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Escrito por

Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Con lo esbelta que era yo

Este himno eclesial del año mil, cuando era universal convención que todo se iba a pique, anticipa el qué fue de tanto galán, qué fue de tanta invención, qué de las nieves de antaño, y con lo esbelta que era yo:

 

Audi tellus, audi magni maris limbus,

Audi omne, quod vivit sub sole,

Huius mundi decus et gloria

Quam sint falsa et transitoria,

Ut testantur haec temporalia,

Non in uno statu manentia.

Nulli valet regalis dignitas,

Nulli valet corporis quantitas.

Nulli artium valet profunditas,

Nulli magnae valent divitiae,

Nullum salvat genus aut species,

Nulli prodest auri congeries.

Transierunt rerum materies,

Ut a sole liquescit glacies.

Ubi Plato, ubi Porphyrius;  

Ubi Tullius aut Virgilius;

Ubi Thales, ubi Empedocles

Aut egregius Aristoteles;

Alexander ubi rex maximus;

Ubi Hector Troiae fortissimus; 

Ubi David rex doctissimus;

Ubi Salomon prudentissimus;

Ubi Helena Parisque roseus —

Ceciderunt in profundum ut lapides:

Quis scit, an detur eis requies.

Sed tu, Deus, rector fidelium,

Fac te nobis semper propitium,

Quum de malis fiet iudicium.

 

 

Oiga la tierra, cintura del amplio mar,

Oigan todos cuantos viven bajo el sol,

Cuán falsos y perecederos son

Ornato y gloria de este mundo,

Cómo trascienden sus eventos

Que en ninguno hay duración.

Nada aprovecha dignidad regia,

Nada, del cuerpo magnitud

Nada, en artes profundidad,

Nada, en riquezas cantidad.

A nadie salvan género ni especie,

A nadie sirve el oro amontonado.

Pasó la sustancia de las cosas,

Como hielo derretido al sol.

¿Dónde están Platón y Porfirio?

¿Qué fue de Tulio y Virgilio?

¿Dónde para Tales, dónde Empédocles,

O el famoso Aristóteles?

¿Dónde está el gran rey Alejandro?

¿Dónde Héctor, de Troya el más fuerte?

¿Dónde David, rey sapientísimo?

¿Qué fue de Salomón el prudentísimo?

¿Qué de Helena y Paris rosado?

Como piedras cayeron al hondón,

Quién sabe si descansarán en paz.

Pero tú, Dios, rector de fieles,

Sé siempre para nosotros propicio,

Cuando en cosa de males se falle el juicio.

 

 

 



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15 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tres puentes jubilados

 

El puente románico de Reparacea (el nombre viene del vasco Erre-baratcea: el Soto del Rey, que alude a la isla de aluvión que formaba originalmente el Bidasoa, al dividirse en dos brazos entre este lugar y la iglesia de Narbarte), tiene un hermano pequeño, el puente de Errezkile (del vasco Erre-Ezkile: la Campana del Rey) que se camufla trescientos metros aguas abajo, en la margen derecha, sobre la regata de Otaltzu. 

 

Pegante a este pequeño puente, se alzaba una torre de seis varas en cuadro y veinte de altura, con una campana en lo alto. La construcción funcionaba como cuerpo de guardia y alarma de la fortaleza de Reparacea y, por su situación, daba tiempo a bloquear el puente, o tomar cualquier medida. La campana apellidaba a las armas y avisaba de incendios y otras incidencias. También ejercía de picota y cadalso: en 1311, el merino de Pamplona Johan Lopiz de Urroz, hizo ejecutar aquí  Miguel Periz de Eratsun, ladrón y malhechor pésimo.

 

Bajo la torre de Errezkile se cobrabaron arbitrios y peajes durante la Edad Media.  Luego los usos medievales decayeron y  el concejo de Narbarte edificó Aizate Berea y Garaya con las piedras de la torre, para tener cobro del arriendo del vino y otras mercancías que pasaban por el puente y el camino. Aizate Garaya todavía era propiedad del pueblo en el siglo XIX. 

