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Escrito por

Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Reseñas de Los vivos y los muertos

Mi novela Los vivos y los muertos será presentada mañana en la feria del libro de Santa Cruz (Bolivia), a las 7 de la noche. La presenta Giovanna Rivero, gran amiga y escritora. La novela circula a partir de hoy en los Estados Unidos y Puerto Rico; ya había salido antes en España, Bolivia y Colombia. Con el tiempo, supongo que irá saliendo en otros países de América Latina.

Para mi sorpresa (porque estas cosas siempre sorprenden), la crítica ha sido muy entusiasta. Los dejo con los enlaces a las críticas que se pueden encontrar en la red.

Javier Aparicio, Babelia, El País-España.

Wilmer Urrelo, Le Monde Diplomatique, Bolivia.

Gustavo Faverón, blog Puente Aéreo.

El placer de la Lectura (revista literaria en la red).

Rolling Stone, España.

Miguel Ángel Oeste, blog Lágrimas de Androide.

Ramón Rocha Monroy (ecdótica).

Mike Wilson, blog Last Citizen, 23 de marzo.

Jorge Benavides, Letras Libres, España.

Fondo Negro, La Prensa-Bolivia.

Ecdótica.

Alberto Fuguet, blog Apuntes Autistas.

Agustín Fernández Mallo, blog El hombre que salió de la tarta.

Santiago Vaquera, blog Confessions of a Border Crosser.

Avui, España.

El Cultural, El Mundo-España.

La Opinión, España, página 45.

Los Tiempos, Bolivia.

La Tercera, Chile.

Hernán Ortiz, Colombia.



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29 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Conductas erráticas

La próxima semana se presentará en la feria del libro de Santa Cruz Conductas erráticas, una antología boliviana de no-ficción coeditada por Maximiliano Barrientos y Liliana Colanzi, y con un prefacio de Juan Villoro. Toda antología es arbitraria, y ésta no lo es menos: los catorce textos reunen sobre todo a escritores de las nuevas generaciones y, si bien hay excelentes crónicas periodísticas -pienso en las de Inga Llorenti y Pablo Ortiz--, priman las confesiones personales, los testimonios de vida. Yo participo con un texto sobre mis días jugando fútbol por una universidad en Alabama. "El Sur en el Sur" es una versión alargada de un artículo con el mismo título que publiqué este mes en la edición española de Vanity Fair (y que enlazo aquí gracias a que el encargado del blog HoraSur se tomó el trabajo de reproducirlo de la revista).

El siglo XX ha tenido al menos dos cronistas bolivianos excepcionales: Jaime Sáenz (hay que leer las Imágenes paceñas) y Augusto Céspedes. Hoy despuntan algunas voces, aunque lamentablemente no hay una escuela como la que podría formarse a partir de una revista (pienso en el caso peruano con Etiqueta Negra). La mayoría son novelistas o cuentistas que escriben crónicas y/o reportajes periodísticos, y no necesariamente cronistas a carta cabal. Quizás esta antología sirva para dar un empuje al género. El notable trabajo de Maxi y Liliana merece tener eco.

Los dejo con el prefacio y la lista de autores incluidos en la antología.



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26 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Diego Salazar, un espía en la cocina

Hace un par de años, en Madrid, Diego Salazar me comentó que estaba leyendo Calor, de Bill Buford, para reseñarla en Letras Libres. Hablamos de la necesidad de que se escribieran en Hispanoamérica buenos textos sobre el mundo de la cocina. Reflexiones, experiencias, ensayos. No sólo libros de recetas, sino una mirada capaz de profundizar sobre la cocina y su entorno. En la literatura en español, este género está en pañales. Si en nuestra cultura nos pasamos el tiempo hablando de la comida, lo lógico sería convertir esos conocimientos tan variados en literatura.

Diego ha decidido llevar a la práctica sus ideas sobre este tema. "El cocinero que no podía dormir y su persistente aprendiz de cocina", aparecida en la revista Etiqueta Negra del mes pasado, es una crónica-testimonio memorable sobre las semanas que pasó en el restaurante Alboroque de Madrid. Diego nos mete a la cocina del Alboroque, nos hace ver, sentir y oler, de forma meticulosa, cómo funciona desde adentro un restaurante de primer nivel. Nos cuenta del chef y de los que trabajan con él, de la presión constante en que viven, y también de sus propias ansiedades cuando piensa en este mundo que lo fascina tanto. ¿Será que él tiene pasta de chef?  

