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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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no quiero ser santa, ni beata

 

 

 

No quiero ser una canción de Parálisis Permanente, aquél grupo que tanto me divertía, que tanto gustan al radicante Fernández Mallo. No quiero ser un radical de esos que buscan el regreso al lugar originario. Prefiero a los radicantes que están en el camino, sin tener ningún lugar al que regresar. Y, por favor, no quiero ser poeta agroaburrido. Ni  laureado bajo sospecha. No quiero tener su mala leche. Ni su valentía para insultar a los muertos. No quiero su mística, ni su metafísica del límite, ni su viaje hacia la nada. No quiero despreciar cuanto ignoro. Ni quiero parecerme a esos personajes de un haiku de Kobayashi Issa: "en el ciruelo, unos cuervos no dejan de blasfemar" Los cuervos, esos pájaros blasfemos. Se vistan con levita. O con premio Cervantes.

Prefiero otros pájaros. Ser ese jinete viajero que quiere moverse por esta habitación que es el mundo. Quiero ser ese pecador que nunca insultaba, ese que seguía siendo ateo a pesar de haber visto a Dios, el poeta que conoció el frío de la posguerra en las montañas de León, el niño y el hombre que amaban el circo, el joven republicano que tuvo que cantar cuatro veces el "Cara al sol" en un cine de Oviedo, el pequeño hermano de una familia de buenos y rojos. Sí, me hubiera gustado ser como ese poeta claro que supo llamarse  Ángel González. No pudo ser. Somos lo que somos. Pero, al menos, podemos decidir que "mañana no será lo que Dios quiera".

Cuando Paco Rico continúe su antología de la mejor poesía de los próximos mil años de Europa- ¡estoy disfrutando con su Pentecostés del primer milenio!- allí estarán González y su amigo de noches y días, de versos y tragos, de vidas contadas y escritas: Luis García Montero. Y si no están, da igual porque mañana tampoco será lo que Rico quiera Y mañana, mucho después que los muertos tan vivos de nuestra poesía de la indiferencia hayan quedado en el olvido, González y García seguirán siendo recordados, repetidos, dichos y cantados. Benedetti también lo será, en otra liga, de otra manera. Otros volverán a sus cerrados jardines de invierno.

 A cada uno sus premios, sus méritos. Para Ángel, que nunca ganó el Cervantes, sus  premios fueron ser huérfano de republicano, niño crecido entre las ruinas de una ciudad asediada, superviviente de un golpe de Estado, de una guerra civil, adolescente que llevó a su  madre la noticia del asesinato de su hermano, hijo de mujer castigada, hermano de maestra depurada, joven con tuberculosis, maestro de niños pobres en una pobre aldea de la pobre España, funcionario en algún Ministerio en el áspero Madrid de los años cincuenta. Y poeta.

Una vez fue un joven recién llegado a Madrid y fichado por "maricón". No por su condición de poeta, ni por homosexual, era heterosexual, sino por una orgullosa honradez que siempre lo acompañó. Para detalles buscar "Mañana no será lo que Dios quiera"



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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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maria ostiz y la ironia

 

 

 

Pensaba escribir algo sobre Montevideo. La ciudad que contó Benedetti. La ciudad que contaron otros poetas, una de las ciudades que quiero- soy promiscuo con límites- y la ciudad de Onetti...pero Ellis, ¿puedo decir yo también la dulce Ellis?, me lleva reflexionar sobre los gustos, los disgustos y las mentiras. Con sus verdades sueltas y absueltas. ¿De verdad me gusta Leo Dann? No creo. No fue de mis cursis cercanos, lejanos. Y con eso tranquilizo a la, también dulce, ET, lo de Leo Dann era un guiño al raro, cursi, intenso, complejo, irónico y demasiado peronista para mis tragaderas, llamado Leonardo Favio. Ese sí me gustó con todas sus "cursiladas". Siempre quise hacer un corto sobre una deliciosa- y cursi/irónica- canción que se llama "Ding, dong, son las cosas del amor" La historia de amor interclasista, el obrero y la niña pija, se termina como un corto de Chaplin, los dos enamorados confesando sus acuerdos tiernos unidos por la música de Leo Dann. No recuerdo a Leo Dann. Eso quiere decir que no me gusta, al menos no tanto como María Ostiz. Me gustó, ¡incluso físicamente!, en esos tiempos de chicas de toque entre intelectual, monjil y con secretos. Y me gustó no por eso de "un pueblo es, un pueblo es", que nunca llegaba a ninguna parte; me gustó, entre otras cantigas de amiga, por culpa de Aute. María Ostiz cantaba "a la manera" de Aute. La diferencia es que Aute era descreído, amigo de diablos queridos y sus aleluyas estaban en las antípodas del estilo "opusino" de María. Pero sí, confieso que me sabía, y que aún recuerdo canciones como "Yo me vi rodeando el mundo", "Mi amiga Catalina", "Un pueblo es" y otras inconfesables músicas y letras de cuando fuimos jóvenes, tan jóvenes. Tan cursis. Hoy me siguen gustando cursis, pero más malas, más irónicas. Hoy me gusta "La Shica", "La bien querida" o Vega. Hay gustos que nunca se arreglan.