 

El gran cambio vino con el puente nuevo de Narbarte, levantado en 1846 bajo la direccion de Pedro Ansoleaga, con piedras extraídas del subsuelo de Oieregi. La nueva carretera atravesaba, en terraplén, la isla de Reparacea en medio del Bidasoa. Y el puente de Narbarte se construyó sobre seco, mientras el río fluía por el brazo de Tipulatze. Una vez hecho el puente, se dejó el brazo de Tipulatze para laminar grandes riadas. El puente nuevo tenía una garita con cadena para cobrar peaje. El viejo puente románico de Reparacea pasó entonces al retiro tras mil años de servicio. Por su parte, la genial obra pontificia de Ansoleaga, se jubiló este siglo.

 

Esta mañana, había una lagartija helada en el pretil del puente de Errezkile. Tiene el Bidasoa aquí, en un corro breve, que no llegará al kilómetro, tres puentes jubilados, ¿qué es un puente más o menos en la vida de un río? Más o menos, lo que una lagartija en la vida de un puente.

 

 



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27 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bien pudiera

Me preguntas lo de Hernán Cortés. Pues lo considero creíble. Estudié hace tiempo el caso, en Gómara, donde el horizonte tiene veleidades convexas y las aguas todavía parecen dudar entre ir al Atlántico o al Mediterráneo. Del viejo castillo sólo queda una encía gastada. Hijo de este lugar era López de Gómara, cronista severo y narrador extraordinario.
 
En 1562 una cédula de Felipe II ordenó al corregidor de Soria recoger los papeles del escritor, ya difunto, en su casa de Gómara, “junto a la ciudad de Soria”. Era la culminación de un persecución oficial que empezó en 1553, cuando se prohibió imprimir, vender, poseer y leer la Historia General de las Indias, que tuvo un año escaso de legalidad en España, pero fue la obra más leída y traducida de su siglo en Europa, y una de las más frecuentadas por Montaigne y los ilustrados de la época.
 
Consta que la prohibición se notificó a una docena de libreros de Sevilla, lo que da idea de lo abundoso del gremio.
 
Ahora, ¿qué hizo López de Gómara para pasar de cronista oficial de Carlos V y autor exitoso, a escritor prohibido y borrado, que pasó sus últimos años en arresto domiciliario? ¿Fue lo de Hernán Cortés? Para mí, no. Yo creo que fue una cuestión de etiqueta. El motivo fue haber criticado en sus Anales del Emperador Carlos V la instauración en 1548, por el príncipe Felipe, en su palacio de Valladolid, de la etiqueta borgoñona, en detrimento de la castellana, “que por sola su antigüedad se debía guardar”.
 
Felipe II nunca olvidó la crítica, y emitió hasta tres cédulas —la primera, cuando todavía era príncipe— ordenando la recogida de los libros y papeles de López de Gómara, y su desaparición oficial.
  
Ahora, la Historia de Gómara es una pieza extraordinaria y venerable, que narra, entre otras cosas mucho más  valiosas desde el punto de vista humanístico y literario, las hazañas de Hernán Cortés, de "condición putañero y muy celoso". El núcleo original de la Verdadera historia, el que según Duverger procederia del propio Hernán Cortés, no rectifica la narración de Gómara, al contrario, la da por buena y solo se preocupa de hincharla con lances cuarteleros.


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25 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sombra venidera

 

Vayan estos versos de Virgilio a ti que siembras y plantas sin miramiento. Es para decirte que Walter Scott, hombre inesperado, los recordaba en su correspondencia, cuando estaba retirado en su finca de  Abbotsford:

 

Iam quae seminibus iactis se sustulit arbos

tarda venit seris factura nepotibus umbram.

 

Un árbol que medra de semilla caída

Crece despacio para ti, pero dará sombra a tus descendientes

 

Dará sombra a tu seguida, como dicen aquí.



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20 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El puente de Legasa

tiene en el tajamar central, a ras del agua en gran estiaje, una piedra importante de cantero, y en la cara que mira a la margen izquierda, esta inscripción: Anno Domini 1681. Así lo comuniqué en un almuerzo de intelectuales, con el consiguiente revuelo, cómo, tan antiguo, dónde, qué va, a ver, toda la vida yo pasando y tú me vas a decir, vete a saber cuándo lo harían, y así todo.
 
