Sergio Ramírez
Algunos piensan que hay reelecciones buenas y reelecciones malas en América Latina, dependiendo del color del cristal ideológico con que se mire. Que lo que hace el ganso no tiene nada que ver con lo que hace la gansa. Me parece un error.
De acuerdo con la tradición agitada del continente, toda reelección ha dejado siempre un rastro negativo de violencia y desconcierto, quizás porque la voluntad arbitraria sigue oponiéndose tercamente al ideal en nuestra historia, y lo que se consuman son siempre los hechos aciagos. Pero el ideal suele volver por sus fueros, y nunca de manera pacífica ni ordenada. Es una especie de cadena perpetua, que va repitiendo sus eslabones, como si nunca se aprendiera de las lecciones de la realidad.
Es lo mismo con los golpes estado. No hay ni golpes de estado buenos ni golpes de estado malos. No hay asalto militar a los palacios presidenciales que merezca aplausos, ni nobleza alguna en sacar a un presidente a golpes de su cama. Porque cuando los sables se alzan en contra de la democracia, cualesquiera que sean las circunstancias, las instituciones sufren heridas graves que cuesta mucho sanar, no importan los deméritos de los presidentes derrocados.