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Escrito por

Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La insoportable libertad obligatoria

Azúa es admirable, primero, porque es el lector más poderoso del continente, el que nunca desiste, lee y lee, qué no habrá leído es hombre. Ya desde jovencito, conseguía que lo echaran de clase para poder leer a sus anchas. Pero la cosa es que siempre le hace buen provecho. Azúa alcanza la preceptiva decepción lectora, que le pasa bastante enseguida, porque además es muy listo, y no se le nota nada, ya sólo por eso es alguien fuera de serie. Luego, porque ha escrito los mejores ensayos sobre literatura que conozco, los que podrían estar en Lecturas compulsivas y El aprendizaje de la decepción. No habrá mes, qué digo mes, no habrá semana, que no les haga una visita y aprenda cosas inauditas.  Sólo con su diccionario de las artes hay para una tarde entera de encantadoras y ascéticas meditaciones. ¿Quién leído con más gracia a Hegel? ¿Quién ha visto mejor que él la singularidad inverosímil de una novela como Camino de perfección de Baroja? ¿Quien vio, antes que él, que el Héctor de la Ilíada es de Stendhal?
 
Ahora, lo mejor es su capacidad de estar en todas partes. Hay una tienda en Tarazona, o había, que nos hemos hecho mayores, no diré dónde, que luego me llaman la atención, una tienda, digo, que vende mantas zamoranas, que luego resultan ser enguerinas, aprendizaje de decepción, pues al lado hay una librería donde sólo tienen Azúa y aquellos libros de la colección Reno, no sé si caes, bueno, Azúa en Tarazona, ¿no es envidiable?O bien, vas a hacer la mili a algún sitio interesante, pongamos Burgos, y allá estaba Azúa, no de alférez, que bien podría, sino en un artículo de Triunfo ¿no es sensacional? Y, bueno, ahora nos regala Autobiografía de papel, que es aquella Autobiografía sin vida, pero destilada y sublimada. Porque lo mejor de todo es ver cómo Azúa mejora, se aposenta en Madrid, quién iba a pensar, forma una familia maravillosa, y escribe, no digo lee, que eso se le supone hablando de quien hablamos, escribe cada vez mejor. Ahora ha sutilizado su visión de la literatura en este volumen fino, adornado por ese Spitzweg en la portada, justo ése tan gracioso y frecuentado, pero que le estaba reservado a él, lector de pies ligeros, mirada libre y alma noble. Felicidades.


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26 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Interdisciplina

Anoche, en San Sebastián, en una sala asombrosamente llena, si tenemos en cuenta que había fútbol a la misma ahora, y el tema de la reunión era Hölderlin, tuve el gusto de conocer a Manolo G. Bedia, profesor especialista en ciencias de la computación, que había venido desde Zaragoza ex profeso, nunca mejor dicho. Hablamos de muchas cosas, y también de las posibilidades de la interdisciplinariedad entre su áera de investigación y la mía. 
Ahora, Manolo, para que te hagas una idea de la ceporrez reinante en el oximorónico helenismo español, que sigue burlándose de las traducciones sofócleas de Hölderlin, sin ver lo que Beissner y otros estudiosos comprobaron ya hace más de 80 años, a saber, que se trata de metatraducciones dignas del  más cuidadoso estudio y plagadas de revelaciones, digo que te voy a poner otro ejemplo. He descubierto, y perdón  por señalar, que la épica griega nombra a sus personajes mediante anagramas alfabéticos rebuscados (con las letras de la diosa Opíleks, por ejemplo, crea el nombre de la ninfa Calipso, y también el del médico Asclepio). Pues bien, conclusiones tan elementales como que esos nombres no pueden ser anteriores al alfabeto, y que la épica en cuyo seno se crean no puede ser poesía oral,  no se admiten en la sapiencia oficial, que sigue creyendo en la poesía oral como esencia de los poemas homéricos, lo cual es como creer en los pastores y las ninfas del Tajo de quienes Garcilaso lo apuntó todo medido y rimado. La estatuilla que tiene inscrito el nombre de Opíleks la desenterraron en Creta arqueólogos italianos, en los años 50 del siglo pasado, y tiene la particularidad de que nadie la ha leído hasta ahora (leer, digámoslo de paso, no es identificar sus letras, que también, sino señalar que se trata del nombre tabú de la diosa más importante del panteón griego), aunque, ahora que la he leído y publicado yo, es como si nadie lo hubiera hecho. Mi nombre es ninguno para la oficialidad del ramo. Ahora dime, Manolo, hombre ecuánime, qué posibilidades hay de interdisciplina con esta tropa.


