aquella inolvidable "Tristana". Yo estaba muy enganchado a la Deneuve, coleccionaba sus fotos, las escondía en los libros de texto. Un querido profesor, Evaristo Correa Calderón, una vez me mandó al pasillo porque encontró en el libro de literatura la razón de mi despiste: una foto de la Deneuve. Años después me acerqué a ella, pude hablar un rato, estuvo amable sin llegar a encantadora pero nunca me atreví a declarar mis amores. Lo mío era un lugar común. También odie a Marcelo Mastroiani. Tengo una larga lista de odios. Otro que encontré en las fotos sevillanas sobre rodajes fue uno de los más odiados, Mel Ferrer. Eso por ser marido de Audrey Hepburn.

/upload/fotos/blogs_entradas/blow_up_med.jpgPero Franco Nero tuvo dobles, triples odios. Estaba cerca de Buñuel. Besaba a la Deneuve. Y, además, se acostaba con Vanesa Redgrave. Otro mito, un icono de los troskos y la mujer más deseada de Inglaterra cuando rodó Blow up. ¡Los italianos no paran de meterse entre las mujeres hermosas y nosotros!

Estuvo gracioso el abuelo Franco Nero en Sevilla. Recordó sus antecedentes andaluces, sus rodajes serios y los de spaghetti wester y sobre todo el encuentro con Buñuel. Naturalmente Buñuel nunca le llamó por su nombre. Se negó a pronunciar, si no era para insultarlo, eso de Franco. Era simplemente Nero.

También en Sevilla pude ver un documental que me interesa mucho, que me ilumina cosas sobre uno de los personajes más interesantes de nuestra cultura y nuestra tauromaquia. Un documental sobre Ignacio Sánchez Mejías.

Ahora, lejos de Sevilla y con nostalgias de sus cosas, su cine, sus gentes. De unas más que otras.

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13 de noviembre de 2008
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Los tiempos están cambiando, un poco

Estoy en Sevilla, entre cine europeo y cine europeo, pero menos. Quiero decir que ayer vi una película de profundas raíces españolas. Que también serán europeas pero que lo disimulan. Una vez más la ficción cinematográfica está en otro lado, por más que pretenda ser bastante fiel- ¡un error!- a la obra de la que parte. /upload/fotos/blogs_entradas/algaida_med.jpgEl guión cinematográfico surge de la lectura de la novela de Alejandro López Andrada, El libro de las aguas. Emocionante historia de la posguerra española, de la vida, los rencores, las envidias, crímenes y persecuciones en una hermosa tierra, en la cordobesa región de Los Pedroches. Allí la vida, para muchos, fue dura por el trabajo, la distribución de la propiedad y la dureza de la guerra. Pueblos de perdedores de la guerra, sierra de maquis y, también, lugares de señoritos franquistas y de serviles lacayos. En fin, una parte de nuestra propia historia. Todo eso, más unos elementos de espiritualidad, de visiones del más allá, que persiguen en la vida y en la obra a mi querido amigo, el poeta, narrador y ensayista, López Andrada, lo encontré de manera emocionante en la novela de Andrada.

Ahora veo la película, dirigida por Antonio Giménez Rico, interpretada, entre otros por Lolita Flores y una hija, Elena Furiase. Y todo es otra cosa. No por las actrices, ni por algunos sólidos y eficaces actores, sino por una falta de verdadera emoción que se escapa en el cine y que tenía en la literatura.

La película, sin ser gran cosa, es digna, correcta, bien intencionada, de bellos paisajes, de buena "factura" y sin embargo carente de esa verdad que deben tener las obra perdurables. Es difícil, lo sé. Espero que en su próxima excursión a tiempos de guerra, Antonio Giménez Rico, que piensa roda una obra muy notable de su paisano Oscar Esquivias esté más acertado.