Estos vascos son risibles. Te dan la vara con el neolítico, pero les choca que el puente no lo hiciera la Diputación el año pasado, o el diablo cuando Cristo perdió la boina. Lo de 1681 les parece intolerable. Pues eso no es nada. Antes habría otro, y se lo llevaría el río. Pero este, al menos desde entonces, aguanta riadas, algunas ha habido, los ríos son antiguos, más que los vascos. Hasta ahí, más o menos, puede que aguanten sin tirarte al río propiamente dicho. Pero entonces les digo pues Bidasoa no es nombre vasco, no es vasco, toma Tomás. Aquí ya callan, por falta de vocabulario, y por la rabia que les da. Pues no; es celta. Un teónimo más viejo que la pana. Como la Bidouze, esa regata que pasa por ahí, por donde los frantsas. Entonces, ¿qué hicieron los vascos, ponerle nombre celta porque sería moda o así, no? Siempre hay algún alma conciliadora. Y a mí me alegra.
 
Pues no, no había vascos entonces, estaban sin hacer, no a falta de hervor, como ahora, sino sin hacer, ni siquiera de encargo. Aquí vivían hace tres mil años unos indoeuropeos de habla lusitánica. Hacían sus dólmenes y sus carnavales. Y hablaban en lusitánico, testimonio es el mismo Narbarte. Qué es eso de lusitánico. Bueno, como si dijéramos portugués. Alto, portugueses he conocido yo. Algunos pasamos por ahí, aquí se nos murieron cuatro, etc. La cuestión se reconduce. Me han perdonado.
 
  En eso, zas, les sorprendo con la dejada. Y estando aquellos lusitánicos ahí por Narbarte, sin meterse con nadie, llegaron  mil y pico años después unos celtas que traían consigo como si fueran piojos, unos como agotes, peor que moros, unos animalicos ignorantes, mocosos, sin padre, venían como al arrimo de los celtas, como moscas al mocordo, comían sobras, robaban leña, hablaban aquitano, y eso qué es, pues es como vasco sin hervor, tipo Ulzama, que también es celta. Y esa especie de agotes más bien pestosos, aprendieron de los celtas qué es un padre, qué es una señora, y qué es todo, animalicos que eran. Y se quedaron por aquí, olisqueando los agujeros y encorriendo a las cabras. Y en eso llegaron los romanos, que ya sabéis que hablaban latín, como don Joaquín. Y entonces los agotes medio moros aquellos, con su chunchun sin geometría, ni limpiar las palabras, se pusieron a darle al latín, por imitar y por mangar, ya se sabe. Así sería aquel latín. Pues aquel latín es el vasco. O sea que viene a ser tan viejo como el catalán. Eso ya es crueldad. Un latín de cuarta, con picatostes celtas y lusitánicos, hablado por aquellos seres, que claro que no data, qué va a datar, como el catalán, o sea, ni gallego, qué vergüenza.
 
Todo eso lo dirás porque ya sabemos que eres bromoso. No queridos, ya sabéis que os quiero mucho, y vosotros algún apego me tenéis, qué le vamos a hacer, nos cogemos cariño, ahora es tarde señora. Entonces, en aquellos tiempos, se fue todo el mundo y esta comarca se quedó para los zorros y las zarzas, no había un cristiano por aquí. Todo el mundo vivía allá por Pamplona y en Tierra Estella, y los vascos merodeaban en descampado robando y así, porque los alguaciles los echaban de los pueblos cristianos.
 
Entonces bajaron los vascos a Tudela, para jodela, y allá les dijeron ‘veros a cascarla’. Y entonces los vascos, que ya estaban inventados, hablamos del año qué se yo, del mil, o pongamos mil doscientos, o ni para ti ni para mí, pero por ahí, pues se arrimaron hacia aquí. No los quería nadie, sobraban de todas partes, eran como aquellos gitanos que echó el Ayuntamiento, que por poco no los podemos echar. Total que entraron por Txaruta, para que os hagáis idea.
 