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24 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La metáfora escenario

No habrá, desde su puesta de largo en la Poética de Aristóteles, metáfora más frecuentada que la del escenario. Los políticos y los médicos, los economistas y los publicitarios, todos hablan de escenarios. Un uso particularmente sobrecogedor se puede leer en los textos de Freud y sus epígonos, sobre todo Biswanger, cuyo personaje más famoso, Ellen West, describe su estar en el mundo como un escenario con todas las salidas cerradas por gente armada. 
 
Ahora, donde más se distingue la metáfora escenario es en la literatura y sus emanaciones tipo cine o internet. Entonces, ¿por qué le llamamos voz,  si es un texto, y  por qué decimos tener voz propia o hacer voces, si hablamos de un texto? Pues porque hay voces que tejen un escenario. Es el caso de la escritura de Bonilla, que ha publicado Prohibido entrar sin pantalones, una novela de escenario y temperamento, abigarrada y profética, con el poeta Maiakovski como protagonista en un tablado perdido de voces: yo mismo me veo en tales textos y no me asombro, lo encuentro natural. Esta novela atrevida también es una biografía, y buena, de un poeta que creíamos conocer. Y un fragmento de la historia de la literatura ilustrado con ambición. Aquí tampoco hay azar, el estrechamiento del espacio vital no deja margen, el escenario tiene gente armada en las salidas, y llega el futuro, que ya no es lo que era.


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19 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Notición

 

El profesor Jaime Martín dice, según agencias, que el vasco viene del dogón, y alega como ejemplo bide (camino), que viene del latín via, y soro (campo), que viene del latín solum.

Un licenciado en filología románica, que no distingue lo que viene del latín, columbra en Malí el origen del vascuence. Si es que lo uno trae lo otro.


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5 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El árbol que estropea el cuadro

El pintor Philipp Ernst, que se ganaba la vida como profesor en la escuela de sordomudos ‘An der Synagoge’ en Brühl, fue padre del renombrado Max Ernst, a quien retrató, a los cinco años de edad, conforme a su ideal de estricto católico: dentro de una mandorla, vestido de Niño Jesús, con rizos y en pie sobre una nube, sujetando una cruz en la mano izquierda, mientras soltaba una bendición con la derecha.
 
Parece que luego el Niño Jesús se salió de la mandorla y se hizo dadaísta. No siempre los desvelos del artista por idealizar la realidad tienen luego la merecida continuación, la gente ingrata se mueve y se sale del cuadro. Si Max Ernst se hubiera muerto, pongamos de escarlatina, a los seis añitos, habría quedado ideal, pero vivió, se hizo artista y acabó por disgustar a su padre. Y es que las leyes, con su escasez de idealismo, prohiben matar a un hijo, aunque sea previsible dadaísta y se proceda a su ejecución con el noble fin de que no desmienta jamás la idealidad del retrato que le ha cometido su padre.
 
Una vez pintó Philipp Ernst un cuadro precioso que recogía con ideal fidelidad la vista del jardín desde su ventana. Como había un árbol que estropeaba el conjunto y vulgarizaba el paisaje, lo omitió hábilmente. Pero un artista magnánimo como él no pudo dejar de sufrir terribles remordimientos por semejante delito de lesa majestad contra el realismo. Una noche en que los remordimientos eran especialmente fastidiosos a causa de la luna llena que iluminaba el jardín con el dichoso árbol fuera de ordenación, el artista se levantó y cortó el árbol.
 