Al leer esta crónica pensé en los libros que Diego me encarga cada vez que viajo a Madrid: The Omnivore's Dilemma (Michael Pollan), The Art of Simple Food (Alice Walters), Food Matters (Mark Bittman). Me dije: en esa crónica hay el germen de un gran libro. Hay también un gran crítico y cronista de cómo funciona el universo culinario de España y América Latina. Así que eso: Diego, estoy a la espera del libro.  



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22 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Autistas y esquizofrénicos

Hace algunos años, El curioso incidente del perro a medianoche, una novela del escritor inglés Mark Haddon, se convirtió en éxito de ventas y de crítica. Las razones de su triunfo tenían mucho que ver con el autismo de su protagonista principal, John Francis Boone. Haddon lograba meterse de manera convincente en la mente de un chiquillo que sabía de memoria todas las capitales de todos los países del planeta y los números primos hasta el 7,057. El libro venía avalado en la contratapa por un neurólogo reputado como Oliver Sacks: la ficción se legitimaba a partir de su parecido con el discurso científico.

El caso de Haddon no es único en la literatura anglosajona de los últimos años. A diferencia de la latinoamericana, que abusa de protagonistas un poco tontos y a veces muy equivocados pero en general sin obvios problemas mentales, la literatura en inglés no se cansa de explorar diferentes tipos de narradores y/o protagonistas con dificultades mentales o lingüísticas. Ahí está la brillante Huérfanos de Brooklyn (1999), de Jonathan Lethem, cuyo narrador, el detective Lionel Essrog, padece de síndrome de Tourette ("Hay días en que me despierto por las mañanas y voy a tientas al baño y dejo correr el agua y me miro y no reconozco mi propio cepillo de dientes en el espejo"), y, recientemente, dos novelas sobre esquizofrénicos: Atmospheric Disturbances (2008), de Rivka Galchen, y Lowboy (2009), de John Wray.

El ejemplo de Faulkner sigue presente en esta tradición: su Benjy Compson, el narrador retardado de la primera parte de El sonido y la furia (1929), no tiene equivalentes en la literatura latinoamericana. La diferencia de los nuevos escritores con Faulkner es que estos están muy preocupados por la verosimilitud científica. En los agradecimientos Wray cita, entre otros libros, The Diagnostic Statistical Manual of Mental Disorders IV y The Psychiatric Interview in Clinical Practice. Eso no significa, claro, que Faulkner no haya estado en lo cierto desde la primera hasta la última frase de Benjy ("Caddy uncaught me and we crawled through. Uncle Maury said do not let anybody see us, so we better stoop over, Caddy said. Stoop over, Benjy. Like this, see").      

Los esquizofrénicos de Galchen y Wray son diferentes. El siquiatra Leo Liebenstein, narrador de Atmospheric Disturbances, cree que su mujer, Rema, ha sido reemplazada por un "simulacro"; este tema aparece en los cuentos de Philip Dick ("The Electric Ant") y en las películas apocalípticas de los años cincuenta (Invasion of the Body Snatchers). Galchen actualiza ese tema para una época más científica: su narrador utiliza un lenguaje clínico, pero no por eso deja de conmover. Por supuesto, el "simulacro" es la misma Rema, pero Leo, incapaz de reconocer lo que tiene delante suyo en su piso en Nueva York, viaja hasta los confines del continente americano (la Patagonia) en busca de la verdadera Rema.

Lowboy, el adolescente esquizofrénico paranoico de Wray, está más cerca de Salinger: creyendo que tiene el secreto para salvar el planeta del apocalipsis debido al cambio climático, se escapa del siquiátrico y, a la manera de Holden Caulfield, se embarca en un recorrido por las calles de Manhattan (mejor: por los túneles, ya que su forma de escape es el metro). Su forma de ver las cosas es peculiar: "el tren calzó perfectamente en el túnel, como una mano en un bolsillo, y rodeó el cuerpo de Lowboy y lo mantuvo quieto"; "el túnel se enderezó sin ningún esfuerzo y las rieles y ruedas callaron".

El autismo, el síndrome de Tourette y la esquizofrenia consiguen dar a quienes sufren estos problemas una mirada original de las cosas. Al crear narradores y/o protagonistas con estas enfermedades, Haddon, Lethem, Galchen y Wray radicalizan algo que debería estar presente en toda obra narrativa: una novela puede ser muchas cosas, pero es sobre todo una cosmovisión propia, una manera idiosincrática de mirar el mundo.