Bueno. No tienes pruebas, es tu palabra contra la nuestra, que somos más, y si no te gusta vete, en cualquier batzarre te vulcamos, y no eres de aquí, algo habrás hecho que no te quieren en ningún lado, etc., como dice Mendoza.
 
Me encantan esos balidos y pataditas de la población ovejuna, creen que me van a distraer, criaturas. Bajaron los vascos pues por Txaruta, y encima se habían vuelto medio moros, se ve que se cruzaban con cualquiera, qué hacienda y qué desgobierno, amigos.
 
Qué eso de cruzarse con moros. Los vascos no vamos con moros. ¿No? Atención, que esto va a examen: Txaruta (o sea, Zaroeta), Xareta (o sea,  otro Zaroeta, que coge Zugarramurdi, Sara y compañía), sarobe (a ver, ¿quién sabe qué es sarobe?), Saralegi, presente. Salaberri, presente… todo eso viene de zaro, ya sabéis qué es zaro, y jaral, verdad…?. Pues es “bosque” en moro. Y la primera documentación del palabrio es de mitad del siglo XIII. Los vascos neolíticos se rozaban con el romance y el moro, y cogían palabras, siempre mangando. Y no llegaron por aquí, hasta que los echaron de todas partes, y empezaron a hacer bordas y chabolas, todo sin permiso, y los de bildu mirar para otro lado. Si sería la cosa que algunos se fueron hasta casi Bilbao, a ver si les dejaban acampar, y nada, no les dejaban. Entonces hicieron, en un sitio malo, el pueblo de Bascuri. Que es como Bozate para los agotes, pero para vascos, y esa fue su máxima expansión, ni Orduña, ni Encartaciones, ni Gorbea, ni pichiglás. Y Sara, máxima capital vascuéncica y labortana, tiene nombre moro. Iros acostumbrando. Y por aquí, fueron haciendo Goizueta, Zubieta, Legasa y así… que todo esto era monte.
 
La Marichu de Perretenea solía decir que el vasco de Elgorriaga era normal,  el de Ituren, Donamaría y así, era admisible, pero de Zubieta para allá empezaban gitanos y guipuzcoanos. Y lo de Baztán era la risión. Zato fite, dicen, que parece cualquier cosa. Ya tenía su algo de información, no andaba tan mal ella. Una vez, el siglo pasado, se montó una gran pelea en la Ulzama burlándose los vascos unos de otros, de su vasco, que si se dice así o no. Y uno de Narbarte, no sé si era de Legasa, que había ido en busca de unas yeguas, se metió en medio y dijo que iba a repartir unos mangazos, que el mejor vasco era el de aquí, y le dijo uno de la Ulzama, en ese vasco raro que tienen, que si todo iba a ser repartir y no pensaba recibir también alguna. El vasco siempre ha tenido polémica.
 
Hace un tiempo, me llevaron a Leipzig, les digo para entretenerlos, porque casi me hace duelo lo contritos que se ponen, cuando les amuelo un poco con lo de no ser antiguo y ser mestizo de ayer por la tarde. Me llevaron, porque en una feria querían alguno que dijera algo en vasco y en alemán. Y allá les dije señoras y señores, yo no tengo el mal gusto de ser abertzale. El efecto fue desolador. Sin duda, creyeron que yo era un falsificación. Ellos esperaban a un Egaña, auténtico intelectual vasco, que les dijera que beharra es del neolítico, y luego rimara tabarra con caparra, y todos felices con su neolítico. Pero no, y conforme me iban entendiendo, se iban disgustando mucho, casi como vosotros. En eso, como estaba apalabrado hablarles en vasco, les solté un sermón sobre las sirenas y la Ilíada y esas cosas mías, todo en vasco. Y ellos encantados. Venían de otras salas y se llenó de gente. Todos oyendo neolítico puro. Éxito total. Entonces una señora, que luego confesó ser de Valladolid, exclamó en alemán auténtico, que si Navarra no era vasca que si tal y si cual, como para reventarme el sermón. Ahí teníais que haberme visto. Le digo, en alemán, que parece que dices más, oiga doña, entérese porque yo se lo digo, que Nabarra es más vasco que las pastillas de café con leche y significa ‘bunt’, porque allá estamos de todos los pelajes, en armonía, señora, y a mis vascos usted no me los toca. Tremendo fue, no entro en detalles, porque os viciáis, y luego queréis que os lo cuente siempre.
 