No es comparable, desde luego, que un maderista tale un árbol con vulgares propósitos de compraventa, y que lo haga un artista movido por su entrega al arte.
 
Es preciso comprender que hay un cuadro ideal de por medio. Es como ese millar escaso de árboles que los artistas idealizantes han talado del lindo cuadro de la vasquidad irredenta. Los clerizontes de la causa predican ahora que fueron talas artísticas que perseguían una perfección revolucionaria, no se pueden comparar con las talas vulgares. Desde luego, en este campeonato de limpias ideales, los leñadores vascos quedan muy por debajo de los islamistas suicidas, y no les llegan ni al cinturón explosivo. De modo que, dentro del género de las talas evitables sólo con que esos árboles se hubieran ido de nuestro cuadro, tenemos una categoría vasca, que es la tala política con huida del leñador idealista ma non troppo, y una islamista, superior cómo no, donde el artista no huye y se hace astillas a una con el arbolado infiel, lo cual es idealismo de primera clase. Así tendríamos tres categorías de talas, las religiosas, las políticas, y las corrientes, citadas en orden decreciente de idealismo y entrega generosa del leñador.
 
Se sigue de la preceptiva vasca idealista y revolucionaria que los muertos de la Torres Gemelas, por ejemplo, alcanzarían la categoría de víctimas religiosas, mientras los de Hipercord se quedarían en víctimas políticas, que si bien es algo de menos ringorrango, nunca será tan vulgar como las víctimas corrientes que mata un cualquiera sin ideales políticos ni religiosos. Así que reconozcamos que el clero explicador abertzale, al honrar el idealismo de sus leñadores, concede indirectamente cierta categoría, aunque sea vil, a los árboles que le estropeaban el cuadro.


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4 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Otra vez Camôes

Este soneto del gran Camôes, cuyo original portugués es el nº 201 de la edición de Hernani (Obras completas I, Redondilhas e sonetos, p. 305), de esclarecida impronta heraclítea, se ha dejado trasladar y ensonetar, aunque según el sabio de Éfeso nadie lee en dos lenguas el mismo soneto:
 
Mudan tiempos que mudan voluntades,
muda el ser que muda la confianza; 
todo el mundo está urdido de mudanza,
tomando siempre nuevas calidades.
Continuamente vemos novedades
diversas en todo de la esperanza;
el mal deja heridas en remembranza,
el bien (si bien hubo), extrañeidades.
Tiempo cubre el suelo de verde manto,
que antes cubierto fue de nieve fría,
y en mí convierte en lloro el dulce canto.
Fuera de este mudarse cada día,
hace otra mudanza de más espanto,
que ya no se muda como solía.


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31 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mundo que surgió del frío

Mary Shelley decía haber tenido la inspiración de su Frankestein en una ensoñación en el lago Lemán, un día de junio de 1816, “el año sin verano”, como se conoció en Europa y América. Byron y Polidori también paraban por allá y parece que escribieron por los codos. Hizo un tiempo tan infame, que no se podía salir de excursión, y los plumíferos ingleses tuvieron que dedicarse al aburrimiento y la creación (de hecho  hay quien sostiene que Frankestein es Byron apenas maquillado, o sea que Shelley lo retrató sin que él se diera cuenta). Igual que la peste en Bocaccio, el mal tiempo propició el cuentismo.
 
El año sin verano, pero con invierno glacial, fue un fenómeno frecuente entre 1500 y las primeras décadas del 1800: una época heladora. Hoy se sabe que el sol tuvo entre los siglos XVI y XIX una fase de baja actividad, con poco viento solar, lo que propició la formación de nubes y la bajada de dos grados en la temperatura media. Esto fue un cambio brutal para los europeos, sobre todo, después de lo soleada y cálida que fue la Edad Media, cuando Groenlandia estuvo habitada y en Noruega maduraban los viñedos.
 
