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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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INDIGNARSE, SUFRIR, ESCRIBIR

 

Estaba el corrector, el escritor escéptico de su propia obra, trabajando, corrigiendo galeradas de una nueva edición de "Los demonios" de Fedor Dostoievski y le llamaron para contarle aquello. Era un jueves 11 de Marzo del año 2004. Algo dentro de nosotros estallaba, se rompía, producía dolor, indignación, estupor y rabia. De eso, y de la esencia del mal como en sus anteriores novelas, "La ofensa" y "Derrumbe", va la última novela de Ricardo Menéndez Salmón, "El corrector". El que no lo haya leído, el que guste de la literatura, y de la reflexión, que le busque en esa gran editorial, Seix Barral o que vaya a otras "grandes" pequeñas como KRK, Lengua de Trapo o Trea, así podrá contar con la obra completa de uno de nuestros más importantes,  duros y profundos de nuestros penúltimos escritores. Es joven, esperamos mucho más, pero éste grito individual y colectivo, ésta manera de bajar a nuestros infiernos tan cercanos, tan recordados y reconocibles nos hace emocionarnos y cabrearnos.

También el escritor se irrita. Y lo cuenta. No disimula una de las figuras nefandas de nuestra reciente historia. No quiere ser rebaño, ni pertenecer a Leviatán. En aquél derrumbado mundo, en ese día que todos parecíamos zombis, que todos éramos cercanos a aquellos viajeros de aquellos trenes, el novelista recuerda a uno de los políticos, al que entonces gobernaba en ésta país de todos los demonios:

"Mentiría si dijera que sentía piedad por aquel tipo del bigote mientras lo veía. En realidad atesoro un corazón jacobino en mi pecho, soy un magnicida in pectore, así que no sentía nada. Si acaso un poco de curiosidad por saber la retórica que estaría empleando el fanático de vegueros cubanos, el lector de Josep Pla, el fantoche que en las horas más tristes de este país nos prometió un mundo mejor, más justo, libre y seguro.

Hoy sé que estaba viendo un cadáver despidiéndose del mundo los vivos. A pocos hombres les es concedido el raro privilegio de hablar estando muertos. A José Mará Aznar López, durante aquellos horribles días de marzo, esa suerte se le concedió en varias ocasiones. Hoy sé también qué, cuando tuvo ocasión de resucitar de sus cenizas, de levantarse por encima de su mentira y volver a hablar como un ser vivo, herido pero vivo, doliente pero vivo, humillado pero vivo, prefirió no hacerlo. (No hace mucho en una comisión senatorial, usando ese verbo del resentimiento en el que es un maestro consumado, ha vuelto a levantar su voz de cadáver por encima de todos nosotros. Zoe y yo, cuando lo vimos regresar por un día a nuestro hogar, bostezamos sin remedio y cambiamos de canal. Su voz hedía.)"



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12 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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UN HOMBRE SOLO ACOMPAÑADO DE OTROS

 

 

No es la primera vez, ni será la ultima, que algo digo, que algo escribo de Ángel Vázquez, casi un desconocido, pero autor de una de las novelas imprescindibles de nuestros no tantos novelistas del pasado siglo. La novela es "La vida perra de Juanita Narboni", historia de un mundo, una ciudad y una manera de vivir, contar y hablar que tanto tienen que ver con esa ciudad que ya no existe llamada Tánger. También un conmovedor, dramático y cómico monólogo femenino. Última, excelente y conmovedora novela de un escritor que apenas escribió. Dos novelas anteriores, "Se enciende y se apaga una luz", ganadora del Premio Planeta de 1962 y "Fiesta para una mujer sola" de 1964. Vivió como pudo, bebió más de lo que pudo, escribió menos de los que pudo. Nunca presumió de nada. Abominó de su novela ganadora del Planeta, no creyó mucho en sus cuentos, y afirmó que "Fiesta para una mujer sola" era sólo un camino para llegar a su novela sobre "Juanita Narboni", sobre su madre, sobre sí mismo.