Qué intelectualidad. Una vez, en una cosa oficial, me vino el de cultura de Guipúzcoa, y con eso lo digo todo, y me preguntó, creéroslo, a ver de qué lengua había traducido yo al vasco la Odisea. Una pregunta trampa. Esperaría que dijera del altomicénico septentrional. Y le dije del gallego, por supuesto, yo soy  un hombre serio, y se fue más feliz que otro poco.
 
Qué intelectualidad. Una vez estaba yo en casa de la abuela de Aulestia, en Motrico, carnavales, febrero del ochenta y pico. Y estaba la mujer viendo la tele, y sale su nieto, que lo habían soltado, o detenido en Francia, no sé, y decía el alma cándida que no tenía carnet, que quería carnet, de indentidad se entiende, para ser intelectual orgánico y escribir en el Correo y no trabajar. Y ahí lo tenéis. La abuela ya se murió la pobre.
 
Luego está el intelectual tipo Dámaso. Una vez iban a presentar el sindicato Laia en Elizondo. Y dije yo, siempre puntualizando, Laia ez o Laia bai? Que de todo hay en la viña del señor. Y dijo Dámaso, mejor que sea bai, porque como sea ez, ya la haremos que sea bai. Vamos a la brava, que les pego un tiro que los arreglo. Pues Dámaso ahí anda, hecho un concejal, prohibiendo carreteras, urbanizaciones, fábricas de magnesitas, todo. Antes, cuando te salía un Dámaso, que no le daba para más el testuz, lo mandaban a una carlistada, o lo metían cura, ahora son concejantes, alcaldes y ministros. Yo tengo una alternativa. Al intelectual tipo Dámaso, ponerlo con paja y agua a embaldosar la Bardena. Yo si mandase, os arreglaba enseguida, y os tendría sanos y felices, y disciplinados, pero me dáis pereza, sois muy pesados.
 
Entonces, como el rodeo era largo y ya los tenía a mano, lo solté. Pues Narbarte es mucho más antiguo que Legasa. Ahí saltaron todos como un solo hombre. Ya sabíamos que acabarías ahí. Los de Narbarte y los de Legasa, somos como hermanos, nos queremos, siempre juntos, pero ya se sabe, cierto pique tiene que haber. No sé si haremos valle alguna vez, ya está hecho, dicen, pero seguimos cada uno en nuestro pueblo con nuestro pique, pero vaya todo bien, mucha armonía. Sí, es mucho más antiguo porque Narbarte es un nombre lusitánico, antiquísimo. Ya sabéis que cuando aparecieron aquellos portugueses muertos aquí, al par de Legasa, los llevaron al camposanto de Narbarte, por algo sería. Pues en Francia, había una vez un pueblo, hará unos cuatro mil años, que se llamaba Narbo, lo dijo Hecateo de Mileto, y estaba en un sitio que era clavado a Narbarte, una colina de nada en un pantano de río. De ahí que cuando don Manuel Aguirre fue cura de Narbarte, aprovechando una pausa entre dos carlistadas, les pusiera a los Dámasos a cavar y hacer alcantarillas, y gracias a aquel don Manuel, hay semejantes prados en Narbarte, un hombre inteligente y valioso, don Manuel Aguirre de Narbarte. Y así fue pasando aquel día del valle, donde nos juntamos en la mejor armonía y hacemos gran tripada los de Narbarte y los de Legasa, Oyeregui, no, que no se apunta, y eso hay que respetarlo.


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15 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La colección Rau

Una de las colecciones privadas más famosas del mundo, la poseída por el médico  de Stuttgart Gustav Rau, fallecido en 2002, va a ser subastada tras un litigio de más de una década entre Unicef de Alemania, una fundación suiza y los parientes del difunto.
 