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20 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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yo era un tonto

 

 

 

Lo sigo siendo. Bueno, ahora soy dos tontos. Y me gusta la música. Los tontos tenemos esas cosas. Esta mañana un amigo, un curioso genio de varias artes y sin embargo un tipo encantador y sensible- que no nombraré para no dar pistas a tontos de otros gustos- me ha regalado un disco de "Salomé" en catalán. Le había comentado la impresión que causó en un niño de casi diez años, uno que se parecía a mí en un día de final de verano,  ver en un Festival del Mediterráneo por televisión cantar en ese idioma, cercano pero extraño, como era entonces el catalán. Recuerdo a una señora muy elegante- Salomé- y un señor con camisa negra y flequillo, que se llamaba Raimon. Ya no estoy seguro si uno de los dos interpretaba en castellano y el otro en catalán. Da igual. El caso es que siempre recordé esa canción que se llama "Se'n va anar". Ahora tengo el vinilo, una rareza de la prehistoria del pop español. Y me sigue gustando.

Un poco después me gustaron "Los Bravos", "Los Salvajes" y "Lone Star". Después llegaron Aute y los catalanes, el primer Serrat y el montón de jueces. Y Pí de la Serra, Pau Riba, Guillermina. También había descubierto a los franceses, desde Francois Hardy a Michel Polnareff. Después vinieron Boris Vian y el capullo de Dutronc, que se casó con la Hardy. La legión italiana del Festival de San Remo, desde Mina a Luigi Tenco...Pero sobre todo había llegado la música inglesa. Ellos eran lo que hubiéramos querido ser. Hasta que desde la costa Oeste, antes de New York- la capital de nosotros los catetos- nos arrasó. Más o menos eran los años en que descubrimos a Tete Montoliú en aquél "Whisky Jazz" de una plaza de Madrid que no se merece esa bandera tan cañí.

Nos gustaban las coplas que se habían quedado en la memoria de nuestra madre, de nuestras vecinas y por supuesto conocíamos bastantes zarzuelas.

Después sería imposible imaginarme sin el jazz. ¡ Respetadme yo escuché y casi pude tocar a Miles Davis!.También nos había llegado por circuitos incomprensibles, por radios y viejos vinilos la música que llamaban clásica. Y nos pusimos Bartok muchas tardes. Y aterrizamos en aquella explosión de alegría- y otras cosas- que eran las óperas italianas. Wagner vino después. Cuando llovía escuchábamos a Satie en aquella casa en el campo. Otras veces Stravinsky nos acompañó.

Soy amigo, admirador, seguidor de Sabina, Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel y compartimos la admiración por los hermanos Conte y Francesco de Gregori. Me gustan los napolitanos y los de Jerez. Con Mikel Laboa, como con Patti Smith, me he pasado muchas horas. Pero, ¡joder!, si me gusta hasta Leonardo Favio. Aunque, la verdad, ¿sabes quién me gusta?: Leo Dann...Y con Julio Iglesias, en compañía de Juan  Cueto y Feliciano Hidalgo, disfruté de viajes y conciertos. La lista de mis tonterías musicales es mucho más larga. De la "movida" hablaremos otro día. O no. Me aburren algunos listos. Me gustan mis tontos.



