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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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SECOS, HÚMEDOS, DEMÓCRATAS Y FASCISTAS

 

 

 

 

Estar húmedo me parece más agradable que estar seco. Más placentero, menos rígido, tieso, duro o quieto. No se me había ocurrido pensar en lo seco y lo húmedo como lo democrático o lo fascista. Como dice Andrés Neuman, ese escritor húmedo y viajero por varios siglos: "a veces leer es demasiado fértil". Acabo de leer, con esa osadía que usamos los prudentes pero con la pasión por la fuga de los viajeros, el libro que Jonathan Littell  dedica a uno de los más despreciables, inquietantes y cercanos fascistas que hemos conocido en éste país de todos los demonios que llamamos España. Que también es, fue, y esperó que lo siga siendo, tierra de los antifascismos. No pienso pedir perdón por la demagogia. Ya se que la sinceridad está entre lo kitsch y la demagogia.

El inquietante protagonista del libro de Littell se llamó León Degrelle, "el hijo belga" que nunca tuvo Hitler. Un nazi, católico y nada sentimental, que vivió  reverenciado por la España del franquismo. Aquí  fue mimado, agasajado, publicado, fotografiado y aplaudido. Lo recordamos con su uniforme de las SS, su aspecto saludable, su arrogancia tiesa y su pasión por lo rígido. Una pasión que no está olvidada a juzgar por las fotos, los votos, los gestos, los triunfos y las formas de algunos de los europeos que hacen equilibrios con el disimulo de ser o parecer demócratas. También conozco mezquinos de izquierdas, manipuladores, mamporreros, malos poetas y, lo que es más fácil, malas personas. No me preocupan, casi todos están colocados y tienen preparada su salida como artistas entre la delación y la dilatación. Nunca llegarán a nada de Benet. Ni se les espera. Lo que me inquieta es la vuelta del espíritu rígido de los seguidores de Degrelle con uniforme de demócrata. Los tumescentes, resistentes, con  priapismos de viagras, tiesos como una catedral católica, como un Alcázar de Toledo, como un invitado a las fiestas de Berlusconi.

La democracia, esa deseada, esa querida ausente tanto tiempo en nuestras vidas,  felizmente se instaló entre nosotros con tal vigor que es capaz de soportar  palabras tiesas, duras, cínicas y secas que pueda soltar por la boca un ¿demócrata? llamado Fabra. Asumo sus votos como si golpearan en nuestra razón, como si regresaran a mi memoria aquellos no olvidados cantos juveniles, aquellos himnos fascistas que no nos fueron ajenos: "la muerte del bolchevique, del holgazán". Perversos sueños de una Europa derrotada que triunfó entre nosotros. Así sea. España: un país sin partido de extrema derecha. Vale, seguimos el juego, nos engañamos, disimulamos y leemos a Flaubert, que nunca fue demócrata. Él también se equivocaba. Creyó que las palabras monarquía, república, democracia, serían superadas después del siglo XIX. N imaginó los fascismos del siglo XX. Ni la tibia decadencia del siglo XXI. Estamos secos. Que sed.



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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Si el mundo fuera comunista

 

 

 

 

Si viviéramos en un mundo comunista yo estaría encarcelado. O exiliado. O fuera del mundo. Nunca fui comunista y creo que ya estoy curado de esa enfermedad senil. Alcancé a ser, sin mucha convicción, un trostskista de tendencias libertarias, por llamarlo de alguna manera. Nunca tuve esos catecismos, ni siquiera cuando fuimos más ciegos, más pequeños, más soñadores o más manipulados. No tengo conciencia de clase. No tengo muchas cosas, la verdad. Pero sí he conocido el paño, los militantes, los compañeros de viaje y otros tontos, listos, útiles e inútiles de aquellas causas. Incluso tengo muy queridos amigos, que por su inteligencia, bondad o sacrificio siguen creyendo que el mundo se podría organizar mejor desde esa izquierda que se llama, o llamaba, marxista -leninista. No he tenido la suerte de tener fe. Poca esperanza. Y poca caridad.