 

No discutiremos que su obra maestra es "Juanita", pero mucho hemos disfrutado- y de vez en cuando sufrido- con la lectura de dos libros que se acaban de rescatar entre su obra casi perdida, casi olvidada. La novela corta "El cuarto de los niños y otros cuentos", rescatados por Pre- Textos. Y "Fiesta para una mujer sola", reeditada por la editorial Rey Lear. Merecen la pena para acercarnos a uno de los más raros y malditos de nuestra literatura. Tienen una edición y unos prólogos, además de unas palabras de su gran amigo Emilio Sanz de Soto en el caso de los cuentos- así como el impagable regalo de un dibujo del autor y una sucinta autobiografía, tan emocionante y sorprendente como su desmoronada y no muy larga vida.

 

Nació en Tánger en un día que nadie le esperaba, en medio de una fiesta que no era la suya. Y tuvo un final demasiado abandonado, triste en una habitación alquilada en una habitación desabrida en la calle de Atocha. Cerca de mi casa, lejos de Tánger. Era borracho, homosexual y nunca fue capaz de considerarse un genio. Escribió entre el sarcasmo y la amargura. Siempre más cerca de Katherine Mansfield, Carson McCuller. Y no tan lejos de Truman Capote, amigo de sus amigos.



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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SEÑORITO, SOCIALISTA, BEBEDOR Y PUTERO

 

 

 

Decía el golfo yerno de Marx, el simpático perezoso Paul Lafargue, que al día siguiente de la Revolución había que pensar en divertirse. Cómo las revoluciones siempre están pendientes algunos quieren divertirse cada día. La noche en que Cristina Fernández Cubas fue premiada con el "Salambó"  recibí el puñetazo del cierre de "Nicolás", dónde tanto hemos disfrutado. Si un restaurante que casi siempre está lleno cierra, es hora de volver a los callos de la taberna "Revuelta". Era noche, Barcelona y rodeados de escritores, entre otros el donostiarra Fernando Aramburu, uno de los mejores narradores de los años de plomo del Euskadi. Tocaba tema vasco, pero también tocaban risas. Y recordamos al contradictorio, seductor y provocador Luis Martín-Santos. Escritor muy incorrecto visto desde el feminismo en el Día de la Mujer Trabajadora.

 

Acabo de leer la biografía del inquiridor José Lázaro en las vidas de Martín Santos y no creo que hubiera sido ganador en un jurado feminista. ¿O sí? Fue un hombre que amó a las mujeres, y fue amado por ellas. De matrimonio feliz, pero de dobles vidas. Visitante de burdeles, en compañía de Juan Benet, Vidal Beneyto- "pepínvidalidades"- Antón Ezeiza. Amigo de la conversación y las copas de coñac en  mañanas burdeles y en compañía de trabajadoras del sexo. Paño de lágrimas de sus amigas ganadoras del premio Nadal y experto en  vivir peligrosamente. Más de una vez tuvo que conducir con un ojo cerrado para no ver doble la carretera. Con cuarenta años, con otra vida por delante, el escritor que cambió el aburrido realismo literario español con su novela "Tiempo de silencio", se mató en su coche después de una aquellas largas noches golfas y madrileñas. Adversa fortuna que le llegó cerca de su querida, burguesa e hipócrita ciudad de San Sebastián.

 

El psiquiatra/escritor fue también una de las mejores cabezas que tuvo el socialismo español, el socialismo vasco, antes que llegara Felipe González. No le vendrían mal al cándido socialista Patxi López los consejos de ese libérrimo militante que fue Martín Santos. Señoriíto progresista, hijo de general franquista, crítico con los nacionalistas de misa dominical y soñador con una pacífica "destrucción de la España sagrada". Empeñado en superar la fe como se debe superar la ignorancia. Envidioso de los poetas españoles porque eran "más putas" que los narradores. De Faulkner, ese "sádico con ribetes de masturbador" le gustaban su escritura, su manera de beber y esa idea de escribir en los burdeles. Un esteta culto, cachondo que nunca fue comunista porque no admitía que llevaran una corbata azul con los calcetines verdes.

 

No usó boina, fue experto en bares, supo enfrentarse a los fanfarrones franquistas, conoció la cárcel pero disfrutó de la libertad. Duró demasiado poco.



