
Sergio Ramírez
La fiesta de la Purísima que se celebra a partir de las 6 de la tarde del 7 de diciembre cada año en Nicaragua, fue creada por los padres franciscanos en la ciudad de León en la primera mitad del siglo XIX, y con el tiempo se extendió as todo el país. Es la celebración religiosa que mejor encarna la tradición popular nicaragüense, y tiene un acento solidario, cada vez más extraño en estos tiempos de exaltación del egoísmo. Es una fiesta de dar. De repartir, y recibir. La gente entra a las casas donde se han levantado altares con la imagen de la Virgen, al grito de "¿quién causa tanta alegría?, y el grito de júbilo es respondido por otro: "¡La Concepción de María!". Y los participantes en esa romería reciben de los dueños de la casa frutas y golosinas, lo que se llama "la gorra". Cuando la jornada de visitas a los altares termina a medianoche, los más afortunadas han llenado sacos enteros con todo lo que han recibido de regalo.
Este año la Gritería fue como todos los años, sólo que "la gorra" disminuida por la pobreza y las dificultades económicas, no por la voluntad de regalar. Pero también se agregó a la fiesta de la Purísima el matrimonio Ortega, que convocó a los habitantes de Managua a presentarse frente al Palacio Presidencial, rebautizados por ellos dos como "Palacio de los Pueblos", para recibir su gorra: un paquete con arroz, frijoles, aceite de cocinar…ya les cuento lo que pasó.