Quizá haya que hacer un estudio de la influencia del frío reinante en todo ese lapso temporal que llamamos Edad Moderna. Influencia y condicionamiento medular en la creación literaria y, en general, las artes, los inventos, y la civilización occidental. Nuestro fondo cultural más macizo proviene del mal tiempo, las cosechas fallidas, las pestes, las guerras, la mala alimentación, la tuberculosis y el resto de distracciones que, contra la convención en vigor, fueron mucho más acuciantes a lo largo de la modernidad que en el medioevo.
 
Hacia 1500 vino el frío. Montaigne habla de la frecuencia con que se hielan las viñas en Burdeos. Brueghel pinta la matanza de los inocentes con fondo de helada siberiana. Mientras se festejan el Barroco y la Ilustración, desciende más que nunca la población europea por pura miseria. Y entretanto se pendolean los siglos de Oro, y se alcanza el cénit de la llamada música clásica.
 
Creaciones, modas, filosofías que vinieron del frío y la necesidad de estar a cubierto. El romanticismo, en cambio, con su descubrimiento del paisaje, vino de que por fin se pudo salir. 


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29 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nínive la insensata

Nínive fue la ciudad más extensa y populosa de la antigüedad. Según la Biblia, costaba tres días atravesarla, y a Yahveh le hizo duelo destruirla porque en ella vivían ciento veinte mil menores de edad. Por su desmesura, los antiguos griegos la llamaban “la insensata Nínive”. Algunos paleodemógrafos han supuesto que pudo ser la primera ciudad con algún que otro millón de habitantes.
 
Era la capital de Asiria, a su vez el reino más poderoso del mundo en el siglo VIII a. C. El rey de Asiria salía en primavera de su palacio de Nínive con sus cientos de millares de asirios armados en alegre expedición, hacía temblar al mundo, saqueaba cuatro imperios, volvía con un botín interminable de riquezas y esclavos, y lo añadía como un barrio a la capital. La gente venía a ver el portento, y se añadía otro barrio más, así hasta formar, en un siglo, una ciudad de tres días de recorrido, y poblada de reyes cautivos y esclavos, riquezas, monumentos, mercaderes y soldados. 
 
En su palacio de la insensata Nínive, el rey Asurbanipal reunió la primera biblioteca conocida, y se jactaba de leer las artísticas tabletas de Sumer, que le precedían en milenios. Bajo su mandato se editó la versión neoasiria del poema de Gilgamés, que se tradujo enseguida a otras lenguas, y fue el detonante literario de la Biblia y la épica griega. 
 
Cuando el rey Asurbanipal conquistó Egipto y saqueó Tebas la de las cien puertas, transportó todas aquellas chucherías y faraones en una prodigiosa caravana que medía seis días de largo, y atravesó el mundo, con sus ríos y desiertos, hasta llegar a Nínive. Y entre tantísima gente curiosa y cautiva, llegó Jonás a Nínive, que medía tres días de recorrido, y se adentró a lo largo de uno entero en la ciudad inmensa.
 
Jonás estaba despechado, porque tenía que predicar que Yahveh destruiría Nínive al cabo de cuarenta días, pero estaba seguro de que, a la hora de la verdad, Yahveh se rajaría, y no haría nada. Predicaba pues Jonás a los ninivitas, con su resquemor y su reserva, pero he ahí que tuvo un éxito absoluto. Todos los ninivitas, desde el mayor al menor, se vistieron de sayal, se sentaron en la ceniza, y clamaron por ver si aplacaban la cólera del dios de Jonás. Y así fue, Yahveh se arrepintió de la destrucción que había decidido.
 
