
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Ya he confesado mi amor por la novela "El lector", un viejo amor que llegó como tantos de la pasión y el olfato de Herralde. También me gustó, lo repito, y me emocionó la película. Por ella, por Kate, y por casi todo lo demás. Una de las cosas que me han pasado buenas al ver la película- no recuerdo si también con su lectura hace ya bastantes años- es el deseo de leer, o de releer, algunas de las lecturas de esos furtivos amantes.
La que yo hice, la que volveré a hacer, y seguramente no será la última vez, es volver a Chejov. Volver a sus cuentos. Conozco dos ediciones recientes de los imperecederos cuentos de Chejov editados entre nosotros. Una es la antología muy sugerente y original, no cronológica, sino emocional que se publicado en Pre- Textos, con edición de Muñoz Millanes y traducción de Víctor Gallego. Una hermosa edición con algunos de sus mejores cuentos.
Otra edición, esta en "debolsillo", se llama "Cuentos imprescindibles", de varios traductores y edición y prólogo de Richard Ford. Todo un lujo. Una invitación inteligente y apasionada de uno de los mejores escritores americanos. Dice Ford en su prólogo que Chejov sigue siendo uno de los escritores que mayor incidencia, que mayor presencia tiene en los escritores del siglo XX: "…para buscadores como nosotros, Chejov es un guía, quizá "el" guía" Y aconseja una lectura placentera y lenta. Y una relectura sin prisas para darse cuenta que el tiempo no pasa por esos relatos redimidos por el lenguaje.
Y nos apetece leer, o que nos lean como en "El lector", ese cuento que se lee en el libro de Schlink, y en la película, esa joya que Chejov publicó en 1899 llamado "La dama del perrito". Llegar a casa, abrir el libro y comenzar el cuento: " Decían que por el paseo marítimo había aparecido una cara nueva: una dama con un perrito"