Sergio Ramírez
En la conversación del día siguiente a la ceremonia del premio entre maestros de la Fundación y los ganadores de este año, alguno le preguntó si él mismo había acomodado de esta manera tan artística la cadena junto al arma. Cossío sonríe. Jamás haría eso. Su sentido de la fotografía proviene del encuentro con lo fortuito, congelar el instante en que lo casual determina la existencia de la imagen, como si se tratara de una epifanía; se acercó un día a la mesa donde la policía había colocado diferentes objetos incautados a una banda de narcos, para que fueran fotografiados, y la santa muerte estaba ya allí esperándolo para que sólo él la viera.
Y al organizar la serie, ha querido darle un sentido religioso, nos dice. Una especie de vida, pasión y muerte que resalta en las imágenes, en sus temas y en sus contrastes. El cadáver colgado del puente urbano, a punto de ser descolgado por los bomberos, no deja de ser un descendimiento de la cruz. Hay otro cubierto de pies a cabezas por una sábana blanca, como un sudario; la multitud de cuerpos desparramados, con las manos atadas hacia atrás, han sido abandonados en un botadero, como en el monte de las calaveras los crucificados. Pero hay más. En la culata de una pistola de plata, también confiscada a un narco, dos escorpiones esculpidos se enfrentan a muerte. Un símbolo de los tiempos.