Todo esto para decir que Fogwill es uno de los escritores más imaginativos, atrevidos, listos y descreídos de nuestra lengua. Después de su peculiar atrevimiento con Borges, contra Borges, dando la vuelta a "El Aleph" en su muy divertida " Help a él"- y muchos años después de la muy seria "Los pichiciegos"- nos llega, otra vez por nuestra tan central editorial "Periférica", una nueva obra, una obra perdida del maestro paródico que es Fogwill. En "Un guión para Artkino", novela rescatada de los años setenta, el autor se imagina un mundo del siglo XXI dónde el comunismo es el gran imperio- se salvan unos reductos resistentes en USA y el Extremo Oriente- que unifica, ordena, manda y rige el planeta. Algo así como  Orwell de 1984 reescrito por un porteño irónico y descreído.

El mundo es comunista y uno de los referentes es el camarada Borges. Un escritor de referencia que, en su vida y su obra, tuvo que soportar la manipulación de sufrir ediciones apócrifas que ocultaban su fe en el comunismo y su lucha por la patria soviética. Estoicamente llevó una vida oculta, en compañía de una compañera comunista, su madre y camarada, Leonor Acevedo. Dos víctimas de las manipulaciones imperialistas/ capitalistas. Ahora reivindicados como padres del espíritu socialista, en la comunista capital de Bueno Aires se hace justicia a éste escritor que habitó como recuerda Fogwill en "un pequeño semipiso, que debe compartir con su madre, pensionada. No tiene mucama, ni automóvil y ni siquiera ha soñado con vacaciones anuales y secretaria, que son las mínimas conquistas que requiere el trabajador de las letras" Bajo esta sombra del gran padre y maestro de la escritura comunista crece el relato del futuro posible que imaginó el compañero Fogwill. Menos mal que la literatura no es un mandamiento.



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10 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Perdidos, olvidados, rescatados

 

 

 

 

Hace unos años conocía a Eduardo Riestra, un apasionado lector, arriesgado editor y buceador por rarezas y olvidos. También un navegador contracorriente. No es fácil hacer desde A Coruña una editorial española, en español, y con un catálogo tan poco concesivo a ventas o lecturas fáciles.

Tuvo el olfato de editar a Óscar Esquivias entre los jóvenes narradores y siempre se lo agradeceremos. Otros cuántos agradecimientos le debemos a Riestra. Pero la última aventura tiene que ver con su colección de libros viajeros de grandes narradores, "viento simún". En ese catálogo se encuentran George Orwell, Evelyn Waugh, Lafcadio Hearn, Dos Passos, Isherwood y Auden o Caheaubriand, por citar algunos de esos escritores con los que siempre es un placer volver por sus sendas.

Lo que yo no esperaba es encontrarme con un olvidado- veo que con la habitual injusticia- de los alrededores de la conocida cono "Generación del 98". Se llama Ciro Bayo, una de las más terminadas "representaciones" reales de lo que entendemos por un bohemio. Peregrinó por libre en la literatura y en la vida. Gran viajero, el más hispanoamericano de nuestros escritores. Vivió muchos años por aquella América desconocida, conoció los últimos estertores de las colonias, recorrió el continente a caballo, sobrevivió a muchas aventuras, fundó revistas, trabajó en colegios y regresó. Murió olvidado en un asilo para escritores al final de la Guerra Civil. Dandi y vagabundo literario, particular cronista de Indias y bohemio cuentista por las tertulias del Madrid de los años veinte, de los años treinta. Valle Inclán, que fue su amigo, lo representa en "Luces de bohemia" como don Peregrino Gay.

El libro de viajes por la Bolivia  del final del siglo XIX es una delicia de historias, aventuras, vida cotidiana y excesos de los tiempos de la colonia. Se llama "Chuquisaca o la plata perulera". Chuquisaca es la antigua Sucre. Así se llamó cuando los españoles nos estuvimos enfrentando por repartirnos el botín. Así se llamaba en los tiempos de Catalina de Erauso, la "Monja Alférez".

Así se llamó en tiempos de guerras civiles entre aquellos españoles que habían ido hasta esas tierras para gobernarlas. Lo hicieron mal, ejercitaron esa vieja historia tan española de enfrentarse entre ellos. Lo decía Ángel González, la historia de España, como la morcilla, se hace con sangre, se repite.