Quizá lo que me pareció más notable, lo que me dio la sensación de que algunas cosas, algunas gentes, han cambiado en este país, y para bien, fue la propia presencia de Lolita Flores y su hija en la película. Me gustó que la hija de Lola Flores -que fue un icono del franquismo, quizá a su pesar- sea ahora la intérprete de una mujer castigada por tener un marido republicano. Y que su sobrino, otro hijo de republicanos castigados en la historia, se enamore de su hija, de la nieta de "la Faraona", que interpreta a una chica que ayuda a los maquis. Sé que es una ficción, pero hace unos años era impensable que con ese apellido, con ese peso de lo que quisieron que representara su madre, dos Flores sean ahora la imagen de los perseguidos por los franquistas. Querido Bob, es verdad, los tiempos están cambiando.

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12 de noviembre de 2008
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Benjamín, Dylan, Lowell y Auden

Estoy escuchando un disco de Dylan, uno de sus raros, de esos rescatados que no estaban grabados "oficialmente" en los últimos 27 años. Es decir ,cuando ya era una estrella que había grabado sus mejores canciones... y sin embargo, este poeta que canta es lo más duradero de la música de otro siglo, de otro tiempo, otro país y también de ahora, nuestro y de siempre. Me gusta dejarme llevar por su voz, sus acercamientos a los ríos, los sueños, las mujeres, los blues y las carreteras americanas. Desde que soy adolescente le escucho, creo que no dejaré de hacerlo.

/upload/fotos/blogs_entradas/siete_maneras_de_decir_manzana._med.jpgLo escucho y me entretiene de la lectura. No importa la lectura a la que he vuelto esta tarde tiene mucho que ver con él. Estoy con un libro que Benjamín Prado reedita sobre poesía y poetas: Siete maneras de decir manzana. Inteligente y cercano libro de conjeturas poéticas. Cercano porque nos pasea por sus poetas, por sus poemas que son como si estuviera invitándonos a sus manzanas. Siempre es un placer caer en la tentación de las manzanas. "Poemas manzanas" decía Joyce.

Y en el epílogo del libro de Benjamín habla de Robert Lowell, uno de los más grandes poetas americanos. Un poeta que amó, como tantos otros, la poesía de Auden. Agradecido a su poesía, como casi todos los que la hayan leído, porque, dice Lowell siempre supo ser "responsable y ambicioso". Y "supo tratar profundamente los grandes temas, añadiéndoles cada vez algo excéntrico, algo encantador y a sí mismo".

Y termina Benjamín Prado recordando otras palabras de Lowell, pidiendo que los poemas entren en nuestras vidas como lo hacen ciertas cosas "que llegan para quedarse, irrumpen en nosotros", dice Benjamín, y vuelve al final de un poema que una vez escribió Lowell en un tren viajando de Roma a París y que terminaba: "como reyes asesinos en una copa Etrusca". Hermoso y brusco final como a veces la poesía. O la vida. Yo sigo escuchando de fondo a Dylan. Y se mezcla bien con Lowell. Ahora probaré con Auden. Otra buena manera de espantar noviembres y días laborables.

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11 de noviembre de 2008
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Dios no es mujer, ni negro, ni Obama

Hace tiempo que Dios es norteamericano, blanco, cínico, materialista, buscador de oro, o de petróleo. Un blanco que usa armas, invade y mata. Un Dios crecido en una tierra que ha pasado de ser "de soñadores homicidas, a nación de soñadores asesinos". Según esa lógica bárbara, iletrada, fanática y en el poder, "el verdadero norteamericano es un asesino". Así lo señala el escritor de Massachusetts, blanco e hijo de proletario, Russell Banks. /upload/fotos/blogs_entradas/soando_amrica_med.jpgSu libro sobre la realidad y el imaginario de su tierra, Soñando América, es la historia de un ciudadano de Estados Unidos que no quiere que las enormes mentiras, que los ideales en nombre del cristianismo, el capitalismo o la civilización, sea una excusa para justificar conquistas, explotaciones y negocios con la fuerza de las armas.