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8 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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LOS PARAISOS ARTIFICIALES

 

 

De vez en cuando nos invitan a visitar sus lugares privados. Los ricos, a veces, necesitan que se sepa de ellos. Quieren no sólo ser ricos sino además, parecerlo. Así hay periodistas especializados en "la buena vida" que viven muy bien como invitados a un cielo que no es el suyo. Yo, no sé muy bien cómo ni porqué, estoy invitado a uno de esos viajes. Invitado por una empresa, "millésime" creada por el empresario Manuel Quintalero, para que los ricos tengan la posibilidad de encontrarse en privado con los mejores cocineros de España, que en algunos casos son los mejores del mundo. Y, al lado de la excelencia de la comida, y la bebida, han buscado un lugar, un paisaje, al nivel.

Así estoy en una de las playas más hermosas y de los hoteles más lujosos del Caribe. En la muy histórica isla de la República Dominicana. Esa isla que fue protagonista de una de las mejores novelas de Mario Vargas Llosa, "La fiesta del Chivo", aquella fiesta terminó. Aquél dictador, Trujillo, también. Aunque vinieron otros poderosos y los de siempre siguieron viviendo al servicio de unos pocos.

El capitalismo parece derrumbarse, mientras entre vinos, y delicias culinarias, los ricos de primeros mundos han construido un falso paraíso en un lugar que llaman Cap Cana. Seguridad, parcelado paraíso, playas y paisajes que parecen al margen de toda realidad. Habíamos tomado unos cócteles, antes de un delicioso Sancocho que tuvimos el placer de compartir en nuestra mesa con un "chico" nacido en una humilde familia y que desde hace años es uno de los emblemas del lujo en el mundo. Se llama Ferran Adriá, un genio buscador de sabores. Y un visitante de placeres gastronómicos allá dónde se encuentren. Capaz de gozar con algo muy sencillo, con algo muy barato o de beber el vino más caro del mundo. El cocinero es la nueva estrella de los nuevos paraísos artificiales de los ricos o de los ciudadanos curiosos, y ahorrativos, de la clase media que invierten para concederse un poco de buena vida.

Dede el caletón se ven las playas privadas, la selva domesticada, las casas de los poderosos, los campos de golf, los barcos deportivos. Me acordé de otro paisaje que una vez hace ya muchos años visité. El lugar de las tentaciones, allá en Jericó,  el monte en que la leyenda cristiana sitúa las tentaciones de Cristo por parte del Diablo. Dónde Cristo dijo no. Y después de su "sacrifio" se montaron esa industria que promete paraísos artificiales en la otra vida. Una industria que no conoce crisis, aunque ya no sea lo que fue.

Y cuando estábamos en ese momento del paraíso artificial, una amiga, otra invitada a mirar unos por unos días la vida de los ricos, me dijo: "bueno, el único consuelo, es que ellos, estos dueños de todas éstas parcelas de paraíso, no follarán cómo lo hace un pobre venezolano que conocí el otro día. ¡Eso sí es el paraíso!"

Me tranquilicé. Mi mala conciencia se concedió unas vacaciones. Y recordé a esos chicos de la calle, esos "boys" que son los protagonistas de los cuentos de Junot Diaz, el dominicano más universal. El premio Pulitzer por "La maravillosa vida breve de Óscar Woo", y recordé lo felices folladores que son sus pobres chicos de barrio. Sus trigueñas, mulatas negras, incluso mulatas negras, de vez en cuando también dicen como mi amiga: serán muy ricos, pero no lo  hacen como nosotros. Y de repente, el paraíso artificial se convierte en un pequeño y real paraíso. También los pobres tienen paraíso. Incluso infierno. Mientras llega el última "crack" de la bolsa habrá que seguir bailando en  éste lado del paraíso. 



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6 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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LAS ORGIAS DE FLAUBERT

 

Volver de vez en cuando a Flaubert, quiero decir volver a sus libros. Y volver por el recuerdo de "Salambó" o porque hay una pequeña delicia editorial- otra vez publicada por la gran pequeña editorial "Periférica"- es una pequeña biografía, un homenaje de alumno cercano, de disimulado alumno, nada menos que de Guy de Maupassant.  En ese breve libro se nos acercan manías cotidianas, sueños y realidades de ese gigante literario que era Flaubert. Empezó- como todo el mundo- escribiendo para gustar más y terminó escribiendo atrapado por esa orgía de disfrutar con la escritura. "Toda su existencia, todos sus placeres, casi todas sus aventuras fueron mentales". Un gran aventurero, un ser humano tan cercano que a veces, para no ponerse sentimental escribiendo, le da  al Burdeos "para atontarme un poco".

