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El niño que soñaba con cazar leones

Por 23 de febrero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

El Barbas, amigo de Delibes, hombre sencillo, "cauto y cogitabundo", era cazador de nacimiento, sentía ese impulso porque sí. La caza en él era tan natural como que otros fueran borrachos o mujeriegos. Sin filosofías se confesaba al escritor: "Qué tendrá esto de la caza que cuando le agarra a uno, uno acaba siendo esclavo de ella… que esto de la caza tira de uno más fuerte que las mujeres… y más fuerte que el vino".

Una pena. A muchos nos parece que Bermejo es la mejor escopeta para terminar con los pájaros de mal agüero

Y Delibes le citaba a Ortega y Gasset, explicando aquello de que gracias a la caza, el hombre civilizado "puede darse el gusto durante unas horas o unos días de ser paleolítico". Así, el cazador vuelve a ser ese primitivo, el que regresa con el trofeo, vuelve a la cueva y toda la tribu admira su habilidad. La caza era un arte mayor. Los que no servían se quedaban en casa pintando las paredes con escenas de emociones no vividas.

Las escenas de caza en el bajo Gredos no son las de la Baja Baviera, ni las de la perdiz roja. Ni los cazadores son lo que fueron. Tampoco el rock es el mismo que en los tiempos de los ye-yés de Arenas de San Pedro. ¿Se puede ser rapero y ministro? No es fácil. Tan difícil como ser ministro de Justicia, socialista y dejarse fotografiar en esas cazas, con esos cuernos y esas compañías. La caza no es el problema. El problema es la foto. La imagen de un divertimento inútil en tiempos de necesidad de trabajos útiles. La foto sobrevivirá como las pinturas de las cuevas de Altamira. Se puede pecar sin que te pillen porque la confesión no borra fotos. Una pena, a muchos nos sigue pareciendo que Mariano Bermejo es la mejor escopeta para terminar con los pájaros de mal agüero, con los carroñeros que vuelan sobre la justicia española. Pero una foto vale más que mil escopetas nacionales. Y muchas de ellas están otra vez dispuestas a que la cacería termine como la película de Saura. El animal herido es el más peligroso. Atentos a las próximas cacerías.

"… el torero torea porque tiene sangre torera, y el cazador caza porque tiene sangre cazadora. La caza nace con uno, se mama. Todo lo demás son cuentos", seguía sentenciando El Barbas de Delibes. Sin embargo, en la reedición de uno de los mejores libros del enorme periodista y escritor, cazado por las derechas y las izquierdas, Manuel Chaves Nogales, su biografía de Juan Belmonte, nos recuerda que el mayor de los toreros, el gran matador de bestias en público, y trágico matador de sí mismo, que fue Belmonte, de niño soñó con ser cazador de leones en África. Desde Triana salió dispuesto "a dejar el África descastada de leones". Se asustó con unos cuervos que descansaban en los postes del telégrafo. Volvió a casa. Abandonó sus sueños de cazador y degeneró en matador de toros. ¿Se puede ser torero y ministro

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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