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19 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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cuando fuimos drogadictos

 

 

 

No estuvimos en las fiestas de la Factory  en New York. Ni fumamos kif en Tánger con Burroughs, ni con Ginsberg. Ni siquiera con Paul Bowles como parecía haberlo hecho todo el mundo. Pero ya habíamos leído "Aullido" y "Almuerzo desnudo", comenzábamos nuestro discreto camino salvaje. Conocíamos las tristes canciones de la hermosa Nico, estuvimos en el primer concierto que en Madrid dio el colocado Lou Reed  y el San Juan Evangelista, cuna de drogotas del jazz y el flamenco, fue nuestro refugio. Todos fuimos drogadictos. El resto eran tipos raros. Alegres del estilo "Viva la gente", seguidores de  María Ostiz o candidatos a llevar bigote.

Éramos cultos y malditos. Habíamos tomado Malasaña, después de haber tomado nuestras cabezas con polvos, de haber viajado con LSD y de fumar cosechas  de Ketama. Algunos se movían por los caminos de falsos paraísos que entraban por las venas y te llevaban hacia la nada. Más cerca de la evasión que de la revolución, enterrado  Franco y cambiando la música y las letras quejicas de los cantautores por las ternuras del pop, la moda juvenil o las ganas de matar hippies en las Cíes. Los tiempos habían cambiado. Nos tocaba admirar el alma bohemia de los drogadictos. Desde ese caballero llamado Sherlock Holmes, que ocultaba su adicción entre las paredes de su biblioteca en Baker Street,  siendo capaz de alternar "una semana de cocaína con otra de ambición"  hasta los hermosos cadáveres de nuestros ídolos del rock. Seducción fatal, atractivo camino de imperfecciones que había matado a Joplin, Hendrix o Morrison pero también el alimento culpable de que Burroughs siguiera escribiendo. "Soy realidad y en realidad estoy colgado. Dadme una vieja pared y un cubo de basura y por Dios que me sentaré ahí para siempre. Porque soy la pared y el cubo de basura. Pero necesito a alguien para sentarme ahí y mirar al cubo de basura y a la pared. Esto es, necesito un huésped humano".

Me acuerdo de Antonio Vega. Le recuerdo joven y atrapado desde aquellas noches  del Penta. Y le recuerdo desvalido, entre la pared y el cubo de basura, con la mirada herida y el corazón desnudo. No había manuales del usuario para las drogas, o no servían ni a quienes los escribían. Bien lo supo Eduardo Haro Ibars. Muchos se perdieron en aquellas navegaciones sin rumbo. Otros nos salvamos. No se bien cómo, pero sí para qué. Aprendimos a batear la basura y a  ser suficientemente cobardes como para no querer compartir la nómina de ángeles, ni demonios, caídos.

En la muerte de Antonio Vega, con permiso de Patxi López, yo también recordé un poema de Kirmen Uribe: "Y el día que el viento sur me lleve/ devolved mi cuerpo a la tierra en que nací,/enterradlo cerca del mar, junto a mis amigos,/ rodeado de gente de buena voluntad: con los marinos, con los heroinómanos, con el poeta.". Se llama "devolvedlo". Mejor quedárselo.

 



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18 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ciencias y letras

 

 

 

Cuando recuerdo aquello de: ¿tú eres de ciencias o de letras?, recuerdo lo equivocado de nuestra educación. De casi todas las educaciones. Aquél tópico de "un buen bachiller". ¿Un buen bachiller? De eso nada. O eres de ciencias, ergo ignorante y al margen del conocimiento de las "letras". O al revés. O científicos o humanistas. En realidad ni una cosa ni la otra. En ambos casos nos dejaron demediados. Así hemos crecido, hablo de la mayoría que conozco, como verdaderos ignorantes de todo lo que no era "nuestra especialidad". Todavía nos defendemos diciendo: "no tengo ni idea, yo soy de letras"

Se evidencia aún más esa ignorancia tan manifiesta cuando me encuentro con personas como Jorge Wagensberg. Quiero decir cuando me encuentro con sus libros. Aunque alguna vez me encontré personalmente con él y mi admiración aumentó por su capacidad comunicadora, cercana y nada pedante. Una obra notable, compleja y cercana, y llena de eso tan envidiable que es el "gozo intelectual". Un gozo unido a otros muchos. Placeres vitales, humanos, demasiado humanos.

En su último libro: "Yo, lo superfluo y el error", vuelve a ese camino tan propio y envidiable: las cercanías de la literatura y la ciencia. Y el valor lo demuestra contando, escribiendo, participándonos inteligencia y juego, imaginación e intuición, ciencias y letras.