Gracias a los editores que nos permiten leer a perdidos y olvidados como Ciro Bayo.



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9 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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DE LA DOLCE VITA A LA VIDA GOLFA

 

 

 

 

Hubo un tiempo en el que la "dolce vita"  descansaba en las islas del Golfo de Nápoles. Villas, hoteles, mansiones servían de refugio para que Visconti terminara sus guiones o  para que Patricia Highsmith pudiera escribir sobre la vida a pleno sol de atractivos y amorales seductores. Tom Ripley, con su elegante ambigüedad,  un tipo capaz de caer bien aunque estuviera metido en juegos sucios o asesinatos. Intento imaginar a Ripley, en ésta renovada vida golfa/ hortera a la italiana., mirarlo como uno de los invitados a una orgía estilo Berlusconi y me parece tan difícil como  confundir a Alain Delon con Gómez Bur. Los ricos y sus vidas,  inmoralidades, engaños, creencias o fiestas tenían su estilo, sus  escritores, sus cineastas, sus críticos, sus revistas y sus parodias.

De ese lado del mediterráneo, de esa Europa del sur que había ganado la al fascismo, venía una vitalidad capaz de exportar estrellas, mitos, cocina, canciones y cine. Era una reserva exclusiva de la buena vida. Highsmith, que vivió en Capri, que sigue siendo lectura necesaria si queremos entendernos aunque no nos gustemos, no fue complaciente, ni suave como un vino de Ischia, pero  supo contar a los seres humanos de su tiempo "como si una araña escribiera acerca de las moscas". Han pasado cincuenta años, hemos estado en los escenarios dónde los vividores de la "dolce vita" descansaban de no hacer nada y los mafiosos disimulaban sus armas y debemos reconocer que ni las películas ni la vida son la que fueron. Sin nostalgia, incluso con alabanza de paisajes, lugares y gentes de ahora, desde la Italia de Berlusconi debemos reconocer que todo es mucho más zafio. Todo mucho menos "dolce vita" aunque aquí sigan los golfos, sus vidas y sus milagros. Creo que hasta las moscas  tenían mejor estilo. O comían mierdas más cultas.

Hace unas noches, en  una isla del Golfo de Nápoles tuvimos que soportar la música hortera que unos seguidores de Berlusconi en campaña de elecciones europeas y en compañía de un grupo de católicos gritones seguidores del "kikoargüellismo". Una serenata que no se merecía nuestra cena, ni Europa, ni la música, ni el pasado, ni el futuro. Tropa de italianos, de europeos, poco dulces que  quizá no sepan que votar a Berlusconi es prohibir a Saramago. No confundir la vida golfa con la "dolce vita". Ni la calle de la Ballesta con Vía Veneto. Nuestra golfemia, sin  Fellini, no se salvaba ni aunque el pianista de un burdel de Ballesta se llamara Manuel Alejandro.

Terminamos en Nápoles, ciudad "monárquica y anárquica", española. Con fe en San Genaro y en Maradona. En compañía de un libro de Erri de Luca, el mejor de sus escritores, capaz de hacer un lugar para la felicidad de un oscuro patio de vecinos. Nocturnos y paseantes en compañía de los peligros y la libertad. "De noche, la ciudad es un país civilizado"  

 

 



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8 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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BOUVART , PÉCUCHET Y OTROS ESTÚPIDOS

 

 

 

 

Hace tiempo leímos ésta obra inmensa, inacabada, mayor de uno de los mayores de la literatura. Hemos sido igual de inocentes, ingenuos, estúpidos  y  voluntaristas,  como ésta pareja de oficinistas que quieren entender el mundo, las ciencias, la literatura, la agricultura, la química y casi todo el conocimiento humano. Historia de un desastre anunciado. Camino disparatado de dos seres desvalidos, solitarios, oscuros que van hacia ninguna parte. Aunque quizá el empeño, el camino haya merecido la pena. Así lo señala una frase del capítulo 8 del primer volumen. Después de tantas desastrosas experiencias, parece- como señala en su extraordinario prólogo Jordi Llovet, los personajes adquieren un claro discernimiento de la tontería ajena, lo cuál les hace menos tontos: "Entonces se desarrolló en su espíritu una facultad molesta, como era la de reconocer la estupidez y no poder ya soportarla"

Gran asunto, ¿podemos librarnos de la estupidez? O el necio lo sigue siendo aunque no se de cuenta. Hay un duro proverbio francés que dice: "Cuando uno estúpido, lo es para siempre". Sin embargo, cada vez que me acerco a ésta novela que nunca me abandona, me siento menos estúpido.