Rau se compró en 1958 “La cocinera” de Gerard Dou, un discípulo de Rembradt. Siguieron mas de setecientas obras, casi todas pinturas, aunque hay también esculturas. Compraba sin asesor artístico, a su capricho, pero con un innegable instinto para la calidad. Desde Fra Angelico y Crivelli, pasando por Cranach, Guido Reni, El Greco y Canaletto, hasta Boucher, Fragonard, Cézanne, Monet, Sisley, Pissarro, Renoir, Toulouse-Lautrec, Degas y Kees van Donge, entre otros. Renunció a Van Gogh por caro, y a Picasso, porque no lo “entendía”.
 
Cuando inició su colección, era dueño de una fábrica de limpiaparabrisas que heredó de su padre. Luego, vendió la fábrica y decidió convertirse en una suerte de Albert Schweitzer bis. Hizo construir un hospital en el Congo y trabajó durante años como médico en África. Hizo su último testamento en 1999 y los tribunales han tardado todos estos años en determinar si entonces estaba o no en sus cabales, y si falleció de muerte natural. Aparte de en África, vivió en Mónaco, Israel e Irlanda, siempre en busca de la menor carga impositiva, mientras mantenía la colección en Suiza. Rau, soltero y sin hijos, se negaba con todas sus fuerzas a que el estado alemán heredase la mitad de su colección. En 2001 regaló a Unicef seiscientas de sus obras, de las cuales 153 deben permanecer como préstamo especial en el museo Arp de Rolandseck, luego se podrán vender.
 
El litigio que ha durado hasta ahora se refiere al centenar restante. Pero, en total, son 533 obras las que en la actualidad se subastan debido a que Rau, por razones que le tocaban solo a él, no las consideró pertenecientes al núcleo esencial de su colección. Entre ellas está el “Santo Domingo rezando” del Greco, que ha pasado las últimas décadas en una cámara climatizada de un banco zuriqués.
 
Rau ni siquiera veía sus obras. En su salón de estar no tenía más que el retrato de sus padres. De vez en cuando permitía de manera anónima que alguno de sus cuadros se expusiera en museos. Los litigantes que pretendían invalidar el último testamento alegaron que Rau no podía estar en sus cabales, porque se separó de su prometida, cuando ella quiso comprarse un abrigo de piel.


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8 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ser la voz autorizada

La experta que duda de Goya para apropiarse del coto Goya, y los arqueólogos macedonios que estilizan las inscripciones e incisiones en la cerámica excavada en Methone para nacionalizar el pasado, tienen en común la pugna por ser la voz autorizada y poseer el monopolio de la definición. La experta emplea con frecuencia la palabra intuición. Ella intuye cuándo una pincelada no corresponde a su Goya idealizado. Los arqueólogos macedonios también intuyen la identidad de Macedonia en el siglo VIII a. C. Tanto la una como los otros mejoran el pasado, en rigor, lo fabrican conforme a su presente visionario y totalizante. En eso, aunque no llegan a la zafiedad cerril del arqueólogo vasco que fabrica inscripciones para hallarlas luego y demostrar que el mundo fue como él intuyó que era cuando iba a la ikastola, se parecen. Decía Reinach que, tras el excavador sin conciencia, el mayor enemigo de la arqueología es el falsificador. Estaba reservada a los vascos la gloria de reunir y jalear esas dos virtudes en un solo especimen.
 
Ahora, la experta no se ha cargado ningún objeto de manera irreparable, como sí han hecho los arqueólogos macedonios que emplearon un bulldozer en las catas previas, o el arqueólogo vasco que apañó una estratigrafía para mejorar el yacimiento. Pero sí que lleva a cabo una toma de poder que reforma el pasado, y arbitra graciosamente la privación o concesión a la comunidad de bienes como el “Coloso” o “Manolito”, siempre para mayor gloria de su “intuición” nunca bien ponderada.
 
En realidad los tres casos son una usurpación de poder. La experta quiere hacerse con el detentado por el Prado en lo relativo a la autorización de goyas, mientras los arqueólogos macedonios y el vasco quieren ser sumos sacerdotes y garantes autorizados del mito nacionalista.
 
