Sergio Ramírez
Mientras tanto, la compra de votos en la Asamblea Nacional ha continuado, con lo que no sería raro que pronto Ortega tuviera los suficientes para cambiar la Constitución y legitimar sus pretensiones de reelección por esta vía, que hasta ahora dependen de una espuria resolución de la Corte Suprema de Justicia, otra de las instituciones que ha caído bajo el hacha de la demolición y que es ahora un verdadero mercado persa.
Y las instituciones financieras internacionales, como el FMI, el Banco Mundial y el BID, sobre las que Estados Unidos ejercen poder decisivo, lo siguen apoyando, sobre todo el FMI, que pese a su rígida ortodoxia, le ha dado licencia tácita para apropiarse de los recursos provenientes del petróleo de Chávez, que usa en privado a su propia discreción, sin someterlos al control del presupuesto nacional, lo que viola una de las reglas sagradas del propio FMI. Tampoco son estas señales que antecedan a un golpe de estado orquestado fuera de las fronteras.
¿Dónde está entonces las señales de que Obama querría darle un golpe de estado a Ortega? Todo no es sino un ardid para ocultar que el verdadero golpe de estado ya se dio. Lo dio el propio Ortega al destruir y malversar las instituciones civiles, y ahora busca apropiarse de la Policía Nacional y someter políticamente al Ejército para cerrar la rosca.
Lo demás son cuentos de camino.