Estoy leyendo varias cosas, algunas comentaré por aquí, pero no hay ninguna lectura- si no volvemos a Cervantes, Joyce, Proust, Kafka- que tengan esa capacidad de ser lecturas para una vida. Siempre se debe volver a ellas.

Y volver en una edición tan exquisita como ésta de Mondadori, con traducción de José Ramón Monreal, edición de Jordi Llovet, que por primera vez en castellano incorpora todas las notas, el material que Flaubert pensaba incorporar en el segundo volumen. Además de tapa dura. Perfecto y menos democrático, como le gustaba a Flaubert.

Seguramente iré a votar el domingo. Siempre me he sentido Europeo, lo he sido incluso cuando algunos creyeron que Europa terminaba en los Pirineos, lo seguiré siendo aunque tengamos esos representantes. Me gustaría tener mandatarios que hubieran leído a Flaubert. Se que el mundo avanza, cómo se dice en ésta obra, hacia el patetismo universal. Quizá no porque vaya a ser  "una gran francachela de obreros" sino porque será una gran francachela de estúpidos viendo las mismas películas, leyendo lo mismos libros- o ninguno- y mirando las mismas diversiones. Seamos más europeos, menos estúpidos. Leamos "Bouvard y Pécuchet". O no lo lean. Seamos libres hasta en nuestra estupidez.



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4 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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NO VOLVERAS A REGION

 

 

 

 

Nada fue igual después de aquella guerra. Hasta entonces, hasta aquél verano del 1936, las gentes, sus trabajos, sus días y sus noches, tenían sus desiguales fortunas, sus opiniones diversas- incluso divergentes- sus amistades, su suerte o su mala fortuna.

Francisco López Martínez había nacido en aquellos años de final de siglo XIX en los que nacen algunos de nuestros más destacados artistas de la vanguardia. Como Buñuel o Dalí, también nació en "provincia", en Sigüenza, ¡que no es cualquier sitio!

La familia de López Martínez, entre excéntricos y liberales, tenía una tienda de paños fijos y traían las novedades de París. El pequeño López Martínez debió olfatear en algún viaje juvenil con su padre a la capital de las vanguardias. El joven comenzaba a pintar, estudiaba medicina en Madrid, había contactado con pintores y poetas de las primeras vanguardias. Estaba encontrando un hueco vital y creativo en compañía de amigos como Francisco Bores, Carlos Saénz de Tejada o Miguel Pérez Ferrero. Francisco López Martínez, dibujante, ilustrador, pintor, actor ocasional, vanguardista de provincias, joven que se vino a triunfar a la capital, cambió su nombre por el de Santa Cruz. Así, con ese nombre de la tienda de tejidos familiar, fue creciendo en su carrera de pintor en los apasionantes años veinte.

La suerte muchas veces había sido roñosa con este joven artista con maneras. Muertes familiares, aplazamientos de exposiciones, incomprensiones y otras carencias, demostraban a Santa Cruz que el camino no era fácil. Con el tiempo llegaron las colaboraciones, los primeros encargos, los reconocimientos comenzaron a funcionar. Su primera exposición individual sería en uno de los lugares de referencia de "los modernos" de la época, el culto, feminista "Lyceum Club"- ese lugar por el que pasaban casi todos los jóvenes que querían cambiar las cosas en la vida, el arte y la política- se había organizado la primera exposición individual de Santa Cruz. Fue el 13 de Abril de 1931. El mismo día en que la ciudad estaba alegre y a punto de ser republicana. Todos se preparaban para recibir la deseada República. Madrid era una fiesta. El arte había tomado las calles. Nadie se acordó de la exposición de Santa Cruz.