Dos narraciones cortas, dos ejemplos:

 

"El origen de todos los males

 

Desde el amanecer, el cerebro del insecto recién nacido se pasea errático entre piedras, flores y excrementos, mientras se considera a sí mismo, permanente y exactamente, en el centro geométrico del Cosmos. Da igual que, al anochecer, el insecto ya haya muerto"

 

"El gozo intelectual

 

La relevancia del gozo intelectual está en que, a pesar de que existe una diferencia importante entre comprender y creer que se está comprendiendo, no hay la menor diferencia entre gozar y creer que se está gozando"



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14 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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el politico y la poeta

 

LA POETA Y EL POLÍTICO

 

Me gustó el discurso de Patxi López. Me gustó esa manera civil y libre de prometer erguido. Me gustan los políticos de no juran, le gente que no jura.

Del poeta vasco Kirmen Uribe hablaré un día de éstos. Ahora he vuelto a los poemas de Wislawa Szymborska, la poeta polaca que ganó el Premio Nobel hace ya bastantes años y que sigue siendo una muy inmerecida gran poeta desconocida. Fue en Hyperión dónde encontramos por primera vez su poesía, tan cercana, tan sorprendida e irónica frente a éste mundo tan lleno de imperfecciones. Como el mundo seguirá siendo así, y como ella dijo en su discurso en la entrega del premio, los poetas seguirán teniendo mucho trabajo. Otra cosa será que lo puedan dar a conocer. Incluso que lo puedan cobrar.

Me alegra que un político me haya empujado a volver a la Szymborska. El poema que López eligió fue: "Nada dos veces"

 

"Nada sucede dos veces

ni sucederá, y por eso

sin experiencia nacemos

sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo

ni siendo malos alumnos

repetiremos un año,

un invierno, un verano.

No es el mismo ningún día,

no hay dos noches parecidas,

igual mirada en los ojos,

dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre

en voz alta pronunciaban

sentí como si una rosa

cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,

vuelvo la cara hacia el muro.

¿La rosa? ¿Cómo es la rosa?

¿Cómo una flor o una piedra?

Dime por qué, mala hora,

con miedo inútil te mezclas.

Eres y por eso pasas.

Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,

buscaremos la cordura,

aunque somos diferentes

cual dos gotas de agua pura."



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13 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ese chico triste y solitario

 

 

 

Acaba de morir, oficialmente por una neumonía, Antonio Vega. Ha muerto en compañía de la soledad de las drogas, de sus sueños mortales, de sus espejismos. Toda una vida enganchado a esa muerte en dosis. En los huesos, con  la mirada perdida, cos el deterioro de muchos años de enfermedad y, sin embargo, la mirada tímida de Antonio Vega tenía la esperanza que deben tener los condenados. Algo parecido a un milagro que le salvara en el último momento. Ha supervivido muchos años a su condena. Siguió subiendo a los escenarios, cantando sus letras de pequeñas derrotas, de ternuras y amores perdidos.

Con él, con su grupo Nacha Pop, creció de público y calidad el casi inexistente pop español. Ellos eran el lado suave, el lado de la ternura. Los hubo más irónicos, más duros, más pretenciosos, más divertidos, más líricos y más surrealistas. Fueron tiempos de una explosión de músicas, revistas películas, calles tomadas, alegres drogas, largas noches y humos de todas clases se llamó la "movida". Ya no eran los tiempos de la protesta política, los cantautores se quedaron desplazados, tuvieron que pasar años y reinvenciones para que volvieran otros. Había llegado el tiempo de relajarse, divertirse y colocarse. Debajo de la ternura, no estaba la playa, estaba el duro asfalto con sus drogas en vena. Muchos cayeron en el camino. Otros resistieron, se apartaron, se perdieron.

Antonio Vega seguía por sus caminos tiernamente salvajes, tocado, herido, doblado, solitario, pero todavía con destellos, con iluminaciones.

Hoy se ha terminado. Era el mejor de la tribu de los tiernos. Era el más doliente. El más resistente. El más dramático paisaje de un tiempo, un país, que no parecía tan duro, tan enfermo, tan derrotado. Ha dejado algunas canciones que nos acompañaran con suavidad, como un plácido viento de verano. Siempre habrá una chica de ayer.



