Sergio Ramírez
La función de circo iba a medio camino aquella noche en Cúcuta, cabecera del departamento de Santander, cercana a la frontera con Venezuela, y tocaba el número habitual de los dos payasos. La carpa había sido levantada en un baldío de uno de los barrios populares de la ciudad, y el nombre del circo era "El circo del sol", en imitación del célebre "Cirque du Soleil".
Un circo pobre, en contraste con los esplendores del otro del que tomó su nombre, y con público escaso esa noche según la crónica, no más de veinte personas entre las que se hallaba el desconocido que estaba por saltar a la pista armado de una pistola. Saltó a la pista, y disparó contra los dos payasos que sostenían en ese momento uno de esos absurdos y acalorados diálogos donde imperan la confusión de palabras y el doble sentido. Fueron disparos a quemarropa, y certeros, como se ve. Las victimas cayeron abatidas sobre el aserrín de la pista, seguramente con gestos de terror, o de infinita sorpresa, pero eso no puede saberse, porque la pintura en la cara de los payasos oculta las emociones.
El asesino huyó en medio del estupor general, tampoco la crónica menciona por dónde, ni con qué rumbo. Y en cuanto a los payasos muertos, solamente se da el nombre de uno de ellos, Franklin Leal, de 18 años; como se ve, un payaso muy joven. La policía declaró que no tenían ningún indicio acerca de los motivos del crimen.