Estaba curtido en la mala suerte. Más proclive a esconderse que a enfrentarse, una vez más el abnegado pintor prefiere callarse. Todo sería mejor, más fácil, más libre con la recién nacida vida republicana. Al menos así lo esperaba la mayoría de su generación. Él también, era un republicano no muy ideologizado. Como su pandilla, ni rojos ni fascistas. Al menos hasta que estalló la guerra. Dos de sus amigos, más republicanos que otra cosa, Saénz de Tejada y Pérez Ferrero se pasaron al franquismo. Francisco Bores se marchó al exilio. Y Santa Cruz se quedó como un indefenso animal asustado  entre Sigüenza y Madrid. Escondido, callado, con su obra oculta, con sus obras que caminaban por la vanguardia, el humor y la moderna ilustración, se quedaron atrapados en el miedo y el olvido.

El fue un oscuro funcionario del Ministerio de Industria- ocultando su nombre de pintor, ocultando su familia republicana, ocultando amistades pasadas, olvidado por los que cambiaron la "chaqueta". Juan Manuel Bonet, en su imprescindible "Diccionario de las vanguardias, se preguntaba por el enigma de la obra desaparecida de Santa Cruz. Ahora, para " rescatar las aguas del olvido", el trabajo de dos periodistas, de dos buscadores de rarezas, amantes de "rastros" y de Sigüenza, Alicia Davara y Lorenzo de Grandes, rescataron una obra olvidada en armarios familiares, perdida en pueblos que no querían mirar con rencor el pasado. Pero esa es otra historia.

Lo mejor de éste argumento de intriga, misterio, guerra, miedo y mala fortuna, es que décadas después, la vida y la obra de Santa Cruz, ya no volverá a la región del olvido. Les recomiendo la exposición: "Santa Cruz, la vanguardia oculta" en el museo del Conde Duque madrileño. La suerte tarda. Algunos la siguen esperando.

 



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2 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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DIOSES, DIABLOS, FIERAS Y LIBROS

 

 

DIOSES, DIABLOS, FIERAS Y LIBROS

 

Íbamos al Retiro para montar en bici o subir a las barcas. Después volvimos para darnos la fiesta en tiempos de sexo sin píldoras. Y casi sin sexo. También íbamos a la Casa de Fieras. La vuelvo a recordar gracias a Gonzalo Hidalgo Bayal, novelista esencial que nos descubrió Rafael Conte. La evoca en uno de los paseos madrileños que su tribu de provincias, más ebrios que beatos, hacen por aquél lugar que también nos hizo soñar con cabalgar a lomos de elefantes africanos. Para eso sirve la literatura, para imaginarnos juglares, profesores de latín sin vocación de padres, ni de hijos, tal vez sólo de espíritus no tan ásperos.

Necesitamos la literatura para ser dioses, diablos, asesinos, víctimas o náufragos. Para ver como William Blake, "un mundo en un grano de arena". Sentarse cerca del Ángel Caído- "a menudo el Infierno he deseado,  por que me aliviara del cielo"- y disponerse a leer sus poemas, por ejemplo la "instrucción espartana: "Acércate, hijo mío, y cuéntame lo que allá ves: Veo a un tonto enredado en un trampa religiosa". Y quizá seguir con la "respuesta al cura: "¿Por qué no aprendes paz de las ovejas?: Porque no deseo que usted me esquile". Un placer santificar el domingo con lecturas tan purificadoras de las fatales influencias de los traficantes de rebaños.

Lecturas que nos llevan a mundos extinguidos. Al rescatado universo de "Bearn" esa sala de muñecas qué Llorenc Villalonga- entonces Lorenzo, refinado burgués aristocrático, colaboracionista con el fascismo, afrancesado y cobarde- supo contar como nadie. Unas vidas de nobles ensoñaciones,  con adulterios, asesinatos  y rosacruces. Decadentes y elegantes seres de un final de raza que no quería perder sus privilegios. Y al lado de "Bearn", las diabólicas noches y días de la guerra en  isla tan refinada, tan plácida pero que en los primeros días sangrientos fue capaz de aliarse con el mismo Diablo para matar en nombre de Dios. Tiempos terribles que cuenta  Dalmau en forma de novela dónde aparecen con nombre y apellidos historias que algunos pretenden olvidar para seguir viviendo a la sombra, entre gatos y curas. No leer ni al  católico Bernanos que ya lo escribió en "Los cementerios bajo la luna".