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12 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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solitarios, viajeros y bebedores

 

 

 

Nos habíamos escapado a Ciudad Real en compañía del poeta José Manuel Caballero Bonald, último testigo de la generación del saber beber. Fueron divertidos, cultos, noctámbulos, comprometidos y conjurados en espantar asperezas. Se salvaron con la ayuda de sus poemas y sus noches de vino tinto.  Rebeldes seguidores de Byron, de su consigna "Tengamos vino, mujeres, risa y alegría... pues ya vendrán el sifón y las homilías". La salvación estaba en huir de predicadores, de abstemios y otros aciagos demiurgos. El  Dios oficial podría ser un buen fumador de Habanos pero no soportaba el vino. Baco era un proscrito superviviente en las tabernas del exilio. Las barras eran refugio de obreros y de poetas. Faltaban muchos años de navegación, de naufragios, para descubrir un plácido puerto dónde la bebida es la manzanilla de Sanlúcar. Bálsamo de Fierabrás para Caballero. Vino que ni se sube, ni produce resaca ni da positivo en el control de alcoholemia. Verdad poética de este reivindicador del prestigio de la duda. Poeta que sigue hablando desde sus insurgencias para llegar al corazón de ciudadanos que celebran la vida.

Una vida al margen de los mentecatos. De esos "que beben a buchitos su triste taza de preservación, detestan las amenas erratas de la vida, practican tenebrosas religiones...y hablan, hablan, hablan a todas horas de esa historia que desde siempre ocurre intramuros de la banalidad". Tuvimos suerte con los casuales encuentros en el AVE. Viajábamos en un tren lleno de buena gente, amantes del vino y frecuentadores de las tabernas. La noche siguió ardiendo en una de las últimas tabernas fantásticas, ilustradas y madrileñas, "Asturianos". Refugio de gozadores, escondite de solitarios, ¿verdad, querido Manu Leguineche?

Querida tropa  que viaja, bebe y trasnocha. No confundir con las huestes que otro día, en  otro tren, tuvimos  la mala fortuna de tropezarnos en compañía de José María Calleja. Parecían una de esas partidas de rancios patriotas que, repitiendo las arengas escuchadas en sus púlpitos mediáticos, nos echaban la culpa de Paracuellos, de la crisis, de la desaparición de los cines, de la liviandad de las chicas en primavera, "de amordazar a Rouco" o de leer "El País". Pecados que, si ellos tuvieran el poder, nos harían ser carne de presos en su reverenciado Valle de los Caídos. Calleja, por la senda de Sueiro, ha vuelto a esos muros Yo mantengo mis pasados temblores, lejanos recuerdos de banderas al viento, de correajes e himnos que no conseguimos olvidar. Los insultadores patrioteros  tuvieron la osadía de reprocharnos no saber beber. Ser incapaces de parecernos a su héroe, casi un mártir, el general "juntacadáveres" del Yakolev. Me dio la risa. Una risa cómo la del admirado Juan Muñoz, que supo vivir y morir riendo. Navegar es preciso. Estar viajando, estar solos. Reír y beber en compañía.



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11 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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futbol y letras

 

 

Decía Borges-¡tantas cosas decía!- que el fútbol era popular porque la estupidez es popular. Quizá tenía razón. No me parece tan descabellado ser estúpido, incluso me parece más probable ser estúpido que futbolero. Lo mejor del fútbol, como de tantas cosas, está entre la infancia y la imaginación. En éstos días de fútbol he disfrutado de partidos, de derrotas, de injusticias y de pequeñas justicias en los campos de fútbol. Y quedan todavía- perdón por la confesión, por  la excusa tan banal y popular- algunas semanas para seguir haciéndolo. Yo, como algunos saben, soy de un equipo que tiene mucho mejor intenciones, seguidores, imaginario y canciones que realidades. No hay himnos- no oficiales- que la canción que hizo mi Sabina a mi Atlético...de Madrid.

Pero hoy, por volver a la poesía y por reconocimiento a  mi amigo Luis García Montero, al que daré en público y privado las gracias haber escrito un libro en el que hace vivir tan hermosa y literariamente a Àngel González- ya hablaré de "Mañana no será lo que Dios quiera"- le tengo que reconocer que siendo "merengón" ha escrito uno de los más hermosos poemas del fútbol, con permiso de Francisco Uriz y de Leopoldo de Luis.