(La Tercera, 19 de mayo 2009)



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19 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ROOM

Toño Angulo es un periodista y editor peruano que perteneció a Etiqueta Negra desde la primera hora. Hace algunos años se fue a vivir a España, y, aunque siguió vinculado a la legendaria revista peruana, desarrolló varios proyectos interesantes por su cuenta. Uno de ellos fue Ling, la revista de la aerolínea Vueling que se convirtió en un modelo a seguir (la crisis se la lleva por delante: Ling editará su último número este junio). El más reciente es Room, una revista para viajeros notable por la calidad de su diseño, de sus fotografías y de sus textos. El último número (el quinto) es un monográfico sobre varias ciudades españolas que luchan por ser nombradas Capital Europea de la Cultura para el 2016. Hay textos breves sobre viajeros (Scott, Agatha Christie, Sebald), perfiles de cocineros, una crónica de Julio Llamazares, un cuento breve de Juan-Cantavella... 

Por supuesto, esta revista trimestral y bilingüe es un trabajo de equipo, y lleva el sello de La Fábrica, un grupo editorial responsable de revistas como Eñe y de algunos de los mejores libros de fotografia publicados en los últimos años. 



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13 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lucía Puenzo: El niño pez

"Más falsa que un billete de tres dólares", comento a la salida del cine. El niño pez es la historia de un amor entre dos chicas de diferentes clases sociales -Lala, la argentina de clase alta, y la Guayi, la sirvienta paraguaya- visita los territorios de lo inverosímil apenas iniciada, y no vuelve a recuperarse. Esta película tiene el corazón melodramático de una telenovela mexicana (pero al menos las telenovelas no tienen pretensiones de gran arte): la Guayi, después de una relación incestuosa con su padre, tiene un hijo de él y luego se fuga a la Argentina; allí entra a trabajar a la casa de la Lala, y pasa a tener amores con Lala y con su padre; la Lala mata a su padre por celos, pensando que luego se fugará al Paraguay y se encontrará allí con la Guayi...

Nada es creíble en la película de Puenzo: el glamour de la Guayi no va con su papel de sirvienta, los actores son flojos (el guión no ayuda), y la Lala, toda una asesina, se desplaza libremente como si la policía no existiera (ahora que lo pienso, no hay una sola escena en que aparezca la policía). Lo que pudo haber sido una fascinante exploración en la forma en que se crean los mitos se convierte en una desafortuniada serie de pasos en falso. En la última hora, la incomodad inicial da paso a la risa franca: una vez asumido su fracaso, se puede disfrutar de El niño pez.

La argentina Lucía Puenzo se ganó cierto crédito con su anterior película, XXY, una sugerente exploración sobre el hermafroditismo; el tema daba para una mirada sensacionalista, pero Puenzo se mostró contenida y madura; ahora, uno sospecha que la atracción de Puenzo por ciertos temas controversiales puede ser un gesto tan estridente como vacío. 



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8 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Joyce Carol Oates: Tabloide americano

Es imposible hablar de Joyce Carol Oates sin mencionar lo prolífica que es, así que comencemos por ahí. A los setenta años, esta escritora norteamericana ha publicado alrededor de ciento veinte libros: cuarenta y siete novelas, treinta y tres libros de cuentos, doce de ensayos, nueve de poemas, ocho de novelas cortas, ocho de teatro, dos libros para niños, cinco novelas juveniles... para los próximos meses, están anunciados cuatro más. Si en la literatura latinoamericana se suele decir que César Aira publica mucho, al lado de Oates el escritor argentino se queda como un parco Monterroso. El formato Aira anda por las ochenta páginas; el de Oates, por las treiscientos cincuenta.

Lo que no se suele mencionar con la misma frecuencia es la calidad de la obra de Oates. Ya es hora de que lo hagamos: esta escritora pertenece con pleno derecho a la ilustre generación de Philip Roth, Updike, Don DeLillo. Una broma de mal gusto dice que lo que pasa es que la Oates recién ha comenzado a escribir bien durante la última década, con títulos notables como Blonde (2000) y La hija del sepulturero (2007). Esto es injusto: una de sus mejores novelas, them, es de 1969. Lo que sí es cierto es que algunas buenas novelas podrían haber sido mejores con un poco más de revisión. Pero no hay escritor de los grandes que no se haya formado en base a sus compulsiones más íntimas, y la de Oates es no sólo el escribir sino también el publicar en exceso. Los críticos piensan que tanta publicación no la ha ayudado, pues los grandes títulos han quedado sepultados por la avalancha imparable de sus otros libros. Por suerte, la crítica y el tiempo ayudan a separar la paja del grano.    