Maupassant también hace una selección de textos que recortaba, que guardaba para utilizar en su trabajo. Por ejemplo de Gausme, "Catecismo de la perseverancia": "es una maravilla que los peces puedan nacer y vivir en el agua del mar, que es salada, y que su especie no se haya extinguido hace tiempo"

O este otro de "Armonías de la naturaleza" de Bernardin de Sain Pierre : "Al melón la naturaleza lo ha dividido en rajas con el fin de que pueda ser comido en familia: la calabaza, al ser más gruesa, puede comerse por los vecinos".

Genial, recortar ideas peregrinas para convertirlas en otra cosa.



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4 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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TODOS LOS CUENTOS. PREMIO SALAMBÓ.

 

 

Hay premios amañados, comerciales, inducidos, nacionales, editoriales, políticos...yo que sé, hay muchos premios. Cada pueblo, cada barrio tiene su propio premio. A veces he sido, soy, jurado de algún premio. Algo que no siempre es tan grato. Pero nunca del Premio Salambó. Un singular e importante premio literario que nació hace ocho años en un querido café del barro de Gracia, en Barcelona. El café, está claro, hace homenaje a una hermosa y exótica novela de Flaubert- mañana diré algo más de Flaubert- lo dirige un narrador Pedro Zarraluki, y cada año convoca éste premio que no tiene dotación económica y que, sin embargo, crece en prestigio. Creo que su prestigio viene de ser otorgado por un jurado de escritores. Los escritores deciden cuál ha sido la obra narrativa más importante del año. Escritores contra escritores, sus semejantes, sus hermanos y también sus mejores enemigos. El primer año lo ganó, casi sin discusión, aquella sorpresa llamada "Soldados de Salamina", de Javier Cercas.

Ahora, vuelve el premio a la misma editorial, Tusquets. Muchas horas de placer le debemos a esa editorial, muchas más pensamos seguir compartiendo.

Y ganó una de sus firmas más veteranas y conocidas, Cristina Fernández Cubas. Una narradora, sobre todo una cuentista, que desde hace más de veinte años escribe desde un misterioso lugar. Desde el mismo lugar que escribieron algunos de los grandes de nuestros relatos de misterio. Yo a mi querida Pili, esa amiga que viaja con la imaginación, la regalaría encantado "Todos los cuentos" de Cristina Fernández Cubas. Una manera de viajar a lugares inquietantes, misteriosos, extraños, imaginarios y a veces tan cercanos. Uno de los mejores viajes de la última literatura en español. Un excelente premio. Al que no le hacen falta reivindicaciones de género ni discriminaciones positivas.



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3 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La Cruz madrileña de Almodóvar

La he visto en Abrazos rotos, en Chicas y maletas y La concejala antropófaga, tres almodóvares en uno al borde de estreno. La he visto en las calles de Madrid, ese pueblo nuestro cercano a Alcobendas. La he visto nocturna, desnuda, vestida, peinada, Sabrina, Holly Golightly, Audrey Hepburn, Gene Tierney y ella misma. La plebeya sofisticada, la actriz capaz de hacer bueno, sacar oro y Oscar donde apenas había guión o dirección aunque se firmara con el nombre de otro que también se llamaba Woody Allen. He visto a Penélope de verdad, no a la Pe de Mérimée. Madrileña, sin Vicky, sin Cristina y sin Barcelona. La he visto en brazos, cabeza y alma de Almodóvar. Su cuarta vez. Su mayor protagonismo, ¿su imposible segundo Oscar? Dentro de unos días, además de llenar vallas publicitarias de no sé cuántas glamurosas tentaciones, la chica que llegó del barrio será mucho más que la actriz de Allen, que la primera oscarizada española, será una chica Almodóvar. Algo que desean desde Kate Wintsley, sí, por favor, hasta Jeanne Moreau, más sí, por favor.

A cada uno su propia Cruz. Desde que hiciera aquella chica de la maleta y carretera en la película de Bigas Luna, acosada por Javier Bardem y deseada hasta por el toro de Osborne, hemos seguido a Penélope por muchas épocas, muchas tierras, algunos hombres y algunos alegres amigos. La hemos admirado, nos hemos olvidado de sus banales películas que iban serpenteando su carrera a un lugar tan solitario como la cumbre del universo en Hollywood. Un lugar donde tantos españoles de su profesión, y de otros oficios del cine, quisieron hacer carrera en los convulsos años treinta y muy pocos lo consiguieron.

