Javier Rioyo
Si viviéramos en un mundo comunista yo estaría encarcelado. O exiliado. O fuera del mundo. Nunca fui comunista y creo que ya estoy curado de esa enfermedad senil. Alcancé a ser, sin mucha convicción, un trostskista de tendencias libertarias, por llamarlo de alguna manera. Nunca tuve esos catecismos, ni siquiera cuando fuimos más ciegos, más pequeños, más soñadores o más manipulados. No tengo conciencia de clase. No tengo muchas cosas, la verdad. Pero sí he conocido el paño, los militantes, los compañeros de viaje y otros tontos, listos, útiles e inútiles de aquellas causas. Incluso tengo muy queridos amigos, que por su inteligencia, bondad o sacrificio siguen creyendo que el mundo se podría organizar mejor desde esa izquierda que se llama, o llamaba, marxista -leninista. No he tenido la suerte de tener fe. Poca esperanza. Y poca caridad.
Todo esto para decir que Fogwill es uno de los escritores más imaginativos, atrevidos, listos y descreídos de nuestra lengua. Después de su peculiar atrevimiento con Borges, contra Borges, dando la vuelta a "El Aleph" en su muy divertida " Help a él"- y muchos años después de la muy seria "Los pichiciegos"- nos llega, otra vez por nuestra tan central editorial "Periférica", una nueva obra, una obra perdida del maestro paródico que es Fogwill. En "Un guión para Artkino", novela rescatada de los años setenta, el autor se imagina un mundo del siglo XXI dónde el comunismo es el gran imperio- se salvan unos reductos resistentes en USA y el Extremo Oriente- que unifica, ordena, manda y rige el planeta. Algo así como Orwell de 1984 reescrito por un porteño irónico y descreído.
El mundo es comunista y uno de los referentes es el camarada Borges. Un escritor de referencia que, en su vida y su obra, tuvo que soportar la manipulación de sufrir ediciones apócrifas que ocultaban su fe en el comunismo y su lucha por la patria soviética. Estoicamente llevó una vida oculta, en compañía de una compañera comunista, su madre y camarada, Leonor Acevedo. Dos víctimas de las manipulaciones imperialistas/ capitalistas. Ahora reivindicados como padres del espíritu socialista, en la comunista capital de Bueno Aires se hace justicia a éste escritor que habitó como recuerda Fogwill en "un pequeño semipiso, que debe compartir con su madre, pensionada. No tiene mucama, ni automóvil y ni siquiera ha soñado con vacaciones anuales y secretaria, que son las mínimas conquistas que requiere el trabajador de las letras" Bajo esta sombra del gran padre y maestro de la escritura comunista crece el relato del futuro posible que imaginó el compañero Fogwill. Menos mal que la literatura no es un mandamiento.