O sea que hay un poder, como el Prado o la nación en construcción, que conlleva nichos vistosos y prensa adicta, y hay un simulacro cientifista que busca hacerse con el monopolio del minarete a base de intuiciones, estilizaciones y falsificaciones. Por ejemplo, el sensacional descubrimiento de las inscripciones inventadas para mayor delirio de la vasquidad fue aplaudido, premiado y soflamado por un grupo de comunicación nacionalista, como es natural. El falsificador suele tener a su favor a la gente de fe.
 
Cuando una sociedad está pastoreada por algo que le adula y al tiempo le inventa una preocupación, ese algo produce intuiciones, falsificaciones y expertos convencidos de lo que deben concluir. Por ejemplo, para satisfacer el deseo de eruditos, como Humboldt o Herder, de que se descubrieran y publicaran antiguos cantos vascos, entre los que suponían que habría alguno relativo a Roncesvalles, se "hallaron" y publicaron falsificaciones como el Canto de Altabiscar.  Por su parte, los arqueólogos macedonios de Methone firman un epílogo conjunto, al estilo de las editoriales de la prensa catalana, donde ratifican de su fe identitaria.


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30 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Este poema de un desconocido

al dios Pan procede de las Carmina del Codex Turicensis 78 (que data del inolvidable siglo noveno) y se atribuye a Ovidio. Son los cuarenta y ocho vocativos del dios Pan.
Úsese con moderación.
Rustice lustrivage capripes cornute bimembris 
Cinyphie hirpigena pernix caudite petulce 
Saetiger indocilis agrestis barbare dure 
Semicaper villose fugax periure biformis 
Audax brute ferox pellite incondite mute
Silvicola instabilis saltator perdite mendax 
Lubrice ventrisonax inflator stridule anhele 
Hirte hirsute biceps fallax niger hispide sime 
Scabrens ariole spurce bruticle fatucle! 
¡Rústico, rondamalezas, patacabra, cornudo, bimembre,
del río Cinifio, engendro lobuno, veloz, tarugo, insolente,
cerdoso, indócil, inculto, bárbaro, rudo,
semicaprino, velludo, huidizo, mentiroso, biforme,
atrevido, irracional, impetuoso, empellejado, tosco, mudo,
silvícola, tornadizo, bailón, depravado, falso,
escurridizo, ventritonante, hinchante, rechinante, jadeante,
erizado, hirsuto, bicéfalo, impostor, negro, híspido, chato,
sarnoso, adivino, sucio, brutico, faunejo!


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19 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un aeroplano cargado de futuro

Lo más llamativo del manifiesto futurista es su semejanza con la preceptiva talibán de santificación de la guerra, odio al monumento (en rigor, envidia al monumento) y desprecio de la mujer. Marinetti que propone rellenar los canales venecianos con los escombros de los palacios arrasados, y los islamistas que purifican cien años después el valle de los Budas o Tombuctú, configuran una repitición de la historia, primero como farsa, y luego como tragedia. 
 
Ahora, en su poquedumbre oligoliteraria, el futurismo fue una oda a los dos vehículos traedores de la velocidad al siglo. Primero, el automóvil, un Isotta Fraschini con el que Marinetti se metió en una zanja en las afueras de Milán. El Isotta Fraschini no solo era el automóvil más caro y exclusivo de 1908, sino que también acaba de batir un récord mundial de velocidad. Es notable que ninguna de las versiones del manifiesto futurista hable del dinero.
 
El segundo vehículo tenía que ser un aeroplano, y andaba Marinetti a ver cómo le haría la oda. Al principio de 1912, publicó la novela profética El aeroplano del papa, donde el artefacto se describía de manera más mitológica que otra cosa, aunque la acción era muy realista: decapita con las alas a varios millares de despreciables “mujeres del pueblo” que pretenden impedir la salida de los trenes repletos de mártires para el frente, engancha al papa con un garfio y lo lleva colgando al debate, donde anarquistas y socialistas exhortan a los trabajadores a “desobedecer a los asesinos”, pero el héroe del aeroplano convence al pueblo con su proclama “Sabed que hacer la guerra es como hacer huelga”, por fin arroja al papa sobre los austriacos como si fuera la bomba definitiva y gana la guerra. 
 