Hay que tener mucho tesón, algo de suerte, ser de Málaga y llamarse Antonio Banderas para conquistar ese oeste. Otra manera: ser manchego, llamarse Pedro, dejarse querer, asomarse por aquellos bulevares, ganarse algún Oscar y volver al barrio. Volver a Madrid, su pueblo manchego.

No ha sido Pedro Almodóvar el primer manchego que ha triunfado en Hollywood. Hubo otros. El primero, un actor de reparto de apasionante vida y películas para el olvido. Se llamó Romualdo Tirado, llegó a la Meca del cine cuando todavía era silente, después de sobrevivir las hambrunas españolas, la guerra de Cuba, la revolución mexicana y la vida dura de un cómico de la legua. Desde su primera película en Hollywood, dirigida por Xavier Cugat -uno de los dos catalanes universales preferidos por Marsé, la otra es Carmen Amaya-, hasta su muerte en los años sesenta no dejó de trabajar en el cine y en teatros de Los Ángeles. Nunca fue famoso, nunca tuvo la fortuna de volver a su pueblo, Quintanar de la Orden. Olvidado actor de reparto, manchego en Hollywood. También se puede vivir sin Oscar.



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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Si hoy tuviera que leer un cuento

Ya he confesado mi amor por la novela "El lector", un viejo amor que llegó como tantos de la pasión y el olfato de Herralde. También me gustó, lo repito, y me emocionó la película. Por ella, por Kate, y por casi todo lo demás. Una de las cosas que me han pasado buenas al ver la película- no recuerdo si también con su lectura hace ya bastantes años- es el deseo de leer, o de releer, algunas de las lecturas de esos furtivos amantes.

La que yo hice, la que volveré a hacer, y seguramente no será la última vez, es volver a Chejov. Volver a sus cuentos. Conozco dos ediciones recientes de los imperecederos cuentos de Chejov editados entre nosotros. Una es la antología muy sugerente y original, no cronológica, sino emocional que se publicado en Pre- Textos, con edición de Muñoz Millanes y traducción de Víctor Gallego. Una hermosa edición con algunos de sus mejores cuentos.

Otra edición, esta en "debolsillo", se llama "Cuentos imprescindibles", de varios traductores y edición y prólogo de Richard Ford. Todo un lujo. Una invitación inteligente y apasionada de uno de los mejores escritores americanos. Dice Ford en su prólogo que Chejov sigue siendo uno de los escritores que mayor incidencia, que mayor presencia tiene en los escritores del siglo XX: "...para buscadores como nosotros, Chejov es un guía, quizá "el" guía" Y aconseja una lectura placentera y lenta. Y una relectura sin prisas para darse cuenta que el tiempo no pasa por esos relatos redimidos por el lenguaje.

Y nos apetece leer, o que nos lean como en "El lector", ese cuento que se lee en el libro de Schlink, y en la película, esa joya que Chejov publicó en 1899 llamado "La dama del perrito". Llegar a casa, abrir el libro y comenzar el cuento: " Decían que por el paseo marítimo había aparecido una cara nueva: una dama con un perrito"



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26 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Películas y Oscar

Esto de los Oscar se parece a la mayoría de los premios. Un grupo de intereses, unos interesados y muchos cálculos de negocios varios, interesantes o menos, son capaces de hacer de una noche un negocio universal. A veces, no pocas, pero no todas ni mucho menos, el negocio y el premio coinciden con buenas películas. Los Oscar de éste año no producen mucho sonrojo. Abruman ocho oscar, ocho, para una película tan de diseño, tan llena de trampas, lágrimas y sonrisas como la gran  triunfadora  "Slumog millonaire". Tengo amigos, incluso amigos críticos, que hablan bien, hasta muy bien de la película. Está claro que es una película de "oscar".

Sin oscar se queda "El Desafío. Frost contra Nixon", una enorme película para entender las miserias de la política, de la comunicación y los  comunicadores. También para ver a uno de los más grandes actores contemporáneos, Frank Langella.