Ser negro es una metáfora. Hay millones de negros de cualquier color, cualquier raza, cualquier condición. Llamar sueño a la justificación de la violencia ha sido una pesadilla que la mayoría de los negros del mundo -descontados los colaboradores/as de Bush, dictadores de países de la negritud, sus esbirros de uniforme, los nostálgicos de Liberia o los fanáticos de no importa qué color- desean que sea una mentira que acabe con la llegada al poder de un negro llamado Obama. La nueva fe de los negros de América, de los negros del mundo, de los blancos que tenemos el alma negra, que dudamos de los almarios, de las almas, sin dejar de creer en el soul. Estados Unidos es una tierra mestiza, siempre lo fue, que para su crecimiento como nación necesitó de los negros, aquellos africanos secuestrados de sus países, alejados de sus dioses, de su vida, de su paisaje, que contribuyeron al nacimiento de una nación. Americanos que son muchos más de los que trabajan en el cine, hacen jazz, ganan olimpiadas, meten canastas, mueren en las guerras o son mitos eróticos.

Los negros, y sus compañeros, pobres blancos, hispanos, orientales o de cualquier lugar, que trabajaron las cadenas de montaje, en los campos, las carreteras, los muelles, las minas, entre jardines o basuras, ellos fueron los verdaderos artífices del cambio, la riqueza, el poder y la realidad de la sociedad norteamericana. No tenían el sueño egoísta, corrupto y secuestrado de esa parte de una nación capaz de confundir los músculos con la inteligencia y aun así llegar a ser gobernador, presidente, Dios o el diablo.

El mundo según Obama me pilla en Tenerife, en Guía de Isora, entre películas y realidades que, desde este sur, maravilloso refugio de blancos y ricos, desde hace veinte años sabe de la llegada de negros que vienen como pueden, que huyen, que mueren por salir de su mundo. Quieren llegar al sueño en una patera. Buscan un lugar entre nosotros para soñar que algún día también podrán ser Obama.

Artículo publicado en: El País, 9 de noviembre de 2008.

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10 de noviembre de 2008
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Perverso y genial

De vez en cuando por aquí aparece alguien que se firma Marny, aunque cambia la caligrafía siempre me recuerda a Marnie, la famosa ladrona de Hitchock. A la elegante y fascinante, Tippi Hedren. Que es mucho más que la madre de Melanie Griffith o la suegra de Antonio Banderas. El genial director se encontró una mañana mirando la televisión con la joven Tippi que hacia un anuncio publicitario sobre un complemento para la dieta. No era actriz, apenas unos anuncios y alguna fugaz aparición en olvidables series de televisión. Fue Hitchcock el que la inventó. La deseaba, sin ser correspondido, algo que ya era habitual en su biografía, con otras muchas, con las famosas "rubias" de su cine. Ahora Donald Spoto, biógrafo de muchos mitos del cine, autor de una biografía del propio Hitch, acaba de publicar, en Lumen, un libro sobre esa historia de pasiones, torturas, amores y desprecios que el genio del suspense sintió por las mujeres.

Era un tipo genial. Y era un perverso. Un enfermizo tipo que tuvo obsesiones indisimuladas en la vida y en el cine. Aquí se repasan sus más conocidos y sonoros fracasos amorosos, que sin embargo dieron excelentes frutos en el cine./upload/fotos/blogs_entradas/detalle_del_peinado_de_kim_novak_en_el_filme_vrtigo_1958_de_alfred_hitchcock._med.jpg

Tiñó de rubias, entre otras, a Madeleine Carrol, Joan Fontaine, Ingrid Bergman...Y cambió los peinados de Kim Novak, Grace Nelly, Eva Marie Saint o Tippi Hedren. Estaba claro que le fascinaban las rubias. Le fascinaban y también las maltrataba. Una historia de pasiones no correspondidas, de amores y venganzas, de admiración y desprecio. Su tercera película se llamó El enemigo de las rubias, una historia de un asesino en serie de un cierto tipo de mujeres. Algo muy cercano al verdadero sentimiento del perverso Hitchcock. Un genio incorrecto. Un complejo asesino de mujeres en la ficción. Aunque en la vida le gustaba ironizar con algún comentario tan expresivo como el que expresaba en los años treinta: "El problema en la actualidad es que no torturamos lo bastante a las mujeres".