Como la naturaleza, y no digamos la gente, imita al arte, poco después, el 16 de octubre de 1912, tuvo lugar el primer bombardeo de una ciudad desde un aeroplano. Fue en Adrianópolis; tenían los búlgaros cercada la ciudad y los turcos no se rendían. Entonces amaneció el primer día soleado desde el inicio de la guerra, y un Albatros F-2 emprendió un vuelo de reconocimiento sobre Adrianópolis. Casi parecía que rozaba los minaretes, aunque estaba a cuatrocientos metros de altura y llevaba una velocidad vertiginosa de 70 km por hora. Los turcos aterrorizados huían del monstruo de madera, alambre y tela, ni siquiera se les ocurría pegarle un tiro, que habría podido bastar. Tripulaban el aeroplano dos pilotos, no se habían inventado las cabinas, ni los paracaídas, en los flancos se balanceaban dos cestas con paja que tenían dentro las bombas. Por fin las arrojaron aproximadamente sobre la estación del ferrocarril. Las bombas, por su parte, fallaron, pero el gran invento del bombardeo aéreo estaba lanzado. Y lo mejor fue que Marinetti se inspiró para componer su inefable Zang Tumd Tumb, que fue clave para la fama eterna del futurismo.
 
Cierto es que la falta de puntuación era una innovación más bien birriosa, porque la escritura se inventó y practicó sin puntuación durante milenios, pero el futurismo y sus hojas volanderas se habían convertido en una cuestión nacional. Marinetti pasó a ser en el poeta de corte de Mussolini y los revolucionarios de todo el mundo acudían a venerarlo a su villa de Capri. 
 


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15 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Maltrato libresco

El fragmento procede del Filobiblión de Ricardo Aungervyle, obispo de Durham, que lo terminó de escribir en 1344. En el capítulo XVII, al tratar de la limpieza en la custodia de libros, describe un tremendo caso de maltrato de dichos seres:
Habrás visto algún joven cogotón (cervicosum) repantingado con desidia (segnitier residentem) sobre su mesa de estudio y cómo cuando en invierno aprieta el frío su nariz gotea (frigore comprimente distillat), pero antes de dignarse limpiarla con el moquero (emunctorio) macera el libro que tiene delante con su infecta rociadera (turpi rore). Y si al menos hubiera en su regazo un delantal de zapatero en lugar del códice (loco codicis). Pero es que tiene las uñas repletas de inmundicia fétida (fimo fetente) y negra como la pez (gagati similimum), con la que va subrayando pasajes.
 
No se priva de comer frutas y queso sobre el libro abierto (fructus et caseum super librum expansum) ni de trasegar sin cuidado una copa, y como no tiene limosnero (eleemosynarium), deja abandonadas en el libro las reliquias. No se cansa de charlar (garrulitate continua) con lo que pone a marinar el libro en su saliva asperjada (humectat aspergine salivarum). No tarda en cruzar los brazos sobre el códice, e invita el breve estudio a larga siesta (breve studium soporem invitat prolixum) y después para reparar las arrugas dobla los márgenes de los folios, con no poco daño del libro (ad libri non modicum detrimentum).
 
Si deja de llover y aparecen flores en nuestra tierra, este estudioso que describimos cebará su libro de violetas, prímulas, rosas y tréboles de cuatro hojas, y con manos húmedas y rezumantes de sudor (aquosas et scatentes sudore) sobará los volúmenes, y zurrará la badana blanca (candidam membranam impinget) con guantes cubiertos de suciedad universal, y pasará el índice forrado de cuero viejo por la página de línea en línea, y en cuanto le pique una pulga el libro sagrado será echado a un lado (ad pulicis mordentis aculeum sacer liber abicitur), y difícilmente  lo será por menos de un mes, hasta que se hinche con la suciedad incorporada y resista los intentos de cerrarlo (quod claudentis instantiae non obedit).
Los estudiosos debaten lo del bolso limosnero, si era para llevar comida de limosna o para llevársela de los banquetes.


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7 de enero de 2013
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El Boomeran(g)
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