
Félix de Azúa
Es cierto que desde hace unos diez años circula mejor -llega a más gente- todo lo relacionado con las salvajadas de la Europa totalitaria. Durante decenios fue un sector especializado, pero desde la apertura de los archivos soviéticos el alud informativo sobre la barbarie roja renovó el interés por la barbarie parda: el estalinismo empujó la máquina nazi que ya estaba a medio gas.
Imagino que hay dos motivos para que se haya convertido en algo más o menos popular: de una parte su imposible compresión y de otra que somos la consecuencia de aquel espanto, en ningún caso su superación. La actual corrupción política y la aparición de una sociedad excluida del pensamiento tiene mucho que ver con lo insoportable que es pensar tras conocer lo que podemos llegar a matar, sobre todo si somos ricos y cultos. Una cosa es que los caníbales vivan en la selva y otra que los profesores de matemáticas y los jueces del supremo sean caníbales, como se demostró en cuanto les dieron la ocasión. La estirpe continúa porque Karadzic no es sino un intelectual, un psiquiatra, y encima poeta.
Es incomprensible la maldad en su forma suprema, la de los años infernales, o en su estado blando, como en el país vasco cuyo Presidente dijo el otro día que "ETA nos hace mucho daño a los nacionalistas vascos", sin que se le pase por el seso que el daño real, el que duele, se lo hacen a los asesinados. Parecía que en este enigma de la maldad humana Freud iba a echar una mano, pero fue una mano de pintura. Seguimos en la inopia y sufrimos un rechazo profundo: ¡vaya agobio, el binomio maldad-muerte! Sí, un peñazo insoportable. De hecho, lo propiamente insoportable. Pero amamos el cine de terror.
Todo lo cual viene a cuento de que he leído con mucho retraso "Austerlitz" de W.G.Sebald y me ha helado el corazón. Buena señal. Eso quiere decir que todavía es posible, si no comprender, por lo menos atender a nuestro pantano sádico. Volver a abismarse en lo insoportable, como hizo Sebald, para que los exterminados no mueran de nuevo gracias al tedio de los supervivientes.
Artículo publicado en: El Periódico, 24 de mayo de 2008.