Un comentario indefendible. Y sin embargo, a su manera, hizo todo lo que pudo para cumplir ese precepto. Un perverso. Y un genio. 

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7 de noviembre de 2008
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El día de Obama

Yo también he votado a Obama. Al menos me hubiera gustado hacerlo si no fuera por ese pequeño error de no tener la papeleta electoral. O lo que sea que se requiera para no soportar a todo lo que huela al mundo Bush, y sus sucesores se llamen el honorable perdedor, McCain o la barbie killer de Pallin.

A su lado Obama -que no tardará en defraudarnos en algunas cosas y en muchos países- me parece un ángel bueno. Y no me olvido que siempre pensé que eso de los angelitos negros era una cursilada de Machín. Lo sigo pensando, pero prefiero ser cursi a ser de la canalla esa de las guerras, las garras, las botas, los pies en la mesa y el analfabetismo tejano, o de Alaska con sus pegamoides, por bandera. Todos mis desprecios para esos que no han podido ganar. Todos hemos ganado cuando ha ganado Obama. Cuando digo todos quiero decir la mayoría del mundo bien intencionado. Hay otro, pero hoy vive su día de derrota. Espero que sus días de poder no les duren mucho. Que no jueguen a las guerras, que no maten desde el estado, que no negocien desde el poder, que no empobrezcan al mundo de trabajadores, asalariados, soñadores y otras buenas gentes que piensan que el mundo puede ser mejor. Los sueños terminan. Pero hay algunos que podremos disfrutar mientras no estén en el poder los causantes de tantas de nuestras pesadillas más repetidas. No quiero que el poder se siga midiendo desde los gobernadores todopoderosos que Juan Pedro Aparicio retrató en uno de sus excelentes microrrelatos.

"El gobernador Jackson estaba seguro de que tampoco en esta ocasión vacilaría. Entre conceder un indulto al condenado a la cámara de gas o permitir que la ejecución siguiera adelante, sentía que su poder se medía mucho más por las vidas que quitaba."

No quiero más gente con poder de quitar vidas. Que se vayan. Que no vuelvan. Soñar no cuesta nada.

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6 de noviembre de 2008
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El cine, la escritura

Estoy en el sur de Tenerife, en un querido festival documental en Guía de Isora. Hay películas de medio mundo, también de mundos que apenas tienen cine y que lo necesitan. Hace más de un siglo que necesitamos al cine. Y todavía el cine nos necesita, no sé por cuánto tiempo seguiremos siendo necesarios, no sé cuánto más seguiremos haciendo ese ritual de cerrarnos en compañía de otros y en una sala oscura para mirar los mundos que desde una pantalla blanca nos ofrece emociones -o al menos nos las pretende ofrecer. Cuando llegan, es igual de dónde vengan, se quedan entre nosotros como algunos de esos poemas, de esos cuentos, de esas novelas que también forman parte de nosotros. No tienen fronteras, ni colores, ni lenguas, tienen la necesaria verdad de las mentiras.

Me gusta poder ver cine que llega de Burkina Faso, Sudán, Kenia, Irán, Israel o Sudáfrica. Me da igual de dónde venga. De la sofisticación urbana, de la fábrica de Hollywood o de las calles peligrosas de Colombia. El cine no tiene patrias.

En este lugar del sur me encuentro con el más escritor de nuestros cineastas o con el más cineasta de nuestros escritores, Gonzalo Suárez. El mejor amigo español que tuvo uno de los grandes del cine, Sam Pekhipah. Suárez lleva muchas décadas haciendo cine a su aire, al libre aire de los que no quieren hacer un comercio con esta forma de contarnos el mundo, su mundo, nuestro mundo. Unas veces acierta más que otras, nunca engaña.