Dear Husband, la última y brillante colección de cuentos, puede considerarse como un título representativo. Varios de los cuentos están situados en la mítica ciudad de Sparta, en upstate New York, lugar privilegiado de algunas novelas y cuentos de la novelista norteamericana. Oates es la heredera de la tradición más gótica de la literatura de los Estados Unidos, aquella que pasa por Poe y Flannery O'Connor. En sus páginas hay una atmósfera de tragedia inminente, construida con una prosa urgente, de frases largas que parecen haber sido escritas en estado de trance (los párrafos transmiten la sensación, correcta a juzgar por los resultados, de que Oates escribe sin parar).

Oates tiene un corazón sensible para narrar los casos más feroces extraidos de las páginas de los tabloides sensacionalistas: yo la descubrí gracias a Zombie, su novela basada en el asesino en serie/caníbal Jeffrey Dahmer, y si Blonde reimagina la vida de Marilyn Monroe, su reciente My Sister, My Love (2008) es una sátira despiadada que toma como punto de partida a JonBenét Ramsey, la niña asesinada en 1996 en un suburbio privilegiado de Boulder. En los cuentos de esta colección, "Dear Husband" adopta el punto de vista de Andrea Yates, la mujer que mató a sus cinco hijos a principios de esta década; "Landfill" está basado en la muerte de un adolescente en una fraternity house de New Jersey.

El realismo visceral de Oates se instala cómodamente en los géneros del horror y del policial; esta escritora está más cerca de Stephen King que de Philip Roth. Sus personajes pueden ser tanto de la clase media acomodada ("Panic", "A Princeton Idyll") como desempleados de la clase baja que viven en casas sucias que se derrumban. Oates extrae poesía de la degradación más vil, como en el magistral cuento "Magda Maria", la historia de un adicto a la heroína y su obsesivo amor por una mujer tan hermosa como drogadicta.

Oates ha comenzado a ser leída con interés en Hispanoamérica. En España, La hija del sepulturero ha alcanzado la cuarta edición, y Mamá (2005), recién publicada por Alfaguara, va camino a un éxito similar. Entre los escritores, Santiago Roncagliolo está traduciendo algunas de sus novelas cortas (Bestias, Violación) y Rodrigo Fresán ha hecho un inventario exhaustivo de su obra más reciente.  

(La Tercera, 4 de mayo 2009)



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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Zoetrope: The Latin American Issue

Francis Ford Coppola financia proyectos alucinados e inteligentes como Zoetrope, una de las mejores revistas dedicadas exclusivamente al género del cuento. La revista fue fundada en 1997, pero es el número de la primavera de este año, "The Latin American Issue", el que nos interesa.

Coeditada por Daniel Alarcón y Diego Trelles --escritores que están hace rato en esta tarea meritoria y no siempre aplaudida de difundir la obra de los escritores de su generación--, y con dibujos del cineasta Guillermo del Toro -la portada es demasiado pintoresca (un pistolero con un gran sombrero), pero en las páginas interiores se redime--, esta presentación del "post-post-boom" en los Estados Unidos no podía ser más auspiciosa. Los diez cuentos escogidos son de primer nivel, aunque, si habría que quedarse con cinco, este lector diría: Ronaldo Menéndez (Cuba), Patricio Pron (Argentina), Rodrigo Hasbún (Bolivia), Alejandro Zambra (Chile), Verónica Stigger (Brasil).

En su prólogo, Alarcón y Trelles reconocen la influencia de McOndo (1996), la antología de Fuguet y Gomez tan malhadada en su momento, pero no señalan los temas, la estética o la ideología que podría unir a este grupo. Aunque en otra antología (El futuro no es nuestro) la actitud de Trelles es más rupturista con la generación anterior, lo cierto es que, al leer los cuentos de "The Latin American Issue", uno se queda con la impresión de que son más las cosas que unen que las que separan. Habría que verlo con calma y discutirlo. En todo caso, la selección está (muy bien) hecha; el trabajo sucio queda para los críticos (y los escritores, por supuesto).    



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26 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Elmer Mendoza, nuestro guía en Culiacán

Hace un par de años leí por primera vez a Elmer Mendoza. Su novela Balas de plata (2007) acababa de ganar el premio Tusquets, y me tocó reseñarla. Recuerdo mi sorpresa al terminar los capítulos iniciales: la novela parecía escrita en un idioma que no conocía (había párrafos enteros que no entendía). Mientras los puristas se enfocaban en los Estados Unidos y en el spanglish como fuente de "corrupción" del castellano, el verdadero cambio radical estaba ocurriendo en la literatura del norte de México. Porque Mendoza, claro, había leído a ese gran estilista que es Daniel Sada (aunque sus mundos narrativos difieren bastante, estaba el ejemplo, el gesto, la obsesión por el entramado lingüístico de un texto). Un cambio, agrego, que le hace bien a nuestra narrativa: como dice el crítico Christopher Domínguez Michel, los escritores "bárbaros" del norte de México eran vistos con desconfianza hace un par de décadas, pero hoy se han convertido o se están convirtiendo en clásicos.  