No todo son tragedias. También está lo otro. Como recuerda en sus escritos pornográficos el snob Boris Vian,  el escritor Havelock Ellis tenía razón: "Los adultos necesitan una literatura obscena como los niños necesitan los cuentos de hadas, a modo de alivio contra la fuerza opresiva de las convenciones". Terminaré la adictiva novela de Coe, "La lluvia antes de caer" y, antes de las lluvias, vuelvo a las obscenidades. ¿Estará bien esa novela de Dessal?  Comienza con dos jóvenes muertas, mientras su compañera de piso, una rubia hermosa, masturba a un cerdo en directo en un late show británico. En un rato despejo incertidumbres.

 



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1 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La beleza y sus decorados

 

 

 

 

La belleza del fútbol estaba en Roma. Y yo miraba el atardecer de inmenso sol rojo, y mar color de vino, en Capri. Dos formas de belleza, dos decorados que nos hacen más felices. Ni el fútbol normalmente es cómo lo está haciendo el Barca, ni los paisajes habituales son cómo éstos de las islas del Golfo de Nápoles.

De Capri nos trasladamos a Ischia, una de las joyas casi mitológicas de las bellezas del mediterráneo. Aquí está el más antiguo vestigio griego, esa copa de Néstor en la que hay una inconclusa frase: "yo soy la hermosa copa de Néstor, el que bebe de esta copa de inmediato será dominado por el deseo de Afrodita, la de la hermosa corona". No bebí en su copa, pero confieso que bebí otras copas, aquí al lado, en la isla de Procida es dónde Neruda bebió muchas copas entre cartas, amores y carteros silenciosos.

Esta mañana  entraba el sol a mi habitación y apenas se podía ver la silueta imponente del Vesuvio, a la derecha el castillo de Los Aragoneses, con fascinantes historias de monjas que se pudren, amores que se esconden y dudas sobre los amores de Leonardo da Vinci y su posible modelo la española Constanza de Ávalos, la que Benedetto Croce decía era la modelo de "La Gioconda". No se mucho de la historia, pero nuestra hermosa guía isleña, una joven arquitecta que estudió en Madrid, dice que los dos eran "gays". El tiempo saca de sus armarios a los más recatados de los artistas y las princesas más misteriosas. Me divierto con esas historias.

Estoy en un festival de Cine y Gastronomía, en la isla que fascinó a Visconti, y todo un mundo de la "dolce vita" que hasta aquí vinieron atraídos por el mecenas, editor y agitador cultural,  Ángelo Rizzoli. Estas islas están llenas de cine, llenas de decorados de películas que amamos, de escritores a los que hemos querido, a los que seguimos queriendo desde Virgilio hasta Patricia Highsmith.

A veces la belleza parece un decorado, un hermoso decorado. También la belleza tiene su lado convulso- si no es convulso, ¿podrá ser belleza?- y  también recordamos que vivimos sobre las larvas de viejos volcanes. Y no tan viejos.

La belleza, este decorado casi perfecto, también cansa. Mañana cruzaré a otra realidad, también hermosa pero tan humana, tan ferozmente humana, como esa ciudad que se llama Nápoles. Seguramente haré una parada en Campo Flegrei y me acerque a ese lago que está en el fondo de un cráter. Se llama el Averno. Sí, el lugar dónde Virgilio en la  "Eneida" coloca la puerta del infierno. El infierno serán los otros, pero a mi imaginación le impresiona esa puerta de ese lugar. No creemos, pero nos gusta volar libremente.