 Se disgustó mucho Jonás, montó en cólera y apostrofó con furia a Yahveh: ‘Ah, Yahveh, ya sabía yo que te rajarías. Por esto me apresuré a huir de tu mandato. Porque eres un dios flojo, indeciso y tardo que siempre acaba por no destruir nada. Y tú viniste detrás, dando la vara, con tu tormenta y tu ballena apestosa, vete a cascarla. Me tienes harto. Mátame de una vez, oh Yahveh, que prefiero la muerte antes que esta vida donde he de aguantar tu irresolución y flojera.’ Y Yahveh le decía, ‘Pero hombre Jonás, ¿te parece bien ponerte así? Semejante profeta hecho y derecho como tú, debiera dar gracias y proferir palabras ejemplares, sin decir cosas feas.’
 
Pero Jonás salió muy furioso de la ciudad, y clamando: ‘Moriré ahí fuera, al sol, ése al menos no se raja, no me sigas Yahveh, déjame en paz.’ Y renegó  y maldijo tanto que le dolió la cabeza, y luego se dijo: ‘Voy a afuera a ver que pasa, si mi llantina y mis maldiciones han hecho algo.’ Porque Jonás pensaba que acaso Yahveh reaccionase con sus aspavientos y quejas, y acabase por destruir Nínive, espectáculo grandioso que Jonás no se quería perder. Así que se fue hacia oriente, hasta encontrar un sitio con buenas vistas y se sentó al sol. Pero Yahveh no tuvo mejor idea que hacer que una planta de ricino creciera por encima de la cabeza de Jonás y le diera sombra mientras aguardaba el desenlace. ‘Esto está bien, se dijo Jonás, puede que, después de todo, Yahveh tenga un poco de miramiento con su profeta y empiece ahora la destrucción de Nínive.’ Pero Yahveh mandó a un gusano que mordiera el ricino y lo secara. Y luego ordenó la puesta en marcha de un bochorno desértico que no había profeta que lo aguantara. Y Jonás perdió el sentido, deseó morir y apostrofó a Yahveh, diciéndole: ‘Yahveh, ahora secas mi ricino para hacer una de tus melonadas parabólicas y justificar tu flojera, rajado, que eres un rajado.’ Y otras cosas más bien feas. ‘Pero hombre, le decía Yahveh, no te pongas así, ¿tú crees que está bien maldecir a tu buen dios por un ricino?.’ Y Jonás le contestó ‘¡Sí me parece bien rabiar hasta morir!’ Y Yahveh le dijo: ‘A ti te hace duelo un ricino que no plantaste, y a mí no me tiene que hacer duelo Nínive, la gran ciudad, que tiene ciento veinte mil menores que aún no distinguen su derecha de su izquierda, por no hablar de la grandísima cantidad de ganado mayor y menor.’
 
Cuando murió Jonás, los ninivitas le erigieron un monumento funerario vistoso que se convirtió en otra singularidad con gran afluencia de visitantes. Y así durante otra generación. Hasta que la envidiosa Babilonia se alió con los medos para destruir la insensata Nínive. Y tras laborioso asedio, desviaron los sitiadores el río, y entraron por el cauce seco. La destrucción de Nínive duró un mes y no quedó piedra sobre piedra. En la extensísima ruina solo quedaron dos montículos en los lugares donde estuvieron el palacio de Asurbanipal y la tumba de Jonás.


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26 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mesopotamia, donde empezó casi todo

Este martes 26 se inaugura ahí al lado, en el Paseo del Prado, una gran exposición sobre el venerable legado de la antigua Mesopotamia que, como sabes, significa “entrerríos” en griego. Es una singular y copiosa recopilación de piezas procedentes de los sumerios y sus herederos culturales, los acadios. En aquella dichosa región se practicó por primera vez la escritura y se originaron los géneros literarios, se inventó la rueda y se aplicó la novedosa gestión del suelo, considerado por primera vez como un bien limitado, susceptible de ser creado. De aquellos primeros literatos, técnicos y urbanistas apenas se supo nada hasta el siglo XIX y, desde entonces acá, las noticias sobre ellos han venido acumulándose y cambiando. No te pierdas el espectáculo, si puedes, y ya me cuentas.


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20 de marzo de 2013
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