Javier Rioyo
De vez en cuando por aquí aparece alguien que se firma Marny, aunque cambia la caligrafía siempre me recuerda a Marnie, la famosa ladrona de Hitchock. A la elegante y fascinante, Tippi Hedren. Que es mucho más que la madre de Melanie Griffith o la suegra de Antonio Banderas. El genial director se encontró una mañana mirando la televisión con la joven Tippi que hacia un anuncio publicitario sobre un complemento para la dieta. No era actriz, apenas unos anuncios y alguna fugaz aparición en olvidables series de televisión. Fue Hitchcock el que la inventó. La deseaba, sin ser correspondido, algo que ya era habitual en su biografía, con otras muchas, con las famosas "rubias" de su cine. Ahora Donald Spoto, biógrafo de muchos mitos del cine, autor de una biografía del propio Hitch, acaba de publicar, en Lumen, un libro sobre esa historia de pasiones, torturas, amores y desprecios que el genio del suspense sintió por las mujeres.
Era un tipo genial. Y era un perverso. Un enfermizo tipo que tuvo obsesiones indisimuladas en la vida y en el cine. Aquí se repasan sus más conocidos y sonoros fracasos amorosos, que sin embargo dieron excelentes frutos en el cine.
Tiñó de rubias, entre otras, a Madeleine Carrol, Joan Fontaine, Ingrid Bergman…Y cambió los peinados de Kim Novak, Grace Nelly, Eva Marie Saint o Tippi Hedren. Estaba claro que le fascinaban las rubias. Le fascinaban y también las maltrataba. Una historia de pasiones no correspondidas, de amores y venganzas, de admiración y desprecio. Su tercera película se llamó El enemigo de las rubias, una historia de un asesino en serie de un cierto tipo de mujeres. Algo muy cercano al verdadero sentimiento del perverso Hitchcock. Un genio incorrecto. Un complejo asesino de mujeres en la ficción. Aunque en la vida le gustaba ironizar con algún comentario tan expresivo como el que expresaba en los años treinta: "El problema en la actualidad es que no torturamos lo bastante a las mujeres".
Un comentario indefendible. Y sin embargo, a su manera, hizo todo lo que pudo para cumplir ese precepto. Un perverso. Y un genio.