Sergio Ramírez
El presidente Ortega ha enviado a la Asamblea Nacional una ley que otorga una concesión por cien años para la construcción del Gran Canal a una incierta compañía china, HK Nicaragua Canal Development Investment Co, presidida por un misterioso personaje, Wang Jing. El consorcio de papel se halla establecido en algún lugar de la vasta Hong Kong, pero está inscrito en Gran Caimán, y se ha comprometido a invertir 40 mil millones de dólares en la obra, que además del canal acuático incluye líneas ferroviarias de costa a costa, puertos en ambos océanos, aeropuertos, carreteras de alta velocidad, etc. Otra Nicaragua de ciencia ficción, la de los sueños de opio.
Un proyecto sin el aval ni la participación del gobierno de China. Durante su reciente visita a Costa Rica, el presidente Xi Jinping, declaró que su país privilegia los proyectos de cooperación con aquellos países con los que tiene relaciones diplomáticas, que no es el caso de Nicaragua, pues Ortega las mantiene con Taiwán. Y un canal interoceánico es necesariamente, además, un proyecto geopolítico, en el que ni siquiera los países del Alba encabezados por Venezuela parecen mostrar interés, ya no se diga Estados Unidos.
La dichosa compañía china, dueña absoluta del Gran Canal según esta extraña ley, que sin duda será aprobada por la Asamblea que Ortega controla ampliamente, irá cediendo anualmente al estado de Nicaragua el 1% de las acciones, de modo que dentro de medio siglo llegaría a compartir el canal por partes iguales.