El poema se llama "Domingos por la tarde":

 

"A veces la infancias escapan de sí mismas

y corren por la lluvia como en fuera de juego

sin oir las sirenas de los árbitros.

 

Es verdad que son mares en un vaso de agua,

pero hay olas que tienen esa espuma

de las aliteraciones,

paraísos que aguardan los despachos

del último minuto

o días que amanecen

con la tranquilidad de un tres a cero,

de un cinco a cero en punto de la tarde.

 

Por lo demás también hay labios

en el extremo izquierdo del domingo,

lesiones en las dudas del mañana,

pasados que regresan

igual que una llamada de teléfono.

-¿Y lo de ayer? Sonríe la memoria

cuando parece amiga del equipo contrario.

 

Las verdades del área

con sus rayas de fría matemática,

son ardientes amores de ficción

en manos de un penalti.

 

Por eso saben mucho

de la felicidad y la belleza.

 

No conviene que demos a estas cosas

un valor excesivo.

Son noventa minutos en un vaso de agua.

Pero a mí me han quitado muchas veces la sed"



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5 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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sade no es para princesas

 

 

 

Un día somos afrancesados, al día siguiente celebramos la castiza rebelión contra los franceses. Nos fusilan pero no podrán impedir que les admiremos. Casi todos somos franceses desde Jorge Semprúm a Victoria Abril, de Picasso a Buñuel, de Arroyo a Rossy de Palma. Franceses como la italiana Carla Bruni. Como el republicano presidente Sarkozy, ese cóctel húngaro-griego, francés de "rive droite", encantador de guapas chicas malas. Una pareja que sabe flanear entre el bulevar y la nueva grandeur hay que tener muchas tablas y varias vidas. Todos mis respetos republicanos por una presidenta que ha conocido la cama de los Rolling Stones, una vacuna contra todos los demonios.

Somos lo que leemos, bebemos, vemos, comemos y lo que ignoramos. Decía Gimferrer que "al arte le bastaría con hacer girar sobre sí mismo el espejo de Las Meninas para ver el infinito turbador y abismal de Goya". Carla Bruni, además de recorrer las calles de Madrid a golpes de sirenas, hizo una parada en el Prado. Pasear ese museo en compañía de la familia real debe ser parecido a  que te enseñen las fotos de la familia. Me encantaría haber seguido esa conversación, ¡qué pocos museos tiene el arte de conversar! Como el de callar. El Prado habla con sus imágenes: familias reales, pueblo insurgente fusilado por franceses, vidas en los infiernos, mitologías, amoríos, borrachos, desastres o placeres de toda clase y condición. El Prado es la demostración de que el evolucionismo darvinista ha mejorado la especie, realeza incluida.  Carla Bruni observó las pintadas por Velásquez, por Goya muy alejadas de las estéticas de nuestra monarquía democrática. Ya no somos la corte de los milagros, ni de los esperpentos, ni de los golpes. Los mandatarios, sus familias, sus mujeres, son bastante más atractivos que antaño. No hay meninas como aquellas. Ni corte, ni cortesanos. Carla Bruni tiene orígenes aristocráticos. Letizia Ortiz, plebeyos. Unidas por su belleza,  democratizadas por sus tacones lejanos, almodovarianos, alejadas de "las meninas" de nuestra historia.

El escritor, monárquico y conservador, De Maistre, escribió: "Jamás ha existido una familia real a la que no se le pueda asignar un origen plebeyo". Carla y Letizia más que por sus orígenes están separadas por sus lecturas convictas y confesas. Hace tiempo que la princesa Letizia quería leer "En busca del tiempo perdido". Quizá ya recuperado. ¿Y podría leer- y contarlo-  al Marqués de Sade? La lectora  Bruni conoce las armas de los libertinos. Sabe que Juliette, ejemplo de libertinas, no es partidaria de la guillotina como una de las bellas artes: "para bien o para mal dejamos los gobiernos como están. Y en cuanto a los reyes, dejamos a los pueblos el cuidado de vengarse del despotismo". La editorial Tusquets, no publicó a Cercas, pero publica al Marqués de Sade. ¡Vive la France!

 

 



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4 de mayo de 2009
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El Boomeran(g)
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