Acabo de leer dos novelas policiales más de Mendoza: Un asesino solitario (1999) y El amante de Janis Joplin (2001). Mi primera impresión ha quedado reafirmada: pese a instalarse en un género supuestamente "menor", este escritor nacido en Culiacán en 1949 no tiene deseo alguno de hacerle la vida fácil al lector. El que no conozca ciertos códigos locales estará perdido durante un buen número de páginas (sé de lectores impacientes que han abandonado rápidamente la lectura). Mendoza no recrea de manera general el habla del norte de México, ni siquiera el del estado de Sinaloa; lo suyo es muy específico: su enfoque es el dialecto del mundillo del narcotráfico en Culiacán.

Por supuesto, se trata de una recreación estilizada: los personajes de Elmer Mendoza hablan sobre todo como otros personajes de Elmer Mendoza (de la misma manera, los habitantes de la sierra peruana no hablan como en las novelas de José María Arguedas). En Un asesino solitario, el lenguaje del sicario narrador es un verdadero tour de force: "Durante el año tres meses y diecisiete días que llevamos camellando juntos te he estado wachando wachando y siento que eres un bato acá, buena onda, de los míos, no sé cómo explicarte, es como una vibra carnal, una vibra chila..."

Todos estos juegos con el lenguaje no son gratuitos; permiten que Mendoza sea el guía necesario para adentrarse en el sórdido y violento mundo del narcotráfico del norte de México, el cual no está para nada desligado de lo que ocurre en el resto del país, y de hecho lo impregna con su manera barata de entender la vida (el narrador de Un asesino solitario tiene como objetivo matar a un candidato a la presidencia). En El amante de Janis Joplin, Mendoza va desgranando la forma en que hasta los más inocentes caen en el negocio, las relaciones corruptas entre la policía y los traficantes, las componendas de la prensa, el culto religioso de Malverde (el santo de los narcos), y nos entrega una visión nada romántica de la condición humana. La novela, situada a fines de los sesenta y principios de los setenta, enfrenta a los que quieren cambiar la sociedad a través de la lucha armada con los que prefieren el dinero fácil de los narcos. Está claro quiénes son los que ganan: "La gente normal no existe, te pareces al Chato, que estaba clavado en darle tierra y fábricas a la raza, ¿para qué? ¿tú crees que a la raza le gusta trabajar?"

Las novelas de Mendoza funcionan como radiografías de un territorio turbulento y complejo que hoy domina los titulares de los periódicos. Una intuición: cuando pase el temblor, seguirán siendo leídas. La literatura se impondrá a la coyuntura.

(La Tercera, 20 de abril 2009)



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22 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gustavo Guerrero: Historia de un encargo

Hace muchos años que conozco a Gustavo Guerrero. Lo conocí primero como editor de Gallimard, a fines de los noventa, en los congresos sobre literatura latinoamericana que organizaba la Casa de América en Madrid. Luego lo descubrí como ensayista, en un curso de verano en El Escorial. Aquella vez, la lectura de su trabajo sobre Darío y la recepción de su obra en Francia me pareció iluminadora; me permitió ver que aquello que algunos escritores de mi generación consideraban una novedad --la forma distorsionada en que se lee la literatura latinoamericana en Europa y Estados Unidos, la búsqueda forzada de ciertos exotismos-- no era tal. Era, más bien, una condición del lugar periférico de la literatura latinoameericana en la república mundial de las letras. 

Con Historia de un encargo, el intelectual y editor venezolano ganó el año pasado el prestigioso Premio Anagrama de Ensayo. Este libro riguroso, complejo y necesario cuenta una historia tragicómica: la de cuando, a mediados de los cincuenta, un dictador venezolano contrató a Camilo José Cela para que éste escribiera libros que ayudaran a difundir una imagen positiva de Venezuela. El resultado fue La catira, una novela con un “exotismo primitivista” patético, que demuestra que no es suficiente escribir con localismos para construir un texto venezolano. Guerrero es un arqueólogo paciente a la hora de reconstruir la genealogía del texto y estudiar sus diferentes versiones; es también un lúcido analista, pues esta anécdota colorida le sirve para reflexionar sobre la politica cultural del franquismo –nada tímida en su hispanismo paternalista--, y sobre la necesidad de “la revisión crítica del pasado común” de España y América Latina, “y de nuestros vínculos culturales”. 



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20 de abril de 2009
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