El cineasta que escribe me regala un libro que ha sido rescatado por una hija suya, una querida traductora, de pensamientos sueltos a los largo de muchos años. Lo llama, El secreto del cristal y es una colección de aforismos y desafueros que contienen pensamientos como éstos:

"En ocasiones, encontramos un libro o una película que nos reconforta tanto como la charla, como un buen amigo, o nos abre una ventana y nos vuela los papeles."

Otra:

"Leemos libros y vemos películas para no sentirnos solos, incluso cuando estamos acompañados."

Me gusta pensar que hay amores que duran muchos libros, muchas películas.

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4 de noviembre de 2008
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Adiós al macho y algunas mujeres salvajes

Recordando a Marco Ferreri y su amigo Azcona, ese cinéfilo y peculiar matrimonio a la italiana, ahora recuperados en un documental de Maite Carpio estrenado en Valladolid. Un viaje por la vida y la obra de los responsables de algunas de las películas más desesperanzadas jamás filmadas sobre la mujer, el hombre y su unión llamada matrimonio. El hombre generalmente es un ser perdido, débil, oprimido, cobarde e inseguro. La mujer es caprichosa, egoísta, interesada, infiel y devoradora. No eran misóginos, pero tampoco eran simuladores de lo que de miserable encontraban en el ser humano. Fuera hombre, mujer, cura o matrimonio. Parte de su cine es sobre la imposibilidad de pensar en familias felices. En la vida real eran diferentes, eran dos buenos maridos que jugaban al cine de verdad. De verité. No de mentiré, evasión y descanso como le hubiera gustado al poder civil. Y al eclesiástico.

La pareja Ferreri / Azcona hacía suyo aquello que escribió un marido tan poco ejemplar como Oscar Wilde: "El matrimonio puede ser confortable, jamás placentero". Y desde El pisito hasta Los negros también comen tuvimos una serie de viajes conyugales, de recorridos por matrimonios, parejas infieles, castradoras, obsesivas, asesinas, libertinas o suicidas que parece mentira que todavía seamos supervivientes capaces de hablar de amor. No digo ya amor eterno, ese que no hay manera de quitárselo de encima, según decía Groucho Marx y repetía Azcona, sino de cierto pacto de convivencia. Los raros eran ellos, que seguían casados. Dos tipos contradictorios, dos respetuosos con una de las instituciones que menos les gustaban.

No era el matrimonio la única institución de la que desconfiaban, por encima estaba la Iglesia católica. Nunca perdonó Azcona a la Iglesia la propagación de viejos miedos, de códigos represivos y la prohibición de los instintos. La consideró una fábrica de producir monstruos, seres hipócritas que crecían con miedo de acercarse a las mujeres, que representaban el peligro: "El hombre es yesca, la mujer estopa, viene el diablo y sopla"./upload/fotos/blogs_entradas/victoria_abril_elena_anaya_y_pilar_lpez_de_ayala_med.jpg

Mujeres que ahora, en el cine último de Díaz Yanes, en Sólo quiero caminar, han tomado la decisión de ser ellas las que organicen la fiesta, las que controlen esa tauromaquia llamada convivencia. Un particular grupo salvaje, unas pasionarias quinquis, unas tipas duras que entran a matar, que se vengan del sometimiento del macho, que pagan por hacer el amor o que manejan las pistolas y los puños. Decía Ferreri que el futuro es mujer, que no había que tocar a la mujer blanca. Viendo a las mujeres de Tano, me doy cuenta de que el demonio trabajó seriamente con nosotros. No soy capaz de dejar de desearlas a pesar de la grasa y las pistolas que acompañan su camino. Hay cosas que ni el buen cine las enmienda.

Artículo publicado en: El País, 2 de noviembre de 2008.

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3 de noviembre de 2008
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