Un oscar la incomprensible, banal y olvidable "Vicky, Cristina,  Barcelona". Tonta desde el título hasta el último fotograma. También los genios se duermen con el dinero fácil. Sí es cierto que Penélope Cruz es una maravillosa actriz. Capaz de sacar petróleo en las alcantarillas de Alcobendas. Un merecido premio en una película que sólo existirá por su actuación.

Sorprende que tampoco "La duda" haya tenido mayores reconocimientos. Y no extraña que "El curioso caso de Benjamín Button" haya tenido unos oscar técnicos. Hasta esos son más que discutibles.

Y una roñosería, una ceguera o una frivolidad parece que las dos emocionantes películas, procedentes de dos grandes novelas, se hayan quedado sólo con un oscar. El que no han podido negar a la gran actriz contemporánea, el mejor relevo de las grandes, la muy querida Kate Winslet. Protagonista de dos de las más importantes de éstos premio, de éstos tiempos: "Revolutionary road" y "The reader". De los dos libros creo haber hablado más de una vez. Y desde luego pienso volver a esa novela llena de verdad, bondad, inteligencia e historia tan nuestra, tan europea, tan universal. Vean la película. Y, si quieren disfrutar de la literatura, no duden acercarse a su lectura. A veces el cine y la literatura se llevan bien. Los oscar son otra cosa.



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24 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El niño que soñaba con cazar leones

El Barbas, amigo de Delibes, hombre sencillo, "cauto y cogitabundo", era cazador de nacimiento, sentía ese impulso porque sí. La caza en él era tan natural como que otros fueran borrachos o mujeriegos. Sin filosofías se confesaba al escritor: "Qué tendrá esto de la caza que cuando le agarra a uno, uno acaba siendo esclavo de ella... que esto de la caza tira de uno más fuerte que las mujeres... y más fuerte que el vino".

Una pena. A muchos nos parece que Bermejo es la mejor escopeta para terminar con los pájaros de mal agüero

Y Delibes le citaba a Ortega y Gasset, explicando aquello de que gracias a la caza, el hombre civilizado "puede darse el gusto durante unas horas o unos días de ser paleolítico". Así, el cazador vuelve a ser ese primitivo, el que regresa con el trofeo, vuelve a la cueva y toda la tribu admira su habilidad. La caza era un arte mayor. Los que no servían se quedaban en casa pintando las paredes con escenas de emociones no vividas.

Las escenas de caza en el bajo Gredos no son las de la Baja Baviera, ni las de la perdiz roja. Ni los cazadores son lo que fueron. Tampoco el rock es el mismo que en los tiempos de los ye-yés de Arenas de San Pedro. ¿Se puede ser rapero y ministro? No es fácil. Tan difícil como ser ministro de Justicia, socialista y dejarse fotografiar en esas cazas, con esos cuernos y esas compañías. La caza no es el problema. El problema es la foto. La imagen de un divertimento inútil en tiempos de necesidad de trabajos útiles. La foto sobrevivirá como las pinturas de las cuevas de Altamira. Se puede pecar sin que te pillen porque la confesión no borra fotos. Una pena, a muchos nos sigue pareciendo que Mariano Bermejo es la mejor escopeta para terminar con los pájaros de mal agüero, con los carroñeros que vuelan sobre la justicia española. Pero una foto vale más que mil escopetas nacionales. Y muchas de ellas están otra vez dispuestas a que la cacería termine como la película de Saura. El animal herido es el más peligroso. Atentos a las próximas cacerías.

"... el torero torea porque tiene sangre torera, y el cazador caza porque tiene sangre cazadora. La caza nace con uno, se mama. Todo lo demás son cuentos", seguía sentenciando El Barbas de Delibes. Sin embargo, en la reedición de uno de los mejores libros del enorme periodista y escritor, cazado por las derechas y las izquierdas, Manuel Chaves Nogales, su biografía de Juan Belmonte, nos recuerda que el mayor de los toreros, el gran matador de bestias en público, y trágico matador de sí mismo, que fue Belmonte, de niño soñó con ser cazador de leones en África. Desde Triana salió dispuesto "a dejar el África descastada de leones". Se asustó con unos cuervos que descansaban en los postes del telégrafo. Volvió a casa. Abandonó sus sueños de cazador y degeneró en matador de toros. ¿Se puede ser torero y ministro



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23 de febrero de 2009
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El Boomeran(g)
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