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29 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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DESNUDAS, DESNUDOS

 

 

 

 

La verdad es que gustaría ver el desnudo de Carla Bruni. Varias veces he confesado mi afición  por esa susurradora cantante. Me gustaba antes de que la conociera el tal Sarkozy, y después de que pasara por la cama de algún Rolling. No importa, no soy celoso. También me gustó, y mucho, la anterior mujer de Sarkozy- ¿qué tendrá éste tipo?- Cecilia, la nieta de Isaac Albéniz. Ella, también guapa, inteligente, interesante, no parece tener tanto mercado de desnudos. No sé bien qué me ha llevado pensar en los desnudos. Está claro que leí la noticia de las ventas de las fotos de los desnudos de la Bruni y mi imaginación se disparó imaginando los desnudos. Y de un desnudo a otro.

Será por eso que también está investigando Yoko Ono, ¿qué tienen los hombres en su cabeza? Yo desde luego tengo bastantes desnudos imaginarios.

El otro día, en un homenaje a Albéniz, otro familiar, Alberto Ruiz Gallardón, contó que tenían en la familia una foto de su antepasado desnudo, feliz y mayor. Una foto de un genio cincuentón, un poco tripón y a punto de darse un baño. ¿Cuánto y quién pagaría por ella? Y una foto de Kafka desnudo? Seguro que hay un mercado de los desnudos de los seres que admiramos. Recuerdo una foto de Sabina desnudo. Quizá haya quién la tenga guardada. ¿No tengo yo la de Catherine Deneuve con cara de estar desnuda, aunque nada nos muestre? Pues eso. 



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27 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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no bailare sobre sus tumbas

 

 

 

Tampoco me pondré a llorar. No me sale. No me creo las lágrimas en los crematorios, cementerios, velorios ni en ningún ágape de recuerdo a nuestros muertos. Se llora en privado. Se llora por dentro. Yo llevo unos días más cabreado y sorprendido que plañidero. Hace un tiempo aquí conté el pacto de no interferir nuestras lecturas, en seguir a los nuestro, en un viaje del AVE con Carlos Castilla del Pino. Ahora he recordado tantas conversaciones pendientes, posibles, cercanas...ocasión perdida. Todo por ese viejo enganche a la lectura. ¡Con lo que me gusta hablar!

Después fue Benedetti, ese bondadoso cascarrabias. Tampoco era mi poeta, pero era mucho más de lo que dicen algunos. Mucho más que unas gracias, unos cantos, unas ternuras. Fue cercano, tierno, triste, melancólico, futbolero, soñador y otros sonidos del pasado cercano que conserva su ciudad.

Y murió Rafael, "el gordito" como le llamaba Chus Visor. Hace tiempo que Rafael Conte, el crítico que nos enseñó a leer, ya no era el gordito. Había perdido demasiados kilos. Estaba un poco más sordo. Con ese genio sonriente, con una amabilidad restrictiva y con su pasión, su enganche, para la lectura de casi todo lo que merecía la pena. Y no quería salir. Pasaba de nosotros. De esa tertulia irregular, de esa pelea entre "El Manolo" y "Belarmino" que desde hace muchos años algunos teníamos la suerte de compartir con el más importante de nuestros críticos. Entre el entusiasmo y el disimulo, entre el descubrimiento y algún encubrimiento, desde hace décadas fue uno de los pocos que podíamos seguir sabiendo que no perderíamos el tiempo. Discrepar, eso sí. Pero siempre desde un nivel, una exigencia que no es común en nuestra crítica.

Y Ullán, nuestro irónico, memorioso, feroz, claro y oscuro, José Miguel Ullán. Uno de los raros necesarios. Poeta, culto, popular, buscador, erudito, cosmopolita, pueblerino, dandi, original, irrepetible cantor español. En su primer libro, tan borgiano, "Ficciones", ya dejó escrito su testamento:

 

"la voz es voz

                       hiciera

añicos las palabras redentoras

-...la quijada blandida,

la mueca de tu hermano,

la saliva secreta, la agonía

capaz de darte posesión primera,

última ya (oh cuerpo ensangrentado),

herencia de este salmo, tierra ajena,

fuga por siempre, libertad cautiva...-

la voz es voz

no existe

 

no existe aroma nuevo

 

cerrad mis párpados"

 

Hace poco se publicó su poesía reunida. Es un hermoso epitafio.

 

No bailaré sobre sus tumbas.



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25 de mayo de 2009
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El Boomeran(g)
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